Oficina Familiar

Parece mentira como cambiamos cuando estamos en el trabajo a como estamos en nuestros hogares.

OFICINA FAMILIAR (1):

Hola a todos queridos lectores, después de un paréntesis he decidido volver a escribir otro de mis relatos para uso y disfrute de mis queridos lectores. Esta es una historia de cómo las relaciones laborales y familiares pueden ocasionar situaciones inverosímiles. Este relato es un poco largo por lo que esta dividido en varias partes espero que tengan paciencia y lo disfruten mucho.

Hola a todos. Me presento, me llamo Miguel y tengo 27 años más o menos. Después de terminar la universidad el mercado laboral no es que me tratara muy bien. Si tienes estudios, no tienes experiencia y si tienes experiencia, no tienes los suficientes estudios o media de expediente académico. Lo que suele llamarse un pez que se muerde la cola o un círculo vicioso.

Mi madre trabaja como administrativa en un gran empresa industrial de la zona costera y se empeño como toda buena madre en enchufarme en su empresa. Yo al principio me resistía a la idea de conseguir un trabajo por meritos ajenos y estuve casi un año buscando trabajo sin ayuda de nadie. Pero los únicos que encontraba eran realmente un insulto a la gente que había estado estudiando tantos años para tener un porvenir.

Ante la insistencia de mi madre acepté que hablara con una amiga suya de la empresa que trabajaba en recursos humanos y logró introducirme de administrativo en un centro de distribución diferente del que trabajaba mi madre. Esto y una de las condiciones que puse a mi madre para aceptar me ayudaron a no ser señalado como enchufado. La condición, como es lógico, era que nadie excepto su amiga supiera que mi madre trabajaba en la empresa.

Con el paso de los meses me fui haciendo mis amiguetes en la oficina y comencé a escuchar radio-macuto para todos los rumores de la oficina. Parece mentira con lo estirados que parecemos en nuestros centros de trabajo el folleteo que había real o no.

Sobre todo los rumores mas fuertes provenían del centro de trabajo donde trabajaba mi madre y aunque no se decían nombres yo sabía quienes eran por las conversas que tenia con mi madre. Para no desvelar mi pequeño secreto hacia ver que no conocía a nadie del otro centro y ponía cara de sorpresa a cada rumor que escuchaba. Hasta que un día la cara de sorpresa fue real ya que el rumor era sobre mi madre y era realmente fuerte. Al principio no me lo podía creer, fase de negación, después me enfadé con la persona que iba distribuyendo el rumor, fase de enfado. Pero después de escuchar varios rumores sobre el mismo tema y la cantidad de detalles que daban que yo sabía que eran ciertos la muralla se empezó a agrietar.

Mi corazón deseaba llegar a casa y sonsacar a mi madre toda la verdad y demostrarme a mi mismo que todo aquello eran invenciones de oficinistas aburridos y no la verdad que descubrí.

Mi madre una de las funciones que tiene en la empresa es la de enseñar a los nuevos como funciona el despacho y controlarlos para que hagan su trabajo. Archivar, realizar la burocracia correctamente, enseñarles el programa informático que se utiliza en la oficina etc... y por lo que me contaban también les enseñaba algo más como el arte del sexo, me contaban que todos los novatos que habían pasado por esa oficina la habían catado y que era una diosa del sexo y muy morbosa.

No me lo podía creer, la imagen que yo tenia de mi madre era de una mujer normal de 40 y pocos años, bastante bien conservada, piel blanca con alguna pecas, pelo castaño con algún tono rojizo. Pero después de eso empecé a fijar en otros aspectos de su anatomía que hasta ese momento habían pasado desapercibidos para mí y lo estúpido que fui pues los tenia delante todo el tiempo.

Tiene unos labios de mamadora que da miedo, de esos que acarician toda la superficie del pene como si lo abrazara una vagina estrechita. Sus ojos marrones denotan picardía cuando esta alegre y mirada de tigresa cuando esta caliente y te hace sentir como una presa que no tiene escapatoria. Se nota que no es joven por que no tiene una figura estilizada pero tiene unas curvas que para nada desentonan con el morbo que desprende. Sus senos son grandes, de los que no caben en la mano y un poco caídos pero de ahí mamaria como mamé de pequeño sin cansarme. Tiene un trasero bien definido, aunque la celulitis empieza a hacer acto de presencia todavía tiene una silueta que quita el hipo y la respiración de golpe. Tiene un caminar suave que parece que flote sobre cualquier superficie y se ralentiza cuando lleva ropa ajustada y notas el bamboleo de sus senos.

Casi sin darme cuenta me fijaba en mi madre como en alguna tía buena que me encontraba por la calle y me quedaba mirándola sin ningún tipo de pudor, comiéndomela con la mirada. Ella al principio no se daba cuenta, o eso creía yo, pero poco a poco cuando estaba en casa se vestía más en plan marujona para que no la mirara. Y eso todavía me ponía más cachondo, sobretodo por que en casa no lleva sujetador y sus movimientos son hiptonizantes.

Durante este periodo empecé a conocer el lavabo de mi casa más en profundidad, entraba y salía cada media hora para poder satisfacer mis necesidades más lujuriosas. Alguna vez mi madre quería entrar en el baño mientras yo esta en plena faena y al escuchar su voz todavía me calentaba más y me la imaginaba desnuda detrás de la puerta apretando sus enormes senos contra ella como las playmates y la abundancia de mis descargas me obligaban a limpiar la orgía de chorros que ella me provocaba.

Para mí esa situación era un sin vivir, ya no podía pensar, comer, dormir. Ella siempre estaba presente cada segundo de mi existencia. Y ella se mostraba cada vez más distante conmigo, supongo que notaba mi cambio y no le parecía bien. Eso era lógico, no es una situación muy cómoda para nadie que se críe en una cultura católica. Aunque la infidelidad tampoco y bien que mi madre le había colocado a mi padre una cornamenta de campeonato. Eso me consolaba y me daba ánimos para intentar algo que o me haría el hombre más feliz o el más desgraciado según su reacción.

Surgió la posibilidad de trasladarme al mismo centro donde trabajaba mi madre e hice lo imposible para conseguirlo con tal de estar cerca de ella el tiempo de trabajo. Y controlar si lo que se decía era toda la verdad o estaba distorsionada.

Como podía prever se mostró muy cohibida los primeros días e hizo de perfecta anfitriona presentándome al resto de compañeros/ as de la oficina haciendo ver que me acababa de conocer. La gente era muy simpática menos por un chico que se mostró molesto por mi simple presencia. Al principio no entendí porque, pero no le di importancia ya que no se le puede caer bien a todo el mundo. Después descubrí que era el último novato que se estaba tirando a mi madre y la llegada de uno nuevo significaba que dejaba de serlo.

Después de algunos días me empezaron a llegar los primeros comentarios de los antiguos novatos. Al principio eran bastante crípticos, a no ser que supieras lo que pasaba, por lo que yo jugaba con ventaja. Yo observaba a mi madre que se mostraba muy preocupada por la situación. Y no era para menos, su hijo podía descubrir lo sucia que podía ser su madre y mucho más si los demás no sabían que era su hijo.

Ver a mi madre en esta situación me preocupaba y excitaba, quiero a mi madre y como todo buen hijo no soportaba verla sufrir de esa manera, pero la tensión de ser descubierta en cualquier momento me producía tal excitación que me llegué a conocer los servicios de mi oficina tan íntimamente como los de mi casa.

Me pasé varios días vigilando a mi madre por si la sorprendía en plena infidelidad con el antiguo novato, pero como era de esperar cortó de raíz su comportamiento. Ante esa situación decidí pasar al ataque y obligar a mi madre a confesar todo lo que hacía con los novatos. Una vez que confesara sería mía.

Sin pensarlo me lancé a la aventura y empecé con comentarios con doble sentido para que ella se empezará a darse cuenta de que yo sabía algo, que lo que más temía ya había pasado. Al principio se mostraba muy nerviosa cada vez que iba a su lado a preguntarle algo aunque fuera inofensivo, cuando el comentario era con segunda intención se acababa poniendo como un tomate y yo le sonreía guiñando un ojo. En casa por respeto a mi padre hacía un paréntesis en el plan. Esta situación duró dos semanas.

Un lunes mi madre me llamó al archivador, que es una habitación bastante grande llena de estanterías con archivadores de diversos años y contenidos. Por lo que me habían contado era el lugar donde mi madre seducía a los novatos y así nadie les molestaba.

Una vez entré, con el pulso completamente acelerado, mis manos empezaron a sudar y mi miembro empezó su libertinaje de la excitación que llevaba. Nunca me había empalmado con tanta celeridad y con tan poco estímulo. Pero la situación superaba el poco autocontrol que tenía, y mi madre seguía caminando delante de mí hacia el fondo de la habitación.

Ese día mi madre vestía casi como una ejecutiva agresiva de las películas americanas. Llevaba un traje de chaqueta azul marino con una blusa ligera blanca donde se podía comprobar que ropa interior llevaba. Era blanca y de la que levanta los senos lo cual los hacía mucho más apetitosos. El traje también se componía de una minifalda ajustada que parecía que acariciara sus muslos a cada paso que daba y más de una vez la había pillado bajándosela por que con el movimiento sensual de sus caderas se resbalaba hacia arriba.

Yo contemplaba el trasero a mi madre mientras caminaba hacia el fondo de la habitación y el bulto en mi pantalón ya era ostensible. Se paró justo delante de la ventana del fondo de la habitación y de espaldas a mí empezó a hablarme:

Hijo, tu comportamiento últimamente me preocupa.

¿Por qué lo dices mamá?

Te comportas como si no fueras mi hijo.

Es que en el trabajo se supone que no somos familia.

No es solo eso. No me gustan los comentarios que me haces me hacen sentir mal y me preocupan.

Solo intento comportarme como me han dicho que se comportan los novatos de esta oficina y creo que lo estoy haciendo bien.

De repente sus hombros se sobrecogieron y alzó su mirada directamente a la ventana, cosa que no había hecho durante este tiempo. Pude ver el reflejo de su cara en el cristal y realmente era de pánico pues en ese momento entendió que yo lo sabía todo, o por lo menos lo más relevante.