Orgía de pajilleros
A un grupo de chavales les gusta ir a espiar a las parejas liarse en el picadero del parque, pero siendo unos palilleros mirones se encuentran con la invitación de una pareja. Ni se lo piensan.
Aunque nos pillase un poco lejos de casa, solía ir con mis amigos a un parque bastante grande que había cruzando el río donde ya dejaba de haber ciudad y comenzaba a haber campo y bosque. Éramos cuatro los que nos juntábamos, Ernesto el alto, Raúl el gordo (Aunque en verdad estaba rellenito ná más), Dani el moreno y finalmente yo mismo. Todos nosotros entre los catorce y los quinces y mas vírgenes que el aceite de oliva. Para un grupito de colegas tan inseparables eso del sexo era algo que entre nosotros estaba a la orden el día, tanto que hasta nos pajeábamos todos en grupo, pero cada uno con la suya, que conste.
Tanto tiento juntos y tanta confianza entre nosotros nos permitía estar todo el rato hablando de sexo al no tener que reprimirnos a la hora de hablar de lo primero que se nos pasase por la cabeza, aunque solo fuese una cosa, sexo. Pero últimamente andábamos mas salidos que de costumbre y la razón era por que habíamos descubierto una zona del parque, ese parque al que siempre íbamos, en que las parejas se ponían a follar. Nosotros habíamos estado con la mosca pegada a la oreja desde que Dani nos hubiese contado aquel rumor que había oído de su hermano mayor, pero no había sido hasta varios meses después en que nos atreviésemos a ir a explorar. El sitio en cuestión se encontraba en la zona mas apartada del parque, junto al río, en donde no había ni calzadas, ni columpios, ni zonas ajardinadas, ni nada de nada. Solo árboles y arbustos, pero tantos que se hacía el sitio perfecto para estar relativamente a escondidas. Era un domingo por la mañana algo temprano, así que en seguida dimos con una pareja que se lo montaban de pié contra un árbol. Se veía por la ropa y la edad que habían pasado la noche de juerga y acaban el final de la fiesta con un buen polvo. Nada mas mirarnos los uno a los otros tras un arbusto, estábamos ya todos apretando pantalón por delante. Nos Miramos y nos entró la risa tonta, pero la aguantamos en silencio y volvimos inmediatamente otra vez la vista a la pareja, aquella pareja en la que el chico empotraba a la chica contra el árbol. A medidas que contemplábamos la escena nuestra calentura se incrementaba y de frotarnos el paquete pasábamos a pajearnos dentro del pantalón hasta que ya uno de nosotros era el primero que no aguantaba mas, se la sacaba y se la comenzaba a cascar abiertamente junto a los demás, momento en el que entonces los otros tres le seguía y al final acabábamos encogidos en nuestro escondite, con los pantalones por los tobillos y dándole fuerte a la zambomba hasta que uno por uno íbamos regando el arbusto con nuestro semen. Aquella primera vez no se quedó en la última. Siempre íbamos a ver si teníamos suerte y pillábamos a alguna pareja haciéndolo como buenos voyeur que éramos ya. Para nosotros era muchísimo mejor que las películas pornos con lo que nos enviciamos a aquello, sobre todo las primeras semanas en las que íbamos incluso aunque fuese imposible que hubiese alguna pareja por que hiciese demasiado frío o por que fuese una hora rara.
Andábamos en el parque, jugando al futbol en donde siempre, hasta que nos hartamos y nos juntamos para decidir que otra cosa podíamos hacer por que todavía teníamos otra hora antes de que nos tuviésemos que ir cada uno a su casa. Hacía una semana que no íbamos al picadero del parque por lo que uno de nosotros, Raúl precisamente, fue el que propuso de ir. Ante la posibilidad de ver a una pareja follando y hacernos una buena paja aprobamos la propuesta de inmediato. Los cuatro nos pusimos andando hacia la arboleda del extremo solitario del parque por nuestro propio atajo. A medida que ya nos íbamos adentrábamos en la zona andábamos con cuidado de hacer el menor ruido posible, encorvados para que no fuésemos muy visibles y atentos a nuestro entorno. De no muy lejos vino el ruido masculino de un jadeo de fuerza que se repetía contra mas nos acercábamos. Estábamos hecho un escuadrón de espionaje, andando sigilosamente los cuatro juntos entre los árboles y la maleza hasta que vimos a la pareja tras unos arbustos altos desde donde el espectáculo no solo se veía bien. Yo me coloqué entre Raúl y Dani, sintiendo la mano de este último apoyándoseme en el hombro. No era la típica pareja de veintañeros. Él debía tener unos treinta y algo, pero ella en cambio estaría por los treinta y tenía un cuerpo espectacular, unas tetas gordas con unos pezones grandes que se sacudían estando ella de rodilla mientras se la chupaba al hombre que la llevaba adelante y atrás por la cabeza con bastante energía. Incluso se la podía oír atragantar. Los dos estaban completamente desnudo aunque conservando el calzado siendo la primera pareja que veíamos que se habían desnudados prácticamente del todo. Veíamos perfectamente como el culo del hombre se apretaba y como su polla entraba y salía de la boca de la chica a su voluntad. La polla me apretaba pesada en los calzoncillos y fui yo en esa ocasión el primero en bajarse la cremallera para sacársela. Intentaba sincronizar mi paja a los del movimiento de él cuando uno de nosotros, no se quién, tuvo que pisar una rama, de las gordas, que crujió bien fuerte. La pareja paró de repente y el tío giró la cabeza en nuestra dirección.
-¡¿Quién cojones hay ahí?! – Preguntó, pero no era la primera vez que estaban apunto de pillarnos y nos quedamos quietos en completo silencio, preparados para salir pitando si se acercaba. En cambio el hombre no se movió, ni tan siquiera parecía mosqueado - ¡¿Hola?! ¡Si quieres mirarnos adelante que no nos importa, pero si te apetece apuntarte puedes hacerlo! – Boquiabiertos, nos miramos al escucharlo sin que ninguno se atreviese a decir o hacer nada. Haciendo girar a la chica de espalda a donde el suponía que andábamos escondidos, la hizo poner a cuatro patas y para nosotros comenzó a abrirle el coño con las manos, metiéndole los dedos y ocasionalmente la polla - ¡¿Ves?! ¡Mira que chochete te estás perdiendo! ¡Únetenos y sal a follártelo! – Estaba asustado, y también muy excitado con la provocación e invitación de aquel hombre, y sabía que no era el único por que mis amigos continuaban con cara susto pero tan empalmados como yo.
-¿Qué hacemos? ¿Vamos? - Dijo bajito Ernesto a los otro.
-No se… ¿Os atrevéis? - Pregunté atacado mirando de vez en cuando a aquel coño que se prestaba a nosotros, algo realmente tentador para un adolescente virgen.
-*Si,… vamos, vamos – Dijo decidido Raúl sin quitar ojo de cómo ahora el tío la penetraba de lado para que los viésemos.
Podía haber sido un trampa del hombre para que saliésemos del escondite para rompernos la cara o cualquier otra cosa por el estilo pero ante la posibilidad de follar por primera vez fuimos saliendo uno por uno tras del arbusto como polillas hacia la luz. El hombre al vernos a los cuatro se extrañó, parando e invitándonos a acercarnos mas cuando se le pasó la sorpresa. La chica también giró la cabeza para vernos sin llegar a decir nada.
-Valla tela ¿Erais cuatro? ¿Pero cuantos años tenéis vosotros? – Nos preguntó él. Cada uno dijo su edad, subiéndonos un par de años para parecer mas adultos aunque estaba claro que para el hombre no dejábamos de ser unos púberes aun así - ¿Habéis follado alguna vez?
-Yo casi una vez – Le respondió Raúl intentándose hacer el guay.
-Ya bueno… - Respondió riéndose por la tontería que había dicho este y haciendo luego como si no lo hubiese oído - ¿Quién quiere ser el primero en sentir un coño de verdad? Veamos ¡Tú! Acércate – Dijo señalándome.
Llevándome con él de rodillas al suelo, frente al culo en pompa de la chica, me hizo acercarme mas a ella. Bajé mis pantalones todo lo que pude, con torpeza por el ataque de nervios que estaba padeciendo, y mi polla quedo apuntando tiesa hacia el coño rosado de la mujer. Echándome sobre ella un poco, froté con fuerza mi polla contra su coño, sintiendo como mi capullo se rozaba contra sus labios menores que se encontraban húmedos. Bajando la mano ella, se encargó de que mi polla encontrara el agujero correcto al primer golpe que di. Una oleada de placer salió de allí donde mi polla iba entrando en su vagina, aumentando el goce contra mas la penetraba, algo que no duró mucho por que mi polla no muy grande aún. Mis caderas se pusieron en movimiento, haciendo respirar agitada a la chica con mi novel miembro. Llamando el hombre a mis amigos, lo cuales contemplaban viciosos, lo fue situando uno a cada lado y al cuarto frente a ella. Dani, que era precisamente el que se había puesto delante, se contrajo de gusto al sentir como la mujer chupaba su miembro e iba moviendo la cabeza lentamente. Quedándose con una mano para aguantarse, agarró ahora la polla de Ernesto al que se puso a masturbarlo. El pobre de Raúl nos miraba desamparado mientras se masturbaba viéndonos caminando entre Dani y Ernesto con angustia. Explotando de la excitación, se pegó a Dani y acercando su rabo a la boca de la mujer esta pasó a chupar la de él, turnándose las pollas de ambos. Las caras de mis amigos eran de absoluto placer, como debía ser la mía, mirando atentamente a lo que le hacían como si todavía no nos lo creyésemos. Entre los cuatro formábamos un cuarteto musical de jadeos. Escuchándosele mas alto que a los demás, Ernesto gemía casi tan rápido como iba la mano de la chica sobre su polla.
-¿Te vas a correr ya? – Le preguntó el hombre a Ernesto que asintió sin aliento para hablar – Vente aquí donde tu amigo y hazlo dentro, sin miedo – Le dijo haciéndome a un lado para que Ernesto ocupase mi lugar.
Entre las piernas de ella, volvió a surgir su mano para agarrar la de Ernesto y colocarla bien. Mi amigo la penetró de una sola vez, follándola sin moverse mucho hasta que al minuto le fue entrando una serie de espasmos con los que se estaba corriendo en el coño de aquella mujer. Todos no perdimos ojo del momento, mirando a nuestro colega sufriendo su orgasmo con la cara contraída menos la boca que la tenía abierta. Nos habían hablado ya del condón, de las ETS y demás, pero la tontería de la edad no nos dejaba pensar en nada de eso y ahora que sabía que podía correrme dentro de aquel coño aguardaba ansioso a que Ernesto se apartase para volver con lo que había dejado. Y así lo hice, en cuando mi amigo sacó su polla con un sonido pringoso, aun con algo de semen en la punta, me coloqué tras ella y la penetré sin ayuda. Tal vez por la corrida de Ernesto, o por lo que se había excitado en aquel tiempo, la vagina de la chica estaba mucho mas húmeda, mas resbaladiza, e incluso mas caliente. Bombeando todavía mas rápido que cuando había estado antes, mis caderas comenzaron a hacer ruido al chocar con su culo, ganándome las miradas furtivas de mis amigos. Me había puesto infinitamente mas cachondo con aquella pausa y habiendo regresado con tantas ganas ya sentía que no me quedaba mucho por correrme y al igual que con Ernesto mi respiración iba a toda máquina.
Sin saber por qué exactamente podíamos corrernos dentro sin miedo, si es que tomaba anticonceptiva o qué, yo en aquel preciso momento, a punto de correrme, hubiese continuado aunque me hubiese dicho aquel hombre que la podría dejar embarazada, y en toda mi ignorancia, pasotismo y libido (Que en un chaval de quince en su primera vez es mucha) la penetré tan fuerte como me permitieron las piernas antes de reventar en aquel coño increíble. El alarido que pegué fue monumental, notando como el cuerpo se me calentaba de enorme placer y como la polla se me sacudía contra las paredes de la vagina, sumando a la reciente corrida de mi amigo la mía propia que se estarían mezclando en lo profundo del coño.
-Yo también voy a correrme ya mismo – Dijo Raúl viniendo a mi lado sin dejar de pajearse.
La saqué, toda mojada, y me eché a un lado para dejarle ahora a Raul meterla. Apenas en cinco segundo ya se encontraba penetrándola rápidamente, muy rápidamente, de rodilla con una pierna y apoyado con el pié con la otra. Sus huevos se agitaban como un saco lleno de piedras, haciendo ruido al chocar entre las piernas de la mujer. Mientras que Dani no quitaba ojo de cómo se la chupaban, Ernesto y yo nos paseábamos alrededor todavía empalmados y nos habíamos puesto a masturbarnos otra vez.
-Me… coo…rro,… ya – Jadeo con voz ronca Raúl, desplomándose adelante ya viniéndose aunque sin dejar de moverse hasta que ya le dolía.
-¡Quita, rápido! – Le pidió Dani, rodeando deprisa a la mujer para ponerse detrás en donde hizo un lado a Raúl y la fue a penetrar.
Con solo la punta metida, Dani la embistió hasta empujarla adelante. Repitiendo la operación, volvió a embestir y se puso a contraerse. Sus jadeos se intensificaron primero y fueron bajando después. Al retirarse su polla estaba llena de fluidos de ella pero también de nuestro semen, el cual surgió por su coño y resbaló por entre sus muslos al incorporarse de rodillas. Dani se dejó caer de culo en el suelo en donde fue recuperando el aliento junto a Raúl. El hombre se fue a agacharse frente a su esposa a la que la tomó por la barbilla para que la levantase hacia él y poderla besar. Sus lenguas asomaban entre sus labios, chasqueando sus salivas y en cierto modo eso nos ponía mucho estando junto a ellos como si nada. Ernesto y yo aumentamos nuestras pajas sin dejar de mirarlos. Daniel y Raúl nos miraban desde el suelo, todavía empalmados, y se nos unieron con lo de pajearse poco a poco.
-Estos chavales te han llenado bien ¿Eh? – Le dijo él a ella, refiriéndose a la mezcla de nuestras corridas que no dejaba de salir lentamente por su coño. Ella simplemente la miró sin llegar a responderle.
El hombre la tomó para colocarla tumbada boca arriba en el suelo y después se tumbó encima de ella y se cogió la polla para penetrarla. Era increíble lo obediente que se mostraba la chica que se arqueó hacia arriba al sentir que la penetraban con aquel miembro que era mucho mas grande y mas peludo que los nuestros. Estirando los brazos, la mujer agarró las pollas que tenía mas cerca a cada lado que era la de Raúl y la mía. Nos acercamos, sentándonos de rodillas, para que le fuese mas fácil masturbarnos. Teniéndolo cerca, ella abrió la boca con la lengua afuera en un gesto a Ernesto para que se la metiese en la boca y mi amigo no perdió ocasión, inclinando abajo su polla y hundiéndosela entre sus labios que se la saborearon con gran gusto.
Manteniendo una buena coordinación, Raúl y yo éramos pajeados con fuerza y rapidez. Sabía que si seguía así, sin que pudiese controlar yo el movimiento, me acabaría corriendo mas rápido que antes incluso. Enfrente de mí, al otro lado de la mujer y el hombre que la embestía agarrada por las caderas, Raúl se me adelanto y entre los dedos de la mujer se corrió agitado. Su semen fue cayendo en parte del costado y los pechos. El hombre se quedó mirando como se iba corriendo Raúl sin parar de follar y debió de gustarse aquello por que le sonrió a este satisfecho. Pocos segundos después escuchamos a Ernesto metiendo su polla sin volverla a sacar en la boca de la chica y su cara contraída fue un aviso evidente de que se estaba corriendo, aunque casi al mismo tiempo que él, yo también me puse a correrme sobre la chica sin que ella parase de pajearme hasta el final. Con la cabeza medio ida, sentí a Dani caer de rodillas a mi lado que se había estado pajeando todo el tiempo y ahora se disponía a correrse en donde Raúl y yo lo habíamos hecho. Un salpicazo de semen, bien abundante para ser la segunda corrida, calló entre los pechos de la mujer. Entre los tres habíamos puesto perdida a la chica, que jadeaba mas que nunca como si el sentir su cuerpo salpicado de nuestro semen la hubiese puesto muy cachonda.
-Ah… ¡Ah!... ¡Aaah!... ¡Aaah!... – Iba jadeando cada vez mas alto el hombre que se había puesto a penetrarla tan fuerte que el semen sobre la chica iba resbalando por los costado – Me corrooo… ¡¡Aaaaah!!
A bastante distancia se le tuvo que escuchar al hombre gemir, embistiendo sin ritmo a la chica cuando ya debía estar corriéndose dentro. Permaneció quieto, con la polla aun dentro, durante un rato. Nosotros lo mirábamos atentos aunque ya ninguno conservaba erección alguno, tal vez un poco Raúl. La saco el hombre despacio y se puso en pié. Los demás nos levantamos también y ayudamos a la mujer a levantar también. Llegándole por lo menos hasta pasada la mitad de la cara interior del muslo, un reguero de semen le comenzó a caer al poco de ponerse en pié. El semen del hombro se identificaba claramente del nuestro que era muco menos blanquecino y espeso. Tomando ella su bolso, el cual estaba tirado a un lado de un árbol junto a toda la ropa de ambos, sacó un paquete de pañuelitos por empezar y tomando por lo menos tres se limpió la entrepierna. Luego tomó otro y fue uno por uno limpiándonos servicial nuestras pollas ya flácidas. Cuando acabó, se la limpió al hombre que la beso. Mientras, nosotros nos subimos y cerramos los pantalones, mas calmados y felices que nunca. Estábamos por irnos ya, dejándolos allí a los dos besándose pero al vernos él nos llamó.
-¡Vosotros! Si alguna vez nos volvéis a encontrar y queréis repetir ya sabéis – Nos dijo sin separarse de ella.
Todos asentimos con la cabeza agradecidos antes de continuar alejándonos. En cuando salimos de la arboleda, derechitos a la salida del parque, estallamos a comentar lo ocurrido. Fue una lástima pero jamás volvimos a encontrarnos con aquella pareja y no fue por intentos. Aunque nos vinos bien por que a los días cada uno fue quejándose de escozor en nuestras partes sirviéndonos aquello de escarmiento, se suponía. En...FIN.
Relato editado y publicado por Pedivertido
Aunque nos pillase un poco lejos de casa, solía ir con mis amigos a un parque bastante grande que había cruzando el río donde ya dejaba de haber ciudad y comenzaba a haber campo y bosque. Éramos cuatro los que nos juntábamos, Ernesto el alto, Raúl el gordo (Aunque en verdad estaba rellenito ná más), Dani el moreno y finalmente yo mismo. Todos nosotros entre los catorce y los quinces y mas vírgenes que el aceite de oliva. Para un grupito de colegas tan inseparables eso del sexo era algo que entre nosotros estaba a la orden el día, tanto que hasta nos pajeábamos todos en grupo, pero cada uno con la suya, que conste.
Tanto tiento juntos y tanta confianza entre nosotros nos permitía estar todo el rato hablando de sexo al no tener que reprimirnos a la hora de hablar de lo primero que se nos pasase por la cabeza, aunque solo fuese una cosa, sexo. Pero últimamente andábamos mas salidos que de costumbre y la razón era por que habíamos descubierto una zona del parque, ese parque al que siempre íbamos, en que las parejas se ponían a follar. Nosotros habíamos estado con la mosca pegada a la oreja desde que Dani nos hubiese contado aquel rumor que había oído de su hermano mayor, pero no había sido hasta varios meses después en que nos atreviésemos a ir a explorar. El sitio en cuestión se encontraba en la zona mas apartada del parque, junto al río, en donde no había ni calzadas, ni columpios, ni zonas ajardinadas, ni nada de nada. Solo árboles y arbustos, pero tantos que se hacía el sitio perfecto para estar relativamente a escondidas. Era un domingo por la mañana algo temprano, así que en seguida dimos con una pareja que se lo montaban de pié contra un árbol. Se veía por la ropa y la edad que habían pasado la noche de juerga y acaban el final de la fiesta con un buen polvo. Nada mas mirarnos los uno a los otros tras un arbusto, estábamos ya todos apretando pantalón por delante. Nos Miramos y nos entró la risa tonta, pero la aguantamos en silencio y volvimos inmediatamente otra vez la vista a la pareja, aquella pareja en la que el chico empotraba a la chica contra el árbol. A medidas que contemplábamos la escena nuestra calentura se incrementaba y de frotarnos el paquete pasábamos a pajearnos dentro del pantalón hasta que ya uno de nosotros era el primero que no aguantaba mas, se la sacaba y se la comenzaba a cascar abiertamente junto a los demás, momento en el que entonces los otros tres le seguía y al final acabábamos encogidos en nuestro escondite, con los pantalones por los tobillos y dándole fuerte a la zambomba hasta que uno por uno íbamos regando el arbusto con nuestro semen. Aquella primera vez no se quedó en la última. Siempre íbamos a ver si teníamos suerte y pillábamos a alguna pareja haciéndolo como buenos voyeur que éramos ya. Para nosotros era muchísimo mejor que las películas pornos con lo que nos enviciamos a aquello, sobre todo las primeras semanas en las que íbamos incluso aunque fuese imposible que hubiese alguna pareja por que hiciese demasiado frío o por que fuese una hora rara.
Andábamos en el parque, jugando al futbol en donde siempre, hasta que nos hartamos y nos juntamos para decidir que otra cosa podíamos hacer por que todavía teníamos otra hora antes de que nos tuviésemos que ir cada uno a su casa. Hacía una semana que no íbamos al picadero del parque por lo que uno de nosotros, Raúl precisamente, fue el que propuso de ir. Ante la posibilidad de ver a una pareja follando y hacernos una buena paja aprobamos la propuesta de inmediato. Los cuatro nos pusimos andando hacia la arboleda del extremo solitario del parque por nuestro propio atajo. A medida que ya nos íbamos adentrábamos en la zona andábamos con cuidado de hacer el menor ruido posible, encorvados para que no fuésemos muy visibles y atentos a nuestro entorno. De no muy lejos vino el ruido masculino de un jadeo de fuerza que se repetía contra mas nos acercábamos. Estábamos hecho un escuadrón de espionaje, andando sigilosamente los cuatro juntos entre los árboles y la maleza hasta que vimos a la pareja tras unos arbustos altos desde donde el espectáculo no solo se veía bien. Yo me coloqué entre Raúl y Dani, sintiendo la mano de este último apoyándoseme en el hombro. No era la típica pareja de veintañeros. Él debía tener unos treinta y algo, pero ella en cambio estaría por los treinta y tenía un cuerpo espectacular, unas tetas gordas con unos pezones grandes que se sacudían estando ella de rodilla mientras se la chupaba al hombre que la llevaba adelante y atrás por la cabeza con bastante energía. Incluso se la podía oír atragantar. Los dos estaban completamente desnudo aunque conservando el calzado siendo la primera pareja que veíamos que se habían desnudados prácticamente del todo. Veíamos perfectamente como el culo del hombre se apretaba y como su polla entraba y salía de la boca de la chica a su voluntad. La polla me apretaba pesada en los calzoncillos y fui yo en esa ocasión el primero en bajarse la cremallera para sacársela. Intentaba sincronizar mi paja a los del movimiento de él cuando uno de nosotros, no se quién, tuvo que pisar una rama, de las gordas, que crujió bien fuerte. La pareja paró de repente y el tío giró la cabeza en nuestra dirección.
-¡¿Quién cojones hay ahí?! – Preguntó, pero no era la primera vez que estaban apunto de pillarnos y nos quedamos quietos en completo silencio, preparados para salir pitando si se acercaba. En cambio el hombre no se movió, ni tan siquiera parecía mosqueado - ¡¿Hola?! ¡Si quieres mirarnos adelante que no nos importa, pero si te apetece apuntarte puedes hacerlo! – Boquiabiertos, nos miramos al escucharlo sin que ninguno se atreviese a decir o hacer nada. Haciendo girar a la chica de espalda a donde el suponía que andábamos escondidos, la hizo poner a cuatro patas y para nosotros comenzó a abrirle el coño con las manos, metiéndole los dedos y ocasionalmente la polla - ¡¿Ves?! ¡Mira que chochete te estás perdiendo! ¡Únetenos y sal a follártelo! – Estaba asustado, y también muy excitado con la provocación e invitación de aquel hombre, y sabía que no era el único por que mis amigos continuaban con cara susto pero tan empalmados como yo.
-¿Qué hacemos? ¿Vamos? - Dijo bajito Ernesto a los otro.
-No se… ¿Os atrevéis? - Pregunté atacado mirando de vez en cuando a aquel coño que se prestaba a nosotros, algo realmente tentador para un adolescente virgen.
-*Si,… vamos, vamos – Dijo decidido Raúl sin quitar ojo de cómo ahora el tío la penetraba de lado para que los viésemos.
Podía haber sido un trampa del hombre para que saliésemos del escondite para rompernos la cara o cualquier otra cosa por el estilo pero ante la posibilidad de follar por primera vez fuimos saliendo uno por uno tras del arbusto como polillas hacia la luz. El hombre al vernos a los cuatro se extrañó, parando e invitándonos a acercarnos mas cuando se le pasó la sorpresa. La chica también giró la cabeza para vernos sin llegar a decir nada.
-Valla tela ¿Erais cuatro? ¿Pero cuantos años tenéis vosotros? – Nos preguntó él. Cada uno dijo su edad, subiéndonos un par de años para parecer mas adultos aunque estaba claro que para el hombre no dejábamos de ser unos púberes aun así - ¿Habéis follado alguna vez?
-Yo casi una vez – Le respondió Raúl intentándose hacer el guay.
-Ya bueno… - Respondió riéndose por la tontería que había dicho este y haciendo luego como si no lo hubiese oído - ¿Quién quiere ser el primero en sentir un coño de verdad? Veamos ¡Tú! Acércate – Dijo señalándome.
Llevándome con él de rodillas al suelo, frente al culo en pompa de la chica, me hizo acercarme más a ella. Bajé mis pantalones todo lo que pude, con torpeza por el ataque de nervios que estaba padeciendo, y mi polla quedó apuntando tiesa hacia el coño rosado de la mujer. Echándome sobre ella un poco, froté con fuerza mi polla contra su coño, sintiendo como mi capullo se rozaba contra sus labios menores que se encontraban húmedos. Bajando la mano ella, se encargó de que mi polla encontrara el agujero correcto al primer golpe que di. Una oleada de placer salió de allí donde mi polla iba entrando en su vagina, aumentando el goce contra mas la penetraba, algo que no duró mucho por que mi polla no era muy grande aún. Mis caderas se pusieron en movimiento, haciendo respirar agitada a la chica con mi novel miembro. Llamando el hombre a mis amigos, lo cuales contemplaban viciosos, lo fue situando uno a cada lado y al cuarto frente a ella. Dani, que era precisamente el que se había puesto delante, se contrajo de gusto al sentir como la mujer chupaba su miembro e iba moviendo la cabeza lentamente. Quedándose con una mano para aguantarse, agarró ahora la polla de Ernesto al que se puso a masturbarlo. El pobre de Raúl nos miraba desamparado mientras se masturbaba viéndonos caminando entre Dani y Ernesto con angustia. Explotando de la excitación, se pegó a Dani y acercando su rabo a la boca de la mujer esta pasó a chupar la de él, turnándose las pollas de ambos. Las caras de mis amigos eran de absoluto placer, como debía ser la mía, mirando atentamente a lo que le hacían como si todavía no nos lo creyésemos. Entre los cuatro formábamos un cuarteto musical de jadeos y escuchándosele mas alto que a los demás a Ernesto que gemía casi tan rápido como iba la mano de la chica sobre su polla.
-¿Te vas a correr ya? – Le preguntó el hombre a Ernesto que asintió sin aliento para hablar – Vente aquí donde tu amigo y hazlo dentro, sin miedo – Le dijo haciéndome a un lado para que Ernesto ocupase mi lugar.
Entre las piernas de ella, volvió a surgir su mano para agarrar la de Ernesto y colocarla bien. Mi amigo la penetró de una sola vez, follándola sin moverse mucho hasta que al minuto le fue entrando una serie de espasmos con los que se estaba corriendo en el coño de aquella mujer. Todos no perdimos ojo del momento, mirando a nuestro colega sufriendo su orgasmo con la cara contraída menos la boca que la tenía abierta. Nos habían hablado ya del condón, de las ETS y demás, pero la tontería de la edad no nos dejaba pensar en nada de eso y ahora que sabía que podía correrme dentro de aquel coño aguardaba ansioso a que Ernesto se apartase para volver con lo que había dejado. Y así lo hice, en cuando mi amigo sacó su polla con un sonido pringoso, aun con algo de semen en la punta, me coloqué tras ella y la penetré sin ayuda. Tal vez por la corrida de Ernesto, o por lo que se había excitado en aquel tiempo, la vagina de la chica estaba mucho mas húmeda, mas resbaladiza, e incluso mas caliente. Bombeando todavía mas rápido que cuando había estado antes, mis caderas comenzaron a hacer ruido al chocar con su culo, ganándome las miradas furtivas de mis amigos. Me había puesto infinitamente mas cachondo con aquella pausa y habiendo regresado con tantas ganas ya sentía que no me quedaba mucho por correrme y al igual que con Ernesto mi respiración iba a toda máquina.
Sin saber por qué exactamente podíamos corrernos dentro sin miedo, si es que tomaba anticonceptiva o qué, yo en aquel preciso momento, a punto de correrme, hubiese continuado aunque me hubiese dicho aquel hombre que la podría dejar embarazada, y en toda mi ignorancia, pasotismo y libido (Que en un chaval de quince en su primera vez es mucha) la penetré tan fuerte como me permitieron las piernas antes de reventar en aquel coño increíble. El alarido que pegué fue monumental, notando como el cuerpo se me calentaba de enorme placer y como la polla se me sacudía contra las paredes de la vagina, sumando a la reciente corrida de mi amigo la mía propia que se estarían mezclando en lo profundo del coño.
-Yo también voy a correrme ya mismo – Dijo Raúl viniendo a mi lado sin dejar de pajearse.
La saqué, toda mojada, y me eché a un lado para dejarle ahora a Raul meterla. Apenas en cinco segundo ya se encontraba penetrándola rápidamente, muy rápidamente, de rodilla con una pierna y apoyado con el pié con la otra. Sus huevos se agitaban como un saco lleno de piedras, haciendo ruido al chocar entre las piernas de la mujer. Mientras que Dani no quitaba ojo de cómo se la chupaban, Ernesto y yo nos paseábamos alrededor todavía empalmados y nos habíamos puesto a masturbarnos otra vez.
-Me… coo…rro,… ya – Jadeo con voz ronca Raúl, desplomándose adelante ya viniéndose aunque sin dejar de moverse hasta que ya le dolía.
-¡Quita, rápido! – Le pidió Dani, rodeando deprisa a la mujer para ponerse detrás en donde hizo un lado a Raúl y la fue a penetrar.
Con solo la punta metida, Dani la embistió hasta empujarla adelante. Repitiendo la operación, volvió a embestir y se puso a contraerse. Sus jadeos se intensificaron primero y fueron bajando después. Al retirarse su polla estaba llena de fluidos de ella pero también de nuestro semen, el cual surgió por su coño y resbaló por entre sus muslos al incorporarse de rodillas. Dani se dejó caer de culo en el suelo en donde fue recuperando el aliento junto a Raúl. El hombre se fue a agacharse frente a su esposa a la que la tomó por la barbilla para que la levantase hacia él y poderla besar. Sus lenguas asomaban entre sus labios, chasqueando sus salivas y en cierto modo eso nos ponía mucho estando junto a ellos como si nada. Ernesto y yo aumentamos nuestras pajas sin dejar de mirarlos. Daniel y Raúl nos miraban desde el suelo, todavía empalmados, y se nos unieron con lo de pajearse poco a poco.
-Estos chavales te han llenado bien ¿Eh? – Le dijo él a ella, refiriéndose a la mezcla de nuestras corridas que no dejaba de salir lentamente por su coño. Ella simplemente la miró sin llegar a responderle.
El hombre la tomó para colocarla tumbada boca arriba en el suelo y después se tumbó encima de ella y se cogió la polla para penetrarla. Era increíble lo obediente que se mostraba la chica que se arqueó hacia arriba al sentir que la penetraban con aquel miembro que era mucho mas grande y mas peludo que los nuestros. Estirando los brazos, la mujer agarró las pollas que tenía mas cerca a cada lado que era la de Raúl y la mía. Nos acercamos, sentándonos de rodillas, para que le fuese mas fácil masturbarnos. Teniéndolo cerca, ella abrió la boca con la lengua afuera en un gesto a Ernesto para que se la metiese en la boca y mi amigo no perdió ocasión, inclinando abajo su polla y hundiéndosela entre sus labios que se la saborearon con gran gusto.
Manteniendo una buena coordinación, Raúl y yo éramos pajeados con fuerza y rapidez. Sabía que si seguía así, sin que pudiese controlar yo el movimiento, me acabaría corriendo mas rápido que antes incluso. Enfrente de mí, al otro lado de la mujer y el hombre que la embestía agarrada por las caderas, Raúl se me adelanto y entre los dedos de la mujer se corrió agitado. Su semen fue cayendo en parte del costado y los pechos. El hombre se quedó mirando como se iba corriendo Raúl sin parar de follar y debió de gustarse aquello por que le sonrió a este satisfecho. Pocos segundos después escuchamos a Ernesto metiendo su polla sin volverla a sacar en la boca de la chica y su cara contraída fue un aviso evidente de que se estaba corriendo, aunque casi al mismo tiempo que él, yo también me puse a correrme sobre la chica sin que ella parase de pajearme hasta el final. Con la cabeza medio ida, sentí a Dani caer de rodillas a mi lado que se había estado pajeando todo el tiempo y ahora se disponía a correrse en donde Raúl y yo lo habíamos hecho. Un salpicazo de semen, bien abundante para ser la segunda corrida, calló entre los pechos de la mujer. Entre los tres habíamos puesto perdida a la chica, que jadeaba mas que nunca como si el sentir su cuerpo salpicado de nuestro semen la hubiese puesto muy cachonda.
-Ah… ¡Ah!... ¡Aaah!... ¡Aaah!... – Iba jadeando cada vez mas alto el hombre que se había puesto a penetrarla tan fuerte que el semen sobre la chica iba resbalando por los costado – Me corrooo… ¡¡Aaaaah!!
A bastante distancia se le tuvo que escuchar al hombre gemir, embistiendo sin ritmo a la chica cuando ya debía estar corriéndose dentro. Permaneció quieto, con la polla aun dentro, durante un rato. Nosotros lo mirábamos atentos aunque ya ninguno conservaba erección alguno, tal vez un poco Raúl. La saco el hombre despacio y se puso en pié. Los demás nos levantamos también y ayudamos a la mujer a levantar también. Llegándole por lo menos hasta pasada la mitad de la cara interior del muslo, un reguero de semen le comenzó a caer al poco de ponerse en pié. El semen del hombro se identificaba claramente del nuestro que era muco menos blanquecino y espeso. Tomando ella su bolso, el cual estaba tirado a un lado de un árbol junto a toda la ropa de ambos, sacó un paquete de pañuelitos por empezar y tomando por lo menos tres se limpió la entrepierna. Luego tomó otro y fue uno por uno limpiándonos servicial nuestras pollas ya flácidas. Cuando acabó, se la limpió al hombre que la beso. Mientras, nosotros nos subimos y cerramos los pantalones, mas calmados y felices que nunca. Estábamos por irnos ya, dejándolos allí a los dos besándose pero al vernos él nos llamó.
-¡Vosotros! Si alguna vez nos volvéis a encontrar y queréis repetir ya sabéis – Nos dijo sin separarse de ella.
Todos asentimos con la cabeza agradecidos antes de continuar alejándonos. En cuando salimos de la arboleda, derechitos a la salida del parque, estallamos a comentar lo ocurrido. Fue una lástima pero jamás volvimos a encontrarnos con aquella pareja y no fue por intentos. Aunque nos vinos bien por que a los días cada uno fue quejándose de escozor en nuestras partes sirviéndonos aquello de escarmiento, se suponía. FIN.