Ojos verdes, verdes como la albahaca

Y me abrazó estrechamente. Una descarga eléctrica recorrió todo mi ser al sentir el calor de su cuerpo y el perfume que emanaba. Y sin poder remediarlo al percibir el roce de nuestros sexos algo se disparó allí abajo que no pude reprimir .

La primera vez que lo vi me impresionaron sus ojos.

Era un lunes de primavera y estaba ultimando toda la documentación del cierre del ejercicio para pasarlo al registro. Estaba tan enfrascado en el trabajo que no oí la puerta al abrirse y me sobresaltó una voz desconocida.

  • Buenas dias.

Alcé la vista de los papeles, ante mi mesa de despacho se encontraba un extraño. Le miré desconcertado ante tan inesperada visita y me pregunté porque mi secretaria le había permitido pasar sin previo aviso.

  • Buenos días - le respondí mirándole de forma inquisitiva.
  • Soy Juan. - me trató de aclarar.

Pero en realidad no me aclaró nada. Le seguí mirando intentando descifrar quién era el desconocido que se había colado en mi despacho.

  • Juan Marval Oriol- añadió con una sonrisa divertida.

¡La ostia que patinazo! Ante mí se encontraba el nuevo director ejecutivo de la compañía. ¡Y eso que Clara mi secretaria me había informado que se pasaría por la mañana a saludar al personal! Pero estaba tan agobiado revisando los informes que se me había ido el santo al cielo. Salté como un resorte del sillón y me puse de pie.

  • Lo siento Sr Marval. Pero estoy con el cierre y se me había olvidado por completo que nos visitaría.- me disculpé totalmente descolocado.
  • No tiene importancia……¿mmmm?
  • Luis Megido, señor Marval.
  • Por dios llámame Juan. Vamos a tutearnos. Vamos a trabajar muy estrechamente y espero que haya confianza y colaboración entre nosotros.
  • Por supuesto señor….
  • Juan- me detuvo sin permitirme acabar.
  • Por supuesto Juan.

Me quedé mirándole a los ojos y los vi por primera vez. Eran impresionantes no solo por su belleza sino además por su mirada cautivadora, casi hipnotizante.

  • ¿Me permites que me siente?
  • Desde luego. Disculpame de nuevo por mi falta de corrección.

Apartó un confidente que estaba frente a mi mesa y se sentó.

  • Como te he dicho espero que puedas ayudarme a ponerme al dia de la marcha de la empresa.  Me han hablado muy bien de ti y espero que seas uno de mis hombres de confianza - me dijo sin preámbulos.
  • De acuerdo. ¿Qué desea Vd… - vi como fruncía el ceño y rectifique inmediatamente.
  • ¿Dime lo que necesitas y te informaré ampliamente.

Y empezó a detallarme todos los aspectos sobre los que quería recabar información. Yo le miraba en silencio asintiendo de vez en vez con la cabeza.

Era un hombre que no sabría si calificar como guapo pero sí muy atractivo y varonil. De rasgos amplios una nariz alargada y una boca levemente carnosa. Su pelo un poco largo con un corte perfecto que comenzaba a platear por algunas zonas era de un negro intenso.

Pero lo que destacaba en él eran aquellos ojos almendrados, con una esclerótica blanca como la nieve en la que refulgían los iris, de un verde tan intenso como dos esmeraldas talladas. Resaltaba la fuerza de su cromatismo en contraste con sus azabachados cabellos y su pálido cutis. Nunca había visto unos ojos tan hermosos como aquellos.

  • ¿Crees que podrás ayudarme? - dijo para finalizar
  • Not a problem - Le contesté para darme pisto con mi perfecto inglés.

Se levantó sonriendo divertido y me tendió la mano a través de la mesa. Me levanté raudo y se la estreché. Era una mano grande con dedos de pianista que se notaba ducha en comunicar sensaciones con sus apretones. Me dio un poco de vergüenza cuando sentí la humedad de la mía mientras me la estrechaba.

  • Bueno nada mas que lo tengas todo preparado me lo llevas a mi despacho¿ De acuerdo? - me dijo guiñandome un ojo.
  • De acuerdo - le contesté agitando la cabeza afirmativamente como un poseso.

Me miró y luego bajó los ojos a nuestras manos entrelazadas. Él había dejado de hacer presión sobre la mía pero yo no lo soltaba. Sonrojandome la retiré de inmediato.

  • Bueno ya me voy. No hace falta que me acompañes. Espero tu visita.

Se tornó y con pasos largos y pausados se dirigió a la puerta.

Me desplomé resoplando sobre el sillón. Dios, pensé, me he comportado como un auténtico gilipollas como un imberbe novato. A mis cuarenta largos y me había desenvuelto como un becario recién contratado. Tendría que esmerarme en mi trabajo para borrar, a mi parecer, la  mala impresión que le habría causado.

Durante unos días me volqué en prepararle toda la información requerida. Me esmeré en el informe con profusión de gráficos y estudios estadísticos. Cuando le di al fin el último vistazo quedé muy satisfecho del resultado. Así que me dirigí ufano al despacho de Juan

  • ¿Puedes anunciarme? - le dije a su secretaria
  • Pasa me ha dicho que tu puedes pasar sin previo aviso.

Por educación golpeé suavemente la puerta con los nudillos y la abrí despacio. Estaba de espaldas, de pie mirando por la ventana mientras hablaba por teléfono. Se dio la vuelta y me señaló el sofá para que me sentara. Y así lo hice.

Mientras le esperaba pude observarle con detenimiento. Estaba sin la chaqueta vistiendo una impoluta camisa blanca y unos pantalones azul marino de un corte perfecto. Era un hombre alto y espigado, más bien delgado, pero con unas amplias espaldas que se iban estrechando hasta su cintura para finalizar en unas caderas también estrechas . No obstante su trasero rellenaba armoniosamente el pantalón.Aparté la vista  hacia otro lado incómodo por cómo lo estaba mirando. Nunca antes había puesto tanta atención observando a otro hombre.

Al fin acabó la conversación y se dirigió hacia mí sentándose a mi lado.

  • Bueno vamos a ver que me has preparado.

Cogió el informe y empezó a estudiarlo con atención. Volví a observarle con interés. Pude verlo ahora con más detalle y mis ojos traviesos recorrieron todo su cuerpo mientras él seguía enfrascado en la lectura No tenía ni pizca de barriga cosa poco habitual en ejecutivos de nuestra edad, pues año arriba abajo deberíamos tener la misma. Y sin quererlo mi mirada llegó a su paquete. Joder  menudo bulto se gastaba el Sr director. Aparté la vista de inmediato, temeroso de que me pillase mirándole la bragueta.

Sentí la sofoquina en todo mi cuerpo y como el sudor mojaba las palmas de mis manos y perlaba mi frente. Traté de aflojar con el dedo un poco el cuello de la camisa y me sequé las palmas en las perneras del pantalón. Quedé como una estatua mirando al frente sin osar volver la cabeza.

  • Fantástico, estupendo, magistral. Un gran trabajo - me dijo mientras me daba dos palmadas en el muslo.

Me moví inquieto en el asiento y le miré

  • ¿Crees que te servirá? - le pregunté anhelante

Me clavó los ojos con aquella intensidad que te hipnotizaba y me quedé mirándolo absorto, espero que no con la boca abierta.

  • Por supuesto. Haremos buen tándem tu y yo.

Y así fue. Nos compenetramos muy bien en el trabajo y al poco tiempo éramos inseparables. Cuando yo no estaba en su despacho consultándole algún aspecto de mi trabajo estaba él en el mio solicitándome información o pidiéndome opinión respecto a cualquier asunto de interés. La relación laboral se fue convirtiendo en una franca y estrecha amistad. Yo que solía ser un tipo bastante hermético y poco comunicativo había conseguido una grado de conexión con Juan como nunca lo había hecho con otro compañero y menos aún con un superior.

Un día cuando estábamos trabajando  interrumpió la conversación y me dijo

  • ¿Puedo invitarte a cenar esta noche? Quisiera hablar contigo.
  • Como no. ¿ De que quieres hablar?
  • Son cosas personales ¿Te importa?
  • No por supuesto - le sonreí satisfecho de su grado de confianza.
  • Bueno pues esta noche a las 9.00 en el Petit Parisien.

A las nueve vestido informal y nervioso como un adolescente entraba en el restaurante. Me había informado del tipo de local que era. Un bistrot muy a la moda y muy caro que frecuentaban muchos bobos. Es decir “

bourgeois bohème” .

Juan me saludó desde una pequeña mesa casi al fondo del local.

  • Gracias por venir - me dijo con una cautivadora sonrisa.
  • ¿Conocías el restaurante?  - me preguntó.
  • No, la verdad que no. Pero había oído hablar de él y tenía curiosidad.
  • Te gusta.
  • Si es un sitio muy bonito y acogedor.
  • Pues su cocina te gustará más. Es soberbia.

Al instante teníamos un solícito camarero con dos menús que nos tendió con prontitud..

  • Buenas noches Sr Marval. Cuanto gusto volver a verle. - le dijo educadamente a mi jefe.

Yo miraba la carta sin decidirme.

  • ¿Me permites que elija por ti? - me dijo Juan viendo mi desconcierto.
  • Te lo agradeceria - le dije con una sonrisa de medio lado mientras cerraba el menú.

Con prontitud eligió la cena. Al instante el sumiller descorchaba un botella de vino, solo por su etiqueta supe que era de una bodega que no se podría encontrar en todos los restaurantes. Le sirvió la cata en la copa y aguardó

  • Excelente Gerôme.

Tras acabar de servir ambas copas se retiró.

  • Santé - dijo Juan alzando la copa frente a mis ojos

Chocamos las copas y caté el vino. ¡Joder! No es que antes no hubiera libado buenos  caldo pero aquel era espectacular. Nunca había bebido algo tan profundamente embriagador. No era necesario ser un catador experimentado para apreciar la calidad de aquel reserva, bastaba con tener paladar.

Si el vino fue exquisito los platos no le fueron a la zaga. Justificaban con creces el pastón que aquella cena para dos iba a costar.

Durante la cena hablamos de cosas intrascendentes y de otras que no lo eran tanto. Así supe de los gustos de mi amigo, porque aquello era sin duda una cena entre amigos. De su amor por la música clásica y su pasión por tocar el piano,que era ferviente coleccionista de arte moderno y un lector empedernido. Y con nuestra conversación fuimos poco a poco conociéndonos más íntimamente. Teníamos algunos puntos en común aunque en otros discrepabamos radicalmente.

Tras los postres con dos copas de Armagnac en la mano. Al fin me dijo.

  • Te dije que quería hablar contigo de un asunto personal.

Sentí como mi cuerpo se tensaba. Tenía miedo a lo que me fuera a decir porque, fuera lo que fuese lo que quisiera de mí, sabía que no me negaría. Y había ciertas cosas en la que era muy prejuicioso.

  • Tú estás casado¿ Verdad?
  • Si - le dije poniéndome nervioso
  • Y tienes hijos ¿No?
  • Si dos
  • Y estarias dispuesto..
  • ¿A que? - le corté rápidamente.
  • A hablarme de sus colegios - me respondió extrañado de mi reacción
  • ¿De sus colegios? - ahora el que estaba intrigado era yo.
  • Si. Veras mi familia se reunira conmigo el próximo otoño y quisiera buscarles unos centros escolares adecuados. Mis hijos son medio franceses y quiero que se integren sin problemas ahora que se vienen a España.
  • ¿Y viene tu esposa? - le pregunté de inmediato.
  • Por supuesto - me dijo alzando los hombros sin comprender a qué venía aquella pregunta.

Respiré aliviado. Aunque no se porque en el fondo me sentía un poco desilusionado de que eso fuera lo que buscaba únicamente de mi.

Le informé durante un buen rato del colegio al que iban, los ambientes que frecuentaban y los deportes que practicaban. Él me habló de sus hijos y llegamos a la conclusión que tenían muchas cosas en común con los míos. Por último le di el teléfono del director del centro.

Tras pagar la cuenta nos dirigimos a la salida. Ya en el exterior me dio la mano y me dijo

  • Gracias amigo. No se que haria sin ti.

Y me abrazó estrechamente. Una descarga eléctrica recorrioó todo mi ser al sentir el calor de su cuerpo y el perfume que emanaba. Y sin poder remediarlo al percibir el roce de nuestros sexos algo se disparó allí abajo que no pude reprimir .

Me separé ipso facto

  • No hay nada que agradecer. Ya sabes que me tienes a tu entera disposición para lo que quieras.

Otro apretón de manos y nos marchamos en direcciones opuestas encaminandonos a nuestros vehículos. Mientras caminaba en la cálida noche por las calles desiertas, no podía de dejar de pensar lo que me había pasado hacía unos instantes entre los brazos de Juan. Cuando su sexo rozó el mío.

A la mañana siguiente mientras me duchaba recordé lo últimos instantes de la noche anterior y se me puso el rabo tieso. Abrí el grifo del agua fría a tope y me di una buena rociada en mis partes para bajar la erección. Cuando lo conseguí, ya más sosegado, empecé a analizar lo ocurrido y me convencí que había sido efecto de la opípara comida y la abundante libación. Nunca me habian atraido los hombres y asi queria continuar. Solo con pensar en la posibilidad de tener sexo con Juan y poner mi familia y toda mi vida en riesgo me hizo estremecer. Así que me propuse olvidar el incidente y evitar en lo posible un contacto tan estrecho en el futuro.