Orgasmos.

Aaron y yo cumplíamos justamente ese día 9 meses de novios, 9 meses teniendo sexo de manera regular y debo decir que cada vez que hacíamos el amor, descubríamos sensaciones nuevas, orgasmos más intensos y duraderos, nos complementábamos cada día mejor en el ámbito sexual.

Aaron y yo cumplíamos justamente ese día 9 meses de novios, 9 meses teniendo sexo de manera regular y debo decir que cada vez que hacíamos el amor, descubríamos sensaciones nuevas, orgasmos más intensos y duraderos, nos complementábamos cada día mejor en el ámbito sexual, rubro que consideramos debe ir desarrollándose a la par de los demás en una relación para que ésta sea exitosa.

Aquél día decidimos “festejarlo” en la cama. Llegamos a la habitación, nos pusimos cómodos… Conversamos recostados en la cama durante unos minutos, pero al cabo de un rato intercambiando palabras, gestos y miradas, Aaron me acercó a él y se dispuso a besarme de manera cada vez más intensa hasta que yo terminé por subir en él mientras lo besaba. ¡Cuánto había extrañado esa cercanía! Me frotaba sobre su pelvis y sentía su pene ya erecto bajo nuestra ropa, él apretaba mis nalgas y las abría y cerraba. Poco a poco íbamos desnudándonos mutuamente y mientras menos ropa teníamos puesta, más fuertes eran nuestros latidos y más húmedos y violentos nuestros besos. Besaba mi cuello, yo mordía su oreja y ambos dejábamos escapar gemidos, pues todo el amor que había entre nosotros en la cama suele convertirse en perversión y pasión desenfrenadas.

-Empínate mamacita- me dijo él, y mientras me giraba para acomodarme, me dio una nalgada que me excitó aún más. Obedecí con una sonrisa perversa. Usualmente no empezábamos así, pero nuestras ganas por estar unidos físicamente ya eran muchas. Aaron se puso detrás de mí e hizo a un lado mi ropa interior. Me tomó de la cadera y me metió su pene así, sin titubear. Solté un pequeño grito de puro placer.  Yo estaba empapada, lista para ser penetrada y el no dudó en aumentar el ritmo hasta hacerme temblar, gemir y gritar sin temor ni preocupación alguna a ser escuchada. Llevó su mano a mi clítoris y no paró de masajearlo hasta hacerme terminar dos veces prácticamente seguidas.

En ese momento salió de mí, yo me dejé caer en la cama vencida por el placer que mi novio me había dado, sin sospechar que aquél día nuestros orgasmos serían los más intensos que habíamos tenido.

Aaron se recostó a mi lado y empezamos a besarnos apasionadamente, yo acariciaba su cara y pasaba mis dedos por entre su barba… Ese hombre me vuelve loca, tan guapo, tan lindo, tan paciente y perverso… pero en ningún momento dejaba de ser tierno conmigo.

Abrí los ojos durante una milésima de segundo y me encontré con los suyos, ardiendo de deseo y pasión. Se incorporó y se acomodó entre mis piernas, tomó entonces mi pierna derecha y la llevó a su hombro, y me sonrió perversamente. Me penetró primero despacio y después muy rápido y muy fuerte. Yo gritaba de placer, pues sentía su pene en el fondo de mi vagina y sentía que lo apretaba más, me agarraba tan fuerte de sus brazos que sin querer ni darme cuenta, le dejé mis uñas marcadas cuando llegué a mi tercer orgasmo del día.

Bajé mi pierna, satisfecha. El no salió de mí, echó su cuerpo hacia enfrente para que hiciéramos la clásica pero nunca decepcionante posición del misionero. Es de mis favoritas porque él es quien controla el ritmo de la penetración y la profundidad. Entonces, Aaron entraba y salía de mí a un ritmo medio, yo tenía mis manos rodeando su cuello y besaba su boca con pasión mientras con mis piernas rodeaba su cintura. Aaron empezó a gemir en mi oído, y yo sabía que su primer orgasmo estaba por venir. Me excitó saber que estaba cerca y empecé a contraer ligeramente mis paredes vaginales para que sintiera más placer rumbo al orgasmo. El aumentó el ritmo y me tomó de las nalgas para cogerme más y más fuerte. Mis piernas temblaron cuando sentí que sacó su pene y me llenó de semen el estómago. Aaron se recostó junto a mí sobre su brazo derecho y con los dedos de su mano izquierda empezó a quitar el semen poco a poco y a dármelo en la boca. Yo chupé sus dedos cada vez que los llevó a mi boca llenos de su semen, con auténtico gusto y excitación. Luego dirigí mi mirada a su pene, que seguía erecto y noté que en su glande brillaban gotitas de esperma. Las lamí y cuando lo dejé limpio, me recosté junto a él.

Estábamos extasiados. Su erección no bajaba, bendita juventud. Comenzamos a platicar, nos abrazamos… Pero después de un rato de aparente calma, no pude evitar bajar mi mano a su pene y comenzar a tocarlo una vez más. Me gusta tocarlo mientras platicamos. Aunque por segunda vez en el día la charla duró poco, pues lentamente nos empezamos a comer a besos y a masturbarnos mutuamente. Tuve un orgasmo más, y cuando Aaron se dio cuenta que había terminado y me estaba recuperando, me acomodó para cogerme de cucharita. Me dio una nalgada y me pidió que sacara mis nalgas. Obedecí emocionada, el introdujo su pene en mi húmeda y caliente vagina mientras me agarraba de la cadera para penetrarme con más fuerza. Me cogió variando el ritmo, y empezó a masajear mi clítoris cuyo tamaño se había visto aumentado hasta hacerme terminar no recuerdo cuántas veces, dándose tiempo para tocarme de todas partes, apretar mis tetas, mis pezones, tomarme del cuello y lamerlo… Y ahí perdí la cuenta de los orgasmos que me había hecho tener.

Salió de mí y yo giré para estar de nuevo volteando hacia él. Aaron estaba de espaldas a la cama y yo estaba recostada de lado, metiendo una de mis piernas sobre su cadera y mirándolo. Mi novio es muy guapo y tiene un aire de sensualidad mezclada con inocencia y ternura indescriptibles. Tenía los ojos entrecerrados y yo empecé a acariciar su pecho y sus pezones. Abordamos otro tema, y mientras él hablaba, yo aprovechaba para admirar cada milímetro de su rostro, sus gestos, sus lunares… Y en cada pausa que él hacía, aprovechaba para darle fugaces y tiernos besos en los labios.

Aaron me devolvía con ternura los besos, que han sido los más tiernos e inocentes que recuerdo nos hemos dado mientras estamos en la cama. Fue un momento por demás tierno y especial entre nosotros. Pero de pronto lo mordí y pude sentir su gemido contra mis labios, yo sé muy bien que cuando lo muerdo lo excito e incito a ser más rudo, posesivo y salvaje conmigo en la cama.

Lo miré y sin decir más me puse de perrito, empinarme así me hace sentir como toda una puta y por eso es de mis posiciones favoritas. Y en esa posición el sexo es riquísimo, es más salvaje e intenso. Me penetró y yo sentí su verga hasta el fondo, sus manos en mi cadera y de pronto me dio una nalgada fuerte. Solté un gemido de placer y sorpresa. Siguió cogiéndome y yo gemía intensamente. Aaron dirigió sus dedos a mi clítoris, y en ese punto yo ya no podía dejar de gritar. Tuve unos tres orgasmos mientras estábamos en esa posición en muy poco tiempo, me atrevería a decir que casi seguidos.

Mi novio se salió unos segundos y yo me quejé porque quería seguir sintiendo su verga en el fondo de mi vagina, pero sonreí maliciosamente cuando vi que se levantó y alcanzó los condones y el lubricante, elementos que solo usamos para una cosa; yo sabía que me esperaba una cogida anal riquísima y la estaba deseando. Me giré hacia él y le puse el condón mientras lo besaba, y luego me di la vuelta quedando de nuevo en cuatro para él. Escuché como abría el lubricante y lo cerraba para dirigirse a mi culo. Mi corazón latía muy rápido, cada vez que estábamos antes de tener sexo anal sentía los nervios que sentí la primera vez que me dieron por el culo, y justamente fue Aaron. Él apretó mis nalgas mientras las abría y luego me dio una nalgada más. Colocó su pene entre mis nalgas, me tomó de la cadera y empujó despacio pero con firmeza… No me dolía, era una presión muy rica. Es que tener sexo de perrito facilita muchísimo el sexo anal. Aaron me penetraba con fuerza y yo notaba como mis gemidos sonaban muy diferentes debido a la intensidad y mi grado de excitación, y escucharme gemir me calentaba aún más.

-¡Así amor, así bebé! – le gritaba entre gemidos. Quería más verga, me encanta que me dé por el culo.

-Eres mi puta- me dijo él, mordiendo mi hombro y tomando mi cabello para jalarme de él -¿Te gusta mi verga, puta?-

-Si mi amor, me encanta- le contesté al borde del orgasmo. Siguió cogiendo mi culo hasta que estallé tan intensamente en un orgasmo que me dejé caer en la cama con Aaron en mi espalda, todavía dentro de mí.

Descansamos unos segundos y comenzó a besar mi oído, mi cuello, mordió ligeramente mi hombro… Me tomó de la mano y me llevó al tocador, yo me subí encantada y abrí las piernas, lista para ser penetrada. El se quitó el condón y yo asumí que me penetraría vaginalmente… pero me llevé una gran y excitante sorpresa al sentir como colocaba su verga en mi culo, dispuesto a darme más placer por ahí. Al principio pensé que no íbamos a poder y tendría que ponerse un nuevo condón o al menos lubricante, ya que nunca antes habíamos logrado tener sexo anal sin condón.

Sin embargo, su pene entró muy bien y pude ver la perversión pura en sus hermosos ojos color ámbar, con las pupilas tan dilatadas que creí que me moriría de amor en ese mismo instante.  Me tomó del cuello y yo le rodeé la cintura con mis piernas, apoyando mis manos en su cuello y mirándolo fijamente a los ojos. Tocó mi clítoris una vez más y yo alcancé otro orgasmo épico.  Después de varios minutos y con mis piernas temblando, regresamos a la cama.

Aaron me pidió que me recostara boca abajo y subiendo en mi espalda, me penetró el culo con ternura. Besaba mi cuello y unos segundos más tarde empezó a entrar y salir de mí de nuevo. Yo sentía como me dominaba de manera muy tierna y sentía mi clítoris rozándose con la sábana del colchón con cada embestida. Gemía tanto que por un momento creí que no podría más. Era demasiado placer. Sentí como su cuerpo se tensaba y sus gemidos aumentaban… Su orgasmo estaba cerca y yo no podía estar más excitada. Comencé a contraer mis músculos vaginales y de pronto lo escuché llegar con un gemido combinado con gruñido. Fue lo más sexy e intenso que yo había escuchado en la vida, con su boca entre mi cuello y mi oído… Se me erizo la piel y una emoción y excitación salvajes se apoderaron de mi cuando sentí los chorros de semen tibio brotando de su verga, muy dentro de mi culo. Tomé sus manos y entrelacé mis dedos con los suyos.

Cuando Aaron terminó y salió de mí, nos acomodamos para abrazarnos y tratar de dormir un ratito. Pegué mi cara a su pecho y aspiré su olor natural: a hombre joven, jabón y un poquitito de perfume. Ambos estábamos maravillados con nuestro nuevo “descubrimiento”, el sexo anal sin condón y por si fuera poco, que él me llenara el culo de su leche.

Juntamos nuestras narices en un tierno beso de esquimal y nos miramos como solo nosotros sabemos. Aaron y yo estábamos en serio agotados y nos quedamos dormidos unos minutos, el con su mano en mi cintura y yo con mi mano en su mejilla, ambos con las piernas enredadas y mirándonos.

……………

Un beso en la frente me despertó. Abrí los ojos lentamente, sintiendo el calor de Aaron que me miraba expectante pocos centímetros de mí.

-Hola- me dijo coquetamente mientras subía en mí y yo le abría las piernas para que se instalara. Sentí su pene ya erecto y solo deseaba que me lo metiera otra vez.

-Hola, amor- le respondí besando sus labios con pasión

Aaron metió su verga durísima y empezó a moverse. Dentro, fuera… Más adentro… yo besaba su hombro y ponía mis talones detrás de sus rodillas pasando mis piernas alrededor de las suyas. Me gusta abrazarlo de esa forma con mis piernas. Con mis manos tomaba las suyas y ambos nos mirábamos con amor y ternura propios de una relación tan linda como la nuestra. Empecé a sentir como su cuerpo se tensaba y él soltó mis manos para dirigirlas a mis nalgas y agarrarse de ahí mientras me penetraba más fuerte y rápido. Yo aproveché para subir mis manos y ponerlas alrededor de su cuello. Estábamos tan cerca y yo besaba su boca. Por el ángulo de la penetración sentía como rozaba mi clítoris con su pelvis y me daba mucho placer. Empecé a contraer mi vagina y su respiración aumentó de velocidad.

-Ana, me voy a venir- me anunció con voz ronca al tiempo que se movía para salir de mi vagina pero yo no quería que lo hiciera y moví rápido mi cadera hacia arriba para que terminara dentro.

-No mi amor, quiero tu leche adentro- y como si fueran las palabras mágicas, Aaron estalló en un gemido. Lo besé en ese momento y moví un poco más mi vagina. El correspondió el beso y me abrazó. Permaneció unos segundos encima de mí y luego bajó y regresó a mi lado, en la cama. Cuando se recostó yo me acerqué a él y lo abracé y besé un poco más. Me emociona sin medida que me llene leche, y en ese momento yo ya estaba llena por dos de tres cavidades. El estaba un poquito agotado y me aproveché de eso para subir en él y besarlo con ternura. Luego me acomodé sobre su verga y me empecé a mover sin dejar de besarlo y decirle cuanto me había gustado que terminara dentro de mí. Aunque Aaron lo sabía de antemano.

Una vez que lo vi con la respiración más estable, bajé por su cuerpo recorriéndolo con mis labios y mi lengua, hasta llegar a su ombligo.  Una vez ahí le dirigí una mirada inocente y comencé a acariciar su pene. Estaba muy cerca de mí y yo lo miraba maravillada, pues su erección prácticamente no había disminuido después de su gloriosa venida. Lo masturbé primero despacio y luego mas rápido, sacando su glande y admirándolo. Era bastante grande y cuando estaba muy excitado, se ponía rojito. Me gusta decirle que es mi niño cabeza de fresa. Entonces comencé a lamer su glande y masajear su verga. El empezó a gemir diciendo que su pene estaba muy sensible.

-¿Quieres que me detenga, mi amor?- le pregunté dejando de lamer su verga por unos momentos pero poniendo cara de perversidad.  Aaron negó con la cabeza. Continué sin dudar.           Empecé a lamer toda su verga y a llenarla de saliva para poder mover mi mano con facilidad. Su verga estaba caliente y latiente, durísima, como si aquella fuese la primera erección del día, su glande en todo su esplendor, venas gruesas marcadas en todo el largo… Y un bonito lunar justo en la parte posterior. Me dieron ganas de lamer sus huevos y lo hice, me los metí a la boca y los succioné, luego fui a la parte justo antes de llegar a su culo y ahí me detuve lamiendo también. Llevé mis manos a sus nalgas y empujé mi cara entre ellas, para poder lamer su culo. Aaron gimió sorprendido, y yo aproveché para lamer mi dedo.

Regresé a su verga y me la metí toda a la boca, sin dejar de mirarlo y la chupé con ansias. Aaron me sujetó de la cabeza y me movía al ritmo que él quería y yo me dejaba llevar excitada. Cuando menos lo esperaba, empecé a meter lentamente mi dedo en su culo y cuando estuvo dentro, a masajearlo hasta que su respiración se entrecortó y a chupar cada vez más fuerte y rápido. Aaron contraía su cuerpo y se llevaba las manos a la cabeza, gimiendo y diciéndome que ya. Pero obviamente no paraba, pues faltaba que me llenara la boca de semen y no iba a parar hasta conseguirlo. Sentí por cuarta vez su cuerpo tensarse.

-Sí Ana, sí- me dijo tomando mi cabeza –Ahí viene tu leche- Aaron sabía lo que deseaba. Chupé más rápido, succiones exprés… Y de repente solo la sentí. Caliente. Espesa y mucha. Me la comí toda mirándolo disfrutar. Una vez que dejó de salir, lamí su glande y succioné toda esa parte, mientras mi novio me decía cosas como: “Ana, ¿Qué estás haciendo? Aanaa, amooor, ¡yaa!”. Segundos más tarde lo dejé de chupar y me recosté a su lado.

-Amor, eso fue muy intenso- dijo besándome violentamente –Eres una perversa y desobediente… Ven acá, mi niña- dijo tomando su verga con ambas manos. Yo subí en él y me lo estaba acomodando para que me entrara en la vagina cuando su pene resbaló y entró con mucha facilidad en mi culo. Vi en sus ojos emoción y excitación tan intensas que no hice por sacarlo. Me movía lentamente, rozando mi clítoris en su pelvis y el apretaba mis tetas. Luego aumenté la velocidad e incliné mi cuerpo hacia él, alcanzando su cuello y lamiéndolo. Aaron tomó mis caderas y me empezó a coger más rápido, yo gritaba y enterraba mis uñas en sus hombros… Luego llevó una mano a mi clítoris y me vine otras 3 veces como mínimo. Para entonces Aaron ya me había hecho muy sensible a sus dedos y a sus caricias en general. Mi novio debió haber sentido tan rico con mis orgasmos que terminó llenándome el culo por segunda vez.

Me recosté a su lado y nos tapamos con las sábanas. Nos miramos, nos abrazamos, nos besamos con ternura y nos acariciamos hasta que nos quedamos dormidos. Desperté escurriendo de semen, de mi vagina y mi culo.