Ojos abiertos.

Esta historia comienza con un encuentro imaginario, pensar que podría hacer si vinieras aquí y mostrarte esta ciudad que es tan mía como lo soy yo misma, no nací aquí pero aquí me encontré cuando el espejo me devolvía una imagen que ya no reconocía

Esta historia comienza con un encuentro imaginario, pensar que podría hacer si vinieras aquí y mostrarte esta ciudad que es tan mía como lo soy yo misma, no nací aquí pero aquí me encontré cuando el espejo me devolvía una imagen que ya no reconocía

Quedamos en el mirador de Santa Lucía, en Alfama. Justo ahí, con Lisboa a mis pies y la mirada perdida estoy sentada con mi vestido rojo, me gusta mucho ese vestido, cae por mi cuerpo suave e insinúa mis curvas. Es un poco escorado, lo justo y tiene la espalda descubierta así que no es necesario llevar sujetador. Como hace fresco y se me olvidó la chaqueta mis pezones están duros y se marcan.

Llegas a mi lado, me saludas con un beso en la mejilla mientras tu mano toma mi nuca. Empezamos a hablar de temas banales: cómo ha ido el viaje, que vamos a hacer ahora y que fresco hace en Lisboa. Si, hace fresco y no sé si mis pezones ahora están duros por el fresco o por tu presencia. "Mira qué bonita Lisboa" te digo mientras me levanto y me encamino a la barandilla del mirador, lo hago porque no aguanto la tensión de los nervios de ver cómo tus ojos pierden la noción y miran a mis pechos de manera furtiva (Si, me he dado cuenta ¿qué creías?)

Te acercas en ese momento y para mí grata sorpresa te colocas justo detrás de mí acercando tu cuerpo al mío y tomando mi cintura. Noto tu cuerpo caliente detrás y tú polla dura apretada sobre mi trasero, no puedo evitar soltar un gemido cuando me besas en el cuello.

Pasas tu mano por mi cadera y al acariciarla notas que no llevo tampoco bragas, sé que lo notas porque aún se pone más dura y tú respiración se acelera en mi cuello. "Vamos a cenar." Te digo porque sé que si seguimos así me follas ahí mismo.

Vamos a un restaurante típico donde además de cenar cantan fado, todo a La Luz de las velas. Nos sentamos en la última mesa y pedimos vino verde y bacalao, típico portugués. Señoras vestidas de negro cantas lento y suave todos miran adelante y yo me imagino cómo sería sentirte dentro a ese ritmo lento. Me miras (¿acaso me has leído la mente?) parece que sí, me miras con deseo y a mí me brillan los ojos. Mi mano se posa en tu muslo, juego con mis dedos arriba y abajo subiendo un poco cada vez, te miro y no apartas la mirada. Llego hasta tu polla, está dura y la acaricio sobre el pantalón, la aprieto con mi mano, suelto y vuelvo a empezar.  Veo que tus ojos se cierran, es hora de parar.

Para mi sorpresa. Tu mano se posa en mi pierna sube hasta llegar a mi coño, está mojado tus dedos resbalan por mi abertura rozando suaves mi clítoris, está hinchado y deseándote. Dios mío, me voy a correr, entonces paras. No podemos más, nos levantamos y nos vamos.

Caminamos en silencio, cogemos un taxi que nos lleva a mi casa, en silencio, no necesitamos hablar, con la mirada nos vasta. Algún beso en el cuello, yo acaricio tu brazo y tu mi espalda. Llegamos, abro la puerta y al pasar dentro cierras tras de ti y me giro entonces me besas. Es un beso voraz, de los que se dan con hambre. Tu lengua y la mía se buscan, nos mordemos los labios.

Coges mi vestido y me lo quitas por la cabeza tirándolo al suelo, siento como la humedad cae por mis muslos y se me calientan las entrañas. Te quito la camiseta y voy dejando besos, lametones y mordiscos por el camino de tu esternón. Sigo bajando y me arrodillo, quito la hebilla de la correa, te quito el botón y bajo la cremallera, tiro al suelo tus vaqueros de los que te deshaces junto con los zapatos.

Ahí está mi premio, aún atrapado bajo unos bóxer apretados... esta erecta y dura y por fin la libero de su encierro. Así de rodillas miro tu cara, lo deseas, no tienes que decirlo. La cojo en mi mano y pongo mis labios en la punta mientras juego con mi lengua, abro la boca y la voy metiendo poco a poco dentro. Juego con mis manos en su base mientras subo con mis labios para volver a pasar mi lengua por la punta, despacio una y otra vez. Tus ojos vuelven a cerrarse y paro. Esto no ha acabado aún, no ha hecho más que empezar.

Es entonces cuando tú me pones de pie, contra la pared, cara a cara y me besas. Con una mano sujetas las mías sobre mi cabeza y con la otra acaricias mis muslos acercándote cada vez más a mi coño que chorrea por ti. Metes dos dedos dentro y con él pulgar presionas mi clítoris, tus dedos entran y salen, tu cuerpo sobre el mío, tu polla dura sobre mi cadera y tú besándome como si me fueras a comer. Creo que me corro, me tenso y paras. Me sueltas y me dejas las piernas temblando. Sacad los dedos que van directamente a mi boca y los chupo para saber cómo es mi sabor en tus manos. Es una combinación perfecta, mi sabor favorito.

Entonces vamos al sofá, te sientas y me subo sobre ti. Por fin entra tu polla en mí, se siente bien, caliente y dura. Me quedo quieta un instante para sentirte, así frente con frente con los ojos cerrados se pueden oír nuestros corazones latiendo desbocados. Es entonces cuando me agarras por el culo y comienzas a marcar mi ritmo, lento al principio para que pueda sentir como entras y sales de mí.  Para que puedas sentir como te resbalas en el calor de mi interior. El ritmo crece, vamos más rápido y noto cómo se tensan nuestros músculos, notó como cada vez está más dura y como cada vez yo más caliente. Una embestida más y me corro y te corres y la sensación es aún mejor al saber que tú semen sale caliente dentro de mí, que me inunda. Nos coreemos juntos, y al acabar nuevamente frente con frente, corazón desbocado pero esta vez ojos abiertos.