Okupado (2)

Las Barrakas llegan, y con ellas, él.

El ambiente era fenomenal. Ya iba por el segundo calimocho, y eran sólo pasadas las doce. El concierto iba genial, y éramos un grupo enorme, todos en la barraca de ‘Esquerra Republicana de Catalunya’.

La música rock, punk, indie, house, toda, se mezclaban en el aire, dando aún más sensación de fiesta. El parque en donde se hacía, estaba petado a más no poder. Nosotros, hacíamos concursos de quien bebía más, jugábamos al ‘indio’, con el porro, y cantábamos Nirvana cada vez que sonaba ‘Smells like teen Spirit’ en una de las barracas.

Toda la gente allí iban vestidas de punks, de ska’s, de heavies, de hippies, de emos… cada dos por tres había momentos de tensiones cuando alguien se peleaba, pero que finalmente acababa con más colegueo.

La noche pasaba allí, el tiempo volaba. Propuse sentarnos en una parte de césped, que se está más tranquilo, sigue habiendo el mismo ambiente y se sigue oyendo la música pero sin tanto alboroto. Pero la gente debió pensar lo mismo que yo, pues había bastante peña estirada por allí, ya fuera bebiendo, fumando o follando. Nos sentamos los casi 20 del grupo que éramos nosotros, haciendo una redonda, poniendo las cosas en medio, y pasando el alcohol y la maría de uno a otro.

-¿Qué hora es?- oí que alguien preguntaba, mientras yo dormitaba el en suelo, súper mareado por las drogas

-Las tres y media

Cerré los ojos. Oía risas impertinentes, recibía algún que otro golpe sin querer y me estaba meando.

Me incorporé, y la gente (mi gente) empezó a aplaudir.

-¡Se ha levantado! Wueeee.

-¿En Barna no te pegabas fiestas?

Decían, sin saber muy bien quién decía qué.

Me levanté, un poco aturdido aún, y dije.

-Venga, ya está, ya no estoy pedo.

Les resultó gracioso, porque no paraban de reír. Y al momento, estaba abrazado a un árbol y en el suelo.

-Venga tío, te acompaño a mojarte la cabeza- me dijo una voz borrosa. Me sujeté a esa persona, y mientras andaba, me quedaba dormido. Me desperté de golpe al sentir un chorro de agua fría corriendo por mi nuca y mi cabeza.

Levanté la cabeza de golpe.

-Tú no fumas más, que te entran chungazos- me dijo Suso, quien me había acompañado a la fuente. Le miré con ojos desorbitados. Seguía un poco mareado, pero ya consciente de todo.

-¿Y los demás?- pregunté, intentando recobrar a la realidad.

-Siguen por ahí aún en el césped- me dijo, mirando alrededor, como buscando a alguien nerviosamente-. Laura ya está muerta. La han llevado a casa.

-¿Qué hora es?

-Em… las cuatro y cuarto- me contestó. ¿Sólo habían pasado tres cuartos?

-¿A quien coño buscas?- le pregunté al final.

-A alguien que se quedé contigo, que el tío de allí me está haciendo señas para que vaya a...- dijo con una sonrisa en la cara.

-Sé espabilarme solo, Susa. Anda, ves- le contesté, recolocándome bien la ropa.

-¿De verdad?

-Que sí… ahora voy pa’l césped.

Y dicho esto, se fue, guiñándome un ojo.

Me dirigí a los lavabos del parque, que seguía tan lleno como antes.

Entré y me dirigí a los urinarios. No, no follé ni nada por el estilo.

Fue al salir, cuando alguien puso su mano en mi hombro.

-Ei tío- me dijo alguien.

-Sí- le contesté.

-Que raro…-dijo por lo bajo Juan Carlos.

-¿Por?

-Eres… eres

-¿Feo?- le ahorré yo.

-No, no, no, no, muy lejos de eso. Precioso, diría yo.

-No me hagas poner rojo- dije yo, con una risilla tonta.

-Ya lo estás.

-Es que no creo en el amor. Bueno, quiero decir que no me gusta enamorarme. Me parece la cosa más boba del mundo. Al final acabas sufriendo inútilmente. Soy más partidario del sexo- le conté. Juanca soltó una risa.

-Pues entonces

-Sí- contesté tajante, mirándole a los ojos, mientras él me miraba a mí y me devoraba. Sabía lo que iba a decir.

Me costó reconocerle.

-Ui, tío, que pinta tienes. ¿Te encuentras bien?- me preguntó. Yo simplemente le miré extrañado. Hasta que caí en la cuenta de quien era. Era el hippie del día anterior, quién me había pedido un cigarro.

-Sí… es sólo que me he fumado un peta y me ha sentado… algo mal- le contesté

-¿Necesitas ayuda? O algo

Me quedé mirándole a los ojos, sin saber que contestar.

-Déjame al menos invitarte a algo… por el cigarro de ayer- me pidió muy simpático.

-Eso no te diré que no- le contesté alegremente.

Anduvimos hasta la zona de barracas, donde a pesar que la muchedumbre había disminuido, seguía habiendo gente a punta pala.

Nos fuimos a una barraca de punks, y esperamos en la barra a que nos sirviesen.

-¿Qué quieres?- me preguntó.

-Em… una birra- le contesté dudoso.

-¡Paco, ponnos dos birras!- gritó al camarero, que al ver quien le gritaba, dejó de servir a los demás para servirle a él.

-Lo que el señorcito diga-satirizó el camarero.

Cuando nos las sirvió, nos dirigimos a unas escaleras que había por el parque, donde esparcidos, se encontraba toda clase de tribu urbana.

-Salud- me dijo, levantando la cerveza y chocándola contra la mía. De un trago, nos bebimos casi media cerveza.

-Aún no sé como te llamas- le pregunté, al limpiarme la espuma de la cerveza que había quedado en mi nariz.

-¿Qué nombre me pondrías?- dijo, y volvió a pegar un buen trago.

-¿Adolf?- y el chaval se atragantó con la cerveza de la risa.

-Qué cabrón, que cabrón…- me decía mientras se limpiaba el liquido que le salía por la nariz-. Curiosamente me llamo Francisco

-¡Franco!- acabé yo la frase.

Me miró y sonrió.

-¿Y tú?

-¿Me tengo que hacer de rogar?

-Naah- contestó.

-Jandro.

-No conozco ningún dictador que se llame Alejandro…- murmuró para sus adentros.

-Alejandro el Magno- contesté yo orgulloso.

-¿Eres gay como él?- preguntó de broma. Ante mi silencio y mi inexpresión, él dejó de reír.

-Tranqui, no iría de antifascista si fuese uno de ellos- dijo y me guiñó el ojo.

La cerveza se acabo.

-Tengo que volver con mis amigos- le dije-. Estarán preocupados.

-Tranqui. Espero volver a verte durante la noche… aún es pronto.

Se levantó, se giró para guiñarme un ojo y desapareció entre la multitud.

A los cinco minutos, había vuelto al césped. Pero sólo quedaban los restos de nuestros deshechos.

‘Joder, a saber donde se han metido éstos’.

Llamé a Laura, pero me acordé que estaba ya en casa.

-Ariel

-Es Jandritus- oí que decía Ariel por el teléfono, con su acento. De fondo, oí jadeos a mi nombre, como si se lo estuviesen pasando de puta madre.

-Ariel…- intentaba decir, pero me cortaban,

-¿Dónde estáis?- me preguntaba.

-En el parque- le contesté-

-¿Qué hacés allá? Venid aquí… Ana, pásame el vaso… sí, sí… ¿Qué?

-Joder Ariel, ¿donde estáis?-le pregunté ya mosqueado.

-En la catedral- me respondió, y al momento, cortó.

Me daba pereza ir hasta la catedral. No estaba muy lejos, pero a casi las cinco de la mañana, daba un palo para morirse. Fui lo más deprisa que pude; no quería encontrarme con el grupo de turno de skins o latin kings. Llegué en quince minutos, y ya desde unas calles de lejos, se oía el barbullo que tenían montado mis amigos.

Al llegar al principio de las escaleras, pude ver la gente que había por allí. Estaba todo lleno de gente, unas cincuentas personas repartidas por los escalones, haciendo botellón. Y mis amigos, arriba de todo, justo en el centro de la catedral, como santos patrones.

-¡Jandro!- gritó Ana, que bajó de tres en tres los escalones corriendo. Aún así, tardó más de 2 minutos. Eran inmensas.

-Te he echado de menos- me chilló en la oreja, abrazándose a mí y rompiéndome alguna que otra costilla.

-Jandroooo, Jandroooo- gritaban mis amigos desde arriba, abochornándome.

La verdad es que se lo habían montado bien. Llevaban una nevera portátil (que no me preguntes de donde la habían sacado) llena de hielo, cerveza y calimocho, y de ella se alimentaba toda la gente.

Gratis o no, eso daba igual.

Todo iba bien. Hablaba con casi todo el mundo. Ya volvía a estar un poco contentillo, además, volvía a los viejos tiempos, con todos mis amigos, en mi ciudad. Era realmente confortador sentirme de esa manera.

Mucha gente ya se había ido, y sólo quedábamos unos diez, incluidos Ana, Ariel y Victor, y demás colegas de turno.

No había pasado mucho rato, cuando a Ana le sonó el móvil.

-Ay, no grites- dijo Ana-. En la catedral… ¿Qué pasa?... ¿Qué?- dijo ya preocupada-. En la catedral… Sí, ven… Hasta ahora.

-¿Quién es?- preguntó Victor.

-Suso- contestó ella, levantándose y haciéndonos levantar.

-¿Y qué pasa?- pregunté yo.

-Joder… nada, que le han pillado follando unos niñatos y le están persiguiendo… que ahora viene.

-Joder…- dijo Ariel.

Esperamos a que llegase. Más de diez minutos. Ya estábamos todos de los nervios. Le habríamos llamado como doscientas veces sin exagerar. Pero no cogía

Al final, escuchamos ecos en las calles estrechas. Maricas, comepollas… cosas así. Y de golpe, sin esperarlo, apareció Suso por una calle, debajo de las escaleras de la catedral. Y a unos 20 metros de él, una tropa de niñatos fascistas corriendo tras de él. Me quedé sin habla.

-¡Sube, sube!- chillaba como una loca Ana.

Pero es que había más de doscientas escalinatas, y suponía que el pobre llevaba ya tiempo corriendo. Pero no sabemos de donde sacó las fuerzas, y en menos de un minuto, ya estaba a nuestro lado corriendo por las callejuelas, mientras notábamos como la gente esa nos pisaba los talones.

Todo a partir de allí es tan borroso como un sueño. Íbamos dispersándonos por las calles de Girona. Nadie mejor que nosotros las conocía de memoria. Y nos volvíamos a juntar en otro cruce. Suso, iba delante de nosotros. Y ahora me pregunto que porqué no corrimos hacía mi casa, hacia la policía… supongo que en ese momento no piensas.

Los niñatos seguían persiguiéndonos. Seríamos su entretenimiento de turno. Ellos eran bastante más que nosotros. Cruzamos el puente del río Ter, y cuando nosotros estábamos al final, ellos entraban (es un puente que mide más de cincuenta metros).

Y a Ariel, no se le ocurrió otra cosa mejor que girarse y gritar.

-¡Ché, Ché, Ché Guevara!

Le cogí de los pelos y le arrastré. Lo que faltaba.

Seguimos corriendo un buen rato. No podría decir exactamente cuánto. Y no podíamos escondernos en ningún portal porqué nos hubiesen visto. Estaban demasiado cerca.

Pasamos por delante de una plazoleta donde había gente sentada bebiendo. Está claro que no me iba a parar, pero alguien gritó.

-¡Jandro!

Me giré instintivamente, para ver que era Fran con sus amigos.

-¡Nos persiguen skins!- gritó Suso ya sin respiración.

Y justo en ese momento aparecieron por una esquina, corriendo.

-Vamos chicos- gritó Fran. Eran como unos quince, y pensaban enfrentarse con ellos. Nos detuvimos de golpe, Y nos pusimos entre el grupo.

Los niñatos se pararon al vernos, y riéndose, dieron vuelta atrás. No tendrían más de dieciséis años.

-Tú, Rodri, ya viste lo que le hice a tu hermano- le gritó Fran al que parecía ser el líder-. Más te vale que vayas con cuidado.

Tardamos un tiempo inmenso en recuperar el aliento, la respiración y las fuerzas. Nos habíamos apalancado con Fran y los demás. Eran las seis, pero el cielo seguía tan negro como el carbón.

Todos entre césped, árboles y el suelo. Yo intentaba respirar, pero entre la borrachera, el morado y el cansancio, seguía pareciendo que el aire que inhalaba era vapor.

Estaba tumbado en el césped, bajo un árbol. Suso parecía haberse olvidado de todo, ya que volvía a la carga liándose con un punky que acababa de conocer.

-Joder Susa, después de lo que nos has hecho pasar y sigues…- le dijo Victor, mientras bebía, bebía y gritaba.

Cerré los ojos, para adentrarme en mi propia oscuridad, ya que la externa ya la tenía aburrida.

No había farolas que alumbrasen. Sólo estábamos iluminados por la autopista que pasaba por encima de nuestras cabezas, y por los pocos coches que pasaban, haciendo sombras fantasmagóricas. Estábamos en el extrarradio, pues no habíamos querido quedarnos en esa plazoleta. Alrededor nuestro, la zona industrial.

Noté como alguien se sentaba a mi lado. Entreabrí los ojos, mientras Fran se liaba un porro, con las piernas contra el cuerpo, tan cerca que me tocaba.

Disimuladamente, estiré mi brazo sin que lo notase, y fui pasando mi dedo por su espalda, recorriéndola y haciéndole cosquillas.

Se giró, y me sonrió.

-Te dije que nos volveríamos a encontrar ésta noche

Sólo sonreí.

Tardó un rato más en acabar el porro, y cuando lo hizo, se tumbó a mi lado, mirando las estrellas que se dejaban ver.

De vez en cuando, me miraba y sonreía. Yo hacía lo mismo.

Hacía frío. No sé como él podía aguantarlo, con sólo una camiseta de tirantes negra y una sudadera roja. Tenía el brazo izquierdo apoyado en su nuca, y con el otro, iba fumando. Y yo a su izquierda.

Me hizo un gesto con la cabeza de si quería. Me lo pasó, y fumé unas caladas.

‘No mucho, que luego te colocas’, me dijo, permitiéndome darle unos tiros más.

Los coches pasaban por encima de nuestras cabezas, a gran velocidad… que extraño todo. Los demás se habían acoplado en pequeños grupitos, y el silencio se hizo cada vez más presente. Hasta que sólo se oían pequeños susurros puntuales.

Y Fran tenía los ojos cerrados. No sabía si se había quedado dormido o no. No sabía si estaba despierto, inconsciente, o demasiado morado como para pensar.

No sé… me arrastré lo poco lejos que estaba de él, y me acurruqué en su pecho, apoyando mi cabeza en brazo.

No sabía como podría reaccionar. Sólo contestó abrazándome, rodeándome el cuello con su brazo, y lo bien que olía

Lento y dolorosamente, me iba penetrando. Fuera, dentro, fuera… estampaba sus caderas contra mí, en un movimiento hipnotizante. No tardé en correrme. Pero él aún no estaba.

Su casa era de película: Su habitación a oscuras, iluminada con halógenos azules… y nuestros gemidos llenando cada espacio de silencio a nuestro alrededor.

No había nada más que decir. Nos tumbamos en una cama enorme, con almohadas enormes, mientras me abrazaba y fumábamos el cigarro post-polvum .

-Pues no sabe que se ha perdido el Jon ése… - le dije

El frío casi glacial de la mañana, resplandeciendo con sus albores, nos dieron los buenos días. Tiritando, me di cuenta que estaba abrazado contra Fran, y un señor nos despertaba.

-Ei, ei… -decía-. No podéis estar aquí… despertad.

Me giré para ver a un hombre corpulento y con un traje azul. Al principio, pensé que era un policía. Pero no. Debería ser el guardia de la zona industrial.

-Mejor iros a casa ya, hace frío

Y se fue a despertar a los demás.

Con mis movimientos, Fran se despertó, sin abrir mucho los ojos. Y lo primero que vio fue a mí, mirándole embobado.

-Buenos días- me dijo, sonriéndome, incorporándose y cerrando fuerte los ojos, mientras levantaba los brazos para estirarse.

-¡Qué me dejes, aaaai, deja!- gritó Susa cuando el guardia les despertó, que siempre era muy escandaloso recién levantado.

Todos los demás, se iban levantando con sus gritos, mientras recogían sus cosas del suelo, y la basura que habían acumulado. Y mientras, yo seguía pegado a Fran.

-¿No me das un beso de buenos días?- me atreví a decirle, girando mi cara y ofreciéndole mi mejilla.

Él se río, me cogió con fuerza la cara, girándomela, y en un segundo, estaba besando sus labios, en un pico constante.

-Cúchalo, el que parecía tonto- soltó Susa, suponiendo hablando de mí.

Seguimos poco más de unos segundos, pero fue tan perfecto que parecía irreal. Cuando al fin nos separamos, nos miramos a los ojos, como si nos conociésemos de hacía una eternidad. Sonreímos, y nos acoplamos al ritual de desperezarse de los demás.

Dormí mucho. Toda la mañana y parte de la tarde. Cuando me levanté, lo vivido en la madrugada, parecía pertenecer de un sueño. Incluso dudé de mi cordura. Pero fue al ver dos llamadas perdidas de Fran cuando me di cuenta de que muy lejos de ser algo onírico, era verídico.

No quería llamarle al momento. ¿Para qué parecer desesperado?

Simplemente, me quité las sábanas del medio y fui al comedor. Hubiese dicho que estaba vacío, pero Xavi se encontraba tumbado en el sofá, leyendo un libro de Mercè R. Ni siquiera alzó la vista para mirarme. Sólo soltó un soso ‘Hola’.

Y yo ni siquiera le di los buenos días.

-¿Dónde esta Laura?- le pregunté, mientras vaciaba en una taza el café añejo que había preparado.

-Creo que en casa de la maricona- me contestó.

No tuve ni ganas de pelearme.

Me senté a su lado, apartándole los pies y encendiendo la tele para ver FRIENDS, mientras me fumaba mi habitual cigarro matutino.

-¿Cómo fue anoche?- preguntó, reacio al suponer que fue de puta madre.

-Genial… ¿Y a ti?

-Tse- mustió.

-¿Con quien te liaste?- le pregunté, sabiendo que había vuelto solo a casa para matarse a pajas.

-Con nadie… no soy tan puta como otros- insinuó. Le miré con cara de asombro, mientras él no levantaba su vista del libro, y le pegué un guantazo en el muslo, que ni le molestó.

-Di lo que quieras… pero hay mucho celoso por aquí- le dije, levantándome para irme a mi cuarto

-Narcisista- oí que gritó, al yo pegar un portazo.

Y vi que me había vuelto a llamar Fran. Y no pude contenerme.

La luz del día empezó a filtrarse por la ventana. Y mientras, nosotros jugábamos a entrelazarnos los dedos. La noche había sido salvaje. Todo fuera de lo común. A su lado, me sentía tan bien… Me sentía protegido, como un niño a la merced de sus abrazos, de sus besos, de su aliento. Juan Carlos me hacía sentir pequeño. Pero a la vez, me hacía sentir un bienestar anormal.

Quedé con Fran en un garito hippie de la zona a eso de las cinco de la tarde. Quería decirle que el martes partía mi viaje hacia Europa. Y sin saber porqué, me sentía culpable, obligado a contárselo.

En casa, me preparé para estar lo más impoluto posible. Tampoco me iba a arreglar a lo exagerado. Pero quería causar buena impresión, aunque luego él no se diese ni cuenta. Era parte de mí.

-¿Dónde vas?- me preguntó Xavi.

-He quedado con Fran- le respondí, mientras cogía el tabaco de encima la mesa para salir de casa dando un portazo.

Bajé las escaleras casi corriendo, y recorrí las calles a un paso demasiado rápido. Al fin y al cabo, aún faltaba más de media hora para la cita. Pero estaba nervioso.

Llegué a la puerta del bar ‘Terra’ y me apoyé contra la pared, encendiéndome un cigarro. Estaría al caer.

La verdad es que al despertarme, e incluso ahora, sentía esa ilusión, esas mariposas. No quería anticipar nada, ni correr el riesgo de abalanzarme o esperanzarme antes de tiempo. La velada anterior había transcurridos en hechos tan irreales y alocados, que se me hacía difícil decir en qué momento me encontré enganchado a él.

Estaba claro que él entendía. Y me entendía. Y que era adorable. Al menos lo poco que lo conocía.

Quizás esa era la cuestión, dejar pasar el tiempo y que ocurriese lo que tenía que ocurrir. Pero tiempo era lo que no me sobraba. Siendo domingo, me quedaban menos de dos días para poder disfrutar de mi estancia en Girona. Al regresar del viaje, tenía pensado volver a Barcelona y seguir trabajando. O estudiando. No lo tenía claro.

Miraba de un lado para el otro, esperando verle cruzar la esquina. Pero no venía. Se habría atrasado. Pero como siempre, yo con mis augurios premonitorios pesimistas. ¡Cómo era!

Entré al bar, para ver si había llegado antes que yo y me esperaba dentro, sentado en las viejas butacas. E incluso miré en los urinarios. Y volví a salir a fuera.

No había visto a Laura en todo el día, y me apetecía desmesuradamente explicarle todo lo que pasaba por mi cabeza. O incluso a la petarda de Suso.

Se me hacía difícil imaginar como hubiese sido mi paso por la vieja ciudad si ellos no hubiesen estado tan pendientes de mí. Como de costumbre.

Aish, estaría por llegar. Sólo habían pasado quince minutos de las cinco. El caso es que era yo el impaciente. Fran dijo ‘a cosa de las cinco’. Estaría por llegar.

-Que sepas que no siempre voy a ser el segundo plato- balbuceó Xavi.

-Calla- dije con rabia, cogiéndole de la nuca y obligándole a seguir chupando.

Me sentía tan idiota como engañado. Ahora mismo, sólo pensaba en correrme y petar un poco a Xavi. De esa manera, sería como darle un golpe bajo a Fran.

Yo sentado en el sofá, con las persianas bajadas, el pantalón desabrochado y la camiseta en la silla, mantenía a Fran arrodillado entre mis piernas, ya casi desnudo.

El como había llegado a esa situación, no lo sé. Simplemente llegué a casa enfurismado, me acerqué a él, nos liamos, y acabamos así.

Sabía perfectamente que era un ataque de niña tonta, pero no me quitaba de la cabeza lo gilipollas que había sido.

Y cuando ya estuve harto de sentir las babas de Xavi en mí, lo levanté y lo arrastré a mí. Se sentó encima de mí, mientras se quitaba los calzoncillos, y mientras nos besábamos, se la metí con fuerza, mientras ahogaba sus gritos mordiéndome el cuello con pasión.

-¿Estás bien?- me preguntó Xavi, pasadas unas horas, tumbados en mi cama, fumándonos un cigarro.

Ahora que ya le había utilizado, no es que me diese asco, pero tenerlo pegado a mí, me sobraba. Le miré con repulsión, le aparté ligeramente, y me levanté.

-¿Estás bien?- repitió, mirándome con los ojos entrecerrados.

Gemí algo como respuesta y me dirigí al lavabo. Una vez dentro, me encerré en él, abriendo el grifo del agua y poniendo mi cabeza abajo para refrescarme y airear mis pensamientos.

Xavi entró. Se acercó a mí por la espalda, acariciándome el tórax.

-No has venido aquí a rallarte… sino a olvidarte de… de tus cosas- dijo, inclinándose sobre mi espalda, mientras me besaba el cuello, estando yo aún bajo el grifo.

Me levanté lentamente, mientras mi pelo empapado dejó caer ciento de gotas bajo mi piel.

-Joder…- mustió Xavi-. ¿Has visto lo bueno que estás?

No contesté. Le miré a los ojos a través del espejo, en plan ‘¿A qué viene eso?’.

-Me refiero a que si ese Fran te ha dado plantón… que se joda. Eres un tío guapísimo… además de bueno.

-Y tú que sabrás- le solté, deshaciéndome de él, enfadado de haber nombrado a Fran.

-Vamos, no me seas crío. Puedes hundirte por el niño ese… o venir a la cama y seguir follándome.

Dibujé una sonrisa por la cosa más tonta que había dicho. Y me dejé arrastrar por una sensualidad acabada de descubrir: la de ser tú el deseado.

Laura llegó con pizzas para cenar. Margarita para mí, boloñesa para ella, y de atún con anchoas para Xavi. Con un silencia anormal en esa casa, nos sentamos en la mesa, delante de la tele, poniendo las noticias, y comiendo despacio.

A lo lejos oí que en Girona ciudad habían sido desalojados varios okupas de una casa abandonada. Y pensé que a más de uno de ellos les conocería. También oí no se qué de Zapatero y sus ministros, y no sé qué de la guerra de Irak, y del calentamiento global, y de más matanzas absurdas.

De repente, con ese telediario, volví a sentirme otra vez parte de la realidad. Llevaba ya bastante tiempo desconectado en mi mundo. Era hora de replantearme mi modus vivendi en esa sociedad.

Siempre había pensado en hacerme militante de la JERC, una entidad juvenil de políticos independentistas catalanes.

O hacer una exposición. Tenía ciertos contactos. No me costaría.

Y bueno, el martes viajaría por Europa. ¿Qué otra ocasión para seguir con la reconstrucción de mi vida?

"Siento no haber ido esta tarde. Estaré en la catedral a las doce. Te espero allí". Ese fue el mensaje que recibí de Fran. Incluso me vestí para ir. Pero justo antes de salir de casa, pensé que sería más interesante no presentarme. Dejarle colgado como había hecho él. Además, pasaba de tener que correr otra vez si los niñatos del día anterior nos volvían a encontrar: Era de noche. Hacía frío. Me acurruqué en el sofá, me tapé con la manta, y esperé a que diese alguna señal de vida, algo para darle la excusa de ‘lo siento, estoy ocupado’.

Después de meses de convivencia, sentía que no podía quererle más. Toda mi vida dependía de Juanca y todo giraba alrededor de él. Cada día más.

Al parecer, el tema de Jon, su ex, había quedado olvidado. Yo ya le había presentado a mis amigos. Sólo faltaba salir del armario para el mundo exterior.

Todo pertenecía a un bonito cuento de hadas.

VODKA<

Continuará