Oda a mi adolescencia -(1)- Primeros pasos
Esta es mi historia,la de como empecé con mis primeras experiencias homosexuales durante ese año de instituto y quien fue mi primer amor, y hasta ahora, el más importante de mi vida
Esta historia la voy a contar casi como un diario de mi época de Bachiller.
Espero que os guste.
Me llamo Daniel, pero mis amigos me llaman Dani.
Tengo 18 años y mido 1.72, cosa que me parecía imposible hace unos meses, pero gracias al esperado estirón conseguí dejar de ser el más bajito de clase. Tengo la piel clara sin llegar a ser excesivamente pálida con unos ojos grises claros, que siempre recibían algún piropo. Mi pelo de media melena, peinado con el flequillo algo largo y más corto por los lados, era moreno, pero siempre me ha encantado teñirmelo desde hace un par de años, y desde que me vi con este color rubio ceniza, me enamoré de él.
De mi cuerpo, pues no sé que decir. El ir a Judo siempre me mantuvo en una buena forma, pero nunca he estado mazado de gimnasio, ni quiero. Pero lo mas destacable sería la tableta, marcadita, sin pasarse. Más de una vez alguna tía me pedía que me levantase la camiseta para enseñárselos y aprovechar para tocarlos. Y no sé que mas decir, bueno que siempre me preocupé de poder marcar algo de bíceps la verdad. Ah, y a parte de eso llevo un piercing en la lengua y un tatuaje de un lobo en la parte derecha del cuello.
No me entretengo más y empiezo con lo que os quería contar.
Yo desde pequeño siempre tuve claro que me gustaban las tías y los tíos por igual, pero claro, lo segundo me preocupé todo lo que pude en ocultarlo delante de la gente de mi alrededor, pero cada vez me costaba más, y ahí viene el porqué de este diario.
Ya empezadas las clases mi tiempo se dividía entre estudiar, porque la verdad me estaba costando la ostia mantener las notas en Bachiller, quedar con los colegas y practicar Judo. Y en esta última actividad es donde se me estaba complicando más lo de ocultar mi sexualidad.
Y para que os pongáis en situación, uno de mis mejores amigos se llama Rafa. El viene conmigo a judo desde que eramos pequeños, pero el muy cabrón cada año que pasaba se estaba poniendo más y más bueno, y mis ojos ya no podían evitar mirarle cada poco, no es que estuviese enamorado pero me ponía muy cachondo, demasiado.
Cuando entrenábamos eso era un espectáculo, porque encima era mi pareja cada vez que el profesor nos pedía hacer algo. Os lo describo primero para que os hagáis una idea. Rafa es el típico niño buenorro del que todas están detrás de él, y no es para menos. Es algo moreno, pero de bronceado de playa, mide más o menos 1,80 porque me saca media cabeza, tiene una cara de angel con unos ojos verdes que la verdad son impresionantes. Y lleva su pelo moreno tirando a claro, como os explicaría… ¿Sabeis Di Caprio en Titanic? Pues tal cual y eso unido al cuerpazo que tenía le hacían ver como un puto sex simbol, pectorales fuertes, unos brazos que intimidaban, que nos habían evitado más de una pelea. Y un vientre plano que dejaba entrever sus abdominales, aunque no estaban tan marcados como los míos cosa que siempre me recriminaba. Y culazo cierto, como para partir palos en el, enserio estaba buenísimo y cada vez que nos tocaba pelear juntos venía mi momento de disfrute.
Al ser más fuerte que yo, la mayoría de las veces acababa yo debajo de él intentando zafarme de sus agarres, y creedme que no es fácil no empalmarse con ese semental apoyado encima de tu polla sudando. Pero ese día, viendo que me iba a poner todo palote, me las ingenié para darle la vuelta a la situación, conseguí ponerme a su espalda y con mi brazo le rodeé el cuello, pasando las piernas por su cintura y apretándole sin darle opción a nada. Se revolvió todo lo que pudo, hasta sentí como casi me daba levantado a peso muerto, tenia mucha fuerza, joder y me ponía muy cachondo. Se pudo dar la vuelta contra el suelo pegando su cara al plástico que lo cubría. Y en ese momento con mis pies pegados a su paquete fue cuando noté a la bestia. Joder el tío estaba medio empalmado con su pollón restregandose con mis pies y bufff, apreté su cuello ahogándolo con todas mis fuerzas para que se rindiese y poder salir de esa situación por mucho que me jodiese. Si no, iba a acabar apoyando mi polla contra su culo y no era plan.
Al acabar el entreno nos duchamos, separados por un tabique que no me dejaba ver nada de nada. Yo salí y me senté en el banco del vestuario a esperarle mientras la mayoría de chicos se iban marchando. Estaba tardando la ostia en salir de la ducha y empecé a impacientarme.
—Tío, ¿Te queda mucho? — le dije mientras me acababa de vestir.
—Nooooo pesao — dijo mientras oí como se cerraba el agua y al poco salía con la toalla anudada a la cintura, dejándome ver su cuerpo empapado por el agua.
Se empezó a secar dándose la vuelta y pude ver de refilón como aun tenía la polla empalmada. Y yo que nunca he tenido ni tendré tapujos hablando con él, empecé a vacilarle.
—Casi me taladras el pié cabronazo. — le dije mientras le dedicaba una sonrisa, me encantaba verlo en esa situación, casi no podía ni girarse para contestarme, era tan tierno.
— Pensé que no lo habías notado. — me dijo sin girarse del todo. —No entiendo como me he puesto así, joder, que puto calentón.
—No te ralles, no es la primera vez que me pasa. — le dije sinceramente. — Supongo que el roce hace el cariño.
No pudo evitar reírse mientras se acababa de vestir y se levantaba hacía mi, que estaba apoyado en el marco de la puerta para salir de ahí. Me agarró y pasó un brazo desde atrás y me empezó a remover el pelo mientras se acercaba a mi oreja.
—Eres un cabrón, que lo sepas. — me dijo eso notando como su polla se pegaba algo encima de mi culo ,y os juro por dios que casi no me contengo en comerle la boca, aun sabiendo que lo decía de cachondeo.
Ese día nos fuimos cada uno a su casa, eso sí, el tremendo pajote que me hice pensando en él esa noche, ya os lo podéis imaginar.
Fueron unas cuantas veces en los siguientes entrenamientos que acababa pasando los mismo, cosa que aprendí a disfrutar a mi manera.
Pero ahora os voy a hablar de otra cosa, dejaremos a Rafa para más adelante, casi a finales de noviembre, teníamos que presentar un trabajo de dibujo artístico, y a mí me había tocado con otro chico de clases. Os comento algo sobre él.
Nicolás, era el típico chaval solitario que siempre toca en todas las clases, no se juntaba con nadie de los de aquí, excepto con unas chavalas del otro curso en los recreos. Su pelo negro lacio ocultaba la mayor parte de su cara con la piel casi tan blanca como la mía, y si os digo la verdad nunca me hubiese fijado en él para nada, era aún mas bajito que yo, que ya es decir. Pero os contaré como pasó todo, el día que fui a su casa a hacer el trabajo.
Era el viernes a la tarde y salía de entrenar, con mi camiseta de sisas de Guns & Roses y unos vaqueros claros, acabadito de ducharme, aunque ese día no hubo calentón con Rafa, no iba a presentarme sudado en casa del chaval. Cogí el autobús y me planté en su piso que estaba en la otra punta del barrio. Timbré y subí.
La puerta el rellano estaba abierta y pasé, cuando cerré la puerta pude escucharle.
—Estoy aquí dijo asomando la cabeza por una de las puertas del final del pasillo. Fui directo para allí.
Al entrar en la habitación casi se me desencaja la cara. Además de ser el doble de grande que la mía, estaba cubierta de posters de grupos de rock, y por figuras de mis series preferidas, me puse a recorrer toda la habitación toqueteando y admirando la colección que tenia tan guardada ese chico.
—No me descoloques nada. — alcanzó a decir algo borde desde la silla del amplio escritorio que tenía.
—Perdón. — no sé porque yo estaba tan descolocado, si era por la coincidencia de gustos con él, o a saber. Pero empecé a cambiar la forma de verle como el pringado de clase. Si me pilla en otro momento le hubiese recriminado el ser tan borde. —Es que me encanta todo, siempre quise tener algo así en mi cuarto. — mi sonrisa era de admiración.
—Perdóname a mi, no estoy acostumbrado a que venga nadie a mi casa y toque todo. — su cara denotaba un sentimiento de arrepentimiento.
De todos modos al no haber confianza se le notaba muy cortado, hablaba con la voz baja, sería por la timidez, supuse.
Para romper el hielo y que conste, sin ninguna intención rara. Porque siempre he sido así con todo el mundo, es mi carácter. Me acerqué por detrás de él a la silla y puse mis manos sobre sus hombros dejando mi cara a la altura de la suya y mirándole con una pequeña sonrisa.
—Nos vamos a llevar bien, no pasa nada. — cuando se giró despacio, mostrando unas mejillas sonrosadas, con un aire tímido, y mostrándome esos ojos azules, claros, como el agua del océano con unos destellos amarillos. Me perdí completamente en ellos.
No os voy a negar que la situación fue incomoda, yo parecía medio bobo mirando sus ojos de esa manera y la cercanía de nuestras caras me hizo apartarme en cuanto pude.
Le solté de los hombros y me senté en la silla que estaba a su lado, que por cierto era la que debía usar el normalmente, ya que era mas grande y parecía mas cómoda. Se que no tendrá que ver, pero yo también cedo el asiento bueno a la gente que viene a mi casa.
—Alguna idea de por donde empezar,dibujo siempre se me ha dado fatal. — pasé mi mano por mi pelo y me reía tontamente sin saber porque.
Me estuvo explicando como íbamos a hacer el dibujo, debíamos hacer un paisaje, la mitad de la hoja uno y la otra mitad el otro, el tema estaba en que se notase lo menos posible que estaba hecho por dos personas distintas, y el hacerlo uno solo, no iba a colar, nuestra profesora fue una eminencia en su juventud y tenía el suficiente ojo para darse cuenta de esa trampa.
Nos pasamos casi media hora discutiendo que íbamos a pintar, pero nuestras miradas coincidieron cuando vimos esa foto, las olas rompiendo en los acantilados de la Costa de la Muerte con un faro de fondo.
Yo no sé él pero yo dudaba de mis capacidades para plasmar eso en un papel.
—¿Y este? — me dijo mientras aún era incapaz de mantenerme la mirada.
—Ufff. — suspiré — Lo puedo intentar pero no se yo como quedará mi parte. — y era la verdad.
—Lo intentamos por lo menos. — dijo mientras desplazaba el ordenador a un lado y sacaba de debajo de la mesa una Hoja DIN A3 de grano fino y un estuche de donde sacó un carboncillo. — ¿Prefieres que empiece yo? — dijo mientras yo buscaba el contacto con sus ojos otra vez.
—Si no te importa, así miro como lo haces. — dije mientras giraba la silla para tener una buena panorámica para observar sus manos que acto seguido se pusieron a dibujar.
No sabría como describir este momento, apoyé mi codo en la mesa reposando mi cabeza sobre una de mis manos, con la cara ladeada, mis ojos se turnaban entre la hoja y los delicados trazos que plasmaba en ella, sin poder evitar prestar atención a su cara, de total concentración, en ese momento fue cuando me fijé en sus rasgos, bajo su flequillo, pude ver como sus mejillas estaban adornadas por casi imperceptibles pecas que acababan en los pliegues de su nariz. Unos labios rosados, con el inferior un poco mas carnoso que el superior, que se movían al son de su respiración, al igual que su pelo que ondeaba en un movimiento que me tenía completamente fascinado. Y como no, esos ojos claros que se movían analizando cada uno de los trazos que dejaba en el papel.
En ese momento me puse a jugar con el piercing de mi lengua, era una manía que llevaba arrastrando desde que me lo puse, y cuando me quise dar cuenta estaba mirando hacia mi boca. En ese momento pensé que le estaba molestando ese acto. — Perdón. — mi cara denotaba un cierto sonrojo que no pude evitar.
—No-No pasa nada. — su cara se giró rápidamente apartando su mirada de la mía.
Tras unos minutos en completo silencio dio los últimos trazos a su parte del dibujo. Y lo que dejaba tras de si era una maldita obra de arte, o por lo menos eso me parecía a mí.
— Te toca. — dijo con ese tono de voz pausado al que estaba empezando a acostumbrarme.
Me cedió la silla y me quedé frente al dibujo completamente paralizado. No tenía ni la más mínima idea de como proseguir eso y mi cuerpo estaba empezando a dar síntomas de ello con la parte de atrás del carboncillo golpeando la mesa.
Hice el amago de empezar, pero no me atreví a posar la pica sobre el papel.
Su voz me sacó del trance. — ¿Quieres que te ayude? — dijo con el tono de voz mostrando comprensión con lo mal que lo estaba pasando.
Simplemente asentí.
En ese momento se levantó de su asiento y apoyó una de sus manos en el respaldo de la silla, mientras con la otra con cierta timidez me agarró la mano, que quedó completamente a su voluntad. Mi piel se estremeció como nunca antes. Si os digo la verdad casi no prestaba atención a sus explicaciones, simplemente me centraba en sus labios que me tenían hipnotizado.
Su cara estaba justo al lado de la mía, y cuando se giró para ver si estaba comprendiendo lo que decía, nos quedamos mirándonos fijamente en un momento que se quedará grabado en mi retina. Los dos nos acercábamos inevitablemente, hasta que vi como sus ojos se cerraban delicadamente, me sentí atraído por sus labios, así que no dudé en juntarlos con los suyos. Y en ese momento me entraron muchas dudas al ver que él no reaccionaba, y justo antes de separarme de él, comenzó a degustar los mios, mientras mi mano se entrelazaba con su pelo. El hizo lo mismo, y se sentía increíble, por no decir que mi corazón parecía que se iba a salir del sitio. Y no quiero ponerme moñas, pero sus labios sabían a sal.
Cuando nos separamos nuestras lenguas no pudieron evitar degustar los restos de ese beso.
El mejor de mi vida.
Cuando nuestras frentes quedaron apoyadas no pude evitar ver como de sus ojos casi de desbordaban unas lágrimas que empezaron a bajar por sus mejillas.
— ¿Estas bien? — le dije mientras con una de mis manos le retiraba las lágrimas.
Aun con la mirada rota, se lanzó sobre mi y me abrazó con todas sus fuerzas. En ese momento me quedé un poco paralizado hasta que correspondí el abrazo apretando su espalda acariciándole detrás de la nuca mientras le daba un beso en la mejilla.
Estaba sentado en mi regazo colgado de mi cuello, hasta que se deshizo el abrazo y bajó su cara evitando mirarme.
Le agarré delicadamente del mentón y le puse sus ojos a la altura de los míos.
—Dime… ¿Qué te pasa?— le dije con preocupación, yo estaba casi llorando también al verle en esa situación.
No articuló palabra sin antes respirar profundamente por la nariz provocando que las aletas de esta se comprimiesen.
—Me-Me gustas. — me dijo con la voz temblorosa casi sin poder hablar.
—Tu a mi también. — le di un beso en los labios. — No es nada malo. — fue lo único que me pasó por la cabeza decirle.
Rió. — No es eso. — nunca en mi vida había estado enfrentado a una mirada tan penetrante como la suya. — Me gustas desde hace mucho.
No os voy a negar que eso me dejó totalmente descolocado. Pero ahora todo tenía sentido. Me sentí estúpido por no darme cuenta. Llevaba 3 años en mi clase y nunca me había fijado en él. Soy un puto imbécil.
No sabía que decirle, simplemente le agarré de las mejillas y le di un beso, esta vez un poco más pasional. Y cuando juntamos nuestras lenguas, en un movimiento pausado, pude sentir que eso era algo nuevo para mí.
Nos separamos cuando por la falta de aire no pudimos aguantar más. Y tardamos bastante tiempo en asimilar lo que acababa de pasar.
Cuando nos quisimos dar cuenta eran casi las diez y media de la noche y muy a mi pesar, me empecé a despedir, no sin antes decirle que mañana quería quedar con él. Su cara se tornó triste, no se si por su cabeza pasaría la idea de que no iba a volver a querer verle, pero no era así, no después de como me sentía.
Y se que se tuvo que armar de valor para hablar, pero no dudó. — ¿Te querrías quedar a dormir? — su cara volvió a bajar. Era monísimo por dios. — Mis padres no vuelven hasta el domingo por la noche. — casi era más bien una súplica.
No dudé. — Vale. Déjame que avise a mis padres. — le di un beso en los labios.
No me costó convencer a mis padres tras lo cual pedimos una pizza que degustamos en el salón de su casa mientras charlábamos y veíamos la televisión. Hasta que dio la noche y nos dirigimos a su habitación agarrados de la mano.
Él se desvistió y se puso el pijama mientras se metía en la cama, era un chico súper inocente. Por lo menos yo lo veía así. Y como no iba a dormir con esta ropa le pregunté si tenía algo de mi talla, lo cual negó. Me senté en el borde de la cama y me quite los zapatos dejándolos con cuidado al lado de esta. Y me deshice de los pantalones dejándolos en el lateral junto con la camiseta.
Me hizo gracia al verle la cara cuando me vio así. Ni que le fuese a comer, pensé, sin poder evitar reírme.
Me metí dentro con él y apoyé la cabeza sobre mi mano mientras le contemplaba e intentaba que se
relajase, acariciando su pelo con la otra mano. El momento me dio a entender que era la primera vez que estaba en esa tesitura, a ver, yo no es que fuese un follador, pero por ese entonces había estado con alguna tía y comprendía su situación. Yo tenía clarísimo que cualquier cosa que pasase iba a ser sin hacerle sentir incomodo.
Y yo estaba en parte nervioso y a la vez cautivado por la ternura que desprendía. Me giré un poco y le di un beso en la mejilla, para después darle otro en los labios. Estuvimos jugando un rato hasta que él empezó a soltarse algo más. Primero pasando una de sus manos por el costado de mi cuerpo, estaba temblando un poco, pero no pude evitar retirar su pelo del cuello y empezar a darle pequeños besos en este, su reacción arqueando la espalda y pegándose más a mi mientras empezaba a pasar su mano por mis abdominales y poner su pierna entrelazándola con la mía.
Yo seguía atrapado en su cuello cuando no pude evitar soltar un gemido cuando uno de sus dedos rozó mi paquete por encima del boxer. Quitó su mano al momento. Volví a acercarme a su cara dándole pequeños mordiscos en sus tiernos labios. Esta vez, fui yo quien puso su mano en el cuerpo de él acariciando su abdomen, mas duro de lo que parecía. Para después introducir mi mano por dentro de su pantalón acariciando suavemente su pene. Se apretó más a mi y fue el el que comenzó a besar mis labios con mas pasión. Agarrándome del pelo, noté como estaba jugueteando con su lengua en el piercing de la mía. Entonces fue cuando ya con mas decisión empezó a acariciar con su mano mi miembro provocándome otro jadeo. Esa situación me estaba poniendo a mil pero no quería equivocarme, no con él. Me atreví a meter la mano por dentro de su boxer y empecé a pajearle despacio, notando como su glande estaba ya completamente mojado.
Podía notar los latidos descontrolados de su corazón cuando se pegó a mi eliminando todo espacio entre nosotros, dejando su boca apoyada en mi cuello, regalándome pequeños besos que hacían que mi corazón se pusiese a la par que el suyo. Cuando nos quisimos dar cuenta los dos estábamos jadeando completamente fuera de sí. Sinceramente no pensé que acabaríamos así, pero decidí llevar la iniciativa y le separé la mano de mi pene. Me coloqué mirándole desde arriba apoyando los brazos a sus lados. Le quité la parte de arriba del pijama con sumo cuidado. Y después de degustar sus labios comencé a bajar por su cuello, dejándole un pequeño chupetón que hizo que se arquease del placer. Recorrí con un camino de besos la zona de su pecho, deteniéndome en uno de sus pezones para chuparlo y juguetear con mi lengua. Podía notar como le encantaba mientras me acariciaba la cabeza removiendo mi pelo. Seguí ese camino que bajaba por si vientre hasta que con las manos comencé a bajar sus pantalones hasta las rodillas. Con la otra, acariciaba cada centímetro de su piel, desde su pecho hasta su costado, provocándole cosquillas, y comencé a liberar de su prisión de tela a su miembro, hasta que quedó totalmente erecto delante de mí.
Era la primera vez que iba a hacer esto pero me sentía seguro, y le miré antes de comenzar, viendo su cara completamente roja con la respiración agitada. Volví a subir hasta sus labios para intentar relajarlo fundiéndonos en un beso. Cuando nos separamos me centré en lo que tenía pensado, y baje hasta su polla, y no os voy a negar que dudé por un momento, pero era ahora o nunca, así que pase la punta de mi lengua por su glande, provocando que me agarrase del pelo con fuerza y soltase un gemido que me resultó muy excitante. Esta vez comencé a metérmela en la boca con unos movimientos torpes, pero intenté recordar como alguna chica me lo había echo a mí y comencé a succionar la punta, jugueteando con mi lengua, el se arqueaba por momentos, y se revolvía mientras no soltaba mi cabello en ningún momento. Me pasé un par de minutos repasando todo el contorno de esta con la lengua, hasta que decidí aumentar el ritmo provocándole, pequeños gemidos.
—Ufff. —suspiró, entonces separé mis labios de su polla y miré hacia su cara, y esa imagen, dios mío estaba completamente rojo jadeando. — No puedo más. — y cuando dijo eso, se la agarré con mi mano y empecé a pajearlo para que se corriese mientras jugaba con mi pulgar sobre su glande, pero no tardó mas de treinta segundos en soltar 3 o 4 chorros manchando su abdomen y mi mano mientras se recreaba en el orgasmo. Cosa que aproveché para subir hasta sus labios y ahogar sus gemidos, recorriendo el interior de su boca con mi lengua.
Al separarnos, aparté el pelo de sus ojos que ya estaba ligeramente mojado por el sudor.
—¿Te ha gustado? — le dije, sin saber muy bien por que, pero quería asegurarme de que estaba incomodo.
—Si-Si… —dijo mientras su boca se alzaba para buscar la mía, me acerqué por acto reflejo para que atrapase mis labios.
Entonces me deje caer a su lado, el despacio comenzó a imitar lo que yo había hecho previamente. Dando pequeños besos por mi cuello, se le notaba muy nervioso, pero los gemidos que me sacaba le deberían haber hecho entender que todo iba bien, cuando separó su cara y me miró con los ojos vidriosos.
Hubo un breve silencio. — No se. Creo que no puedo. —me dijo mientras su cara esperaba expectante, como si me fuese a enfadar.
Me apoyé contra el respaldo de la cama y lo atrapé hacia mi, dejando su cara enfrente de la mía.
—No pasa nada. — le empecé a dar pequeños besos mientras sonreía. Cosa que hizo que se relajase un poco. Lo dejé caer sobre mi regazo con la cabeza apoyada en mi pecho mientras el dejaba una de sus manos apoyadas en mi abdomen y una de sus piernas por encima de la mía apoyándola justo al lado de mi entrepierna.
Y sé que lo que hizo a continuación, le costó pero bajó la mano que tenía apoyada en mis abdominales y la pasó por debajo de la goma de mis boxers, agarrando mi polla húmeda. Y comenzó a pajearme con movimientos algo torpes, pero igual de placenteros.
Cuando me miró con esa cara de vergüenza le dije. — No tienes que hacer nada si no quieres. — pero su contestación fue empezar a darme pequeños mordiscos en el cuello, cosa que hizo que me derritiese por completo. Me tenía jadeando y al cabo de un par de minutos no pude evitar correrme llenando su mano y nuestros vientres de semen.
Yo estaba aún jadeando cuando me dio un beso y se dejó caer en mi pecho. Agarré una de sus manos que pasó sobre mí, mientras con la otra empecé a removerle el pelo hasta que se quedó dormido. Pegué mi nariz oliendo su cabello y apoyando mi cabeza sobre la suya, cosa que hizo que no tardase en caer rendido.