Olgatita
Como una cena de lo más normal con Olga se convirtió en una noche de placer.
Aquella noche me arreglé y me puse guapo, había quedado con Olga. Me puse una camisa remangada hasta los codos de color azul. Y unos pantalones de color tierra, incluso me eché colonia, algo raro en mí; quería dar buena impresión. Para esta noche tenía pensado algo distinto a nuestro plan habitual, que era dar un paseo por las calles de Sevilla. Esta noche la invité a cenar a casa. Al fin y al cabo, para algo tenía que servir saber cocinar. Le di mi dirección y le dije que estuviera en casa a las 9.
Eran las 9 y 3 minutos cuando sonó el timbre. La verdad es que no me podía quejar, siempre por una cosa u otra, llegaba tarde, y hoy era casi puntual. Me apresuré a abrir la puerta, y cuando la abrí me quedé de piedra. Allí estaba Olga, con un vestido de esos abiertos por una pierna, y con una larga melena ondulada al aire.
Una vez pasado el embobamiento de haberla visto, le di dos besos y la invité a entrar. Antes de empezar a comer, estuvimos en el sofá picando una tabla de queso manchego, maridado con un buen rioja.
Cuando acabamos con el entremés nos sentamos a la mesa. La cena consistía, de una ensalada Cesar como entrante, y un pastel de berenjena con queso de cabra y salmorejo de plato principal, de postre algo simple, fresas con nata.
Durante la cena hablamos de mil cosas, desde los estudios, a como había sido nuestra vida sexual con nuestras exparejas. Durante la cena hubo algo que no pude evitar observar, las uñas de Olga. Eran largas y bien cuidadas, recién pintadas, además. No me malinterpreten, no soy un fetichista, pero esas armas pueden dar mucho placer.
Después de la cena nos sentamos en el sofá, y nos pusimos a ver una peli. Nada muy elaborado, de estas que echan en Paramount Channel a esas horas. Durante la peli, le pasé el brazo por detrás de la cintura. Ella empezó a acariciarme el brazo primero, y después sacó a relucir sus garras de gatita. Yo empecé a acariciarla también (la película era un tostón en comparación con ella) y nuestras miradas se cruzaron. En ese momento no me lo pensé más, y me lancé a probar sus labios. El primer beso fue suave, dulce, delicado; el segundo ya no tanto, y así sucesivamente… Ella se sentó sobre mí, y mientras me besaba, pasaba sus uñas por mi cuello, cosa que me ponía muchísimo.
De pronto paró de besarme, y me miró fijamente a los ojos. Yo estaba inmóvil, petrificado, no sabía que hacer. Mientras ella me miraba, desabrochaba botón a botón mi camisa. Después, con su mano derecha, pasó sus uñas por mi cuello, mi clavícula, mi pecho… Yo ya estaba jadeando en ese sofá, suplicando en mis pensamientos que siguiera bajando. Y así fue. Dejo mi pecho atrás hasta encontrarse con mi barriga, y no paró de bajar hasta que se chocó con mi cinturón. En ese momento, me dijo con voz firme y decidida: ¡quítatelos!
No me preguntéis porqué, pero no tardé ni un segundo en reaccionar, inmediatamente me puse de pie y me desnudé para ella; después me volví a sentar. Cuando lo hice, sus uñas volvieron a tocar mi piel, a bajar poco a poco por mi cuerpo, hasta llegar a mi miembro. Ella pasó sus uñas por mi miembro, de la base a la punta. Después quitó la mano, y usó su lengua para jugar con mi polla. Al principio lo hacía lentamente, y me miraba fijamente a la cara mientras lo hacía. Luego se la metió entera en la boca, y jugó con ella un buen rato mientras sus uñas jugaban con mi pecho. Yo lo estaba flipando, no se como una inocente cena podía haber acabado así, así de bien. Al poco tiempo no pude aguantar más y me corrí.
Después de un par de minutitos para reponerme, era mi momento de contraatacar. Me parecía injusto que ella estuviera vestida y yo desnudo, así que no tuve más remedio que quitarle la ropa. Yo no tengo uñas, pero tengo boca, y también lengua. Así que la besé primero en los labios, y después fui bajando. Primero por su cuello, después su clavícula. Como os podéis imaginar, me entretuve un buen rato en sus pechos, me encanta jugar con mi lengua en los pezones y ver como se ponen duros, para después darle un pequeño bocado, y que suelte un pequeño gemido.
Seguí bajando por su cuerpo. Su barriga, su pubis… Adoro lamer su ingle cuando ella ya cree que voy a lamer ahí, dejarla con un poquito más de ganas. Aunque a ciencia cierta, quien ardía en ganas por comerse eso era yo, así que no hice esperar mucho a la pobre muchacha.
Empecé lamiendo lentamente, de arriba abajo, mientras la miraba fijamente a los ojos. No soy rencoroso, pero si en el sexo me hacen sufrir, lo devuelvo. Poco a poco a poco subí el ritmo. Era precioso ver como arqueaba su espalda mientras estimulaba su clítoris, así que decidí subir un poco el nivel. Mientras se lo comía, me metí dos dedos dentro de su coño y jugué con ellos. Ella gemía cada vez más rápido, hasta que no pudo más y se corrió. Después de eso subí por su cuerpo, y la besé. Acto seguido me acerqué a su odio y le susurré: “vamos a la cama, aún queda lo mejor”.
TO BE CONTINUED.
Se agradecen críticas y sugerencias para próximas partes.