Ordeñada por don fulgencio 1

Entregada por su propia madre es ordeñada, sometida y sobada por el cura hasta el orgasmo

Esta historia es real, los nombres han sido cambiados para que no sean reconocidas las personas que aparecen en él aunque estoy segura de que si alguna de ellas leen esto, rápidamente sabrán quién soy y en que pueblo sucedió.

Para empezar diré que mi nombre es Alana, nací hace 43 Años en un pueblecito cerca de Zaragoza y allí es donde ocurrieron los hechos que marcaron mi vida y que aún hoy me hacen calentarme al recordarlos. Actualmente uso una 130 de pecho y me hago los sostenes a medida ya que no encuentro sostenes de mi talla y los que encuentro no me sujetan lo suficiente y acabo con unos dolores tremendos del bamboleo de estas tetas que Dios me ha dado. Soy morena aunque de piel bastante clara , peso unos 78 kilos y mido 1,80 y además de estos pechos tengo unas caderas bastante anchas y un “culazo” según mis amigos que ,la verdad, hacen que no pase desapercibida y que desde muy joven me haya metido en problemas.

A la edad de 16 años ya tenia una 100 de pecho y no había manera de disimular por mucho que mi madre se empeñara ni mis tetas ni los pezones que, a tenor del tamaño de las tetazas, se me marcaban en todas las camisetas e incluso a través de los jerseys de punto. Mi madre en su intento por parar el crecimiento de mis tetas, de las cuales se avergonzaba sobre todo cuando por la calle me miraban los mozos, decidió poner manos a la obra y consultar el problema con D. Fulgencio, el cura del pueblo. Para ese entonces yo ya tenía 17 años y gastaba una 110 y tenia las tetas dos tallas más grandes que mi madre.

El Sr. Fulgencio vino a casa y en presencia de mi madre y para ver el mal que me aquejaba me sentó sobre la mesa de la cocina y empezó a observarme de cerca las tetas para después sobármelas por encima de la blusa que llevaba ese día y en vista de que mi madre no sólo consentía sino que le rogaba ayuda para solucionar el tema, poco a poco empezó a animarse en sus tocamientos hasta llegar a magrearme los pechos primero uno por uno y posteriormente con las dos manos. Después le pidió a mi madre que me los sacara al aire según él “para ver si había alguna malformación ó bultos extraños”. Mi madre me desabrocho la blusa y me quito el sostén dejándome con los pechos al aire. El Sr. Fulgencio al ver el tamaño de mis tetas y de mis aureolas exclamo: ¡ Santo dios, hija mía ! y primero una y luego la otra las sopeso, apretó y magreo sin llegar a tocarme esa primera vez los pezones, marchándose ese día al poco rato, yo creo que fruto de la excitación y tras acordar con mi madre visitarme a menudo para ver “como evolucionaba”.

Al cabo de tres días volvió el Sr. Cura y de nuevo delante de mi madre y tras dejarme con los pechos al aire le comentó a mi madre si había observado algo anormal sobre mis pezones, mi madre se limito a levantarme los pechos y a decirle al cura que no pero que claro “ella tampoco sabía mucho de esas cosas”. El cura tras tranquilizarla le explico que había que tener especial atención a si salía leche ó algún tipo de liquido de mis pechos y que no se preocupase que él había estado estudiando el tema y se encargaría de todo. Me cogió uno de mis pechos con una mano y con el dedo pulgar e índice de la otra empezó a estirarme la aureola y el pezón y a ordeñarme, mi aureola empezó a hincharse y el pezón se me empezó a poner mas gordo y rosado a cada ordeñada. Después paso al otro pecho bajo la atenta mirada de mi madre. Al cabo de media hora de ordeño yo tenía las aureolas hinchadas, los pezones muy gordos y sonrosados y una extraña sensación de inquietud y humedad en la vagina. El Sr. Fulgencio sugirió a mi madre que era necesario comprobar como era mi desarrollo en general y empezó a preguntarle si había tenido el periodo, si tenía las nalgas y las caderas demasiado anchas para mi edad y cosas por el estilo… Para ese momento yo estaba un poco avergonzada ya que notaba mis bragas mojadas y temía que tuviera que quitármelas o que me tocase el Sr. Cura entre las piernas. Mi madre me mando levantar las nalgas reclinándome hacia atrás y apoyando mis codos en la mesa, yo muy sonrojada supe que cualquier cosa que hiciese era inútil y me abandone al Sr. Fulgencio. Las manos del cura fueron subiendo hasta llegara mis muslos por debajo de la falda de cuadros que llegaba unos cuatro dedos por encima de mis rodillas, siguió hasta mis ingles y comenzó a magrearme los muslos y las caderas mientras me decía: “Tu tranquilita que no te voy a hacer ningún daño…” me paso la mano por el pubis y creo yo que notando ya la humedad de mis bragas me las aparto y suavemente me rozo con los nudillos la entrada de la vagina. De pronto el Sr. Fulgencio me froto la vagina y tras sentir toda la humedad de las bragas y diciendo: “hay, hay, hay…” me bajo las bragas y se las dio a la ignorante de mi madre que diciendo: “hija mía, tanto calor tienes que están empapadas …” se quedo con ellas en la mano. Empezó a meterme su dedo por entre los labios hasta llegar a la parte superior de mi vulva donde note como sus caricias me producían una sensación que nunca antes había sentido y que mezcla de vergüenza y gusto me hacían jadear. El cabrón del cura me cogió el clítoris entre sus dedos pulgar e índice mientras con la otra mano me cogía uno de mis pezones y comenzó a ordeñarme el pezón y a frotarme el clítoris. Cerré los ojos y no se cuanto tiempo pasó hasta que de repente tuve el primer y mas bestial orgasmo de mi vida. El Sr. Fulgencio me dio una palmaditas en la vulva y tras decirle a mi madre: “Seña Angela esto esta bien de momento, habrá que seguir controlándolo para que no se nos vaya de las manos pero puede estar tranquila…” y se fue acompañado hasta la puerta por mi madre dejándome sentada sobre la mesa con los pezones y las aureolas hinchados, sin bragas, con toda la vulva mojada y casi sin sentido.

El Sr. Cura volvería mas veces, sus tocamientos seguirian y esa sería mi primera experiencia con estas tetazas que tanto placer y a veces dolor me producirían pero esas son otras historias.