ONIRICUM: Introduccion
En el mundo onirico, todo es posible. Esto es una breve introducción a los personajes y a su situacion.
ONIRICUM: INTRODUCCIÓN.
Hace más de tres años que no escribía nada para esta página (aunque nunca he dejado de leerla), para este nuestro portal de encuentro de los que disfrutamos de la literatura erótica en sus más altos contenidos. Después de muchos problemas de conexidad, de tiempo, de disponibilidad, he encontrado un hueco, para explayarme un poquitín, intensificar, y explorar fuera de la poesía erótica, que, con apenas 22 añitos, os quise transmitir. Doy las gracias por adelantado a todos los que lo lean, y les pido perdón por haber perpetrado este relato. Un saludo de Tito "el Sulfaman".
El día había sido jodido. Ya no era sólo que las cosas no habían salido bien en el trabajo, ya no era sólo la bronca, como casi siempre inmerecida, por parte del jefe. Era también la mierda de tiempo que azotaba la ciudad, en el Norte de España. La lluvia y el frío persistente, el halo de niebla que cubría las calles, el hecho de que fuera viernes a las 10 pm. pasadas, y ni el apuntador se atreviera a pasear.
Al salir de la oficina, Diego, se miró en el reflejo del espejo del portal. "Coño, pero como puedo ser tan matado. Creo que a pringado, no me gana ni el Tato, joder".
En los últimos meses, las cosas se habían torcido. Primero había sido la ruptura con María, su novia desde hacía años, por una tercera persona que había conocido. La muy . Bueno, la verdad, es que Diego solía ser callado, poco animoso, poco hablador, y no muy atento, pero si algo podía tener claro ella, es que él la quería de corazón. Pero de nada había servido. En cuanto el pollo se la clavó, se pudrió todo. Y eso no le levantaba mucho la autoestima. Tampoco la situación en casa estaba muy allá. Sus padres estaban lejos, y él vivía con su anciana abuela en una aldea al lado de la gran ciudad, en una casa grande, en la que tenía su apartamento en el piso superior, con su cuarto, y con su despacho, su conexión, su portátil y todo, pero con casi 26 años, y todos los proyectos de irse a vivir juntos que había tenido con su ex, el hecho de vivir con la abuela tampoco era plato de gusto, a pesar del cariño que le tenía.
Al llegar a su coche, lo encendió, metió primera y arrancó. "Coño, algo bueno, pues ya es novedad". En el loro, sonaba una canción que le encantaba, Mondo Bongo, de Joe Strumer.
Ángela, repasaba las notas de su trabajo para el tercer ciclo de la Universidad, tendida en su cama. A sus 26 recién cumplidos, todavía había que ir adonde dijesen Papá y Mamá, y allí, se encontraba en la casa de la aldea de su madre, pensando lo bien que estaría ahora con su hermana y con sus amigos en un bar. Pero no hubo manera, se tuvo que venir con ellos. Ahora andaba con la psicopedagogía a vueltas, mientras su madre la llamaba para cenar.
Dieguito aceleraba por la carretera camino de la aldea. Bueno tampoco es que hubiese tráfico, pero a él le gustaba apretar. Era una de las pocas cosas de las que se sentía orgulloso, de su coche. Su trabajo le costaba pagarlo todos los meses, y era el primero que se compraba, y sin ayuda de nadie. Al llegar al desvío de su casa, salió de la general, y condujo por el camino rural hasta donde tenían el garaje, a 100 metros de la vivienda. Se bajó, abrió las puertas, y metió el coche dentro. Lo apagó, lo cerró, bajó la puerta del garaje. Mañana tocaba currar por la mañana, y eso que era sábado. Pero iría una o dos horas por la mañana y fuera. "Joder, tampoco es que tenga nada mejor que hacer". A llegar a la puerta de casa vio algo. Su abuela se había dejado la basura sin llevar al contenedor. Se armó de paciencia, y a pesar de la llovizna, la llevó.
"Niña, lleva la basura al contenedor". Gritó desde el salón el padre de Ángela. "Señor, sí, señor". Contestó ella con burla. Encima de su chándal de andar por casa, se puso una cazadora, y cogió la bolsa, salió de casa y se dirigió al contenedor.
Diego iba absorto a lo suyo, que apenas se dio cuenta de que ya había llegado al contenedor de basura. De pronto notó una sombra, que le sobresaltó. Era Ángela, que estaba lo mismo que él. Un saludo frío, desearse las buenas noches, y cada uno enfiló para su casa. Era lo que le faltaba para acabar bien el día.
"Joder, lo que me faltaba, encontrarme a este junto al contenedor". Musitó Ángela en casa. Desde que eran pequeños, siempre le había dado mal rollo el estar cerca de Diego. Miradas huidizas, negación de saludo, sentirse observada por él en cualquier acto que coincidían ., ese tipo de cosas la espeluznaban. Creyó recordar que nunca habían intercambiado más de tres palabras en su vida, desde que tenían diez años. Y tenía delante los temarios de obsesiones infantiles .
Después de cenar su yogur con cereales, despedirse y desearle a la abuela buenas noches, y desvestirse y ponerse el pijama, Diego se encontraba enfrente de su ventana, desde donde se veía una tenue luz en la ventana de la casa de la familia de Ángela, o al menos en la que él sospechaba que ella moraba. El encuentro, tampoco era que a él le hubiera puesto muy contento, más bien lo contrario, ahondaba en la sensación de ser un perdedor que tenía. Siempre, desde niño había sentido por Ángela una especie de obsesión, de la que se avergonzaba y que intentaba reprimir. Estando con María, parecía que lo controlaba, que incluso se había olvidado de ella, pero ahora mismo, con todo lo que le pasaba, se sentía cada vez peor. La verdad, no le apetecía ni ver una peli guarra en el ordenador, ni nada. Bajó en estor de su ventana, apagó la luz y se metió en la cama.
Ángela dejo los temarios de lado, y se quito el pantalón del pijama. Los ojos le pesaban. Fuera lámpara. Se metió en el sobre, se tapo con la colcha y las sábanas, y se dispuso a dormir.
CONTINUARÁ