Ocurrió en Invierno (1) - Susana
La gala de Navidad del cole
Mi clase de 3 de primaria había acabado su actuación en el festival de Navidad del colegio. Desde finales de noviembre llevábamos practicando nuestra actuación de ese día
y todo había salido a pedir de boca. No era la primera vez que me enfrentaba a eso y me gustaba hacerlo. Un año más, mis niños habían acertado de pleno con el villancico y la actuación fue fenomenal.
Al acabar y salir por detrás del escenario aproveché para ir al baño antes de volver a las butacas a continuar disfrutando con el festival. En el espejo me vi feliz. A mis 35 años la vida me sonreía en casa, con mi marido, con mi hija, en el trabajo era muy valorada por los compañeros y por los padres y madres de los niños, y además, después de mi primer embarazo hace 3 años me veía estupenda.
Me giré para ver mi culo trabajado en el gimnasio en los leggins negros que tapaban mi blusa blanca, estaba radiante.
Entré en el auditorio y la siguiente actuación ya había comenzado, así que, silenciosamente, me dirigí a las butacas para relajarme viendo el espectáculo en el que además sería mi último día de colegio antes de las vacaciones.
Ninguna butaca estaba libre ya que las familias llenaban el recinto. La madre de uno de mis alumnos se levantó y me cedió su sitio.
- Estarás cansada, hija, siéntate en mi sitio que yo quedaré de pié.
Se lo agradecí, pero no acepté, aunque tras su insistencia y por no interrumpir con ruido el espectáculo, finalmente me senté.
- Este señor es mi padre, abuelo de Samuel, se llama Benito.
Le di mi mejor sonrisa y en voz baja le dije que estaba encantada de conocerle. El señor, mayor, parecía bastante ensimismado en la función y casi no contestó a mi saludo.
Una vez sentada, la madre se acercó a darme la enhorabuena por nuestra actuación diciéndome que fuera fantástica.
La verdad es que debo confesar que una vez que acabó nuestro turno la relajación se apoderó de mí y mi mente empezó a pensar en las vacaciones de navidad antes de tiempo por lo que presté muy poca atención a las demás actuaciones. Pensando en qué hacer en estas fiestas, apenas me di cuenta de que la mano izquierda de Benito se posó en mi rodilla derecha. Mi relajación se acabó, me puse nerviosa y rígida y miré para él a ver si nuestras miradas coincidían y podía indicarle que no me gustaba ese contacto físico. Como él no perdía de vista el escenario, con mi mano aparté la suya de forma brusca.
Seguía entrando gente en el auditorio y los pasillos empezaban a estar tan llenos como las butacas, casi no cabía nadie y la madre de Samuel se pegó también a mi y a Benito por lo que por un momento quedé atrapada entre los dos. Sin quererlo, Esther, que así se llamaba la madre de Samuel me estaba haciendo un sandwich con su padre, Benito. El viejo posó su mano un par de veces más encontrando en mí la misma respuesta de separársela airadamente, la verdad es que me estaba enfadando. Quería irme, pero se notaría mucho que la maestra se iba en mitad de la faena y además molestaría a mucha gente hasta llegar a la salida.
Llegaba el teatro de los mayores y apagaron las luces de las butacas quedando sólo el escenario encendido. El viejo volvió a la carga y no se si por cansancio cometí un error grave... dejé que su mano quedara en mi rodilla derecha...
“Solo es una rodilla, Susana” pensé para mí... no calculé lo descarado que era Benito ni que el teatro duraba un poco más de lo que pensaba y quisiera.
La mano de Benito frotaba mi rodilla, poco a poco, iba ganando terreno y girándola para buscar mi culo. En ese momento, sí coloqué mi mano a modo de barrera y él se dio cuenta que no podría sobrepasarla, volviendo a acariciar mi pierna por encima de la rodilla. Me empezó a hacer algo de gracia el jueguecito y me estaba dando un poco de morbo... sería tan atrevido el viejo?...
Mi "mano barrera" cada vez era más débil y tras varios intentos dejé que sus dedos tocaran el comienzo de mi culo, poco a poco un poco más y en pocos instantes su mano ya abarcaba toda mi cacha derecha. Incluso crucé mi pierna por encima de la otra para dejarle mi cacha más accesible.
La verdad es que el magreo que me estaba dando el viejo me llevaba a mi adolescencia cuando nos metíamos mano en sitios oscuros. El viejo sobaba y sobaba y yo empezaba a tener calor, no podía ser verdad...
De pronto, su mano dejó mi culo y empezó a subir por mi cadera para entrar por dentro de mi blusa e ir subiendo poco a poco dirección a mi teta derecha. Estaba paralizada, “no puede ser... me va a tocar también las tetas…” efectivamente, la mano del viejo ya acariciaba mi sujetador. Me lo apartó con destreza para cogerme el pezón y empezar a calentarme de una manera ardiente. Llevaba meses sin sexo y mi temperatura era máxima, pero mi cabeza aún regía... o eso creía.
Poco tardó después de eso en estallar el auditorio en aplausos y encenderse poco a poco las luces. Cuando miré, Benito ya aplaudía con fuerza, había sacado sus manazas de mi cuerpo. De reojo le miré y vi como su pantalón de pana marrón marcaba un bulto importante, estaba excitadísimo, y por lo poco que puedo comparar me parece que no era precisamente un pichacorta.
El festival acabó de esa manera y un poco ruborizada y avergonzada me levanté muy rápidamente y casi sin despedirme de la madre de Samuel me marché. Mis pensamientos volaban entre la polla del viejo, la sobada, la vergüenza, mi marido, mi hija... todo. Un par de días me duraron esos pensamientos, incluso una de las noches el viejo apareció en mis sueños... no se le veía la cara solo era ese pantalón de pana marrón y ese tremendo bulto que aparecía en bucle.
La mañana de nochebuena acudí al centro de salud de la villa con mi hija ya que antes de pasar el periplo de Papá Noel era mejor tener mirada esa tos para que no fuese a más. La consulta del pediatra estaba al lado de la de medicina general entonces compartían la sala de espera. Allí estaba Benito que me miró al llegar y después miró la silla a su lado como invitándome a compartir de nuevo vivencias pasadas. Como un robot me senté a su lado dejando a mi hija al otro y empezó la fiesta. No me podía creer lo que podía dejarme hacer.
Volví a girarme hacia a mi hija para dejarle más espacio a Benito y a sus manazas para que me palpara el culo... pero no lo hizo. Yo exageraba mis movimientos y le miraba furtivamente pero no lo hizo, no me tocó ni un pelo. Viéndome nerviosa se acercó y en voz baja me susurró:
- A partir de ahora, si quieres algo vas a tener que pedirlo.
Después de su gran frase, se levantó al oír su nombre y entró al médico. Nosotras entramos al pediatra y al salir, él volvía a estar sentado en la sala.
“Susana, que haces?” me pregunté cuando dejé a mi hija en casa con mi marido y salí de nuevo hacia el centro médico excusando que había olvidado una cosa. “Habías olvidado que te sobe el viejo?” sí, era eso...
Entré en el centro con mi vestido gris casual hasta los tobillos y mi chaqueta vaquera y lo busqué con la mirada, seguía allí... me senté a su lado con mi respiración agitada, muy nerviosa, enmudecida...
- Iba a llamar a un taxi, pero igual tu puedes llevarme a casa...
No contesté, me levanté, saqué las llaves del coche de mi bolso y él sólo me siguió.
Ni un segundo giramos el cuello uno o otro para mirarnos hasta llegar a su portal. Aparqué y él dándome las gracias hizo amago de apearse pero antes me dijo una frase que cambió mis navidades...
- Muchas gracias señora maestra, recuerde que si quiere cualquier cosa, sólo tendrá que pedírmela.
Bajó del coche, lo rodeó por detrás y en la acera sacó sus llaves. Bajé la ventanilla y le dije
- Puedo acompañarle arriba si quiere.
Él se giró y con una sonrisa en su cara me dijo un solitario "vale". Bajé de mi coche y después de que abriera su portal entré detrás. Llamó al ascensor y entramos.
Uno al lado del otro, callados en el ascensor, yo con mi bolso abrazado en el pecho... perdí los papeles.
- Puede tocarme un poco si quiere.
Inmediatamente se acercó un poco más y bajó su mano a mi culo, sobándolo como en el auditorio, lo agarraba fuerte y lo soltaba para acariciarlo después y volver de nuevo a agarrarlo fuerte. Volver a sentir de nuevo ese magreo me puso a cien, estaba desatada... la falta de sexo en casa me iba llevar a lo más hondo.
El ascensor llegó al cuarto piso y abrió el portal de la derecha. Entramos.
Gracias por acompañarme señora maestra, es muy amable
Podemos charlar un poco más en el sofá si quiere
Me parece muy bien, pero puedes tutearme, creo que ahora ya sobra el usted - me dijo riéndose el muy canalla
Sentados en el sofá me invitó a tomar algo y accedí.
- Un vaso de agua para reponer fuerzas que enseguida me marcho.
Le cambió la cara a Benito, se veía ganador pero yo manejaba de momento mi cabeza lo más fría posible y no iba a pasar de un mero juego.
Me trajo el agua y charlamos sobre el colegio durante unos 10 minutos pero poco a poco me di cuenta del sabor que me estaba dejando el trago en mi garganta, el agua no estaba limpia...
Estaba que me subía por las paredes, mi calentón era enorme, el muy cabrón me había echado algo en la bebida. O me iba o tendría que apagar ese fuego como fuera, no era normal, era una sensación que no había tenido en mi vida ni en plena faena sexual.
- Apriétame el culo otra vez, Benito
No me lo podía creer, no era yo, era la mierda que me había tomado...
- Ponte de pié enfrente de mi y con gusto te lo sobaré señora maestra
Me levanté y puse mi culo enfrente de su cara ya que él continuaba sentado en el sofá. Con sus manos agarró mi vestido en los tobillos y lo fue subiendo poco a poco, mis labios estaban a punto de sangrar de lo que los mordía de deseo. Lo subió a mi cadera
- Sujétate el vestido maestra.
Obedecí.
Sus dos manos apretaban mis cachas, jugó con mi culo cómo y cuanto quiso. Estallé...
Me separé de él y saqué mi vestido por la cabeza, me puse frente a él con mi lencería púrpura de encaje.
- Si que estas buena - me dijo mientras palpaba su paquete por encima de la ropa.
Me agaché y gateé hacia él vestida solo con mi lencería fina. Me fui directa a su entrepierna y empecé a morder por encima del pantalón su polla que quería romper la tela. Era enorme, era mucho más grande que la de mi marido. La liberé de la ropa y ahí quedó erecta delante de mí, era sin duda la más grande que había visto en mi vida, que aunque no eran muchas, sí varias.
- Que grande, Benito - le dije mientras empezaba a pajearla suavemente con las dos manos.
De vez en cuando estiraba mi lengua y lamía la punta de su glande. El viejo estaba igual o más encendido que yo con la mierda de droga que me había administrado. Empecé poco a poco a metérmela en la boca e intentaba tragar todo lo que podía hasta que me agarró de la cabeza y empezó a marcarme el ritmo, tenía que respirar como podía por la nariz porque era realmente enorme y me costaba, cada vez que cogía aire mi saliva bajaba por mis mejillas, me estaba literalmente follando la boca.
- Trague polla señora maestra, es lo que vino a buscar y es lo que está consiguiendo
Me soltó la cabeza y continué tragando semejante mástil mientras empezó a dedicarme comentarios que no consentiría nunca pero que en mi estado de excitación máxima me estaban poniendo a mil.
- Mira que cerda la maestra comiendo polla de un abuelo como yo, que dirían en el colegio de usted...
Yo empecé a mirarle fijamente a los ojos mientras con mi boca saboreaba su polla.
No duró nada, se corrió con mucha fuerza en mi boca y en mi cara. Estaba muy caliente no podía dejarme así.
- Me vaciaste puta y ahora que hago...
Me levanté y me saqué las braguitas, me subí al sofá de pié y encajé mi coño en su barbilla. Así estábamos, él sentado en el sofá y yo de pié con mi coño en su cara. Empecé a gemir notando como con su lengua rebuscaba en lo más hondo.
Los gemidos no nos dejaron oír la puerta, ya que en un momento al girar mi cara vi a su hija en la puerta del salón mirándonos y grabando la escena con su teléfono. Yo la miré y ella me miró justo en el mismo momento en que Benito me agarró fuerte mi culo con sus manos empujando más y más mi depilado coño hacia su boca. No podía decir nada, solo quería correrme de una vez y eso hice justo cuando la hija de Benito se marchaba de un portazo...