Orgía en los Roques

En el Eden,me encuentro con el placer.

ORGÍA EN LOS ROQUES.

Venezuela 4.

Esta historia es continuación de VIDA DE HOTEL, LA GATA Y SU PRESA y INTERCAMBIO EN LOS ROQUES. Recuerdos de un viaje a Venezuela.

Necesitaba mimos, estaba cariñosa y cansada después de la noche de sexo que había pasado, y alguien a mi lado comenzó a hacerlos.

Con los ojos cerrados, me di a la fiaca , mientras me acariciaban con dulzura, yo ronroneaba como una gatita . Enseguida me descubrí que era Grace, la persona que me iba calentando, yo me dejaba hacer. El sentir su piel suave como la seda rozando la mía, su calidez, era un placer que iba logrando que mi concha se fuera mojando más y más. Estaba totalmente excitada cuando su boca llegó a mi seno izquierdo, lo lamió , lo chupó hasta que el pezón estuvo totalmente erecto, después siguió con la lengua el valle que separaba mi otra montaña de carne.

No pude más, agarré su pelo y tiré hacia arriba, hasta que sus labios se encontraron con los míos. Fue un beso apasionado, largo, que nos dejó sin aliento. Nuestros cuerpos se acariciaban en movimientos lentos, retorciéndonos mientras nos volvíamos a besar. Puse mi mano en su concha, mientras en una sincronía no pactada, ella hacía lo mismo. Nuestros clítoris estaban erguidos, como pequeños penes femeninos, lubricados para el toque masturbador. Separé mis labios de los suyos, para decirle:

"Quiero comerte"

"Y yo a ti"

Nos giramos buscando la boca del sexo, me lancé como un águila sobre su presa. Tenía un sabor fuerte, amargo y salado, mezcla de su propia humedad y del semen de mi marido que la había estado cogiendo toda la noche. Paladeé sus labios, mi lengua exploró su intimidad, y por fin se concentró en su botoncito, con el que jugué con mis labios.

Ella era una maravillosa dadora de placer, porque a los poco minutos noté la ola del orgasmo. Me afané en corresponder y cuando sus muslos entraron en movimientos espasmódicos y su boca babeó sobre mi sexo, me di cuenta que había logrado mi objetivo.

"¡ Qué viciosas sois!"- oí a mi marido. Sacando la cabeza de entre las piernas de la muchacha, les vi. Nuestros maridos, desnudos, con el arma dispuesta nos observaban divertidos.

"Poneos como las perritas, a cuatro patas sobre la cama"

Grace y yo le obedecimos, y nuestra popa quedó expuesta al ataque de sus espadas. Me apretó la mano, y nos quedamos esperando.

Sentí el penetrar de la polla de mi marido en mi sexo, la acogí como un guante a la mano.

"Estate quieta"- me ordenó.

Empezó su mete y saca, fuerte, profundo, yo sin moverme, agarrada a la mano de mi amiga que era cogida con el mismo ímpetu que yo. Empezó a chillar, yo decidí no quedar atrás, a sus "así papacito" , yo hacía coro con " que lindo que lindo" y un " me vas a romper" digno de elogio.

El camarote era una algarabía de sexo. Tengo que reconocer que aunque estaba excitada y gozando, el sentimiento mas fuerte era la risa, me parecía que estábamos en una competición, donde no se me quitaba de la cabeza la frase " a ver quien es el que la tiene más grande" de la canción de Serrat. Yo que había probado las dos, podía certificar que la venezolana era mayor que la española, pero debía valorar la capacidad de juego de esta última, con lo que hubiera dado un empate.

El " mi puta" del americano, al correrse, fue seguido de "me cago en dios, gané" de mi marido. Comprendí que la competición era para ver quien duraba más. ¡ Cosas de hombres!

Nos quedamos tumbados en la cama, en mi cruce de mirada con Grace, nos dijimos todo: nosotras podíamos más.

De la cama al agua, era una delicia bañarse desnuda en aquel mar azul y transparente. Después de nadar un rato, subimos al yate. Nos esperaban los desayunos que ellos habían preparado.

Luego vuelta al agua, tomar el sol, y de nuevo a bañarnos. Aquel islote de los Roques , donde estábamos solos, era un lugar ideal para el disfrute. Y a él nos dábamos.

Apenas 100 metros nos separaban de la playa, decidí acercarme nadando. Me tendí en la arena blanca y fina. No pensaba en nada, sólo paladeaba la naturaleza generosa de aquella maravilla.

Vi que Johan se acercaba a la playa. Entré en el agua para quitarme la arena que se había pegado a la piel. El hombre llegó cuando yo iba a salir.

Me agarró la mano y me pidió: " No salgas, hagámoslo aquí, en el agua".

Tanteé su sexo, estaba semirígido, pero se fue endureciendo hasta convertirse en una piedra, a medida que le lamía el pecho, y lo masturbaba.

Pasé mis brazos alrededor de su cuello, y él me levantó con una mano , mientras que con la otra guiaba el arma a mi gruta. Apenas sentí su cabeza en mis labios, me dejé caer hasta que me empaló. El sol acariciándome, el agua cálida y cristalina, aquel macho hermoso, una verga descomunal dentro, y yo pudiendo llevar el ritmo, era el paraíso.

Subí y bajé , apretadita a su cuerpo, a veces rápido, la mayoría lento y profundo, llenándome, feliz, juguetona. Le susurré al oído: "¿Querés notar cómo me vengo?"

Metida hasta casi romperme, empecé a mover la cola y los muslos muy deprisa. Su mástil me acariciaba toda la vagina, y mi clítoris golpeaba contra su vientre.

Con un gemido largo me fui.

Abrazada, sintiendo mis últimas oleadas, , me quedé quieta, en éxtasis. Me llevó empalada hacia la orilla, y me tumbó sobre la arena donde rompían las pequeñas olas. Le aprisioné con mis piernas, dispuesta a someterme a sus embestidas. Fueron brutales, hasta el fondo, y muy rápidas, ocupándose de su placer. Yo gustosa de notar la lujuria salvaje que desataba en el hombre.

Fue un YA largo lo que gritó a soltar su leche, luego se abrazó, dejando que el agua nos acariciara. Cuando salió el pene de mi sexo, llevé los dedos a la concha y untados con la mezcla de semen y agua de mar, los chupé.

Al cabo de un rato, cuando repusimos fuerzas volvimos al yate. Conozco bien a mi marido, y desde luego él había estado cogiendo con Grace. Le delataba la sonrisa de felicidad que curvaba sus labios.

La mañana siguió su curso, sol, mar, y gozar de no hacer nada. El almuerzo fue ligero, ensalada y unos pescados a la parrilla , regado con un torrontés frío. Cuando empezamos con los rones, comprendí que la tarde iba a ser especial. Los cuatro desnudos, bronceados, un poco tomados y deseándonos.

" Habrá que sortear quien es la primera"- dijo Johan, mirando a mi marido.

" ¿ Por qué no juegan entre ellas mientras lo decidimos nosotros?"- dijo Lalo.

" Nosotras podemos hacernos cositas y vosotros decidís"- cuando Grace hizo su propuesta, me di cuenta que yo era la menos lanzada, y me tocó el amor propio.

Me levanté y puse música, y tomando a la venezolana de la mano comencé a bailar.

Separadas, cada una queriendo que su danza fuera la más sexy. No podía competir con aquella diosa de ébano, era más joven que yo, tenía mejor cuerpo que yo y era más guapa.

Dicen que San Pablo al caer de un caballo, un rayo le iluminó, sin caerme a mi me ocurrió lo mismo. Me di cuenta que me estaban usando los dos hombres y mi compañera de juegos era feliz , con el placer que le daban. Yo quería más , ser la que controlara todo, utilizarles para mi placer, haciendo que se volvieran locos por mí, una argentina de 31 años, casada, con un hijo, pero no una sumisa tonta a la que se ordena lo que hay que hacer.

Abrace a Grace para bailar juntas, y comencé a acariciarla mientras nuestros cuerpos se rozaban en la danza. Cuando noté que la muchacha estaba muy caliente, me solté de sus brazos colocándome a su espalada. Nuestros maridos la tenían en primer plano, detrás yo , pegada a ella seguí tocando su piel sudorosa.

Clavé mis lolas en su espalda y dirigí una mano a sus pechos , duros, turgentes, mientras que la otra tomaba posesión de su concha. La mimé con mis dedos, se iba poniendo más y más fuera de sí. Lo notaba en el ritmo frenético de su cuerpo pegado al mío.

" ¿ Os gusta como goza la nena?"- sobraba mi pregunta. Estaban empalmados, masturbándose con la escena.

" ¡Enséñales como se corre una mujer!, preciosa. ¡Que vean lo golfa que sós!"

-musité a su oído, pero lo suficiente fuerte para que lo oyeran nuestros espectadores.

Aceleré las caricias hasta que un gemido de placer salió de sus labios.

La sujeté, pues me dio miedo que cayera al suelo.

" Elena, te vamos a romper. Grace ya ha gozado y te toca a ti, pequeña"

Nunca pensé que mi marido dijera algo así. Estaba desatado, como el venezolano que verga en ristre , me observaba como un lobo a su presa.

Fui a ellos. Orgullosa, segura de mi misma, dispuesta a hacer algo que nunca había hecho: Coger con dos hombres.

" Túmbate"- pedí a Johan. Lo hizo sobre el suelo del yate. Moreno, de un color aceituna oscura, su piel destacaba contra el blanco de la nave. Tenía el miembro, enorme, duro, con la ciruela del glande fuera, casi púrpura, mojada, como estaba yo cuando me arrodillé sobre él, y fui dejando entrar su arma.

Me llenó con su carne, me incliné, mostrando la cola a mi marido.

" Ahora vos, que te gusta encularme"

Sentí el frescor de una crema en el valle entre mis nalgas. La extendió en mi puerta oscura. Cerré los ojos para concentrarme en como la cabeza del pene de Lalo se abría lentamente camino en mi cuerpo.

Con las dos pijas dentro mí, plena , el orgullo, la vanidad compensaba las molestias que sentía. No me podía apenas mover. Fueron ellos los que marcaron el ritmo de la cogida, yo me dejaba llevar. Johan movía la pelvis como si fuera una ametralladora, mientras mi marido empujaba en un adelante – atrás rápido.

Me di cuenta que debía chillar, gemir. Sally ( Meg Ryan nos enseñó) quedó corta a mi lado, hice una actuación de Oscar, y cuando me inundaron sus leches, mi pensamiento fue sencillo: PODÍA HABER TENIDO OTRO DENTRO, EN LA BOCA.

Como Eva al comprobar que en el Paraíso, ella era la que controlaba, me di cuenta que allí en los Roques, un edén maravilloso, empezaba una nueva vida para mí.