Olvidé por vivir un segundo

Que cosas pasan cuando se lleva una vida sedentaria.

Olvidé por vivir un segundo

Caminaba como de costumbre por la misma calle, viendo a la misma gente sumergida en sus tristes vidas, incapaces de reconocerme debido a sus andares cabizbajos, pese a vernos todas las mañanas. Y vuelta a empezar. Sin embargo aquella tarde hizo que jamás todo mi mundo volviera a ser el mismo. Baje a por café para todos. Estando en la barra, me sentí observada, hice el amago de mirar disimuladamente, y me encontré con sus ojos negros fijos en mí. Aparté de repente la mirada, como una niña ingenua a la que acaban de sorprender. Me gustó, si soy sincera me gustó. Sin quererlo volví a mirarlo, pero esta vez sin censuras, buscando su mirada, y la encontré. Era bello, joven, tan hermoso como un lienzo puro. Su barba de dos días le hacía tan masculino que por un momento el deseo de su abrazo irrumpió en mis entrañas, pero que estaba haciendo, era como si danzara delante de él. Cuando volví la cabeza para zanjar aquella locura, note su presencia detrás de mí, no dijo nada, simplemente deslizó por la barra un teléfono y una dirección, respiró cerca de mí y note como se marchaba.

Tras horas de trabajo y recoger a los niños, como siempre, al llegar a casa Andrés estaba en el jardín, nos dimos el beso de rigor y la verdad que poco más. Mientras que duchaba a mi hijo pequeño, pensaba en lo vacía que se encontraba mi vida. Si, tenía unos hijos maravillosos, un trabajo bien pagado, pero mi vida como mujer era bastante frustrante. Tenía un amigo por esposo más que un amante. Todo ello retumbó en mi cabeza y una sensación de amargura, con toques de locura me arrastró sin medida al teléfono, lo llamé. Su voz dulce fue clara, no quiero nada de ti, tan solo que seas mi amante.

Ni tan siquiera recuerdo la excusa que di, pero salí de casa perturbada por la situación y al mismo tiempo arrastrada por una sensación que jamás había experimentado, era deseo, lujuria, hambre de sentirme viva.

Llovía, tardé unos segundos en tocar el timbre, pero al fin lo hice. Tras una espera desalentadora, la puerta se abrió y detrás de ella apareció su silueta. Dio un paso al frente hasta ponerse tan cerca de mí que el agua también se hizo dueño de él. No decíamos nada, no hacía falta, era tal la atracción que los sentidos se multiplicaron. Su rostro mojado era más bello si cabía, mi blusa empapada le hizo suspirar mientras me miraba deseoso. Sin más, sin saber su nombre, me cogió por la cintura, me arrastro hacia él y pasamos sin dejar de besarnos al pasillo de su casa. Cerró la puerta, mientras yo caminaba hacia atrás dejando en libertad uno a uno mis botones. Se deslizó hacia mi, me beso suave, a la vez que con la yema de sus dedos acariciaba mis pezones, pero casi sin tocarlos. Con un gesto varonil me dio la vuelta, notaba sus labios ardiendo por mi espalda de arriba a bajo, hasta llegar a las caderas, donde se paró. Deslizó mis pantalones tan despacio que imaginé una eternidad, y sin apenas darme cuenta, estaba allí desnuda, mojada por la lluvia interna de mi cuerpo, delante de él. Se acerco a mí tanto que pude notar como todo el ardía de deseo, por hacerme suya. Y por fin nos unimos en uno, una y otra vez dentro de mí, creí perder el conocimiento cuando el éxtasis se apoderó de mí, y encima de su cuerpo me quedé dormida.

Olvidé por vivir un segundo, que para bien o para mal me acompañará toda mi vida.