Ordeñando a mi tía. Lactofilia

No hay nada como mamar las tetas llenas de leche de la hermana de mi padre.

Ordeñando a mi tía. Lactofilia.

-Se ve que está muy rica mi lechita ¿verdad? -me dijo mi tía cuando entré a la sala y ella se limpiaba la blusa, que el escurrimiento de la leche de sus pechos le había manchado.

Ella lo dijo porque yo me quedé como enganchado a esa imagen, ya que al mojarse con el escurrimiento de sus tetas, se transparentaban sus pezones duritos y oscuros y yo no dejaba de mirarlos. Mi tía es de piel blanca y siempre ha sido una mujer tetona, y ahora que había terminado su embarazo, las tetas le habían crecido aún más y estaban que estallaban de tanta leche.

-Lo malo es que mi bebé no quiere tomársela y si no lo hace, me comenzarán a doler mucho los pechos.

Mirándola y escuchándola, mi verga se puso muy dura y ella lo notó y no dijo nada, sólo sonrió de una manera algo lujuriosa, al darse cuenta de que tenía el palo totalmente duro bajo el pantalón.

-Ojalá se la tome –comenté y le dije a la hermana de mi padre que iba a mi cuarto.

Me fui de la sala no porque no quisiera seguir mirando sus dos montes de leche, sino porque no podía aguantar las ganas de pajearme y chorrearme, pensando en las chichis de mi tía. Me saqué la verga que ya estaba totalmente húmeda y me vine, pensando que le mamaba las tetas a mi tía. El resultado fue una corrida tremenda y llené con mi chorro la sábana de mi cama.

La fantasía de tocarle las tetas a mi tía, es algo que ya tenía desde tiempo atrás. Cuando sucedió esto que les estoy contando, yo tenía trece años y ella 25, pero desde que yo tenía once años, no perdía oportunidad de espiarla para mirar esas tetas gordas y jugosas. Recuerdo que una vez me acerqué a su cuarto y ella había acabado de bañarse. Como no había nadie en la casa, ella no cerró bien su puerta y no se dio cuenta que yo regresé de la escuela. Traía sólo las bragas puestas y sus chiches estaban al aire. Se agachó hacia delante para sacudirse el cabello y mientras se secaba, por el movimiento de pasar la toalla por su cabeza, sus tetotas se balanceaban y yo quise entonces tener el valor para acercarme a ella y sentir entre mis manos esos dos pechos inmensos para apretarlos y después mamarlos. Ya se imaginarán que también esa vez me corrí después de espiar y descubrir esos sabrosos melones.

Después de eso todo era espiar a mi tía, o mirar de reojo cuando ella traía blusas escotadas y se agachaba cerca de mí. Me encantaba mirarle el canal entre sus tetas y pensar que ponía ahí mi pito y que ella lo apretaba, hasta sacarme toda mi leche.

Durante todo el embarazo ella estuvo sola, pues su novio no quería hacerse cargo del bebé y mi tía decidió que no quería tener nada que ver con un tipo que no podía ni siquiera hacerse cargo de él mismo.

Al día siguiente de que mi tía Leonor me dijera lo de su leche, regresé de la secundaria y ella estaba otra vez en la sala.

-Mira Marcos, otra vez estoy chorreando- me dijo, mientras con la palma de su mano derecha levantaba su pecho izquierdo desde abajo y me lo mostraba.

Esta vez llevaba una bata y me di cuenta que no traía sostén ni nada más. Yo ya no pude contenerme más y me acerqué a ella y le estruje el pecho que ella me ofrecía. Vi cómo se estremecía de placer, pues cerró los ojos y sus pezones se pusieron todavía más hinchados de lo que ya estaban.

-Anda mi amor, ordeña a la puta de tu tía. Chúpame toda la leche. La tengo toda para ti.

No tuvo que pedirlo dos veces, porque yo ya estaba frente a sus pechos y mi boca se prensó de uno de sus pezones y chupaba sediento, mientras mi lengua se llenaba con ese líquido caliente. Chupaba haciendo mucho ruido y esos sonidos se mezclaban con sus jadeos y sus palabras entrecortadas.

-¡Ay, qué rico! Ordéñame así cabrón. Tómate toda mi lechita. Huy me pones muy caliente. Mama Marquitos, mama. Muérdeme las chichis, déjamelas moradas con tus chupetones. Soy una pinche vaca chichona y quiero que hagas con mis tetas lo que tú quieras. Apriétamelas cabrón, apriétamelas así rico. Huy, que puta me siento.

Después de mamarle ese primer pecho, ella me jaló de los cabellos y llevó mi cara hacia la suya. Nuestras lenguas se enredaron y yo compartí con ella el líquido que aún tenía en la boca. Los hilitos de su leche escurrían por nuestros mentones mientras nos besábamos con mucha lujuria, sin que yo dejara de apretarle las tetas. Yo sentía cómo chorritos de leche salían disparados desde sus pezones, por la presión que yo hacía sobre ellas, al estrujarlas. Chorritos que me tenían batidos los brazos y la playera de la escuela.

Otra vez bajé mi cara hacia sus tetas, pero esta vez ella me detuvo unos quince centímetros antes de comenzar a mamarlas y me dijo que se las apretara. Yo lo hacía y la leche de las tetas gordas de mi tía me llenaba toda la cara. Apretaba y le clavaba las uñas en esos pechos jugosos y cada vez era mayor la cantidad que brotaba. Abría la boca para tragarme la mayor cantidad, pues no quería perder nada. Ella gritaba por el placer de sentir cómo yo le estrujaba muy violentamente sus chichis y le clavaba las uñas, ocupado como estaba, en sentir esa piel suave entre mis manos.

-¡Qué rico le sacas la leche a tu puta tía! Así mi vida, márcame las tetas, márcamelas mucho para que me excite cada vez que me mire al espejo y vea cómo me las dejas. Así; soy tu perra en celo. Soy tu madre y te doy la teta. ¿Quieres chichi mi niño? ¿quieres estas tetotas que siempre vas a mamar? Cuélgate de estos pezones. Dime que soy una vaca tetona. Dime que soy una perra. Dime qué soy.

-Eres una puta tía. Eres una caliente y me gusta ordeñarte así de fuerte.

-Dime más mi amor,- decía ella mientras estaba a punto de correrse.

-Me gusta que seas mi tía, mi madre mi mujer; me calienta mirarte las tetas y mamártelas y voy a sacarte siempre toda la leche para que te corras como la puta golosa que eres.

-Tú eres un niño goloso también ¿Te gusta la lechita de tu tía?

-Sí tía, me encanta, estás muy rica.

-Así papito aprieta; lastímamelas, que ya después me las vas a curar con tus lamidas.

Mientras yo seguía apretándole sus chichis, ella se acomodó para sacar mi palo del pantalón y antes de llevar su mano derecha hacia mi pito, la puso delante de uno de sus pechos y uno de sus chorros se la llenó de leche y supe lo que iba hacer. Mojada como tenía la mano, la llevó hasta mi verga y yo ya no podía contenerme. Comenzó a hacerme la paja con su mano mojada por su leche y tanto ella como yo, ya no pudimos más. Nos venimos y un tremendo estremecimiento recorrió nuestros cuerpos. Quedé recostado con la cara entre sus tetas y ella me acariciaba el cabello y me besaba. Retiré un poco mi cara para mirar sus chichis y noté que estaban amoratadas y hasta un poco sangraban.

-Niño malo. Ahora tienes que curarlas.

Me acerqué y con la lengua empecé a lamer esas globos y ella comenzó a gemir otra vez.

-Vamos a apurarnos porque ya no tarda en llegar tu mamá.-me dijo.

Y yo seguí lamiendo y ordeñando esos montes de leche no sólo ese día, sino durante mucho tiempo más.

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