Ojo por ojo

Una víctima mas, otra muñeca que añadir a su colección. Apenas podía aguantar el deseo de tomarla y arrancarle lo que quisiera. Pero no sabía que esta mujer sería la ultima y que nada pasaría como esperaba.

Las sombras rodeaban sus pies, las zapatillas volaban sobre el suelo sintético y su jadeo se perdía contra el helado aire de la noche. Las perlas de su sudor se deslizaban desvergonzadas por su piel al son del ritmo de sus piernas.

Era una buena noche para correr, más poca gente había en ese momento. Ella, distanciada de los demás, buscando quizás intimidad, corría sola por los senderos del parque, que se extendían por una pequeña colina artificial hecha años atrás con los escombros de un túnel de ferrocarril cercano.

La sudadera había dejado caer la capucha, y sus pequeños rizos saltaban independientes. Su camiseta estaba empapada por el sudor y en la cintura llevaba como un colorido velo para sus nalgas, una chaqueta con la que alejar el frío acabado el ejercicio. Un ligero macuto se balanceaba a su espalda.

Una mano, enorme y callosa, surgió de los arbustos y la arrastró a la oscuridad. Sobre su rostro sintió un pañuelo húmedo, cesó su resistencia y el hombre la arrastró unos metros, a un claro entre árboles.

-Qué musculosa… Me gusta, me gusta… ¿quién quiere escuálidas niñas? Voy a disfrutar mucho… mucho... las musculosas sois más estrechas ¿sabes?... voy a reventártelo todo…  -gimió el hombre mientras con su mano palpaba impunemente el cuerpo de la mujer–. Voy a hacerte de todo… empezaré por tu coño… oh sí… primero tu coño… todo para mí, sólo para mí...

Tiró con sus manos del ajustado short cuando la mujer se irguió y roció su rostro con un spray, el líquido le ardió en los ojos y cayó al suelo boca abajo sobre la hierba, con los miembros fuera de su control.

-Maldito cabrón… -escupió la mujer levantándose y colocándose junto a él-, ni se te ocurra quedarte inconsciente, sería una lástima, he preparado este momento durante mucho tiempo… -le dedicó dos contundentes patadas al hombre tendido, se arrodilló y sin miramientos le alzó el rostro tirándole del cabello-. Sé quién eres, sé donde vives… lo sé todo sobre ti, llevo días siguiéndote, pero quería pillarte en medio de uno de tus juegos. ¿Sorprendido?... No lo estés… éste era tu destino, lo que querías y tanto ansiabas, ¿verdad?

Con una nueva patada le dio la vuelta, sacudiéndose de las manos los cabellos sanguinolentos que le había arrancado y extrajo un cúter de su macuto para arrancarle el pantalón, no sin hacerle alguna pequeña herida a lo largo de sus piernas y cintura.

-¡Pero mira tú!... ¡Si estás ya duro como una piedra! –abofeteó el miembro-. Te gusta que te peguen ¿eh?... ¿O es que estabas ya cachondo para violarme?... Pero, ¿qué dijiste antes…? Oh, sí… querías mi coño, ¿verdad? –se quitó los shorts y abrió su sexo ante sus ojos-. Te gusta, ¿verdad?... ¿Te gusta ver mi coño abierto?... Te gustaría comértelo, ¿verdad? –se rió ante su mirada desconcertada y sus vanos intentos de moverse-. No te asustes… pero ya te he dicho que lo tenía todo preparado. Una chica de las que violaste, seguro que te acuerdas de ella, oh, tú nunca te olvidas de ninguna ¡son tus muñecas!… ella es farmacéutica y me pidió que te diera esta sorpresa, me hizo inmune al cloroformo y me preparó este spray. Incluso iba a pagarme bien, espléndidamente bien, pero tras estudiarte decidí hacerlo gratis; eres un ejemplar único, un monstruo... de los que una pesca una vez en la vida –le enseñó el bote y roció levemente sus ojos-. Sinceramente no sé qué metió aquí dentro… -dijo mirándolo-, pero me garantizó que te tendría manejable. Pero sobre todo, despierto y consciente… -se dio una palmada en la frente-, ¿Pero qué hago? ¿No te había prometido mi coño? Yo cumplo mis promesas

A horcajadas se sentó sobre su rostro, restregándose contra sus rasgos faciales, masturbándose con su nariz, asfixiándole como una ventosa, cubriendo su nariz y boca con su vulva, hasta que su rostro cobró un matiz azulado.

-No, no voy a asfixiarte… eso sería demasiado clemente para ti... tengo otro regalo para ti de nuestra amiga en común -se apartó y volvió a tomar su macuto para sacar una jeringuilla ya preparada, cuyo contenido inyectó en la misma base de su miembro-. Debería hacer efecto… mmm, ya… y mira… Oh, señor… qué grande se te pone… -ante sus ojos incrementó hasta casi el doble de su anchura y tamaño, las venas palpitaban enfurecidas bajo la tirante piel-. Qué enorme pollón

Lo acarició con sus dedos y lo rozó con su sexo ya empapado. Puso el endurecido glande a la entrada de su vagina y alojó unos centímetros en su cuerpo con un corto suspiro.

-¿Te gusta, cabrón?... Tu dura polla en la entrada de mi coño, esto es lo que te gusta, ¿verdad? Follarte a todas esas chicas hasta que las desgarrabas por dentro... –con un gruñido se dejó caer y se empaló en la rígida carne, el cetro de piedra que arrasó con fuego sus extrañas-. ¿Te gusta que te follen? ¿Que te violen, cabrón? ¿Qué pasa cuando ya no mandas tú?

Aumentó el ritmo de su cabalgadura y jadeando arañó con furia el pecho del hombre, que con sólo los ojos libres de ataduras químicas, la miraba  al borde de la locura. Los músculos de ella aceleraron aun más y el orgasmo atravesó su cuerpo hasta convertirse en un quedo gemido. Con un obsceno ruido se separó del hombre y tomó su miembro llevándoselo a los labios.

-Aún no te has corrido ¿eh?... No me gusta eso, no… no me gusta… te vas a correr quieras o no… -comenzó a masturbarlo con fuerza y a morder su piel, dejando la marca sangrante de sus dientes por todo el miembro, continuó sin pausa hasta que los temblores anunciaron un verdadero torrente que salpicó todo y que pareció no cesar nunca-. ¡Pero mira tú! ¡Qué potencia!...  –se levantó y abrió con sus dedos los labios de su sexo sobre él-. Con esta demostración de [quedaría mejor algo así como “virilidad”, para no repetir] me has despertado las ganas de mear… no te importa que mee sobre ti, ¿verdad?... lo tomaré como un sí -un hilo dorado cayó sobre el herido miembro, el cuerpo del hombre tembló ante el dolor de las heridas-. Oh, sí… me he quedado a gusto

Comenzó a vestirse sin prisas ante la mirada del hombre, sacó unas ligaduras y con ellas aseguro los pies y manos del hombre, amordazándole con los restos de su ropa interior; recogió todo a su alrededor y dedicó varios minutos a inspeccionar el claro buscando algo que se le escapase. Satisfecha, se inclinó por última vez junto a él para que pudiese verle la cara.

-¿Cómodo? El spray debería durar hasta el mediodía, pero prefiero no tentar a la suerte, ¿sientes tu rabo duro?... Espero que te gustase este polvo, aunque no lo creas tengo mi corazoncito –se toco el pecho afligida-, por eso quería darte este último polvo… tu último polvo con una mujer, te lo aseguro… -con la yema de su dedo índice acaricio las hinchadas venas-. Te he inyectado suficiente Viagra y vasodilatadores para que no te baje la erección sin tratamiento médico, y  si no lo recibes en unas horas... el tejido carnoso morirá antes de que amanezca y sin remedio la necrosis se extenderá por tu cuerpo matándote en pocos días. ¡Pero tranquilo, hombre!  –le golpeó con sus nudillos-. La policía recibirá mañana temprano un aviso anónimo, dándoles tu paradero. Están muy ansiosos por conocerte, ¿sabías que una chica a la que violaste era hija de un policía? Sólo tenía quince años, pero no te importó reventarle el culo y provocarle una hemorragia que casi la mata. Seguro que en la comisaría lo pasas de maravilla, prometo ir a verte a la cárcel… quiero ver como te convierten en una de sus putas, sin duda te sentirás realizado siendo violado cada día, será como en los viejos tiempos, solo que tú ya no tendrás rabo

Con el endurecido miembro, casi violáceo, ondeando contra el cielo, la mujer abandonó a su víctima y desapareció entre los árboles, y como si nada hubiera ocurrido, se ajustó las zapatillas deportivas, se cubrió con la capucha y reanudó su ligera carrera por el sendero del parque.