Ofrecida por una hora
Una vez a la semana, su esposo la entrega a un hombre para una sesión de disciplina.
Ofrecida por una hora
Ella no sabía por qué su marido la obligaba a hacer esto, pero cada semana lo hacía... Su coche estaba entrando en una rotonda grande y ella miró hacia las grandes extensiones de césped que rodeaban esta casa señorial... Se dio cuenta de que ni siquiera sabía el nombre del dueño que vivía allí... Para ella era sólo: Señor.
El sol estaba desapareciendo detrás de los árboles y se estremeció... Llevaba una bata corta de seda, que llegaba hasta la mitad del muslo, atada alrededor de la cintura y tacones altos... Nada más.
Era la forma en que el Señor le pidió que vistiera... Se detuvieron frente al camino de piedras que conducía a la puerta principal... Su marido apagó el motor del coche e inclinándose hacia ella, la besó en la mejilla y le dijo:
- “Te recogeré dentro de una hora."
Ella abrió la puerta y salió... Su bata corta se abrió mientras caminaba, y sus tacones hicieron un sonido de clic rítmico conforme se acercaba a la puerta principal.
Aquí fue donde comenzó a sentir el rubor de la vergüenza en sus mejillas... Siempre empezaba aquí... La puerta se abrió cuando ella se acercó y una mujer mayor, como siempre hacía, se apartó para dejarla entrar... Nunca supo quién era esta mujer... ¿Quizás era la esposa del Señor?... No vestía de sirvienta.
Una vez dentro, siguió a la mujer a través de una enorme entrada... Sus tacones repiquetearon sobre las baldosas de mármol... Siempre se sintió como una tonta, parada allí casi desnuda, mientras la mujer llamaba a unas enormes puertas de roble... Luego de esperar un poco, la mujer simplemente abrió las puertas, la dejó pasar y las cerró detrás de ella... Ni una sola vez la miró.
La iluminación de la habitación era tenue, excepto por una bombilla que brillaba sobre una mesa baja de roble en medio de la habitación.
- "Ya estás aquí... Muy bien."
Su voz salió de detrás de una mesa de escritorio y vio que en la penumbra un hombre se levantaba... Cuando salió a la luz, ella pudo ver que sostenía una copa de coñac o brandy en la mano.
- "Empecemos, ¿de acuerdo?", le dijo.
Ahora ella lo vio claramente... Vestía una elegante túnica marrón con cuello negro... Su melena de pelo gris ondulado caía en cascada sobre la parte posterior del cuello... En verdad, era un magnífico ejemplar de virilidad refinada.
- "Acérquese a la mesa, por favor", dijo.
Ella sabía qué hacer... Caminó hacia adelante hasta que la mesa la tocó a la mitad del muslo.
- "Quítese la bata", le dijo con mucha suavidad.
Ella desató la bata corta y la dejó deslizarse desde sus hombros hasta el suelo... Quedó de pie, desnuda, con sus tacones altos, ante este hombre... El ardor de la vergüenza inflamó de nuevo sus mejillas.
- "Manos detras de la cabeza, por favor."
Ella colocó las palmas de las manos en la nuca, con los codos hacia afuera y se quedó quieta... Él se puso detrás de ella y la mantuvo así durante un minuto completo.
- "Gire, por favor", dijo.
Ella se dio la vuelta, con los ojos bajos y las manos todavía en la nuca... Podía sentir los pezones de sus pechos, endurecerse... Quería bajar los brazos pero sabía que no debería hacerlo porque ya había probado la ira del hombre y no deseaba repetirla nunca más.
- "Gire, por favor" dijo de nuevo
Y ella quedo, de nuevo, frente a la mesa.
- "Muy bien... Suba arriba de la mesa" dijo.
Ella se inclinó hacia adelante, agarró el borde más alejado de la mesa con las manos y apoyó la rodilla derecha sobre la mesa... Pronto se subió a ella, quedando ambas rodillas sobre el borde de la mesa... Luego, se dobló por la cintura y colocó ambos codos sobre la mesa con los brazos extendidos frente a ella y las muñecas juntas, tal como le habían enseñado a hacer durante la semanas anteriores.
Él, se colocó frente a ella, atando sus muñecas con una cuerda... No le ataría nada más... Ella giró la cabeza hacia un lado y vio una bandeja de plata colocada en la mesa a su lado... La bandeja sólo tenía un artículo... Una elegante fusta de cuero... Él estaba detrás de ella de nuevo.
- "Ábrete más", dijo, golpeando el interior de sus rodillas con la fusta.
Y ella, de inmediato, separó más las rodillas.
- "Más", dijo.
Y ella separó tanto las rodillas que su hendidura abierta del coño estaba a sólo unos centímetros de la mesa.
Se hizo el silencio por un momento mientras él estaba detrás de ella, con sus ojos fijos en el cuerpo desnudo de la mujer.
Luego el hombre comenzó a acariciarla con la fusta... Siempre muy suavemente, desde sus rodillas, hasta el interior de sus muslos hasta su sexo... Luego retrocedía para pasar arriba y abajo de la hendidura de su culo... Luego muy suavemente pasaba arriba y abajo por la raja de su coño.
Ella comenzó a moverse al compás de los movimientos de la fusta, deslizando su coño arriba y abajo sobre el cuero áspero mientras sentía como la acariciaba suavemente allí.
La intensidad de los golpes de la fusta aumentaban centrándose en su coño y en su culo... Ella estaba cada vez más y más excitada y comenzó a girar su culo.
Un golpe de fusta dado con fuerza, la hizo juntar las rodillas mientras jadeaba... Ella puso su culo sobre sus talones para tratar de frotar el verdugón que se estaba formando... Y perdió sus zapatos.
- "Ábrete", le dijo dándole unos golpecitos en la parte posterior de los muslos con la fusta.
Lentamente ella se levantó y poco a poco volvió a asumir su posición anterior... Sabía que si no lo hacía, las cosas empeorarían mucho.
Cuando estuvo satisfecho con la distancia de separación de sus piernas, volvió a golpearla fuerte con la fusta.
Aunque este corte le dolió tanto como el anterior, ella logró mantener su posición.
Él le dio un minuto para calmarse y luego le dijo:
- "Muy bien, querida... Ahora vamos a empezar."
Todos los golpes de fusta eran ahora tan fuertes como el primero, y trató de aguantarlos con sólo apretar las nalgas... Él se detuvo y esperó hasta ver que las nalgas se relajasen, para seguir dándole golpes de fusta.
Los golpes los concentró en su culo, desde la parte superior de la hendidura del culo hasta la parte inferior de las nalgas... Si ella perdía la compostura, él esperaba pacientemente hasta que volvía a asumir su posición, a veces tardando uno o dos minutos completos... Y luego comenzaba a golpearla de nuevo.
Cuando creyó conveniente, paró... Ella estaba jadeando y llorando... Su culo estaba ardiendo, hinchado y rojo... Las ronchas eran claramente visibles bajo la superficie de color rojo oscuro.
Se puso a consolarla y le frotó el culo con una loción... Luego desató sus muñecas y la ayudó a bajarse de la mesa.
Había una almohada grande en el suelo y ella sabía qué hacer... Se sentó a horcajadas sobre la almohada y levantó las rodillas lo más que pudo... Él se arrodilló detrás de ella, puso un poco de loción en su polla erecta y se la metió en su culo.
Después de haberle azotado antes el culo, esto le gustó y comenzó a gemir mientras el hombre se la metía y se la sacaba lentamente.
Ella respondió estirándose hacia atrás y separando sus ardientes nalgas golpeadas mientras él continuaba follándola lentamente.
Sintió las pelotas del hombre contra su culo y metió la mano debajo y se las toco y acarició con una mano dandole el mayor placer posible.
Él gimió de excitación y ella lo sintió arrojar su semen dentro de su coño.
Cuando el hombre se saco la polla de su coño, se levantó y se sentó detrás de su escritorio.
Ella se arrodilló allí durante casi un minuto con el semen goteando de su culo.
- "Te veré la semana que viene", le dijo.
Ella se levantó, buscó su bata y se la puso... Se puso también los zapatos de tacón.
A ella le hubiera gustado llevar los zapatos en la mano, pero sabía que a él le gustaba verla salir de la habitación en tacones.
Salió de la habitación... Nadie estaba allí para dejarla salir por la puerta principal... Nunca lo estuvo... Salió a la calle y vio el coche de su marido que la estaba esperando.
Su marido salió del coche y le abrió la puerta de atras.
Ella se subió al asiento trasero y se puso de rodillas, con la cabeza gacha.
Su marido le subió la bata hasta la cintura y comenzó a masajear su culo ardiente... Metió un dedo en su culo empapado de semen y lo mantuvo allí mientras se desabrochaba los pantalones.
La folló allí en el asiento trasero del coche, mientras aún estaba estacionado frente a la casa... Podía sentir el calor de su culo irradiar a través de sus pantalones mientras ella aceleraba su polla y su dedo se agitaba en su culo lubricado con el esperma de otro hombre.
La dejó recostarse en el asiento trasero mientras regresaba a la parte delantera del coche y lo ponía en marcha.
Mientras pasaban por delante de la casa, pudo ver que la cortina que cubría una de las ventanas se cerraba y sonrió... Echó un vistazo a su reloj... Una hora, en punto.
‘ Hasta la próxima semana’ , pensó sonriendo.
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