Olvidando 4
Tras la infidelidad de Paulina, dejé todo atrás, más mi pasado vuelve a recordarme que hay amores y pasiones que pueden perdurar.
Ese día me despedí de todo lo que había tenido y vivido en los últimos años, mi esposa, mi casa, mi trabajo e incluso digamos que algunos amigos que en realidad no eran más que amigos mutuos de Paulina más que míos, decidí desaparecer de la vida de todos; al fin de cuentas todo lo que hacía hasta ese momento era por ella y ya fuera de mi vida, no tenía sentido seguir trabajando como mula para poder seguir su tren de vida. Quería volver a empezar ya que en realidad me sentía muy mal el saber que había perdido tanto tiempo tratando de enamorar a una mujer que en realidad apenas y me ha usado de consuelo por la pérdida de su gran amor, aunque él sea un pelmazo ella lo amaba más que a mí. Yo estaba seguro que ella algo sentía por mí, digamos que cariño pero jamás me esperaría tantos años como lo había esperado a él; eran dos cosas completamente diferentes.
Volví a mi barrio antiguo, al barrio pobre que desde hacía años no visitaba. Arrendé un cuartucho en el que la tentación de un trago o mejor aún un poco de alguna droga fuerte me cubrió completamente; estaba desesperado entre mis cavilaciones y mi sentido fracaso. Tanto y tanto esfuerzo para echar todo al trasto. La amaba como a ninguna mujer, pero a ella nada le importó, llegó a tanto mi desesperación que incluso llegué a comprobar la tensión que una sábana podía tener para poder colgarme de ella. No sabía para que vivir y eso me llevó a la decisión de ir y matarlos a ambos, pero me faltó de igual forma el valor. No podía hacer aquello, aún la amaba, a pesar que ella me había tratado como a un perro.
Tras unos días de resistir más de lo que había pensado, decidió que había que dejar todo atrás, por una parte mi economía no aguantaría más que para un par de meses en aquella pensión de mala muerte ya que todo mi dinero estaba destinado al tren de vida que teníamos con Paulina, pero hasta conseguir otra fuente de ingresos eso debería bastar, bajé a la calle tras al menos una semana encerrado y mi primera compra no fue una taza para café, sino una navaja que me proteja de cualquier bandolero que pululaba por estos barrios, ya en ese momento como antes, el barrio era peligroso y había que cuidarse. Anduve sigilosamente y sin que me vieran por creo dos semanas, trataba de buscar en que ganarme la vida, pero lo que encontré finalmente no fue un trabajo, sino a ella, a Karen.
Una noche en un callejón oscuro nuevamente vi una pareja que salía tras haber desatado sus instintos sexuales en la oscuridad del zaguán, la reconocí tras una pequeña duda, era Karen. Ahora tras estos años trabajaba de puta en una de las esquinas del barrio, se la veía toda embadurnada de maquillaje y con la ropa algo desalineada aunque limpia.
No pudo verme y siguió su camino en búsqueda de otro cliente, perdiéndose en una esquina mejor iluminada y más transitada. A mí me impactó reconocer a alguien que una vez quise convertida en una meretriz de la calle, que seguramente gana lo mínimo para vivir, dando el resto de su dinero a algún rufián que seguro la explota. Durante esa noche apenas y pude dormir, lo mismo que el resto de días, no dejaba de pensar la diferencia que podía tener dos vidas tan similares como las que vivimos Karen y yo mientras fuimos niños.
De mi esposa no supe nada durante todo ese tiempo, me había desaparecido de todo lugar que podía encontrarme; aquí en el barrio ella jamás supondría que me encontraba, por lo que al menos pasé tranquilo y aunque no volví a prender el teléfono, no lo deseche como debí haberlo hecho.
Casi una semana después, había encontrado un trabajo de medio pelo hasta poder ganar algo y dedicarme a hacer algunos negocios que tenía en mente cuando la vi nuevamente, pero ahora Karen estaba completamente desastrosa; andaba por la calle con la ropa toda deshecha y sucia, cuando me pude fijar más detenidamente ella estaba dando tumbos seguramente por haber estado embriagándose antes. En un inicio pensé en dejarla pasar, pero cuando se cayó en la acera y tuvo tantas dificultades en ponerse de pie sentí mucha pena y me acerqué a ella.
Al acercarme me pude dar cuenta que su mirada perdida no era por alcohol sino por algo mucho más fuerte, lucía perdida y completamente desorientada, pero lo que más me inquietó eran los golpes que podían apreciarse en el rostro y sus brazos.
Karen... - dije fuerte y claro cuando me acerqué, ya que suponía no iba ni a reconocerme - Soy yo... Felipe.
Mi ex novia apenas y me regresó a ver y entre sus nublados ojos pude darme cuenta que me había reconocido. No me contestó nada y se tapó el rostro con sus manos, mientras que se ponía de rodillas en medio de la calle. No pude contenerme y levanté su rostro mientras me arrodillaba junto a ella.
Te acuerdas de mí... Soy Felipe...
Déjame - me dijo parcamente, sin apenas poner empeño en sus palabas - déjame ir... No así, no... Déjame ir...
Se levantó reuniendo todas sus fuerzas y trató de correr por la calle, pero sus fuerzas y su estado no daban para poder seguir más y se desplomó en la vereda. Me acerqué nuevamente y ya su rostro descubierto estaba inundado de lágrimas que sabrá Dios de donde habrá guardado porque supuse ya había llorado mucho.
Déjame ayudarte... -le dije finalmente mientras la levantaba y la llevaba donde yo vivía.
La vestí y la alimenté, pero en los dos días del fin de semana que pasamos, apenas y pude conseguir que me diga un par de palabras, pero no por no desear sino porque se la pasó durmiendo durante todo el tiempo. Ya el domingo en la tarde pude realmente conversar con ella y entender todo su drama.
Era una prostituta que trabajaba en la calle desde hace algún tiempo, su proxeneta era aquel hijo de perra que hacía años me había golpeado, el tal Mario. Y justamente él mismo le había lanzado a la calle al enterarse que ella no había podido trabajar por encontrarse enferma, la había lanzado a dormir en la calle para que aprenda, claro no sin antes darle una paliza apoteósica que ella pudo soportar gracias a una buena dosis de droga que tenía en su maleta. Conversamos y logré sacarle un par de sonrisas que entiendo hace mucho no había tenido, al final le dije que podía quedarse si necesitaba un lugar.
Sin darme cuenta Karen había ingresado nuevamente en mi vida, y aunque pasó lo que nunca había supuesto sucedería no me pareció mala idea; se fue a vivir conmigo aunque no a mi lado, suena extraño pero en realidad solamente compartíamos el departamento y no la cama; por el momento. Pese a mi pobre presupuesto, ella no puso reparos y pudimos salir adelante al menos las siguientes semanas hasta que ella se recuperara completamente; tenía una ulcera que no había tratado y una dependencia a las drogas que le causó mucho esfuerzo superar los primeros días. Compartimos una vida juntos aunque sin ser pareja, lo que realmente me hizo dar cuenta que la chica cariñosa, amable y alegre aún vivía dentro del cuerpo de esa mujer que había encontrado, pese a todo lo que había tenido que soportar durante algunos años.
A pesar de estar en un estado bastante calamitoso, Karen se recuperó rápidamente; incluso supongo que lucho con una adicción al alcohol o las drogas, porque al menos tres días pareció morir debido a la abstinencia, más creo salió fortalecida y con ganas de vivir. Conversamos mucho de su vida y de la mía, de manera que nos pusimos al corriente, ella de mi penosa ruptura y yo de como su vida se torció de la mano de Mario quien la había prostituido desde hace unos meses atrás, más los maltratos a los que había sido expuesta databan de tiempo atrás. Ella lo había querido dejar desde hace tiempo, pero no tenía ni el dinero ni el valor para hacerlo, hasta ahora que él mismo la había botado.
Por esos mismos días yo volví a encender mi teléfono casi tres mes después de haber terminado con Paulina y lo que me encontré fue desastroso, el buzón de voz lleno, al menos 100 correos electrónicos de personas que conocía, contando un sinnúmero de Paulina. Tomé la decisión de no leerlos, pero mi curiosidad pudo más y al menos leí el último.
Era de un día atrás y en el me suplicaba que al menos me contacte con ella para saber que estoy bien ya que nadie sabía nada de mí y ella suponía lo peor. También me pedía que al menos le dé la oportunidad de hablar de lo que nos había pasado y dejar ya todo atrás, en estas últimas frases pude entender que había tomado una decisión y que la misma no era yo.
Otro mensaje que me extraño era uno de Natalia, donde entre otras cosas lo único que me pedía era que hablara con Paulina, que si quería después botarla pues no había que hacer, pero que al menos le diese unos minutos para tranquilizarla. Finalmente me suplicaba de igual forma que por el amor que nos habíamos tenido no la abandone del todo, que si quería dejar de ser su esposo al menos no deje de ser su amigo, que Paulina pronto necesitaría de mí más de lo que ella misma podía suponer.
Con la mente aún llena de sentimientos encontrados me dispuse a contestar a Paulina, a quien parcamente le indiqué que me encontraba vivo aunque no le daba respuesta alguna a encontrarnos, casi de igual forma le contesté a Natalia; y decididamente quise dejar el asunto zanjado pero bueno las cosas no siempre son como uno quisiera.
Esa misma noche mientras no podía dormir en mi cama, pensando mil cosas de mi anterior vida de mi ex esposa y su amante, sucedió lo que seguramente tenía que pasar. Un cuerpo de mujer se metió en mi cama completamente desnudo, cálido y suave.
Que haces Karen -dije atónito, ya que aunque habíamos tenido nuestros rollos antes, durante esos días no habíamos pasado de una buena amistad, pero supongo las mujeres no lo verían así -
Vengo a abrigarte... la noche está muy fría como para pasarla solo -contestó todo melosa y seductora Karen, mientras se deslizaba entre mis sábanas y restregaba su cuerpo contra el mío. -
Creo que no deberíamos... - le dije con algo de temor ya que tampoco quería rechazarla, pero al fin y al cabo su vida anterior de meretriz, no dejaba de gritar en mi cabeza de los peligros que podía tener pegarse un revolcón con ella.- No tenemos...
Tranquilo amor... déjame a mí... - contestó al tomar mi verga por dentro del pantalón y comenzar a apretarla delicada aunque firmemente - No te preocupes, tengo un condón justo aquí...
Me mostró en su mano un preservativo que pronto terminó puesto entre sus labios y fue usado hábilmente para colocármelo sin apenas utilizar sus manos, toda esa destreza seguramente había sido producto de cientos de prácticas con otros hombres, pero que al fin y al cabo en ese momento me estaban haciendo disfrutar muchísimo.
Pronto una poderosa succión inició en mi verga, al tiempo que los labios de Karen se posaban sobre él. Nunca había sentido tan tremenda mamada, sentía como cada centímetro de mi verga estaba siendo expandida debido a la fuerza con la que Karen sorbía. La sensación fue completamente nueva y deliciosa, pero pronto incluso fue mayor al sentir como una de sus manos iniciaba apretones uno fuerte y otro débil en la base de mi verga, sin apenas y disminuir la succión al cual estaba sometido.
Cuando me pude dar cuenta, la erección que mantenía se veía en plenitud, creo que jamás había visto mi verga en esas condiciones, dura como una piedra y podría jurar que hasta con unos centímetros más grande de lo habitual.
Ven mi amor... tómame... -dijo Karen al tiempo que con sus piernas jalaba mi cuerpo hacia el suyo, forzándome a colocarme encima de ella - hazme tuya una vez más...
Yo permanecí sin decir palabra, pero cuando pude sentir el acople de los cuerpos, un estremecimiento me hizo casi gemir mientras mi verga penetraba el cuerpo de mi nueva amante. Sentí claramente como a fuerza de decisión Karen apretaba ahora mi verga con los músculos de su concha con una fuerza que tampoco había podido sentir antes; todo en ella había sido trabajado y preparado durante mucho tiempo en muchas camas, pero hoy a pesar de todo y mediando su propio deseo era yo el que disfrutaba los placeres de su cuerpo.
No tardé mucho en sentir como mi cuerpo comenzaba a llegar al punto de no retorno, más cuando Karen se percató del mismo, me volteó en la cama y se sentó a horcajadas encima de mi cuerpo. Sentir sus pechos ahora en mis manos y su cadera bamboleándose fuertemente sobre mi pelvis fue tremendamente excitante,
Hasta ese momento no me di cuenta que Karen no me había besado, y temiendo que solamente esté follando conmigo por compromiso, me acerque a su boca lentamente, mientras su rostro se acercaba al mío, hasta que por fin nos besamos desaforadamente.
Pensé que no querrías besarme... - me dijo entre jadeos Karen -
¿Por qué no querría hacerlo? - contesté de igual forma, agitado y entre los espasmos propios de quien llega al clímax-
No se... por ser quien soy... por lo que fui...
No contesté nada, solamente la besé nuevamente y le hundí mi verga hasta el fondo de su concha, para lentamente terminar aquel encuentro de una manera muy intensa y apasionada. Ella, aún no había podido terminar, pero al sentir mis últimos envites y con mi último envión, logré sacar de su cuerpo un orgasmo como no lo había visto antes, su rostro mostraba la felicidad mientras que su cuerpo denotaba la impaciencia de sentir un orgasmo largamente guardado.
Quedamos desmadejados en la cama, sin saber cómo seguir ni que pasaría, pero lo que sí creo es que ninguno estaba arrepentido de lo que habíamos realizado.
No quiero engañarte... - le dije al final de un largo silencio -
Entonces no me digas nada... -contestó al instante Karen, supongo que consciente de que no la amaba y que tal vez nunca más lo haga - Cuídame mientras quieras y mientras puedas, no te pido más.
Creo que aún amo a mi ex esposa... aunque sé que nunca más voy a tenerla nuevamente...
Yo en cambio, nunca he dejado de amarte... - dijo Karen abrazándome - aunque creo que nunca serás mío.
Al final nos quedamos dormidos, hasta el siguiente día. Un día que horas más tarde marcó claramente mi rostro y mis manos un signo imborrable y por supuesto inolvidable.