Ocurrió en verano (2)
Segunda parte de la historia de un reencuentro.
Durante todo el día, Martín no pudo apartar de su cabeza las sorprendentes imágenes y los controvertidos sentimientos, que había visto y experimentado la tarde anterior.
Había dormido mal, acosado por excitantes sueños, en los que poseía a Roberto como había visto a Ovidio hacerlo en el molino de Mojón. Pero acto seguido se sentía invadido por fuertes remordimientos de conciencia unidos a un extraño sentimiento de culpabilidad.
La noche anterior después de cenar, se encontró con los dos chicos en la Plaza Mayor. Roberto le había presentado a Ovidio con toda normalidad, y por su parte Martín actuó como si no los hubiera visto aquella tarde. Poco después de las diez se despidieron frente al taller de alfarería. Martín se excitó viendo a los dos chicos que se alejaban calle abajo, mientras los imaginaba jugueteando de nuevo bajo las sábanas de la cama. Antes de acostarse, estuvo un rato en el baño.
Cuando el reloj de la tarde dio las seis, abandonó el taller a toda prisa, se lavó a toda velocidad, se puso ropa limpia, y a las seis y diez atravesaba la puerta calle abajo.
A lo largo de la jornada, las nubes habían oscurecido el cielo mientras de forma intermitente y con distintas intensidades, la lluvia había ido apoderándose del día. Se acercó andando en busca de Roberto y Ovidio, pensando que con el mal tiempo no habrían salido en bicicleta. Guillermina se encontraba en la cocina cuando entró por la puerta de atrás. Desde muy niño Martín se había movido en aquella casa como en la suya propia, de pequeños el y Roberto habían pasado muchas horas correteando por el jardín y en los interminables pasillos y estancias de la gran casa señorial. Siempre había entrado por la puerta trasera. La anciana ama de llaves le dijo que el señoriíto y su invitado acababan de subir mientras le recriminaba con afecto, que no hubiera llegado una media hora antes para poder merendar con ellos.
Martín subió el primer tramo de escaleras y se dirigió a la biblioteca. Siendo todavía muy chiquillo, Roberto decidió que aquel era el lugar de la casa que mas le gustaba. Le encantaba leer, era el único miembro de la familia con esa afición, y en esa sala casi nunca entraba nadie mas que el. Pero Martín no encontró allí a ninguno de los dos.
Entonces se fue al dormitorio de Roberto. Desde que estudiaba en la ciudad, este se había cambiado a una habitación que quedaba aislada del resto de la casa, que además disponía de un pequeño estudio anexo desde el que también se accedía por el pasillo.
Encontró la puerta con la llave echada (aunque no era costumbre de Roberto cerrarla)
-Que quiere ahora Guillermina?, ya le dijimos que no teníamos más apetito, no queremos merendar más- oyó que le decían.
-No soy la vieja, soy Martín. Abres o que?- respondió.
Tras unos momentos, la puerta se abrió y se encontró de frente el rostro sonriente de Roberto. Ovidio estaba sentado, con las piernas cruzadas, en un amplio butacón, Martín observó que la cama estaba bastante deshecha, como si alguien hubiera estado tumbado en ella, y la hubiera rehecho con prisa. Se dio cuenta de que Roberto andaba medio agachado, probablemente, intentando disimular una notable erección.
No le quedaba ninguna duda que al llegar había interrumpido el juego de los dos muchachos, así que se atrevió a decir:
-Y bien, ¿Qué hacéis?-
Roberto y Ovidio se miraron sin saber que decir. Martín insistía:
-No me digáis que pensáis pasar todas las vacaciones encerrados en esta habitación.-
-No.- acertó a decir Roberto, -pero como lleva todo el día lloviendo -
-Si hubiera hecho mejor tiempo podríamos haber ido a dar otro paseo en bici, como ayer- añadió Ovidio.
A Martín le pareció el momento oportuno
-Seguro que a estas alturas ya sabes que a pesar de ser pequeño, en el pueblo se pueden hacer muchas mas cosas además de salir en bici.- espetó con sonrisa maliciosa.
Ovidio y Roberto se miraron extrañados, dudaban entre si Martín lo decía por casualidad, o si realmente se había dado cuenta de algo. Estuvieron unos segundos en silencio y al fin este les dijo abiertamente. -Os vi ayer tarde en el molino.-
Les mudó la expresión de la cara, y ambos se quedaron pálidos. Entonces Roberto balbuceó algo así como:.-Tengo que contarte algo Martín- empezó diciendo. Es sobre Ovidio y yo, pero tienes que prometerme algo,- y al decirle esto lo agarraba por los brazos frente a el mientras lo miraba de forma desesperada. No debes contarle a nadie lo que nos viste hacer ayer tarde, prométemelo, por nuestra vieja amistad-
Martín esbozó una sonrisa lasciva, las cosas habían llegado al punto deseado. Está bien, no se lo diré a nadie, eres mi mejor amigo pero,- objetó Debes aceptar una condición-
-Lo que sea- dijo Roberto sin pensarlo,- haré lo que sea, pero no le cuentes nada a nadie por favor- decía con voz temblorosa.
-Tendrás que ponerte a cuatro patas también para mi,- dijo Martín al fin, -quiero meterte la picha en el culo como te hizo ayer el- dijo señalando a Ovidio mientras se sobaba ostensiblemente el paquete.
Roberto no cabía en si de gozo, e intercambiaron con Ovidio una mirada que derrochaba alegría y excitación, lo que Martín no sabía y los otros dos si, es que desde muy chico, Roberto siempre se había sentido atraído por su amigo, siempre lo había observado detenidamente mientras se bañaban desnudos en el río, y al llegar a casa, nunca había podido evitar la necesidad de masturbarse pensando en el cuerpo recio y atlético del muchacho.
-¿Quieres hacerlo ahora?- preguntó Ovidio al fin. Nosotros ya habíamos empezado cuando has llegado tu-
Pero en realidad Martín no había tenido en cuenta esa posibilidad, no pensaba que lo haría con ambos. ¿Ahora?- Acertó a decir. ¿Los tres?, ¿lo habéis hecho ya alguna vez siendo tres?- pregunto tímidamente. En ese momento ya no se encontraba tan seguro como un rato antes, cuando había llegado a casa de Roberto.
-Vamos, ¿te estas acobardando?-dijo este. -Vamos, siempre he querido hacer algo contigo, tranquilo, será divertido- y al decir esto, se acercó a Martín y le agarró el paquete, empezó a sobárselo mientras aproximó los labios a la boca abierta de su amigo, primero lo besó con dulzura, al rato ya buscaba la lengua de su amigo.
A todo esto, Ovidio se levantó, se quitó la camisa, y se puso detrás de Martín, este empezaba a responder al estimulo del beso, y ya movía con fruición la lengua dentro de la boca de Roberto, que le había desabrochado el pantalón, y le metía la mano por dentro de los calzoncillos, acariciando suavemente la tiesa polla del chico.
Ovidio detrás de el, empezó a besarle la nuca y la parte posterior del cuello, le acariciaba el pecho por dentro de la camiseta, y finalmente Martín levantó los brazos para que pudiera quitársela.
Viéndolo así, con los marcados abdominales y pectorales al descubierto, Roberto se lanzó a lamerle el pecho, los pezones, el ombligo, y lánguidamente, saboreando cada centímetro de piel del muchacho, llego a la altura del paquete, que parecía a punto de estallar, lo mordió amorosamente, Martín emitió un leve gemido. Al sacarla de golpe de la cárcel donde estaba presa, la polla de Martín se proyecto como una ballesta, golpeando la cara de Ricardo, este la observo muy excitado, consciente de que , aquello, era un sueño hecho realidad. Quería compensar a su amigo por el placer que le brindaba, y empezó a chuparle la polla con mimo, cuidadosamente.
Primero lamió toda la longitud del miembro, desde la base de los huevos, hasta la punta del glande, después de tres pasadas, se introdujo este en la boca, envolviéndolo amorosamente con sus labios carnosos, a Martín le temblaban las piernas de gusto.
Ovidio seguía detrás de el, también se había desnudado, y su largo cimbrel, le acariciaba las nalgas, mientras seguía besándole el cuello y la nuca. Cuando Roberto se agacho, de inmediato Ovidio buscó la boca de Martín y se besaron.
Hasta el momento, vencido seguramente por la inseguridad y cierto miedo, Martín no había mostrado mucha iniciativa, tenía las manos quietas y se dejaba hacer. Pero no pudo evitar agarrar por la cabeza de Roberto, y acompañar los movimientos de este mientras se la chupaba. Y al sentir el pollazo de Ovidio merodeándole el culo, busco el contacto con la mano libre, la agarró y empezó a pasearla arriba y debajo de su linda raja. Esto excitó mucho a Ovidio, a quien al acto se le humedeció el capullo.
Entonces Roberto, también agarró la larga picha de su amante, y tirando de ella situó al chico al lado de Martín. Mientras acariciaba los muslos y las piernas de ambos chicos, empezó a chupárselas alternativamente, tenía a los dos muchachos agarrados por las pollas y las chupaba a su antojo. Mientras seguían besándose en la boca como posesos, Ovidio y Martín acariciaban el uno el cuerpo del otro y se pellizcaban amorosamente los pezones mientras gozaban de la magnifica mamada con la que Roberto los estaba obsequiando.
Y allí estaban los tres, en medio de la habitación, de pie Ovidio y Martín, comiéndose la boca y explorando sendos cuerpos mientras, de rodillas frente a ellos, Roberto se daba un atracón de rabo.
A Martín lo sorprendía, la enorme magnitud de la polla erecta de Ovidio, no entendía como aquel chico flacucho, y aparentemente endeble, se manejaba con semejante herramienta. Empezó a sentir curiosidad, y un ferviente deseo de probarla.
-¿Vamos a la cama?- propuso.
Ovidio se tumbó boca arriba, con la cabeza cayendo por el borde, mientras de pie junto a el, Roberto le metía la picha en la boca, y empezaba el movimiento de vaivén. A Martín le excitó sobremanera la visión de la polla de Roberto follándose la boca de Ovidio, y acostado junto a este, empezó a lamerle el miembro. Tenía unos 22cm de largo, y un grosor mas que considerable. A Martín le agradó mucho la sensación de tener ese pedazo de carne dura, tiesa, húmeda y caliente, dentro de la boca. Al poco rato ya había descubierto que le gustaba a Ovidio, los gemidos del cual quedaban ahogados en su garganta por la acción de la polla de Roberto, que en ese momento se la metía entera en la boca.
Después de chupar y lamer largamente la gran polla, Martín se entretuvo en los huevos del chico, los lamía, los tragaba, tironeaba de ellos cogiéndolos con los labios, y el cipotón de Ovidio le golpeaba levemente la cara mientras lo hacía.
Este por su parte, hacía ya un rato que mientras tragaba la cigala de Roberto, le acariciaba la parte posterior de los muslos desde las rodillas hasta las nalgas, y en cada viaje, procuraba deslizar alguno de los dedos de la mano, por entre la raja del culo del muchacho. Al final Roberto, ya muy excitado, separaba sus nalgas con una mano, mientras con la otra se apoyaba en la cama, invitando así a su amigo, a que siguiese en esa dirección. De pronto se detuvo.
-Para un poco, sino voy a correrme.- dijo entre jadeos.
-Ven cariño- le respondió Ovidio. Bien se yo lo que deseas- añadió.
Se incorporó en la cama y le indicó a Roberto que se pusiera a cuatro patas, se puso detrás de el, y empezó a apretarle las nalgas, las cogía entre las manos, deslizando un dedo por la raja hasta hallar el ojete, donde ejercía una leve presión. Martín los contemplaba sin saber muy bien que hacer.
-Acércate- le indicó Roberto. Dame mas de tu polla- y diciendo esto, le agarró los huevos, lo llevó hacia el y volvió a comérsela.
Martín estaba de rodillas frente a el, acariciándole el pelo y la espalda, pero no podía dejar de observar a Ovidio, que empezaba a trabajar el culito de Roberto con la lengua. Con ambas manos separaba los cachetes, y metía la lengua tan adentro del culo del chico, que este casi no podía chupársela a Martín desbordado de placer.
Cuando llevaban así un rato Roberto dijo:
-Creo que está a punto, ¿me la quieres meter?- al decirlo observaba y sopesaba la picha de Martín entre las manos.
Este se puso detrás de su amigo. Siguiendo sus indicaciones, se agarró el miembro, y lo deslizó por la raja de ese magnífico culo tragón que se le ofrecía, se detuvo frente al ojete e introdujo el glande lentamente, Muy despacio fue metiéndole toda la longitud de su cipote, cunado lo tuvo todo dentro empezó a bombear, muy despacio primero, ganando velocidad a medida que el culo de su amigo se acomodaba a su picha tiesa.
Estando así, sintió que tocaban sus nalgas. Casi se había olvidado de Ovidio cuando sintió las manos hábiles de este, buscando su agujero. Sintió un dedo húmedo que perfilaba su raja, Ovidio se pringaba los dedos en saliva y los llevaba al culo de Martín mientras, con la otra mano se pajeaba. Después de un rato, ya tenia la mitad del dedo del chico metido en el ojete, y cada vez que el entraba en el culo de Roberto, el dedo se metía dentro del suyo. Nunca hubiera sospechado que pudiera alcanzarse grado tan sumo de gusto y placer.
De pronto sintió más humedad, y una extraña y muy placentera sensación al tacto en su culo. La lengua de Ovidio exploraba ahora su trasero. Martín disminuyó el ritmo del vaivén para dejar operar mejor al chico, que le comía el culo como hiciera con Roberto momentos antes.
-Mmmmm, tienes un lindo culito estrecho cabrón- le dijo. No me extraña que Roberto estuviese loco por ti- añadió.
-Déjalo, mamonazo!- dijo este al momento.-Que lo partes en dos con ese pollón!!-
Entonces le contó a Martín, que la primera vez acostumbraba a ser bastante doloroso, y que el tamaño de la picha de Ovidio no era apto para culitos primerizos.
Cambiaron la postura. Roberto se sentó sobre la polla tiesa de Ovidio, ya su trasero estaba preparado para ese calibre. Dilatado por acción del rabo de Martín (que no era tan grande como el de Ovidio, pero que no tenía mucho que envidiarle) el ojete de Roberto recibió fácilmente la primera estocada, Ovidio le agarraba las nalgas, haciendo fuerza arriba y abajo al ritmo del mete-saca.
Martín se puso de pie frente a Roberto, apoyándose en el cabezal de la cama, de espaldas a ambos chicos. Roberto empezó a deleitarse con el sabor del culo de su amigo. Su lengua recorría cada trozo de piel de los glúteos del muchacho, y ávidamente buscaba la entrada anhelada, que se veía muy apetecible, rosada y estrecha.
De pronto, las acometidas de Ovidio incrementaron notablemente de intensidad, Roberto conocía las consecuencias de lo que aquello significaba. Noto como la gran polla de Roberto se detenía dentro de su culo, y sintió los abundantes borbotones de leche caliente rebosando su dilatada cavidad, Roberto apretaba el cipote, y a cada apretón un nuevo chorro inundaba el ojete de Roberto, quien presa del sumo placer, enterró la cara entre las nalgas de Martín, metiéndole la lengua tan adentro que este, acosado por la excitación gimió:
-Métemela Rober, quiero sentirla dentro.
Al incorporarse, el semen de Ovidio le caía a Roberto por la parte interna de los muslos. Y volvieron a intercambiar las posiciones. Esta vez fue Martín quien muy despacio, se sentó sobre Roberto. Supo lo que le había intentado explicar su amigo con respecto al dolor. A cada milímetro de polla que se le metía dentro, parecía que el culo se le iba a desgarrar, poco a poco este se fue dilatando, y al rato sentía una extraña combinación de algo parecido al dolor junto con algo que, sin ninguna duda era placer.
Ovidio se puso de pie sobre la cama, frente a el. Tenia la polla un poco flácida, con el capullo muy colorado, la acercó a la cara de Martín y este empezó a juguetear con ella entre sus manos, dándole algún lametón de vez en cuando, o sorbiéndole el glande con fruición. El sabor del semen de Ovidio, también le pareció muy rico.
Cuando Roberto llevaba unos diez minutos follándose a Martín, notó que se corría. El chico también debía estar a punto, porque se estaba pajeando rápidamente. Entonces se desengancharon.
-Démosle a Ovidio nuestra leche- dijo Roberto. Se levantaron mientras este se arrodilló frente a ellos, les cogió las pollas y empezó a pajearlos, acercándose ambas cigalas a la boca mientras sacaba la lengua para lamerlas con suavidad. Se corrieron a la vez, llenando la cara y la boca de Ovidio con abundante leche. Agarrando ambas pichas, las restregaba contra su rostro chupándolas cuando se las acercaba a la boca, jugueteaba con las dos entre las manos, juntándolas una con otra, hasta que las dos perdieron la rigidez. Se levanto, agarró a los dos chicos por la cintura acercándolos a el, y los tres se besaron en la boca al mismo tiempo.