Olga. El baile inaugural de carnaval.
Continuación del relato anterior, junto a mi esposo sigo descubriendo una vida nueva llena de sensualidad totalmente diferente a la que llevaba como maestra estricta y conservadora.
Habíamos tenido suerte en conseguir una mesa para el baile inaugural del carnaval en aquel típico club de Brasil, estaba ubicada en un rincón de la planta alta y desde su baranda se divisaba toda la enorme pista de baile.
Realmente estábamos contentos de la imagen de grupo que dábamos con nuestras ropas; los tres hombres iban con camisas floreadas y bermudas, nosotras con un top y un pareo atado a la cintura. Las tres teníamos collares pulseras y tobilleras de flores y un arreglo floral en el cabello que nos daba un toque hawaiano. Mientras nos dirigíamos a nuestra mesa pasamos por una cantidad enorme de gente que ya bailaba y demostraba alegría desbordante. La canilla libre de bebidas así como la música de samba colaboraba para entonar el ambiente. A medida que pasábamos no faltó el roce de alguna mano que por lo general se detenía en el trasero de alguna de nosotras tres, en especial en el mío que por ser el más abundante sobresalía bajo mi ajustada falda. Todo eso nos iba preparando para una noche especial, con un alto contenido erótico y sensual.
Inmediatamente de ubicados en la mesa comenzamos a bailar allí mismo primero a un ritmo algo tranquilo como calentando el cuerpo y a los pocos minutos ya más violento entregándonos a la vorágine reinante en el lugar.
Al principio bailábamos con nuestra pareja, casi enseguida todos con todos y al poco rato en grandes grupos con nuestros vecinos de las mesas cercanas. La concurrencia era muy heterogénea en cuanto a edades, razas y nacionalidades aunque el nivel era bastante bueno supongo que por ser un lugar que honestamente no era muy barato en el costo de la entrada.
Alternábamos los momentos de baile con algunos minutos de descanso en la mesa donde aprovechábamos a beber una caipirinha o cerveza que nos entonaba más y más. Por regla general mientras alguien descansaba el resto continuaba bailando manteniendo el ritmo en todo momento. De nuestro grupo se destacaba como más entusiasta Rosario que tanto como yo éramos las que casi todo el tiempo bailábamos en tanto Mary descansaba con más frecuencia; los tres hombres eran bastante parejos en este aspecto.
A nuestro lado ya varias mujeres se habían despojado de alguna parte de su atuendo; se podían ver muchas con las piernas totalmente al aire así como varias de corpiño mostrando abundantes zonas de sus pechos.
Mi marido al notar esto me hizo gestos de que me quitara el top pero yo sin dejar de bailar me negué sonriendo, a lo que él me desvió la vista hacia una Rosario que bailaba ya en corpiño a nuestro lado con Gustavo. Al percatarse de mi indecisión nuestra amiga se acercó sonriendo y se dedicó despaciosamente a desanudar en mi espalda el top, cosa que terminé por aceptar ayudándola. Así todos riendo seguimos bailando, yo verificando que los collares de flores taparan suficientemente mi busto que en algunos movimientos quedaba algo expuesto debido a su tamaño. Mi marido disfrutaba de aquel espectáculo viendo como mi gran tetamen cubierto solo con aquellos dos pequeñísimos triangulitos del bikini que él me había hecho poner aparecía fugazmente entre las flores de mis collares. Por lo que noté esto tampoco pasó inadvertido para nuestros amigos que miraban sonriendo. Fue así que a los pocos minutos se nos unió también Mary que al igual que nosotras bailaba con su pecho vestido solamente con el corpiño y los collares de flores, claro está que en el caso de mis amigas no tenían que proteger el exagerado volumen tal cual era mi caso. En uno de los descansos de la orquesta en vivo pusieron música de discoteca más lenta y dado que mi marido se había ido a sentar yo quede bailando con Eduardo. Primero bailamos separados, luego él me tomo de la cintura y unimos nuestros cuerpos; al tiempo que yo notaba como miraba mi pecho sus manos reposaban en el nacimiento de mis nalgas. Lo miré con picardía y el arrimó un poco más su pelvis a la mía por lo que pude notar que eso le estaba agradando a su miembro que estaba duro. Mi siguiente mirada fue a los ojos de su esposa que sentada a la mesa charlaba con mi marido animadamente aunque no perdía de vista nuestros movimientos pero sin presentar molestias. Por su parte a nuestro lado Rosario y su novio también bailaban pegaditos, intercambiando besos breves al principio que se fueron convirtiendo en apasionados. Al verlos Eduardo y yo nos miramos, sonreímos y sin parar de bailar observamos como se daban las lenguas, se acariciaban sin tapujos, él le sobaba el trasero y ella metía una mano entre las piernas de él seguramente acariciándole la verga. Eso propició para que Eduardo apoyara la palma de sus manos en mi culo abarcando todo lo que podía de cada uno de mis glúteos. A pesar de una mirada un tanto reprobatoria que le lancé directamente a sus ojos no se lo impedí y su mujer tanto como mi marido tampoco aunque yo estaba casi segura que habían percibido su accionar. En cierto momento retiró una de sus manos y comenzó a desplazar hacia los costados mis collares para tener una mejor visión; yo hice un gesto que intentó detenerlo pero él bajo su cara hasta el nacimiento de mis pechos donde depositó un breve pero jugoso beso.
Le levanté la cara con mis dos manos y le di un pequeño beso en la mejilla pero casi rozando el costado de sus labios. Todo esto se desarrolló sin una palabra, en un momento mágico, extraño a mi pero que me estaba proporcionando un inmenso placer. Si bien la música que invadía el ambiente con fuerza no permitía la comunicación por la palabra y si a través de gestos en general parecía que todos estábamos de acuerdo con vivir intensamente la situación, casi salvajemente.
Yo bajé de la nube donde estaba en el momento que Gustavo sonriente le tocó el hombro a Eduardo pidiéndole su turno para bailar conmigo cosa que él permitió no sin antes pasar la mano por toda mi espalda rematándola con una cachetadita en mi cola. Ambos hombres rieron al tiempo que yo me sentía halagada y no opuse reparo en el cambio de pareja mientras observe que Carlos mi marido bailaba muy juntito con Mary. Rosario y Eduardo se dirigieron a la mesa a descansar conversando animadamente, él la llevaba tomada de la cintura. Gustavo no perdió tiempo; ya desde el principio puso una de sus manos abierta en mi cola mientras con la otra separaba todo lo que podía los collares para tener un contacto más pleno con mis pechos.
Yo sonreí festejando su osadía y le eché los brazos al cuello moviendo mis caderas al compás de la música que se estaba haciendo ya un poco más movida. Su respuesta fue inmediata, me tomó golosamente con ambas manos de mis nalgas y levantándolas me atrajo hacia él colocándome prácticamente montada sobre su miembro. Yo me sentí sorprendida pero más que por su actitud por el tamaño de aquello que sentía entre mis piernas. Le regalé un par de movimientos de pelvis que fueron premiadas con un pellizcón en cada uno de los cachetes de mi cola. Gustavo lanzó su cara hacia delante buscando mis labios con los suyos pero yo lo esquivé dándole un beso muy parecido del que le había dado unos minutos antes a Eduardo. Aflojamos un tanto la presión, él me tomó de una mano levantándola por encima de mi cabeza haciéndome girar en mi danza donde mi abultado trasero cumplía un papel fundamental con sus furibundos contoneos. En ese momento pude ver a Mary y Eduardo que bailaban animadamente al tiempo que mi marido se aprestaba a bailar con una muy risueña Rosario. La scola do samba ya estaba instalada para comenzar una nueva entrada y todos nos aprestábamos a disfrutarla pero esta vez abajo en la pista de baile y rodeados de cientos de personas.
- ¿Te esta gustando?- preguntó mi marido casi a los gritos en mi oído.
- Muchísimo – respondí ya bajando la escalera hacia la pista de baile.
- Ya vi que los dos te metieron mano – dijo Carlos sonriendo.
- Algo si, pero es que la situación lleva a eso – repliqué.
- Lo que pasa es que estas divina y muy sensual. –agregó mi marido.
- Sigo siendo la misma mujer simple y común de todos los días.
- Ahora tenés una actitud diferente, sos una hembra calentona.-rió.
Así llegamos tomados de la mano hasta bien cerca de la scola do samba que iba subiendo más y más de ritmo para el delirio de una gran cantidad de personas que danzaban frenéticas como poseídas por la música. Por nuestra parte también bailábamos con mucho entusiasmo, todos con todos, haciéndonos lugar como podíamos entre aquella multitud que saltaba alrededor. Aquellos cuerpos semidesnudos, brillantes por la transpiración lejos de provocarme rechazo me encendían aun más y así era que no ponía reparo cuando alguna mano anónima me palmeaba la cola o aun más atrevida se introducía bajo los collares en busca de mis pechos. En cierto momento nos sorprendió una oleada de gente que venía bailando y recorriendo el salón en una larga fila donde el de atrás llevaba ambas manos en la cintura del que iba adelante el que hacia lo propio con otro. Fue así que sin saber como me sentí arrastrada y perdí contacto con mi grupo sin poder remediarlo; unos instantes después pude ver algo mas adelante a Mary y más atrás a Rosario que como yo habían sido raptadas en aquel trencito bullicioso.
Yo iba atrás de un hombre con tipo de europeo bastante alto y delante de otro con pinta de nórdico también muy alto y corpulento que con sus grandes manos venia aferrado a mis caderas. Cada tanto intentaba deshacer el nudo del pareo que yo llevaba atado a mi cintura y como yo le retiraba la mano él volvía a tomarme de la cintura no sin antes acariciar mis muslos o directamente mi culo. De pronto se desarmó la hilera de gente y yo me vi enfrentada al tipo alto que venia delante de mí y con el nórdico a mis espaldas; ambos estaban pegados a mí a tal punto que podía sentir sus miembros pegados uno en mi cadera y el otro entre medio de mis nalgas apretándose como si quisiera perforar mi pareo. Miré para todos lados y no localicé a nadie conocido y no atiné a nada cuando sentí como caía mi pareo y casi al mismo tiempo me tomaron de la cintura elevándome del suelo hasta depositarme sobre una mesa donde ya bailaban algunas otras mujeres. Levanté la vista y vi la misma escena por todo el salón, inclusive algunas mujeres estaban con los pechos al aire y sambaban sin preocuparse por nada más que por el placer sensual del momento. Me tranquilizó bastante cuando vi en una mesa cercana a Rosario que me saludaba agitando sus brazos a la par que bailaba también desprovista de su pareo como yo. Casi inconscientemente mis caderas empezaron a cimbrar y todo mi cuerpo las siguieron sambando con ganas para regocijo de los hombres que rodeaban aquella mesa. El nórdico se aproximó, tomó una pulsera de flores que adornaba uno de mis tobillos deslizándola hacia abajo, yo con un movimiento deje caer mi sandalia ofreciéndole mi pie desnudo cosa que él aprovechó para apoderarse de la tobillera dándome un beso en el empeine. Allí estaba yo, maestra, ama de casa, fiel esposa, bailando casi desnuda arriba de una mesa para unos extraños y sin saber donde estaba mi marido. Me sentía bien, algo así como que era mi noche de vedette, donde no importaba ni mi baja estatura, ni mis kilos de mas, ni mi cara poco agraciada y si increíblemente contaban a favor mis excesivas medidas de busto y cola. Eran incontables las manos que se extendían hacia arriba para tocarme lo que lejos de molestarme me provocaba a bailar con movimientos más y más sensuales. Tal vez en el momento justo aparecieron Eduardo y Gustavo a rescatarme; entre los dos me ayudaron a bajar de la mesa no sin perder la oportunidad de manosear mi culo que ahora sin el pareo se presentaba más accesible y apetecible.
Me volví y entregándole una pulserita de flores que llevaba en la muñeca al hombre de tipo europeo me despedí de ambos extranjeros con un brevísimo beso en los labios. Mis amigos al ver aquello se aproximaron también solicitando un piquito por lo que me pareció justo ya que me habían rescatado y sonriendo les di uno a cada uno. Nos encaminamos hacia Carlos que venia a nuestro encuentro abrazado de Rosario y Mary, riendo seguramente por haber presenciado la escena.
Cuando llegué a su lado le eché los brazos al cuello, él me tomó sin miramientos de ambas nalgas y levantándome en vilo dimos un par de vueltas mientras yo le daba besos apasionados metiéndole mi lengua en su boca. Nos dirigíamos las tres parejas hacia la escalera que nos permitiría retornar a nuestra mesa en la planta alta. Primero iban Mary y Eduardo, ella aún con su pareo anudado a la cintura y él con su camisa abierta; después iban Rosario y Gustavo, nuestra amiga luciendo un bikini no tan pequeño como el mío y su novio con el torso desnudo. Detrás de ellos íbamos nosotros, Carlos con su camisa y mi pareo en una mano mientras con la otra me tomaba de la cadera y yo con mi tanga que se metía caprichosamente en mis grandes glúteos. A lo largo del trayecto veíamos como no faltaba quien le tirara algún manotazo a Mary que los miraba con cierto enojo, otros varios al trasero de Rosario quien intentaba evitarlos pero con una sonrisa y muchos agarraban a manos llenas mi culo que se ofrecía bamboleante y apenas tapado por un triangulito minúsculo. Carlos sonreía y casi agradecía al tiempo que me miraba a los ojos; yo feliz lo besaba caminando abrazada a su pecho desnudo. Apenas llegamos a la mesa todos nos dejamos caer en los asientos y yo me descalcé cosa que imitaron mis dos amigas enseguida.
Bebimos con avidez cerveza bien fría y en pocos minutos ya estábamos recuperados para continuar aquella noche fantástica. Me calcé nuevamente mis altas y abiertas sandalias para salir a bailar con mi marido pero casi inmediatamente Eduardo y Gustavo me tomaron de las manos apartándome de él que riendo abrazó a las dos mujeres dirigiéndose al otro extremo del salón bailando con ellas. Fueron solo unos pocos instantes pero muy intensos donde ambos me prodigaron todo tipo de halagos, sus manos recorrieron prácticamente todo mi cuerpo y no faltaron besos en mis hombros y en mi rostro.
Llegó un momento que me encontré apretada entre sus pechos desnudos con sus miembros presionando la parte superior de mis muslos; con una mano tomé cada una de sus caras desde abajo y cuando me dispuse a darles un pequeño beso en los labios me encontré con que primero uno y luego el otro me besaron ardorosamente. Cerré los ojos, sentí la lengua de uno de ellos dentro de mi boca y le di la mía casi enseguida; mientras el otro se había apoderado de uno de mis glúteos refregándome la verga. Al instante la escena se repitió pero cambiando de actor, ambos metían mano por debajo de mis collares buscando mis tetas y yo los abrazaba.
Así estábamos cuando vimos volver a Carlos con las dos chicas saltando y gritando, evidentemente el ambiente y el alcohol nos estaba surtiendo su maravilloso efecto. Rosario se trepó al asiento que estaba contra la pared luego de descalzarse y nos invito a Mary y a mí a acompañarla. Ambas tiramos nuestras sandalias y ayudadas por los hombres nos trepamos comenzando una danza que sin dudas llamaba la atención no solo de nuestros vecinos de mesa sino de varios que nos veían desde el piso inferior. Fue así que no faltaron saludos a mano levantada de algunos que bailando en la pista principal nos veían por sobre la baranda de nuestro palco; esto sumado a las palmas rítmicas de nuestros vecinos nos incitaban a sacudirnos con mas fuerza. Girábamos y nos balanceábamos sensualmente al ritmo de la música y rápidamente fuimos imitadas por otras mujeres que trepadas en los asientos cercanos a sus mesas y con el mínimo de ropa hacían las delicias de los hombres. Imagino que desde abajo la visión seria también bastante excitante; los tres culos quedaban exactamente sobre la baranda y se movían a un ritmo de vértigo. A esa altura Mary también se había despojado de su pareo luciendo un short bastante ajustado y muy corto. Rosario cumpliendo con la vieja tradición arrojó su collar de flores hacia abajo, explicándonos que eso significaba que iba a volver a aquel lugar, acto seguido Mary la imitó por lo cual ambas quedaron bailando de corpiño.
Mientras tanto yo incitada por mi marido había depositado un collar en el cuello de cada uno de nuestros amigos quedándome solamente con uno que cubría escasamente mi busto tapado con aquellos triangulitos mínimos. Desde abajo en la pista principal un grupo de extranjeros que bailaban entreverados con algunos lugareños hacían gestos para que yo también cumpliera con el ritual de arrojar el collar, lo que fue apoyado no solo por mi marido sino también por todos los que me rodeaban.
Luego de unos instantes de hacerme la rogada tomé el collar, lo lancé hacia el piso de abajo y seguí sambando sacudiendo mi tetamen voluptuosamente. Mi marido deliraba y yo me sentía en el paraíso, los hombres a mi alrededor tenían a la vista aquellos dos melones que saltaban solamente tapados en los pezones por aquel brevísimo corpiño. A cada salto mis tetas rebotaban concitando las miradas, yo sacudía mis hombros agachándome para que colgaran y se ofrecieran en todo su esplendor, tanto para mi alrededor como para la pista de baile abajo.
Este instante de gloria duró un buen rato hasta que decidí bajar de mi pedestal para descansar un poco y con gesto sensual pedí ayuda a Eduardo y Gustavo que solícitos me ayudaron aprovechando la situación para deslizar sus manos por todo mi cuerpo casi desnudo. Tome asiento e inmediatamente se pusieron uno a cada lado y mientras me refrescaba con una cerveza noté que ambos tenían una mano apoyada en cada uno de mis muslos. Separados por la mesa que impedía esta visión estaban sentadas Mary y Rosario con mi marido al medio; las manos de ellas no se veían pero convergían hacia abajo y al centro asimismo las de él caían a los costados; era casi evidente que Carlos les acariciaba los muslos y ellas también a él, y daba la impresión que que los estaban pasando muy bien dada la expresión de sus caras.
Ambos hombres me tomaron las manos y las colocaron sobre sus respectivos bultos, luego de un instante de indecisión comencé lentamente a acariciarlos apreciando la dureza de sus miembros. Aún por sobre la bermuda confirmé que Gustavo tenia unas dimensiones extraordinarias y que Eduardo si bien no portaba un tamaño desmesurado también tenia lo suyo. Carlos a su vez había pasado su brazo por arriba del hombro de cada una de las muchachas y jugaba tironeando de los breteles de los corpiños de ambas al tiempo que daba y recibía pequeños besitos que distribuían por la cara, cuello y boca. La más lanzada evidentemente de ellas era Rosario que sin muchas vueltas cada tanto le estampaba un beso demorado en los labios, Mary era bastante mas reservada, acompañaba las acciones pero sin involucrarse de una forma tan directa. Por mi parte continuaba con mis caricias en los bultos que parecían que iban a explotar dentro de los pantalones; alternadamente ambos muchachos me daban algun beso con roce de lengua en mi cuello, lóbulos y labios. Llegado un punto viendo mis grandes pezones que querían taladrar la tela de los triangulitos de mi sostén Gustavo no soportó más y me tomó una teta con toda la mano.
Eduardo no se hizo esperar y se prendió de la otra quedando ambos con sus manos desbordadas por aquellas masas de carne. Cuando nuestros vecinos de enfrente vieron aquello respondieron con reacciones diferentes: Carlos sonrió y se apoderó de una teta de Rosario quien no solo lo permitió sino que le dio un tremendo beso de lengua mientras Mary se separó poniéndose de pie. El límite de ella ya estaba alcanzado por lo menos para ese momento y sonriendo le pidió a su marido para que la acompañara abajo al bar ya que quería tomar un refresco y allí arriba servían más debido a lo avanzada de la hora. Eduardo hizo un gesto de contrariedad pero se encaminó junto con su esposa por el largo pasillo entre las mesas ya casi desiertas hacia la escalera. Cuando recién habían dado unos pasos sentí a mi lado la presencia de mi marido que agachándose tomó golosamente mis pechos y en cuanto levanté la cabeza para mirarlo me estampó un tremendo y excitante beso de lengua. Respondí echándole mis brazos al cuello al tiempo que sentía como sus dedos se introducían por dentro del corpiñito y pellizcaban mis pezones que estaban grandes y duros. En ese momento perdí la noción de todo y solo atiné a buscar con mis manos su miembro aún por arriba de la bermuda. Lo acaricié con ganas llenándome la mano con su bulto y pude observar que a mi lado, sentado Gustavo recibía el mismo tratamiento de parte de Rosario que agachada se disponía a abrir su bragueta. Para ese entonces yo ya tenia mis dos tetas al aire que eran amasadas por mi marido con una mano al tiempo que con la otra comenzó a bajar el cierre de su bermuda. Sin pensarlo metí mis manos dentro buscando su verga que saltó fuera de su bragueta muy solícita.
Comencé a pajearlo con mi mano mientras miraba que no hubiera nadie desconocido viéndonos a lo que Carlos me tranquilizó con un gesto indicándome que él de pie tenía una mejor visión del pasillo, único lugar por el que podía llegar alguien. Fue así que sin más rodeos adelantó su verga hasta mi boca y la introdujo en ella, yo la recibí con mucho gusto comenzando a chuparla. A mi lado pude ver a Rosario de rodillas que también tenía dentro de su boca la verga de Gustavo quien continuaba sentado ya con la bermuda baja. Nuestro amigo acariciaba la cabeza de su novia con una mano mientras con la otra jugaba con uno de mis pezones que rebotaba entre sus dedos. Al ver esto mi marido me separó de su verga y me hizo girar hacia Gustavo hasta quedar con mis tetas sobre su cara; yo lejos de negarme muy por el contrario saqué pecho ofreciéndoselas para que él las disfrutara a gusto. El muchacho las lamió, metió su cara entre ellas y las chupó con fuerza produciendo ruidos de chasquidos. Rosario y Carlos miraban la escena sonriendo, ella acariciándole la verga a Gustavo con una mano mientras con la otra sacudía la de mi marido.
Baje mi pecho hasta rozar la verga del muchacho, mis tetas colgando dejaron paso entre ellas al tremendo miembro rígido. Gustavo tomó cada una de mis ubres con una mano apretando en medio a su enorme y gorda verga. Comenzó un vaivén pajeándola, llevándome a mi cada vez más abajo y a él cada vez más arriba, al punto que su verga tocaba mi mentón. Levante la cabeza y vi a mi marido de pie a mi lado mirándome con gesto de aprobación mientras Rosario arrodillada le proporcionaba una feroz mamada. Bajé mi cabeza, saqué mi lengua y lamí la cabeza de la verga de Gustavo que dio un salto, volví a lamer como si fuera un gran helado ya apoderándome de toda ella. Me instalé encuclillada entre sus piernas y recorrí con toda mi lengua mojada desde la cabeza hasta sus huevos, despaciosamente, saboreando aquella pija divina. La rodeé con mi lengua y volví hacia arriba, varias veces hice este viaje, deteniéndome en los huevos, en la punta, en el frenillo, Gustavo deliraba. Abrí mi boca y alojé la cabeza de esa enorme y gorda verga dentro de ella, lo miré fijo a los ojos y adelanté un poco más mis labios introduciendo un poco más, luego otro poco y así hasta que chocó con mi garganta. Aún tenia un poco de verga fuera de la boca por lo que me incorporé un poco y en esta posición logré meterla casi toda. Miré sus ojos que luego de una mirada tremenda de placer se cerraron dejándome hacer, una de sus manos jugaba con mi cabello y la otra con mis pechos. La retiré un poco de mi boca para poderla mamar más cómoda y comencé una lenta chupada con mi lengua distribuyendo bastante saliva por toda aquella exquisitez de verga. En cierto momento muy despacio la saqué del todo, la miré fijamente y le lamí los huevos, los levanté pasándole la lengua por la parte de abajo, los metí brevemente en mi boca uno a uno chupándolos como si fueran caramelos. Volví a lamer la base del tronco y fue ahí donde tomé verdadera conciencia del porte de aquella maravilla: los huevos estaban debajo de mi mentón y la cabeza de la pija golpeaba mi frente. Sin perdida de tiempo volví a mi faena de chuparla pero ahora con mas dedicación, al tiempo que con una mano la sacudía firmemente. Perdí la noción del tiempo hasta que sentí un toquecito en mi hombro, era mi marido que anunciaba con gestos que veía a Mary y Eduardo en la planta baja dirigiéndose a la escalera. Muy lejos de mí estaba la idea de dejar de chupar aquella pija divina, así que continué incrementando aun más mis esfuerzos por acabar mi trabajo.
De reojo pude observar como Rosario había conseguido una buena acabada de Carlos y se limpiaba con un dedo algunas gotas de semen que salían por la comisura de sus labios.
Metí hasta el fondo la pija de Gustavo mamando con mucha fuerza, mientras con una mano le apretaba los huevos y con la otra lo pajeaba.
Carlos me tocó insistentemente el hombro indicándome que la otra pareja de amigos ya estaban subiendo la escalera, pero yo obstinadamente redoblé esfuerzos, no quería quedarme sin mi ración de leche fresca. Empecé a sentir que la verga dentro de mi boca sufría ciertas convulsiones por lo que no perdí las esperanzas y continué ordeñándolo con mi mano y chupando sin miramientos. El cuerpo de Gustavo dio un salto anunciando el orgasmo y al instante mi boca se inundó de una cantidad de deliciosa leche que tragué golosamente sin desperdiciar ni una gota. El cayó como fulminado, lo premié con una mirada de agradecimiento pero nuestros amigos ya venían hacia nosotros por el pasillo. Rosario se apuró a ayudar a su novio con la bermuda mientras yo me incorporaba quedando de frente a la baranda y de espaldas al pasillo aun con mis tetas fuera del corpiño. Si bien alguien desde abajo podía ver mi pecho desnudo fugazmente eso me dio el tiempo necesario para acomodarlo bastante bien dentro del corpiño antes que Mary y Eduardo llegaran junto a nosotros.
En las miradas de los recién llegados se podía ver que intuían que algo había sucedido en su ausencia pero no hubo preguntas ni comentarios y nos dispusimos a abandonar la sala del club ya con el sol afuera.