Orgia en el artico
un accidente de avion en medio del gelido desierto nos permite a mi amiga Karla y a mi comernos unas pollas extranjeras
El helado manto blanco de nieve nos rodeaba, abajo en el suelo, a los lados y arriba en las paredes y el techo del Igloo que habíamos construido improvisadamente en medio de aquel gélido desierto. Afuera el viento y la nieve corrían libremente en todas direcciones, rugiendo y esparciendo los restos del avión estrellado en el cual horas antes me encontraba tranquilamente sobrevolando antártica en camino a ver el proyecto en el cuál trabajaba mi padre. Me acompañaba mi mejor amiga Karla.
Estábamos a un par de horas de llegar la estación donde tocaríamos tierra (o hielo mejor dicho) cuando la tormenta arreció, el piloto apenas podía ver, y las corrientes de viento eran demasiado fuertes, así que no importó lo muy experimentado que fuera, terminamos estrellándonos en una gran planicie. Por suerte el terreno liso y libre de obstáculos evito en gran manera que la desgracia fuera mayor. El piloto resultó gravemente lastimado al igual que varias otras personas, en su mayoría mujeres, esposas de los científicos que trabajaban en el campo al cual nos dirigíamos. Al final solo 5 personas resultamos totalmente ilesas: Alexandré, que era un robusto ruso de casi 2 metros de altura y experto excavador, José, que era un joven geólogo español y Niclas, un danés un poco más bajo de unos 45 años que era un químico de renombre en su país, además de Karla y yo (para que me conozcan lean mis otros relatos).
Dado que la condición de los heridos era precaria y que nos encontrábamos a unos 5 km de la base, decidimos que los cinco que estábamos totalmente ilesos debíamos tratar de llegar a la base y conseguir ayuda lo más pronto posible, así que luego de recoger las provisiones necesarias, abrigarnos bien y colocar a los heridos a buen resguardo en una sección de considerable tamaño del avión que había quedado en buen estado y donde estarían abrigados y relativamente cómodos, partimos caminando hacia nuestro objetivo.
Era difícil avanzar debido a lo resbaladizo de la superficie y la visibilidad casi nula. Al cabo de una hora de andar el avance se hizo casi imposible y Alexandré con su tosca voz y acento raro sugirió que nos refugiáramos mientras esperábamos que amainara la tormenta. Con su gran habilidad y ayuda de los demás, construyó el improvisado refugio de hielo y nieve.
Nos encontrábamos al interior, con nuestros abrigos helados y empapados de aguanieve, el calor que se sentía al interior estaba derritiendo la escarcha que se había prendido en nuestras ropas y todos (en particular Karla y yo) temblábamos incontrolablemente hasta que José sugirió que nos quitáramos la ropa húmeda antes de que cogiéramos una hipotermia. Lo hicimos y al comenzar a desnudarme comencé a sentir un calor, no un aumento en la temperatura sino en mi propio morbo, me estaba excitando y pude notar que Karla también, pues al ver a nuestro alrededor a los 3 hombres que se desnudaban ambas reparamos en sus pollas, Niclas la tenía encogida debido al frío pero seguramente en erección alcanzaría sin problemas los 18cm, lo mismo que José que la tenía morena y un poco más gorda, pero fue al ver a Alexandré que comencé a sentir la humedad en mi panocha. Aún sin quitarse sus calzoncillos se divisaba un instrumento enorme, se le marcaba contra una pierna, seguramente era un excavador experto no solo con el taladro sino también con semejante polla que asomaba, se quitó los calzoncillos y nos dejó ver el portento que cargaba entre las piernas. Seguramente alcanzaba los 23cm, era gorda y blanca como la nieve que nos rodeaba, con un glande del tamaño de una pelota de golf. No pude evitar morderme el labio ante semejante visión, su cuerpo musculoso y albo, lleno aquí y allá de cicatrices, era toda una fantasía.
Karla terminó de desnudarse con un poco más de sensualidad, retirando lentamente su sostén y la tanga roja a juego, la polla de José reaccionó instantáneamente, tomando tamaño poco a poco. A nadie le pasó desapercibido. Luego yo imité a mi amiga, retirando mi sostén azul marino y frotando mis tetas, sobando mis pezones duros con la excusa de darles algo de calor. Luego mi tanga desapareció y mi coño depilado ya tenía algunas señas de humedad. Me froté también la entrepierna y al momento las otras 2 vergas dormidas comenzaron a palpitar y crecer poco a poco.
Creo que deberíamos juntarnos todos para entrar en calor dije y al momento me dirigí hacia los tres hombres. Situándome entre Niclas y Alexandré, Karla me siguió posicionándose entre Alexandré y José. Nos pegamos bien a sus cuerpos y sin pedir permiso comenzamos a tocar sus cuerpos, a frotarnos contra ellos y a masajear sus pollas, claramente ninguno de los 3 se molestó por esto, al contrario comenzaron a pasar sus manos por nuestras piernas y muslos, José incluso se apoderó de uno de los generosos pechos de Karla y comenzó a mamarlo como un bebé. Yo frotaba mis tetas contra el fuerte y duro pecho del ruso mientras una de mis manos masajeaba con fuerza su gran pene y la otra el pene de Niclas que a su vez agarraba mi culo acariciándolo y tocando cada centímetro; me costaba abarcarlos, pero lo hacía lo mejor que podía. De pronto la delicada mano de Karla se unió a la mía en el pene de Alexandré y ambas al mismo ritmo recorrimos una y otra vez su polla, los gemidos comenzaron a hacerse presente. El ruso gruñía como un oso al sentir nuestras manos al unísono pelando su pene como a una banana, Niclas y José se pusieron de pie uno frente a mí y el otro frente a Karla, sacudiendo sus penes enérgicamente nos los ofrecieron a mamar. Ambas accedimos hundiendo las húmedas pollas en nuestras gargantas, pasando nuestras lenguas por los largos y venosos troncos, yo envolvía con mis labios los huevos de Niclas que colgaban considerablemente debido a que era el mayor de los hombres, pasaba la punta de mi lengua por todo su saco para luego engullir un testículo y ensalivarlo bien, a su vez Karla sobaba con una mano el tronco de José que tenía los ojos fuertemente cerrados y apretados y ambas manos se perdían en los negros cabellos de mi mejor amiga, impulsando para que mamara con más fuerza y violencia, al grado que Karla tuvo que soltar el pene para tragarlo entero, los huevos de José chocaban contra la barbilla de mi amiga y chorros de saliva y líquido pre seminal escurrían por las comisuras de sus labios.
Mientras ambas éramos folladas por la boca, Alexandré liberó su pene de entre nuestras manos, y poniéndonos a ambas hincadas en posición de perrito hundió su rostro entre mis mientras enterraba un grueso y áspero dedo en la vagina de mi querida amiga y cómplice. La lengua del ruso era una tormenta entre mis piernas, caliente como el mismo infierno y brusca cubría cada rincón de mi tierna raja. Lo sentía penetrarme como un taladro, recorría a lo largo mis labios externos dando pequeñas mordidas a mi clítoris para luego envolverlo con sus carnosos labios. Comencé a gemir con la polla de Niclas todavía clavada en mi boca, movía mi lengua como un remolino alrededor del tronco del danés mientras Alexandré hacía lo mismo en mi vagina. Espasmos y escalofríos que nada tenían que ver con el gélido clima me recorrieron entera cuando el placer fue tal que mi primer orgasmo se hizo presente. Mi corrida bañó la cara del imponente ruso que la recibió con alegría, sentía bajar entre mis piernas grandes chorros calientes de mi propio orgasmo. Alexandré apartó su rostro de mi vulva y la hundió en la de Karla para repetir las atenciones que me había prodigado a mí momentos antes. Entonces fui yo quien sentí el tosco dedo del ruso enterrarse en mi vagina.
Al cabo de unos minutos Niclas soltó un chorro de blanco semen en mi boca, casi me atraganto y algunas gotas salieron por mi nariz, pero no me retiré, seguí mamando y limpiando aquella anciana polla y pasando mi lengua de arriba abajo, cuando unos gritos indecibles surgieron de la garganta de mi amiga Karla, Alexandré le había prodigado un orgasmo igual o mayor al mío ya que se había sacado de la boca la polla de José y la sacudía espasmódicamente mientras gritaba y gemía como una salvaje sin razón. Entre sacudida y gritos el pene de José soltó sendos chorros de semen que se perdieron de vista al caer sobre la nieve y quedar camuflados, otro par de chorros chocaron contra la cara de Karla quien se pasó la lengua para limpiarse y probar el sabor del espeso líquido.
Tras unos segundos de descanso, los tres hombres estaban listos para el premio mayor: sus pollas en nuestras vaginas, dado que habían tres penes y solo 2 vulvas Niclas y José se pusieron frente a frente y Karla y yo frente a ellos siempre en la posición de perrito ofreciéndoles nuestros culos y vaginas ampliamente, Karla y yo también frente a frente nos veíamos a los ojos y justo entre las 2 el monstruoso pene del ruso, venoso, a penas con unos vellitos rubios y rizados. Comenzamos a mamarla en conjunto, la lengua de Karla y la mía recorrían toda la longitud del tremendo pedazo de carne y ocasionalmente nuestras lenguas se encontraban, alternábamos besos entre nosotras con las mamadas al pene de Alexandré, la saliva corría en torrentes bañando la polla extranjera mientras Niclas y José nos penetraban desde atrás, nuestros pechos se bamboleaban adelante y atrás al ritmo de las embestidas que nos propinaban ambos hombres. Tras minutos que parecieron eternidades sentí mi vagina explotar, alcancé el orgasmo al mismo tiempo que Niclas llenaba mi interior con chorros hirvientes de su semen, lo mismo le pasó a Karla, y cuando creímos haber alcanzado el punto máximo de placer la polla de Alexandré se hinchó y al instante tremendos torrentes de semen caliente salieron expulsados desde sus testículos. Karla y yo juntamos nuestros labios para atrapar la mayor cantidad de lefa posible y juntas limpiamos el tronco de nuestro amante antes de fundirnos en un cálido beso para compartir los últimos restos del jugo de polla.
Los cinco quedamos dormidos desnudos en la nieve, dándonos calor corporal. Al despertar la tormenta había terminado y no tuvimos problemas para llegar hasta el campamento y conseguir la ayuda que habíamos ido a buscar.