Orgía con punkita
Luego de llevar a Carla a casa de mi tía decido regresar a la fiesta punk. donde me consigo envuelto en una orgía de como 30 tipos contra una punkita de 17 años.
Orgía con punkita
Después de pensarlo unos instantes decidí regresar a la fiesta de los punks. Las residencias no estaban lejos, así es que esperaba que aún se encontrara allí la amiguita de mi prima Sarita y tener un segundo asalto sexual. A sus diecisiete años Sara tiraba muy bien, y bajo los efectos de las drogas y del alcohol como estaba, no sería nada difícil follármela nuevamente. El problema sería conseguirla desocupada, a estas horas ya algún avispado debió haberse percatado de lo fácil que es la chica.
Llegué a las residencias y subí hasta el octavo piso. El portero del apartamento me reconoció y me dejó pasar, no habían muchos treintones vestidos de rockeros en la fiesta. Al entrar noté que había menos gente, aunque la banda continuaba allí tocando.
Le pregunté a un tipo que tenía piercings en toda la cara por Sara. No sabía quien era. Se la describí. "Haaa, la putilla" dijo. Al parecer mis temores eran ciertos, ya Sara había delatado su estado de cachondes. El sujeto me indicó que entrara a "la cuevita". Me salí del salón y caminé por un pequeño pasillo que llevaba a los baños, antes de llegar a la puerta tenía que cruzar a la derecha. Así lo hice, y me tope con un punk mal encarado recostado a otra puerta. Pregunté que si era "la cuevita". El punk me dio la tarifa. Sino pagaba no entraba. Pagué.
La cuevita no era otra cosa que una habitación amplia y oscura, en los bordes y esquinas quiero decir, porque del techo colgaban dos reflectores potentes que proyectaban un cono de luz blanca hasta abajo. Dicho cono se perdía entre una muchedumbre de punks de todos los tamaños y colores, que hacían un círculo alrededor de algo. Canciones de Rammstein sonaban de fondo (estos no son punks nada). Como pude me abrí paso entre los tipos. Fue entonces cuando me llevé otra sorpresa más.
De rodillas y desnuda sobre una colchoneta, Sarita, la bella adolescente amiga de mi prima, chupaba la polla de un punk que permanecía de pie sujetándola por las orejas. Otros dos sujetos parados a cada lado, eran masturbados insistentemente por las manos expertas de la chica. Un cuarto punk, más viejo de todos, con chiva y cicatrices, sostenía una cadena que llegaba hasta el collar de perro que le habían colocado a Sara en el cuello. Por un momento no supe que hacer. Lo que si sabía es que me había sobrevenido una erección al ver aquello. Fue en ese momento que me di cuenta que todos los que estaban allí mirando, uno veinte o treinta tipos, se estaban masajeando sus respectivos penes.
El punk veterano daba jalones a la cadena cada cierto tiempo, separándola de las pollas que controlaba en ese momento. Esta acción indicaba que los tres tipos debían quitarse porque le tocaba el turno a otro trío. Así pues, vi como Sarita le chupo las vergas y masturbó a tres, seis, nueve, doce, quince tipos. Algunos se corrían en sus manos, a la mayoría no les daba tiempo de terminar. De los que pude ver uno solo terminó en su boca. A empujones me metí en improvisada cola. Cuando por fin me tocó no pude agarrar el puesto de la boca por la empujadera que se armaba, pero me agarró el miembro con la mano derecha, la misma con la que me había masturbado horas atrás.
Sara estaba muy ocupada en lo suyo, por lo rara vez volteaba a ver los rostros de sus amantes. Así que le tomé la mano y la hice apretarme con fuerza la paloma. Ella me miró sin soltar de sus labios la polla que estaba mamando. Sonrió levemente hasta donde el miembro se lo permitió, y me guiñó el ojo. Me masturbó con más fuerza. Estaba comenzando a tomarle gusto cuando el viejo la jaló. Sin tiempo de nada fui sacado por los que venían atrás. Tres nuevas pollas para la chica.
Estuve apunto de terminar de pajearme, porque había quedado con unas ganas inmensas de acabar, y sinceramente era un lío meterse en esa cola de punks cachondos. Estaba dándome durísimo cuando ví que algo cambió. Me acerqué y pude observar como a Sara le colocaban unos brazaletes de acero en las muñecas y en los tobillos. A su vez estos brazaletes fueron encadenados al piso. De manera que Sara quedó acostada boca arriba sobre la colchoneta, con los brazos y piernas totalmente estirados y abiertos, sus tetas y sexo quedaron totalmente expuestos.
El primero en montarse fue el punk veterano que la jalaba por la cadena y que al parecer era el líder del show. Le escupió el coño dos veces mientras se lubricaba el miembro. Se apoyó en sus tetas y de un solo empujón se la metió toda. Ella gritó. El tipo arremetía impasible y no le soltaba las tetas. La pajeadera de todos los que estaban allí era impresionante, algunos vociferaban insultos, la llamaban perra, puta, otros pedían que la partiera en dos, que la preñara, otros solo se masturbaban. En un momento el tipo aceleró tanto que fue evidente que estaba acabando dentro. Sara gritó de los embates violentos que este le dio. El punk se salió, se puso en pie y dio una señal.
Todos querían ser los siguientes, por lo que se armó una trifulca en un primer momento, empujones, patadas y coñazos, hasta que un avispado logró ponerse encima y la penetró de un envión. Otro grito. El tipo la cacheteo, con una mano se agarró a la cadera y con la otra a una de las tetas, y comenzó a taladrarla bárbaramente. No tardó mucho en llegar al final. Sacó la paloma en el momento final, un chorro de esperma cayó dibujando una línea imperfecta desde la vagina hasta sus senos.
El punk se quitó. Otra golpiza. Otro afortunado se ubicó y la ensartó. Este se sujetaba solo de las caderas y le daba rapidísimo. Mientras tanto algunos chorros de semen caían sobre Sara, departe de aquellos que no aguantaban y se corrían. El tipo termino en un dos por tres y le eyaculó adentro. Casi lo quitaron a jalones. Un punk fornido y moreno con un mohicano tomo el turno. Tenía la verga grande y gruesa. Sarita pudo ver lo que le venía. Por primera vez pidió que la soltaran, hasta ahora solo había gozado la orgía. El punk líder le dio dos cachetadas para que se callara y le hizo señas al que tenía al lado para que le metiera la paloma en la boca. El sujeto no espero dos pedidas y se colocó de cuclillas sobre el rostro de la chica, obligándola a darle una mamada. Mientras tanto el grandote apartó los labios vaginales con sus pulgares y comenzó a meterle su tranca.
Sara chillaba, pero sus gritos eran ahogados por la verga que tenía en la boca. Cuando por fin el grande estuvo totalmente adentro, pude ver como las lagrimas mezcladas con rimel negro descendían por las mejillas de la adolescente. Tuvo que apretar porque el tipo comenzó el mete y saca, durísimo y rápido como todos.
El de la mamada no aguantó y se pajeo sobre su cara, ensuciándola con sus leches. El grande alcanzó también su orgasmo, lo saco rápidamente y le terminó en las tetas y en la cara.
Cuatro o cinco tipos más le dieron por el chocho, entre chillidos, bofetadas, mamadas, insultos, escupidas, pellizcos y mordiscos. Cuando pensé que iba a poder tomar mi turno algo volvió a cambiar. Por ordenes del punk veterano Sara fue desencadenada. Un sujeto quitó la colchoneta y otro arrastró hasta el medio de la habitación un pequeño sofá de dos personas. El veterano me dio un empujón que me sentó en el sofá. Luego obligaron a Sara a montarse sobre mi verga. Yo se la acomodé y ella sola, con las rodillas a los lados de mis costillas se dejó caer, penetrándose.
En ese momento pude detallarla, estaba llena de moretones y mordiscos por todos lados, y ríos de semen le corrían por el cuerpo. Con la mirada casi le pregunté si estaba bien. Su respuesta fue la risita estúpida que me había brindado horas antes cuando fornicamos en la sala. Entonces supe que los estaba disfrutando.
Sara se agarró con fuerza a mis hombros y comenzó a subir y bajar las caderas con fuerza. Estaba disfrutando aquello cuando el punk veterano paró la acción. De pie, se colocó detrás de ella y la empujo hasta que Sara pegó su cuerpo totalmente del mío, de manera que sus nalgas quedaron más levantadas y expuestas. Dos escupitazos más, esta vez en el culo. El punketo empujó su miembro con fuerza. Esta vez el grito de Sara debió escucharse fuera de la habitación. Le habían roto el culo. El punk empujó nuevamente, una, dos, tres veces, hasta que por fin se la metió toda.
Terminado el sollozo de la chica. Comenzó el folleteo fuerte. Yo casi no me movía y la penetración no era muy marcada, ya que el ritmo lo llevaba el que estaba atrás de Sara. Ella me miraba a la cara con los ojos llenos de lágrimas, pero sonriendo. Alguien le apartó el rostro hacia un lado para meterle su tranca en la boca. Supe que el punketo líder terminó porque se salió y le dio dos nalgadas durísimas. Otro tomó su lugar.
Varios tipos se dieron gusto con el culo y la boca de Sara. Yo aguantaba porque como dije, aunque la tenía bien penetrada no podía moverme a gusto, además de que todos estaban pendientes de darle por las nalgas. De momentos sentía el chocho de Sara arder y líquidos empaparme más el miembro y las manos, le conté unos tres orgasmos.
Cuando el último tipo se bajó de su espalda y le terminó en los glúteos. Sara se repuso y comenzó a moverse con fuerza, como a manera de premiarme por haber estado allí tanto tiempo. El sube y baja violentísimo, rápido, furioso, el choque constante y sonoro de sus nalgas contra mis bolas, su culo lleno de semen salpicando, el plas plas fue demasiado. Me abandoné a un profundo orgasmo que alcanzamos mutuamente. Le inundé más de lo que ya estaba. Sara, agotada, se desplomó sobre mi.
Hubo unos instantes de silencio en la que permanecimos fusionados, quietos, en paz.
De pronto la música de Rammstein volvió a sonar durísimo. Entre cuatro tipos la agarraron y me la quitaron de encima. El grandote la cargó, él de pie y ella totalmente en el aire, él colocó sus brazos bajo las piernas de ella y la tomó por las caderas, ella se agarró al cuello y no tuvo más remedio que aceptar la embestida brutal. Otro grito. Un segundo punk se colocó por atrás y sin esfuerzo le penetró el culo mientras le separaba las nalgas. Así, entre los dos le daban y le daban, mientras eran rodeados por los que querían repetir, vergas en mano.
Yo me levanté, me subí los pantalones y me salí de esa habitación que apestaba a sexo, a culo, a semen, a monte, a whisky, a todo. Dejé a Sara en esa orgía interminable.
Mientras caminaba a casa pensaba en lo que me hubiese perdido sino decido regresar a ese apartamento. Tendría que, de ahora en adelante, estar pendiente de las siguientes fiestas.