Orgullo Y Humillación II

Algunas lecciones deben ser repasadas

Saludos, lictores de TR. Esta segunda parte no estaba en mis planes, una vez más, rosa me ha acabado por convencer, no sé cómo lo hace; ya Iker J. lo investigará en su programa jejeje. Pues bien, esta historia no tendrá nada de lésbico, ni humillaciones ni nada de esas cosas que los puritanos no disfrutan (guiño-guiño).

Después de aquel nefasto y bochornoso viaje a la playa, Adrián se mostraba un poco más reservado en casa, traumado por los efectos causados por el medicamento a su rabo, que ya había recobrado sus medidas naturales. Pero pasadas dos semanas, varios amigos; enterados de su errático y taciturno comportamiento, le convencieron para volver a los viejos hábitos, si bien con mayor discreción.

Si bien Isabel había disfrutado una barbaridad el haberle dado una lección a su esposo, prefería creer que Adrián había tomado nota de todo y que ahora sería diferente. Aunque después de dos semanas, un día su esposo llegó a casa tarde, completamente borracho y lo peor; con marcas de labial en la mejilla y la ropa.

Sin decir una palabra, Isabel contempló cabreada a su marido, que ignorando la situación se escabulló hasta el baño y se disfrutó de una ducha fría. A la mañana siguiente, Isabel condujo hasta la casa de Olivia para comentarle lo sucedido. Naturalmente, la reacción de su amiga no la pillo por sorpresa.

“Y que podías esperar? Pero no puedes dejarlo pasar como si nada,” dijo ella.

“Y qué puedo hacer? Si ni encogiéndole el rabo ha servido para cambiarle,” se lamentó Isabel.

Pensativa y moviendo los dedos, Olivia permaneció en silencio hasta que en su rostro apareció una sonrisa traviesa.

“Que? Ahora qué?” preguntó su amiga.

“No os preocupéis. Dejádmelo todo, ya sé que podemos hacer.”

“Si no me dices que es, no cuentes conmigo,” respondió Isabel.

“Creedme… lo vas a disfrutar…” dijo Olivia.

Unas horas más tarde y tras un largo día de trabajo, Adrián llegó a casa con hambre y cansancio. Su esposa Isabel le recibió con una amplia sonrisa y vestida con una falda corta y ceñida de color rojo y una blusa negra, que realzaba su delantera.

“Hola cariño, que tal estuvo tu día?” saludó Isabel mientras Adrián se sentaba a comer.

“Igual que siempre, algo en especial? Estas muy hermosa para la ocasión,” comentó Adrián al mirar a su hermosa mujer.

“No puedo verme hermosa para ti?” preguntó ella con mucha calma y Adrián sonrió.

Sentándose a comer junto a su esposo, permanecieron en silencio por varios minutos. Isabel le miraba con ansiedad y movía los dedos impacientemente.

“Pasa algo?” preguntó Adrián.

“No… nada, porque preguntas?” respondió Isabel.

“Porque estas muy ansiosa,” dijo él.

“Bueno, es que Olivia se quedará esta noche en la casa,” confesó Isabel sin más.

“Pero que estás diciendo? De ninguna manera!!” protestó Adrián.

“Si fuese tú, cuidaría mi tono de voz…” dijo una voz conocida a su espalda y sintió unas manos sobre sus hombros.

Sin atreverse a mover un músculo, las manos de Olivia masajearon sus tensos hombros y Adrián miraba a su esposa sin podérselo creer.

“Que tal esta la comida? Espero que la hayas disfrutado, la hice especialmente para ti,” aseguró Olivia.

Tragó saliva, nervioso al oír esas palabras y perdió el apetito. Unos segundos después, comenzó a sentirse débil, mareado y entró en pánico.

“Qué coño me has hecho Isabel? Por qué!?” se quejó Adrián con voz vacilante.

“Te lo diremos cuando despiertes…” susurró Olivia en su oído y todo empezó a nublarse frente a él.

Sentía que estaba sentado sobre algo, pero no tenía la fuerza suficiente para moverse. Los parpados parecían hechos de piedra, pues por mucho que intentase no podía abrirlos y mirar a su alrededor. Sus extremidades no respondían, como si no tuviese fuerzas o algo similar, pero varios minutos después descubrió la verdadera razón.

A pesar de que no tenía muchas energías debido al efecto del sedante, sus muñecas y tobillos estaban atados a la silla que tenía en su estudio privado. Aunque no estaban allí, sino en su habitación y aparentemente se hallaba solo. Forcejeó débilmente con sus ataduras pero no pudo liberarse, el sonido que hizo al mover la silla de un lado a otro atrajo un par de pisadas, eran su esposa Isabel y Olivia.

Las amigas se sentaron frente a él en la cama, ambas vestían batas de seda negra, cortesía de Olivia. Su esposa lucía una sonrisa nerviosa, en cambio Olivia parecía no caber en sí de la felicidad.

“Pero que significa esto!? Suéltenme!!” exclamó Adrián.

“No esta vez, querido Adrián. Has vuelto a las andadas, Isabel ya me lo contó todo,” dijo Olivia.

“De que hablas? Yo no he hecho nada!”

“Eres un mentiroso, vi las manchas de labial en vuestra camisa,” le recordó su esposa y Adrián tragó saliva, sabiéndose descubierto.

“Te dije que si volvías a los viejos hábitos, lo pasarías mal,” comentó Olivia, y se acordó de la conversación en la playa.

Volvió a intentar liberarse pero solo provocó las risas de las mujeres.

“Es increíble lo que puede hacer una dosis más concentrada de esta cosa, menuda semanita te espera,” se burló Olivia, mostrándole una pequeña ampolleta, le había vuelto a encoger el pene.

Adrián miró su regazo. Estaba desnudo, y apenas podía percibir o sentir un pequeño trozo de cuero más pequeño que la mitad de su meñique. Sacudiendo la cabeza en incredulidad e impotencia, su esposa sonrió complacida al verle derrotado.

“No quería llegar a esto cariño, pero Olivia me convenció,” dijo ella.

Cogiendo una vara a su lado, Isabel golpeó varias veces su entrepierna, y Adrián chilló; tratando de evitar el maltrato a su polla, o al diminuto trozo de cuero que quedaba de ella. Apretando los dientes, se retorcía en la silla, tanto que las cuerdas lastimaban sus muñecas y tobillos al intentar esquivar en vano los golpes de la varilla.

“Parad, parad!! Me duele!” se quejó Adrián, Olivia le apuntaba con un dedo sin dejar de reír.

“Te lo advertimos… y no quisiste cambiar. Ya es tarde,” se lamentó Isabel sin dejar de golpear la entrepierna de su esposo, si bien no eran azotes fuertes, no se detenía y la piel comenzaba a enrojecer un poco.

Solo cuando Adrián dejo de quejarse, Isabel detuvo el castigo. Olivia se relamía de gusto con la humillación.

“Esta vez, tu ridículo rabo permanecerá así por una semana, a ver si captáis el mensaje,” especificó Olivia con una sonrisa amplia. El pobre hombre agachó la cabeza, derrotado.

“Y eso no será todo…” prometió su mujer.

“Que puede ser peor?” se dijo Adrián sin mirarlas.

“Esto…”

Cuando levantó la mirada, Adrián vió a su hermosa esposa siendo besada por Olivia. Retorciéndose nuevamente sobre la silla, observó impotente como esa mujer acariciaba a Isabel, hundía su lengua dentro de su boca y actuaban como si él no estuviese presente.

“Dejad de besar a mi mujer, coño!” protestó Adrián. Por toda respuesta, Olivia le dedicó una peineta.

Apretando los dientes, el macho humillado se limitó a mirar, y ni siquiera con la vista lograba sentir un cosquilleo en su diminuto rabo. Luego de un beso que parecía interminable, las mujeres se separaron lentamente con una mirada complice y se sonrieron.

“Será mejor para vosotras que me desatéis de una puta vez!” dijo Adrián en tono amenazante.

“Y que nos vas a hacer con esa cosita tuya? Cosquillas no creo, es demasiado pequeña,” se burló Olivia una vez más e Isabel rió.

Poniéndose de pie, pasó a su lado y le acarició el hombro, Adrián se estremeció y trató de alejarse pero fue inútil. De regreso, la mujer traía algunas cosas en una bolsa, que puso sobre la cama.

“Con todo ese bosquecillo que tiene, casi ni puedo ver su cosita… qué opinas si le afeitamos?” preguntó Olivia, Isabel asintió con énfasis.

En vano opuso resistencia, pues su mujer mantuvo sus muslos separados mientras Olivia esparcía espuma y afeitaba su vello púbico.

“Me las vais a pagar, juro que me las pagareis,” prometió Adrián pero solo provocó risas en ellas, que disfrutaban una barbaridad mientras hacían comentarios entre ellas.

“Ahora sí parece un bebe,” dijo Olivia.

“Menuda dotación se gasta ahora mi querido esposo,” comentó Isabel y ambas rieron, en tanto una lágrima de rabia se escapa y rodaba por la mejilla de Adrián.

Cuando terminaron de eliminar todo rastro de vello púbico, las amigas rieron con más ganas; Adrián solo deseaba ser invisible o que todo eso fuese un mal sueño. Las cosas empeoraron aún más, cuando Olivia cogió su móvil y le sacaron un sinnúmero de fotos e incluso un par de videos, humillándole por su pequeño rabo. Suplicando piedad y perdón a su mujer, esta se lo negó y la situación alcanzaría un rumbo más vergonzoso.

“Es hora del toque final,” anunció Olivia y de la bolsa, extrajo una peluca y un labial.

“No! Eso no por favor! Isabel, perdóname joder!!” chilló Adrián, completamente histérico.

“Te lo advertí, cariño. Pero siempre vas muy cachondo y orgulloso de vuestro miembro, ya me cansé de ser una cornuda,” contestó Isabel.

Forcejeó infructuosamente, sin embargo Isabel le sujetó por el mentón mientras su amiga pasaba el labial, pintando sus labios de rojo. Después le pusieron la peluca y rieron con mayor ahínco, sacándole unas cuantas fotos junto a ellas, ya más rojo de vergüenza que de ira; Adrián ya estaba resignado y solo esperaba el momento en el que le soltasen para poder descansar en paz.

Lejos de hartarse, Olivia e Isabel continuaron humillándole, moviendo sus caderas sensualmente frente a él sin que su polla mostrase señal de vida.

“Creo que me acercare un poco más, para ver si su cosita despierta,” dijo Olivia.

La mujer se despojó de su bata, quedando completamente desnuda y meneó su culo frente a Adrián. Humillado y cabreado, no podía siquiera darle una merecida nalgada o empalmarse, aquello era lo peor de lejos y volvió a agachar la cabeza, resignado. Yendo más lejos, Olivia se sentó en sus muslos y comenzó a cabalgarle, con los mismos resultados.

“Vamos, que pareces gay sin empalmarte,” comentó Olivia.

“Maldita zorra, no puedo!” dijo Adrián con la voz quebrada.

“Menudo desperdicio de hombre, ni el colegial más acojonado te deja con ganas,” se rió la mujer y se levantó.

Pellizcando y tirando un poco de sus tetillas, Olivia tuvo suficiente y miró a su amiga.

“Ya es hora… estas lista?”

“Si, un poco nerviosa nada más…” respondió Isabel.

“Qué coño van a hacer ahora!? Suéltenme!” protestó Adrián.

Sin prestarle atención, Olivia desnudó a su amiga y rodeando su cuello con ambas manos, la acercó a ella y la volvió a besar; tierna y apasionadamente. El hombre se mordió los labios y trató por enésima vez liberarse.

“Aléjate de mi mujer, lesbiana de mierda!” chilló él, desesperado por llamar la atención.

Las manos de Olivia recorrían la suave y bronceada piel de Isabel, que gemía débilmente mientras sus labios finos eran devorados con pasión. Las tetas de ambas estaban presionadas entre si y pronto, como si se rindiese a la tentación, Isabel comenzó a manosear a Olivia con más ganas y separándose, besaba y lamía su cuello en tanto descendía hasta su seno derecho, para lamer y morder su pezón. La mujer gimió de placer y puso su mano en la parte posterior de la cabeza de Isabel, evitando que se apartase.

“Siiii… chúpala, querida Isabel… eres increíble,” dijo Olivia para humillar a su esposo.

Pasando al seno izquierdo, repitió la operación en tanto masajeaba la otra y pellizcaba un poco el pezón, logrando que Olivia gimiese más fuerte. Devolviéndole el favor, Adrián observó cómo alguien que no era él hacía que su linda esposa gozase de lo lindo. Poniéndose en cuatro sobre la cama, Olivia le asestó varias nalgadas a Isabel, el pobre Adrián ya no se quejaba y empezaba a sentir que la situación era muy excitante, lástima que no podía empalmarse en lo mínimo, ni su rabo se movía por mucho que tratase.

Sacando un arnés con polla, era el colmo de su humillación. Olivia se iba a follar a su querida Isabel, frente a él e incapaz de evitarlo.

“Ahora veréis como folla una lesbiana de mierda,” dijo Olivia riéndose y Adrián miró en la dirección opuesta, ridiculizado y vencido.

Tumbando a Isabel con las piernas separadas, Olivia se arrodilló frente a su coño y comenzó a lamer alrededor. Jadeando y arqueando la espalda, Isabel acariciaba el cabello de Olivia con los ojos cerrados, a la espera de sentir su lengua en su raja.

Después de varios segundos calentándola y aumentando sus ganas, Olivia separó sus labios vaginales y lentamente, su lengua lamió de abajo hacia arriba. Isabel dejó escapar un gemido de puro placer y cerró los ojos una vez más, mientras su amiga sin perder ni un segundo encontró su clítoris y comenzó a lamer y chuparlo con mucho frenesí.

Instando a su amiga a no parar, Isabel sujetó su cabeza con fuerza y Olivia en ningún momento detuvo el rápido movimiento de su lengua sobre el coño de su querida amiga. Pronto un dedo masajeó el área y fue a parar dentro del húmedo chocho de la mujer, que no paraba de mover las caderas. Adrián miraba resignado, su orgullo estaba hecho polvo, al ver a la mujer que más odiaba satisfaciendo a su hermosa mujer.

Un segundo dedo se deslizó dentro y haciendo una especie de gancho con ellos, alcanzó tras varios intentos el punto G de Isabel, que sintió espasmos y sus jugos emanaban sin control, Olivia lamía y lamía sin parar, ella estaría lista en poco tiempo. Nunca en todos sus años casada con Adrián le habían comido el coño como Olivia lo estaba haciendo y el pobre hombre deseaba tener sus manos libres para cubrirse las orejas y no escuchar los gemidos de verdadero gozo de su mujer.

Más contracciones y espasmos invadieron a Isabel, que no dejaba de moverse y trataba de cerrar las piernas. De improviso, puso los ojos en blanco a medida que el orgasmo se acercaba. Olivia no le dio tregua e Isabel comenzó a venirse, sus gritos podrían ser escuchados por los vecinos pero no le importaba en ese momento, su amiga, empapada de sus jugos; no paró hasta que la euforia del orgasmo disminuyó. Ambas estaban jadeantes y sudadas, pero lo mejor estaba por venir.

Abriendo sus piernas de par en par, Olivia se incorporó y usando lubricante, lo frotó por toda la polla de plástico en su arnés, rozando con la punta la vagina de Isabel. Masajeando los hinchados labios de la mujer, Olivia hizo un par de intentos de hundir el dildo en el empapado coño de su amiga, provocándole pequeños gemidos. A la tercera, introdujo la cabeza e Isabel abrió los ojos de par en par, mientras lentamente sentía esa gruesa polla de plástico adentrarse en su coñito.

“Ahh… ahh…” gimió Isabel.

“Solo un poco más…” dijo Olivia simplemente.

Finalmente, hundió todo el dildo dentro del coño de Isabel y permaneció inmóvil, ayudándola a adaptarse. En tanto esperaba, Olivia pellizcó y masajeó sus tetas, haciendo que ella sonriese y se mordiese los labios. Sin perder más tiempo, la mujer comenzó a moverse lentamente, bombeando el coño de su amiga, acariciándola y mirándola a los ojos, viendo el placer reflejado en ellos.

Adrián se rehusaba a mirar, pero los gemidos de ambas resonaban en sus oídos. Era obvio para él que todo maltrato o polla encogida era nada con lo que oía, a su esposa gemir mientras otra mujer la follaba con un arnés. En poco tiempo Olivia aumentó el vaiven y follaba a Isabel con mayor ímpetu, hundiendo todo el dildo en su mojada vagina; al mismo tiempo que frotaba su clítoris para incrementar el placer de ella.

Así permanecieron por más de diez minutos, hasta que cogiendo un poco de aliento, se besaron una vez más y enredaron sus lenguas como un vicio. Ayudándola a ponerse de pie, Isabel apoyó sus manos en el brazo derecho de Adrián, que abrió los ojos y notó que su esposa lo estaba disfrutando a instancias de su tormento. Arqueando la espalda, puso el culo en pompa, Olivia lo masajeó y volvió a darle varias nalgadas.

“Esto es asombroso cariño,” dijo ella mirando a un abatido Adrián.

“No os perdáis de nada, Adrián querido. Tal vez os pueda enseñar un par de trucos,” rió Olivia.

Clavando su polla en la vagina de Isabel otra vez, colocó sus manos en las tetas de su amiga, y reemprendió las embestidas. Ahora si era el colmo, Adrián miraba y escuchaba a su esposa mientras Olivia la follaba a todo dar, Isabel jadeaba muy excitada y se mordía el labio inferior, gozando como su fiel amiga la follaba frente a su esposo, ayudándola “desinteresadamente”.

“Si… siii… follame duro!! No pares!!” gritó Isabel y apoyó la frente en el hombro de Adrián, que nada podía hacer para alejarse.

Después de unos quince minutos, Isabel volvió a correrse y exhausta, Olivia sacó el dildo de su coño. Ambas besaron a Adrián, que no quería saber nada y miraba su diminuto rabo, que seguía igual a pesar de todo el sexo que había presenciado.

“Bueno, creo que habéis tenido suficiente esta vez. Pero estarás así por una semana,” dijo Olivia mirando su polla.

Isabel abrazó a su amiga y le agradeció por su ayuda. Al tiempo que trató de “consolar” a su esposo.

“No es el fin del mundo. Después de todo, pudo ser peor,” dijo ella.

Adrián no quiso imaginar cómo podía haber sido todo aquello peor.