Ojos verdes, ojos marrones

(Revisado, con fotos) Me invitan a una fiesta y acabo en una orgia follada por unos desconocidos...

OJOS VERDES, OJOS MARRONES

Era sábado por la tarde, y yo estaba acabando de vestirme. Termine de abrocharme las sandalias de tacón, y me mire al espejo, satisfecha. Esta mal que yo lo diga, pero, la verdad, me veía guapísima. Me había puesto un vestido negro de tirantes, por debajo de la rodilla, y con un escote muy pronunciado, que dejaba ver gran parte de mis pechos. Debajo llevaba tan solo un tanga negro. Di la vuelta ante el espejo y, durante un segundo, me pregunte si el vestido no seria demasiado atrevido para aquella fiesta. Mi amiga Alicia me había comentado que aquel vestido seria perfecto, así que decidí hacerla caso. Alicia me había hablado varias veces de aquellas fiestas. Ella trabajaba en una empresa que se dedicaba a organizar eventos: fiestas publicitarias, presentaciones, lanzamientos de productos… por ese motivo tenia bastantes contactos dentro del mundo de los famosos y famosillos que pueblan las revistas del corazón. De vez en cuando la invitaban a alguna fiesta privada en la casa de algún famoso, y ella siempre nos contaba lo bien que lo había pasado, si había conocido a tal o a cual personaje… Lo cierto es que a mí, el mundo del papel couche no me interesaba especialmente, y tener que pasarme la noche riéndole las gracias a un futbolista con el ego por las nubes, o a un torero descerebrado, no me parecía precisamente un planazo. Pero si es cierto que aquello me daba curiosidad, quería ver como se comportaban las personas de la vida publica cuando las cámaras y los focos no estaban encima de ellos. Estaba segura que se pondrían hasta el culo de todo y harían el ridículo, y me apetecía verlo. Pero, por encima de todo, quería sentir por un rato el glamour de aquella vida, alejarme por unos instantes de mi rutina diaria y mi odioso trabajo.

Por ese motivo, un día, sin saber muy bien por que, le dije:

  • Alicia, otro día que vayas a una fiesta de esas me lo dices, y a lo mejor me apunto.

Ella me miro sorprendida, como si supiera algo que yo desconocía. Pero al minuto aquella conversación estaba olvidada.

Habían pasado unos meses y Alicia me llamo. Me dijo que su jefe la había encargado asistir a una fiesta en el domicilio de un conocido empresario del mundo del espectáculo, y que seria el siguiente sábado por la noche. Como le había comentado que me apetecía ir a una de esas fiestas, ella le había preguntado a su jefe si podía ir acompañada de una amiga, y él simplemente le había preguntado si su amiga era guapa, antes de reírse y contestar que no había problema.

  • No se, tía- dudaba yo-. A ver si te vas a buscar un lío por que vaya contigo.

  • ¡Venga ya, Kenya!- protesto Alicia- ¡No seas aguafiestas! Joder, si ya lo tengo todo organizado.

  • ¿Y que me pongo?

Alicia había sugerido el vestido negro ("Ni muy sport, ni demasiado serio", había dicho), y allí estaba yo, terminado de ponérmelo. A continuación termine de peinarme, alisando mi cabello pelirrojo, dejando algunos mechones despeinados para darle un toque desenfadado. Termine de maquillarme, con una sombra azul para los ojos y un poco de colorete. Para los labios elegí un tono rosa oscuro. Al final conseguí el efecto deseado: resaltar la cara de niña buena que, con ventisite años, todavía tenia.

Al instante sonó el telefonillo. Baje a la calle y Alicia me esperaba en un taxi. Se había vestido con un traje largo de corte oriental, y se había recogido el pelo en un moño. La verdad es que estaba muy guapa.

Mientras el taxi nos acercaba al centro de Madrid, ella me iba contando cosas de la fiesta: los negocios que tenía el anfitrión, quien iba a asistir. Me comento que la mayoría de los que asistían eran gente del mundo del espectáculo (músicos, actores, escritores, pero sobre todo, empresarios y productores). También me advirtió que en ese tipo de fiestas la gente desfasaba un poco, que si veía que la cosa se pasaba de rosca, no me preocupara.

  • Tía, me estas asustando- dije yo.

  • ¡Venga ya, no seas idiota!- contesto ella, riéndose. Pero en ese momento se puso muy seria y me dijo- Eso si, te tengo que pedir una cosa: por favor, no me dejes en mal lugar. Este tipo de fiestas son muy importantes para mi empresa, así que, si algo no te gusta, ves que a la gente se la va la olla, o lo que sea, por favor, no te enfades ni nada de eso. Simplemente te quedas a un lado, o te marchas sin armarla.

  • Ahora si que me estas dando miedo

  • ¡Que no, tonta! ¡Solo quiero avisarte por si alguien se pasa un poco, pero veras que bien lo vamos a pasar!

A los pocos minutos, el taxi paró frente a la puerta de un elegante edificio en una conocida calle del centro de Madrid. Nos bajamos, y el portero nos saludo al cruzar el portal. Subimos en el ascensor al último piso, y Alicia llamo a la puerta. Nos abrió un joven vestido de camarero que nos invito a pasar. Dentro se escuchaba un animado bullicio y música suave. En el recibidor se acerco a saludarnos un cincuentón, que saludo efusivamente a Alicia con dos besos. Ella me lo presento como el anfitrión de la fiesta y dueño del piso.

  • Ella es mi amiga Kenya- dijo Alicia.

  • Encantado- dijo el tipo, dándome dos besos-. Vaya, Alicia, estoy muy enfadado contigo.

  • ¿Y eso?

  • Por tener una amiga tan guapa y no haberla traído nunca a ninguna de mis fiestas.

Le sonreí por el cumplido, y el tipo nos invito a entrar al gigantesco salón. Allí la fiesta se encontraba ya muy concurrida, la gente hacia animados corros y charlaba. Pude distinguir algunos personajes que conocía de la televisión o las revistas, pero la gran mayoría eran personas que, si bien debían estar relacionadas con el negocio, no eran famosos. Lo que si advertí enseguida es que había un montón de chicas jóvenes y guapas. Pensé que serian modelos o aspirantes a actriz, intentando hacer meritos para que alguien se fijara en ellas.

Nos acercamos a la barra, pedimos dos copas, y rápidamente estábamos hablando con un grupo de cinco o seis personas. Alicia parecía conocer perfectamente a todo el mundo, y cada vez que se encontraba a alguien me lo presentaba y, en cuanto se daba la vuelta, me contaba algún chisme turbio sobre la persona que acababa de conocer.

Transcurrieron un par de horas, Alicia estaba charlando con un grupo en el que estaba empezando a circular la coca, así que me senté en un sillón a descansar un poco. A los pocos segundos de estar sentada me fije en que, en el mismo sillón, a pocos metros, una chica joven y un hombre se estaban dando el lote. No le di mayor importancia hasta que, de pronto, me di cuenta que el tío le sobaba a ella las tetas por debajo del vestido, y ella tenia su mano metida dentro de la bragueta del pantalón de el, acariciándole la polla. Me levanté, algo avergonzada porque, aunque estuvieran haciendo eso delante de todo el mundo, me parecía que estar sentada junto a ellos les podía cortar el rollo. Me dirigí al grupo donde estaba Alicia, pero desde lejos vi que se estaba dando un morreo de campeonato con uno de los del grupo. Me di la vuelta, sofocada, y me acerque a la barra. Pedí otra copa de cava, y me apoyé contra una columna, en un extremo apartado del salón, donde había menos gente. Alicia y el hombre del morreo se habían apartado del grupo, y se dirigían, cogidos de la mano, a uno de los sillones libres. Se sentaron en el, y empezaron a magrearse a lo bestia. Me di cuenta, entonces, que había un montón de gente liándose a saco en los sillones, apoyados contra las paredes, o, simplemente, en medio del salón ¿Qué estaba pasando? De repente me di cuenta ¡La cabrona de Alicia me había llevado a una orgía!

Trate de tranquilizarme. Le había prometido a Alicia no montar una escena, así que me iba a terminar tranquilamente mi copa y me iba a marchar a casa. Aunque la muy zorra se merecía que saliera dando un portazo, por no haberme avisado. Pero no, iba a mantener la calma y a comportarme. Además ¿Qué había de malo en una orgía? Si a ellos les gustaba ¿Quién era yo para juzgar a los demás? Que hicieran lo que les diera la gana ¿no?

Mientras pensaba en eso, semioculta en mi rincón, podía ver como la escena iba subiendo de temperatura. Había gente casi desnuda, y los manoseos habían dejado paso a los besos y chupetones. Lo cierto es que la situación era, cuando menos, morbosa, y no me desagradaba en absoluto permanecer ahí, como espectadora de aquella escena propia de una película erótica subida de tono. Entonces me di cuenta de que estaba siendo observada. Un hombre, de unos treintaitantos años, me miraba, sonriendo, desde el otro extremo de la barra. Era moreno, con el pelo corto y despeinado, y sus ojos, desde donde podía verlo, parecían verdes. Debía medir alrededor de metro ochenta, y su cuerpo era delgado, pero grácil y fibroso. La verdad es que era tremendamente atractivo. Me miro y, al ver que le devolvía la mirada, me sonrió con una expresión traviesa. Bajé la vista, avergonzada. Me habían pillado mirando fascinada como el resto de la fiesta se disponía a iniciar una orgía ¡Que vergüenza! ¿Qué pensaría de mí aquel hombre tan guapo? Volví a mirarle, timadamente, y el me sonrió, como si supiera lo que estaba pensando. Levanto su copa hacia mí, y yo no pude evitar sonreírle. De pronto me di cuenta de lo que estaba haciendo ¿Estaba loca? ¡Estaba ligando con un desconocido en medio de una orgía! ¡Eso era prácticamente una invitación para que me quitara las bragas!

Aparté la mirada del guapo desconocido, y volví a fijarme en lo que ocurría a mi alrededor. La cosa había pasado de lo erótico a lo porno, sin que a nadie pareciera importarle que lo que estuvieran haciendo, lo estaban haciendo delante de un montón de personas. Justo delante mío, una chica oriental se había arrodillado delante de un hombre, para chuparle la polla, mientras el hombre la empujaba del cuello. Mas allá, una chica despatarrada en un sillón, se besaba con un hombre, mientras otro le apartaba el tanga y lamía su coñito. En otro rincón cinco tipos hacían corro alrededor de dos chicas, que iban comiéndose sus pollas. Y en otro mas alejado, una mujer, a cuatro patas sobre una alfombra, era penetrada por un hombre, mientras le lamía los huevos a otro. Incluso Alicia se había dejado bajar la parte superior de su vestido, y su pareja le estaba comiendo las tetas, mientras ella le había sacado el pene y lo masturbaba frenéticamente.

Sensaciones confusas se debatían en mi interior. Por un lado quería marcharme, dejar atrás toda esa repugnante degradación, pero por otro lado estaba empezando a excitarme. Ver aquella composición de cuerpos revueltos sin orden me estaba poniendo muy cachonda. Era como si no hubiera ningún tipo de orden, como si a cualquiera le apeteciese algo y pudiera tomarlo sin más. Para colmo, volví a mirar de reojo al desconocido de los ojos verdes, y seguía sin quitarme la vista de encima. Me avergoncé tanto cuando nuestras miradas se cruzaron de nuevo, que decidí marcharme.

Me acerqué a un aparador que tenía frente a mí, para dejar la copa de cava, cuando choco contra mí una muchacha totalmente desnuda, que corría, riéndose como una loca, perseguida por un joven que sujetaba en la mano derecha su polla totalmente erecta. El choque provocó que todo el cava de la copa se derramara sobre mi escote. Miré como la chica continuaba su carrera por el salón. Ni siquiera se había dado cuenta que había chocado contra mi. Me volví, para dejar la copa y entonces me di cuenta que el desconocido de ojos verdes se había acercado. Le tenía a pocos centímetros de mi cara, y me miraba con ojos de deseo.

  • Vaya, te han tirado la copa encima- me dijo con voz grave y confiada-. Que desastre. Tendremos que hacer algo para solucionarlo ¿verdad?

Y se abalanzó sin más sobre mi escote, empezando a lamer el cava. Yo me asusté, no me lo esperaba. Intenté separarle, pero él seguía lamiendo cada centímetro de piel que quedaba fuera del vestido. Iba a dar un paso atrás y alejarme de allí lo más rápido posible, cuando bajó uno de los tirantes de mi vestido, que se deslizó hombro abajo, y comenzó a lamerme también el pezón. Mis piernas se aflojaron, y note como el tanga se me humedecía. Toda la excitación acumulada momentos antes afloraba ahora a borbotones, gracias a las expertas caricias de aquel hombre. Me abandoné al placer, y él, rápidamente, me bajó el otro tirante, dejando mi vestido arrugado sobre mis caderas, a modo de cinturón ¿Qué me estaba pasando? ¿Cómo era posible que me estuviera dejando comer las tetas por un hombre totalmente desconocido, en medio de un salón lleno de gente, exhibiéndome como si fuera una puta cualquiera?

Enredé mis dedos en el pelo del desconocido, suspirando hondamente. Quería besarle. Le agarré con las dos manos de la cabeza, y lo atraje hasta mi cara. Le besé violentamente en los labios, y él respondió chupando mi lengua y mordiéndome los labios.

  • ¡Que guapa eres!- me dijo, separándose de mí- ¡Estas muy buena, y tienes unas tetas riquísimas!- y volvió a agacharse para mordisquear mis pezones - ¡Eres todo un caramelito!

Tras unos instantes, sin dejar de lamer y chupar mis pechos, deslizo una mano por la parte inferior del vestido, y empezó a sobarme el culo. Yo estaba cada vez más caliente, y comencé a desabrocharle la camisa, y a acariciarle el pecho. En ese momento sentí como, desde atrás, otras manos se posaban en mi cintura, y una boca comenzaba a besarme en el cuello. Sentí un escalofrió. Me gire y vi otro hombre, algo más alto que el primero, con el pelo también moreno, pero algo más largo, y con unos enormes ojos marrones, que me miraban desafiantes. Yo ya estaba dispuesta a todo, así que le agarre de la nuca y le atraje hacia mis labios, besándole como si la vida me fuera en ello. Me sentía mas excitada que nunca, la mujer mas bonita y deseada del mundo. El de los ojos marrones volvió a besarme en el cuello y los hombros, y alcanzo mis pechos desde atrás. Los agarro fuertemente y los levanto, como ofreciéndoselos a su amigo. Este volvió a comérselos, mientras sus manos habían pasado de mi culo a la cara interna de mis muslos, pero sus manos en mi culo rápidamente quedaron sustituidas por las del de los ojos marrones, que empezó a sobármelo con fuerza, y a darme azotes. Entonces, el de los ojos verdes introdujo su mano por dentro del tanga y llegó a mi coñito. Pensé que me desvanecia de placer. Introdujo dos dedos a lo largo de mi mojada rajita, y empezo a deslizarlos arriba y abajo. No pude reprimir un hondo gemido de placer.

  • Parece que esta perrita esta muy caliente- dijo el de los ojos marrones, riéndose, a su amigo. Y acto seguido introdujo dos dedos entre mis nalgas. Aparto el tanga y empezó a deslizarlos también, en la dirección opuesta a su amigo, rozándolos por mi culito y la parte inferior de mi coñito. Notaba las manos de los dos desconocidos, cada una en una parte opuesta de mi sexo, deslizándose de atrás adelante y de adelante atrás, encontrándose en el medio, y no pude evitar correrme como una loca. Ellos lo notaron y empezaron a reírse.

Me di cuenta, entonces, de que mis manos, como si tuvieran voluntad propia, se habían posado sobre las entrepiernas de los dos hombres. No lo había hecho conscientemente, era como si otra persona guiara mis manos y mis movimientos. Note que ambos, por encima del pantalón, tenían las pollas ya muy duras. El de los ojos marrones desabrochó su pantalón, y sacó su polla. Empezó a tirar del elástico trasero del tanga muy fuerte, y metió su duro pene entre la goma. Comenzó entonces a restregarse contra mi culo. Deslizaba su polla contra mis nalgas y luego la bajaba entre las dos, hasta el agujero de mi culito, donde restregaba su capullo frenéticamente. El de los ojos verdes, entre tanto, se había desnudado, y, antes de que me diera cuenta, se pego completamente a mí por delante, restregando la punta de su polla por la entrada de mi vulva, mientras me comía la boca.

  • ¿Qué te parece si esta putita nos come las pollas?- dijo de pronto el de los ojos marrones- ¿Qué te parece, zorrita? ¿Te apetece chupárnosla? ¿Te apetece comer rabo?

Aquellas palabras me encendieron. La verdad es que estaba deseando comerme esas dos pollas que tanto placer me estaban proporcionando. El de los ojos marrones me agarro del cuello, obligándome a arrodillarme. Yo le obedecí, sumisa. Una vez en el suelo, me quite el tanga y lo tire a un lado, quedándome tan solo con el vestido, arrugado y enrollado sobre mi regazo. El de los ojos marrones se acabo de desnudar, y de pronto me vi entre aquellas dos pollas, a escasos milímetros de mi cara. El de los ojos verdes tenía un pollón descomunal: era bastante largo, muy grueso, con el tronco erguido y oscuro, y un capullo enorme y amoratado. Agarré con la mano derecha sus velludos huevos, y los note muy pesados, cargados de semen, y no pude evitar relamerme. El de los ojos marrones tenia una verga mas larga que su compañero, pero mas fina, y el capullo aparecía cubierto por la piel. Con la mano izquierda acaricie su tronco, echando hacia atrás la piel, descubriendo un capullo rosado. No pude reprimirme y le di un beso en la punta, que ya estaba húmeda. Empecé entonces a comerme las dos pollas, a lamerlas, a mordisquearlas. La del de los ojos marrones me resultaba más fácil de chupar, por ser mas fina, así que me la metía en la boca y tragaba hasta donde podía. La del de ojos verdes me resultaba más difícil, sobre todo por esa punta tan gruesa, así que sobre todo la lamía y le daba suaves chupadas en el capullo. Mientras mamaba una polla, con la mano masturbaba a la otra. Ellos, mientras, me acariciaban el pelo o me sobaban las tetas, pellizcándome los pezones. Me sentía la reina de las putas, rodeada de aquellas dos pollas tan diferentes, comparando sus tamaños, texturas

Entonces ocurrió algo muy raro. Note otras manos, mas finas, posarse sobre mis pechos. Pero no eran unas manos de hombre. Mire y era Alicia que, gateando totalmente desnuda, se acercaba a mi. Se abalanzo y empezó a chuparme las tetas. A mi aquello si que no me gustaba para nada, e intente quitármela de encima, pero ella no se separaba de mi, y empezó a besarme por todas partes. ¡Hija de puta! ¿Me habría llevado a aquella orgía con el único propósito de follarme ella también? ¡Aquello era una encerrona! Empecé a ponerme muy nerviosa. Al final, le di un fuerte manotazo para apartarla, pero ella ni se inmuto.

Afortunadamente, el de los ojos verdes se dio cuenta de que no estaba cómoda, y agarro a Alicia de un brazo.

  • Venga, Alicia, déjala- la dijo, muy tranquilo- ¿No ves que no la va ese rollo?

Alicia se incorporo, con la cara roja por el desprecio, pero, enseguida, un hombre y una mujer la rodearon con sus brazos, y se la llevaron a otra parte del salón.

Suspire aliviada, la verdad es que había pasado un mal rato. Mire al de los ojos verdes.

  • Gracias- le dije.

  • De nada, caramelito- me contesto, cariñosamente.

  • Ahora te lo tendré que agradecer- sonreí pícaramente. De rodillas, como estaba, me puse frente a el, dando la espalda al de los ojos marrones. Empecé a comerme su polla, recorriendo arriba y abajo su enorme y grueso tronco, lamiéndoselo. Cuando ya estaba bien ensalivada, alce mis tetitas con ambas manos, puse su polla en medio y la apreté bien con ellas. El de los ojos verdes empezó a mover sus caderas adelante y atrás, follándome las tetas, mientras yo, de cuando en cuando, le daba un lametón al capullo que emergía de entre ellas.

Me sentía en la gloria, con aquel grueso cipote deslizándose entre mis tetas cuando note como el de los ojos marrones me restregaba su polla contra las mejillas. Estaba claro que no quería quedarse fuera de la fiesta, así que, sin dejar de masturbar al de los ojos verdes con mis tetas, gire mi cabeza hasta que mis labios se toparon con la polla de ojos marrones, muy dura e hinchada. Empecé a mamarla con rapidez, mientras el me agarraba fuertemente por el cuello, para que entrara mas y mas adentro de mi boca. Debido a lo extraño de mi posición, la punta de su polla chocaba con el interior de mis carrillos, haciendo que, cada vez que me la metía, se formara un bulto en mis mejillas.

El de los ojos marrones hizo que me levantase. Una vez de pie, empujo mi espalda hacia abajo, contra la polla de su amigo, hasta que mi culo quedo en pompa. Seguí entonces comiéndome la polla del de los ojos verdes, mientras el de los ojos marrones se había arrodillado tras de mi. Separo mis nalgas, obteniendo una visión completa de mi coñito y del agujero de mi culito.

-¿Has visto?- dijo el de los ojos marrones a su amigo- ¡Esta zorrita lleva el coñito totalmente depilado! ¡Y lo tiene empapado! ¡Menuda guarra! ¡Mmmmmm, esta riquísimo!

Y empezó a lamerme arriba y abajo, deslizaba su lengua de forma lasciva del culito al coñito y del coñito al culito. Se recreo un buen rato en el agujero de mi culito. Lo ensalivo bien, y luego empezó a meter su lengua. Esa guarrada me puso a mil. Entonces separo mis labios mayores con dos dedos y accedió a mi clítoris. Comenzó a lamerlo rápidamente ¡Dios, que bien lo hacia! Me corrí en cuestión de segundos, pero mis gemidos quedaban ahogados por el enorme cipote que tenia en la boca.

Sin dejarme cambiar de posición, el de los ojos marrones se levanto y, de un solo golpe, me envaino su polla hasta el fondo. Ahí si que grite. Empezó a dar golpes de cadera, y yo me volvía cada vez más loca. Pero no se conformo con eso, y comenzó a juguetear con los dedos en mi culito. Estaba muy mojado, así que no le costo meter tres dedos dentro y follarme con ellos, mientras su polla penetraba mi coñito sin piedad.

El de los ojos verdes, entonces, saco su polla de mi boca e hizo que me incorporara. La polla del de ojos marrones salio de mi interior. El de los ojos verdes me tomo de la mano y me llevo hasta un sillón donde, curiosamente no había nadie. Se recostó en el, e hizo una seña para que me acercara. Me monte sobre sus piernas, besándole en la boca, y con una mano conduje su polla hasta la entrada de mi coñito. Cuando me penetro aquel pollón casi me desmayo. Era enorme, pero sobre todo era tremendamente gruesa, cada vez que entraba o salía de mí, provocaba una deliciosa fricción en mi interior. Empecé a botar encima de el, como una amazona salvaje. Entonces note como el de los ojos marrones me agarraba bien fuerte de la cintura, impidiendo que me moviera. Sabía lo que iba a pasar, lo había visto un montón de veces en las películas porno: iban a penetrarme los dos a la vez. Siempre que veía a una chica en una película, pensaba que yo nunca seria capaz de hacer eso, y, sin embargo, allí estaba yo, presa de la lujuria, dispuesta a recibir dos pollas a la vez en mi interior, todo con tal de sentir el máximo placer. El de los ojos verdes me acaricio la cara dulcemente, como intentando tranquilizarme. El de los ojos marrones, mientras tanto. Restregaba su capullo en el agujero de mi culito. Lo note muy húmedo y caliente. Entonces note como, muy despacio, entraba la punta. Poco a poco fue metiendo el resto de su larga y delgada polla, y el dolor fue dejando paso al placer. Ambos empezaron a moverse, primero muy despacio, para luego ir, poco a poco, aumentando el ritmo de sus embestidas. Parecía que estaban coordinados, cuando una polla entraba, la otra salía. Así, en pocos segundos, estaban follándome salvajemente, y yo me sentía totalmente a su merced, emparedada entre los dos, penetrada por todas partes. No podía dejar de gemir, notaba el sudor empapándome el pelo, pegándomelo a la cara, y el cuerpo de ellos, sudando también, mezclándose con el mío

  • ¿Has visto?- le dijo el de los ojos marrones a su amigo- Cuando entro parecía que no había roto un plato, y mira que poco nos ha costado quitarle las bragas a esta zorrita y follárnosla como se merece una puta como ella.

  • Me gustas mucho- decía tiernamente el de los ojos verdes -. Eres muy guapa, eres un encanto. No sabes cuanto me excitas.

  • ¡Vamos puta!- gemía, mientras el de los ojos marrones, entre dientes- ¡Menea bien el culo, como la guarra que eres! Te encanta tener a dos machos con las pollas muy duras follándote bien todos los agujeros de tu cuerpo ¿verdad? Seguro que si tuvieras mas pollas, disfrutarías mas aun ¡Si te portas bien, te vamos a llenar de leche calentita, zorra!- y al decir esto, empezó a tirarme del pelo con violencia y a darme fuertes palmadas en las nalgas. Notaba como su polla entraba con más fuerza en mi culo, y sus huevos colgantes y muy duros chocaban contra la cara interior de mis muslos y mi culo. Mientras, el de los ojos verdes seguía tratándome con ternura y delicadeza, diciéndome lo guapa que era. No sabría decir cual de las dos actitudes me estaba haciendo disfrutar mas, si el cariño y las atenciones del de ojos verdes, o la rudeza y el ser tratada como una fulana por parte del de ojos marrones. Creo que lo que me excitaba es tener las dos sensaciones al mismo tiempo, como si tuviera en mi interior el cielo y el infierno juntos.

Tras unos minutos de follarme en esa postura, y de encadenar orgasmo tras orgasmo por mi parte, decidieron cambiar de lugar. Hicieron que me levantase. El de los ojos marrones se recostó en el sillón, tiro de mi brazo para que me acercara y, cuando estuve cerca de el, metió con fuerza su polla en mi coñito. Comparada con la del de ojos verdes, aquella polla me rozaba menos, pero igualmente me hizo sentir en la gloria. El de los ojos verdes se acerco por detrás, e intento penetrarme el culito, pero, a pesar de que su amigo había abierto el paso, su enorme cipote resultaba desproporcionado para mi agujero. Intento penetrarme un par de veces, hasta que se dio cuenta de que era imposible. Entonces empezó a restregar su grueso capullo por mis nalgas y mi culito, masturbándose. Se echo sobre mi espalda, me agarro de una mejilla, haciendo que girara la cabeza, y empezó a besarme en la boca.

  • Estoy muy excitado- me dijo al oído-. De verdad, me pones a cien. Me gustaría mucho correrme en tu culito ¿Me dejas? ¿Te gustaría que bañara tu precioso culito con mi leche?

Yo suspire, estremeciéndome al pensarlo. Por toda respuesta, le agarre desde atrás su polla y, mientras el de ojos marrones no dejaba de darme caña en el coñito, comencé a masturbarlo, con rapidez. En pocos segundos, el de los ojos verdes empezó a gemir. Sus músculos se tensaron y note como su polla se hinchaba en mi mano. Tire hacia atrás de la piel con fuerza, y empezó a eyacular. Un enorme chorro de esperma caliente y espeso cayó sobre mi espalda y la parte alta de mi culo. Notaba como su corrida caía sobre mi piel, abrasándome. El de los ojos verdes guió la punta de su polla a la entrada de mi culito y lanzo sus últimos disparos de leche allí, haciendo que me corriese de nuevo. El de los ojos marrones se dio cuenta de lo que había pasado, e hizo que me levantase.

  • Yo también quiero correrme- dijo-, pero en tu boquita y en tu cara, así que ponte de rodillas.

Obedecí la orden, y volví a arrodillarme en el suelo. El de ojos marrones se puso junto a mí, masturbándose junto a mi cara. Mientras, el de ojos verdes había recogido con sus dedos parte de la corrida de mi culo, y la acerco a mi cara. Cuando vi aquel grumo de semen colgando de sus dedos, me relamí, eche la cabeza hacia atrás y saque la lengua, con la boca bien abierta. Dejó que la leche se escurriera entre sus dedos, hasta caer en mi lengua, formando un charco. Cuando ya no caía más, cerré la boca y me lo trague. Me puse más cachonda aun al probar su semen. Volví a abrir la boca y a sacar la lengua, para que viera que me lo había tragado todo, como una niña buena. Entonces acerco los dedos y me los dio a chupar, para que rebañara los restos de lefa que se habían quedado pegados. Lamí y chupe sus dedos, mirando con expresión inocente a los ojos de ambos.

Aquello fue demasiado para el de ojos marrones, que no pudo mas. Me agarro del cuello, obligándome a girar la cara hacia el. Note como su polla se hinchaba en su mano, y abrí bien la boca. Un enorme borbotón de esperma tibio entro directamente en mi boca. El de ojos marrones gruñía y bufaba como un loco, y un segundo chorretón entro también dentro de mi boca. Pensé que me iba a ahogar, así que cerré la boca para tragarme la corrida. Su leche bajo por mi garganta, mas espesa y amarga que la del de ojos verdes. Pero el de ojos marrones seguía corriéndose, estaba vaciando sobre mí todo el semen que le debía abarrotar los huevos. Una catarata de leche se derramaba sobre mis labios, se escurría por mis mejillas hasta mi barbilla y mi cuello, formando grumos que se descolgaban como estalactitas hasta mis pechos. Dejo descansar su capullo sobre mis labios, y allí descargo los últimos chorretones de su corrida, ya con menos fuerza. Agarre su polla con una mano, y empecé a restregarla por mi cara, para recoger los lecherazos que me pringaban la cara. Mientras, el de los ojos verdes había estado restregando su polla por mi culito, para recoger también los restos de lefa y dármelos a chupar directamente de su pollón. Así empecé a mamar de nuevo aquellas dos pollas, como una niña tomando un biberón, para rebañar bien los restos de las corridas, sin desperdiciar ni una gota.

Después de unos instantes, sus pollas estaban limpias y flácidas. Me sentía extenuada, sudorosa, y también bastante guarra, no solo por todo el pringue que llevaba encima. Sentía que yo no era capaz de hacer todas aquellas cosas que acababa de hacer, que yo no era capaz de dejarme follar por dos tíos que no conocía de nada. Sin embargo lo acababa de hacer, y esa sensación de haberme comportado como una autentica fulana me llenaba de morbo. Entonces ellos me sonrieron, visiblemente agotados, y los tres empezamos a reírnos, mientras nos sentábamos en el sofá. Luego me ayudaron a encontrar mi tanga y mi vestido, me acercaron al baño para que pudiera limpiarme un poco y los tres nos acercamos a la barra. Pidieron tres copas de cava, y brindamos por el rato que acabábamos de pasar.

Mientras, a nuestro alrededor, la orgía continuaba como si tal cosa. La gente seguía follando, incansable: parejas, tríos, grupos, todo tipo de combinaciones eran posibles. El de los ojos marrones se debía haber quedado con ganas, porque, tras despedirse de mí con un morreo, volvió a desnudarse y se acerco a un grupo de chicas que jugaban con un vibrador.

El de ojos verdes me miro con su expresión traviesa, y me dijo:

  • Ni siquiera se como te llamas.

  • Soy Kenya- conteste-. Pero yo no quiero saber como te llamas. Dejémoslo como un misterio. Te recordaré como "Ojos verdes"

  • ¿No te voy a volver a ver?

  • No lo creo.

  • Me gustaría mucho que nos volviéramos a encontrar- me dijo, con cara de niño bueno-. Me gustas mucho, me pareces preciosa, y tu manera de follar me ha excitado más de lo que ninguna chica ha logrado excitarme.

  • No se si nos volveremos a ver - le conteste-. Lo que si es seguro es que no será en una de estas fiestas, porque a la zorra de Alicia no pienso volver a verla en la puta vida.

Apure mi copa de cava, le di un tierno beso al desconocido de los ojos verdes, y baje a la calle a buscar un taxi.

Nunca volví a ver a ninguno de los dos. Aquel fue mi primer trío, pero seguro que no fue el último