Olvidándolo todo en la Sierra Norte de Sevilla
Una escapada de unos días, para salir de la rutina, se convierten en una aventura sexual para Carmen.
Definitivamente este año no estaba siendo el de Carmen. Demasiados jaleos, demasiados problemas, demasiados quebraderos de cabeza. Ella y, su marido, Antonio sabían que tener a su última hija iba a ser jodido desde el punto de vista económico. Pero ahora es cuando estaban sintiendo el poco margen para terminar cada mes. Las últimas semanas de cada mes eran un calvario que vivían con los dedos cruzados para que nada pasara. A eso se unía que su ex, padre de su primer hijo, no les pasaba nada de nada. Y lo cierto es que la casa lo necesitaría, porque siempre aparecía alguna cosa que destrozaba las previsiones económicas.
Era poco? Pues su hijo mayor, aquel que tuvo con ese que ahora no podía pasar manutención, aunque ella sabía que poder podía, se volvía rebelde por momentos, teniendo peleas en clase, malas notas, expulsiones….. Y las malas respuestas se empezaban a volver cotidianas.
Pero lo más gordo esperaba tras la esquina. El padre de Antonio, su actual pareja, de la noche al día murió de un infarto. Y lo notaron mucho, sobre todo Antonio, que estaba muy apegado a él.
Ella notaba a Antonio cada día peor, parecía que no superaría lo del padre. Parecía apagarse poco a poco bordeando la depresión. Y ahogándose en un trabajo que le absorbía demasiado.
Entonces Carmen decidió que necesitaban, aunque no estaban para lujos, unos días de relax. Buscó y buscó y lo que encontró, con un presupuesto más que exiguo, fue una casita en la Sierra Norte de Sevilla, que para aquellos primeros días del verano salía bastante bien de precio. Habló con su madre para que se quedara con los niños esos días y se lo vendió a Antonio como la posibilidad de empezar a superar aquel maldito año. Serían sólo tres días, pero serían tres días para ellos y para recuperar sus vidas.
Además el tiempo mejoró a medida que se acercaba el finde elegido, así que por fin la suerte parecía sonreirles. Carmen metió hasta un bikini en la maleta ya que la casa tenía una piscina en común con otras casitas.
Y llegó el viernes en que se iban. Antonio lo había pedido en el trabajo para unirlo al sábado y al domingo. Metieron las maletas en el coche y tras dejar los niños en el cole y volver a recordar a la abuela que debería recogerlos, se fueron para la sierra.
La distancia no era excesiva así que llegaron bastante pronto.
La casa era una monada. Eran un conjunto de 4 casitas iguales, de dos plantas cada una. En la parte trasera tenían su jardincito con barbacoa y una entrada para la piscina comunitaria, apenas separada por una valla bajita. Carmen pensó que desde la casa podían ver perfectamente la piscina, algo ideal para llevar en un futuro los niños.
Una chica de la empresa que las alquilaba los esperaba a su llegada para entregarles las llaves y enseñarles un poco la casa. Parece que estarían tranquilo ya que las casas estaban vacías menos una, a la que llegaría un grupo aquella tarde. Pero era la casa más alejada de la de ellos, así que como si nada.
Carmen estaba deseando que se fuera al chica para lanzarse encima de Antonio y empezar con buen pie el finde.
Y así fue. Cuanto que la chica se despidió, se lanzó a besar a su marido y a llevarlo de la mano arriba. Se agachó frente a él y empezó a comérsela. Le costó llegar a la erección pero lo hizo y al momento Carmen estaba abierta de piernas , con ellas apoyadas en los hombros de él y recibiendo pollazos entre gemidos.
Llevaba tiempo sin hacerlo y las ganas le podían. Desgraciadamente noto demasiado rápido que Antonio le soltaba el semen caliente en su interior. Lo acogió con una sonrisa y con un beso.
Con la edad o con los partos, o por la situación de problemas que vivía...no sabía muy claro porqué era pero cada vez necesitaba más el sexo. Y por eso se masturbaba en silencio en su casa cada vez que podía. Tenía unas ganas enormes de follar siempre con Antonio, pero lo cierto es que sus encuentros sexuales habían casi desaparecido.
Aquel polvo no le había servido de mucho, por eso mientras Antonio se quedaba en la cama, ella, con la excusa de darse una ducha, se fue al baño y allí, con el agua templada corriendo por su cuerpo, se masturbó hasta correrse de verdad.
Luego se puso un pijama cortito y se fue a la cama con él. Desgraciadamente la pasión del polvo había pasado rápidamente y ahora echaron un buen rato cada uno con su móvil.
Ya luego ella se levantó y guardó las cosas que llevaban en las maletas. Mientras lo hacía, Antonio se levantó también y se acercó a un supermercado que habían visto cerca al llegar, para comprar algunas cosas.
Cuando volvió tomaron unas cervezas frían que traía e hicieron algo de comer. Poder hacerlo en tranquilidad, sin las quejas, problemas y llantos de los niños, era una especie de maravilla. Y ya disfrutarlo junto a unas cervezas bien frías….
Aunque dicen que la alegría dura poco en casa del pobre. El teléfono de Antonio sonó y Carmen supo que algo pasaba por la cara que ponía él al ir hablando.
Tendría que volver a Sevilla para solucionar una cosa del trabajo. Le prometió, eso sí, que llegaría antes de la cena.
Las horas entonces empezaron a ir más que lentas. Lavó los platos, cambió mil veces la tele, se hizo un café, se pensó ir a darse un baño a la piscina….al final decidió que qué coño. Ya que estaba de vacaciones bebería para relajarse. Cogió una botella de ron que había traído Antonio del super, unos refrescos, y se echó una copa. Se la bebió mientras navegaba con el móvil, sin ton ni son.
Cuando acabó con la primera se levantó a por la segunda. Al pasar junto a una de las ventanas escuchó risas y chapoteó en la piscina. Al mirar por la ventana vio a dos chicos y dos chicas de veintipocos años, calculaba ella, en la piscina.
Ya estaban allí los chicos que habían alquilado la otra casita, pensó ella. Se le pasó por la cabeza salir y saludarlos. Pero la segunda copa pudo más. Y decidió preparársela y seguir disfrutando de la tarde.
Se volvió a donde estaba sentada y volvió a enfrascarse en el móvil.
Iba por la mitad de esa segunda copa cuando empezó a escuchar los gemidos. Extrañada miró por la ventana.
Uno de los chicos abrazaba una de las chicas por detrás, y entre risas, miraban el espectáculo.
El otro chico estaba follándose a la otra chica. Estaban sobre una hamaca, él encima y ella soltando unos gemidos más que importantes.
Carmen empezó a sentir como se le aceleraba el corazón y se le secaba la boca. De un trago se terminó la copa que estaba bebiendo.
Con los ojos muy abiertos miraba la escena. Aunque su posición no era la mejor y tampoco veía mucho.
Decidió subir a la planta de arriba. Desde allí tendría mejor visión.
El primer resultado de esto fue que la copa vacía se hizo añicos al apoyarla en la mesa sin mirar. Lo de apoyarla es un decir, claro. La colocó mal y se estrelló en el suelo.
Pero le importo poco. Subió casi corriendo las escaleras y desde una de las ventanas de arriba, que todavía tenía las persianas bajadas pudo contemplarlo todo mejor.
El chico estaba follándose a la chica con bastante fuerza. El cuerpo de él maravilló a Carmen. Se veía que era un cuerpo moldeado en el gimnasio, totalmente depilado, con un culo increíble, y unos músculos morenos que se apretaban al ritmo de las embestidas.
El pantaloncito del pijama se fue a los tobillos y los dedos de Carmen se fueron a su sexo para masturbase viendo aquello. Ya estaba muy mojada y el contacto de sus dedos hizo que se le erizaran todos los pelos del cuerpo.
Le encantaría ser aquella chica y estar recibiendo aquella follada tan intensa. Hasta su casa llegaban los gemidos de ella y el sonido de la piel contra piel, el sonido del cuerpo de él al arremeter contra el de ella.
-Dale fuerte, tío! - le dijo el otro chico.
Y vaya se le daba fuerte. Joder.
En un momento dado las embestidas cesaron. Carmen pensó, al ver que el chico se levantaba, que todo había terminado. Aunque al girarse él y ver su nabo cambió de idea. Seguía totalmente erecto. Y vaya nabo gastaba el chaval, era enorme. Igual que sus biceps, sus abdominales…..era un cuerpo de 10.
La chica se levantó también y tras darle un par de mamadas rápidas, se puso de espaldas a él, separando las piernas y apoyándose en la hamaca. Ella también era espectacular. Pero Carmen, sólo tenía ojos para aquel chico.
La volvió a penetrar y las arremetidas continuaron. Al mismo tiempo los dedos de Carmen cada vez entraban más dentro de su cuerpo. Estaba más que húmeda. Incluso notaba como algunas gotas se escapaban e iban al suelo. Luego las limpiaría. Aquello estaba siendo increíble.
Parecía que en alguna de esas embestidas iba a partir a la chica. Era un polvo de una fuerza tremenda. La otra chica cacheteó el culo del chico, produciendo un sonido que maravilló a Carmen.
-Córrete ya, Javi! O es que ya ni puedes hacerlo, capullo – le gritó, mientras ella y el chico que la mantenía abrazada reían.
Notó que se corría. Separó más las piernas, apoyó la frente al cristal, se tapó con la otra mano la boca y gimió intentando controlar los temblores que le recorrían todo el cuerpo al mismo tiempo que el volumen de sus gemidos y gritos.
Ese orgasmo le había gustado. Había sido mucho mejor que el de la ducha, y todavía mejor que el símil de polvo que había tenido con Antonio antes.
Cuando se recuperó y miró por la ventana vio que la escena continuaba, aunque el chico había parado en sus movimientos y ahora sostenía a la chica de pie y de espaldas a él, comiéndole él el cuello mientras le sobaba las tetas.
Seguramente también se había corrido.
Unos segundos después entre risas se alejaron, ya vistiéndose, y Carmen los perdió de vista.
Ella se subió el pijama, fue al baño a mirarse al espejo y a comprobar que todavía tenía las pupilas de sus ojos verdes hasta dilatadas, a lavarse las manos manchadas de sus fluidos, a lavar el charco que había dejado en el suelo (mucho mayor de lo que había imaginado), y a recoger los trozos de la copa que le esperaban abajo.
Aún le temblaban las piernas cuando decidió servirse otra copa. No hay dos sin tres, se dijo. Y al mismo tiempo dudaba si contarle a su marido o no lo que había visto.
Quizás el alcohol le diera la respuesta, se dijo tumbándose en el sofá.