Orgia con la compañera de trabajo de mi esposa

Fuimos a ver un concierto y acabamos follando cada uno con otra persona

Mi nombre es Javier y mi mujer se llama Elena, ya hemos escrito varios relatos sobre sucesos que hemos vivido, aun así volveré a describirnos, los dos tenemos 37 años, llevamos más de 15 años juntos, mi mujer mide 1.61, es delgada, sus pechos son pequeños y su culo es firme y digno de mirar, tiene el pelo moreno y  ojos marrones, yo también soy delgado, mi pelo es moreno y mis ojos son verdes, mido 1.76.

Mi mujer tiene una compañera de trabajo con la que está las ocho horas del curro codo a codo, ellas se llevan muy bien y después de más de cuatro años, son además de compañeras amigas, incluso  suelen quedar  para tomar algo por las tardes.

Os pongo al tanto, yo he coincidido dos veces con ella, Raquel es una chica de pelo moreno a media melena, piel blanca, de mi estatura, tiene unos pechos grandes pero no exagerados, al igual que su culo que es un poco relleno pero tampoco excesivamente, es de constitución fuerte, su cara es de niña buena, pero sus casi cuarenta años se reflejan en su rostro, tiene una hija de 11 años.

Mario, su marido, canta en una banda de rock versionando canciones famosas, suele hacer algún concierto en bares o eventos muy de vez en cuando, simplemente como diversión, Raquel ya le había comentado alguna vez a Elena, pero nunca habíamos asistido, yo ni lo conocía ni había coincidido con él nunca.

El sábado daba un ¨concierto¨ en un bar  del pueblo donde viven y Raquel le comentó  a Elena que si le apetecía, fuéramos  a verlo, aunque no somos mucho de ese estilo de música, por compromiso decidimos asistir.

Aparcamos el coche frente a la casa donde vive Raquel, que está a unos cuatrocientos metros del bar donde cantaba Mario, eran casi las once aunque el concierto empezaba a las diez,  según nos íbamos acercando, veíamos a mucha gente fuera del bar, entramos, estaba lleno, si es verdad que era un bar pequeño, para unas 60 personas, pero sin exagerar podría decir que entre los de dentro y los de fuera habría más de cien personas, y nosotros que pensábamos que iban a estar cuatro gatos.

Nada más abrir la puerta, la música retumbaba, la gente apelotonada, y se podía ver a tres tíos  tocando encima de un mini escenario.

Un cantante, un guitarrista y un batería, ese era el grupo, todos con peluca brillante y separados del público por una cuerda, como unas auténticas estrellas del rock, jejeje

Elena miraba entre la gente a ver si veía a Raquel, yo me quedé en un hueco que había mientras mi mujer intentaba avanzar, de repente apareció Raquel y se fundieron en un abrazo y gritando como si fueran quinceañeras que no se veían desde hace años.

Vinieron hacia mí, me presentó a Raquel y me dio dos besos,  estuvo hablando con nosotros un rato y nos dio unos cuantos tickets para  que los cambiásemos por consumiciones,

-            ahora enseguida vengo-  nos dijo antes de marcharse.

Al poco rato, volvió con nosotros, cogió a Elena y se marcharon a saludar a unos compañeros del curro que también habían ido a ver a su marido,

-            ahora volvemos-  dijo Elena mientras se marchaban.

Conseguí hacerme un hueco en la barra y allí pasé el tiempo, solo y aburrido, entre cerveza y cerveza, hasta que al cabo de bastante tiempo  de nuevo llegaron las dos riendo.

Estuvimos viendo desde allí el concierto, tanto Elena como Raquel estaban disfrutando, mientras yo no dejaba de mirar el reloj esperando a que acabase.

Eran las dos menos cuarto, las luces se encendieron y el concierto se dio por finalizado, la gente se fue marchando, ya quedaba poca gente dentro del bar, Raquel llamó a su marido para que se acercara.

Un hombre corpulento aunque más bajo que yo, con peluca plateada, unos pantalones dos tallas menos y una barriga hermosa venía hacia nosotros, cuando llegó nos presentó, yo no le conocía más que de nombre.

-           Encantado ¿Os ha gustado el concierto?- preguntó

-           Sí, ha estado muy bien- contestó Elena

-           Muchas gracias por venir- dijo  Mario

-           Voy a recoger y ahora estamos, un placer conocerte- volvió a comentar el cantante

Estuvimos ayudando (yo con unas ganas tremendas de marcharme de allí) un poco a Raquel a recoger varias cosas, ya no quedaba casi nadie,  se bajó la verja del bar,  detrás de la barra quedaban las dos camareras y el dueño del bar, mientras los tres músicos, una chica que después descubrí que era la mujer del guitarrista, Raquel, Elena y yo recogíamos o más bien amontonábamos los trastos del concierto en una de las esquinas del local.

Por fin nos íbamos, ya era suficiente

-           Cuando acaban siempre vamos a casa de alguno de nosotros a tomar unas cervezas, si os animáis, vamos a ir a mi casa - nos dijo Raquel

-           Tenemos allí el coche, así que un rato mas no me importa estar – contestó Elena

Lancé una mirada asesina a mi mujer, yo quería irme a casa, pero al final se salió con la suya.

Caminamos hacia su casa, Mario, izan y Loren iban por delante, yo un poco más rezagado y un poco más atrás iban las tres chicas hablando y hablando.

Llegamos a su casa, fuimos a la lonja de al lado donde tienen una especie de bodega pequeña, hacía frio, Mario metió unos maderos a la chimenea, estaba chula, todo rustico, una mesa con bancos todo de madera, una mesita cerca de la chimenea y unos sillones que la rodeaban, unas escaleras que subían hasta una especie de altillo, aunque desde abajo solo veíamos una barandilla, una puerta doble abierta en la pared separaba la otra parte donde había unas escaleras que bajaban a una pequeña bodega donde almacenaban botellas.

La chimenea estaba haciendo efecto, el local se calentó enseguida, nos sentamos todos en la mesa, mientras Mario y Raquel sacaban unos cuantos botellines del frigorífico.

Nos presentaron a Lorenzo, un chico de nuestra edad,  yo creo que rondaría el 1.90, un poco menos quizás, con unas espaldas grandes y una barriga descomunal, no pasaba hambre, eso estaba claro, a izan, un hombre que rondaría los cuarenta y muchos, de complexión fuerte, pero no gordo, era un poco más alto que yo y a su mujer Simona, que era rumana, de pelo moreno y rizado, algún año más joven que él, pero con una buena figura, sus tetas eran como las de Raquel y su culo embotado en unos pantalones de cuero negro tenía una pinta maravillosa.

Se pusieron a hablar del concierto, de la gente que había habido, que todo salió bien, del buen ambiente que hubo, etc., mientras los botellines seguían vaciándose, ellos tres, Raquel y Simona, los devoraban, Elena iba mucho más despacio y yo todavía seguía con la primera con la esperanza de poder marcharnos pronto.

Paso el tiempo, izan y Simona se despidieron de nosotros y se marcharon.

Aprovechando que se marchaban, le dije a Elena de irnos nosotros también, pero me dijo que aguantásemos un poco más y después nos íbamos.

Nos sentamos en los sillones, Loren en uno de los dos sillones individuales que había, Mario y Raquel en el de tres plazas y mi mujer y yo en el de dos plazas, seguían conversando y riéndose, yo la verdad no estaba mal, pero algo incómodo, deseaba irme cuanto antes.

Yo no participaba mucho en las conversaciones, me dedicaba a observar, contemplaba como los botellines de cerveza iban acumulándose vacíos encima de la mesa, recién empezaba mi segundo botellín, Elena tenía uno abierto desde hacía tiempo y apenas ya bebía, pero Loren, Mario y Raquel parecían no tener fondo.

Loren se levantó con dificultades del sillón y tomo dirección del baño,  tras varios segundos Raquel se levantó también con ciertas dificultades del sofá, cogió una bolsa de basura y se puso a recoger la mesa, inmediatamente me levanté y me puse a ayudarle.

-           Voy al contenedor a tirar esto- dijo Raquel

-           Si vais los dos, yo le voy a enseñar a Elena la bodega- contestó Mario

Mario se incorporó a duras penas del sofá, le hizo un gesto con la mano a mi mujer, la cual se levantó  y se puso a su lado, nosotros nos fuimos hacia la calle mientras ellos caminaban hacia la puerta de la otra estancia.

No tardamos mucho en volver, cuando entramos, no había nadie en los sofás, Raquel fue al mueble, sacó varios pack de cervezas y se puso a meterlos en el frigorífico, yo me senté en mi sitio y ella cuando acabó hizo lo propio.

Aunque no muy fluida, empezamos a tener una conversación los dos, el tiempo pasaba y allí seguíamos los dos sólos, yo no decía nada pero me preguntaba dónde estaban los demás, seguíamos hablando, me pareció oír un pequeño ruido y me giré, Raquel seguía hablando y de repente se volvió al escuchar un gemido alto y claro, ambos nos quedamos en silencio, seguimos oyendo pequeños ruidos, parecían gemidos.

Ambos nos miramos con cara de circunstancias, ella se levantó del sofá, me cogió del brazo y fuimos hacia las puertas de la otra habitación, estábamos en la boca de las escaleras, el eco que producía nos aclaraba que los gemidos venían de abajo, con sigilo Raquel empezó a bajar una a una, con ciertas dificultades y yo la seguía.

Eran unas escaleras de piedra, estrechas y empinadas, bajamos unas cuantas cuando  ella se detuvo, yo me coloqué detrás, faltaban unas cinco escaleras para llegar al suelo de la bodega, allí nos encontramos con la imagen delante de nosotros, veíamos la espalda de Mario, más bien su culo, puesto que estaba de rodillas en el suelo con la cabeza entre las piernas de mi mujer, las cuales tenia apoyadas en su espalda con los pantalones y el tanga casi en los tobillos, no podía ver a Elena, pero no había otra posibilidad, además sus gemidos delataban que le estaba chupando el coño.

Loren permanecía de pie a su izquierda, tenía los pantalones en los pies y se estaba masturbando mientras les observaba.

Ni Raquel ni yo dijimos nada, estábamos los dos en shock, nuestras parejas estaban allí delante de esas maneras, y yo sinceramente no sabía qué hacer.

Seguíamos observando, aunque no se podía ver más que a Mario, este estaba claro que le estaba chupando el coño, mi mujer cada vez se movía más, pero yo no podía ver más que sus pies y sus gemelos,  seguro que se estaba tapando la boca porque en el tono de sus gemidos se notaba.

Cada vez su cuerpo se tambaleaba más y más, pude ver como agarraba del pelo a Mario y le apretaba hacia ella, no sé cuánto tiempo llevábamos allí, ella gemía cada vez más rápido, se intuía que intentaba no hacer mucho ruido, de repente vimos como apretaba con sus piernas la cabeza de Mario y con sus manos intentaba quitársela de encima, estaba claro que se estaba corriendo si no lo había hecho ya.

De repente Mario se movió, cogió con sus manos las piernas de mi mujer, para sacar su cabeza, Raquel se giró y empujando suavemente, me dijo con la mano que subiera, lo hicimos lo más despacio que pudimos para no hacer ruido.

Conseguimos llegar arriba de nuevo, los dos nos mirábamos, no decíamos nada, ella me cogió del brazo y sin decir nada me llevó hasta el altillo que había en la otra sala.

Un sofá, una tele y un montón de estanterías con juguetes, eso era lo que había allí, nos sentamos en el sofá, Raquel se quitó la camiseta quedando en sujetador, yo estaba atontado, se quitó el sujetador dejando al aire sus grandes tetas, ahí fue cuando sin poder evitarlo se me puso dura la polla, no podía dejar de mirar sus pezones, ni grandes ni pequeños, rosa oscuro, pero simplemente geniales.

Se abalanzó sobre mí y me besó, inconscientemente seguí con el beso, poco a poco fui subiendo mis manos hasta sus tetas, por fin las tenía entre mis dedos y me lancé a apretárselas como si no hubiera un mañana.

-           Fóllame- directo y al grano dijo Raquel.

Yo para entonces ya tenía uno de sus pezones metido en mi boca, comparadas con las de mi mujer no había color, esas tetazas me las iba a comer enteras.

En esas estábamos cuando oímos ruidos en la parte de abajo, paramos de golpe, Raquel se incorporó y echó un vistazo por encima de la barandilla, Elena, Mario y Loren estaban allí.

No sabía cómo reaccionar, me puse de pie, con mi erección marcada en mi pantalón, pero Raquel vino inmediatamente hacia mí, me empujó al sofá, se puso encima de mí y colocó de nuevo sus tetas en  mi cara, yo no lo dudé y volví a comenzar a lamérselas.

-           ¿Dónde están Raquel y Javi?- escuchamos preguntar a Elena

-           No sé, iban a tirar la basura- contestó Mario

-           Igual se han perdido, ya vendrán- siguió diciendo Mario con tono fuerte y poco claro

Nosotros seguíamos, intensos pero sin hacer ruido, entre lametada y lametada, nos besábamos con entusiasmo, mi cara estaba llena de la saliva que yo mismo iba dejando en los pechos de Raquel.

Ella se puso de pie, se quitó las zapatillas pisándoselas un pie con el otro, se soltó el pantalón ajustado que llevaba, apenas me dio tiempo a ver su tanga negro, enseguida se lo bajó dejándolo caer al suelo, mostrándome su coño peludo, bastante más que el de mi mujer desde luego.

Me levantó, me fue desvistiendo rápidamente, hasta que me dejó desnudo totalmente, comenzamos de nuevo a besarnos, mi polla dura como una piedra, rozaba contra sus muslos y su coño, sus manos apretaban mi culo y yo hacía lo mismo.

Me tumbé en el suelo, encima de la alfombra, aun así se notaba que el suelo estaba frio,  ella se sentó encima, con su mano fue introduciendo mi pene en su estrecho coño, húmedo eso sí, y una vez dentro, empezó suavemente a saltar sobre mí.

Estaba follando con la compañera de trabajo de Elena mientras oíamos de fondo sus voces, suavemente subía y bajaba, yo no dejaba de mirar como sus tetas botaban y botaban delante de mí, estaba cachondo.

-           Aquí tienes dos pollas – oímos de repente

Paramos de inmediato, estábamos quietos, seguimos escuchándoles, ella se levantó de encima mío, yo con mi polla llena de jugos y tiesa, me incorporé también, los dos nos pusimos de cuclillas mirando por encima de la barandilla.

La imagen valía por sí sola, Elena estaba sentada en el sofá chupándole la polla a los dos, mis ojos se abrieron como platos, como en una película porno, mi mujer estaba chupándole las pollas mientras les masturbaba, indistintamente una y la otra.

Si bien es cierto que Mario no tenía una polla grande, más bien normalita, Loren era todo lo contrario, no era excesivamente larga pero era gordísima, pero a mi mujer parecía darle igual, ella se la chupaba a uno y al otro indistintamente.

Su lengua recorría la polla de Mario de arriba abajo, con su mano sobándole los huevos, a la vez que con la otra mano subía y bajaba la polla de Lorenzo, se metió la polla en la boca y se la comía lentamente, sin previo aviso cambió de polla, pasó a chupar el gordo pene de Loren,  su lengua recorría la punta en círculos,  él agarró su miembro y lo golpeaba contra la cara y la lengua de Elena.

Yo no podía dejar de mirar, mi polla seguía tiesa como un palo, me gire y le dije a Raquel en voz baja que me hiciera lo mismo, ella sin rechistar, cogió mi polla con la mano y agachándose empezó a mamármela.

Lo hacía bien, no como mi mujer, pero el morbo de lo que estaba viendo superaba con creces el placer que me estaba dando.

Elena chupaba y chupaba, mientras ambos le habían metido la mano por  el cuello de la camiseta y le sobaban sus tetas apretándolas sin parar.

-           Me voy a correr- balbuceó Lorenzo

Elena apartó la polla de Mario, le metió unos cuantos lametones a la polla de Lorenzo de arriba abajo y se la introdujo en la boca, de verdad que era gordísima, se veía que le costaba, pero ella seguía trabajándosela.

No duró mucho Lorenzo, se oyó un fuerte grito, su polla estaba dentro de la boca de mi mujer, él se estaba corriendo, sus gritos y su cuerpo le delataban, hasta que por fin se retiró, sentándose directamente en el sofá casi desfallecido.

Elena se levantó, yo no puede ver donde iba, pero me imagino que fue al fregadero que había debajo de nosotros a escupir la lefada que había en su boca, el sonido del agua del grifo cayendo me hizo pensar que fue así.

Raquel mientras seguía chupándomela, su cabeza subía y bajaba, yo estaba que no podía más, así que le separé de mi polla, no quería correrme todavía pero no iba a aguantar mucho más.

Ella se incorporó de nuevo, y se colocó para ver lo que estaba pasando, Elena volvió hacia el sofá, Mario la cogió por la cintura, y caminó con ella hacia la mesa de madera, Elena se sentó sobre ella, para después tumbarse, Mario llevaba los pantalones y los calzoncillos por los tobillos, bajó los pantalones de Elena, le quitó solo la parte de la pierna izquierda, su cuerpo nos tapaba, pero mi imaginación por sus gestos, era que le estaba apartando el tanga y le había metido la polla.

Sus movimientos, dejaban claro que se la estaba follando, pero desde nuestra posición no podíamos verlo, solo intuirlo, su ritmo era lento, para en segundos pasar a metérsela y sacársela con más celeridad.

Raquel se puso de pie, fóllame, volvió a decirme, apoyo sus manos en la barandilla, agacho su cuerpo, abrió las piernas dejándome ver su peludo coño, le metí mi polla sin ningún problema y comencé a darle con delicadeza, mientras no quitaba ojo a mi mujer.

Mientras la penetraba, mis manos sujetaban su cintura, su culo era grande, me gustan firmes y delgados, me encanta el de mi mujer, pero en ese momento me daba igual, se me encendió la bombilla, me acerqué al oído de Raquel y le pregunté si podía darle por el culo.

Ella se giró hacia mí con una sonrisa pícara, no contestó, pero sus manos cogieron su culo y lo abrieron, dándome la señal de aceptación.

No perdí ni un segundo, le puse la punta de mi polla en el agujero del culo, apreté, pero se resbalaba, estaba llena de jugos y no conseguía metérsela, lo intenté varias veces pero pasaba lo mismo.

No iba a perder la oportunidad así que tras varios intentos más y con ayuda de Raquel por fin lo conseguí, tenía mi polla dentro de su enorme culo, pero el placer era el mismo o más que cuando le doy a mi esposa por detrás.

Empecé a follarselo, con delicadeza, poco a poco, su respiración aumentaba, ya no miraba a mi mujer si no solo al culo de su compañera.

Sentía la presión de su agujero, mis manos apretaban sus nalgas, notaba como Raquel apretaba de vez en cuando su culo presionando mi polla más aún y dándome más placer si cabe.

Mis embestidas eran cada vez más rápidas, por abajo empezaron a oírse pequeños gemidos de mi mujer, Mario seguía dándole, pero de repente, paró, se giró hacia Lorenzo y le dijo que se iban a la bodega por si venia su mujer y yo.

Mi mujer se bajó de la mesa con la parte del pantalón quitada sosteniéndola en la mano, su tanga torcido dejaba ver su coño, los tres abandonaron la sala.

No me importó lo más mínimo, al contrario, casi lo agradecí, deje dar rienda suelta a mi excitación, comencé a follarle el culo con fuerza a Raquel, parecía que la iba a tirar por la barandilla.

Mi cuerpo chocaba con su culo, el plof, plof, cada vez sonaba con más fuerza, me hubiera gustado seguir follándomela durante una hora más, pero notaba como mis huevos estaban a punto de explotar.

Cogí sus tetas con mis manos, sus pezones estaban duros,  los pellizcaba con mis dedos, se las apretaba fuertemente, jugaba con ellas, que placer sobar esas tetas a la vez que le follaba el culo brutalmente, para entonces, los gemidos de Raquel sonaba sin parar, aunque ella intentaba reprimirlos apoyando su boca en su brazo.

No daba más de mí, mi polla empezó a soltar semen sin parar dentro de su culo, perdía fuerza, pero las ganas de seguir follándoselo hacían que siguiera un poco más y más, hasta que ya quedé exhausto.

Cuando le saque mi polla, veía como mi lefa le caía por el agujero del culo y el resto brillaba en mi polla.

Los dos estábamos agotados, Raquel comenzó a besarme de nuevo, ha sido fantástico me dijo.

Nos vestimos, sin ni siquiera limpiarnos, bajamos a los sofás, allí no había nadie, nos acercamos a las escaleras, de nuevo se oían gemidos, no quisimos bajar, así que nos fuimos fuera, sin hacer ruido cerramos la puerta.

Estuvimos varios minutos fuera, hacia frio, pero necesitábamos pensar en todo lo que había sucedido.

-           Ha sido maravilloso Javi- dijo Raquel

-           Si, fantástico, ha estado genial- contesté sin pensar

-           Esto queda entre nosotros- comentó de nuevo ella

-           Si, por supuesto- repliqué

-           Tiene que ser un secreto, nuestro secreto- volvió a decir

-           No te preocupes- sentencié

Dimos varios golpes a la puerta, para que nos abrieran, pasaron cinco o seis minutos, por fin Mario abrió la puerta, y pasamos dentro, allí estaban sentados Lorenzo y mi esposa en los sofás.

Nos sentamos nosotros también, nadie hablaba, por fin Elena rompió el silencio, ¿dónde estabais?

-           No encontraba las llaves, hemos llamado un par de veces pero no nos abríais- contestó rápidamente Raquel

-           Así que nos hemos ido a casa- siguió diciendo

-           ¿y vosotros? ¿no habéis oído la puerta? Con el frio que hacía- sigue insistiendo

-           En la bodega,  estábamos en la bodega, por eso no os hemos oído- dijo Mario al cabo de un rato.

Lorenzo viendo lo que había,  se levantó, se fue despidiendo de todos, cuando queráis repetimos- dijo sonriendo y mirando a Mario

Mario y Raquel cogieron otra cerveza cada uno, nos ofrecieron pero no aceptamos, estuvimos un rato más, nos pusimos a hablar de trabajo, claramente evitando cualquier cosa relacionada con lo acontecido allí.

Nos despedimos, nos montamos en el coche y nos fuimos,  Elena comenzó a contarme lo que había sucedido allí mientras no estábamos, yo paré el coche y la escuche, cuando ella terminó yo le conté lo que habíamos hecho Raquel y yo, ambos nos reímos y proseguimos el camino a casa.

El lunes me comentó Elena que el ambiente currando entre ellas dos no había sido igual que otras veces, pero a día de hoy las cosas han vuelto a la normalidad, ellos siguen pensando que nosotros no sabemos nada y por nuestra parte no sabemos si ellos han hablado entre sí pero Elena cree que no.

A veces la vida te ofrece cosas inimaginables, doy fe de eso.

Javieryelenasomos@hotmail.com