Okupado (3)

Aish, no me acuerdo de que parte es esta xD esque la dividí a voleo. En fin, aqui acaba (tachán!!)

Con ‘Your sweet 666’ a todo volumen resonando por la casa, y yo con un bóxer y el delantal, pareciendo una ‘porno maruja buscando ofertas’, y solo en casa, empecé a hacer las faenas. Ya prepararía la maleta por la noche. Después de un desayuno rico en no sé qué, según Laura, había releído quinientas veces el mensaje que Fran me había enviado por la madrugada.

Y me dolía todo por dentro.

"Sino vuelvo a verte, que vaya bien por Europa".

Porqué sí, la carne había sido débil, y el corazón, delatador, como dijo Poe una vez.

Me presenté casi tres cuartos de hora más tarde. Aparecí por las escaleras de la catedral, con una trenca y abrigado con mi propio abrazo, temiendo que no estuviese allí ya. Pero sentado e impaciente, como lo hubo estado alguien hacía tiempo, se encontraba él, fumándose un porro mientras miraba al suelo.

Subí las escaleras lentamente, y estando a unos metros de él, levantó la cabeza y sonrió, como pidiendo disculpas. Me arrodillé en frente de él, quedado cara a cara, y me acerqué para darle un beso en la mejilla. Pero él encontró más oportuno girar la cara y juntar nuestros labios.

Me sentí extremadamente estúpido de haber podido perderme esa sensación por una rabieta de crío.

-Me han desalojado- dijo, ya separados y caminando calle abajo buscando algún lugar donde no ser molestados.

-¿De dónde?-, pregunté yo sin saber a que se refería.

-De mi casa… ha salido en las noticias.

-¿Cómo que te han desalojado?- cuestioné. ¿Ein?

-Es que… aish- dijo, soltando una risa tonta-. Soy okupa… vivo en la calle.

-Ostras…- dije, parándome y mirándole a los ojos-. Sí, sí… ya lo he visto en las noticias.

No supe que decir. No sabía si estaría depre, indiferente, o yo qué sé.

-Por eso no pude ir esta tarde… estaba en comisaría- me anunció, haciéndome sentir más culpable-. Lo siento.

-Bah, calla- le dije.

Después de un rato en silencio, andando un poco separados, dije.

-Y… ahora, ¿Dónde vas a dormir?

-Ah, no es problema- dijo con una sonrisa-. Hemos encontrado una nueva casa para ocupar.

-Si quieres, quédate esta noche en la mía- le ofrecí.

-No- dijo, sonriendo-. Si quisiese, podría pagar un alquiler, o vivir con mis padres. El caso es que me gusta vivir como vivo. Soy libre.

Me contagió con su espíritu libre, haciéndome reír a mí también.

-¿Vienes a mi palacio?

No me gusta juzgar a la gente, pero no entendía como un chico como él podía vivir en la calle. Físicamente, era limpio. Olía bien… en fin, era normal. Y aunque me había dicho eso de que le gustaba, temía que fuese más complicado que eso. ¿Estaría enganchado a algo?

Después de caminar, mucho, caminar, llegamos a una casa vieja y medio derribada en una zona rural, también en el extrarradio.

Estaba cubierta por árboles y grandes macetas viejas, hierba y hierba alrededor. Desde afuera, se antojaba un lugar oscuro y hostil. La típica casa de miedo, vamos.

Supongo que Fran leyó mi pensamiento, porque antes de entrar, dijo:

-Tranquilo, están todos adentro.

Entramos por la cornisa de un ventanuco y penetramos dentro. A partir de allí, fuimos divagando con cuidado de pisar algo en mal estado, por las habitaciones. Hasta llegar al sótano, donde se encontraba una gran muchedumbre alrededor de una fogata y bebiendo calimocho.

Al verle llegar, empezaron a abuchearle amigablemente. Y nos unimos al corro, mientras nos pasaban una manta porque estaba refrescando. Y es que, allí abajo, hacía un frío de muerte.

Le velada fue bastante divertida. Todos juntos, habíamos empezado a hablar y a beber, criticando al típico sistema consumista y esas cosas de anarkas y punks.

Ya por la madrugada, Fran me llevó a una habitación apartada y con algunos colchones esparcidos por el suelo. La habitación olía a humedad, y estaba todo oscuro, sólo iluminada por un rayo de luz de luna que entraba por una rendija en lo alto de la pared.

Me hizo sentarme en uno de los colchones más limpios, mientras me acercaba un vaso de vino y se sentaba a mi lado.

-Siento que no sea el sitio más romántico- se disculpó confuso.

-No importa- le contesté, acercándome más a él, y apoyándome en su hombro, mientras le besaba el cuello-. Estoy contigo, ¿no?

Y su sonrisa volvió a iluminar la habitación.

Nos tumbamos como pudimos en el colchón, cara a cara, mientras jugueteábamos con las manos.

-¿No duerme aquí más gente?- le pregunté-

-Tranquilo, no vendrán a molestarnos

El tiempo fue pasando allí, tan rápido como fugaz. Nos tapamos con una manta y nos quitamos las zapatillas, para hacer más cómoda la estancia.

Tan cerca de él, me empecé a empalmar.

-Te está creciendo el soldadito- dijo, notándolo, y agarrándomela por encima del pantalón mientras me besaba lentamente, y yo acariciaba su espalda. Estábamos de lado.

Le agarré la camiseta y se la quité, dejando al aire libre su tórax. Dios, que bueno que estaba. Y muy lejos de ser un modelo, me ponía a cien. Era muy delgado, con los músculos marcados. Y dos pezones marrones a cada lado de sus pectorales. Y un hilillo de pelo rubio le travesaba el torso, hasta llegar a su ombligo, que se esparcía y desaparecía en su pubis, aún tapado.

Le chupé la nuez, mientras él acariciaba mi pelo y me sacaba a mí la camiseta también.

-Qué bien hueles, joder- le dije, mientras seguíamos comiéndonos los morros.

-Tss, seré okupa, pero no guarro- dijo alegremente.

Y es que su olor corporal era magnífico. No olía a sudor ni a nada, si no a gel de baño y a desodorante levemente. Era exquisito.

Recorríamos nuestra espalda ansiosamente, aún esperando el momento de llegar más lejos.

Lentamente, fuimos palpando nuestros culos por encima del pantalón, o entre él y los bóxers. Sus nalgas eran celestiales. Duras y formadas. Y notaba como hacía el movimiento de follarme contra mi pene.

Se notaba tan dura como una piedra. Aún sin saber el tamaño, me puso al máximo.

Y ya cansado de tanto preeliminar, le tumbé contra el colchón y me subí a él. Mientras compartíamos la saliva, él iba acariciando mi espalda, y bajó hasta el cierre de mi pantalón, lo desabrochó y lo bajó, hasta dejarme en slips.

-¿Sabes lo que me pone un tio en slips?- me dijo al oído.

-No suelo llevar- le contesté-. Pero, ¿sabes lo que me pones tú?

Dicho ésta aprobación de gustos, fui bajando mi lengua desde su boca hasta su pecho. Allí me entretuve unos instantes en sus pezones. En una de esas, se lo mordí sádicamente y él gritó riéndose.

Bajé hasta su ombligo, donde metí la lengua, mientras él se mordía los labios. Y ya tan cerca de mi búsqueda, olisqué por afuera mi comida.

En toda mi operación, le mantenía la vista fija a Fran. Pero él no la aguantaba mucho rato, pues siempre acababa haciendo algo que le hacía cerrar los ojos y gemir.

Agarré con mi mano el bulto debajo de ‘tanta’ ropa y le masturbé por encima. Él puso las manos en su nuca, y arqueó la espalda de gusto, soltando un largo ‘mmmm’.

Al fin se los bajé lentamente, dejando a mi vista el ejemplar de sensualidad infantil más grande hasta la vista: un bóxer blanco con un Mickey Mouse en toda la erección.

Me reí tan fuerte que me entró flato. Hasta que él, me volvió a subir a su altura y me calló con un largo beso. Cuando volví a tomar el control, me arrodillé entre sus piernas, y le dije.

-Será mejor que éstos estén fuera.

Y se los arranqué como pude, teniendo él que levantar las piernas y ponerlas en mis hombros. Instante fugaz que me dejó verle su ano.

Al bajarlas de nuevo, se la cogió sonriente y con orgullo, en plan ‘puedes empezar’.

-Creo que empezaré por otra parte.

Y volví a levantarle las piernas, me tumbé, y busqué su orto con mi dedo. Él se cogía las piernas con las manos, y yo empecé mi lamida con euforia.

Le metí un dedo, no para dilatárselo aún, sino para darle placer, mientras con mi lengua iba recorriendo el escroto, el espacio entre los testículos y el ano. Y él volvía a gemir como si de la peor tortura se tratase.

El sitio no acompañaba al erotismo, pero eso se lo añadiríamos nosotros.

El masaje anal siguió. Pero mi ansia de probar lo que hubo escondido en esos bóxers, me hizo terminar la tarea antes de tiempo. Le bajé las piernas, y quedé entre ellas, lamiendo sus bolas.

Ésta vez sí: se la cogí sin nada entremedio, y le masturbé. Estaba caliente, y muy, muy dura. Era ancha. Casi no podía rodearla con mi mano. Y larga. Quizás unos 18. Quizás más. Quizás un poco menos. El caso es que, enorme. Su pubis era la continuación de sus abdominales. Rodeada de pelos rubios, era preciosa. El capullo, de un lila rosado. El resto, de un marrón muy clarito.

Desde sus huevos, rechupeteados, subí por su mástil hasta llegar a la punta de todo. Él había optado por morder la almohada y por retorcerse de placer, mientras apretaba sus músculos y los hacía más evidentes aún. Me la metí entera hasta donde pude, hasta tocar mi nariz con su pubis.

Y así empecé la mamada más ansiosa que hube hecho hasta el momento. Me esforzaba al máximo para que disfrutase. Así duramos varios minutos. Dos cuartos, creo.

-Porfa, para, no puedo aguantar más sin correrme- suplicó entre suspiros.

Me compadecí un poco de él para que no se acabase todo allí, asi que, para seguir con mi misión de torturarle, le pellizqué un pezón, retorciéndoselo.

-Aishhh- se quejó.

Volví a estirarme sobre él para seguir enrollándonos. Cada beso suyo, cada caricia, era un suplicio. Era como celebrar mi cumpleaños y la Navidad a la vez. Nos movíamos de un lado a otro. Qué si un chupetón aquí, que si otro allá abajo.

-¿Te gustaría hacerlo?- me preguntó un rato después, separándose de mi boca y mirándome a la cara. Sólo le sonreí-. ¿Tienes condones?- preguntó. Negué con la cabeza-. Espera.

Y se levantó desnudo y salió de la habitación, dejándome como último recuerdo la vista de su culo perfecto, y su espalda marcada, y sus piernas con un vello rubio casi imperceptible, y sus rastillas colgando por su espalda.

Me estiré en el colchón, tapándome con la manta por si a alguien se le acudía venir. Y en eso me sonó el móvil.

-Ei- saludé al coger la llamada.

-¿Dónde estás?- me preguntó Suso al otro lado del teléfono.

-Con Fran- le contesté, removiéndome por la cama.

-Wooo- dijo él alegre-. ¿Ya habéis follado?

-Susa, por favor

-Anda, di- dijo impaciente.

-En esas estábamos- le respondí.

-¿Y qué tal anda de atributos?- curioseó.

-A ti te lo voy a decir, marrana.

-Tse, a mi me lo cuentas todo.

Fran apareció de nuevo con varios condones en la mano. Se puso de cuclillas a mi lado.

-¿Quién es?- me preguntó.

-Suso…- le contesté sin mucho afán.

-Dile que Nico ha preguntado por él.

-¿Has escuchado?- le dije a través del móvil.

-Aish, que bonico. Pero que majo. ¿Vais a follar ahora?

-Aaadiós- me despedí, colgándole-. Que pesado- le dije a Fran, cogiéndole del brazo y tirándole encima de mí.

Se le había bajado un poco el empalme, pero una vez tapados otra vez, empezamos a enrollarnos otra vez y a restregarnos el uno con el otro.

Que calentón teníamos encima.

Acabamos de lado, de espaldas, mientras le besaba el cuello, le hurgaba con un dedo su ano y le masturbaba con otra mano.

-¿Preparado?

Asintió con la cabeza.

Busqué con mi miembro su entrada, y cuando lo encontré, fui introduciéndolo lentamente. Fran tensó todos los músculos de su cuerpo y yo la metí hasta quedar encajados como un puzzle perfecto.

-Qué lindo que eres- me despidió, con un beso en la frente, mientras yo, triste, me separé de él para entrar en el vagón que me conduciría a un viaje que nunca olvidaría. Porqué allí acabó todo, tristemente. Alguien me dijo una vez que el amor es como una película repetida, que ves tres veces y sabes como acaba.

Porque no importa donde vayas ni a quién conozcas. Siempre acabas lamentándote de un porqué, porque siempre acabas contigo mismo para confiar.

Fran pasó a ser uno más de una gran lista. Más o menos especial, más o menos mágico, eso lo decidiría el tiempo con su nostalgia.

Me senté en la primera butaca que pillé. La gente empezó a entrar, y todos los asientos a llenarse.

-Perdón, ¿te importa que me siente a tú lado?- me preguntó un chico, de no más veinte años, y con unos ojos preciosos.

Porque cada viaje es un viaje a la utopía. Cuando menos te lo esperas, y aún sin haber olvidado el último, aparece alguien que te hace volver a creer en la gente y en lo que ello comporta.

Porque lo último que vi fue el rostro de Fran pegado en la ventanilla opaca. Él no me veía, pero yo vi su gran sonrisa.

-Lo siento… esta ocupado.

Me adelanté a que cerrasen las puertas, corrí hacia donde estaba Fran, que se quedó perplejo de que estuviese allí, lo cogí por la muñeca, y lo arrastré dentro. Las puertas se cerraron.

Y el tren partió del andén

VODKA<

[Nuevo relato para vosotros. Después de más de cinco meses gestándose, mi nuevo bebé. Desde aquí pido que MyLifeOnEarth acabe el suyo, que Dreamerx –Nico- siga obsequiándonos con los suyos, y gracias al e-mail de Guitarrista. Gracias por leerme y comentad ^^]