Oído

Intentaré mostrarte el camino para que llegues al cielo, primero exploraremos juntos tus sentidos. Haciendo más corto el camino, entre la tierra y el cielo.

Escuchas mí respiración y sabes perfectamente lo que tienes que hacer. Ir a la alcoba, desvestir tú cuerpo completamente, ponerte ese pañuelo de seda -que tanto te gusta- tapándote los ojos. Sabes que hoy, sólo necesitas tus oídos, para sentirme y tocar el cielo.

Te acuestas boca abajo, esperando en la cama, impaciente, agitada. Escuchas mis pasos cada vez más cerca de ti, esto te estimula más. El no saber qué es lo que te espera, aun sabiendo cual es el final.

Me acerco a tus pies y les susurro lo que les voy a hacer; acariciarlos con mí lengua, besarlos suavemente. Subo por tus piernas diciéndoles como las acariciare, hasta llegar a la confluencia de tus piernas. Tu monte de venus ya me conoce y sin decirle nada veo como se empapa, de todas formas le digo como le pasaré la lengua recogiendo sus frutos y más me lo agradece.

Tu cuerpo no puedes evitar moverte, retozarte, hervir, está intranquilo, encendido a cada palabra. Eso nos/te excita, mucho más si cabe y dejas escapar un gemido largo y profundo, indicando que el camino a tocar el cielo está cerca.

Continúo por tu espalda, explicándole cómo la acariciaré con mi cuerpo y sentirá mí piel contra tú piel. Desciendo hasta tus pechos, me están esperando deseosos, les cuento como los lameré y succionaré, poniéndose en un estado cristalizado pensando en el hielo que pasaré por ellos.

Por fin he llegado a tu cuello al que regalaré mil y un besos, siempre intercalados con mordisquitos que te hagan arquear tú espalda de placer. Al llegar a tu oído, un suspiro me inunda los ojos y te digo que te quiero, te deseo, que tú eres la mujer de mi vida, que un día sin ti es una eternidad.

Ahora cierra los ojos e imagina mis palabras recorriendo todo tu cuerpo.

Yo sigo esperándote, para llevarte a tocar el cielo...