Ocurrió en verano

O de como se produjo un reencuentro realmente sorprendente.

A lo largo del verano de 1975, el calor en el pueblo fue duradero, pegadizo y asfixiante. Aquella tarde Martín mostraba inusual impaciencia por finalizar su jornada de trabajo en el taller de alfarería de su padre. Roberto, su amigo del alma, que vivía en la ciudad desde hacía mas de un año para realizar los estudios de leyes, había regresado al pueblo en el tren del mediodía.

Después de lavarse a toda prisa, salió del taller montando en la bici, dirigiéndose calle abajo hasta la gran casona triste y gris del notario, el padre de Roberto. Pero el muchacho no se encontraba allí, la anciana ama de llaves de la casa, le contó apresuradamente a Martín, que el señoriíto había salido con la bicicleta acompañado de un amigo que llegó con el de la capital.

Primero se dirigió a la Cascada del Carnero, recordando que al ser niños, siempre había sido uno de los lugares preferidos de Roberto. Seguro que habría llevado allí al muchacho de la ciudad. No los encontró, de modo que pedaleó tan aprisa como pudo para intentar llegar al molino de Mojón con tiempo suficiente para poder darse un chapuzón antes de que empezara a oscurecer.

Cruzó el camino frente al viejo edificio junto al río, y apoyadas en un árbol, cerca del sendero que se dirigía hacia la pequeña playa de la orilla, vio las dos bicicletas, dejó la suya junto aun árbol cercano y prosiguió hasta la orilla andando. Al llegar allí no vio a los dos muchachos, observó sin embargo sus ropas dobladas sobre una piedra. De pronto llamó su atención el sonido de unas voces acompañadas de lo que parecían risas y/o jadeos. En aquella parte, el recorrido del río formaba una curva bastante pronunciada formando un recodo en aquel mismo punto. Las voces procedían de una pequeña playa que quedaba muy escondida bajo la roca, al otro lado de donde el se encontraba. La abundante vegetación del lugar, le impedía a Martín verla y también acercarse desde donde el estaba. Seguramente, Roberto y su amigo habrían ido a nado. Volvió sobre sus pasos para dar un rodeo, e ir a buscar a los muchachos por la parte superior de donde ellos estaban. Se acercó con sigilo, quería sorprender a los dos chicos saltando los dos metros de roca hasta la arena.

De pronto se detuvo, los vio desnudos correteando por la orilla y observó como Roberto atrapó al otro chico, al que Martín no conocía, y lo hizo caer al suelo, se tiró encima de el, pero el otro se deshizo del muchacho, se puso en pié y corrió hacía el agua. Enseguida Roberto le seguía, y volvían a empujarse y a golpearse mientras reían alegremente. Entonces los vio, Martín pudo contemplar como metidos en el agua, que les cubría por encima de la cintura, Roberto y el otro chico se abrazaron. Atónito, Martín los vio besarse, vio como se acariciaban el cuerpo, buscándose los genitales y apretándose las nalgas, vio como Roberto reseguía con la lengua, el cuello del otro chico, la deslizaba por su pecho, y le chupaba los pezones. El otro acariciaba a Roberto, y era obvio que le tenía agarrada la polla, y que le estaba masturbando.

Martín corrió a esconderse tras unos arbustos cuando los otros dos salieron del agua dirigiéndose a la orilla, frente a donde el estaba. No le habían visto, se tumbaron desnudos en la arena, seguían besándose mientras sus manos se mezclaban entre sus cuerpos, buscando recorrer cada centímetro de sus pieles palpitantes. Los dos estaban empalmados, el amigo de Roberto, pese a ser un chico muy delgado, disponía de una polla muy grande y gorda. Martín, solo había visto el pene erecto de unos pocos chicos del pueblo. Algunos domingos, al salir de misa se juntaban detrás de la muralla, a fumar cigarrillos y a pajearse hablando de Clara, la sobrina del párroco.

Ahora era el otro chico el que reseguía el pecho de Roberto con la lengua, También le lamió los pezones y siguió deslizándose ombligo abajo, hasta dar con el cipote tieso que, en alguna ocasión anterior (cada vez con menos frecuencia) Martín ya había visto. Entonces, escondido tras un arbusto en lo alto del margen del río, Martín vio como el chico desconocido, se introducía en la boca la polla de Roberto y la chupaba como si fuera un helado, pero muy despacio, y metiéndosela toda en la boca, por su parte,Roberto parecía disfrutar mucho con esto. Tumbado boca arriba, se apoyaba sobre un brazo para medio incorporarse, mientras con la otra mano, agarraba la cabeza del otro, y la movía al compás del vaivén de sus caderas.

Martín se dio cuenta de que Roberto le estaba follando la boca al otro tipo. Nunca hubiera sospechado que su mejor amigo, al que conocía de toda la vida, fuese homosexual (utilizo la terminología moderna y actual, en aquella época, Martín pensó en otra palabra para referirse a la inclinación sexual de Roberto).

Tuvo que incorporarse un poco, sin darse cuenta se le había dormido una pierna, además Roberto y su amigo se habían movido, y ahora no podía verlos con claridad. Sin hacer ningún ruido, se desplazó un poco hasta encontrar el lugar exacto entre la maleza, desde donde podía contemplarlos sin ser visto.

El muchacho seguía chupándole la polla a Roberto, desde donde estaba, Martín pudo ver como le lamía los huevos, y de nuevo se tragaba su polla, mientras ambos los masajeaba con las manos. Entonces vio como deslizando su lengua a lo largo de la verga de su amigo, aquel chico le agarró los huevos, los apartó levemente, y siguió deslizando la lengua por el escroto de Roberto, que respondió al estímulo levantando la pierna, el tipo siguió lamiendo, y le pareció a Martín que el chico pretendía lamerle el culo a Roberto.

No tuvo ninguna duda de que así era, cuando este se incorporó, se echó boca abajo, y apoyando las rodillas en el suelo levantó sus nalgas, mientras con una mano se acariciaba la raja y decía - Chúpame el culito, Ovidio, cómeme todo.-y así se enteró Martín del nombre del otro chico.

El tal Ovidio, empezó a lamer las nalgas de Roberto, las mordía y las besaba, las apretaba suavemente entre sus manos, les daba algún amoroso cachete, y parecía que eso gustaba mucho al hijo del notario. Entonces la lengua del otro empezó a lamerle la raja, y se la llenaba de saliva, mientras con ambas manos le separaba las nalgas, con la lengua atacaba el ojete del chico, que incrementó sus gemidos, y se mordía la palma de la mano.

Martín pensaba que aquello era muy guarro y creyó que estaba sintiendo asco hasta que, atónito, se dio cuenta de que tenía la mano dentro del pantalón, acariciando su polla firme y caliente. Se desabrochó, sacó la picha y vio que ya el capullo estaba untado en líquido pre-seminal. Mientras tanto Ovidio seguía chupando el culo de Roberto, le escupía en el ojete y acto seguido metía la lengua, el otro no podía evitar los espasmos, puesto a cuatro patas como se encontraba.

Martín se estaba pajeando, creía darse cuenta de que aquello parecía no estar bien, pero no podía,(ni deseaba en realidad) evitar le excitación extrema que le producía la escena que estaba contemplando.

Vio como Ovidio le metía un dedo en el culo a Roberto, lo hacía despacio, y acompañaba el movimiento de penetración con lametones, después que estuvo un rato jugueteando con el dedo metido en el ojete, introdujo otro. A Martín la visión del culo en pompa de su amigo, y el ojete tragón que por lo visto poseía lo excitaban sobre manera. Se mordía el labio inferior para no emitir ningún sonido delator mientras se masturbaba.

Cuando en el lindo culito de Roberto, dilatado por los juegos de los dedos de Ovidio, pareció estar a punto, este escupió en la palma de su mano, y sobre su gran polla, Martín no podía creer lo que estaba viendo. Ovidio se situó tras Roberto, que levantó mas las nalgas dejando su agujero más accesible todavía. El enorme cipote de Ovidio, remoloneaba por el culito de Roberto deteniéndose a la altura de su ojete, donde encarando el agujero, apretaba un poco. Roberto parecía fuera de si de placer.

-métemela ya cabrón, párteme el culo de una vez, que si tardas tanto me voy a correr-

Ovidio se dispuso a penetrar a Roberto, le iba metiendo su larga polla muy despacio, deteniéndose cada vez que el otro siseaba y expresaba en su rostro contraído el dolor.

Cuando estuvo toda dentro, Ovidio empezó el mete-saca agarrado a las caderas de su amante. Ya hacía un rato que Martín, habiendo perdido el reparo y el pudor iniciales, se estaba haciendo la más genial de las pajas que recordaba mientras, con la mano libre, se metía el dedo anular en el culo, que anteriormente había ensalivado bien, como se lo viese hacer a Ovidio.

Agazapado en el arbusto para no ser visto, el chico se dio cuenta de que pretendía estar pendiente de demasiadas cosas. No le era posible observar a Roberto y a Ovidio, sin perder detalle, mientras se masturbaba el culo con una mano y la picha con otro. Así pues dejó de prestar atención a los dos chicos, y se pajeaba con fuerza mientras intentaba meterse en el culo un segundo dedo.

A Roberto ya le había pasado el dolor inicial, y ahora la gran polla de Ovidio lo ensartaba con rapidez, con cada embestida el sentía un fuerte y placentero impulso que le recorría la parte interna del muslo hasta los dedos de los pies. Escondía su cabeza entre los brazos, o apretaba sus manos agarrando puñados de arena, por más que lo intentara, no era capaz de apagar los gemidos de placer que salían de sus labios con la misma intensidad con la que la polla de Ovidio entraba por su agujero.

Fueron los sonoros gemidos de Roberto, los que apagaron el sonido de la expresión de placer de Martín, que cuando al fin consiguió meterse los dos dedos en el culo, eyaculó abundantemente sobre su ombligo, y su pecho, algunos chorretones le salpicaron la cara, sacó la lengua para chupar los que tenía en la comisura de los labios. Nunca había probado el esperma, le gustó.

Mientras tanto, Ovidio y Roberto, convertidos en uno, unidos por la fuerza del deseo estaban a punto de alcanzar el climax. Habían cambiado la postura, Roberto se había situado boca arriba, y tenía las piernas levantadas por encima de los hombros de su amigo. Este seguía embistiendo el culo del muchacho con su lanza. Ahora Martín podía ver las nalgas de Ovidio, que se contraían y relajaban alternativamente, al compás del vaivén de sus caderas y esta imagen le excitó mucho.

Roberto se tocaba la picha y los huevos, el placer que sentía en el culo era tanto, que no necesitó estimularse mucho el cimbrel, para que tres rapidísimos chorros de lefa le embadurnaran los abdominales. Entonces Ovidio se la sacó del culo y se sentó encima de Roberto de forma que, la polla aun medio empalmada y húmeda de leche de este, le acariciara la raja del culo. Roberto le agarró la larga polla, que Ovidio sujetaba frente a su cara, y después de tres sacudidas, el semen de Ovidio empezó a emanar a borbotones, Roberto tragaba algunos de ellos mientras su boca, su lengua y sus labios jugueteaban con el glande de su amigo. Este se incorporó para poder meter mas carne en la boca del muchacho, que aprovechando que Ovidio se había levantado un poco, le agarro las nalgas, separándolas con fuerza, acompañando el movimiento que le obligaba a tragar polla. Después de seguir así breves momentos, se besaron tumbados en la arena, donde quedaron echados, con las cabezas juntas, y las manos acariciando sendas cigalas somnolientas. Rápidamente pero con el mayor sigilo, Martín decidió marcharse. Ovidio y Roberto lo hicieron una media hora más tarde, después que hubieran ido nadando a donde estaban sus ropas, y se hubieron secado brevemente.

Por expreso deseo de Roberto, regresaron al pueblo andando. No le apetecía mucho la idea de volver por el camino irregular y pedregoso montado en la bici. Luego se reía al pensar lo bien que habían empezado las vacaciones, sin sospechar siquiera, que lo mejor aun estaba por llegar