Orgía con tres negros
Una mujer se monto una orgía con tres negros en un viaje de negocios.
Orgía con tres negros.
Verónica era una mujer de esas que más que inspirar deseo lo que dan es ganas de amarla, por lo refinada, culta, y tener un cuerpo que aunque no era despampanante, tenía un no se qué que la hacía verse siempre hermosa. Tenía doce años de casada, dos hijos y un esposo que la amaba con locura, al igual que ella a él, Verónica era una mujer moderna, profesional, con una buena carrera, trabajaba como asesora en bienes raíces de una corporación hotelera, lo que hacía que tuviera que estar viajando constantemente; en esta ocasión le correspondía ir a ver unas tierras en una isla caribeña, de su informe dependía que la corporación se decidiera o no por instalar un hotel en aquella isla. Como siempre, ella también se hacía asesorar de gente que residiera en el lugar, no sólo se dejaba llevar por las impresiones personales, le gustaba conocer de la cultura y la historia del lugar, en fin, esta vez hizo contacto con un negro que le habían recomendado, su nombre era Albert, apenas llegó a la isla se puso en contacto con este hombre, quien al conocerlo le llamó la atención por lo hermoso, ya que era un tipo corpulento, mediría un metro noventa, tal vez un poco más, de un color negro azabache, brazos fuertes, se notaba que en su cuerpo no había una gota de grasa que le sobrara, de sonrisa amable, en fin, se podía decir que era un digno ejemplar de su raza.
Albert le indicó que no podrían ir a ver la propiedad en ese mismo día, ya que se trataba de una finca que estaba ubicada en una isla vecina, que si no le importaba podían ir al día siguiente, pero que tendría que llevar a dos socios, ya que se encontraban en temporada de pesca de langosta y habían dejado las trampas muy cerca de ese lugar. Aquello lejos de perturbar a Verónica más bien le agradó, ya que nunca había visto como capturaban a esos animalitos, así que quedaron en que al día siguiente saldría con ellos para ver como hacían esa faena, y luego se irían a ver las tierras.
No eran ni las cuatro de la mañana cuando ya se habían hecho a la mar, Verónica llevaba puesto un bikini que dejaba ver su bella figura, tenía un cuerpo menudo, mediría un metro cincuenta y cinco a lo sumo, sus tetas eran grandes pero aún se conservaban firmes, su culito respingado, de piernas sin bien torneadas, aunque era muy blanca su cabello era de un negro profundo, y sus ojos eran azules, una mujer realmente hermosa. Con la emoción del zarpe y la oscuridad no pudo distinguir muy bien al otro par de compañeros, sin embargo pudo notar que ambos eran hombres curtidos por el mar, sabían desenvolverse muy bien en el bote, y aunque eran rudos en su trato, no por ello podía decir que fueran vulgares, se notaba que ambos eran mucho mayores que Albert, sin embargo era éste quien impartía las ordenes a bordo, uno era bastante gordo, mediría más o menos un metro ochenta y pesaría mucho más de cien kilos, el otro tendría unos setenta años, no tan alto como Albert y su amigo, su cabello era totalmente blanco y en su encía se notaba la ausencia de casi todos sus dientes, no obstante pese a su edad también se veía que era un hombre fuerte. Habrían pasado unas dos horas y media desde que zarparon cuando fueron notando unas bollas de color anaranjado, serían unas veinte, Albert le señaló a Verónica que esas eran sus trampas, tomarían un café y descansarían una hora antes de ponerse a trabajar.
La mañana fue clareando y para las once ya tenían recogidas poco más de la mitad de las trampas, por lo que se notaba la cosecha había sido abundante, ya que casi no tenían espacio para llevar más langostas, así que Albert le dijo a Verónica que por hoy el trabajo había terminado, que si quería podían ir a bucear a unos arrecifes que habían cerca, y luego irían a ver las tierras, que por el tiempo no había que preocuparse, ya que la isla disponía de un chalet totalmente equipado, el cual estaba a la orden de Verónica con alimentos y bebidas, ya que el dueño así lo había dispuesto. Esta oferta le agradó a Verónica, ya que el buceo era un pasatiempo que a menudo disfrutaba con su esposo, además Albert le indicó que traía el equipo completo para ella y para él. Cuando llegaron al arrecife la visión que tuvo Verónica era la de encontrarse en un paraíso, el agua era de color turquesa, totalmente transparente, tendría una profundidad de escasos diez metros y desde el bote se veía que la fauna era realmente abundante, Verónica no lo pensó dos veces, sin más se dispuso para zambullirse, por su parte Albert hizo lo mismo, colocándose la mascarilla y el resto del equipo para lanzarse al agua, no sin antes advertirle a Verónica que ella tendría que estar siempre detrás de él, ya que aunque las aguas eran poco profundas, habían corrientes que podían ser peligrosas, Verónica asintió y sin más ambos se lanzaron al agua.
Al principio Verónica se mantenía extasiada viendo aquellas maravilla, había vida por doquier, los colores eran intensos, en fin, todo le resultaba increíble, así fue transcurriendo el tiempo, siempre yendo detrás de Albert, sin embargo, después de una hora su atención se fue posando en aquel trasero que llevaba delante, Albert llevaba puesto un pantaloncillo sumamente holgado, por lo que se le hacían bolsas de aire, al principio Verónica no prestó atención a ese hecho, pero en una de las sumergidas, algo le llamó la atención, al inicio no supo que era lo que captaba su atención, pero después de un rato se percató de que lo que había visto era nada menos que el pene de Albert. Cada vez que Albert salía a tomar aire, su pantaloncillo se le subía, era ese momento cuando se le salía el pene, al principio Verónica creyó que era algún mecate o algo por el estilo que llevaba el hombre, pero en una de las oportunidades en que ella salió de segunda, pudo ver con todo detenimiento ese tronco, realmente quedó asombrada, mediría unos veinte centímetros de largo y su grosor sería como el de su muñeca, nunca había visto algo así. Al principio Verónica quiso olvidarse del asunto, pero Albert continuaba sumergiéndose con la intención de enseñarle cuevas, conchas o algún bicho y cada vez que se sumergía o emergía, podía verle aquella verga que realmente era de concurso. Sin que se lo propusiera sus pezones se fueron poniendo cada vez más duros y su rostro se fue sonrojado, la verdad era que a Verónica cada vez le agradaba más ver aquella verga que lo que había en su entorno, esto no pasó desapercibido para Albert, ya que en una de las emergidas notó como Verónica se quedaba aguantando la respiración debajo de él, y sus ojos se desorbitaban cada vez que se le salía la verga.
Cuando salieron sus amigos se quedaron viéndole las tetas a Verónica, ya que por más que disimuló no pudo evitar que sus pezones la delataran. Albert se colocó al final del bote con la intención de secarse al sol mientras hacía un cálculo de la cantidad de langostas que habían recogido, mientras tanto Verónica se puso una toalla en los hombros más con la intención de que ésta disimulara la erección de sus pezones que la de secarse. Albert le indicó a Verónica que tardarían una hora más o menos en llegar a la isla, Verónica se tendió boca abajo en una de las butacas que tenía el bote para sentarse, desde ahí podía ver tanto a Albert como al resto de la tripulación, luego de un rato se quedó dormida por espacio de una media hora, cuando se despertó escuchaba el ruido del motor, podía ver a los socios de Albert, uno llevaba el timón mientras que el otro había hecho lo mismo que ella, sin embargo al voltear hacia Albert casi pega un grito de asombro, Albert se había quedado dormido, el pantaloncillo se le había secado completamente, y el viento hacía que éste se le abriera constantemente por el tuvo de las piernas, cada vez que esto pasaba desde su posición Verónica podía verle perfectamente la verga, si en el agua la había visto grande ese tronco, ahora que estaba a escasos dos metros distancia podía notar que era realmente de concurso. Al despertase Albert lo primero que vio fueron los ojos de Verónica, los tenía totalmente abiertos, y su cara era realmente de asombro, casi estuvo a punto de preguntarle que si algo la estaba asustando, pero en eso calló en cuanta de que lo que estaba viendo era su riel, disimuladamente se levantó para estirarse, Verónica inmediatamente se hizo la dormida. Momentos después Albert la llamó, ya que estaban a punto de llegar a la isla, Verónica no tuvo más que levantarse, y una vez más todos pudieron ver aquel par de pezones queriendo liberarse del sujetador. No más tocar tierra los socios se dispusieron a guardar las langostas en unos sacos, mientras tanto Albert llevó a Verónica al chalet con el objeto de que la conociera e hiciera un recorrido para ver si todo se encontraba en orden y a su satisfacción. Eran cerca de las cuatro de la tarde y todos tenían hambre, así que el mayor de los socios le indicó que les haría unas langostas al estilo isleño por lo que al unísono, tanto Albert como el otro socio se dispusieron a buscar leña. La cocina fue exquisita, todos dieron cuenta de más de una langosta, las cuales habían sido preparadas con mucho limón y unas especias que el viejo llevaba en una bolsa. Luego del almuerzo todos quedaron somnolientos por lo que Verónica les dijo que si la disculpaban un rato, ya que estaba sumamente cansada y quería hacer una siesta y que si querían se podían marchar, que ella estaría bien, todos asintieron, pero Albert le dijo que en esta época también llegaban a desovar las tortugas verdes, que si quería ellos se podían quedar a dormir en la isla y así en la noche la acompañarían para que pudiera ver esa maravilla. Verónica se sintió aliviada, ya que en el fondo no tenía muchas ganas de quedarse sola en aquella isla, y mucho mejor aún, si además podía ver un fenómeno como ese, algo que ella jamás había visto en su vida, así que agradecida les dijo que la despertaran a eso de las nueve de la noche para acompañarlos.
Eran exactamente las nueve de la noche cuando Albert fue a despertarla, Verónica se sentía como otra persona, el descanso le había hecho bien, al salir pudo notar que sus amigos ya habían hecho una fogata y cocinaban algo en ella, al acercarse se dio cuenta que se trataba de una sopa de cangrejo que estaba preparando el socio mayor, Albert le ofreció un tazón, tómalo, te caerá bien, además no encontrará una sopa mejor en todo el mundo le dijo Albert, efectivamente, aquello era como un vuelve a la vida, estaba simplemente exquisita, además le ofrecieron a que bebiera un aguardiente que llevaban, al principio Verónica no quiso, pero la noche se había puesto fría y lo único que llevaba puesto era su bikini así que aceptó, cosa que después agradeció, ya que la bebida también la reanimó. Después de dar cuenta de la suculenta sopa y de una botella de aguardiente, tomaron rumbo hacia el lugar donde desovaban las tortugas, Albert le indicó al Verónica que sería bueno que llevara un buen par de zapatillas para caminar, ya que tendrían que atravesar la desembocadura de tres ríos, los cuales aunque no eran profundos, tenían muchas piedras en su lecho que podían lastimar los pies, Verónica respondió que lamentablemente las que tenía las había dejado en el hotel, ya que no sabía que esa noche la pasarían el esta isla, por lo que Albert le dijo que no se preocupara, él se encargaría de pasarla alzada.
Los cuatro se fueron caminando y al poco rato habían dejado muy atrás la luz de la fogata, después de unos veinte minutos de caminata el viejo sacó otra botella de aguardiente la que ofreció a Verónica, ésta ya le había tomado el gusto a aquel licor, así que lo recibió de muy buen agrado, luego siguió Albert y así fueron pasando la botella cada tanto, al poco rato llegaron al primero de los ríos, los dos socios continuaron el camino mientras tanto Albert tomó a Verónica en sus brazos, como éste era tan alto a su lado, al tomarla le puso una de sus grandes manos en una de las tetas, casi se la envolvió con su gran mano, pero inmediatamente la puso en sus costillas, ninguno de los dos dijo nada, sino que más bien soltaron una risita como disculpándose el uno con el otro, al llegar a la otra orilla Albert bajó suavemente a Verónica, pero al tener que doblarse bastante para que no cayera bruscamente también hizo que se le subiera la mano y le alcanzara la misma teta, otra vez ambos soltaron una riza y sin más continuaron el camino. Al llegar al segundo río Albert volvió a realizar la misma maniobra, esta vez tuvo el cuidado de no tomarla de la teta nuevamente, pero aún así su mano casi la tomó desde abajo, por lo que inmediatamente volvió a colocarla en las costillas de Verónica, esta vez Verónica con una sonrisa le dijo que por favor la próxima vez la tomara con más suavidad, ya que había estado a punto de reventársela, Albert sonrió también y se disculpó, Verónica le dijo que no tuviera cuidado, al llegar a la orilla también se repitió la situación anterior, pero esta vez ninguno de los dos dijo nada, mientras tanto ya el socio mayor los estaba esperando con la botella de aguardiente, ambos tomaron un buen sorbo y siguieron el camino, al llegar al tercer río ya se habían acabado la segunda botella de manera que ya todos iban un poco alegres, esta vez al tomarla en sus brazos Albert tuvo cuidado de no tomarla de la teta, hecho que Verónica festejó mientras Albert reía, sin embargo, el río era bastante ancho así que sin querer Verónica se fue bajando un poco de la posición original, hasta que Albert sintió que otra vez estaba rozando la teta de Verónica con su mano, esta vez ninguno de los dos dijo nada, al llegar a la orilla la mano cubría totalmente la teta y Albert podía sentir perfectamente como el pezón se la había puesto como piedra, por suerte para Albert la noche estaba bien oscura, de otra forma todos hubieran notado como llevaba la verga de empalmada, sin embargo esta situación no pasó desapercibida para Verónica, ya que estando a su lado era inevitable que pudiera dejar de ver semejante erección.
Finalmente pudieron ver unas diez tortugas desovando, mientras hacían eso dieron cuenta de otra botella de aguardiente, para cuando regresaron ya todos venían cantando y contando chistes, algunos bastante pasados, cuando llegaron al primer río Verónica les dijo a los socios que se adelantaran un poco ya que tenía que hacer pis, los dos socios se fueron no sin antes hacer algunos chistes, Albert aprovechó y también se alejó unos metros para hacer pis, cuando regresó ya Verónica lo esperaba a la orilla para que la pasara, esta vez la tomó de la teta con todo el descaro sin que Verónica diera muestras de desagrado, como el río era bastante ancho aprovechó para masajearle la teta al punto que cuando llegaron a la orilla ya le había liberado la teta del sujetador, Albert la tomó de la cintura para besarla, a punto estaba cuando escucharon la vos de los amigos que los llamaban, Verónica se acomodó la teta y siguieron como si nada, al llegar al segundo río otra vez se volvió a repetir la escena, pero esta vez los amigos pudieron ver lo que Albert estaba haciendo ya que no se habían alejado tanto como la vez anterior, ninguno dijo nada pero ambos se volvieron a ver con cara de complicidad, el socio gordo les increpó diciendo que se apuraran, ya que no veía el momento para llegar a dar cuenta de las otras botellas de aguardiente que había traído, todos rieron de buena gana, de hecho Verónica hizo amago de correr mientras todos lo que veían era como se movía aquel culito, al llegar al tercer río el socio gordo se ofreció para pasar a Verónica pero Albert le dijo que no se preocupara, que él la había llevado y él también se encargaría de llevarla de vuelta, todos rieron, así que Albert la tomó en sus brazos, esta vez no le puso toda la mano en la teta, pero sus dedos le llegaban por debajo lo que hizo que se le saliera el pezón ya que el sujetador lo llevaba casi suelto, todos los hombres vieron aquella maravilla de teta, solamente Verónica no se había dado cuenta de lo que sucedía, cuando llegó a la orilla el sujetador casi se le caía y eran ya las dos tetas las que tenía afuera, al percatarse de ello Verónica se echó a reír, los hombres le dijeron que no se preocupara, que podía continuar sin sujetador, pero Verónica con todo y que se sentía totalmente desinhibida prefirió colocárselo de nuevo.
Cuando llegaron a la casa el socio gordo salió corriendo a tomar una botella de aguardiente, mientras tanto Albert y el anciano buscaron leña para avivar el fuego que ya casi se había extinguido, cuando la fogata tomaba nueva vida ya los cuatro se habían instalado a su alrededor, Verónica fue la primera en dar cuenta de la nueva botella, luego el socio gordo y luego fue dando vuelta hasta acabarse, por lo que apareció otra botella, para ese momento Albert ya no dejaba de verle las tetas a Verónica, quien a su vez no dejaba de notar como Albert tenía aquella verga totalmente empalmada, la situación se fue volviendo realmente descarada, ya que Albert por su erección y lo holgado de su pantaloncillo no podía disimular más la tremenda erección, para colmo al hacer un movimiento para doblar su pierna hizo que el tuvo de la pierna se le fuera hasta abajo, por lo que su pene saltó, todos vieron aquel tremendo tronco, sobre todo Verónica que no le perdía vista a la entrepierna.
Esta vez fue Albert el único que no se enteraba de que su pene estaba al aire, sin embargo nadie dijo nada, por una lado Verónica estaba como hipnotizada viéndole el falo a Albert, y por otro lado, los socios se estaban dando gusto de ver los pezones de Verónica que estaban a punto de salirse. Al final Albert se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, para ese momento ya los huevos le dolían de la presa de semen que tenían, así que sin miramientos le dijo a Verónica que se fuera a la habitación, que él no tardaría, Verónica no supo que contestar, aquel hombre que había conocido tan solo un día atrás le estaba diciendo, enfrente de otros dos que también eran unos perfectos desconocidos, que se fuera a la habitación a esperarlo como si se tratara de su amante, y lo que es peor, como si eso hubiera sido una orden y ella simplemente obedeció, ahí mismo se levantó, mientras veía como el socio gordo y el anciano la miraban con todo descaro y se relamían del gusto de verla, esta situación le gustó, por vez primera se sentía como si fuera la única hembra en todo el mundo, la más bella, la más deseada, en realidad, aquello era una fantasía que había tenido toda su vida, y ahí estaba ella, sola en una isla, con tres hombres que no conocía, sintiéndose la mujer más deseada de todo el mundo, como si se tratara de una ceremonia de iniciación se fue levantando, primero se estiró levantando sus bellos brazos hacia el cielo, luego dio una vuelta quedando de espalda hacia los hombres, quería que aquellos tres hombre vieran toda su hermosura, luego se sacudió la arena blanca que tenía pegada en sus nalgas, con el mayor descaro se hizo a un lado la parte derecha del bikini y se terminó de sacudir la arena que le quedaba de ese lado, luego se lo acomodó para continuar con el lado izquierdo, luego de que hizo la misma operación se llevó los dedos al frente del bikini, y como si estuviera sola en la bañera se lo haló hacia delante haciendo que el bikini se enterrara en la raja de la vajina, los labios de su vagina quedaron a la vista de los tres, sin el menor pudor se sacudió la arena y acto seguido se fue hacia la casa, entró a la habitación dejando la puerta abierta de par en par yendo directo hacia la cama, ésta estaba al lado de una gran ventana desde donde se podía oír la riza y comentarios jocosos que hacían los tipos, se deshizo del bikini y sin si más se tendió en la cama, no habían pasado más de treinta segundos cuando escuchó unos pasos, desde su posición veía el umbral de la puerta, no se inmutó, esperaba a un hombre, no importaba ya quien fuera, sólo quería tener a un hombre entre sus piernas. Albert no se hizo de esperar, al ver a Verónica tendida en la cama se quitó el pantaloncillo, su verga saltó, era realmente descomunal, primero caminó alrededor de la cama, quería que Verónica lo viera desnudo, sabía que tenía una tranca de concurso y quería exhibirla frente a aquella hembra, Verónica no pudo seguir aguantando, lo tomó de la cintura e inmediatamente empezó a mamarle la tranca, la verga le llegaba hasta la campanilla, sentía como se distendía su garganta, en ese momento era una verdadera puta, no le importaba que la puerta estuviera abierta de para en par, que hubieran otros dos hombres escuchando como le mamaba la verga a su amigo.
Albert dejó que le mamara la verga por un rato, luego la tomó de la cintura y dándole vuelta la levantó en vilo haciendo que continuara mamando mientras él estando en pie le pegaba una mamada a aquella bella concha. Verónica tenía la chucha totalmente depilada, así que se veía perfectamente aquel clítoris totalmente rosadito, sabía a gloria, la lengua se la hundía tanto en el vajina como en el culo al que también escupía para luego meterle la lengua sin miramientos, sujetándola con un solo brazo aprovechó para empezar a prepararle el culo a aquella mujer, primero le metió uno de sus enormes dedos, luego le fue introduciendo dos y tres hasta que pudo ver que tenía el esfínter totalmente dilatado, Verónica no lo podía creer, se encontraba de cabeza mamándole la verga a aquel negro, sus rodillas las tenía encima de los hombros de Albert, se daba cuenta perfectamente de que la estaba sodomisando, su esposo jamás la había clavado por el culo, y sin embargo, aquel negro se estaba dando lujo jugar con su agujero en la primera oportunidad, Albert la volvió a colocar en la cama, la puso boca abajo y sin miramientos empezó a taladrarle el culo con su tremendo leño, Verónica sintió un poco de dolor con la entrada de la cabeza, pero poco a poco se fue relajando hasta sobreponerse para luego pasar a sentir sólo placer y lujuria, cuando Albert sintió que el culo se había adaptado a su riel, empezó a bombear con rapidez, era como una bestia dándole por el culo a su hembra, la cama empezó a traquear y su respaldar a pegar fuertes golpes contra la pared, desde afuera los socios podía escuchar aquel escándalo, si no era el traquetear de la cama era el golpe de ésta contra la pared, y si no, los gemidos de Verónica por el goce de aquella tremenda verga, como era de esperar, tanto el viejo como el gordo se fueron empalmando, el primero en levantarse fue el viejo, quien se deshizo de las pocas prendas que llevaba y de una vez empezó a manosearse la verga, la cual era tan grande como de la Albert, el gordo hizo lo mismo, su tronco no era tan grande, pero si era igual de grueso, sin mediar palabra ambos tomaron rumbo hacia la casa.
Mientras tanto Albert ya había hecho que Verónica tuviera dos orgasmos, le metía la verga tres o cuatro veces seguidas para luego sacarla y así poder ver aquel culo totalmente expuesto, de vez en cuando le metía cuatro dedos y luego continuaba con su verga, Verónica con su hombro y cara pegada a la almohada sostenía las embestidas mientras con sus manos se agarraba las nalgas para así poder abrirse más el culo, Albert sintió la pasada de un breve calambre, sabía que estaba a punto de regarse, así que decidió cambiar de postura para pasar a bombearle la concha de Verónica, el tronco se lo fue metiendo poco a poco hasta que sintió que la cabeza tocaba fondo, le había hundido más de la mitad de la verga, desde su posición Verónica miraba aquél tremendo falo como le entraba y pegaba con el fondo de sus entrañas, jamás se había imaginado que una verga de ese calibre pudiera acomodarse dentro de su cuerpo. Mientras tanto Albert seguía extasiado viendo aquel culo totalmente dilatado, tomó la mano derecha de Verónica y se la dirigió al hoyo, Verónica pudo introducir su mano entera y así continuar estimulando su clítoris desde esa posición, su puño entero le cabía, sentía las paredes de su propio ano, todo aquello era una explosión de sensaciones nuevas, sus orgasmos no se hicieron esperar como tampoco el de Albert.
Cuando Albert sacó la verga un chorro de semen se deslizó por las piernas de Verónica, Albert la puso de espaldas y sin más se dispuso a hacer un sesenta y nueve, Verónica limpió todo el semen del tronco de Albert mientras éste le mamaba la concha y le esparcía el semen por las piernas, luego fue Albert quien se acostó de espaldas animando a Verónica para que se sentara en su tronco, ésta no se hizo de rogar, aunque el tronco de Albert estaba un poco flojo no por eso dejaba de sentir placer de tenerlo en sus entrañas, así que continuo cogiendo mientras Albert veía como se movían aquel par de tetas frente a su cara, estaban en esa posición cuando sintieron que algo se estaba subiendo a la cama, Verónica fue la primera en percatarse, era el viejo que sin más la había tomado de la cintura y de una sola vez le ensartó toda la verga en el culo, Verónica solamente acertó a pegar un grito de dolor ya que no se había preparado para tolerar a dos vergas de ese calibre a la vez, sin embargo después de unas cuatro o cinco envestidas el culo supo acomodarse y lo empezó a disfrutar, en ese momento fue cuando sintió que por sus labios rosaban otra verga, era el gordo que le estaba restregando la verga por todo el rostro, sin más Verónica abrió su boca y se tragó toda aquella tremenda verga, podía sentir como la verga de Albert se había vuelto a empalmar, los tres hombres le estaban dando con todo, a Verónica lo único que le interesaba en ese momento, es que ninguna de las vergas se le fuera a escapar, el primero en venirse fue el gordo, soltó sendos chorros en la boca de Verónica, y esta para su asombro, tragó hasta la última gota que salía de esa verga, cosa que hasta ese momento le había parecido siempre repugnante, sin embargo en esa ocasión, a pesar de que le estaba mamando la verga a un tipo feo y de que su verga olía a orina, eso no le importaba, sentía aquello delicioso, el viejo no se hizo esperar, pero al igual que su amigo prefirió la boca de Verónica como recipiente, así que sacó su verga e inmediatamente la introdujo en aquella bella boca, Verónica esta vez sintió un leve olor a mierda y orina, pero sabía que la mierda era la de ella misma, de todas formas eso tampoco era un asunto que le importara en ese momento, como antes se tragó todo el semen, mientras tanto Albert volvió a regarse en las entrañas de Verónica.
Por un momento sólo se escuchaba la transpiración de las cuatro personas en la habitación, nadie cambió de posición, Verónica continuaba engullendo el semen del viejo mientras el gordo le rosaba la verga por toda la cara y Albert continuaba con alguno que otro espasmo.
Después de unos minutos fue el gordo el primero en alejarse, tenía sed así que se fue a la cocina en busca de agua, el viejo tomó una de las tetas de Verónica quien soltó un suspiro de gozo y Albert al fin se quedó quieto. Ven con migo, le dijo el viejo a Verónica, ésta le siguió hasta donde estaba la fogata, ahí el viejo tomó una botella de aguardiente y sin miramientos hizo que Verónica se tomara un buen trago para luego hacer lo mismo. Para ese momento Verónica ya estaba totalmente ebria, le dijo al viejo que quería hacer pis, el viejo le dijo que lo hiciera en su cara, al principio Verónica creyó que era un juego, pero el viejo la hizo sentar en la arena a la vez que le abría totalmente las piernas, inmediatamente metió la lengua en la chucha, vamos dijo el viejo, dame esos orines, Verónica no se hizo de esperar, lanzó en tremendo chorro de orín del cual buena parte dio cuenta el viejo, el resto lo recogió con ambas manos para luego hacerlo esparcido por el cuerpo de Verónica, aquel calor y el olor a miados la excito, se sentía que era una verdadera cerda, estaba en eso cuando escuchó la vos del gordo, mira, los miados le gustan a la putita, sin aviso tomó su verga y la dirigió a la cara de Verónica quien se preparó para recibir la meada del gordo, esta no tardó mucho, el chorro fue a dar directamente a la cara, el viejo también tomó bríos e hizo lo mismo, Verónica no supo por que, pero abrió la boca y empezó a tragar orina de aquel par de negros, la que no lograba tragar se la esparcía por su hermoso cuerpo, para cuando los dos negros terminaron de orinar Verónica ya estaba totalmente cubierta de miados, aquello excitó al par de negros y sin más empezaron a mamarle la chucha a la vez que le metían cada uno un dedo por el culo, la orgía continuó, esta vez era el viejo quien le daba por la chucha mientras el gordo la clavaba por el culo, al cabo de una media hora los tres se vinieron casi al unísono. Al terminar los tres se dirigieron al mar, todos estaban además de ebrios totalmente cubiertos de arena y orina, así que tomaron un buen baño juntos.
Cuando regresaron al chalet ya Albert les estaba esperando con la verga empalmada, Verónica se sentía ya extenuada, además de que el agua había hecho que se le bajara un poco la borrachera, pero eso no le importó a Albert, simplemente la tomó de la cara e hizo que se la mamara mientras sus otros dos amigos los veían, estaba a punto Albert de cambiar de posición para darle por el culo de nuevo, cuando el viejo dijo que a la putita le gustaba tragar orina por lo que Albert la tomó del brazo y se la llevó a la bañera, ahí la hizo poner su cara frente a la verga con la boca abierta para inmediatamente empezar a orinar en esa hermosa boca. Verónica se tragó absolutamente toda la orina, no desperdició ni una sola gota, aquella situación de sentirse totalmente sodomizada no hacía más que excitarla más y más, sin pensarlo empezó a chuparle el culo a Albert, luego le metió un dedo, luego dos y así continuó hasta que pudo meterle toda la mano, mientras eso hacía tomaba la verga y lo masturbaba, la reacción de Albert no se hizo esperar, el semen fue a dar abundantemente a la cara de Verónica.
Para cuando el sol salió ya Verónica sabía lo que es sentir en sus entrañas la mano de cada uno de esos tres negros recién conocidos, al igual que cada uno de ellos también sabía la que era sentir la mano de Verónica en el culo: al igual que cada uno se había encargado de sodomizarla a su manera, Verónica también se había dado el gusto de hacer lo mismo con cada uno, les había mordido y pateado los huevos, lamido el culo, metido las manos hasta tocar las entrañas, se les había orinado en la cara de cada uno, los había puesto a culiarse entre ellos mismos, a mamarse haciéndose un sesenta y nueve mientras los miraba, les había metido pepinos por el culo y había hecho que cada uno se comiera el pepino con el que había sodomizado a su amigo; en fin, cuando el sol salió se pudo ver en la habitación los resultados de la noche de desenfreno, habían tres hombre y una mujer totalmente desnudos en medio de un fuerte olor a semen, orina y mierda.
De regreso a la oficina Verónica recomendó aquel sitio como un paraíso, la empresa construyó una cadena de hoteles, en cada uno el platillo principal es el camarón. Verónica regresa a esa isla una vez al año, ella siempre viene sola sin que nadie haya podido descubrir donde pasa la semana, sólo se sabe que Albert y otros dos negros la recogen en el aeropuerto, y que siete días después esos mismos negros la vuelven a llevar para que tome su vuelo de regreso.