Orgía en la calita (6: sacando la artillería)

Natalia se desinhibe por completo y abre fuego hacia todos los frentes

-…No quiero que se me pierda el bikini… ¿Qué te parece si le pido a Nacho que se acerque un poco y se lo doy para que lo deje en mi silla?... -.

-…Que me pones como una moto cuando te desinhibes de esta manera… –contesté.

-Nacho… -Natalia le llamó y, cuando reaccionó, le hizo gestos para que se acercara -¿puedes acercarte un momento? -.

Se levantó y caminó hacia la orilla. Natalia, por su parte, había permanecido a mi lado los primeros instantes pero, conforme Nacho podía convertirse en un parapeto hacia el resto de gente, se acercó hasta él. Se puso de pie en una zona en la que el agua solo le cubría hasta las rodillas y, desde ahí, terminó de salir a la orilla plantándose desnuda muy cerca de Nacho. El la había estado observando con detenimiento en todo momento y, al ponerse de pie, la miraba con más fascinación aún. Natalia le dio la braguita en las manos mientras hablaban. No podía escucharles porque casi susurraban. Aurora y alguno más del grupo miraban la escena pero dudo mucho que pudieran ver a Natalia. Yo sí que les veía perfectamente y me excitaba ver a mi mujer morboseando desnuda ante otro hombre. Al poco tiempo Natalia volvía a cubrirse bajo el agua y Nacho se daba la vuelta para volver a la mesa.

-Le he dicho que se vengan a darse un baño Aurora y él si quieren… -me dijo al volver a estar pegada a mí.

Por fin comencé a entender el juego que Natalia se había traído entre manos desde que comenzó a preparar este fin de semana. Conforme supo la historia del ascensor y Estrella, imagino, le contó cómo eran Nacho y Aurora, Natalia sabía que podría darse una situación de sexo en grupo entre, al menos, nosotros seis. Así que, al parecer, mi mujer había escogido esta ocasión para provocar que esa situación ocurriera. Y, conforme caí en la cuenta de que mi mujer había organizado una orgía, me puse cien mil veces más cachondo de lo que ya estaba.

-Te quiero –le dije. Y nos fundimos en un apasionado beso.

El grupo, por su parte, se acababa de dar cuenta de lo que Nacho había dejado en la silla y reaccionaron de inmediato.

-Eh!! –Nos gritó Toño -¿Qué cachondeo es este?... Ya me podías haber llamado a mí en vez de a Nacho… -.

-Pues hazte un chirri y me lo pasas –respondió Natalia retándole burlonamente –Además, lo que tenéis que hacer es veniros al agua todos, que está de vicio -.

-¡Eso! ¡Eso! Mucho vicio es lo que me parece a mí que hay en el agua –bromeó Lucía.

Con esas palabras terminó la conversación entre los que estábamos en el agua y los que permanecían en la mesa. Pero, mientras que nosotros aprovechábamos para volver a toquetearnos bajo el agua, el resto de nuestros amigos iban reaccionando de diferentes maneras: Toño había empezado de inmediato a liarse un chirifú mientras que Estrella se había levantado para ir a su tienda. Jorge se había sentado en la silla de Estrella para estar junto a Lucía y seguir hablando mientras que, por último, Nacho y Aurora se estaban levantando de la mesa con la aparente intención de meterse en el agua.

Natalia continuaba sentada sobre mis piernas rodeándome el culo con las suyas mientras que yo la sujetaba del culo con la mano derecha y le acariciaba la vulva con la izquierda por entre nosotros. Ella me rodeaba el cuello con sus brazos y me daba muerdecitos mientras se dejaba llevar por las sensaciones que subían de su entrepierna. Me apetecía penetrarla pero, en ese momento, me excitaba mucho más calentarla con la mano, dejar que se fuera encendiendo más y más hasta que sus ganas de sexo explotaran por cualquier sitio. Me daba morbo imaginarla tan caliente como para apetecerle follar delante de todos… o con todos.

Efectivamente Nacho y Aurora se metieron en el agua y se fueron acercando hasta donde estábamos. Al llegar a nuestra altura Nacho se situó a nuestro lado, relativamente cerca, y Aurora se quedó semi escondida tras el hombro de Natalia de frente a mí. Nacho se sumergió para mojarse por completo y, mientras le mirábamos, sentí de repente los dedos de Aurora rozarse con los míos en el depilado coño de Natalia.

-mmmm… pues sí que es verdad que está el agua de vicio… -murmuró mientras apretaba sus dedos bajo el agua.

-Está muy… muy rica… -contestó Natalia insinuantemente mientras giraba la cabeza para buscar la boca de Aurora.

Aurora pegó su pecho al hombro de mi mujer y la besó suavemente. A continuación, sin dejar de acariciarle conmigo la entrepierna, alargó su brazo y me empezó a acariciar la polla. Natalia buscó con la mano bajo el agua el bañador de Nacho, que ya se había incorporado con nosotros, y le desató el cordón. Metió su mano bajo la tela y empezó a sobarle el paquete mientras nos iba mirando a los tres de manera lasciva. Estiro la espalda y sacó las tetas al frente mientras se mordía el labio, se estaba poniendo muy cachonda. Pero es normal, yo creo que los cuatro estábamos igual: calientes y desinhibidos.

-¡Natalia! ¡El chirifú! –el aviso de Toño nos frenó desde la orilla. Natalia, por su parte y sin perder ni un ápice de excitación, respondió en voz baja diciéndonos –…Vamos a ver si subimos un poco más la temperatura… -y se zafó de los tres suavemente para ponerse de pié y girarse hacia la orilla.

-¡Ya era hora! –le contestó.

El agua cubría a Natalia por debajo del ombligo cuando contestó. Pude ver como a Toño le cambió la cara cuando se encontró de frente con las tetas de mi mujer. Natalia comenzó a caminar hacia la orilla y Toño se iba poniendo cada vez más nervioso. Aunque eran nervios provocados evidentemente por la excitación y no podía ocultarlo. El gesto de su cara variaba del alucine a la morbosidad y el deseo conforme mi mujer iba caminando hacia él. Me excitaba contemplar aquella escena, ver a la provocación despertando al deseo y, encima, con esos roles desempeñados por mi mujer y por un amigo. Por fin Natalia salió del agua y se quedó desnuda de frente a Toño, bien iluminada con las lámparas que colgaban del toldo, y él la miraba alucinado tratando de mantener los ojos fijos en su mirada pero sin resultado. No podía parar de mirarla de arriba abajo una y otra vez, memorizando cada una de sus curvas, entreteniéndose ampliamente en contemplar todos sus encantos hasta ahora ocultos.

-Anda, trae… -.

Natalia le quitó el chirri de la mano y se quedó inmóvil delante de él. No le importaba nada que la mirara de aquella manera. De hecho era evidente que mi mujer estaba haciéndolo con toda la intención del mundo. Había decidido que era el momento de terminar de encender la mecha a ver qué pasaba con todos los de la pandilla. De momento ya éramos cinco: Aurora y Nacho, Natalia y yo y Toño, que mostraba signos evidentes de estar cachondo perdido.

-Estás tremenda… -fue todo lo que acertó a decirle cuando, por fin, pudo mirarla a los ojos después de pasar segundos disfrutando sus curvas.

-Sí que está tremenda… -repitió Aurora llamando mi atención y la de Nacho que dejamos de mirar hacia la orilla.