Ocurrió en venecia ii

Continuación del Relato Ocurrió en Venecia escrito por QUIQUE. Donde me gustaría que sucedieran las cosas que imagino con el hombre que ha escrito y descrito sobre nuestras fantasías. De darme gran placer, a yo darle placer, convirtiéndome en su deseo, en su sueño, en su utopía.

Donde me gustaría que sucedieran las cosas que imagino con el hombre que ha escrito y descrito sobre nuestras fantasías. De darme gran placer, a yo darle placer, convirtiéndome en su deseo, en su sueño, en su utopía.

La Divina, como él la llamaba, sintió un placer indescriptible luego de correrse. Fue la primera vez que sintió tanto en su cuerpo. Era la mezcla de ternura, cariño, a lo mejor amor (nunca podrá saber si eso existió) junto con un deseo casi exasperante, que llegaba a morbo y a puras ganas de sexo.

Una vez recuperada del éxtasis que el maduro le propinó, ella le dice:

-¿Cómo haces que una mujer sienta tanto? Nunca me habían hecho sentir tan deseada como tu lo haces, antes con el roce de tus palabras, ahora con el roce de tus dedos, tus labios, tu lengua.

-Mis impulsos hacia ti son los que me guían. Le respondió el maduro.

Al terminar de decirle esas palabras, estando uno en frente de otro, como dos enamorados que después de un momento de intensa pasión se quedan, la Divina lo toma del rostro, muerde un poco sus labios y empieza a darle besos, provocando despertar su lengua que encuentra un espacio, un rincón en su boca. Esos besos más que deseo, eran cariño…eran la demostración de que en el fondo no solo buscaban sexo en el otro, ambos sin decirlo buscaban compañía, sentirse queridos.

Ella mientras lo seguía besando, fue rotándose hasta quedar sobre él, de manera de tenerlo ahora bajo su control. Era ella la que ahora necesitaba demostrarle lo que sentía. La Divina quería hacerlo llegar al clímax como él lo hizo con ella, hacerlo sentir cosas que nunca hubiera sentido antes con ninguna otra, ni siquiera con las mujeres con las que había estado antes de haberse casado.

Sobre él, entrelazó sus manos con las suyas sobre sus cabezas, y siguió besándolo como si nunca quisiera parar de hacerlo. Luego se soltó, pero dejó los brazos del maduro en alto, rozando el copete de la cama. Partiendo de sus muñecas y llegando hasta su axila, besaba con pequeños pesos poco húmedos, que intercalaba con mordiscos. Al hacerlo con ambos brazos, se detuvo justo en su cuello, dejó que el maduro sintiera su respiración un poco agitada y le dijo:

-Te deseo…quiero que cierres los ojos.

Le mordió el cuello, pasó a sus tiernos labios y fue bajando por su pecho. Allí, lamió sus tetillas hasta que se pusieron duras y las mordió ligeramente. Con la lengua fue bajando hasta llegar al ombligo. Dio besitos en los laterales de su torso, como un intento de provocar cosquillas y placer, así se erizó su piel. Bajó hasta su miembro, erecto hasta más no poder. Con las manos lo sujetó, lamió sus manos y en movimientos leves hacia arriba y hacia abajo lo masturbó, solo para que él quisiera pedir más. Paró de repente cuando por el placer generado el movía un poco sus caderas como síntoma de estar queriendo que acelerara el ritmo…pero no. Ella subió todo su cuerpo encima de él y poso su vagina sobre su grueso pene y empezó a rozarlo con un movimiento de arriba a abajo, masturbarlo sin necesidad de las manos. Era sus flujos los que servían de lubricante en este juego de roces entre ambos sexos. Él la tomó de la cadera, apretó y luego poso sus gruesas y masculinas manos sobre sus nalgas, para luego dar una nalgada que erizó el cuerpo de la Divina.

Ella volvió a bajar hasta su polla, pero ahora la metió en su boquita. Primero solo la punta, luego completa. Mientras lo hacía no dejó de verle el rostro, quería saber por sus gestos si lo estaba disfrutando. Parecía que sí, no abrió los ojos, los mantenía cerrados, arrugándolos y mordiendo sus labios. Mientras echaba su cabeza hacia atrás o la subía. Su respiración pasó a ser muy espesa, poco calmada, llena ganas de seguir siendo tocado por esa mujer.

La Divina comió toda su polla, ahora con movimientos rápidos, pero controlados. Cuando sintió que no le faltaba mucho para correrse, bajo a su culito, lo labio y posó unos de sus dedos sobre él, moviéndolos de forma circular con ayuda de fluido que emanaban de su miembro. Posterior a eso, volvió a la punta de su polla, para que él descargara su corrida, introdujo su lengua en el la punta…eso provocó que el gritara y empezara a botar su semen que llenó la boca de ella. Ella lo tragó todo y limpio su pene.

-Aún esto no ha terminado…ahora quiero que follemos, quiero sentir tu polla dentro de mí.

-No sabes lo que me pides, una vez que la tenga dentro de ti no querré parar hasta correrme, cariño.

-Eso es lo que deseo.

Él la acostó en la cama y se colocó sobre ella. Él le mordió los pezones ya duros, comió un poco su sexo y metió poco a poco su polla dentro. Una vez que sintió su calor interno, la metió toda de golpe. Se recostó sobre ella, el maduro sentía como los pezones erectos estaba pegados contra su pecho. La tomó de los hombros y empezó a follarla sin apartarse ni un minuto de su cuerpo. Aceleró el ritmo y como si fueran uno solo, follaron y follaron hasta que no pudieron más.

-No sabes como deseaba tenerte así para mí. Hacerte mía, sentirte que eres solo para mi al menos por una noche.

  • ¡¡¡Sigue por favor, no pares, no pares!!!

A los pocos minutos:

-Amor me corro, ya no puedo aguantar más, siento que bañare tu polla.

  • Córrete para mi y yo me corro para ti.

-¡¡¡Me corro!!!!!  ¡¡¡Ahgggg!!!!

  • ¡¡¡Y yoooo!!!!

Sus jugos se mezclaron. Duraron un momento uno sobre el otro. Luego ella puso su cabeza en su pecho, mientras jugaba con sus tetillas y sus vellos.

  • Te quiero. No hace falta que tú digas nada. - Le soltó ella con espontaneidad.

El calló, quería recordar sus palabras, atesorarlas en el silencio, sin que fueran interrumpidas por sus, a veces, torpes palabras. Una vez que resonó ese “Te quiero” una y otra vez, él le tomó su mentón y lo alzo para besarla…ese fue el gesto con el que él le respondía. A ella mientras lo hacía le salieron lágrimas de los ojos, él las sintió frías en su cara. Las secó y mientras lo hacía le dijo:

  • Eres un sueño para mí, siempre había soñado con tenerte en mis brazos.

  • Aquí me tienes ahora.

  • Quiero guardar este momento contigo princesa. Has dejado una huella en mi ser que no podrá borrarse. Jamás podré olvidarte, pues no se puede olvidar a alguien que nos hace soñar.