Odiame mañana

Pronto estuve navegando en un tormentoso mar embravecido en el que mi cuerpo quería más y más de todo. Ya apenas distinguía nada, el escozor era placentero y el placer casi dolía, su lengua estaba en todas partes, sus dedos también y yo solo podía intentar respirar sin ahogarme en ese mar embravecido.

Hoy iba a ser un día duro y yo ya estaba harta de pelear por casi nada. Ahora tenía claro que había cometido el peor error de mi vida casándome con Julián; al menos admitirlo tenía que servirme para algo pensé, con la necesidad imperiosa de volver a retomar las riendas de mi vida.

La cuestión es que allí estaba en otra ciudad, intentando reconstruir algo que tenía claro que estaba roto en demasiados pedazos para poder reconstruirse y esperando volver a cargar con las culpas de su ineptitud constante.

Conocí a Julián hace mil años, era mi joven y prometedor jefe que me engatusó con agasajos hasta convencerme que juntos llegaríamos a grandes cimas. Me embarqué en su barco casi a ciegas, le ayudé en lo que pude con la sede familiar que dirigía, le salvé el culo en mil ocasiones incluso cargando con las culpas de sus cagadas ante el consejo, cuando me lloraba que a él, se lo reprocharía más su padrastro y él me lo pagó con un sinfín de infidelidades que iba descubriendo, tras las cuales me lloraba que no volvería a suceder, incluso me convencido que la culpa era mía ya que le hacía sentir inferior y buscaba en otras sentirse más valorado. Tragué hasta que la última cagada, con amiguita incluida nos llevó a tener que cerrar el negocio y para colmo aceptó volver a casa con el rabo entre las piernas convencido por la bruja de su madre, que visita tras visita me culpaba de todo a mí.

—Es la última oportunidad que tenéis, porque de nada valdrán los lloros de tu madre –dijo su padrastro en la reunión de esa misma mañana.

Él se incorporó a su puesto y a mí me hicieron un hueco entre las secretarias de dirección, lo que no sentó nada bien a las otras dos, ya que era la nuera infiltrada, la enchufada del gran jefe que según ellas no merecía ese puesto, pero iba a demostrarles que se equivocaban, primero a ellas y luego al rancio de mi suegro, que siempre me había mirado con desprecio, aunque solo nos habíamos visto en contadas ocasiones al no vivir cerca.

Para colmo mientras encontrábamos un sitio donde vivir, viviríamos en casa de mis suegros y tendría que soportar la mirada de desprecio de la bruja de mi suegra y el ogro de mi suegro incluso fuera del trabajo. Lo único bueno es que al menos Julián estaría algo más controlado, aunque sinceramente ya no me importaba, había tomado la férrea decisión de dejarlo cuando las cosas volvieran a su cauce y así se lo había hecho saber tras enterarme de su ultimo escarceo, solo había aceptado esa pantomima como último favor.

—Por favor, quédate unos meses hasta que vuelvan a confiar en mí, hasta que todo esté más calmado –suplicó hasta convencerme.

Ya en mi mesa me sumergí en el trabajo, hice preguntas, intenté organizarme y ni siquiera paré para comer y cuando llegué tardísimo a casa de mis suegros, las risas de la bruja me llevaron al salón, donde la encontré con Julián, unas amigas y la hija de una de ellas con las que parecían pasarlo en grande.

—Hola Sara, ven que te presente –dijo Julián al verme en la puerta

Las saludé sin entusiasmo y me disculpé con ganas de darme un baño relajante antes de bajar a cenar, como era de costumbre en esa casa, otra cosa que odiaba ya que prefería cenar algo rápido sin tanto postín.

—Tampoco parecen caerte muy bien esas hienas –oí la voz profunda de mi suegro detrás de mi

Casi se me cae la botella que sacaba de la nevera al verle sentado en la penumbra de la mesa de la cocina.

—No suelo ser antisocial, pero estoy muy cansada.

—Te adaptaras al nuevo puesto –y por primera vez me pareció humano

—Gracias, espero no volver a decepcionarlo –le dije saliendo de la cocina con la botellita de agua.

Las primeras semanas fueron un infierno, realmente agotadoras, pero conseguí adaptarme al trabajo y sobrellevar las noches en casa, las miradas de desaprobación de la bruja de su madre ante casi todo lo que hacía y con mi suegro no iba mucho mejor ya que en cada encuentro fortuito su mirada de hielo me recordaban lo poco bienvenida que era en esa casa.

—Vamos Sara no seas mala, solo un poquito –Julián intentaba meterme mano bajo las sabanas

—Te dije que eso se acabo

—Luego te quejas si voy con otras

—No te equivoques primero fueron las otras, luego la sequía, no como quieres suponer que esa fue la causa.

— ¿De verdad no podemos hacer borrón y cuenta nueva?

—No, ya no confió en ti –y se dio la vuelta cabreado

Unas semanas después volvió a intentarlo, esta vez al volver de una cena con la familia

—Eres mi mujer joder

—Perdiste ese derecho en otras camas, no hagas que me arrepienta y me largue antes de hora Julián –y fue el quien se fue de la cama y de la habitación refunfuñando.

Pero el colmo fue al día siguiente en el desayuno cuando su madre me recriminó habernos oído pelear y que su hijo más tarde le había contado nuestras intimidades el capullo y encima con toda su cara me dijo que no entendía el porqué de mi infantil postura.

Salí a correr un rato indignada y llamé para avisar que no comería ese domingo en casa, regresé tarde y no bajé a cenar.

El lunes salí más temprano y fui a comprar unas cosas que necesitaba, al ir a pagar vi que no llevaba la cartera y pensé que debía haberla olvidado en la oficina por lo que volví a buscarla ya que tenía llaves como las otras dos secretarias y entré sin hacerme mucha gracia la oscuridad, solo con la luz de linterna de mi móvil para no desbaratar nada. Me sorprendió la luz en el despacho auxiliar que usaba mi marido y pensé que el capullo se la había dejado encendida, fui directa a apagarla pero al llegar a la puerta entornada me quede petrificada al oírle decir:

— ¿Le meneas el culo así a tu maridito como me lo meneas a mi desde la primera semana que nos conocimos?

Joder ya no solo era la sorpresa de verlo con mis ojos… otra vez lo había hecho, lo peor de todo es que llevaba semanas tirándose a otra, desde los primeros días y el puto mentiroso suplicaba otra oportunidad, no me podía creer que fuera tan ruin.

Necesitaba respirar aire fresco, quería huir de allí sin ser vista, retrocedí, me di la vuelta y me choqué de bruces con un torso fuerte y grande… no me faltaba más que toparme con mi suegro mientras del despacho se oía:

—Me corro zorra, si, si, si…

—Por favor sáqueme de aquí, no quiero que me vean –supliqué oyendo los ruidos de la pareja recomponiéndose al finalizar su tarea

Mi suegro me miro unos segundos y creí que iba a ponerse a gritar, pero entonces me cogió de la mano y en silencio me llevó a su despacho, entornó la puerta y nos quedamos a oscuras.

— ¿Estas segura que quieres esto? –preguntó bajito

Mi cuerpo temblaba furioso cuando se oyó el portazo que indicaba que la pareja había abandonado la oficina y él encendió la luz del escritorio, para que no ser vistos desde fuera.

—Siempre quise ayudarle, pero ya no quiero seguir haciéndolo, me ha jodido la vida y esto ha sido la gota que ha colmado el vaso –lloraba atropelladamente sin poder controlar mi furia, realmente rabiosa

—Ahora mismo estas furiosa Sara, no sé porque intentas controlar tu cólera, ese capullo de mi hijastro se la merece toda –dijo enjuagando mis lágrimas frustradas.

—Me cabrea tanto ser tan idiota, seguir ayudándole después de todo, solo porque consigue que me sienta la mala cuando es el quien la caga continuamente–hablaba sin poder controlar ya más mis palabras

—Estás en tu derecho de ser mala después de lo que he visto –dijo con voz grave…y sexi.

Mirándolo detenidamente, pensé que siempre me había preguntado que había visto él en la bruja de mi suegra, pero nunca me había preguntado que había visto ella en él, porque en el fondo lo sabía, siempre había pensado que si no fuera por esa frialdad en la mirada…pero hoy había desaparecido, ahora no había ni rastro de frio en sus ojos.

—Ayúdame a ser mala –me lancé sin red

Su oscura mirada resbaló por mi cuerpo haciendo que se me erizada la piel, se quedó mirando mis pechos descaradamente, sin ocultar nada y eso me excitó sobremanera.

— ¿Que te hace pensar que puedo ayudarte en eso?

—si como intuyo ya sabias como era él, ¿Por qué siempre has sido tan frio conmigo?

—Aunque no se debe contestar con una pregunta eres una chica muy inteligente, deberías saber la respuesta. El frio es necesario para combatir el calor –esa mirada junto con esa voz habían empezado a enloquecerme.

—Quiero ser muy mala suegro –volví a repetirle con la voz más sensual que pude.

Su mirada seria e impasible cambio y en ese instante supe que a pesar de no haber ganado la guerra, acababa de ganar esa batalla e iba a darme lo que demandaba.

—Quítate la camisa y enséñame esas tetas con las que llevo soñando semanas –dijo apoyándose ligeramente en su mesa de despacho

Dios mojé completamente las braguitas ante esa orden y lo que implicaba. Llevé mis dedos temblorosos al primer botón y ante su atenta mirada, tras sacar la camisa de mi falda empecé a desabrocharla, al terminar la abrí, me la quité y llevando mis manos a la espalda desabroché el sujetador, para quitármelo y tirarlo sobre una de las sillas frente a él.

—Desafiantemente preciosas. Ahora la falda y las medias, te quiero solo en bragas.

Excitadísima seguí cada una de sus órdenes hasta quedarme allí, en medio del despacho de mi suegro tan solo cubierta por mi diminuto culote naranja.

—Siéntate en la silla y separa las piernas, quiero comprobar si mi nuerita puede ser tan mala como dice.

Excitada por sus palabras separé mis muslos, dejando que sus ojos devoraran la humedad que empapaba mis braguitas, demostrándole así mi excitación.

Se acercó y colocándose frente a mí se inclinó para pasear sus dedos por la mancha húmeda, presionando la tela, metiéndola entre los pliegues de mi sexo caliente. Apoyé los codos en los brazos de la silla, arqueé el cuerpo, subiendo mis pechos y separé más mis piernas mientras sus dedos apartaban la tela para recorrer en directo mi rajita haciendo que se encharcara con sus caricias. Mientras los dedos de una mano se encargaban de repasar cada rincón de mi sexo, los de la otra mano resbalaban entre mis pechos, los rodeaban por debajo y terminó pellizcando mis pezones endurecidos. Yo solo podía jadear mientras el calor y el placer se apoderaban de mi cuerpo, mientras mi suegro me masturbaba con maestría, llevándome al orgasmo casi al instante.

Aun temblaba cuando sacó los dedos de mi coñito y los llevó a su boca para lamerlos con gula, haciendo que deseara sentir esos labios y esa lengua saboreando directamente de mi sexo los juguitos que lamia de sus dedos.

—Aun puedes irte, es más creo que sería lo más sensato por tu parte. Porque ahora mismo yo estoy demasiado dispuesto a aprovecharme de tu momentánea debilidad y mañana cuando todo esté más calmado nos “odiaremos” por esto. Tú me “odiaras” por no haberlo parado y yo a ti por haberme convencido.

Su voz seca y pausada volvían a recordarme quien era, pero era demasiado tarde y yo estaba demasiado cachonda para pensar en mañana y hoy quería más.

Me puse en pie y agarrando el elástico de mis braguitas fui bajándolas por mis muslos, ya en las rodillas las dejé caer a mis pies, deshaciéndome de ellas

—Estoy acostumbrada a que me mires con frialdad, “ódiame” mañana, pero ahora necesito que me folles.

Me agarró de la cintura, me dio la vuelta y apoyó mi culo contra la mesa de su despacho antes de bajar la cabeza para devorar mi boca por primera vez. Me gustó su manera salvaje de hacerlo, su barba corta rozaba mi piel irritándola y su lengua invadía mi boca reclamando, buscando…

Busqué enfebrecida la hebilla del cinturón y lo abrí, el botón del pantalón, la cremallera y metí la mano dentro de su ropa interior. Noté su carne dura, caliente y palpitante bajo mi mano y la apreté antes de sacarla y el gimió, la apreté y mi mano recorrió el tronco, subiendo y bajando…

Dejó que le acariciara unos minutos, su polla creció y se endureció aún más en mi mano hasta que sus suspiros se incrementaron y apartó mi mano con desgana, la apretó con dureza con su mano y se inclinó para lamer mis pezones, gemí cuando los succionó y di un gritito cuando los mordisqueo clavando sus dientes con ansia. No los soltó, tironeó y cuando el dolor se hizo más potente, noté su glande en mi entrada, soltando mi pezón y de un solo envite me la metió hasta los huevos. Grité esta vez de placer cuando su mástil recorrió mi vagina y sus huevos golpearon en mi entrada, salió y volvió a entrar con la misma fuerza, repitiendo una y otra vez, llevándome a nuevas cotas de placer, encendiendo de nuevo mi cuerpo.

—Qué coño más rico…tan caliente y estrechito princesa

Me apoyé en mis manos echándome ligeramente hacia atrás, mis pechos botaban a cada arremetida, me agarró de las ingles rebotando en mi interior follándome casi con furia unos minutos, mientras los dos jadeábamos febriles.

—No pares –supliqué cuando lo hizo, sabiéndome al borde del orgasmo.

Me bajó de la mesa, me dio la vuelta, y subiendo una de mis rodillas a la mesa para abrir bien mi coñito ansioso, volvió a clavarme su falo y siguió con sus arremetidas ahora más suaves, pero poco a poco volvieron a subir de intensidad hasta terminar golpeando mi pubis contra la mesa cada vez que lo hacía, dándose cuenta colocó su mano delante mientras yo encendida la aproveché para rozar mi clítoris inflamado en sus nudillos.

—Joder que putita eres, así, frótate bien contra mi mano golfa…

—Dame polla –sollocé al límite

Me corrí como nunca, sin poder controlar los temblores de mi cuerpo, los espasmos de mi vagina y cuando creía que no podía ser mejor un potente chorro caliente inundo mis entrañas, otro y otro, haciendo que el placer fuera casi insoportable, oyéndole bramar mientras se corría conmigo.

Tardamos unos minutos en recobrar el aliento, en separarnos y recomponernos en silencio, sin saber que decir. Me coloqué la ropa y sin mirarle salí de su despacho casi avergonzada.

Esa noche fue la más difícil, sentarme en la misma mesa intentando que nadie notara lo que había sucedido en ese despacho y los días que sucedieron no fueron mejor, las cosas eran fáciles de resumir, yo le rehuía y solo hablaba con mi suegro cuando había más gente, evitando quedarme con él a solas y él simplemente estaba ahí viéndolas venir, supongo que esperando ver por donde salía yo para dar el su siguiente paso, que tampoco debía tener muy claro, recordando su frase de que si sucedía, al día siguiente íbamos a “odiarnos” y a lo mejor ya me “odiaba”.

Habían pasado unos días desde lo sucedido en su despacho, cuando un sábado llegué a casa, iba a estar sola ya que mis suegros iban a pasar fuera el fin de semana con unos amigos y Julián aprovechando que no iban a controlarle dijo que iba a ir a pescar con unos amigos, cosa poco probable ya que ni sabía coger una caña, la cuestión es que ya había dejado de importarme donde pasara la noche. Por fin iba a tener una noche de relax, sin tener que fingir ante nadie y poder pensar.

Me di una ducha, me puse una bata larga sin nada más, disfrutando del roce de la fina tela sobre mi cuerpo desnudo y bajé a prepararme algo de cena. Mientras la metía en el horno me sobresalto el portazo y con el corazón a mil me asomé, para encontrarme con mi suegro.

—Casi me da un infarto

—Siento haberte asustado, ¿estás sola?

—Sí, Julián ha ido a pescar y pasara la noche fuera. No estabais en casa de unos amigos

—yo he tenido que acudir a una cita de trabajo y ha terminado hace unos minutos, demasiado tarde para subir de nuevo a casa de esos amigos. Siento lo de Julián –dijo sabiendo como yo que no estaba pescando.

—Ya ni jode. Estoy preparando la cena, ¿has cenado? –intenté comportarme con normalidad

—No, si me das cinco minutos, me doy una ducha y te ayudo

Diez minutos después entró en cocina y su olor eclipsó al de la comida, en silencio se colocó a mi lado y fue ayudándome a terminar la comida y a poner la mesa.

—Tu cena huele de maravilla, has intentado ser de lo más correcta invitándome a cenar y hace un rato me moría de hambre, pero sinceramente ahora mismo solo puedo pensar en si llevaras algo bajo esa preciosa bata y me odio por ser tan básico. –admitió con una sinceridad pasmosa que me desarmó por completo.

—Suegro, ¿eres de los que prefieren que les cuenten las películas, o prefieres verlas tú mismo para opinar? –pregunté poniendo cada una de las puntas del cinturón de mi bata en sus manos.

El me miró con intensidad unos segundos antes de tirar muy despacio deshaciendo el lazo que mantenía mi bata cerrada y se abrió descubriendo la desnudez de mi cuerpo. Lo miró con detalle antes de entrelazar la tela del cinturón entre sus dedos, tirando, acercándome a él.

— ¿Quieres seguir siendo mala pequeña puta? –dijo a unos centímetros de mi boca

—Mucho

Lamio mis labios antes de devorarlos, mientras ataba cada extremo del cinturón a una de mis muñecas y luego juntándolas en mi espalda volvió a anudarlo para mantenerlas juntas.

Con las manos inmovilizadas en mi espalda acarició mi coñito sin dejar de besarme apasionadamente, lamiendo mi boca, ensalivándonos mientras sus dedos buscaban la entrada y se colaban en mi lubricada vagina, mientras yo gemía completamente entregada a sus rudas caricias. Me hizo recorrer la mitad del camino hacia el orgasmo y entonces paró, me ordenó que fuera hacia la escalera y me siguió.

—Sube arriba, siéntate en el último escalón y enséñame ese coño hambriento zorrita

No dudé un segundo en hacer lo que me pedía y él cuatro escalones por debajo, se inclinó y su lengua recorrió mi rajita haciendo gritar de placer, haciéndome recorrer el último tramo hacia el orgasmo a pasos agigantados. Aun temblaba cuando me puso en pie y para mi sorpresa me llevó a su habitación, me colocó a un lado de su cama, deshizo el nudo que mantenía mis manos juntas y dándome un empujoncito caí sobre la cama. Subió mis brazos por encima de mi cabeza, tiró de la tela del cinturón que seguía atada por ambos extremos a mis muñecas y la pasó por el poste de la cama inmovilizándome de nuevo, metió la rodilla entre mis piernas y yo subí un poco el culo hacia atrás en el colchón haciéndole sitio y empezó a penetrarme lentamente, rozando con la cabeza de su polla las paredes de mi vagina, haciéndome resoplar de placer por ese roce, mientras me llenaba desesperadamente despacio.

—Estas chorreando putita, ¿te pone cachonda que tu suegro te folle en su cama? –pidió con voz ronca

Avergonzada y sin querer admitir mi respuesta afirmativa giré la cabeza y su polla me llenó completamente quedándose quieto.

—Dímelo golfa, dime que esto te pone tan caliente como a mí o no seguiré follándote princesa, porque a mí me gustan las putitas.

—Fóllame suegro, quiero ser tu puta, no pares, dame polla… –supliqué desvergonzada

Y me dio lo que pedía a gritos, aferrado a mis caderas me folló como un salvaje, con un mete y saca enloquecedor que nos hacía gemir y jadear como locos.

—No pares, llena mi coñito de leche –sollocé al límite

El subió mis rodillas, pegándolas casi a mis pechos, salió casi por completo, volvió a hundirse hasta los huevos y justo cuando oí su bramido y el primer chorro de semen se estrelló en el fondo de mi vagina mi cuerpo estalló en mil pedazos incontrolable, mientras él seguía vaciándose dentro de mi cuerpo.

—Mañana volveremos a “odiarnos” por no ser capaces de controlar esto –dijo mientras cenábamos un rato después aun desnudos

—Probablemente

Una hora después estábamos en el salón hablando de trabajo con una copa relajadamente como si estar ahí desnudos charlando de negocios fuera lo más normal del mundo.

Cuando media hora después apagamos las luces y volvía a subir las escaleras delante de él, meneé el culo contoneándome para provocarle, como si la vida me fuera en ello, con ganas de más.

—Que descanses suegro –poniéndole cara de inocente

—Tu culo no pide lo mismo que tu boca

— ¿Y qué dice mi culo suegro?

—Que no quiere que descanse

Me cogió de la mano y casi a rastras me llevó esta vez a mi habitación y colocándose detrás de mí me dijo al oído:

— ¿Quieres saber lo que les pasa a las zorritas que menean esos preciosos culos para excitar a sus suegros? –asentí ardiendo de nuevo

Apartó el pelo y lamió mi nuca, mi cuello y mordisqueó mi hombro mientras notaba su polla dura.

—Ponte como una perrita en la cama donde duermes cada día, quiero ese precioso culo a mi disposición

Me coloqué como me pedía, demasiado caliente para no hacer lo que reclamaba y abriéndome con sus manos, noté su lengua en mi agujerito inexplorado, me retorcí de placer al notar el calor de su lengua húmeda presionando, entrando en mi gruta cerradita, mientras sus dedos recorrían mi rajita, en busca de mi clítoris, lo aferró entre dos y mientras hundía más su lengua en mi culito, frotaba mi clítoris entre sus dedos, provocándome escalofríos de placer jamás sentidos de esa manera. Apoyé los codos, subiendo así mas mi culo, abriéndome más para él y su boca recorrió mi rajita, sus labios atraparon mi clítoris inflado por sus caricias y succionó mientras uno de sus dedos presionaba mi agujerito cerrado y entraba con esfuerzo, dilatando mi ano hasta entonces virgen. Las sensaciones se arremolinaban en mi interior, el placer de su boca, diluía el escozor que provocaban sus dedos entrando y saliendo ahora de mi culo y pronto estuve navegando en un tormentoso mar embravecido en el que mi cuerpo quería más y más de todo. Ya apenas distinguía nada, el escozor era placentero y el placer casi dolía, su lengua estaba en todas partes, sus dedos también y yo solo podía intentar respirar sin ahogarme en ese mar embravecido.

—Así pequeña, déjate llevar, relájate…-susurraba contra mi sexo

Cuando mi cuerpo empezó a convulsionar envuelto en un explosivo orgasmo su lengua siguió lamiendo plana tomando hasta la última gotita y finalmente bien mojada abriendo bien mi culito con ambas manos lamió mi agujerito bien, lo ensalivó mucho y arrodillándose detrás frotó el glande sujetándolo por la punta con dos dedos, lo empujó, empujó y notando un dolor desgarrador consiguió vencer la barrera y entrar en mi culito.

Me aferró de los hombros, los masajeó sin moverse, solo con el glande dilatando mi agujerito cerrado.

—Tranquila mi niña, ya casi esta. Voy a follarme ese culito de puta que gastas, aquí en tu camita, para que lo recordemos bien cuando nos “odiemos”

Y poco a poco fue entrando, llenando mis entrañas de polla, mientras yo aferrada a las sabanas deseaba que me partiera en dos, porque hasta en ese momento me sentía más caliente y excitada de lo que había estado nunca, me sentía viva. Empezó a moverse, más deprisa, para terminar follándome como un poseso, y con un ritmo endiablado salía y entraba de mi culito recién estrenado, ya no había ni rastro de dolor y el escozor era tan morboso como placenteros mis dedos en mi coñito.

—No pares suegro, párteme en dos, aquí y ahora, para que lo recuerde cuando me acueste cada noche como tú vas a recordar lo de antes cuando te metas en tu cama, ¿verdad suegro?

—Si putita, si, si, si

—Ódiame mañana pero ahora sigue, lléname de semen mientras me corro

Y ni siquiera se quien se corrió primero, para terminar rendidos sobre esa cama en la que hasta ese instante solo había dormido.

Desperté y miré la hora asustándome al ver que era casi al mediodía, oí ruidos abajo, voces y comprobé que estaba sola en mi cama. Me di una rápida ducha y bajé para encontrarme a mi suegra y a mi suegro.

—buenos días, ¿ya estáis aquí? pensé que estaba sola, que sorpresa –ni siquiera reconocía mi voz

Y apenas me reconocía a mí misma sentándome a la mesa con una sonrisa de satisfacción imposible de disimular.

—Pues pareces de lo más relajada ¿y Julián? -dijo mi suegra

—Me sienta bien la soledad, tu hijo está pescando

—Pues siento decirte que no has estado del todo sola, mi marido regreso ayer noche

—Me acosté tempranísimo, ni siquiera me di cuenta –fingí dándole un mordisco a mi tostada realmente hambrienta.

—Llegué después de cenar y me metí en la cama –dijo mi suegro mirando el periódico.

—Bueno voy a vestirme, he quedado para comer con unas amigas. Que paséis un buen día suegros. –les dije

Me puse unos vaqueros ceñidos, una camiseta, zapatillas y bajé esa escalera recordando la noche anterior, sin poder evitar de nuevo la tonta sonrisa.

Me despedí de mi suegra que salía al jardín y entonces me cruce con mi suegro que se iba a su despacho.

— ¿Ya me “odias” suegro ahora que es mañana?

—Voy a “odiarte” Sara cuando consiga dejar de relamerme, recordándote y consiga convencerme que lo que sucedió ayer no puede volver a pasar.

—Estoy de acuerdo, sobre todo en lo relamerse suegro. –le dije saliendo por la puerta, sintiendo su mirada clavada en mi culo.

Esa semana en silencio nos reafirmamos con miradas cortas y frases escuetas que no podíamos volver a dejarnos llevar por la lujuria.

Y juro que lo intentamos…