Orgullo Y Humillación III

Capítulo final.

Saludos, lectores de TR. Llegar a 50 relatos se dice fácil, pero es todo un reto. Muchos han quedado por el camino, pero la clave es, si tienes una idea, escribe. Puede salir mejor o peor pero lo importante es saber mejorar tus debilidades y explotar las fortalezas (no literalmente). No rendirse y disfrutar son otras, usar el corrector, fluidez narrativa, orden al escribir y tratar de que vuestros lectores y lictores se sumerjan en la historia y… no, mejor no lo digo, ya he dicho bastante. Antes de empezar, es mi deber recordaros que no soy bueno para segundas o terceras partes. Dicho esto… que más me falta… esta va por mis cojones jejeje

Después de lo sucedido, Adrian estaba completamente humillado y desolado. Jamás podría volver a mirar a su esposa y a Olivia de la misma manera, le habían hecho lo peor que se podía imaginar y meditaba un poco sobre la idea del divorcio.

Los días transcurrieron sin más, la rutina fue algo de ayuda para Adrian, que de esa manera evitaba la mayor parte del tiempo estar con Isabel, aunque siempre cuando cenaban la tensión era evidente y era Isabel la que hablaba, pero él solo se limitaba a comer y dejarla allí sin nada que decir.

“No vas a volver a hablarme? Al menos podrías decir si la comida esta mal,” decía Isabel cada noche ante el silencio hosco de su marido.

Pero sin importar lo que Isabel dijese o hiciese, Adrian seguía ignorandola y se mostraba muy mosqueado en su presencia. La situación empeoraba cada día e Isabel ya estaba comenzando a cansarse de la indiferencia de su esposo, pero no estaba dispuesta a ceder, aquello era una verdadera guerra de voluntades.

Finalmente, Isabel se rindió y se decidió a hablar con Adrian sin ningún rodeo.

“Que es lo que te pasa? Piensas estar cabreado el resto de tu vida?”

La mirada de incredulidad y asombro de Adrian fue de leyenda.

“De verdad? Es que tienes la cara más dura que el cemento? No, no pasa nada. Solo que me humillaste dos veces, y me habeis puesto los cuernos EN MI CARA y con esa zorra lesbiana de Olivia, no me pasa nada,” respondió con mucha ironía Adrian.

“No la llames lesbiana!” protestó Isabel.

“Ah, y ahora la defiendes! Menuda esposa me gasto,” contestó él y rió para no llorar.

“Tu no has sido el mejor esposo que digamos. Siempre tuve que aguantar tus aventuras y escándalos, me avergonzabas delante de todos…” siguió diciendo Isabel, y Adrian ignoró lo demás ya que su esposa enumeró todos sus ligues casuales.

Esa noche Adrian durmió en el sofá por propia iniciativa. Isabel no pudo dormir pues pasó la noche pensando como podía recuperar a su esposo o, en última instancia; quebrarle definitivamente y tenerle por fin a sus pies, literalmente.

Al día siguiente, Isabel preparó el desayuno a Adrian y esperó que se fuese al trabajo para salir y ver a Olivia. Necesitaba un consejo sobre que hacer o no hacer con su esposo, sentía que la situación la estaba superando por mucho y no deseaba empeorar aún más el conflicto entre ellos.

Al ver que se trataba de su amiga una vez más, Olivia supuso que estaba allí debido a Adrian.

“Y ahora qué? Lo ha vuelto a hacer el muy degenerado?”

“No, y no sé qué hacer…” dijo Isabel con pesar, Olivia al escuchar aquello se hizo a un lado y la dejo entrar.

Después de escuchar atentamente lo que le decía su amiga, Olivia permaneció en silencio por un rato, tanto que Isabel dudaba que podría recibir algún consejo útil de su parte.

“No te quedes como una estatua, ayúdame!” exclamó Isabel.

“Buff… es que esta difícil, casi imposible por como describes su actitud. Si te sugiero algo, podría mejorar o estropear todo,” dijo Olivia.

“Pero es que eso no me ayuda!”

“Vale… déjame pensar…” murmuró Olivia para sí misma, adoptando una expresión pensativa mientras su amiga le miraba con expectación, “que es lo que deseas hacer, digo… olvidar todo o qué?”

Isabel esperó un momento antes de responder.

“Yo… es que no se. Vale, yo quiero que todo vuelva ser como antes, pero también necesito mostrarle que ya no me puede tratar de esa manera, que yo he cambiado y que conmigo no hará como le plazca.”

“Ahí tienes, eso es lo que debes hacer entonces. Sabes, si necesitas ideas, tengo un par que te van a gustar,” repuso Olivia.

“Quisiera intentar hacer las paces… y si no funciona…”

“Ya capto…” replicó Olivia con una sonrisa cómplice.

En otra parte de la ciudad, Adrian pasaba un día que honestamente no era el mejor de todos. El coche había fallado y recibió una dura reprimenda de su jefe al llegar a la oficina. Al menos consiguió evitar encontrarse con sus colegas pero sin duda alguna estaba muy agobiado por todos los acontecimientos y para su desgracia, no tenía a alguien cercano además de su “querida esposa" con quien hablar sinceramente sobre los bochornosos episodios de los que habia sido objeto.

Consiguió llegar a casa gracias a un amigo pero se mantuvo en silencio en todo el camino. Suspiró antes de abrir la puerta de la casa, Isabel estaba en la cocina y había terminado de hacer la cena, al verle esbozó una sonrisa.

“Cariño, llegas temprano! Ven, vamos a comer, esta deliciosa,” dijo ella y le dio un beso en la mejilla que no rechazó.

Ya sentados a la mesa, Isabel charlaba y Adrian se limitaba a escuchar y mirarla. Eventualmente, Isabel dejó de hablar y se hizo un silencio incómodo por unos minutos.

“Tenemos que hablar, sobre lo que ha pasado,” dijo Adrian seriamente.

“Tienes razón, hay que aclarar ciertas cosas,” respondió Isabel.

“Aclarar? No creo que haya que dejar en claro algo, ya no puedo seguir mirándote igual después de lo que me has hecho,” confesó Adrian.

“De verdad? Y como crees que he estado todos estos años? Eres un sinvergüenza, y sabes qué, he disfrutado mucho de lo que te he hecho, no me arrepiento,” admitió Isabel.

“Vale, pues porque ya esto se acabó, no voy a seguir con esto, estoy hasta los cojones!” exclamó Adrian enojado y se puso de pie de golpe.

Al ver esa reacción, Isabel se sobresaltó un poco. Como había pensado, su esposo no le iba perdonar todo lo ocurrido, sin embargo; decidió poner en marcha el plan B.

“Vuelve a sentarte. Tu patético orgullo no me interesa, vamos a resolver esto de una vez por todas,” comentó ella.

“Y crees que una disculpa va a arreglar todo?”

“No, pero te voy a proponer algo. Despues de eso, lo que hagas me da igual, pero te advierto, si no aceptas va a ser peor para ti y tu estúpido orgullo de macho,” sentenció Isabel.

A pesar de todo el cabreo, esas palabras le provocaron un escalofrío y lentamente se dio vuelta y volvió a sentarse.

“Bien hecho, es lo más sensato que has hecho en mucho tiempo. Ahora esto es lo que quiero proponerte. La última vez, solo usaste peluca y labial, esta vez; la transformación debe ser completa,” dijo Isabel.

“Estás loca! De ninguna manera voy a dejar que me hagas esa mierda,” repuso Adrian indignado.

Isabel no dijo nada y sacó su móvil. Unos segundos después, comenzó a mostrarle las fotos y el video suyo, había olvidado por completo su existencia y supo que muchas opciones no tenía.

“Creo que si pasara, de lo contrario enviare esto a tus amigos y a todos, así sabrán que eres un cornudo pichacorta que prefiere follarse a una zorra antes que a su mujer,” dijo ella.

“No puedes hacerme esto, no es justo.”

“Cariño, es solo una noche y ya estará todo olvidado… aunque debo mencionar una última cosa: Olivia…”

“Joder…” murmuró Adrian, sin duda alguna debía de suponer que su esposa no era capaz de algo así por su propia iniciativa.

Al final, sopesó todo en silencio. Si de verdad era lo último, tal vez aquello valdría la pena, pero no sabia como se sentiría después, humillado y desolado eran las palabras que venían a su mente.

“Lo harás?” preguntó Isabel.

“No tengo otra opción…” musitó Adrian y su esposa sonrió nuevamente.

Sin perder tiempo Isabel llamó a Olivia y esta llegó en menos de veinte minutos. La amiga de su mujer se veía deslumbrante, con una camisa ajustada de color carmesí y leggings negros. Saludó a su amiga con mucho cariño y a él solo le dedicó una rápida mirada.

“Ya esta todo arreglado?” preguntó Olivia.

“Si, ya Adrian esta listo para hacerlo,” afirmó Isabel con una sonrisa.

Pronto Adrian notó que Olivia había traído un bolso bien pesado. El solo pensar en su contenido hizo que se le erizase la piel con un escalofrío desde la nuca hasta la punta del pie. Su cara era todo un poema e Isabel no pudo evitar sentir algo de pena por él aunque no por mucho tiempo.

“Muy bien, ya es hora de hacer unos pequeños ajustes,” murmuró Olivia tratando de contener la risa y ambas mujeres llevaron a Adrian escaleras arriba.

Ya en el baño, las mujeres desnudaron a Adrian y procedieron a depilar sus piernas y el resto de su cuerpo. Les tomó un tiempo para dejarlo como a un bebe, pero Adrian se sentía incómodo en ciertos lugares como su entrepierna, debido a la irritación. Por supuesto, las mujeres no podían dejar de hacer comentarios y burlas sobre todo aquello y Adrian ya deseaba estar soñando.

En su habitación, sentaron al hombre frente al espejo e intercambiando opiniones sobre cómo sacar el lado femenino de Adrian. Primero aplicaron base y a cada momento no podían contener la risa mientras hacían lo suyo, con mucho cuidado hicieron los toques necesarios para que luciese lo más femenino posible, el pobre no paraba de maldecir su mala suerte y cuando Olivia e Isabel se apartaron para que pudiese verse en el espejo, apenas pudo reconocerse.

“Vaya, pero si hasta yo te confundiría con una chica,” se burló Olivia e Isabel rió.

“Aun no, pero debo decirte querido esposo, tienes una buena pinta,” dijo Isabel.

Sin decir una palabra Adrian no cabía en si de la frustración e impotencia de verse tratado y chantajeado de esa manera. Se decidieron por una peluca negra ya que le quedaba mejor y cuando llegó el tiempo de probarse prendas, fue entonces donde intentó suplicar.

“Por favor, ya estoy es demasiado… te prometo no volver a decepcionarte,” le dijo a su esposa.

“Eso lo he escuchado muchas veces, y ya no puedo creerte,” musitó Isabel.

Finalmente, con cierta dificultad se puso la ropa que había traído Olivia para él. Era una blusa roja un poco escotada, una falda de jean que le llegaba a los muslos, unas bragas rosadas que le incomodaban un montón y unos tacones negros que si bien no eran muy altos, le hacían difícil el dar un paso y le cansaban los tobillos. Al verse al espejo, de pie vestido como una mujer; no supo que decir o pensar.

“Pero si es toda una dama, quien lo habría dicho?” rió Olivia una vez más.

“Luces increíble amor, alguna molestia?” preguntó Isabel a su esposo.

“Las bragas… no me quedan…” respondió él con un hilo de voz.

“Casi lo olvido!! Menos mal que abriste la boca,” dijo Olivia y sacó un pequeño frasco con el medicamento que había usado en la playa.

Diluido en un vaso de agua, Adrian bebió y unos minutos después comenzó a sentir los efectos, las bragas estaban menos incómodas que antes y podía intuir que bajo ellas su rabo empezaba a encogerse al igual que sus huevos. Con ambas mujeres a su lado, le abrazaron por la cintura al mismo tiempo que le decían que esa noche sería “Adriana" y que se iba a divertir una barbaridad.

Ayudándole a bajar las escaleras, condujeron por varias partes de la ciudad y Adrian tenía solo una duda en su mente, que harían esa noche.

“Vale, ya me han hecho esto, pero a donde quieren llevarme?” cuestionó Adrian o Adriana.

“Es una sorpresa, sino no mola, a que sí?” comentó Isabel.

“Ya la habeis oído, Adriana, va a ser muy divertido,” prometió Olivia.

Si bien había escuchado esas palabras hasta el cansancio, el pobre estaba cada vez más angustiado y en un momento empezó a reconocer algunas calles y el alma se le vino a los pies, miró a su esposa que estaba conduciendo y ella le sonrió con mucha satisfacción, iban a la casa de sus padres.

Aquello no era nada divertido. Sus padres, muy conservadores y poco dados a cosas extrañas o tendencias censurables. No entendía el porqué de esa decisión, si Isabel no soportaba a sus padres y llevaban tiempo sin hablarse desde que ella descubrió varias de sus aventuras y exponerlas durante una cena familiar.

“Hablé con tus padres hoy. No parecían muy felices de escucharme pero cuando les dije que querías cenar con ellos esta noche, aceptaron sin pensarlo…” explicó Isabel mientras aparcaba el coche frente a la casa.

Congelado en el asiento, Olivia le abrió la puerta y le hizo bajar del coche pero las piernas no le respondían. Alcanzando a Isabel en la puerta de la casa, tocó el timbre y esperaron. Unos segundos más tarde una mujer de unos 55-60 años abrió la puerta con una expresión de ansiedad y felicidad pero al verlos una mirada de estupefacción se apoderó de su rostro.

La madre de Adrian veía a su nuera y a Olivia, para luego fijarse en la “mujer" en medio de ellas. Mientras más tiempo miraba su cara, le comenzaba a parecer muy conocida… tal vez sin maquillaje y con el cabello corto sería muy parecida a…

“ADRIAN!!! Pero que significa esto!?” chilló su madre completamente confundida y enojada.

“Hola… mamá…” dijo Adrian con mucha vergüenza.

“Hola suegra querida, tiempo sin veros,” saludó Isabel como si nada.

Después de unos embarazosos minutos en el recibidor, los cuatro entraron y la madre de Adrian aun no entendía lo que sucedía ni el porqué. No obstante, la reacción del padre de Adrian fue épica: después de insultar y degradar a su hijo con toda clase de frases de connotación homosexual y Olivia e Isabel permanecieron detrás de Adrian en todo momento, conteniendo las ganas de reirse. Intentó en par de oportunidades de explicar pero no pudo y Adrian solo agachó la cabeza, aquello era una verdadera humillación.

Sin embargo, no terminaba allí. El timbre de la puerta principal se escuchó nuevamente y Olivia fue hasta allá y regresó seguida de Fernando y Daniela. Al ver a su hijo y su novia, Adrian quería que la tierra se lo tragase y escapar de allí cuanto antes, o alguien más podría llegar y verle vestido de mujer.

“No es tu papá? Que… diferente…” musitó Daniela al ver a su suegro.

Luego de una cena tensa, Isabel les indicó que Olivia, Adriana y ella saldrían para divertirse a lo grande y tal vez tener un magnífico final feliz. Los padres de Adrian le dijeron que hasta que no consiguiese ayuda para su perversión, que no volviese a visitarles.

Ya a salvo en el coche de las miradas de sus padres e hijo, Adrian seguía en silencio. Olivia le miró con curiosidad y ladeó un poco la cabeza.

“Ánimo Adriana, nos vamos a divertir un poco antes del gran final,” le dijo Olivia.

“Que no me llames Adriana,” le increpó él.

“Pero si eres una tía, fijaos…” recordó ella. “Y sabes que le ocurre a las tias? Pronto lo descubrirás…” añadió Olivia con misterio y una sonrisa que no auguraba nada bueno para él.

Si bien al principio podían ser palabras vacías, aquella frase resonó en su mente por mucho tiempo, en tanto su esposa conducía por varias zonas de la ciudad en las que sabia que estaban los clubes nocturnos y bares. Algunos tíos le dedicaron comentarios subidos de tono, incluido a Adrian que se moria de la vergüenza, otros no fueron tan amables y se burlaban de él al reconocer que no era una mujer en realidad.

Aunque eso no sería nada comparado con lo sucedido en un club que ese día era solo para mujeres. Isabel y Olivia sacaron a Adrian a pasear, con una cadena de perro mientras le indicaban a todas las mujeres en el lugar quien era en realidad y que podían hacer con él lo que quisieran. Un par le dieron patadas en la entrepierna pero gracias al medicamento apenas pudo sentir dolor, otras escupía directamente a su boca o al suelo, obligandole a lamer la saliva. E incluso otra mujer echó la ceniza de su cigarrillo en su boca y después le instó a tragarla.

Tras casi una hora de vejaciones y demás, las mujeres se despidieron llevándose a Adrian de regreso a casa. Como dijo Olivia, “la noche debe terminar de buena manera”. A que se refería, Adrian no podía estar seguro pero si lo ocurrido en el club era el comienzo, no quería imaginar que tenia planeado ese par.

De regreso a casa, las mujeres le llevaron escaleras arriba hasta la habitación. Sentándose sobre la cama, Adrian las contempló de pie frente a él y las amigas se miraron por unos segundos antes de que Olivia sacase un pequeño ovillo de tela blanca y con ella le cubrió los ojos. Ahora solo podía escuchar y la situación se estaba tornando algo excitante a pesar de la incertidumbre.

“Esta noche vas a ser nuestra zorra, cariño. Lo vas a disfrutar como nunca, pues hace tiempo deberíamos haberlo hecho,” escuchó Adrian a su mujer y luego varios pasos.

De pronto sintió como ambas se sentaban a su lado en la cama y aunque no sabía exactamente a quien estaba besando, podía intuir que se trataba de su esposa por la manera en la que ella hundía su lengua dentro de su boca, buscando la suya. También sentía otra lengua lamer su mejilla y el lóbulo de su oreja, a medida que las manos de su esposa y Olivia acariciaban distintos rincones de su anatomía.

Por un momento llegó a creer que después de todo, lo peor había pasado pero luego surgió un pequeño problema. Y vaya si que era pequeño. Sin importar los morreos y el toqueteo constante, su rabo permanecía muerto debido al medicamento y aunque se preguntaba de que forma iban a “divertirse”, aún no tendría la respuesta.

Una de las dos se levantó y pronto regresó a su lado. Sentía una mano sobre su cabeza que le instaba a acercarse a algún lado y algo duro le rozó los labios. Isabel le empujaba a ir hacia lo desconocido y Adrian dudó, pero las manos de ambas le hicieron acercarse y unas palabras de Olivia le provocaron un escalofrío que nunca había sentido.

“Abre la boca, zorra de mierda. Hora de chupar…”

El pánico se apoderó de Adrian y mantuvo los labios firmemente apretados, no por mucho tiempo pues su propia esposa le obligó a abrir la boca y Adrian sintió que algo duro, largo y grueso se introducía en su boca. Con certeza tuvo un pensamiento de alivio pues no se trataba de una polla de verdad, sino de un dildo perfectamente acoplado a la entrepierna de Olivia.

Los gemidos y las risas comenzaron a oírse, su esposa y Olivia le instaban a hacerlo mejor y aunque no tenía experiencia en el arte de la mamada, su esposa le daba consejos como, “No uses los dientes,” o “Usa más lengua,” e instrucciones similares. Poco a poco fue superando su inexperiencia inicial y si bien no era el mejor en ello, su mujer no paraba de animarle e inclusive Olivia le comentó.

“Vaya… si hasta parece que lo habéis hecho antes.”

Isabel se alejó un momento y al regresar descubrió los ojos de Adrian, que observó a su mujer con un strapon y sosteniendo el móvil.

“Vale cariño, muéstranos como lo haces,” dijo Isabel.

Mirando a la cámara del móvil con ojos vidriosos, Adrian abrió la boca una vez más y se tragó la mitad de esa polla. Aún si era incapaz de sentir algo, su esposa gimió sensualmente como si le hubiese provocado un buen orgasmo, y un poco animado por eso agarró la polla por la base y comenzó a chuparla con dedicación. Olivia apoyaba su mano en su cabeza y le hacia tragarse cada vez más, hasta casi conseguir su objetivo de que hiciera una garganta profunda, por supuesto que tuvo arcadas y no pudo resistir más que unos pocos segundos, terminando con toses y falto de aliento.

Reclamando la atención perdida Olivia le instó a chupar de nuevo su dildo y así estuvo varios minutos entre ellas, alternándose y abriendo la boca en varias ocasiones para que escupiesen saliva en su boca, la cual tragaba sin oponerse.

Haciéndole ponerse de pie, se deshicieron de su falda y bragas. Tumbado sobre la cama, Isabel trepó sobre él dejando su culo a su disposición, Olivia se arrodilló entre las piernas de Adrian y ambas amigas comenzaron a chupar y morder el diminuto trozo de polla y huevos que Adrian conservaba entre las piernas.

“Una pena que sea tan pequeña, justo en el día en el que una polla no me vendría mal,” indicó Olivia minutos después.

“Pero tal vez sea mejor así,” aseguró Isabel con voz jadeante debido a que su esposo estaba explorando su esfínter con su hábil lengua.

“Eso creo…” dijo Olivia y sin ninguna advertencia deslizó su dedo índice en el culo de Adrian, que gimió con voz ahogada y dejó de comerle el culo a su mujer, contrayendo su propio esfínter ante tal intrusión.

Olivia contuvo una risita y de nuevo repitió la movida. Habia soportado lo de la playa, la Infidelidad de Isabel frente a él y humillado en casa de sus padres y en varios sitios públicos de la ciudad. Pero aquello era por mucho lo peor que le podía suceder, perder su orgullo de macho y ser desvirgado por un dildo.

Tras varios intentos de resistir, al final se rindió y dejó que Olivia dilatase y trabajase su apretado ojete con sus dedos y un pequeño plug para facilitar todo. Lentamente, su esfínter se relajó más y permitía un segundo y hasta un tercer dedo, Adrian solo jadeaba y se quejaba pues nunca había consentido a su esposa esa clase de juegos.

Los minutos pasaban y la angustia de Adrian aumentaba. Olivia acarició su diminuto paquete al mismo tiempo que le follaba el culo con el plug. Los gemidos de Adrian fueron más erráticos y trataba de no disfrutar de lo que estaba sucediendo.

“Imagina cuando mi polla este dentro de ti…” murmuró Olivia sin dejar de follarle el culo con el plug.

Isabel no permaneció impasible y movía su cadera sensualmente y restregaba sus nalgas contra la cara de su esposo y con sus uñas recorría el abdomen de Adrian, provocandole una sensación embriagante en todo el cuerpo que le ayudaba a relajarse. Olivia removió el plug y se puso de pie, para aplicar lubricante al dildo y consumar el acto definitivo, Adrian sintió primero algo frío y duro en la entrada de su ano y queriendo hacer presión para penetrar; el dildo se deslizó lentamente dentro de él y si llegó a creer que el plug era grande, aquello era mucho más de lo que esperaba.

“Joder, ya no sigas…” se quejó con voz apagada.

“Solo un poco más y te entrara toda… relájate y disfruta,” dijo Olivia triunfante.

Su esposa separó aún más sus piernas para facilitar la penetración y Adrian, derrotado por completo, dejó de oponerse. Al sentir todo el dildo dentro de si ser, gimió de dolor y al unísono Olivia gimió de placer al tenerle así, sumiso.

Olivia comenzó a moverse despacio al principio, dándole oportunidad a Adrian de acostumbrarse. No transcurrió mucho tiempo para que la mujer se moviese con mayor ímpetu y los gemidos de Adrian comenzaron a llenar la habitación. La mujer no daba tregua y embestía con vigor a su presa, que solo podía gemir sin parar mientras sentía su culo partirse en dos y completamente lleno de un duro dildo.

Luego de una breve pausa, Adrian estaba a cuatro patas y Olivia reanudó las acometidas. El humillado tenia el culo lleno y al mismo tiempo lamia el coño de su esposa, que hundía sus manos en la peluca de su marido, gimiendo entrecortadamente y estremeciendose desde la cabeza hasta los pies.

Olivia no parecía cansarse y su cuerpo desnudo no paraba de moverse y de follar a Adrian, el cual estaba resignado a su suerte. Luego de una corta pero intensa serie de embestidas furiosas que le dejaron sin aliento, Olivia clavó su dildo hasta la base, Adrian jadeó y puso los ojos en blanco, aferrándose con fuerza a las sábanas.

Intercambiando lugares, esta vez Isabel fue menos agresiva pero mantuvo un ritmo constante. En varias oportunidades le asestó nalgadas mientras le follaba y Olivia no paraba de decirle que era una zorra y que era patético como hombre. Olivia le ofreció su pie a Adrian, el cual lamió y besó por largo rato hasta que lo apartó.

Las mujeres continuaron follando por turnos a Adrian, dejándole el culo bien abierto y enrojecido. Le dieron un corto respiro para a continuación usar fustas y azotar su pecho, espalda y nalgas, las cuales quedaron al rojo vivo. Cada azote provocaba gemidos y gritos de dolor en Adrian, al igual que carcajadas y más frases denigrantes de parte de Olivia e Isabel.

Cuando tuvieron suficiente, le dejaron descansar sobre la cama. Pero Olivia le hizo un gesto con el dedo.

“Tu no dormirás aquí… este será tu rincón,” dijo Olivia, señalando un pequeño cesto de perro con un cojín mullido.

Resignado, Adrian se levantó en medio de dolores y quejidos y como pudo, se acomodó en el cesto, en tanto su esposa y Olivia durmieron abrazadas en la cama.