Opulencia y Escoria
Aventura (ficticia) en una isla Venezolana, llena de lujuria y situaciones grotescas. Unico sentimiento: placer.
Quién soy? Cómo soy?.. son preguntas que no valen la pena responder, cuando la historia es más importante que los personajes que se encuentran en escena.
El día está soleado y fresco; la brisa marina, un hermoso mar azul oscuro frente a mi, decenas de cuerpos disfrutando los rayos del sol, varias edades, algunos agraciado y otros no tanto, pero cuando el placer es el fin lo más importante es el objeto.
Me encontraba en la Isla de Margarita, con un grupo bien nutrido de amigos, hombre y mujeres, todos estábamos pasando vacaciones allá, esperando podernos entregar a días de desenfreno, fiestas, alcohol y si había oportunidad, un buen polvo.
Si bien esos eran los planes iniciales, todo quedó en palabras, ya que al final nos conformábamos con un buen puesto a la orilla de la playa disfrutando litros de escocés.
Así me encontraba, rodeado de gente que por vergüenza, no se atreve a ir más allá de los límites de lo que han aprendido en su particular escuela de sexualidad. Mojigatos y pacatos, hablando como viejos, como si su vida girara en torno a el trabajo y la familia, aunque la verdad no superábamos los 26 años. Para mi consuelo siempre estaba el mar, que me tranquilizaba, y hacía volar la imaginación.
Me levanté de la tumbadora, ya que el tema de conversación en el grupo se había concentrado en la inútil guerra de los sexos, no estaba de ánimos de hacerles entender a los hombres que tan mujeres pueden ser, y las mujeres, que tan hombres pueden ser. Comencé a caminar por la orilla de la playa, con mi cajetilla de cigarros en la mano.
Tuve oportunidad de recorrer buena parte de la costa, con sólo 15 minutos de caminata, lo suficiente para alejarme del "grupete"; me senté en la orilla y pendí un cigarrillo, y veo como se acerca un hombre moreno, y con una voluminosa panza; este grotesco personaje, que llamaré "A" (nunca supe su nombre), pude deducir por sus ropas andrajosas que se trataba de un pescador oriundo de la isla, se cercaba poco a poco a donde me encontraba, mirándome fijamente y pellizcando sus tetillas de cuando en vez.
Divino deseo por el placer!!! Te hace ser la persona más adicta a lo repulsivo.
No dejaba de mirar al pescador, me excitaba pensar en el, en una segura condición de casado y con hijos, sumido en la miseria del pescador, llevado a ser presa de hombres morbosos, con el culo abierto resultado por constantes violaciones desde su infancia. Lo llegué a imaginar siendo el objeto del deseo de familiares, y compañeros de trabajo, bajo el código de secreto a voces, independiente de la estructura familiar. Abuelos, tíos, primos, padre y padrastros, compañeros de trabajo, todos poseídos por espíritus de la bebida, entregados de manera sádica a satisfacer sus placeres a través del gran culo de "A".
Veía como se acercaba, mientras yo no dejaba de verlo, abstraído en mis pensamientos lujuriosos, ya estando a un metro de distancia de mí, "A" lanzó a mis pies un papel arrugado y hecho bola, extrañado por la situación tomé el papel, lo alisé, y leí las palabras que contenía:
"Trae Bs. 45.000,00 y te doy el culo".
Llevado por enfermiza lujuria, busqué el dinero que necesitaba en mi billetera, estaba ansioso, alcé la vista y vi que me esperaba a menos de 20 pasos, me miró e hizo señas para que lo siguiera. Empecé a caminar hacia donde él se dirigía, mientras él caminaba a la orilla de la playa, volteando de cuando en vez para confirmar mi presencia. Estuvimos caminando por 10minutos, hasta que miré un quiosco viejo y un poco derruido, con una especie de porche donde se encontraban unos tres surfistas, fumando cigarrillos y bebiendo licor a pico de botella. El gordo pescador, se acercó hasta el quiosco, hablo con los sujetos, y se acercó donde estaba. Me preguntó por el dinero, y contestándole afirmativamente se lo di en las manos. Corrió de nuevo al quiosco, y luego de intercambiar unas palabras me hizo señas para que llegara hasta allá.
Estando cerca me avisa que lo siga, porque hay que entrar por uno de los costados. Atravesamos una pequeña puerta ruidosa, una pareja que se encontraba ahí se sobresalto sólo un poco, pero eso no les impidió continuar con su faena. El sitio tenía un horrible olor a humedad, orín y mierda, había en total unas tres parejas más. "A" me agarro de la mano y me llevó al fondo del pequeño cuchitril, donde me bajó el short que llevaba, para comenzar a realizarme una buena mamada. Al lado de nosotros se encontraba un gordo noruego, recibiendo un buen trozo de carne por el culo, su pareja era un joven de no más de 20 años, surfista; le realizaba estocadas duras y firmes, que intercambiaba con nalgadas que hacían temblar las carnes del gordo.
Al fondo, un señor de no más de 40 años, con anillo de casado, espalda peluda y barriga prominente se batía su pequeño instrumento, mientras le mamaba el culo a otro contemporáneo, regordete y muy moreno, vestido solamente con una roída camisa roja. Hacía sonidos guturales y roncos mientras la lengua del gordo de pene pequeño lamía como hambriento su ano. Te vez en cuando soltaba estruendosos gases que hacían enloquecer al cerdo, esperando seguramente, que le regalara un trozo de mierda.
Anillos de oro, buenos carros y familia de principios.
Divina providencia que pones en mis manos la fotografía de los verdaderos desdichados, que sin importar su poder y gloria, se desviven por arrastrarse por un pedazo de estiércol en su boca.
Del otro lado, un viejo de casi 80 años le realizaba una mamada a un chico moreno, que le calculaba no más de 20 años (raquítico y desaliñado, débil por el calor y el hambre seguramente) mientras le metía los dedos por el culo de manera frenética; el chico más que entregado al placer se el notaba en la cara el asco que sentía por la situación, y el dolor que le provocaban aquellos dedos hurgando sus entrañas, pero pronto su tormento acabaría junto a una violenta lechada del anciano que cayó en el piso, haciendo la respectiva pausa para buscar guerra nuevamente. El chico se levantó y acarició su culo para recostarse en un rincón al lado de nosotros. A realizó una pausa para decirme que el chico era su hijo.
Estaba cada uno en lo suyo cuando se empezó a escuchar una protesta; se trataba del joven surfista que se había embarrado el pene con la mierda de su cliente, que sin mayor disculpa salió del recinto. El gordo mama culos, le brillaron los ojos al ver ese dulce de mierda, y no desaprovechó la oportunidad para limpiársela con la lengua.
Cerdo!, cochino!, desgraciado!...
Que hermosa fotografía aún conservo en mi memoria!
Al observar esta situación, el contemporáneo del culo mamado, rechistó por un momento, el cliente ya le había pagado, y ofrecía más por el caramelo de mierda, todos felices, pero se encontraba muy excitado por la mamada, necesitaba calmar su necesidad.
Mientras tanto, A continuaba su mamada, que ya se había puesto bastante aburrida, prefería hacerme una buena paja con el espectáculo, y es así como, atendiendo a mi fastidio, A decidió bajarse los pantalones, para exhibir un culo preto, con el ojete bastante abierto, destilando líquidos viscosos aparentemente una acabada reciente, para sentarse de una vez sobre mi palo, enterrándoselo hasta lo más profundo, experimentando dolor.
El chico que ya se encontraba dormido, fue arremetido sin compasión por el otro moreno que se encontraba ahí, el que había recibido aquella cochina mamada de culo. Lo haló por sus piernas para colocarlo en el centro del lugar a la vista de todos, mientras el chico intentaba resistirse y balbucear continuas negativas con voz apagada. Este ser, posible compadre de "A", se acostó sobre el chico que estaba de costado, forzando la entrada de su pene por el culo del chico, y tapando su boca con una mano y lamiéndole la cara. Era maravillosa la cara de borrego que ponía aquel chico, mientras que yo con su padre ensartado, sólo pensaba en que le rompieran el culo al vástago del sapo barrigón y maloliente cuyo culo estaba poseyendo.
El compadre, sólo decía entre gemidos lo parecido que eran los culos del padre y del hijo, vociferaba la fama de puta del padre, y de cómo todos los pescadores habían pasado por su cuerpo más de una vez; tal puta el padre tal puta debía ser el hijo, hasta que inundó sus intestinos con una tremenda acabada.
Yo me encontraba en el décimo cielo, a punto de preñar al gordo sapo pescador, cuando su compadre se le acercó y empezó a abofetearlo, como poseído lo sacó de encima de mi y lo obligó a penetrar a su propio hijo, para que después llegara el anciano descansado para completar el trío, metiendo su palo hasta el fondo del culo de "A".
Tanto placer y gracia no la pude aguantar, así que acabé sobre los cuerpos del pecado y la lujuria, mientras se batían frenéticos en el suelo de aquel apestoso lugar.
Así, en gloria y poderoso, salí por la pequeña puerta sintiendo de nuevo los rayos del sol, las olas y la bruma marina, para emprender mi viaje de nuevo al mundo real y correcto, con imágenes en mi memoria que comparto con otros desconocidos que poco importa su futuro, volviéndome a vestir con mis ropajes de cordero, cubiertos de bondad y bordados de decencia, como otros que seguramente caminarán por esta misma senda que he recorrido.