Octubre (4)
Carolina es dominada por una mujer por primera vez.
OCTUBRE (4)
Los días se sucedían uno tras otro en una dulce tortura para Carolina, ella se sentía feliz viviendo así, sentía verdadera adoración por aquel chico, venerarlo era un placer para ella, cuidar de él , atender cada detalle de su dueño, servirle y complacerle en todo cuanto él necesitaba le hacía sentirse plena, su vida era de él, para él, por él; Y eso la reconfortaba, se sentía entregada y satisfecha en sus más bajos instintos, al fin segura y en paz con su naturaleza sumisa. Ya no necesitaba esconderse, no hacía falta disimular ni inventar excusas para endurecer el sexo, en un vano intento por acercar aquellos encuentros vainilla que solía tener al arte elegante y sutil de la dominación. Después de cada acto sexual, ya no había frustración ni vergüenza, con su Amo, sus deseos más oscuros se habían convertido por fin en algo tangible; Sentía su educación y su progreso como esclava como una anécdota más dentro de aquel proyecto delicado y hermoso que ambos habían decidido llevar a cabo. Lo observaba con la satisfacción del escultor que contempla orgulloso su obra, sabiendo que sólo sus manos pueden crear arte donde los demás no son capaces de ver más que una basta y fría roca.
Inmersa en aquella reflexión, Carolina pasó la tarde sin hacer caso al reloj, cuando quiso darse cuenta, el sonido de las llaves de su dueño abriendo la cerradura la avisaba de que ya era tarde y ella no estaba de rodillas para darle a su Amo el recibimiento que merece. Dejó lo que estaba haciendo y corrió a cuatro patas al encuentro con su Señor, esperaba encontrarlo con esa mirada que anticipaba el castigo, pero se sorprendió al descubrirlo con una sonrisa en los labios.
-Vaya, vaya mi perrita ¿Qué andarías haciendo para descuidar el recibimiento de tu Amo?
El Amo le acarició el pelo suavemente mientras Carolina lo descalzaba y besaba sus pies con devoción. El Amo pasó al salón y se acomodó mientras su sierva continuaba lamiendo sus pies.
-¿Sabes perrita? Hoy hace una semana desde que llegaste aquí, una semana desde que te presentaste en mi puerta con esa maleta que ni siquiera has necesitado abrir, dispuesta a convertirte en la mejor esclava que tu dueño pueda tener. Habrá que celebrar nuestro pequeño aniversario ¿No? Te he comprado un vestido, date una ducha y póntelo para mí, hoy cenaremos fuera.
Carolina se sintió emocionada, saldría a cenar con su dueño para celebrar lo bien que marchaba todo entre ellos, se duchó sin poder dejar de sonreír. Se maquilló y se rizó el pelo como tanto gustaba a su Señor. Sacó el vestido de la bolsa y se lo puso, era un precioso vestido de raso rojo, con unos finos tirantes y un gran escote, caía sobre su cuerpo acariciando sus curvas hasta la rodilla. No se puso ropa interior, sabía que su Amo no la permitiría. Se subió en los preciosos zapatos rojos de tacón a juego con el vestido que su dueño le había comprado y salió al salón. Sonrió al ver la cara de su Amo al contemplarla, estaba realmente preciosa en aquel vestido, con sus oscuros rizos cayendo por sus hombros y aquellos ojos negros brillando de felicidad.
Condujeron hasta otra ciudad, Carolina estaba emocionada imaginando un lujoso restaurante y una botella de buen vino. Aparcaron el coche y el Amo se dirigió a un bloque de pisos, Carolina lo miró confundida mientras él llamaba a uno de ellos, rodeó la cintura de su sumisa y le susurró al oído: -Déjate llevar-. Ella estaba nerviosa y no sabía que pensar. Siguió a su dueño hasta un apartamento en el que una hermosa mujer les abrió la puerta. Carolina nunca había estado con una mujer, su dueño sabía de sobra que ella deseaba probarlo, habían hablado sobre ello en multitud de ocasiones, pero no se esperaba que fuese a ser de ese modo. La mujer aparentaba ser unos años mayor que Carolina, se la veía segura y elegante enfundada en un estrecho vestido negro que realzaba su esplendida figura, tenía el cabello rojizo y la piel blanca como la porcelana, Carolina sintió que se excitaba ante la idea de acostarse con aquella mujer.
Pasaron al salón, sobre la mesa sólo había dos cubiertos preparados para la cena. En un rincón de la sala había un hombre a cuatro patas en el suelo, estaba completamente desnudo a excepción de un collar negro muy similar al que Carolina llevaba siempre en casa. Aquel hombre se comportaba como un auténtico perro, sus movimientos, su forma de olisquear alrededor, de gruñir y lamer, todo era excesivamente animal. Se acercó a Carolina y comenzó a olerla desde los pies hasta la cintura. Si antes la figura y la elegancia de aquella mujer la habían excitado, la forma de comportarse de aquel hombre le parecía desagradable y repugnante, pero claro está, ella no era nadie para juzgar.
- A tu rincón perro! Perdona a mi mascota, a veces no sabe comportarse ante las visitas. Me llamo Diana, Ama Diana para ti. Tu dueño me ha hablado mucho de tus progresos, estaba deseando conocerte.
Quizá agacharse y besar los pies de aquella Ama hubiera sido lo más acertado y respetuoso con el protocolo, pero Diana era Ama experta y no quiso forzar a la sumisa hasta no verla cómoda y tranquila, así que le tendió la mano y Carolina la besó, sintiendo la suavidad de sus dedos y el delicado perfume que comenzaba a excitarla.
Diana acarició el rostro de Carolina apartando suavemente sus rizos, se acercó más a ella y la besó en los labios, la sumisa comenzaba a relajarse, respondió al beso lamiendo la lengua de Diana y sintió como se humedecía su sexo, en ese momento supo que quería dejarse llevar. El Ama acarició sus hombros y retiró los tirantes, dejando que el vestido se deslizase hasta los pies de la sumisa dejándola completamente desnuda. Diana guió a la sumisa hasta la mesa y la tumbó sobre ella dejando sus rodillas en el borde.
-Ahora pórtate bien y no te muevas, nos serás muy útil durante la cena putita. Pero primero tengo que prepararte para ello.
El Amo se sentó a la mesa contemplando cómo Ama Diana sacaba un paño mojado y lo pasaba por el vientre y el sexo de su sierva, su polla parecía a punto de estallar dentro de su pantalón viendo aquella escena. Carolina se excitaba cada vez más, casi no podía creer que se encontrase en esa situación, se sentía avergonzada pero su cada vez más mojado sexo delataba lo mucho que estaba disfrutando las caricias de Ama Diana.
Diana cogió una pequeña manzana y la puso sobre la boca de la sumisa. Abre bien la boca perrita, muerde esto y procura no hablar ni moverte durante la cena.- Carolina abrió la boca y mordió la manzana sintiendo el sabor ácido bajando hasta su garganta, Diana colocó una pequeña bandeja entre los pechos de la sumisa y encendió una vela sobre ella. Se retiró a la cocina y volvió con una bandeja en la que había dos bistecs recién asados cortados en trozos, con unas pinzas, colocó los pedacitos de carne sobre el vientre de Carolina, que sentía como le quemaban. Después trajo una pequeña salsera que acomodó sobre el sexo de la sumisa.
A Carolina la superaban las sensaciones, su vientre y su sexo le ardían por el calor de la comida, se sentía humillada sirviendo de plato para su Amo y la que durante aquella noche también era su Ama, sentía los fríos cubiertos rozando su piel, se sentía sucia y excitada. La vela se derretía sobre sus pechos dejando que la cera resbalase por su cuerpo como una ardiente lengua de seda. Ella no podía moverse mientras ellos reían y charlaban, comían sobre ella los trozos de carne y jugaban a mover la salsera sobre su clítoris para excitarla aún más, aquella no era la cena que Carolina había imaginado.
Cuando ya no quisieron comer más, Diana comenzó a jugar con los pezones de Carolina entre las púas de su tenedor, describiendo surcos y círculos sobre la piel de la sumisa. En esta casa no se tira nada ¿Sabes putita? Sería un verdadero desperdicio desaprovechar toda esta comida cuando mi pobre perrito aún no ha comido.- El Ama cogió la salsera y vertió lo que quedaba sobre Carolina, que sintió como le quemaba metiéndose en cada rincón de su cuerpo. Ven aquí perrito, ven a por tu cena.
El perro de Diana corrió a 4 patas hasta la mesa, se incorporó apoyando las manos sobre Carolina y comenzó a lamerla. Su Ama miraba la escena divertida y agarró una de las piernas de la sumisa abriéndola, a lo que el Amo respondió abriéndole la otra. El perro comenzó a comer sobre ella, lamía de una forma animal, como un verdadero perro devorando ansioso la comida. Carolina se sentía asqueada ante la forma en la que aquel hombre estaba comiendo sobre ella, la forma en que los dominantes la habían dejado expuesta ante el perro la humillaba. El sumiso siguió lamiendo hasta llegar a su sexo, hundió la cabeza en él y chupó toda la salsa empujando su cabeza contra la sumisa cada vez con más violencia. Carolina empezó a responder sin quererlo a esos animales lametazos, su sexo se mojó más, el perrito chupaba su clítoris ansioso, de forma salvaje, empujando más y más cada vez.
Los dominantes se estaban divirtiendo, sujetando a la sumisa abierta, expuesta a la insaciable lengua de aquel sumiso animal. Mirando excitados los esfuerzos que Carolina hacía para no moverse mientras la lengua del perrito la llevaba al éxtasis, la vela moviéndose al compás de la agitada respiración de Carolina, derramándose sobre sus pechos en pequeñas gotas que la quemaban y la excitaban.
-Adelante mi puta, tienes permiso para correrte.-
El perro reaccionó ante estas palabras entregándose al máximo en su tarea, moviendo rápido su lengua sobre el clítoris de Carolina que se retorcía de placer bajo las manos de sus dominantes. La sumisa ya no podía aguantar más, se abandonó al placer de aquella lengua y mordió con fuerza la manzana para ahogar en ella los gemidos del orgasmo que explotó en su sexo, recorriendo después cada centímetro de su cuerpo, erizando su piel, tensando su espalda y sus dedos, agitando su pecho y relajando después cada músculo haciendo que sintiese todo el peso de su cuerpo sobre aquella mesa.
-¿Fue bueno putita? Porque yo creo que mi perrito se ha merecido un premio ¿No crees?- Le susurró Ama Diana mientras retiraba la bandejita de la vela y guiaba los movimientos de Carolina para que ésta se diese la vuelta sobre la mesa. El Amo comprendió rápidamente lo que quería y la ayudó colocando a su sumisa boca abajo apoyada sobre la mesa y con los pies en el suelo. Carolina seguía mordiendo la manzana sin poder hablar, miraba a su Amo con los ojos muy abiertos cuando notó de repente cómo el perrito de Diana la montaba como lo haría un animal en celo.
El sumiso se colocó sobre Carolina ansioso por relajar la erección que llevaba soportando ya un buen rato. La penetró fácilmente gracias, en buena parte, al trabajo con la lengua que acababa de realizar. Carolina estaba completamente sonrojada por la vergüenza, sentía las manos del sumiso como dos garras fuertemente aferradas a sus hombros, el calor de su agitado aliento junto a su oído. El sumiso jadeaba con la lengua fuera, vertiendo sobre la espalda de Carolina gotas de saliva que ella sentía calientes resbalando por su cuerpo.
Los dominantes apenas acertaban a emitir ningún sonido, sencillamente se limitaron a contemplar la escena bebiendo vino de sus copas, visiblemente excitados por el comportamiento primitivo y animal de sus mascotas. El ritmo del sumiso se aceleró, sus jadeos se volvieron más salvajes, la respiración de Carolina no era menos, estaba siendo penetrada por el coñito, su Amo no solía hacérselo de ese modo y ella lo echaba de menos. Las embestidas del sumiso de Diana le gustaban, sentía que pronto llegaría su segundo orgasmo. El ritmo del sumiso aumentó aun más y pronto los jadeos de ambos se convirtieron en gemidos de placer. Los dos se derrumbaron sobre la mesa exhaustos, sudorosos, intentando recuperar el aliento.
- Suficiente diversión por hoy perrito- Dijo Ama Diana apartando a su sumiso del cuerpo de Carolina.- Deja que me divierta yo ahora. Bien putita, ahora te toca a ti hacernos gozar.-
Diana colocó un collar con correa al cuello de Carolina y le ordenó seguirlos a ella y a su Amo hasta el dormitorio, le ordenó ponerse a cuatro patas y se colocó delante de ella.
- Besa los pies de una Diosa putita, recuerda que tú eres sólo un animal y estás muy por debajo de una verdadera hembra.-
Carolina obedeció besando los zapatos de Diana y lamiéndolos después, su cuerpo aún temblaba por los orgasmos que acababa de tener. Le gustaba lamer aquellos zapatos tan femeninos. Diana se apartó de ella y la rodeó hasta colocarse detrás de la sumisa.
-No vas a ser más que un objeto durante toda la noche, he sido muy buena contigo hasta ahora, pero es momento de tratarte como lo que eres, una esclava cuyo único uso es el de servir.- Dicho esto, Diana apoyó su pie contra el culito de Carolina frotando con la suela toda su rajita, colocó el finísimo tacón de aguja sobre su agujerito y lo deslizó dentro suavemente. El tacón entró por completo sin complicación, Diana lo sacó de su pie y lo dejó así, se sacó el otro zapato y lo enganchó con el que estaba penetrando el culito de Carolina. Mira que buen zapatero me he buscado zorrita, vas a tener cuidado con mis zapatos hasta que terminemos, procura no caerlos puta, o descubrirás lo sádica que puedo llegar a ser.
El Amo estaba muy excitado, ver a una hembra así dominando a su sumisa lo volvía loco, se levantó y agarró la correa, tiró de ella hasta poner a Carolina de rodillas y se puso de frente a ella.
- Empieza a chupar puta, si voy a follarme a esta hembra tendré que tenerla bien limpia ¿No? Pues asegúrate de que tu sucia lengua me prepara bien la polla para el coñito de esta Diosa.
Carolina abrió la boca y lamió la polla de su Señor, se sentía humillada y triste, ella amaba a su dueño y no quería mirar mientras él se follaba a otra chica del modo en el que nunca la follaba a ella. El Amo se retiró pronto de su boca, se fue hasta Diana y la besó, le quitó el vestido dejando a descubierto la fina y blanca piel, los pechos pequeños pero turgentes del Ama y el rosado coñito perfectamente rasurado. La puso delante de Carolina y le acarició el clítoris con los dedos.
-Prepárame a esta hembra, zorra. Déjala bien mojadita para que me la folle.
Diana sonreía abriendo las piernas delante de la sumisa. Carolina siempre había querido probar a una mujer, pero nunca se había atrevido a hacerlo, no sabía si le gustaría lamer el sexo de una chica y menos aún en aquellas circunstancias. Indecisa, acercó su cara al coñito del Ama, pudo oler una mezcla entre un perfume de flores y el jugo que brillaba entre los rosados labios, sacó la lengua y los probó despacio, le excitaba el sabor, lamió mas profundo separando con su lengua los labios que notaba ardientes sobre los suyos, siguió lamiendo más y más escuchando de fondo los gemidos del Ama y el sonido de la mano de su Amo frotándose el miembro sin poder contener la excitación.
- Ya basta zorra, si te portas bien, tendrás ocasión de repetir cuando terminemos, ahora quédate de rodillas y mira cómo follan las personas. Porque ya has demostrado que sabes muy bien como follan los animales.
Los dos dominantes se tumbaron sobre la cama sin poder aguantar más, lo que habían presenciado hasta ese momento los había dejado bien calientes y necesitaban liberar toda esa excitación. Carolina miró la escena con un sentimiento que cabalgaba entre los celos y la excitación a partes iguales. Ella deseaba que su dueño la follase por el coñito tal y como se lo estaba haciendo a Diana, eso la ponía celosa, pero también tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no saltar sobre la cama y unirse a los dominantes, estaba muy excitada.
El Amo follaba con la lujuria contenida durante toda la noche, agarraba a Diana colocándola a su antojo, casi olvidaba que no era una sumisa lo que se estaba follando. Diana gemía presa del placer que el Amo le estaba proporcionando, se movían a un ritmo frenético, jadeando y besándose sin parar. No tardaron mucho en llegar al éxtasis, primero ella, él inmediatamente después, tensaron sus cuerpos y dejaron escapar gemidos de placer que provocaron en Carolina una tremenda envidia. Se relajaron y se separaron.
El Amo se levantó y se puso delante de su sumisa. Abre la boca puta.- Metió su miembro aún con el sabor de Diana en la boca de Carolina y sólo dijo una palabra:-Limpia.- Carolina lamió los restos de semen y jugos de la polla de su dueño, lo hizo con dedicación, eso le gustaba. Su Amo salió de su boca, cogió los hermosos rizos que Carolina había peinado pensando en una cena romántica y secó su polla en ellos, humillando aún más si cabe a su sumisa.
-Te has portado muy bien putita, tienes premio, puedes lamer mi semen del coñito de esta preciosa hembra.
En el fondo Carolina lo estaba deseando, se acercó a cuatro patas hasta Diana y hundió su cara entre los muslos del Ama, lamiendo ansiosa la preciada leche de su dueño, metiendo la lengua para sacarlo, saborearlo, lamiendo con toda su lengua los labios de Diana, que comenzaba a retorcerse de placer de nuevo, la sumisa se excitó aún más ante la respuesta de Diana y se esmeró en limpiar bien su coñito, el Ama no tardó en reaccionar y tuvo un segundo orgasmo que se derramó caliente en la boca de la perrita, mientras ésta lamía sin parar saboreando el jugo que tanto la estaba excitando.
-Ya basta perrita. Dijo Diana mientras apartaba la cabeza de la sumisa, se levantó y sacó sus zapatos del culo de Carolina, tiró de su correa hasta ponerla de pie y la besó en los labios.- Tu dueño tenía razón, te ha educado muy bien, ha sido un placer que me encantará volver a tener, si tu dueño así lo permite, por supuesto.
Carolina y su Amo se vistieron y abandonaron el piso, el Amo rodeaba a su sumisa por la cintura y en su cara se reflejaba una sonrisa llena de orgullo.
- Has estado muy bien mi sumi, mañana iremos a cenar de verdad, te lo has ganado.
Carolina sonreía, adoraba hacer feliz a su dueño y sentir que él estaba orgulloso de ella, realmente comenzaba a ser una servicial esclava a los pies de su Señor.