Olguita no se vende... pero se alquila
Olguita se encuentra en un apuro económico, pero siempre hay alguien dispuesto a ayudarla... o a alquilarla si ella está dispuesta.
Como dicen que “no hay mal que por bien no venga”, no pude por menos que alegrarme de mi lesión en el pie, pues ello me obligó a una serie de sesiones de rehabilitación en el centro médico donde trabajaba la atractiva Olguita. Todas las tardes se esmeraba en aplicarme diversos tratamientos en mi maltrecho pie, para finalizar con un enérgico masaje mezcla de dolor y placer, que me hacía ver las estrellas pero que finalizaba con una manipulación relajante que compensaba el sufrimiento causado.
Olguita era una chica más bien bajita, con un físico no demasiado espectacular, en parte debido a que siempre la veía ataviada con ese uniforme de pantalón y camisa holgados que tan poca justicia hace a los cuerpos bien formados, aunque de vez en cuando se le adivinaba un trasero bastante opulento para su talla de mujer; no obstante, su mayor gracia era su cara, sin ser una mujer guapa, Olguita era poseedora de unos bellos y sugerentes ojos negros, una nariz respingona que le daba un aire pizpireto a su expresión facial y una boquita sensual y perfilada que, no sé si de forma consciente o no, contorsionaba en gráciles y refinados mohínes que le daban una gracia cautivadora, enormemente femenina.
Con el paso de las sesiones de rehabilitación habíamos tomado algo de confianza, Olguita me contaba sobre lo divino y lo humano y yo la escuchaba atento y divertido. Se trataba sin duda de una chica joven pero con mundo, sabía “por dónde va el agua al molino”, aunque en su trabajo siempre estaba en su sitio.
Ese viernes, tras la rehabilitación, fui a casa a arreglarme y salí de nuevo a cenar y tomar unas copas con unos amigos del trabajo. La noche transcurría por cauces un tanto monótonos hasta que decidimos ir a tomar una copa a un local de moda que, ¡oh casualidad!, Olguita me había comentado que era uno de sus favoritos. La verdad es que no reparé demasiado en esta circunstancia hasta que, acodado en la barra, me giré hacia la pista de baile:
A unos metros de mí, ataviada con un pantalón imitación a piel de serpiente en tonos claros que no dejaban lugar a dudas sobre el espectacular trasero y piernas de quien lo vestía, además de un top a juego que ceñía dos palomas blancas de mediano tamaño pero indiscutible turgencia, izada sobre unas sandalias con unos tacones de vértigo, se encontraba bailando de forma escandalosamente sensual Olguita.
Su forma de bailar le había formado un espacio abierto a su alrededor en el que se disponían en círculo varios chavales que la jaleaban y disfrutaban con el movimiento sexy de aquella mujer que los estaba –bueno, nos estaba- volviendo tontos a base de calentar nuestros cerebros con los movimientos de su cuerpo.
En un momento de su baile, Olguita se giró y nuestras miradas coincidieron, por lo que le hice un breve saludo inclinando la cabeza y sonriéndole, creyendo que ni siquiera me había visto, pues siguió bailando durante un buen rato. Sorprendentemente para mí, cuando finalizó la canción que Olguita estaba bailando tan sensualmente, abandonó la pista y se dirigió hacia la barra:
¡Hola! ¿Cómo tú por aquí? –Me estampó dos besos que me permitieron aspirar su perfume, invasivo y osado, como ella-.
Pues de copas con unos amigos, por cierto, con el bailecito que te has dado estarás muerta de sed ¿te invito a una copa?
La verdad es que estoy muerta de sed y absolutamente “tiesa” de dinero, por lo que te lo agradecería…
Pedí dos copas y comenzamos a charlar:
Te veo espléndida esta noche… muy radiante.
Bueno, creo que será fruto de la desesperación, que me hace tirar hacia delante.
-¿Desesperada tú, por qué?
- Pues aunque no te lo creas, hoy estoy “celebrando” que me echan de mi casa.
-¿Cómo, estás de broma?
- Nada de eso. He tenido una serie de gastos imprevistos y hace dos meses que no pago el alquiler, así que tras varias prórrogas mi casera me ha dado un ultimátum: o pago el martes o el miércoles me pone en la calle. Como no tengo los 300 euros que necesito para pagarle la mensualidad, estoy “celebrando” mi desahucio.
El desparpajo y el aplomo de aquella jovencita me tenían entusiasmado. Continuamos charlando varias horas, sin dejar de tomar copa tras copa, mientras yo no dejaba de bucear en sus profundos ojos negros intentando dar forma a la idea que estaba surgiendo de entre los vapores del alcohol, mi deseo por ella, acrecentado por contemplar su excitante carita, su lisa barriguita con el piercing en su ombligo perfecto, los gráciles gestos de su boca, su sonrisita enigmática…
- Mira, Olguita… disculpa si me voy a pasar, pero entre el alcohol que he bebido y lo que está pasando esta noche… me encantas, sabes?
Ella me miró con cara de póquer, sin decir ni palabra ni delatar con el gesto si le desagradaba lo que acababa de decirle.
- Olguita, estoy dispuesto a ayudarte con tu problema de alquiler…
-¿Ah sí, cómo? –seguía expectante, pero sin levantar sus cartas y esperando mi jugada, tras confesarle que me gustaba-.
- Mira, sinceramente… tú eres “un pibón” y yo a mi edad no estoy para asediarte y hacer el ridículo, sin embargo, estaría dispuesto a ayudarte…
Olguita adivinaba mi jugada y su semblante se había puesto serio, pero su difícil situación económica y el hecho de que era una chica con tablas, la mantuvieron allí en la barra del bar junto a mí. Recordando al maestro Sabina, recurrí a la “grasa en mi cartera”, saqué tres billetes de 100 euros parsimoniosamente y ante la mirada fija y atenta de Olguita, que parecía hipnotizada por aquella aparición que solucionaría su perentorio problema, los puse sobre la barra.
Ella detuvo un instante su mirada sobre el dinero y algo en su semblante cambió, parecía resuelta y con un aplomo que hasta ese momento yo le desconocía.
Mira, lo único que te pido es que me hables clarito, no estoy dispuesta a que me lo hagas pasar mal por mi situación económica.
Ni esa es mi intención, Olguita… te voy a proponer algo para ganarte estos 300 euros y si no te interesa, pues lo olvidamos y tan amigos como siempre, pero igualmente, si finalmente te interesa, harás lo que tengas que hacer pero no por ello te tendré en distinta consideración: separaremos una parcela de la otra.
Oye, déjate de rodeos y dime qué quieres a cambio de los 300 euros.
No apartaba la vista del dinero sobre la barra y esa mirada me confirmaba que mis propósitos se cumplirían. Di un largo trago a mi copa y mantuve el suspense unos segundos mientras seguía mirándola de arriba abajo.
- Olguita, quiero que el lunes nos quedemos solos en la clínica y que tras tratar mi pie, básicamente te conviertas en mi putita, quiero que me des una mamada inolvidable y el dinero será tuyo, eso es todo.
Ella comenzó a echar fuego por los ojos, si hubiera podido me habría fulminado en ese instante, pero se mantuvo serena debido a su estado de necesidad, volvió a mirar la pasta y me respondió.
Está bien, tú ganas… me hace falta el dinero…
Olguita, vamos a ser sinceros, ganamos los dos, pero si no lo tienes claro, no quiero obligarte a nada de lo que te arrepientas.
Nada de eso, estoy segura.
-¿Segura de qué?
- De aceptar el trato.
Para un gourmet depravado como yo el tema iba más allá de la simple mamada, el asunto radicaba en envilecer a Olguita para que se ganase el dinero, aunque estuviese dispuesto a cumplir como un caballero y tratarla como a una dama una vez terminado el trato, así que le di alguna vuelta de tuerca más para empezar a saborear la situación.
- De trato nada, Olguita, quiero que me describas gráficamente aquello que estás segura de hacer.
Ella me miró un tanto indignada por comprobar el aro por el que yo deseaba hacerla pasar, pero como chica inteligente que es, entró en el juego:
- De acuerdo: estoy segura de querer tener sexo contigo.
-¿Qué tipo de sexo, Olguita? –mis dedos jugueteaban introduciéndose entre la cintura de su pantalón y la piel de su tersa barriguita, toqueteando el elástico de sus bragas, atrayéndola hacia mi. Ella se resistía a entrar de lleno en el lenguaje explícito-.
- Sexo oral
-¿Oral, qué sofisticada eres describiéndolo, no? Quiero que seas un poco más soez para que nos entendamos.
Ella se acercó a mi oreja y entró abiertamente en el juego:
Te la chuparé a cambio de 300 euros.
Pero Olguita –la besé en el cuello y noté claramente cómo se estremecía- 300 euros es mucho dinero por una mamada… tienes que venderla adecuadamente para convencerme de que será un dinero bien invertido…
Me besó con un piquito en los labios y volvió a susurrarme al oído, mientras acariciaba mi nuca:
Será una mamada inolvidable, estoy segura de que nunca te han comido la polla como yo te la comeré el lunes.
Pero tienes que informarme un poco más…
-¿Qué quieres saber?
- Pues por ejemplo si practicas la garganta profunda…
Me tocó la polla por encima de la tela del pantalón, calibrándola.
- Bueno, creo que me lo pondrás difícil pero por mi no habrá problemas en tragármela hasta el final. ¿Alguna duda más?
-¡Claro! Imagino que no serás de esas putitas escrupulosas que la chupan con condón, no?
Nada de eso, mi lengua y mis labios directamente sobre tu polla… arderás de sentirme.
Mmmmmmm ¿y el final?
-¿Cómo que el final?
- Claro, quiero correrme en tu boca, nada de que te retires cuando eyacule.
-¡Pero mira que eres cerdo! Eso no se lo permito ni a mi novio.
Deslicé mi mano a su entrepierna y puse su vulva entre mis dedos a través del pantalón. Ella se dejaba hacer.
Pero tu novio no te paga una pasta para correrse en tu boquita linda; si ese gañán te folla gratis ya se puede dar con un canto en los dientes de que se la chupes sólo un poco.
Es que me da un poco de asco.
A mi también me da un poco de pena de mis 300 euros, Olguita, pero la vida es así: tenlo claro, o te tomas el biberón o lo dejamos, pero si no me corro en tu boquita no te pagaré y habrás mamado para nada.
Está bien, cerdito, te comeré la polla hasta el final y me tragaré tu corrida.
Tampoco hace falta que seas tan glotona, putita, sólo te exijo que me corra en tu boca, luego haces lo que quieras con mi leche. Por cierto, vamos al baño.
-¿Para qué?
- Calla y sígueme.
Olguita había entrado de lleno en el juego y sumisa me siguió hasta el baño, entramos en el de señoras, eché el pestillo a la puerta, me senté sobre la tapa del inodoro y sin anestesia le espeté:
- Quiero verte el coño.
Entre las copas de más que llevaba, el calentón que teníamos y la falta que le hacía el dinero, Olguita sin rechistar se desabrochó el pantalón, se lo bajó hasta los tobillos, mostrando un tanga negro sin demasiada historia, el cual también terminó sobre sus pantalones, mostrando un abundante felpudo recortado en las ingles pero tupido sobre su vagina.
El lunes lo quiero sin un pelo, el coño completamente despejado.
Pero de follar no hemos hablado…
OK, tenlo claro que no intentaré salirme del guión establecido, pero quiero que cuando te desnudes y te toque el coñito esté como a mi me gusta.
El problema es que lo tengo así porque a mi novio le gusta peludito.
Me temo que follarse tu coño peludo le costará 300 euros que no posee, por lo que te recomiendo que el lunes lo tengas completamente rasurado para mi. Además disfrutaré muchísimo cuando me cuentes el embuste que le echarás para justificar el afeitado.
Mira que eres cabroncete, eh?
Le di una caricia en su peludo coño y una cachetada en la nalga derecha del perfecto culo de Olguita al tiempo que me levantaba y abandonaba el baño mientras me despedía de ella.
- Nos vemos el lunes, putita linda.
El lunes me lo tomé libre por la tarde. Dormí una siesta larga y reparadora, tomé un baño con aceites aromáticos y relajantes, me afeité concienzudamente y, antes de todo ese ceremonial de baño, me depilé convenientemente toda la zona que pronto iba a recibir las atenciones de Olguita; de ninguna forma deseaba obstaculizar su ardua tarea de felatriz.
A la hora convenida aparecí por la clínica, argumentando una cita de última hora en el trabajo para haber aparecido tan tarde. Olguita convino con su encargada que no había problema, que no le importaba quedarse para darme la sesión de rehabilitación, tras lo que se encargaría de cerrar el establecimiento.
Comenzamos la sesión con normalidad y charlando distendidamente. Pasados veinte minutos, Olguita salió del gabinete para comprobar que estábamos solos, aseguró por dentro la puerta de acceso y volvió con un bolsito neceser. Mirándome con una sonrisita deliciosa, sacó un paquete de toallitas húmedas, un frasquito de perfume con el que se vaporizó generosamente en puntos estratégicos de su cuello, pecho y vientre, un bote de aceite aromático…
Veo que has traido el “kit de las mamadas”…
Bueno –sonriendo- si te la voy a chupar habrá que chuparla bien, no?
Claro que sí, ya sabía yo que me la chuparías con la misma profesionalidad con que me masajeas el pie.
Mucha más, porque por chupártela te recuerdo que me pagarás 300 euros.
Saqué el dinero y lo puse junto a su “kit de las mamadas”, en territorio neutral, pues aún no se lo había ganado.
Desnúdate, putita, que quiero disfrutar por fin de ese cuerpazo que el uniforme nunca me deja disfrutar.
A sus órdenes.
Olguita lentamente se despojó de la camisa, desabotonándola con parsimonia. No tenía sujetador, por lo que sus dos tetas quedaron ante mi vista inmediatamente; eran de tamaño medio, erguidas y con pezones rosados y de buen tamaño.
Cuando iba a despojarse del pantalón, girando mi dedo le indiqué que lo hiciera de espaldas a mí. Ella, obediente, se giró y pausadamente se fue inclinando al tiempo que lo deslizaba hasta sus tobillos, quedando ante mi vista un espléndido y ancho culo, de nalgas redondeadas y tersas, con un tanga de encaje que terminaba en un hilo que se perdía en las profundidades del trasero de Olguita.
-¿Te gusta lo que ves, marranete?
- Claro que sí, ahora cálzate esas sandalias de tacón tan putitas que llevas y acércate, que antes de que me desnudes quiero comprobar si has cumplido con el coño.
Se acercó hasta mi y poniendo una de sus piernas sobre la silla que estaba junto a la mía, poniendo su vientre a centímetros de mi cara, introdujo dos dedos por el borde de su tanga y lo apartó, ofreciéndome una vista de sus labios vaginales completamente rasurados, sin atisbo de vello púbico, tal y como le había pedido.
Acerqué mi nariz a su coño y aspiré el delicado olor a almizcle que denotaba que aquella putita estaba también excitada por la situación.
Te huele el coño divinamente ¿qué le has dicho a tu novio sobre el rasurado?
Que tengo que ir al ginecólogo y que me daba vergüenza llevarlo peludo. Así y todo el imbécil se enfadó, tuvimos una bronca y lo eché de casa sin dejar que me follara, se fue caliente perdido.
¡Uuuufff!, eso me encanta, eres una putita obediente pero mentirosa. Anda, desnúdame, que ya no quepo en mi pantalón y me hago daño.
Ella comenzó a desabrocharme el cinturón y el pantalón, lo que aproveché para besar su cuello y acariciarle el culo, que me encantaba por su forma perfecta y la tersura de la piel de sus nalgas.
Dejó caer mis pantalones al suelo y se agachó ante mí, mirándome a los ojos y poniendo su cara junto al prominente bulto de mi slip, refregando su cara sobre mi polla y dándole un mordisco suave sobre la tela.
Tras esto me descalzó y terminó de desnudarme, quedando sólo con el slip que dejó para el final. La verdad es que creo que había hecho una muy buena inversión, porque Olguita tenía un cuerpo muy bonito y no se cortaba nada ante la situación, de hecho, me despojó del slip, me empujó hasta sentarme en la camilla y agarrando mi erecta polla comenzó a darse golpecitos en la cara y a besuquearla, sin apartar la mirada de mis ojos.
-¿Te gusta cerdito?
- Siiiiii, ¿cómo la ves de tamaño, crees que podrás hacerme una garganta profunda?
Sin responderme, escupió sobre mi polla, extendió su saliva sobre todo el tallo y sin dilación engulló todo el falo hasta topar con mis huevos. Aquella putita era una consumada devoradora de pollas y yo era el afortunado que iba a ser devorado aquella tarde.
-¿Satisfecha tu curiosidad?
- Claro que sí, pero ahora deja un poco la polla y sigue hacia abajo, que quiero que te comas los huevos un ratito.
Sin protestar sacó mi polla de su boquita juguetona y se aplicó a lamerme los huevos durante varios minutos, cosa que me encanta y que me transporta al paraíso.
Olguita paró un momento a descansar, no sin aplicarme una suave paja que mantenía mi nivel de excitación bien alto.
- Bueno, cerdito, como quiero que te acuerdes de mi mamada, prepárate para lo que viene ahora.
Me hizo levantar las piernas, dejándome en la posición del pollito asado, tras lo que hundió su boca entre mis nalgas, besuqueando el orificio de mi ano y la zona del perineo.
- ¡Aaaaaaahhhh pero mira que eres guarra, Olguita! Me estás matando de gusto, sigue, sigue por favoooor.
Aquella cochina me estaba matando de gusto, completamente despatarrado y recibiendo sus atenciones en mi ano. Cuando pensé que lo abandonaría para dedicarse de nuevo a mamar mi polla, noté como endurecía su lengua y penetraba con ella mi esfinter, que cedió sin dificultad al avance impúdico de aquella sorprendente putita.
- Joooderrrr, pero qué guarra eres y qué gustazo me estás dandooooo
-¿Te gusta cómo te chupa el culo tu putita?
- Muuuucho, no pares que me gusta una barbaridad…
Olguita se estaba ganando sus 300 euros a golpe de lengua y con gran brillantez y entrega, no paraba de taladrar mi culo con su lengua, lo barrenaba en redondo dilatando mi esfínter, ensalivaba toda la raja de mi culo, presionaba hasta el límite su cara contra mi ano para tratar de penetrarme al máximo con su lengua. Me estaba llevando al límite del placer sin tocar para nada mi polla.
- Paraaaaaa, Olguita, que harás que me corra y esta no es mi idea.
-¿Qué pasa, no te gusta cómo te como el culo?
- Claro que me gusta, pero ya sabes cómo pienso correrme.
La hice incorporarse y se puso de pie al lado mío, que seguía tumbado en la camilla, con el culo palpitando aún por el buen trato recibido y encharcado como el de un gay recién follado, pero muerto de gusto. Comencé a tocarle el culo y en una de las pasadas que mi dedo corazón dio por la raja que separaba sus nalgas, llegué hasta su vagina, que estaba encharcada.
Olguita, estás mojada como una putita cachonda…
Claro, ¿qué te esperabas? No soy de piedra.
Pues quítate las bragas y súbete encima mía.
Oye, dijimos que no me follarías, sólo mamada, no?
Sí, sí, sólo mamada, pero yo también puedo mamar, no zorrita?
El trato no era exactamente ese, pero Olguita estaba caliente perdida e imagino que necesitaba atenciones en su coño, máxime después de no haberse desfogado con el imbécil de su novio, así que sonriendo se colocó a horcajadas sobre mi y puso su precioso coño sobre mi cara. Quiso comenzar a chuparme la polla pero le pedí que descansara un poco.
- Ábrete el culo y acerca el coño a mi cara, casi sentándote en ella, así…
Olguita puso su húmedo coño a milímetros de mi boca, con lo que sólo tuve que alargar mi lengua para que esta entrara en contacto con sus labios vaginales, arrancándole un profundo y sentido suspiro de gozo. Con dos pasadas de lengua a lo largo de sus labios mayores, estos se abrieron como una flor en sazón y me dieron acceso sin dificultad a su rosado y abotonado clítoris, el cual comencé a atacar con movimientos circulares de mi lengua. Esta mecánica puso en acción un surtidor de flujo vaginal que bañaba mi cara abundantemente. Aquella putita se estaba muriendo de gusto y encima me iba a levantar 300 euros por correrse en mi boca, pero bueno, dar placer también es un gozo, así que me apliqué a degustar con fruición el néctar que Olguita seguía derramando en mi boca.
- Uuuufff, ¡qué gusto, cabronazo! Lo siento pero necesito comer polla para poder correrme a gusto.
Olguita se dejó caer sobre mi torso y se amorró a mi polla, comenzando a chupar como si le fuera la vida en ello, aunque sin hacerme daño en ningún momento, todo ello a pesar de que estaba fuera de sí, no dejaba de refregar convulsivamente su coño contra mi boca, dándose gusto. De pronto comenzó a experimentar contracciones y expulsó una gran cantidad de flujo contra mi cara; se estaba corriendo ostensiblemente pero no dejaba de chuparme la polla metiéndosela en la boca hasta llegar a rozar mis huevos con sus labios, recorriendo el tronco en sentido inverso hasta dejarlo escapar entre sus labios con un sonido de descorche de botella para nuevamente engullirla, produciendo en mi polla la sensación de estar siendo follada por un coño succionador.
Realmente podría haber hecho un esfuerzo y retardar mi eyaculación durante un rato, pero estaba tan a gusto que decidí dejarme llevar, por lo que me concentré en disfrutar de la mamada de Olguita, que en pocos minutos me llevó al límite del orgasmo, así que le hice una señal para que se pusiera junto a la camilla de rodillas, yo me incorporé y dejé que nuevamente engullera mi polla para dejarme ir hasta el final.
Olguita me miraba con carita divertida mientras engullía golosa mi polla, dejando que mi vientre golpeara su naricilla pizpireta. De repente decidí:
Olguita prepárate que el primer chorro de leche te lo voy a mandar a esa naricilla que tanto me gusta, luego me la sigues chupando que el resto irá a tu boquita de chupona.
Ahammmmm…
Bien, aquella zorrita no dejaba de chupar ni para acatar órdenes, no pude resistirme más y arrebaté mi polla de su boca succionadora, dirigiéndola contra su cara. Lancé un glorioso disparo de semen que impactó directamente contra su mejilla y nariz, tras lo que nuevamente la introduje en su boquita que aguardaba expectante el final pactado. Dejándome hacer, Olguita nuevamente succionó, esta vez con un ritmo mucho más pausado, sin emplear la lengua, sólo chupando mi polla con sus labios ofrecidos, recibiendo una a una las sucesivas, hasta siete, descargas de semen en su boca, que sorprendentemente tragó sin asco ni pausa, apurando su biberón hasta el final.
Cuando mi polla dejó de disparar semen en la garganta de Olguita y dio signos de perder erección, ella lo sacó de su boca, me mostró sonriente la lengua, para demostrarme que no había restos de leche, prueba de que se había tragado toda mi corrida, tras lo que se aplicó a lamer cualquier resto de semen que quedase sobre mi desfallecido miembro viril.
El final había sido de traca y Olguita se había ganado sobradamente su jornal convenido, por lo que incorporándola le entregué lo acordado, dándole un profundo beso en agradecimiento a sus habilidades como felatriz.
Ella se giró para recoger sus pantalones y bragas del suelo, mostrándome una espléndida panorámica de su apetitosísimo culo, aún reluciente por el flujo destilado por la corrida de su coño, lo que rápidamente me dio una idea.
- Oye, Olguita… con estos 300 euros ¿quedas en paz con tu casera?
-¡Que más quisiera yo! Sólo evito que no me eche, aún le debo dos meses y no sé cómo le voy a pagar…
- Yo tengo una idea sobre eso…
-¿Ah, sí?
No sé si te interesará…
Déjate de misterios que ya sabes que soy una putilla y que soy capaz de comerme una polla si está bien pagado.
Bueno, precisamente mi idea no era que te volvieras a comer una polla…
-¿Entonces?
La atraje hacia mi antes de que se pusiera las bragas e introduje mi dedo corazón entre sus nalgas hasta topar con el esfínter de su ano, el cual presioné hasta el punto de introducirlo un poco pero sin hacerle daño.
Creo que si dejas que te folle el culo el próximo día puedes ganar para pagar otro mes sin dificultad.
Creo que no habrá problemas, porque se unirían dos cosas que me gustan sobremanera: el dinero y que me follen el culo, que me proporciona unos orgasmos increíbles.
-¡Pero mira que eres putita! Bueno, ya hablaremos mañana de tu culo, no?
- Cuando quieras, ya sabes que Olguita no se vende pero que puedes alquilarme para follarme a un precio razonable…
Pero claro, follar el culo de Olguita es otra historia que contaremos otro día, cuando consigamos reunir otros 300 euros con que satisfacer sus necesidades de zorrita discreta.
Agradeceré vuestros comentarios si el relato os gustó. (Dyomedhe@hotmail.com)