Orgía en la isla

Un viaje de novios, una playa paradisiaca, unos desconocidos, una orgía épica.

Preparar la boda había sido un auténtico calvario, miles de preparativos, miles de visitas, miles de llamadas, miles de problemas, miles de soluciones... pero por fin llegó el día y todo fue perfecto.

La verdad es que ese día la novia se pone de los nervios (al menos la mía), pero yo pasé un día de lo más relajado. No tuve que hacer nada más que afeitarme bien, ponerme el traje y bajar a la ceremonia, el resto vino rodado.

No voy a contaros el polvazo que nos echamos por la noche, que no tuvo nada de especial salvo ser el primero de casados, tan placentero como siempre, con ese saborcito a día especial y con el único morbo de quitarle el traje de novia. Más que quitar fue arrancar, pero bueno.

Este relato va del viaje de novios. Nos fuimos a una isla del caribe llamada Port Elizabeth al sur de San Vicente. No es un lugar ultra-turístico, pero es un sitio perfecto para buscar tranquilidad y sobre todo un lugar muy, muy erótico, algo que buscan los recién casados y que nosotros encontramos encantador.

Cuando digo que era un lugar erótico me refiero a que el ambiente irradiaba erotismo era así por todo. El aroma del hotel, las ropas de los trabajadores, típicos trajes caribeños, amplios, abiertos... dejando ver pero no ver a la vez, esa sonrisa de las recepcionistas, los musculosos botones con sus camisas abiertas hasta el ombligo. Para ponerme más caliente nos dieron nada más llegar, como regalo, unos trajes festivos caribeños, en mi caso un pantalón de pierna amplia color azul claro y una camisa de algodón con mangas muy amplias, en el caso de Raquel una falda de inmaculada tela blanca y un top blanco con manga corta bombacha.

La habitación también dejaba claro que el hotel era para recién casados. Una pequeña televisión, que seguramente nadie había encendido en años, una cama de dos por dos metros, esas que llaman King Size, un ventilador sobre la cama, paredes blancas, un cuadro con una pareja desnuda abrazada en el cabecero de la cama, un sofá enorme (donde podríamos haber dormido los dos con comodidad) y un puff de vivos colores. El baño era sencillo, con una ducha muy grande, un lavabo doble. El balcón de la habitación era enorme, de esos hoteles con pisos en escalera, con un jacuzzi en la esquina, cubierto por una pequeña palmera y unas vistas al mar Caribe con la playa cubierta de palmeras. Lo sé, soy un salido, solo entrar en la habitación ya me dio ganas de agarrar a Raquel y follármela salvajemente.

Ordenamos mínimamente las maletas, nos pusimos el traje que nos habían regalado, Raquel estaba realmente espectacular, falda con vuelo, escote brutal, ombligo al aire... se miró al espejo y no estaba demasiado contenta:

  • Esta ropa tan fina me trasparenta el sujetador, además voy a estar todo el rato subiéndome las mangas.

Me miró pícaramente, se quitó el top, se quitó el sujetador dejando sus precisos pechos al aire y se volvió a poner el top. En ese proceso, sus pezones se pusieron duros por el fresco del aire acondicionado. Dejó las mangas un poco caídas, luciendo hombros, y volvió a mirarse al espejo. Esta vez hablé yo.

  • Ya puestos te puedes quitar el tanga, que también se nota

Otra mirada picarona, me llamó guarrillo mientras me lanzaba un beso, pero ni corta ni perezosa se agachó y se quitó el tanga.

  • ¿Mejor ahora? - me dijo mientras se levantaba la falda y me enseñaba el trasero.

  • ¡¡¡Mejor ahora!!! - me acerqué, le di un par de azotillos en el culo y metí mi mano entre sus piernas, no me sorprendió notarla húmeda.

Nos dimos un largo y húmedo beso mientras nos sobábamos mutuamente y nos bajamos a cenar.

El restaurante, iluminado a la luz de románticas velas, era una auténtica cucada, decoración caribeña, techos de palapa, ventanas sin cristales, ruido del mar... cenamos con Alfredo y Marisa, una pareja que conocimos en el avión y con la que coincidimos en el hotel, yo no hacía más que pensar en quitarle la ropa a Raquel en cuanto llegáramos a la habitación, aunque tampoco quité ojo a Marisa, acorde con el resto del hotel era una chica muy acorde con mi gusto: pelirroja con pecas, melena rizada, curvas prominentes y un par de tetas bastante más grandes que las de Raquel pero también mucho más caídas. Llevaba la misma ropa que mi chica, así que tarde nada en darme cuenta que también se había quitado el sujetador en cuanto se agachó un momento y por un pliegue del top pude ver los pezones al final de sus enormes pechos.

Acabamos la cena y mientras nuestros amigos se iban a su habitación, Raquel y yo nos fuimos a una terracita con vistas al Caribe y nos sentamos en el extremos más alejado de la gente, yo de espaldas al mar con el cubata en la mano y mi flamante esposa en frente mío, alumbrada por una pequeña vela que había en la mesa mirando al mar.

  • ¿Cómo de calentito está mi niño? - Me dijo a la vez que se bajaba el top enseñándome sus tetas.

  • ¡¡¡Buff!!!, ni te imaginas - Mi erección crecía por segundos, la fina tela del pantalón dejaba claro que así era.

  • Pues todavía hay que acabarse el cubata con tranquilidad, mi niño - se acariciaba los pezones que estaban duros como piedras

La voz de Marisa, que se había acercado sin que nos fijáramos nos sacó del erótico momento, Raquel se subió el top y sonrió totalmente ruborizada, estaba claro que Marisa nos había pillado totalmente.

-¡¡¡Buff!!! Qué calor hace aquí incluso de noche ¿verdad chicos?

No sabíamos ni cómo contestar, una leve sonrisa, se sentó junto a nosotros y un momento después vino Alfredo, nos tomamos un par de copas, hablamos de nuestras vidas, la boda, el viaje, las excursiones que íbamos a hacer... lo más importante es que Alfredo tenía el título de patrón de embarcación de recreo y nos ofrecieron coger un día un barquito y acercarnos a visitar las calas de las islas cercanas, islas pequeñas y deshabitadas que les habían comentado eran preciosas. Con las excursiones contratadas sólo te las enseñaban, pero si llevabas tu barco podías quedarte allí a disfrutar de la naturaleza. Quedamos para un par de días después en hacer esa "escapada", cuando ya nos hubiéramos ubicado bien en el hotel.

Fuimos a nuestra habitación, por el camino comentamos la "pillada" que nos había pegado Marisa y nos metimos mano en algún que otro rincón del hotel. Entramos en la habitación y nada más cerrar quedó claro que los dos teníamos ganas de un buen polvo.

Beso apasionado y húmedo en la puerta, sobeteo continuado sobre la ropa y Raquel se alejó de mí, se tiró sobre la cama y me espero sentada sensualmente, me acerqué mientras me quitaba la camisa y al llegar a la cama se abalanzó sobre el pantalón que me bajó hasta las rodillas. Mi pene erecto quedó donde ella quería y comenzó a chuparlo con ansiedad. Me temblaban las piernas, jugaba con sus manos en mis testículos y con la otra apretaba mi culo contra su cara, había metido toda mi poya en su boca y notaba el fondo de su garganta en mi capullo.

Liberó mi pene de sus masajes, se alejó un poco para desnudarse y abriendo las piernas dijo:

  • Métemela ya mismo - dijo mientras se acariciaba la entrepierna y abría sus labios vaginales enseñándome el camino ¡¡¡como que hiciera falta!!!

Me tumbé sobre ella y metí mi miembro de golpe en su interior, estaba muy cachonda y muy lubricada, así que no me costó demasiado. Sus tetas se sacudían a un lado y a otro a cada embestida de mis caderas, gemíamos los dos con locura. Se sacudió un poco cuando se corrió por primera vez, salí de su interior y se quedó un momento traspuesta, aproveché para darle la vuelta, ponerla a cuatro patas y meterla de nuevo "a lo perrito". Ritmo acompasado, miraba su culo moverse adelante y atrás mientras mi pene entraba y salía, desde la punta hasta la base, de su interior. Metí mi mano entre sus piernas y jugué con su clítoris, haciéndola gemir un poco más, unos minutos y nos corrimos juntos. Llegó ese momento de distensión y acabamos los dos tumbados sobre la cama, ella debajo mío y mi pene aún en su interior. El semen, que había inundado su vagina, escurrió en parte cuando me tumbé a su lado. La abracé y en menos de cinco minutos estábamos dormidos bajo el ventilador de techo de la habitación.

Desperté pronto, no habíamos cerrado las ventanas y la luz del sol me sacó de los brazos de Morfeo, hacía un precioso día caribeño, unas pocas nubes en el horizonte, el sol dorando la arena, hamacas y palmeras. Cogí la cámara de fotos, y me deleité fotografiando el exterior... y el interior, mi chica desnuda sobre la cama, su precioso trasero, sus pechos perdiéndose entre las sábanas y su pelo alborotado sobre sus hombros.

Pasamos el día entre el hotel, un rato de playa, un rato de snorkel, comer, beber... un polvete por la tarde, otro por la noche... vamos, lo normal de unas vacaciones. A la hora de la cena nos encontramos con Alfredo y Marisa, habían estado todo el día con el barco que habían alquilado recorriendo las islas vecinas, "preciosos paraísos", nos dijo Marisa. Hablamos con los responsables del comedor para que nos prepararan la comida para llevar y quedamos en el embarcadero a la mañana siguiente.

Después de desayunar fuimos a la habitación, nos pusimos el "disfraz" caribeño, esta vez con traje de baño debajo, y nos acercamos al embarcadero con la neverita de la comida, las aletas, tubos y gafas y las mochilas con el resto de imprescindibles. Marisa nos estaba esperando, también con el disfraz caribeño, otra vez estaba claro que no llevaba nada debajo, cuando el viento del mar del Caribe pegaba el traje a su cuerpo se notaban perfectamente sus pechos sin estorbos y, habría jurado, que el bello de la entrepierna en el pantalón.

El barquito en cuestión era una lancha de recreo de esas con motor fuera borda, una proa claramente preparada para tomar el sol, la popa al aire con un par de escaleras para subir y bajar del barco y el timón en el centro en una zona cubierta que incluía un sofá a cada lado y una barra de bar. Nos enseñó el interior, tenía dos habitaciones, un baño completo y una cocina. No era enorme, pero me pareció un auténtico lujazo para completar las vacaciones.

Poco después de acabar la visita de rigor llegó Alfredo, soltamos amarras (nunca me he sentido tan marinero en mi vida) y dejamos el embarcadero para salir hacia alta mar. Subí con Alfredo al timón, las chicas se quedaron sentadas en el sofá y me enseño sobre un plano cuál era nuestro destino, una islita más al sur llamada Little Eli, les habían comentado que era una isla muy escarpada, pero la parte sur tenía una cala pequeña y un acantilado donde podríamos incluso atracar (con el cuidado pertinente). Unos 40 minutos de viaje.

Nos servimos el primer cubata del día y las chicas se fueron a tomar el sol en la proa, Marisa se quedó directamente en topless, Raquel se quedó un poco cortada, nunca había hecho topless, pero la frase de Marisa "yo tampoco, pero aquí no me conoce nadie", la animó, eso, el cubata y la mirada cómplice que le lancé. Me puse cachondo al instante, las tetas de Marisa eran impresionantes, y ver a Alfredo sonreír mirando a mi chica me puso a cien. Podéis imaginaros el espectáculo cuando se dieron crema, si en ese momento llego a poder agarro a Raquel y la hecho el polvo de su vida.

Estaba disfrutando del panorama de proa cuando casi sin darnos cuenta llegamos a la isla en cuestión. Alfredo giró el timón para rodear la isla a la vez que disminuía la velocidad, todos mirábamos con curiosidad la costa rocosa adornada por árboles en la zona superior del acantilado, no se veía ni un posible punto de atraque, ni siquiera por donde acceder aunque fuera a nado. Llegamos a lo que parecía el extremo sur de la isla y al girarlo vimos una auténtica maravilla natural, el mar había comido parte del acantilado formando una U de unos 100 metros de anchura que en su parte interior tenía una playita de poco más de 20 metros de la arena más blanca que jamás he visto y moría en la abrupta pared del acantilado donde unas cuantas palmeras se agitaban al viento. Nos quedamos todos sin palabras.

Alfredo fondeó a unos 20 metros de la playa, la información esa de "podéis atracar en el acantilado" le pareció demasiado optimista, así que cogimos una pequeña lancha hinchable que tenía la barca y pusimos ahí la comida y demás enseres, por supuesto mi amada cámara de fotos, que estaba ya echando humo con el espectáculo de proa y con la preciosa isla que estábamos visitando. No cabíamos en la lancha, pero no hubo problema, nos echamos al agua y arrastramos la lancha entre Alfonso y yo mientras las chicas se adelantaban nadando.

Se me había pasado la erección, entre el paisaje y el agua fría, pero la recuperé del todo cuando salimos del agua arrastrando la balsa, miré a Raquel y verla en topless con el pelo mojado, el bikini dejaba ver las dos nalgas de su precioso culo... vamos, que por segunda vez me la habría cepillado allí mismo si llegamos a estar solos.

Dejamos la balsa con la comida a la sombra de una palmera, nos preparamos unas bebidas y dimos un paseo por la playa, era realmente idílica, estaba totalmente inmaculada, ni una pisada salvo las nuestras, solo el sonido de las olas que suavemente rompían en la orilla. Alfredo y Marisa nos contaron que el día anterior habían estado en dos calitas parecidas, que esta era mejor y ahí comenzó a caldearse el tema. Marisa dijo que habían estado haciendo nudismo, que no había nadie y que no había sensación mejor que estar desnudos en la naturaleza. De hecho dijo que tocaba un bañito, así que sin cortarse ni lo más mínimo se quitó lo que le quedaba del traje de baño y se fue al agua, Alfredo tampoco se reprimió, de hecho estaba claro que necesitaba agüita fría, estaba totalmente empalmado. Raquel y yo nos quedamos un poco parados, ella reaccionó antes:

  • Aquí no hay nadie que nos conozca y a estos dos no les volveremos a ver cuando volvamos del viaje de novios, así que yo también me apunto.

Se quedó desnuda, me abrazó y se fue al agua, ante esta situación no me quedó otra, me quité el bañador, con lo cual mi poya erecta quedó a la vista de todos y me acerqué al agua, Raquel me recibió con una broma:

  • Ven aquí mi niño, que te calmo esa desazón que tú tienes.

Marisa me miraba con atención, por lo que había visto Alfredo no era precisamente un tipo muy bien dotado, así que su mirada era totalmente interesada. Yo también la había mirado a ella con atención, llevaba el coño totalmente depilado, cosa que mi novia nunca había hecho, y me llamó la atención, ya se sabe, lo nuevo siempre gusta.

El caso es que llegué al agua y comenzamos a chapotear como niños los cuatro, un roce por aquí, un roce por allá, el tema se puso calentito, no se exactamente en qué momento comenzamos a jugar a bucear entre las piernas, en una de estas estábamos, Alfredo y yo hacíamos de puente para nuestras chicas cuando Marisa le dijo algo a Raquel al oído, esta se comenzó a reír y dijo "vale" antes de sumergirse, poco después adiviné qué le había dicho cuando Raquel no paso por debajo mío, sino que me chupó la poya debajo del agua mientras Marisa hacía lo mismo con Alfredo. Nos miramos sorprendidos, pero más me sorprendió cuando salieron a la superficie y con una mirada cómplice se sumergieron otra vez cambiando de poya. Sentir mi pene en la boca de Marisa fue una sensación extraña, nunca había tenido sexo con nadie que no fuera Raquel y estaba excitadísimo, por eso y por ver a Raquel comérsela a Alfredo.

Cuando salieron del agua comenzamos nosotros a hacer cosas, Raquel se acercó y me dijo al oído:

  • No nos conoce nadie y no les vamos a volver a ver ¿una canita al aire?

Cómo me iba a negar, Alfredo agarró a Raquel por la cintura y la cogió en volandas mientras yo hacía lo mismo con Marisa para llevarla allí donde ya no rompen las olas, la tumbé en la arena húmeda y comencé a chuparle las tetas, de reojo vi como abría las piernas y pude ver su chocho depilado abriéndose al sol. Acerqué una de mis manos a su entrepierna y jugué libremente con su clítoris. No me había dado cuenta, pero mientras tanto Alfredo se afanaba en chupar la teta de Marisa que yo dejaba libre y mi chica le chupaba le masturbaba mientras metía sus huevos en la boca.

Marisa gemía con mis dedos en su vagina cuando Alfredo puso a Raquel a cuatro patas y comenzó a fallársela, yo estaba cada vez más excitado, me puse sobre Marisa y comenzamos a hacer un 69. Todo lo que pasaba me estaba poniendo cachondísimo, más aún cuando Marisa estiró la mano y comenzó a jugar con el clítoris de Raquel. Mi chica gozando como una loca.

-Yo también quiero - fijo Marisa poniéndose junto a Raquel a cuatro patas.

Dicho y hecho, me acerqué a ella, abrí su trasero y se la metí, primero poco a poco, pero no tarde en tenerla entera dentro

  • Si, si, ¡¡¡Dios, pedazo tranca!!! - Marisa seguía gozando exageradamente

Oí a Alfredo y a Raquel lanzar un buffido, estaban corriéndose a la vez. Pensar en el chocho de mi novia inundado de semen de otro me puso a cien, fue un acto reflejo, pero comencé a penetrar a Marisa como un animal, como si me estuviera vengando, ella gemía más y más y noté como se corría. Sorprendentemente yo aguantaba, y decidí que así iba a ser, que trataría de alargar el momento todo lo posible.

Alfredo se había tumbado en la arena y Raquel al principio sólo nos miraba, pero luego comprobé que quería algo más, se acercó y comenzó a besarme, yo relajé algo el ritmo. Se tumbó boca arriba sobre la arena, abrió las piernas y comenzó a masturbarse, saqué la poya de Marisa y me acerqué a mi chica, se la metí sin miramientos, Marisa nos miró ensimismada, pero le duró poco, se puso sobre Raquel, dejando el coño a la altura de su boca y se empezaron a lamer el clítoris mutuamente. Mire a un lado y vi a Alfredo dormitando.

  • No os preocupéis por él, además de durarme poco luego se suele echar una siesta - Marisa acabó de dejarme claro que ese era ya un juego de tres.

Estaba punto de correrme, pero no quería, era el día, con toda seguridad no tendría otra orgía como esa en mi vida. Mientras las chicas seguían con su 69 particular comencé a jugar con la punta de mi pene en el culo de Raquel, no le gustaba demasiado el sexo anal, pero ese día, estaba tan cachonda que hasta me pedía que se la metiera:

  • ¡¡¡Fóllame el culo!!! - Me gritó desesperada

Lo hice, mientras tanto, Marisa le metía dos dedos por el coño, podía notarlos en su vagina mientras mi pene entraba y salía de mi culo. Hicimos que Raquel se corriera otras dos veces. Marisa se puso a cuatro patas, apoyó sus tetas en la arena y me ofreció claramente su culo metiéndose ella misma un par de dedos. No podía dejarla así y Raquel ya había tenido un rato de lo suyo. Me levanté y se la metí con cierta dificultad, gritó primero por el dolor y luego por el placer. Raquel se puso detrás mío y comenzó a lamernos, primero los huevos, luego el culo, luego el coño de Marisa... hasta que cambio de plan y comenzó a meterle los dedos a Marisa mientras me follaba el culo con su lengua.

  • ¡¡¡No puedo más!!! - ese fue mi aviso de final de batalla

Saqué la poya del culo de Marisa, esta se quedó tumbada sobre la arena totalmente rendida y Raquel vino en mi auxilio, abrió la boca y acabé masturbándome dejando todo mi semen en su lengua. No recuerdo una corrida tan intensa, toda la boca de Raquel cubierta de mi leche. Raquel me miraba fijamente mientras hizo gesto claro de haberse tragado toda mi corrida, no era la primera vez que lo hacía y sabía perfectamente que me ponía a mil. Se puso de pie, me abrazó y me besó con pasión. Marisa se levantó lentamente, tenía el culo y el coño totalmente abiertos, mi poya le había dado de sí el culo y Raquel le había metido la mano hasta los nudillos.

Nos fuimos al agua a refrescarnos, jugueteamos un rato y volvimos a la arena cuando Alfredo despertaba de su siesta matutina, eran casi las cinco, habíamos estado de orgía casi tres horas. Comimos, nos hicimos unas fotos que prometimos nunca dejar ver a nadie y volvimos al hotel.

Los polvazos que echamos Raquel y yo esa semana fueron brutales, hicimos de todo y en todos los sitios imaginables, pero nada como la orgía que tuvimos en esa calita, algún día tendremos que volver a ir... tendré que ir sacando el título de patrón de barco.