Ols - 4
...Me entraba impotencia solo recordar aquella escena, ya que en su tiempo, yo también hacía reír a Sebastián...
Hola ¿Cómo están? Espero que bien. En verdad muchas gracias a todos por sus comentarios y valoraciones. Como siempre, espero que les guste este capítulo. Honestamente a mi me encanto y la verdad no sé si hacer esta historia muy grande o terminarla pronto. En fin, disfrútenlo, comenten, valoren y expresen sus opiniones, cualquiera se recibe.
Sin más, les mando un saludo.
Capítulo 4 – Shampoo
Sebastián
Me desperté sintiéndome extremadamente feliz pero también con un poco de nostalgia, hoy regresaba al colegio, me costó trabajo convencer a Eliezer de que ya me encontraba mejor pero al final acepto y eso en parte me hacía sentir feliz, pero, a partir de hoy, Eliezer ya no iba a ser más mi maestro pero podría verlo cuando llegara a casa. Sabía que eso no duraría por mucho tiempo y que tarde o temprano tendría que volver a la mía, así que disfrutaría este pequeño tiempo a su lado.
Al salir de la habitación, Eliezer ya se encontraba preparando el desayuno, me invito ir al comedor y después de un rato el apareció con dos platos, me entrego uno y se sentó al otro extremo de la mesa, quedando justo enfrente de mí, como lo venía haciendo desde que llegue aquí.
- ¿Seguro que ya te sientes mejor? Yo preferiría que te quedaras, por lo menos hoy.
- No te preocupes, ya me encuentro bien. Además, no quiero atrasarme más con los apuntes y eso.
- Bueno, que se le va hacer, a cierto… – Eliezer se levanto de la mesa y se dirigió a su habitación, no tardo más de cinco minutos cuando salió de ella con algo entre sus manos. Al llegar a mi lado, me entrego lo que traía, un móvil – me habías dicho que no tenias uno ¿cierto? Bueno, pues este no lo uso, así que puedes quedártelo. Así podrás avisarme si algo te ocurre.
- Oye, no puedo, no puedo aceptarlo…
- En serio, tómalo, es un regalo – no pude negarme y menos con la sonrisa de chulo que me dedicaba. Tome el móvil mientras le dedicaba media sonrisa – bueno, termina de desayunar para que termines de alistarte para poder irnos.
- ¿Irnos? – pregunte con extrañeza.
- Sí, te llevare al colegio.
- Pero, ¿no hay problema?, digo, sí te ven conmigo…
- Descuida, ya no soy más tu maestro, pero sí te preocupa puedo dejarte una calle antes.
- De acuerdo.
La idea de que Eliezer me fuera a llevar al colegio me encanto, pero también no quería que siguieran hablando de él, la gente siempre habla, pero bueno, no debo preocuparme desde antes.
Me levante de la mesa y fui a cepillarme los dientes para luego peinarme y tomar mis cosas. Le avise a Eliezer que ya estaba listo y éste tomo sus llaves y salimos de casa.
Era la primera vez que el recorrido hacia el colegio me parecía muy corto. Como dijo, Eliezer me dejo una calle antes, baje del auto e iba a despedirme pero en ese momento él también bajaba del auto.
- Bueno, ya quedamos eh, cualquier cosa, no dudes en llamarme – me dijo al tiempo que rodeaba el auto y se colocaba a mi lado.
- Claro, pero en serio, estaré bien.
- Bueno, oye… ¿quieres…quieres que pase por ti? – al decir esto, bajo su cabeza mientras jugueteaba con sus manos dentro de los bolsos de su chaqueta.
- Claro, pasa por mí. Te llamo cuando esté en mi última clase ¿vale? – vi como un pequeño destello brillaba en su cara, lo que hizo que sonriera como un tonto.
- Vale.
- Bueno, me voy sino se me hace tarde.
- Buena suerte – antes de que me diera vuelta, su mano revolvió gentilmente mi cabello. Me dedico una sonrisa mientras me hacía señas de que me fuera.
Camine hacia el colegio sin mirar atrás. Yo sabía que solo me estaba haciendo ideas, pero muy en el fondo, deseaba que lo que sentía, fuera reciproco.
Esteban
Recorrí el pasillo, esperando que lo sucedido el día de ayer fuera simplemente un sueño, pero desafortunadamente no lo fue. Aquel salón, donde se suponía que debía estar dando clases, se encontraba vacío en esos momentos. La figura de Eliezer imponiendo desde el frente era solo una sombra en el recuerdo.
- En verdad ¿aun lo estás buscando? – aquella voz femenina me hizo volver a la realidad.
- ¿Qué quieres? Ah no, creo que eso no es lo que debo preguntar, más bien ¿Por qué lo hiciste? – mi voz no podía ocultar el pudio que sentía hacía ella.
- Quizá por rabia, quizá e intente que te expulsaran, pero al final decidí por algo que te doliera más.
- ¿Por eso lo hiciste? Eres una…
- ¿Yo? Bueno, no me hubiera importado que me confundieras con otra mujer, pero, con un hombre ¿es enserio? – podía ver como su entrecejo estaba levemente fruncido – dime algo Esteban, ¿acaso eres gay? – me quede callado por varios minutos. Su expresión cambiaba a una que todas las mujeres hacen cuando descubren la verdad.
- No tengo por qué contestar tus preguntas – dije con voz quebrada.
- Tomare eso como un tal vez. Nos vemos.
El perfume de Mónica quedo suspendido en el aire luego de su partida. No entendía, ella siempre había sido una persona muy linda y agradable, pero ¿era necesario llegar a todo esto?
Sentí como mi móvil vibraba dentro del bolsillo de mi pantalón. Tenía un mensaje de Erick, el cual me avisaba de que el maestro había llegado.
Por última vez mire hacia ese salón, imaginando la figura de Eliezer dando clases.
Sebastián
De lo único que se hablaba en mi salón era del despido de Eliezer, que porque no había ido a despedirse de nosotros, que porque no fue capaz de avisarnos aunque sea y cosas similares. Mis compañeros divagaban en las razones por las cuales habían sucedido los hechos y eso me puso a pensar a mí también, “¿Por qué lo despidieron?” cuando Eliezer lo menciono, no dijo las causas del por qué. Pero eso no me impidió dejar de sentir aquella sensación que había estado en mí desde el momento que me dirigía hacia aquí.
Mis amigos me preguntaban a cada momento porque sonreía sin razón aparente, ellos argumentaban que siempre ponía atención en clases pero que hoy pareciese que estuviera en las nubes, pero mi respuesta a sus interrogantes siempre era la misma, “estoy bien”. No tenían que saber los motivos de mi felicidad. Luego de un rato, una amiga y yo salimos a comprar algo de comer ya que en ese momento se suponía que teníamos clase con Eliezer.
La cafetería se encontraba mas llena de lo habitual, mi amiga y yo nos abrimos paso entre los estudiantes que se encontraban amontonados en el mostrador para comprar, todos hablando al mismo tiempo que era imposible entender lo que decían. Pero hubo una conversación que logre entender claramente, como si no hubiera ruido alrededor.
- ¿Te has enterado? – decía una chica a otra, ambas se encontraban muy cerca de la otra como para evitar que su plática se oyera. Sin tener en cuenta el ruido de alrededor.
- No, ¿de qué?
- Del profesor que despidieron.
- Ah sí, yo me entere que tenía problemas con algunos profesores y que la convivencia era ya algo tensa…
- Pues te informaron mal mi reina, porque la verdad es que lo despidieron por haberse acostado con un estudiante…
- ¿¡UN ESTUDIANTE!?
- SÍÍ…
Intente que aquello no me afectara, ¿Qué tan verdadero puede ser un rumor? Pero, ¿será que aquí aplica el dicho que dice: cuando el río suena, es porque agua lleva?” Quise seguir el hilo de aquella conversación pero lamentablemente ya habían terminado.
Adrián
No había logrado conciliar el sueño ya que siempre despertaba sobresaltado por sueños donde los protagonistas eran Sebastián y aquel sujeto. Sabía que tanto Sebas como yo íbamos a encontrar a alguien, eso era inevitable, pero ¿Cómo pasar página cuando aun amas a esa persona? También sabía que no podía odiar a Sebas o a ese sujeto llamado Eliezer, si no mal recordaba.
Me entraba impotencia solo recordar aquella escena, ya que en su tiempo, yo también hacía reír a Sebastián. Me levante de la cama y fui a la ducha, abrí la llave y me zambullí en el chorro de agua fría. Sentí las gotas frías recorrer por mi cuerpo, escurriendo por mi cabello para luego dividirse y pasar por mi pecho y espalda. Cerré mis ojos mientras el agua me cubría, dejando que se llevara mi esencia consigo.
Me sentía un poco más renovado después de aquel baño, fui a mi recamara y saque mi ropa para ese día. Me estaba vistiendo cuando mi teléfono vibro sobre el escritorio que se encontraba enfrente de mi cama.
- Buenas Adrián, ¿tienes tiempo? quisiera que pasaran antes del cambio de turno. Bonito día.
Teclee mi mensaje y lo envié. Creo saber para que me busca.
Eliezer
Había encendido el ordenador luego de haber llegado a casa. Entre a páginas para buscar empleo, pero ninguno de maestro, busque en una, en otra pero nada. Al final opte por ir directamente a los colegios.
Me sentía ansioso, caminaba de un lado a otro, miraba mi móvil, entraba al mi habitación y de nuevo miraba el móvil, como si cada vez que lo hiciera apareciera un mensaje o entrara una llamada.
Era extraño todo esto, no entendía porque me sentía así con Sebas, cada vez que estaba cerca de él, mi respiración se aceleraba y sentía mis piernas flaquearse. Sabía que estas sensaciones ya las había experimentado antes, pero no quería dejar pasar aquel sentimiento. En ese momento una nostalgia me invadió, recuerdos llegaron a mí, tuve que pensar en otra cosa para no dejar que eso se apoderara de mi.
Salí de la habitación y fui a la cocina, revise la alacena y luego el frigorífico y me di cuenta que tenía que ir hacer el súper. Tome mis llaves y me dispuse a ir al supermercado por mi despensa antes de pasar por Sebas, pero justo cuando salía de casa, lo que tanto estaba esperando llego. Saque mi móvil de mi bolsillo y conteste la llamada.
- ¿Hola?
- Hola Eliezer…este…bueno, ya…ya me encuentro en mi última hora – la voz de Sebastián se oía algo, ¿nerviosa?
- Bueno, ya voy para allá, aparcaré en el mismo lugar donde lo hice en la mañana ¿vale?
- Vale, con cuidado, te dejo que ya llego el profesor. Te veo en un rato.
Aunque no podía verme, sabía que tenía una sonrisa en mi rostro. Quizá y estaba negando lo obvio, pero igual y era mejor. Quizá y todo esto no era reciproco.
Esteban
Ya no tenía ganas de quedarme un rato más en el colegio, pero Erick no me dejo ir. Durante todo el día mi amigo me preguntaba qué, que tenía, pero a pesar de siempre contarle todo lo que me ocurría, pero de nuevo no pude ser sincero con él.
El calor del salón de clases me estaba agobiando, por lo que salí a mojarme la cara. Iba metido en mis pensamientos, sintiendo como gotas de sudor escurrían por mis sienes. Llegue al baño pero no entre. Mi vista se postro en una persona que salía alegremente de su salón de clases, aquel niño se despedía amablemente de sus compañeros y estos últimos lo correspondían, dio media vuelta y se alejo de ellos. Mi cuerpo inconscientemente comenzó a seguirlo, bajamos por las escaleras, recorrimos el patio principal para terminar saliendo de la escuela. El portón del colegio siempre estaba abierto, por lo que los estudiantes entraban y salían a la hora que quisiesen.
Yo no seguí más allá, me detuve viéndolo alejarse por la calle. Creí que de un momento a otro su figura comenzaría a desaparecer con forme fuera caminando, pero no, se detuvo en la siguiente esquina al tiempo que un carro color gris se detenía a su lado. Aquel carro de color gris, sabía que existían millones en el mundo, pero aquel era de él, era de Eliezer.
Sebastián
Sabía que me estaba contradiciendo. Ayer había dicho que no me importaba el porqué del despido de Eliezer, entonces, ¿Por qué aquello que escuche de la boca de esa chica seguía en mi mente?
Apenas había llegado a la esquina cuando el carro de Eliezer apareció. Aquella sonrisa que me dedico hizo que aquel tema que estaba en mi cabeza, se esfumara, no por completo, pero ayudo a que me calmara. Me di la vuelta y fui a subirme a la parte del copiloto.
- Hola ¿Cómo te fue? – me dijo Eliezer una vez que estuve adentro.
- Muy bien, ¿a ti? – dije dedicándole una sonrisa mientras este ponía en marcha el carro.
- Pues, más o menos, creo que deberé ir a los colegios para ver si hay vacantes – al decir esto, no pude evitar que esa conversación regresara a mí. Me quede callado y Eliezer lo noto - ¿Qué pasa?
- Na…nada ¿por?
- No dijiste nada.
- Ah, no, es sólo que, se me hace extraño que hables de conseguir empleo en otro colegio, no sé – no mentía, en verdad no quería que encontrara empleo en otro lugar, pero tampoco era ese el motivo por el cual no había dicho nada.
- Oye, tranquilo. Estaremos juntos – aquellas palabras, voltee a verlo sintiendo un revoloteo en mi estomago.
- ¿A qué…a qué te refieres con “estaremos juntos”?
- Pues, viviéremos juntos ¿no?
No volví a decir nada, sentía una sonrisa en mi rostro, sensaciones recorrer mi cuerpo. Vivir juntos, ¿sería posible? Nada era concreto, pero ¿este había sido el primer paso? Comencé a hacerme miles de historias en mi cabeza, historias que con anterioridad ya había creado.
No tardamos mucho en llegar al supermercado, a pesar de que era hora de salidas del colegio, tiempo de comida en algunas oficinas y empresas, el tráfico era ligero. Eliezer aparco el auto dentro del estacionamiento del lugar. Había pasado tiempo desde la última vez que viene a uno, y la verdad era muy diferente a como los recordaba. La frescura del establecimiento me golpeo al entrar por la puerta automática, su piso café y sus toques azules le daban un aire elegante. Oí como Eliezer sacaba un carrito de súper y con una sonrisa se acerco a mí.
- Disculpe joven, ¿le gustaría ayudarme a escoger mis productos? – no pude contener una risa mientras un nerviosismo se apoderaba de mí.
- Claro, dígame que compraremos.
- Casi nunca hago lista, pero bueno, divirtámonos.
Pasmos por cada uno de los departamentos, tomamos unas cuantas cosas de salud, otras de detergentes, mirábamos ropa; todo esto lo hacíamos dándole un toque alegre y divertido. Como dije, ya hacía tiempo que no venía a una tienda de autoservicio, como trabajaba, la comida no era un problema, si necesitaba algo de uso personal o para el baño, le pedía de favor a la señora Alcántara, una viuda que vive en el mismo condominio que yo, que los comprara. Tenía vagos recuerdos de cuando venía con mis padres, pero ninguno de ellos era divertido.
Estábamos en la zona de frutas, me separe de Eliezer para escoger unas frutillas mientras él escogía las verduras. Cuando nos volvimos a encontrar, ambos nos sonreíamos, mientras colocábamos en el carrito las verduras que traíamos. Ya nos íbamos, pero un hombre alto, trajeado, de cabello negro y de buen ver se para justo en frente de nosotros.
- Hola Eliezer, cuánto tiempo – dijo acercándose más a nosotros.
- Hola Luis – contesto Eliezer en un tono seco. Aquel sujeto dejo de mirar a Eliezer para pasar a mirarme a mí, dedicándome una mirada como de repulsión, como si fuera una peste.
- Vaya, ¿así que ahora “éste” es tu nuevo juguetito Eliezer? – dijo aquel hombre con un tono déspota - ¿no crees que es un poco menor para ti?
- Oye podrás insultarme a mí, pero con él no te metas ¿entiendes?
- Calma, tranquilo, ¿o qué?, no me digas que le has empezado a tomar cariño. Pero si para ti es amor de una sola noche…
- ¡BASTA! Si no tienes más que decir, lárgate de aquí – aunque Eliezer trataba de controlarse, su enojo salía por cada uno de sus poros.
- De acuerdo, solo quería pasar y recordarte lo bueno que la pasamos la ultima vez, y que me daría gustazo volver a compartir la cama contigo, piénsalo – dime Aquel hombre se dio media vuelta e hizo un ademan con la mano en forma de despedida.
Aquellas palabras, sus palabras me hicieron recordar, eras casi las mismas palabras que había usado Esteban el primer día que estuve en casa de Eliezer, “¿él fue ahora tu “noche”?”, quizá y me daba una idea de lo que esas palabras significaban, pero tampoco quería entrometerme en la vida de mi profesor. A esos recuerdos se agrego la conversación de las chicas de la cafetería de la escuela. No quería hacerlo, pero necesitaba respuestas, necesitaba sacarme esta sensación que traía.
- Perdón, perdón por este espectáculo – dijo Eliezer en forma de disculpa.
- No te preocupes, ¿Quién era?
- Un amigo – mentía. Tenía que arriesgarme. Como dije en un inicio, me estaba haciendo solo ideas, ideas que quizá y no eran reciprocas, y mejor terminar con este sueño antes de que ocurra otra cosa.
- Dime algo Eliezer, y quiero que seas honesto. Sé que dije que no me importaba lo que había pasado en tu vida pero ¿Qué tan cierto es tú y Esteban hayan tenido un encuentro…sexual?, ¿Acaso ese tío, también tuviste algo que ver con él?
Eliezer no respondió, simplemente se me quedo viendo, con una mirada que reflejaba nerviosismo, desesperación y angustia. Me asustaba la respuesta, una respuesta que quizá y sabía que era verdad, pero, en la vida debemos arriesgarnos.
Adrián
El despacho de Víctor era un pequeño cuarto donde apenas cabía un escritorio y un pequeño sillón y que se encontraba en la parte trasera de toda la edificación. Era rara vez que usaba el despacho, casi siempre lo hacía para arreglar cuentas con los proveedores o para la selección de un nuevo empleado, de ahí en fuera no se usaba.
El lugar era muy oscuro ya que solo tenía una pequeña ventana en la parte de atrás que apenas sí dejaba entrar la luz, olía a limpio, a pesar de no tener buena ventilación y estar cerrado olía bien. Minutos después entro Víctor, quien se encontraba despidiendo a los empleados del turno de la mañana. Pensé que iba a ir a sentarse detrás del escritorio, pero se sentó sobre él.
- ¿Te encuentras bien? – dijo rompiendo aquel silencio en el que nos encontrábamos.
- Sí, ¿por qué la pregunta?
- Bueno, digamos que me di cuenta de algo ayer.
- ¿Cómo de qué?
- Llámame loco, pero ayer, de cierta manera te molesto que Sebas estuviera con aquel chico.
- ¡Pero qué dices! Por supuesto… - que tenía razón, pero no tenía porque enterarse.
- ¿Por qué no intentas encontrar a alguien más? Ha pasado un año desde que terminaron, creo que ha llegado tiempo de que…
- ¿Cómo hacerlo? Yo aún conservo las esperanzas de qué…
- Y ¿él también?, ¿él también desea lo que tú?
- Pero, yo…
- Date la oportunidad.
Víctor comenzó a acercarse a mí, empecé a sentir su respiración rozar mi cara e intente apartarlo pero su fuerza era mayor a la mía. Sus labios besaron los míos al tiempo que su lengua se abría paso y se encontraba con la mía. El sabor a cerveza invadió mis papilas gustativas. Ese beso era algo brusco pero excitante.
Víctor pego más su cuerpo contra mí, dejándome sentir su erección, la cual se ocultaba dentro de aquel cumulo de ropa. Mis manos comenzaron a tomar su camisa, la cual saque con brusquedad sin ni siquiera desabotonarla. Sabía que Víctor era muy fuerte, ya que sus músculos sobresalían a través de su ropa, pero jamás pensé que estaría tan bueno. Pose mis manos sus tetillas erectas, mi jefe coloca sus manos en la cremallera de su pantalón y con brusquedad tiro de su pantalón dejando al descubierta la enorme erección que se marcaba en su bóxer. Intente tocarla, aquel pedazo de carne despertó en mi deseos reprimidos, pero Víctor me detuvo, con una mano detuvo las mías por el aire mientras la otra se abría paso a través de mi bóxer al tiempo que seguía besándome.
Sin delicadeza apretó mis nalgas, aquel apretón me dolió e instintivamente apreté sus fuertes pectorales y mi jefe reacciono mordiéndome el labio inferior. El saber metálico de la sangre se junto con el sabor de nuestras bocas, creando así una explosión más de placer.
Los pellizcos que me propinaba rápidamente fueron transformados por oleadas de placer.
- ¡Ahh… joder! – El tacto del dedo índice de Vítor hurgando dentro de mí ano, provoco que musitara con un escalofrió de placer. Con movimientos circulares me lo introducía lentamente. No me reconocía, el deseo de ser poseído por aquel semental había despertado en mí la lujuria.
- Hay que quitarte el pantalón – nos separamos por un momento, coloque mis manos sobre el botón de mis jeans, pero Víctor los tomo y los jalo haciendo que estos se rompieran. Al ver mi erección me dedico una mirada llena de lujuria.
Mi jefe iba a acercarse de nuevo a mí pero esta vez yo lo detuve. Mi mano toco el pecho caliente de Víctor, con mis dedos baje recorriendo un camino imaginario desde su pectoral, abriéndome paso por sus duros abdominales hasta llegar a la entrada de sus bóxers. Mi mano se inserto dentro de aquella tela dejándome sentir así lo que resguardan. La polla de Víctor se sentía caliente y palpitante, con mi mano la recorría de arriba hasta abajo aumentando así el placer por tener aquel “gran” pedazo de carne dentro de mí.
No lo pensé y me hinque, solté aquel pedazo de carne dando paso a las manos de su dueño. Víctor tomo su verga, la agito de un lado a otro golpeándome con ella la mejilla dejándome rastros de líquido pre-seminal. Mi boca se encontró con aquel glande rojo e hinchado, saque mi lengua, sentía la saliva escurrir por los costados de mi boca, me fui acercando más hasta que por fin tuve dentro de mi boca aquella verga.
El gladiador de mi jefe alzo la cabeza manteniendo los ojos cerrados en todo momento, suspirando y jadeando de placer. Mi lengua recorrió como un pincel cada vena de aquella polla, dando lamidas al glande mientras salían gotas de aquel liquido salado. Baje lentamente por ese tubo de carne hasta llegar a unas bolas perfectamente rasuradas, las cuales envolví completamente en saliva. Iba a volver a subir pero Víctor me saco su pedazo de carne de la boca.
- ¡Basta!... que hará que… me venga – dijo entre gemidos.
Me levante para besar sus labios, pero ahora el fue quién se hinco. Abrió su boca y acerco mi verga hacia ella. Yo no era un experto mamador, pero el trabajo que estaba haciendo Víctor me estaba haciendo doblegar. La cabeza de mi jefe realizo un vaivén desenfrenado, insertando y extrayendo mi verga, sintiendo como sus dientes mordían mi glande y su lengua jugueteaba con mis bolas. Mis gemidos incrementaban y cada vez eran más fuertes.
La intensidad comenzó a minorar, fue entonces que tome su cabeza y comencé a marcar un ritmo veloz. Si bien mi verga no era tan grande como la de él, tenía un buen tamaño, y varias veces le provoque arquearse. Comencé a sentir un cosquilleo por todo mi cuerpo, cerré mis ojos, dejando que el placer y la lujuria me embriagaran.
Gemí fuertemente. Cuatro potentes lechazos salieron de mí e inundaron la boca de Víctor. No escurrió nada, su lengua limpio los restos de leche de mi glande. Se levanto y mientras me dedicaba una sonrisa.
- Ahora es mi turno.
Sus fuertes brazos me alzaron del suelo. Me llevo en brazos hasta el escritorio donde apenas si cabía acostado, pero no me importo. Me recostó quedando ambos uno en frente del otro.
- Cuenta hasta cinco – dijo entrecortadamente mientras me tomaba por la cintura.
- Uno… dos… tres… ¡Ahhh!
La polla de Víctor entro hasta el fondo, el dolor me hizo retorcer, estuve a punto de decirle que la sacara, pero su pelvis comenzó un vaivén rápido. Sentía como el dolor me sacaba lágrimas, pero pronto se transformo en placer. Su verga recorría cada parte de mi culo, rosándolo, haciéndolo suyo. Sus músculos se tensaban, el sudor escurría por su pecho, el rechinido del escritorio creaba apenas un eco casi audible.
Coloque mis manos en sus hombros, lo atraje a mí, busque su boca y cuando por fin la encontré hice que nos fundiéramos en un beso, apasionado, rudo.
Podía escuchar el chocar de sus bolas con mi culo, mientras este a cada embestida que le propinaba soltaba un gemido mordiéndose el labio inferior. Su cuerpo se tenso, soltó un gemido que pudo ser escuchado al otro lado de la habitación. Cinco tallazos de leche chocaron en mis entrañas, su esencia estaba dentro de mi cuerpo, caliente, viscosa que comenzaba a escurrir por mi ano. Lo habíamos hecho sin condón, pero a estas alturas ya no me importaba.
Víctor saco su pene ya flácido de mí. Jadeando me miro con una sonrisa. Se pego a mí besando mi cuello, dejándome sentir el sudor de su pecho.
Había pasado tiempo desde la última vez que lo había hecho. Un año había pasado desde que termine con Sebas y creo que ahora era tiempo de darme la oportunidad de conocer a alguien más.