Orgía en la calita (10: la traca final)
Fin del relato. Por fin los ocho amigos participan juntos en una escena de sexo. (NOTA!! Queda por conocer del relato el epílogo de Natalia)
-¿Entretenidas, no? les dije refiriéndome, por un lado, al espectáculo y, por otro, a cómo estaban ellas.
-Nos lo estamos pasando de puta madre me contestó satisfecha Natalia.
Me acerqué a mi mujer. Desde que ella había salido del agua habíamos estado viviendo esta experiencia por separado y, las cosas como son, me encanta disfrutar del sexo con Natalia. Así que me apetecía fundirme con ella en un beso o en un polvo y dejar que la excitación comunitaria trajera lo que tuviera que traer a continuación. No se levantó de la silla sino que, por el contrario, permaneció abierta de piernas con la mano de Aurora acariciándola mientras me acercaba. Me agaché buscando su boca y comencé a besarla a la par que, con la mano, recorría su cuerpo desde las tetas hasta el coño, donde mis dedos volvieron a juguetear con los de Aurora empapándose en los flujos de mi mujer y excitando su hinchado clítoris.
-Cómeme me susurró.
Natalia acercó el culo al borde del asiento y me arrodillé sobre la arena delante suya. A continuación acerqué mi boca a su empapado coño y, tras lamerle la raja de abajo arriba apretando hasta el punto de colar la lengua por la vagina, terminé recreándome con su clítoris. Aurora mantenía la mano en la entrepierna de Natalia y comenzaron a comerse la boca mientras que yo pasaba la lengua una y otra vez sobre la perlita y apoyaba mis manos en sus ingles. Mi mujer comenzó a gemir y a ponerse de nuevo como una moto hasta el punto de que se empezaba a retorcer de placer sobre la silla. Entonces le metí un par de dedos y, tras empaparlos con varias penetraciones, fui arrastrando el flujo hasta el ano para lubricarlo e incorporarlo a la práctica sexual.
Solté una de mis manos para llevarla a la entrepierna de Aurora y, simultáneamente, penetré con dos dedos a ambas sin dejar de comerme el coño de mi mujer. Nacho se sumó a la escena metiéndole a Aurora la polla en la boca y ella comenzó a chuparla durante unos segundos para, a continuación, situar a Nacho entre las dos y que Natalia también pudiera comer de su rico miembro.
Me puse como una moto al ver a Natalia con la polla de otro en la boca. Tanto que, sin poder remediarlo, solté la mano que me servía de apoyo sobre ella y comencé a pajearme. No despegué los labios de su coño, seguía chupándolo, recorriendo con la punta de la lengua los alrededores del clítoris y metiendo todo lo dentro que podía los dedos que taladraban su interior para después, con las dos yemas, buscar el punto G de Natalia y tirar, desde dentro, de ella hacia arriba.
Natalia gemía escandalosamente y sus gritos nos iban acelerando a todos. Finalmente terminó por levantarse de la silla y se colocó a cuatro patas sobre la arena pidiéndome con la mirada que le diera un buen pollazo. Aurora la imitó y también se levantó de su asiento. Se situó frente a Natalia en la misma posición y comenzaron a comerse de nuevo la boca mientras que Nacho y yo comenzábamos a penetrarlas empujando todo lo que podíamos con la necesidad de meterles la polla hasta lo más profundo de las entrañas.
Lucía se levantó de la toalla y se acercó hasta mí. Me cogió de la nuca con una mano y me oprimió la cara contra su coño. Saqué la lengua y empecé a saborear sus flujos vaginales distribuyéndolos como podía por el clítoris que aparecía desafiante y hambriento de sexo entre sus abiertos labios. Mientras me lo comía, seguía follándome a Natalia que respondía a la excitación apretando su culo contra mi cuerpo en cada una de las embestidas.
Cuando Estrella salió del agua de limpiarse las corridas y de darse, supongo, un buen magreo con Toño y con Jorge, se acercó hasta nosotros y también se puso a cuatro patas junto a las chicas. Lucía me soltó y adoptó la misma postura que las demás, quedando las cuatro amigas en forma de cruz, con los culos apuntando hacia fuera y las caras juntas. Mirar al vértice central de la cruz era confundir cuatro lenguas que jugueteaban con cuatro bocas. Un derroche de lesbianismo que favorecía la tremenda erección que soportaban nuestros miembros. Toño y Jorge también se situaron de rodillas detrás de sus chicas y, a la par, las cuatro parejas empezamos a follar juntas.
Me faltaban partes en el cuerpo para poder disfrutar de la cantidad de sexo que tenía ante mí. Tenía una mano sobre el culo de mi mujer, apretándole el cachete casi hasta arañarlo mientras seguía bombeando a golpe de caderas. La otra mano la había alargado para sobar el culo de Lucía, que se quedaba a nuestra izquierda, y, con la vista, me recreaba lo que podía viendo a las cuatro chicas desnudas y follando envueltas en lujuria. Los jadeos por parte de todos eran incesantes y el placer enorme. Pero no podíamos acabar así, a todos nos apetecía tener la oportunidad de follar con los demás y no dudamos en hacerlo cuando Toño dio el primer paso.
Salió del coño de su novia y se acercó hasta la posición de Nacho. Y así, en sentido inverso a las agujas del reloj, todos los chicos nos movimos una posición para catar el coño que se quedaba a nuestra derecha. El culo en pompa de Estrella me cautivó. A pesar de que, al verla de pie, me había parecido que era un culito escaso, en esa postura se abría en todo su esplendor invitando a recorrerlo primero con la lengua antes de meterle nada por el coño. Me agaché y la lamí metiéndole la lengua en la vagina durante unos segundos para, a continuación, escupirle en el ojete y embocar la polla en busca de una nueva penetración vaginal.
Jorge, a mi izquierda, comenzó a follarse a Natalia con frenesí. La fuerza de sus embestidas la lanzaba hacia delante hasta el extremo de que a punto estuvo de darse más de un coscorrón contra la cara de Aurora. Los chicos nos mirábamos y mirábamos a nuestras parejas. Estábamos follando en comunidad, gozando del sexo de otras mujeres y compartiendo las nuestras. Ellas, por su parte, también estaban encantadas y, entre muerdo y muerdo, de vez en cuando levantaban la vista para vernos como las penetrábamos. En definitiva, todos estábamos extasiados de placer disfrutando de un momento único en el que el sexo y la lujuria nos embriagaba por igual.
Después de follar con Estrella me reencontré con el coño de Aurora. Toño estaba dándole a Lucía, Nacho a mi mujer y Jorge hacía lo propio con Estrella. Cada penetración era especial. Meter la polla en coño ajeno, hambriento de sexo, resultaba altamente excitante lo mismo que para ellas sentir diferentes pollas en su interior también suponía una descarga de lívido y un subidón bastante considerable. Jadeábamos y gemíamos con la fuerza que nos pedía el cuerpo en cada momento. Estábamos solos en aquella cala, apartados del resto del mundo y no teníamos otra preocupación que gozar y follar, o follar y gozar. ¡Era fabuloso!
Por fin se la metí a Lucía después de que los chicos volviéramos a cambiar de mujer. La conozco desde que conozco a mi mujer y, desde el primer día, siempre había fantaseado con echarle un polvo aunque reconozco que nunca imaginé que fuera en una circunstancia como esta. La cogí fuerte de los dos cachetes, abriéndole el culo para clavarme todo lo dentro que era capaz de llegar hasta que, finalmente, no me pude contener y, cogiéndola desde el hombro, la incorporé para que se quedara de rodillas delante mía y bien penetrada. Una vez incorporada bajé la mano para sobarle el clítoris y continué follándomela por todas esas veces en que me imaginé haciéndolo con ella. Estaba tremenda de buena y necesitaba descargar a pollazos la tensión sexual no resuelta que había ido acumulando desde hacía años. Le gustó ¡Y mucho! A cada golpe jadeaba y se dejaba vencer hacia delante porque las piernas empezaban a flojearle. Estaba a puntito de correrse así que no dudé en bajar el ritmo y darle más importancia a lo que le hacía con las manos que a lo que le hacía con la polla. Le besaba el cuello, le sobaba las tetas y volvía a acariciarle el clítoris. Y así habría seguido hasta hacer que se corriera pero los chicos comenzaron a moverse de nuevo y, por lo tanto, tocaba de nuevo cambiar de mujer.
-Dame por culo me dijo Natalia conforme volví a situarme tras de ella Quiero que te corras en mi culo -.
A punto estuve de llamarla zorra y de tratarla como a una perra en celo pero me contuve porque, aunque en la intimidad pueda decirle las guarradas que me apetezcan, allí con nuestros amigos no sabía cómo le podía sentar. Más aún si tenemos en cuenta que nadie había abierto la boca para decir nada durante el polvo. Sin embargo, cuando la escucharon pedirme que la enculara, todos estuvieron tentados de hacerle lo mismo a su chica. Se les veía en la cara.
Volví a penetrar a Natalia y le escupí en el ano. Mientras follábamos le fui abriendo el ojete con el dedo y, en decimas de segundo, lo colé hasta el interior haciendo que Natalia empezara a gemir de nuevo como una posesa. Luego le saqué la polla del coño y la coloqué en el culo para comenzar a entrar en tan morboso agujero.
Con delicadeza fui avanzando centímetro a centímetro para que sus músculos anales se fueran acostumbrando a la presencia de un cuerpo con ánimo de entrar. Acompañaba la penetración con caricias clitorianas que favorecían su excitación y relajación anal con lo que, en poco tiempo, ya podía sentir la presión de su esfínter apretándome todo el miembro. Y, una vez dentro del todo, empecé a darle puntadas suaves para ir subiendo la intensidad del golpe en cada clavada.
Le hice como a Lucía y la incorporé para que se quedara de rodillas. La sujeté apretando mi mano sobre su coño y empecé a bombearla con fuerza. Sus tetas se bamboleaban para disfrute del resto de chicos que no le quitaban ojo a Natalia y al polvo que estábamos echando mientras que follaban con sus chicas. Natalia se vencía hacia delante, le fallaban las fuerzas por el extremo placer que estaba sintiendo en todo su sexo y, para que no se cayera, no dudé en cogerla del pelo con la otra mano.
No tardé en correrme, el culo de mi mujer es bocado de cardenal y follar con ella es siempre una garantía de polvo inolvidable. Conforme alcancé el orgasmo le di los últimos pollazos, clavándome en su interior conforme sentía el empuje de las eyaculaciones abandonando mi glande. Ahora era yo quien sentía el temblor de las piernas y quien tuvo que soltar a Natalia para buscar la manera de mantenerme en equilibrio.
Natalia se dejó caer hacia delante definitivamente, apoyándose sobre los antebrazos en lugar de sobre las manos, con lo que dejaba el culo totalmente en pompa. Me agarré de sus caderas y continué empujando hasta que ella también se corrió. Apretó la boca contra su brazo, mordiéndose y gimiendo de éxtasis y así continuó hasta que la penetración le empezó a resultar molesta y me pidió que saliera delicadamente.
Conforme íbamos recuperando el aliento me di cuenta de que el resto de parejas también habían alcanzado el orgasmo, y antes que nosotros además. Los ocho estábamos exhaustos y satisfechos. Acabábamos de echar un polvazo que no podríamos olvidar jamás y, aún con la lascivia en la mirada, nos mirábamos unos a otros transmitiendo con la vista lo maravillosa que había resultado la experiencia.
Nos fuimos poniendo de pie y regresamos, aun sin aliento, a la mesa. No nos vestimos, no nos apetecía y, para reponernos, no dudamos en rellenarnos las copas y en fumarnos el cigarrito de después. Nadie se atrevía a decir la primera palabra, nos mirábamos y sonreíamos pero no hablábamos. Aun estábamos asimilando la experiencia y, seguramente, cada uno estaba reviviendo en la imaginación algún momento que le hubiera resultado particularmente especial.
-¿Ves las cosas que trae tu jueguecito de la verdad? le dijo, por fin, Lucía a Natalia.
-¡Claro! Ahora va a ser sólo culpa mía -comenzó a responder mi mujer Me juego lo que quieras a que dentro de un rato te apetece echar otra ronda -.