Ojete

Gimió violentamente contra mi mano, notando el aire tibio de su resoplido. Al viejo le gustaba el dolor.

Había perdido el coraje de ser miserable, ya no me sentaba bien dármelas de misántropo. Me sentía tan ajeno al mundo, lo peor era que me sentía un intruso entre mis amigos. Estábamos caminando por el barrio Suecia, buscando alguna disco a la cual ingresar. Alan y Felipe iban conversando alegremente de algo que hicieron en el transcurso de la semana. Yo estaba en el extremo izquierdo, preguntándome por qué había accedido a venir. Ya no estaba enamorado de mi antiguo novio, ni lo amaba, tampoco guardaba algún tipo de rencor, pero tampoco me sentía libre de la desdicha, como si hubieran robado el sentido que le daba a mi vida.

Nos adentramos por Pío Nono, la calle homosexual del barrio. Se le definía así porque asistían en su mayoría lesbianas y gays, la música que se tocaba era distinta, los locales, la gente incluso se mostraba más abierta a la sociabilidad que en un lugar “hetero” por así decirlo. Una amiga me comentó reiteradas veces que prefería las discos “alternativas” porque se sentía exenta de vergüenza, nadie la miraba como carne, es más, nadie le prestaba atención, por lo que podía bailar con mucha más libertad. Pero yo no soy mujer, soy un homosexual arrastrado por sus amigos con la intención de sacarme de mi ensimismamiento y encontrarme cierto tipo de “diversión” masculina. No me sentía capaz de ejercer el coqueteo la verdad, ni tampoco tenía el ánimo de entablar conversación alguna con un desconocido.

-¿Vamos a Soda? Hasta las doce la entrada es liberada- Sugirió Alan, deteniéndose frente a una fila para ingresar.

-Mmm… ¿y si vamos a ‘Ojete’?- Sugirió Felipe.

-¡¿A qué?!- Dijimos al unísono, casi riéndonos. Pipe rio junto a nosotros.

-Ojete, el antro que está casi llegando a El Paso- explicó.

-¿Qué tipo de local se llama así?- Repliqué, desilusionado por dentro porque tendríamos que seguir caminando.

-Uno para homosexuales, obviamente- Dijo Pipe, sobre modulando la sílaba “ob”.

No podía parar de imaginarme un culo dibujado en una pancarta…Ojete, me daba risa el nombre. Llegamos al club atestado de personas. Decidimos tomarnos un vinito antes de entrar, a esas horas la barra ya no estaba abierta y el precio de los tragos ascendía a más de lo que podíamos pagar. Nos sentamos en la vereda a bajar la botella y a fumar. Quise llenarme de entusiasmo, en serio, pero mi cabeza escapaba de mi entorno sin siquiera darme cuenta. Me encontraba divagando, fantaseando con la idea de estar en mi casa con un caño entre los dedos y viendo porno. Me perdía en esos pensamientos de mierda mientras mis amigos exudaban buen humor. Sí, quisiera correrme una pajita justo en este momento, viendo algún video bizarro. Reí en voz alta sin darme cuenta. Alan me miró suspicaz, preguntándome porqué me reía, sólo moví la cabeza y bebí un buen trago de tinto que me calentó el cuerpo…y las ideas.

Entramos algo ebrios a eso de las doce y media de la noche. Estaban puestas las luces estroboscópicas y sonaba detrás la versión live del año ’89 de ‘Express yourself’ en los MTV. Nunca me ha gustado que encasillen la música de “homosexuales”, como si por regla todos escucháramos lo mismo por ser gays, pero había que reconocer que esa versión estaba bastante buena y el ambiente también. Alan nos tomó por la cintura, risueño, ardiente de comenzar a bailar. Nos internamos por el gentío hasta que estuvimos en medio de un buen montón de personas. Tomamos el ritmo de inmediato estando groguis por el vinito, al lado nuestro había una pareja de amigos muy simpáticos que se unieron amigablemente, ofreciéndonos sus vasos con pisco. Todo estaba bien, hasta que me hallé nuevamente desencajado de la situación, como si fuera un espectador de todo y no participara en nada ¿De verdad era incapaz de entregarme al momento? Me reprendí mentalmente por mi estupidez, quería abandonarme a la noche, pero por alguna razón no podía.

En mi estrechez mental comencé a observar mi alrededor. Mi atención se detuvo en un hombre solitario, un hombre mayor (con respecto al resto de los asistentes en la fiesta) que desentonaba con el entorno. Traía un pantalón de vestir beige con una polera formal de color celeste que resaltaba gracias a las luces de la disco. Me pareció la persona más desagradable que he visto en mi vida. Lo vi moverse entre el gentío, acechando a aquellos que bailaban desprevenidos, se acercaba a ellos simulando bailar, pero sólo los punteaba por la espalda descaradamente, aprovechándose de la cercanía que provocaba la aglomeración. Dejé de mirarlo cuando uno de los chicos con los que estábamos me ofreció su trago; era vodka con coca cola, y lo bebí al seco. Inmediatamente me llegó a la cabeza la mala combinación de vino, pisco y ahora vodka. Estaba ebrio y resuelto a darlo todo esa noche.

En algún punto tuve que ir al baño, tambaleante esquivé a otros igual de mal que yo, nos sonreíamos al pasar con el compañerismo del alcohol. Al abrir la  puerta me encontré en los lavabos al viejo que tanto me había desagradado hace un rato, tenía los ojos como plato, ¿habrá jalado? Y como si escuchara mi pregunta no pronunciada, inspiró repetidas veces y revisó sus fosas nasales frente al espejo buscando alguna sorpresa de color blanco enredada en mocos.

Al volver con el grupo la cabeza se me había aclarado un poco, ya no me sentía tan hecho mierda y tampoco tan feliz. Me animé a bailar en medio de todos los chicos azuzado por un remix de Madona (creo que era el tema de la noche). Me estaba divirtiendo, nació en mi las ganas de dar vida eterna a ese carrete. Nos tomamos de la mano y giramos saltando, riéndonos a boca suelta. De pronto personas que nos rodeaban se unieron a nuestra rueda de san Miguel, entrelazándose con nosotros.

En el silencio entre una canción y otra, paramos agotados, más exaltados que nunca. La música comenzó y todos volvieron a su propia fiesta. Estaba en eso cuando advertí al viejo coquero al lado mío, pero no se fijaba en mí, sino en uno de los chicos que nos acompañaban esa noche. Al verlo pensé en coca, y lo mucho que me gustaba para realzar un punto el clímax, lo prolongaba. Al tipo seguro aún le quedaba algo, me lo podía imaginar vagando a través de la noche, endurecido de tanta droga, todo caliente y erectado. Vi cómo se acercaba cada vez más al chico, me entretuvo ver cómo intentaba pasar desapercibido, el movimiento de su pelvis me parecía patético. Sonreí por mi malicia. Me desentendí del viejo para bailar con Alan al ritmo de una de nuestras canciones favoritas. Impensadamente, como un

déjà

vú, volvió a mi el efecto “espectador”, escapándome del instante. Estaba pensando en la página ‘youporn’, específicamente en videos de índole old man . Mi mente y sus asociaciones. Reí al volver a mirarlo, había desistido con mi amigo de carrete y ahora punteaba a un chico que estaba detrás de él. Lo imaginé desnudo, como en las porno que veía, sobajeando las nalgas del algún tímido muchacho.

Me di cuenta de lo que estaba pensando y me atraje al momento. Pipe me ofreció lo que quedaba de su trago: no lo dudé dos veces. Aunque volví con mis amigos, no pude evadir  mi empalmo, por lo que traté de no bailar tan cerca de ningunos de los chiquillos.

¿Por qué no me sumergía en este panorama? Esto sería salir del círculo vicioso en el que he estado por seis meses. Estaba excitado y aunque tratara de bloquear esa parte de mi cerebro, sabía quién lo había provocado. Tragué saliva girando para observar al viejo. Okey, si decidiera hacerlo, mínimo tengo que sacarle algún mote de coca, ¿por qué siquiera lo pensaba? Seis meses sin sexo, y la imagen de una verga dura y avejentada hicieron que mis pantalones palpitaran.

Me moví lentamente de espaldas a él, atrayendo a uno de mis amigos como si nada. Me estaba convirtiendo en una vil carnada, gracias a la vida que estaba ebrio. Llegué tan atrás como pude, calculando la distancia. Lamentablemente no lo hice bien y choqué con el viejo, no tan fuerte pero sí lo suficiente para atraer su atención. Volteé pidiéndole disculpa, sin embargo esta vez me puse de perfil a él. Tal como lo sospechaba, fue desplazándose a mi lado, guardando la separación. Seguí bailando actuando en mi propia obra hasta cuando percibí su presencia por atrás. Me reí de mi mismo, ¿de verdad lo haría? Y como si fuera lo más natural del mundo, el viejo rozó su entrepierna contra mi culo. Lo ignoré, seguí pendiente de mi grupo de amigos. Podía sentirlo acercándose un poco más, empujando mi culo suavemente con su pelvis; seguí sin prestarle atención. De seguro tomó mi indiferencia como aceptación, porque al puntearme por tercera vez lo hizo con más fuerza, haciendo notar su polla atrapada, y yo lo acogí apegando el culo un tanto a él, advirtiendo un palo duro contra mis nalgas. Él se detuvo tras mi acción, mientras tanto yo tomaba las riendas del asunto y empuje hacia atrás, pero con la verdadera intención de alejarme del grupo, quería ocultar mi vergüenza. El viejo siguió mis pasos sujetándose a mis caderas.

Cuando me vi libre de mortificación, giré para encontrármelo cara a cara, me ofendió lo mucho que me excitó su rostro. Seguía teniendo un aspecto pervertido pero sus ojos estaban acosados por algo parecido al fatalismo, y supe de inmediato que su necesidad me daba el poder de la situación. Osadamente maté la distancia que nos separaba, llevando una de mis manos a su paquete, escondiéndola entre nuestros cuerpos. Acaricié su polla por encima del pantalón, aplastándola con la palma, me gustó el contacto de la tela junto a la dureza. Vi sorpresa en su mirada, seguí moviéndome al ritmo de la canción, volviendo el culo hacia él nuevamente. Tomó la iniciativa apretándome fuerte, clavándome con su pene contenido. Cuando una de sus manos bajó de mi cadera para aproximarse a mi entrepierna, le pare:

-Vamos al baño- Dije a su oído, virando. No quería llamar la atención con una evidente corrida de mano, menos encontrarme con mis amigos. El viejo asintió por respuesta, lo tomé por la muñeca enfilándole a satisfacer mis deseos. Toda persona que se cruzaba era un estorbo, ya que estaba en el barro, por qué no seguir ensuciándome. Quería ver su verga, quería tocar la piel corrugada de su falo. Miré una vez hacia él antes de franquear el umbral, sólo me miraba algo descolocado. Había una sola persona en los urinales, eché un vistazo rápido captando el primero de los cubículos privados (eran tres). Era el pareado y el único con la puerta entreabierta, no quise chequear los otros en mi calentura.

Al entrar oí como cerraba la puerta tras nosotros, apenas tuve tiempo de acomodarme a un lado del inodoro cuando de la nada me lanzó sobre la loza y comenzó a puntearme como un perro en celo, sin dirección. No sé por qué todo me excitaba tanto. Escuché cómo se bajaba los pantalones, giré, mirándole a los ojos mientras mis manos perseguían ciegas su rugoso pene, totalmente erecto y ansioso. Tenía una polla gruesa, que poco y nada podía mantenerse erguida por el peso ajado, pero tenía el glande como una callampa, rojo y carnoso: Se me hizo agua la boca. Apreté la lisa superficie de su expectante capullo con mi pulgar, provocando que el viejo gimoteara de placer y follara el hueco de mi mano, afirmándose en mis hombros.

Era extraño, pero aquel hombre me provocaba asco. Su estómago prominente (y peludo por lo que pude apreciar al pasar mis manos por debajo de su polera), su bolsa arrugada de bolas hinchadas, la manera patética en que buscaba mi boca con su lengua ensalivada, urgida por introducirse en mi boca, su pene deforme, gordo y agitado que tocaba mi estómago bastarían para hacerme vomitar, EN SERIO, sin embargo, me imaginaba en una película porno, todo bello, joven y lozano, siendo corrompido por la bestia cavernaria de la coca, sumiéndome en su dominio, viéndome doblegado en el cubículo hediondo de un lavabo discotequero… y eso me calentaba. Quería que aquel viejo actuara en mi cabeza junto a mí.

Entonces moví mi rostro dejando que me besara. No lo hacía mal, sólo que era muy apresurado, como si temiera que la oportunidad se le fuera entre los dedos. Yo no me iría, es decir, quería correrme, y quería sacarle algo de coca, también dinero si la fortuna era bella esta noche, aunque eso era ya ser codicioso.

Metí la lengua, buscando la suya, a la vez que le acercaba por la cintura para sentir esa dureza. Partí restregándome lentamente, profundizando los besos. Me gustaba que lloriqueara a mi contacto, carente y anhelante de alguien que lo tocara; prácticamente en mis manos. Ondulé mis caderas, casi masturbándole, mordiéndole por el cuello.

-Tócame, nene- suplicó- tócame por favor.

Le tapé la boca, estaba hablando muy alto. La música era estridente, y habían ya algunos tipos conversando, pero no faltaban oídos curiosos nunca, además era un baño angosto. Le advertí con la mirada, y para graficar mi propósito, le apreté el pene, ejerciendo fuerza justo por debajo del glande. Gimió violentamente contra mi mano, notando el aire tibio de su resoplido. Al viejo le gustaba el dolor. Seguí apretándole mientras bajaba y subía por su corrugado falo, ya me sentía relacionado con su prepucio lustrosamente suave.

-Ahhh- suspiró junto a mi oído- así, así- repetía, moviendo sus caderas, simulando una penetración con mi mano que le estrujaba el miembro.

Apegándome a él, le masturbé con empeño ya que comenzaba a fatigarse mi muñeca.

-¿Quieres metérmela?- susurré en su cuello, acariciándole el glande con mi pulgar- ¿Quieres metérmela? – Insistí, arrullando mi voz, mordiéndole la clavícula.

-Sí, sí- contestó presuroso, volviendo a besarme con urgencia. Le correspondí como pude, pues sus empeños eran demasiado bruscos, parecía que quería correrse en mi mano, atragantándome con su lengua en mi garganta.

Mordí su labio con fuerza a lo que el viejo sólo pudo gemir de satisfacción. Dejando su miembro henchido, lo aparte un tanto de mí con ambas manos.

-¿Qué sucede?- Inquirió consternado al ver que lo alejaba. Su pelvis siguió sacudiéndose  por inercia, sólo buscando explotar; no sabía si reír o llorar por estar con un tipo así a punto de dejar que me penetrara.

-¿Tienes algo de coca?- Entristecí mi rostro, dibujando mi sumisión ante él, o al menos eso espero que piense. Y sin meditarlo dos veces, buscó en sus bolsillos apresuradamente, con el pene asomándole por la bragueta de su pantalón. Era una imagen graciosa. Algo había en esa polla que quería que me la comiera, era apetitosa. Podía verle moverse, con la sangre palpitando en todo su volumen, en todo su venoso volumen. Me incliné un tanto y metí su capullo a la boca, sólo el capullo.

El viejo soltó una embestida al notar que me comía su glande, y es que era muy rico. Lo saboreé como a un kojak pulposo, blando a mis dientes. Tenía un sabor ácido, pero no me molestaba, me encontraba muy caliente. Me erguí y el viejo volvió a comerme la boca, extasiado por mi leve proeza. Interpuse nuevamente mis manos entre ambos: A lo que vinimos anciano.

Tenía la billetera en una de sus manos, la abrió y extrajo de ella unas papeletas dobladas, un billete (de los grandes) y una tarjeta de crédito. Guardando su billetera, su nueva mano libre sacó el celular. Me acerqué. Lo hizo todo muy rápido, como alguien que lleva jalando todas las noches. Fabricó dos líneas opulentas sobre la pantalla del teléfono, enrolló el billete y la primera línea de coca desapareció de la superficie bajo su nariz. Me tendió el billete e hice lo mismo.

Percibí el dulce colocón en mi nuca, naciendo allí, desperdigándose por toda mi espina, erizando todas mis extremidades, haciendo que volviera a sentirme con la misma energía ‘inocente’ que tenía al empezar el carrete, sin la fatiga de las horas de baile ni la noche, estaba listo para lo que viniera, y en ése momento era un viejo de noventa kilos, con una saeta entre sus piernas y los ojos como platos. Giré sin que me lo pidiera, obviamente deseaba que ocurriera. La pared me pareció fría al apoyar mis brazos allí.

Solté el cinturón, deslicé mi jeans junto al bóxer por debajo del culo y luego lo miré hacia atrás, expectante, todo jalado. Se aproximó a mí, juntando su pecho a mi espalda, introduciendo su polla entre mis nalgas. Sus manos urgidas hurgaron por mis caderas, por mi vientre, hasta llegar a mi entrepierna. Todo mi cuerpo se relajó al notar una mano amiga que aliviara el peso de mis testículos. Suspiré sobre la baldosa.

-¿Tienes condón?- Pregunté un poco alarmado, no pude haber llegado a esa situación sin saber si tenía protección, descuido mío por el trago.

-Sí, tengo.- Respondió cortante, preocupado de friccionar su polla en la ranura de mis nalgas. Oía cómo su respiración se aceleraba, pero él la contenía, controlándola en cortados jadeos. Estiré un brazo hacia atrás, arrimándolo a mí, queriendo que su prominente tripa se posara en el hueco de mi espalda, quería el roce de ése peso allí, con su pene jugoso y caliente tocando las puertas de mi ano ya dilatado por la expectación.

-Métemela- Ordené, tocándome los huevos. Se apartó un tanto confuso, mi determinación chocó con la imagen dócil que había proyectado hasta ese momento, pero sabía que no haría nada al respecto; y como lo creí, apuró sus movimientos que intentaban ser seguros, fallando en tratar de abrir el sobre dos veces, no apuntándole al hueco del condón… me enterneció, haciendo que bajara un tanto mi libido. Paré de observarle apoyando mi mejilla sobre el frío de la muralla. Dentro de mi locura, arrastré mi mano por mi cuerpo, hasta mi falo pegajoso, el moco se había esparcido por el prepucio. Cerré mi mano en torno a mi polla, oprimiéndola con satisfacción, mientras notaba al viejo punteándome el ano nuevamente. Me sujetó con fuerza por las caderas, haciendo que sintiera el empuje de su callampa suculenta intentando penetrar la abertura de mi culo. Quería que me follara. Fuerte.

Estiré la cola hacia atrás, buscando su penetración. Giró su pelvis, acariciando mis nalgas, cuando de pronto un dolor agudo me atravesó el colón, partiéndome la metió por completo sin previo aviso, percibí el choqué de sus testículos. Me quejé en un mugido mudo, experimentando el abrir de mis carnes a causa de una polla gruesa. Sin percatarse de mi dolencia siguió empujando, penetrándome, intentando meterla más a fondo, sin control. No pude seguir dominando mis gemidos, exploté en lloriqueos lastimeros,  agachándome para que me follara más adentro.

-Más fuerte.- Gimoteé, llevando mi mano hacia una de las suyas que inmovilizaban mis caderas, instándole a que me apretara con mayor presión.

Soltó un bufido que llegó hasta mi hipotálamo, y un subidón de placer me sacudió por completo, provocando que sacudiera mi pene con mayor rapidez. El estómago del viejo expandía su calor por mi espalda, así como su aliento por mi oreja. Su vaho me sumergía…

Me jalé la polla al ritmo de las penetraciones del viejo, desgastando mi prepucio a cada martillazo que me propinaba, porque me estaba moliendo el pene, tío, con un vigor hercúleo en mi brazo jamás antes visto. El tipo no tenía noción de nuestro contexto, me la encajaba con fuerza, rapidez y violencia, yo ya no trataba de moverme, su brío me tenía sujeto a la pared. El tipo bufaba. Una de sus manos cayó dominante sobre mi hombro, inmovilizándome. Un rincón increíblemente consciente en mi mente oyó el silencio, sí, tal cual. Se oía el bullicio hueco del exterior, pero aquí las voces se habían apagado, los movimientos se habían silenciados.

Oh, oh.

Sin embargo, el gorila que se afanaba en destruirme el culo, era totalmente ajeno a todo. La paranoia comenzó a carcomerme, me sentí realmente expuesto y que quizá alguien podía estar grabándonos. Miré hacia todos lados desesperadamente, y justo cuando iba a zafarme del viejo, él paró.

Me descolocó un poco, quizá adivinó mi angustia. Sin embargo, escuché como tomaba una bocanada de aire  y cual toro expulsó su exhalación. Su mano se deslizó por mi espalda, hasta subir por mi nuca, y lentamente giró sus caderas, entrando más a fondo por el segundo más largo de la vida, lentamente me penetró dos veces, jaló de mi pelo con tal dureza que obligatoriamente grité, no tanto de dolor sino por sorpresa, una sorpresa agradable por cierto.Recobrando el aliento, volvió a empotrarme contra la cerámica blanco amarillenta, aplastando mi mejilla, provocando que oleadas de deliciosa alegría atraparan mi cuerpo, olvidándome del resto. Me dejé llevar y gemí todo lo que pude, acogiendo sus estocadas, babeando por la comisura de la boca. Esto era lo que quería: el momento.

Tenía mi propio video porno hecho realidad: “Rough fucking from behind on disco”, categoría gay, etiqueta old – young. Estaba demasiado caliente, quería correrme, todo era demasiado. Retornó a mi cabeza la imagen de su polla amorfa, jugosa enculándome. Estrujé mi pene en busca del orgasmo inminente, aguardé cerrando los ojos, regocijándome en la bestialidad de la penetración, en el papel que yo jugaba en ése momento bizarro, donde yo me dejaba follar por unos jales y la calentura de provocar a un hombre mayor de características patéticas.

Venía, tenía que seguir, no podía parar, el viejo tampoco podía parar. Él soltó sus últimas estocadas preparándose para acabar juntándose a mí, pegándose a mi culo, moviendo tan sólo la pelvis para metérmela másadentro, y yo me corrí, sí, cómo me corrí. Exploté en gritos sofocados sobre las baldosas, me desparramé dentro de mi mano ya que justo estaba apretándome el glande, el que no solté hasta que dejó de moverse, prolongando mi orgasmo. Él viejo apoyó su mentón sobre mi hombro y soltó sus últimos alaridos cerca de mi oído, acabando, estrechándose a mí.

Recuperé el  aliento sobre el frío que se expandía por mi rostro, un cansancio oportuno me hizo sentir tranquilo, satisfecho, hasta que percibí un murmullo. Fui nuevamente consciente del espacio que habitábamos y de la repulsión que el contacto del viejo me provocaba. Me hice a un lado con prisa, descubriendo un hueco huérfano en mi ano, subí mis ropas cayendo en la cuenta que una de mis manos estaba llena de moco. La pasé por la puerta para limpiarla y apenas le eché un vistazo de reojo a la piltrafa postcoital, atónita ante mi reacción apática que mostraba ahora. Allí, con una polla decreciente fuera del pantalón, resbalándole un condón por el falo, una panza que se asomaba por debajo de su camisa, con coca en la nariz. Oh mierda, cómo me excitaba la decadencia.

-Eh, ¿Dónde…?- Alcancé a oírle al viejo antes de abrir la puerta del cubículo.

Como lo creí, había personas dentro del baño, pero no estaba preparado para la cantidad de gente que estaba allí en ese minuto. Contabilicé quince a lo menos. Quince pares de ojos me miraban asombrados, y yo les observaba a ellos, entumecido por la vergüenza y la exposición a la que seguramente me sometí. Nadie dijo nada, todos lo sabían. Inspiré profundamente abriéndome camino entre ellos, por un segundo tuve pánico al pensar que no me dejarían pasar, pero no fue así, y al momento de salir del lavabo percibí como una carga de mil kilos caía de mis hombros, había salido airoso de mi hazaña. Miré hacia atrás esperando ver al viejo, pero nada  ocurrió y no me detuve a pensar tampoco en lo que podría pasarle. Uniéndome al gentío de la pista, busqué a mis amigos, que seguían bailando solos, dándolo todo.

Tomé a Pipe por el brazo para que se percatara de mi presencia.

-¡Oye!- gritó- ¿Dónde estabas?- Me sonrió ebrio, una mancha se extendía por su camiseta, alguien o él quizá, había derramado licor.

-Por ahí- dije en su oído. Recorrí mi alrededor y volví a hablarle: -¿Vámonos?- Sugerí.

-¿Ahora?

-¡Sí! sigamos recorriendo El Paso. Oí de un antro que tiene barra abierta toda la noche- Mentí, chillándole al oído.

-¡Holi!- Escuché, giré y casi di de frente con Alan- ¿Dónde estabas, hueón?

Pipe me apuntó con el índice: -Quiere que nos vayamos a otro local.

-¿En serio?

-Sí- respondí, nervioso. No quería encontrarme con el vejete, no ahora que volvía a la realidad junto a mis amigos.- ¡Hay barra libre!- Exclamé para hacerme escuchar.

Ambos se miraron. Sí, el carrete estaba bueno. La música era insuperable y la manada de hombres que se paseaban era para empalmarse en un dos por tres, pero nada, absolutamente nada echa por tierra la posibilidad de alcohol gratis. ¿Cuál era la razón de salir de fiesta? Beber. Todos lo saben, y ojalá correrse dentro de alguien, aunque en este caso lo hicieron dentro de mí. Al recordarlo me sentí incómodo. Hay que salir.

-¿Y?- Persistí.

-Ya, vamos.- Secundó Alan.

-Vamos- le siguió Pipe.

Volví a respirar aliviado. No dejé de sentirme acosado hasta salir a la noche de aquel jueves, incluso una sonrisa se dibujó en mi rostro al estar fuera de ese pernicioso local.

-¿Para dónde vamos?- inquirió Pipa, sosteniéndose apenas en el hombro de mi amigo.

-Bajemos y doblamos a la izquierda. – Comuniqué, volteándome para indicarles a lo que me refería. De pronto descubrí un rostro familiar que no me quitaba ojo de encima. No era el viejo, sino una de las tantas personas que me vieron salir tras la follada en el lavabo. Me sonrió, reconociéndome, y lo mismo hice yo, firmando de puño y letra que era yo el jovenzuelo azaroso que escapó del baño. Alguien llamó su atención y yo me desentendí de aquel reconocimiento, comenzando a caminar calle abajo.

-Oye- me llamó Alan- no tenemos plata para las entradas.

-¡Mierda!- exclamé al darme cuenta de que él tenía razón. Empecé a revisarme todos los bolsillos que llevaba encima, de verdad no quería volver allí. Trajiné mi jeans sacando de él todo lo que traía: celular, papelillos revueltos, cigarros, marihuana, encendedor, mi carnet… y de entre ellos, apareció un billete arrugado y olvidado, de los grandes: el viejo y su billete farlopero.

Sonreí ufano, había conseguido lo que quería, incluso dinero. Me sentí algo culpable al no saber si quiera su nombre y calificarlo repetidamente de “viejo patético” en mi cabeza. Suspiré, son cosas que ocurren. El tiempo mejorará las cosas y ambos recordaremos esta noche como un triunfo, estoy seguro.

-Miren- dije paseando el billete por los morros de los chiquillos- Look what I have- Canturreé, sonriendo contento.

Gritaron de alegría, palmeándome la espalda. Pasé mis brazos por los hombros de mis amigos y los junté a mí, encaminándonos al siguiente antro.

'N.