Ocho años y un despues iv

Isa hace todo lo posible por reconquistar a la mujer que ama,y carla se siente la mujer mas feliz por volver con su amor

OCHO AÑOS... Y UN DESPUÉS

Cartablanca

-Hola doña profesional ¿dónde te metes?

-¿Qué quieres Isa?

-Oye, que solo te llamo para preguntar cómo estás.

-¿Son las 9 de la mañana y tú me llamas para preguntarme cómo estoy? Vale está bien: ¿quién eres tú y que has hecho con Isa?

-Muy graciosa Raquel. Quiero saber cómo van todos esos papeles de mi casa. Tengo prisa por mudarme, no sabes la que me ha montado Carla esta mañana.

-Ya sabía yo que había algo detrás de ese "¿cómo estas?" Con respecto a lo de tu casa te diré que iba a llamarte en una hora para firmar los papeles y que te entreguen la llave.

-¿Ya nos podemos mudar?

-Sí, en cuanto firmes los papeles yo haga el pago de tu nueva casa y ellos te entregan la llave.

-Eso quiere decir que esta noche podremos dormir en nuestro nuevo ático.

-Si pones una cama supongo que sí.

-¡Augch! ¡Mierda! Es verdad, que no está amueblado. ¿Conoces a algún buen decorador?

-Conozco a varios pero no te voy a decir ninguno.

-¿Y eso por qué?

-Porque antes de amueblar la casa tendrás que consultarlo con la otra persona que vivirá allí, supongo.

-Tienes razón y cuando tienes razón, tienes razón y punto. Menos mal que me lo has dicho porque no quiero ni pensar en lo que me haría Carla si amueblo la casa sin consultárselo. ¿Podemos ir ya a firmar los papeles esos?

-¿Tienes prisa?

-Sí, un poco, he quedado con Carla para almorzar y me gustaría preparar algo en el ático si me dan la llave.

-De acuerdo. Paso a recogerte en veinte minutos. Espérame abajo OK.

-De acuerdo, abajo te espero. Chao.

-Hasta ahora. Chao.


-Gloria, ¿has hablado ya con el estudio de fotografía?

-Sí -contestó Gloria entrando en su despacho- la cita es para mañana a las once, ahora solo queda que consigas que esa novia tuya esté aquí a la hora.

-Tranquila, lo estará por el bien de su propia integridad física.

-Si no lo consigues tú que te despiertas con ella ¡a ver quién lo va a conseguir! -le dijo Gloria con una mueca de burla mientras salía del despacho.


-Bueno, doña propietaria, ya tienes tu ático, Carla se pondrá loca de contenta.

-Eso espero, aunque con la charla que me soltó ayer sobre las cosas que hay que mirar, comprobar, recomprobar y requeterrecomprobar antes de comprar una casa la verdad es que ya no lo sé.

-Oye, tengo que irme. Tengo una reunión con la federación. Quieren que des una rueda de prensa para hablar sobre tu retirada y aún no hemos concretado nada, además antes tengo que pasar por el banco para lo de la casa y también hay unas cosas tuyas que quiero solucionar, te llamaré cuando sepa algo de la rueda de prensa OK.

-Vale, y gracias de verdad, Raquel. Mi vida sería un completo desastre si no te tuviera, sé que no te lo digo muy a menudo pero realmente aprecio muchísimo tu trabajo, y sé que no soy nada fácil de llevar y que te doy muchos quebraderos de cabeza y todo eso pero, para mí eres imprescindible.

-Gracias -le dijo dándole un abrazo- Isa, adoro a esa mujer de la que estás locamente enamorada, ¡está consiguiendo el milagro de civilizarte, por el amor de dios! Deberíamos hacerle un monumento por conseguir lo imposible, y también te quiero a pesar de que eres insoportable. Por cierto, ¿adónde vas ahora?

-Pues primero a comprar una mesa y un par de sillas de plástico, después a encargar comida en un restaurante, después a comprar flores y después a mi nuevo ático para preparar un sencillo almuerzo para mi amor.

-OK, buena suerte.

-Igualmente, no les metas mucha caña, adiós.

-Adiós.


-Hola buenos días, quiero ver camas.

-Disculpe, ¿cómo ha dicho?

-Que quiero ver camas.

-Aja, bien, si me dice. Por favor, el tamaño y modelo de las mismas podría aconsejarla.

-Pues de modelo no tengo ni idea supongo que si las veo podré decirle si me gusta o no y de tamaño, bueno solo tiene que mirarme -abriendo los brazos en cruz.

-Muy bien, si me acompaña por favor.

-Claro, usted primero y yo le sigo.

-Bueno, pues estos son los últimos modelos que nos han llegado.

-Vale, quiero esa de ahí -señalando un colchón que estaba sobre una plataforma de metal.

-Bueno, verá señorita, eso solo es el colchón.

-¿Y dónde esta el resto?

-No hay resto -dijo el vendedor sonriendo.

-Bueno pues me lo quedo igualmente.

-Pensaba que usted quería ver camas.

-Camas, un colchón, que más da. Total solo lo quiero para esta noche.

-Vera señorita, ese colchón es uno de los últimos modelos que nos han llegado.

-¿Y...? -preguntó Isa con una mirada en la que dejaba muy claro que la situación ya no le estaba gustando nada de nada.

-Pues bueno, que es un colchón muy caro y si usted solo lo quiere para esta noche, igual le interesaría algo más asequible.

-Ése es lo suficientemente asequible para mi, envuélvamelo que me lo llevo.

-¡Pero si aún no sabe el precio!

-¿Acaso se lo he preguntado yo -le contestó sin disimular que estaba de muy mal humor.

-No... No... señorita.

-Bien, pues lo dicho, me lo llevo ¿Dónde tengo que pagar?

-Si me acompaña, por favor.

Ya en la caja donde Isa sacó la tarjeta de crédito y pagó el colchón, el vendedor con el miedo que se reflejaba en sus ojos le preguntó:

-¿Quie... Quiere que se lo lleven a casa?

-Mira, eso estaría bien -le contestó Isa con una media sonrisa falsa-. Pero tienen que llevármelo antes de las cuatro -mirando con cara de pocos amigos al vendedor y haciendo que este desapareciera.

-De acuerdo -le contestó la chica que le había cobrado-, ¿la dirección de la entrega, por favor?

-Castellana sesenta y ocho, piso ocho, planta ático. ¿Podrían llevármelo antes de las cuatro de esta tarde?

-Por supuesto, señorita -le dijo la chica-. Su vivienda está aquí al lado, en una media hora lo tendrá allí. También tenemos ropa de cama. -La última frase de la chica hizo girar en redondo a Isa.

-¿Qué ha dicho?

-Que también tenemos ropa de cama.

-Discúlpeme, pero no la entiendo.

-Ropa de cama: sábanas, colchas, edredones, fundas para nórdicos y almohadas, etc.

-¿Pero todo eso no viene incluido ya en la cama?

-¡Oh no señorita!, la ropa de cama se compra aparte.

-¡Ahm!, vale, genial. ¿Puedo hacerle una pregunta?

-Sí claro señorita, estamos para ayudar al cliente.

-Bien, ¿usted que haría si esta noche le hubiera preparado una velada romántica a una pequeña rubia con muy mal genio cuando se enfada, en un ático enorme y que acaba de comprar, ¿le pondría ropa de esa al colchón?

-Bueno, pues yo sí que lo haría, sobre todo si la pequeña rubia tiene tan mal genio como usted dice.

-Sí, creo que tiene razón, está bien, déme un juego completo de ropa de cama por favor -dijo Isa con cansancio.

-Sígame, por favor.

Isa siguió obedientemente a la chica hasta un mostrador donde se quedó esperando hasta que la mujer comenzó a hablar.

-¿Qué tela prefiere?

-¿Qué?

-¿Qué tela prefiere para la ropa de cama?

-La mejor que tenga, ésa me irá bien -le dijo Isa con sarcasmo.

-¿Y el modelo?

-¿Qué?

-¿Qué modelo prefiere para el juego de sábanas? Los tenemos con bordados y sin ellos, con ribetes de colores y sin ellos y también modelos lisos.

-Que no tengan nada, ni bordados ni ribetes ni flores, ni nada de nada.

-¿Lisos?

-¿Qué?

-He dicho si lo quiere liso.

-¡Ah! Sí, sí lisos.

-¿Qué color prefiere?

-¿Qué?

-¿De qué color prefiere el juego de sábanas? Los tenemos de varios colores, blancas, naranjas, rojas, amarillas, verdes y también en colores estampados y de rayas.

-Las quiero blancas.

-¿Totalmente blancas?

-Sí, totalmente blancas -le respondió Isa con una sonrisa forzada. Se sentía al borde de una combustión espontánea y pensó para sí misma que si aquello no terminaba pronto iban a empezar a rodar cabezas por los pasillos de aquella tienda.

-¿Qué medidas?

-¿Qué?

-¿Qué medidas de las sábanas?

-¿Medidas?

-Sí, el tamaño de la cama en la que va a poner las sábanas.

-Señora o señorita o lo que sea -levantó un poco el tono de voz, y los ojos estaban a punto de salir de sus orbitas-, usted me acaba de vender la puñetera cama donde van a ser puestas esas sábanas, ¿y me pregunta la medida?, ¿pero qué le pasa?, ¿es que no me ve o qué?

-Lo siento, es verdad. Discúlpeme, por favor. La cama que ha comprado -mirando los papeles que tenía delante- mide uno noventa de ancho y dos de largo, así que las sábanas son éstas. -Las sacó de una de las estanterías y se las ofreció a Isa.- Muy bien aquí lo tiene.

-Vale, gracias.

-¿No necesita un edredón?

-¿Qué? -preguntó Isa girándose de nuevo y con cara de "te voy a morder la yugular, bruja".- ¿Un edredón?

-¿O solo piensa dormir con sábanas?

-Mire, dígame exactamente que más necesito para amueblar esa maldita cama -le dijo suspirando profundamente.

-Pues necesita un edredón o un nórdico y un par de almohadas.

Isa Intentaba calmar la ira que en ese momento insistía en salir por todos los poros de su piel.

-Muy bien, pues déme un nórdico de color blanco sin ribetes ni bordados ni nada de nada, solo blanco y también un par de almohadas igualmente blancas e igualmente sin ningún tipo de adorno, gracias.

-Perfecto aquí lo tiene todo, también le he puesto la funda para el nórdico. Es blanca no se preocupe -le dijo la chica mientras le pasaba por encima del mostrador tres grandes bolsas-. Si quiere, le pueden llevar todo esto junto con el colchón a su casa.

-Eso no estaría mal -le contestó Isa mientras de nuevo sacaba la tarjeta para pagar el resto de las compras.

-Muy bien señorita. En cuarenta minutos tendrá todas sus compras en su casa. Muchas gracias y esperamos volver a verla pronto por aquí.

-Ni en tus mejore sueños, maldita bruja "comecocos" -dijo Isa en voz baja mientras salía de la tienda.


-Hola cariño, ¿dónde estás?

-En mi hotel de donde no pienso volver a salir en esta vida -contestó Isa con voz triste.

-¿Qué te pasa cielo? -le preguntó Carla.

-He estado en una tienda.

-¿Y qué has comprado?

-Ya lo verás tú misma.

-¿Vienes a buscarme al trabajo?

-No quiero salir del hotel.

-¿Por qué?

-Porque odio a las dependientas.

Carla soltó una fuerte carcajada.

-¿Qué te ha pasado?

-Quería prepararte una velada especial, pero esa dependienta me ha dejado completamente destrozada y ahora ya no tengo ganas de nada que no sea quedarme aquí tumbada y escondida.

-Pensaba que íbamos a almorzar juntas cuando yo terminara.

-Ya, y de verdad que he intentado hacer lo de la velada especial, pero ha habido un pequeño problema.

-¿Qué problema?

-El colchón no cabe por la puerta.

-¿Qué? Isa de que me estás hablando.

-No entiendo como es posible que hoy en día hagan las puertas tan pequeñas.

-Isa no se de que diablos me estas hablando pero salgo en veinte minutos y voy para tu hotel ¿vale? No te muevas de ahí por favor. Te quiero, chao.

-Yo también te quiero, chao.

-Gloria, por favor, entrega esto en el estudio de fotografía por mí, tengo que irme.

-¿Adónde vas con tanta prisa? -le preguntó Gloria mientras Carla le daba un gran sobre con las instrucciones de lo que querían para la sesión de fotos de la campaña Boomerang.

-Tengo prisa porque me da la impresión de que mi querida novia se ha metido en algún problema de colchones.

-¿De colchones?

-Sí, eso me ha dicho por teléfono, que el colchón no cabe por la puerta.

-¿Qué colchón?

-Ojalá lo supiera Gloria, ojalá yo lo supiera... pero viniendo de Isa me espero cualquier cosa.

-La verdad es que yo también, así que mejor te vas y te enteras.

-Hasta mañana Gloria.

-Hasta mañana Carla y cuidado con tu novia y los colchones -le dijo riéndose mientras caminaba por el pasillo hacia el estudio fotográfico.


-Cariño, ¿me abres la puerta por favor?

Isa se levantó del sofá en el que estaba tumbada viendo la televisión y fue directa a abrir la puerta. Sin darle a Carla tiempo para saber lo que pasaba, tiró de ella por una mano y la metió dentro de la habitación. Agarrándola en brazos y llevándola directamente a la cama, comenzó a quitarle prendas de ropa mientras Carla intentaba por todos los medios entre beso y beso hablar con ella.

Cuando al fin Isa la dejó respirar, Carla le preguntó:

-Cariño, gracias por el recibimiento pero ¿por qué no quieres salir de la habitación?

-Ya te lo he dicho, odio a las dependientas -le contestó mientras forcejeaba con la cremallera del pantalón pinza de Carla.

-Cielo, ¿podrías, por favor, dejar de intentar desnudarme y contarme de una vez que es toda esa historia de tu odio a las dependientas y del colchón que no cabe por la puerta?

-Después.

-¿Después?

-Sí, después.

-¿Después de qué?

-Carla, ¿por favor, te importaría ayudarme un poco en esto?

-Isa déjalo ya, y dime qué narices ha pasado -dijo Carla quitándose a Isa de encima como pudo y sentándose al borde de la cama.

-¡Vuelve aquí!

-¡No hasta que me digas lo que te ha pasado hoy!

-Está bien -contestó Isa dando un gruñido-, he preparado algo especial en nuestro ático. He comprado unas sillas de plástico, una mesa de plástico, unas velas, flores. He comprado comida en un restaurante y lo he llevado a casa. Cuando terminé de preparar todo pensé que sería buena idea que pudiéramos pasar nuestra primera noche en nuestra casa, así que he ido a una tienda de ésas donde venden camas, que por cierto está al lado de nuestra casa; y a la que no pienso volver en mi vida. Y he comprado una cama o mejor dicho, un colchón porque no tiene estructura. Yo pensaba que sí, pero no. Y aquella chica, la dependienta, quiso volverme loca. Primero que si las sábanas y que si las quería con ribetes, bordados y no sé cuantos colores, después que si el nórdico, después que si las almohadas... ¡Aquella chica es una sádica! No vayas nunca a esa tienda cielo, te lo recomiendo. Después me fui a comprar un regalo para ti y cuando llegué al ático me encontré todas las bolsas y el colchón en la puerta de casa. Por lo visto esos tipos de la tienda lo llevaron y lo dejaron allí. Metí todas las bolsas en casa pero cuando fui a meter el colchón no cabía y yo intente meterlo; pero una señora salió y me dijo que estaba molestando porque estaba haciendo mucho ruido, y la señora se enfadó y me echó una bronca. Así que al final me fui de allí y el colchón quedó justo donde estaba, apoyado contra la puerta de casa.

Carla, que no podía resistir la risa al imaginarse a Isa en tal situación le preguntó:

-¿Hiciste todo eso?

  • Sí, lo hice.

-¿Pero por qué?

-Porque quería sorprenderte para que me quieras mucho, mucho.

-Cariño -le contestó acercándose a Isa-, ya te quiero mucho sin necesidad de que hagas estas cosas.

-Ya, bueno, pero yo quiero hacer estas cosas. Quiero hacer todo lo que no hice en su momento para hacerte feliz. La vida no suele dar segundas oportunidades, Carla, y estoy realmente agradecida de que a mí me la diera contigo. No pienso equivocarme esta vez.

Carla besó lentamente a Isa, hasta que ésta la tumbó de nuevo en la cama y comenzaron a desnudarse mutuamente para, finalmente, ceder a ese deseo que a ambas les quemaba por dentro y que solo el cuerpo de la otra podía apagar.


-Isa, pásame el teléfono, cielo.

-Déjalo, que llamen mas tarde.

-Cariño, pásamelo por favor puede ser importante.

-Está bien, ya voy.

-Hola Elsa, ¿Cómo estas?

-Hola Carlita, estoy bien gracias ¿y vosotras?

-Bien, con un problema de colchón gigante que no caben por la puerta...

-¿Qué?

-Nada, Isa y sus locuras de siempre.

-¡Ahm! Oye, ¿podrías pasarte por casa mañana para recoger todas tus cosas? Es que Claudia se está instalando y necesitamos tu habitación para que ella pueda poner su sala de trabajo.

-¡Oye! ¿Me estás echando de casa?

-Algo así.

-¡Genial!, gracias amiga.

-¡Jajaja!, no me las des a mí sino a tu querida novia.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Pues que la vi esta mañana y me dijo que ya teníais casa y que entre hoy y mañana os mudabais.

-¡¿Qué?! -contestó Carla dándole un golpe a Isa en el estómago.

-¡Eeehhh! ¿Qué pasa? ¿Por qué me das golpes?

-Sí, me dijo que ya habían comprado la casa, es más me dijo que compraron el ático que está cerca de tu oficina, ese que tanto te gustaba, bueno y a mi también ¿es verdad?

-Sí es verdad, aunque no lo compramos, ella lo compró sin decirme nada.

-Ya, entiendo. Bueno deberías estar contenta. Ella, por lo que parece, no tiene intenciones de marcharse a ninguna parte y se está esforzando por hacerlo bien esta vez, así que felicidades.

-Gracias Elsa, si parece que las cosas por fin vuelven a ir por el camino correcto.

-Me alegro mucho por ti Carla, bueno la verdad es que me alegro por la dos ¡jejeje!, pero por favor ¿podrías venir a sacar todas tus cosas de tu habitación?, porque tenemos la casa patas arriba con todas las cosas de Claudia desparramadas por todas partes.

-Mañana en cuanto salga de trabajar vamos con unas cajas -le contestó sonriendo-, y comenzaremos a vaciar la habitación, creo que no nos llevará demasiado tiempo.

-Ok, chao.

-Chao Elsa.

Colgando el teléfono se giró hacia donde estaba Isa y dándole otro golpe en el brazo le dijo:

-¿Se puede saber por qué motivo le dijiste a Elsa que nos mudábamos hoy?

-No le dije que nos mudábamos hoy, le dije que nos mudábamos entre hoy y mañana -contestó girándose en la cama para poder mirarla a los ojos.

-Y dime, ¿cómo diablos piensas que podemos mudarnos entre hoy y mañana, si la casa no está amueblada?

-Tenemos una mesa y sillas de plástico y un colchón, aunque no quepa por la puerta.

-¿Y tenemos cocina?, ¿lavadora?, ¿armarios?, ¿cacerolas para cocinar? etc., etc., etc.

-¿Sabes? Ese tonito tuyo ya me está empezando a fastidiar.

-No cariño, no te molesta mi tonito, lo que te molesta es que sabes que tengo razón y que no puedes negármela.

-Bueno, vale, está bien, tú ganas. Tenemos que contratar un decorador, ya.

-¿Un decorador? ¿Te has vuelto loca?

-¿Por qué? Acabas de decir que la casa no está amueblada y creo que para eso necesitamos a un decorador.

-No, no lo necesitamos.

-¿Ah, no?

-No, porque la casa la vamos a amueblar nosotras mismas. Iremos a comprar los muebles que nos gusten, elegiremos el modelo de la cocina que nos guste y todo lo de la casa.

Isa se levantó de golpe de la cama.

-¿Y por qué diablos vamos a hacer eso?

-Porque un decorador sale muy caro.

-¿Y?

-Isa, no vamos a contratar un decorador. Además me apetece que decoremos nuestra casa nosotras mismas.

-No pienso volver a entrar a ninguna tienda.

Carla se levantó de la cama empezando a perder la paciencia:

-Isa, no todas las dependientas son como la de la colchonería, cariño.

-Me da igual, no pienso ir.

-Está bien ¿y qué quieres hacer entonces?

-Te lo acabo de decir, quiero que contratemos a un decorador. Nosotras le diremos lo que queremos y él simplemente lo hará, es más fácil y rápido.

-Y también más caro, pero en fin tú misma. ¿Qué te parece si vamos al ático y metemos ese colchón en casa?

-¡Pero si no cabe!

-Cielo, si lo intentamos entre las dos seguro que sí entra, vamos no seas gruñona.

-Está bien, como tú quieras, pero te lo aviso, ese colchón no cabe por la puerta de casa, deberíamos denunciar al constructor por hacer las puertas tan pequeñas -le dijo mientras se comenzaban a vestir para salir.

-¡Hey! Hola.

-Hola Elsa ¿Cómo estás?

-Pues ya ves, intentando sobrevivir entre este desorden. ¿Y tú que tal?

-Intentando no arrepentirme de haber vuelto con Isa -le dijo mientras quitaba una caja de encima del sofá para tumbarse en él.

-¿Problemas en el paraíso? -le preguntó Elsa con una media sonrisa.

-¿Te puedes creer que sigue siendo igual de desastre que hace ocho años?

-Sí, me lo puedo creer. Pero si no recuerdo mal, que fuera tan desastre fue precisamente lo que hizo que te enamoraras de ella.

-Sí, supongo que tienes razón. La adoro cuando pone esa carita de "yo no fui."

-¿Qué ha hecho esta vez?

-¡Uff!, es muy largo de contar Elsa, no para de liarlo todo.

-¿Pero qué ha hecho?

-Pues para empezar, hoy tenía que estar en la oficina para la sesión fotográfica de la publicidad a las once y llegó a las doce después de que esta mañana, antes de irme a trabajar le dijera un millón de veces que no llegara tarde..., pues nada, ella en su mundo. Y como no se conformaba con llegar tarde, trajo consigo a un decorador que no paró de darme la lata con lo de la casa durante toda la sesión. Cuando terminaron con las fotos nos fuimos a mi despacho para decirle al decorador lo que queríamos para la casa, ¿y sabes lo que me ha hecho?

-La verdad es que no sé si quiero saberlo, pero a ver, ¿qué te ha hecho?

-Le dijo a Mauro, que así se llama el decorador, que yo le diría todo lo que tenía que hacer, que a ella le gustaba lo que yo decidiera y se marchó con Raquel porque tenían una rueda de prensa no sé donde y allí me dejó sola con aquel maldito hombre que no paraba de hablar... estoy agotada, Elsa. No sé de dónde diablos saca tanta energía, de verdad que no lo entiendo.

-¿No te estarás arrepintiendo de haber vuelto con ella?

-No me estoy arrepintiendo porque lo más extraño de todo es que cada segundo que pasa, y por muy desastre que sea, la quiero más y más y más.

-Eso me da a entender que eres feliz, aunque la verdad es que no necesito pruebas de ningún tipo ya que tu mirada y esa sonrisita permanente que tienes en la cara te delatan. Y por cierto, ¿dónde está ese diablo que tienes por novia?

-Pues supongo que vendrá cuando termine la rueda de prensa. Le he dicho que venía aquí para recoger mis cosas y me ha dicho que vendría a ayudarme.

-¿Dónde vais a vivir si aún no tenéis listo el ático?

-Pues en el hotel hasta que lo terminen. Mauro nos ha dicho que estará listo en dos semanas.

-Carla, si queréis podéis quedaros aquí hasta que os mudéis, no pasa nada porque Claudia tarde un par de semanas más en tener su sala de trabajo.

-Gracias Elsa pero ¿tú crees que Isa iba a querer? Ya sabes cómo es. Además, ella y yo necesitamos estar solas para organizarnos. Vamos a vivir juntas y hay algunas o mejor dicho muchas lecciones sobre convivencia que tengo que impartirle a "doña independiente, hago lo que me da la gana, cuando me da la gana, sin contar con nadie".

-Ya, pues buena suerte porque me da la impresión de que ésa es una tarea de las complicadas.

-¡A mí me lo vas a decir, Elsa, a mi me lo vas a decir! Bueno que tal si empezamos con las cajas.

-Venga, te ayudo hasta que lleguen los refuerzos.

-Ok, gracias.


-¡Vaya! Os ha quedado de maravilla. Ahora parece aún más grande, el color de las paredes le favorece y la decoración es preciosa. Se ve que tienes buen gusto Carla, aunque viendo de quien estás enamorada, la verdad no lo entiendo.

-Muy graciosa, Raquel -le contestó Isa desde el sofá en el que estaba sentada viendo un partido de balonmano masculino.

-La verdad es que el decorador que nos aconsejaste es muy bueno, ha hecho todo tal y como se lo pedí y en un tiempo record.

-Sí, querida, Mauro es un as en esto, a mí me decoró mi casa de Menorca.

-¿Quieres tomar un café?

-Sí, te lo agradecería por favor. Y tú, cosa con patas, apaga ese mega televisor y ven a sentarte con nosotras a la terraza que tenemos que hablar.

-Pero estoy viendo el partido.

-¿Aún no te has cansado del balonmano? No creo que ellos estén haciendo nada que no hayas hecho tú antes, así que apaga ese cacharro y ven aquí.

-Está bien -dijo Isa apagando el televisor y levantándose pesadamente del sofá para dirigirse a la terraza en la que ya se encontraba Raquel.

Cuando Carla se unió junto a ellas en la terraza, con el café, tomaron asiento alrededor de la gran mesa y comenzaron a hablar.

-Bueno, ha llegado el momento de que tú y yo hablemos de algunas cosas, señorita Isa Montero -le dijo Raquel mirándola seriamente a los ojos.

Isa se resbalaba en la silla con cara de "a ver qué he hecho yo ahora."

-Sea lo que sea lo que haya pasado, que quede claro que yo no he sido.

-No te preocupes, no has hecho nada, o por lo menos nada por lo que tenga que regañarte.

-Vaya, eso es algo nuevo -dijo Isa sorprendida.

-Chica, a partir de ahora no seré yo quien te regañe, creo que ese trabajo ahora le toca a Carla.

-¡Ah! Bueno, eso se le da muy bien, porque lo hace todo el tiempo -contestó Isa.

-Si no fueras tan tozuda y desastrosa no tendría por qué hacerlo ¿no crees? -le dijo Carla con tono enfadado.

-Y si tú no tuvieras tanto carácter quizás no tendría que ser tan tozuda.

-Vale, vale, tiempo muerto y que haya paz -interrumpió Raquel.

-Con ella es imposible que haya paz Raquel, ya la conoces -dijo Carla.

-¡Ja!, pues con ella es imposible que haya tiempo muerto porque cuando empieza a hablar y a ladrar, no hay dios que la pare -contestó Isa.

-Bueno, definitivamente vuestra relación va viento en popa por lo que parece -dijo Raquel suspirando mientras las miraba a ambas intermitentemente.

-No te preocupes Raquel, al final todo se queda en nada ¿a que sí, cielo? -dijo Carla.

Isa se levantó de su silla para acercase y darle un beso.

-Y que lo digas preciosa -con una sonrisa mientras volvía a su sitio.

-Bueno, pues me alegro, porque tengo algo que deciros y es algo que os incumbe a las dos; sobre todo a ti Isa porque al fin y al cabo es para ti para quien trabajo.

-Bien, ¿y qué es eso tan importante que tienes que decirnos y que me incumbe sobre todo a mí?

-Me retiro

-¡¿Qué?!

-Ya me has oído, que me retiro.

-¿Qué te retiras adónde?

-Carla, cariño ¿tú estas segura de que estás enamorada de esta cabeza hueca? -preguntó Raquel-, porque deberían hacerte un monumento ¡por Dios santo!

-¿Qué quiere decir que te retiras, Raquel? ¿No será lo que estoy pensando? -preguntó Carla.

-Pues sí querida, es precisamente lo que estás pensando.

Isa las miraba a ambas sin enterarse de nada. Les preguntó:

-¿Me podéis explicar de qué narices estáis hablando? Porque ese código secreto que utilizáis no lo conozco.

-Isa -le preguntó Raquel- ¿Cuántos golpes en la cabeza contra los postes de las porterías te has dado durante todos tus años de jugadora?

-¿Qué? Pero de qué diablos estás hablando ahora.

-¡Ains! Isa Montero, la gran deportista. Si la gente supiera la verdad sobre ti estoy segura de que no te admirarían tanto como lo hacen. Bueno, te lo explicaré en tu idioma porque, de lo contrario, si tenemos que esperar a que pilles algo Carla y yo nos podemos morir en la espera.

-Será mejor que se lo digas directamente, Raquel, ya sabes que lo de pillar indirectas no es el punto fuerte de nuestra Isa.

-Veras Isa, llevo ocho años contigo, más doce dedicada a ser representante de otros. Y la verdad es que desde hace ya un tiempo vengo dándome cuenta de que estoy cansada. Tengo cincuenta años, un montón de trabajo y una pareja a la que no veo tanto como me gustaría. Por lo que he decidido dejarlo, quiero, o mejor dicho, necesito un poco de tranquilidad y de paz; por eso desde hace un año y medio aproximadamente he ido dejando clientes y cerrando contratos hasta que hace tan solo cuatro meses ya solo te tenía a ti.

-¿Qué?

-Sí, Olga y yo queremos irnos a vivir definitivamente a Menorca, instalarnos allí hasta que nos jubilemos o nos cansemos.

-¿Pero... y qué pasa conmigo?

-Isa, eres una mujer adulta ya es hora de que empieces a llevar tus cosas tú misma.

-¡Pero yo no puedo hacer eso, mejor dicho yo no sé hacer eso, Raquel!

-Claro que sabes, no es tan complicado.

-Ya me viste cuando compre este piso, si no hubiera sido por ti aún estaríamos viviendo en el hotel.

-No lo creo, estoy segura de que Carla habría buscado la solución.

-¿Es por mí, verdad? Te he dado tantos quebraderos de cabeza que ya no me soportas más.

-Isa, cuando tomaste la decisión de retirarte y dejar el balonmano ¿Por qué la tomaste?

-Porque ya no me gustaba, porque estaba cansada, porque lo odiaba por lo que me obligó a dejar atrás -le contestó mientras miraba a Carla a los ojos.

-Exacto, pues cielo, a mí me pasa algo parecido. También estoy cansada y quiero poder disfrutar un poco de la vida.

-Pero ¿y qué voy a hacer ahora?, ya sabes que no tengo ni idea de cómo hacer todas esas cosas que haces tú.

-Te he dejado todo preparado y cerrado. Me dijiste que no quieres volver a jugar ni a tener contacto con nada que tenga que ver con el balonmano, así que he rechazado las ofertas que tenías sobre el tema de varios clubes, incluso de la federación para que te conviertas en entrenadora. Además, he arreglado con los bancos todo el tema de tu economía y te garantizo cariño que no vas a tener problemas económicos durante el resto de tu vida. Tienes varias cuentas abiertas y otras en las que tu dinero se está moviendo en inversiones seguras. Y he hablado con un profesional amigo mío, abogado y contable para que lleve todos tus asuntos. Antes de irme iremos a su despacho para que os conozcáis y habléis. Isa, ya es hora de que empieces a controlar tu vida sin que nadie esté detrás de ti como si fueras una niña, ahora eres una mujer casada.

-Aún no estoy casada.

-Bueno, ya sabes a lo que me refiero y tienes una compañera que estoy segura te ayudara en todo -le dijo mientras miraba a Carla.

-Pero no es lo mismo, Raquel, te quiero a ti, te necesito a ti.

-No, no me necesitas, solo lo piensas, pero tú no necesitas a nadie para llevar el control de tu vida, solo te necesitas a ti misma.

-¿No vas a cambiar de idea, no?

-No, no lo voy a hacer, estoy cansada y solo quiero irme a casa con mi compañera y que me dé muchos mimos.

-Eso, sí que lo entiendo.

-Gracias, sabía que lo entenderías. Carla me gustaría que intentaras ayudar a este bicho porque al principio será un poco complicado para ella, pero estoy segura que con tu ayuda pronto será una mujer hecha y derecha.

-Cuenta con ello, Raquel -le contestó Carla mientras le daba un abrazo.

-Siete meses, ya hace siete meses.

-No, solo seis meses y veintitrés días.

-¿Por qué siempre haces lo mismo?

-¿Qué hago?

-Siempre tienes que tener la última palabra, siempre tienes que quedar por encima de mí.

-Eso no es cierto, Isa.

-Sí que lo es, siempre que yo digo algo, tú tienes que tener la última palabra, es muy irritante.

-Oye, hoy te has despertado un poquito de mal humor -le dijo Carla mientras se levantaba de la cama para dirigirse al cuarto de baño.

-No sé si quiero ir.

-¿Qué?

Levantó la voz para que Isa pudiera escucharla:

-Que no sé si quiero ir.

-Pero Isa, si ayer estabas muy entusiasmada con el partido.

-Es que no sé por qué lo hacen.

-Pues porque eres Isa Montero y la gente te quiere y no te olvidan.

-Pues deberían olvidarme porque ya no juego y estos partidos de homenaje me hacen sentir como si estuviera muerta.

-Cariño, la gente quiere volver a verte jugar aunque solo sea un partido homenaje. Es la última vez que te verán en la cancha y eso hace feliz a todas esas personas que te han seguido todos estos años, ¿no te importan?

-Claro que me importan Carla, ellos han sido lo más importante para mi cada vez que salía a la cancha durante todos estos años.

-Pues entonces ¿por qué no quieres ir?

-Hace muchos meses que no juego, no sé si seré capaz de dar un buen balonmano.

Carla salió del baño y fue hasta la cama para sentarse junto a ella.

-¿De qué tienes miedo Isa? Todos los días haces dos horas de gimnasio, tienes un físico envidiable, estás en forma y no creo que se te haya olvidado cómo jugar al balonmano.

-Es que no sé si podré estar a la altura de las demás.

-Cariño, esas chicas se sienten inmensamente agradecidas de poder compartir unos pocos minutos en una cancha de balonmano contigo, nadie va a juzgarte si no marcas un gol, lo único que quieren es poder verte por última vez con un balón entre tus manos, nada más.

-Sí, supongo que tienes razón, a veces me olvido que ya no tengo que demostrarle nada a nadie, bueno a nadie que no seas tú, claro -le dijo mientras la tumbaba en la cama para besarla.


-¿Estás bien?

-Sí, estoy bien, Raquel.

-Carla está preocupada.

-Ya me lo imagino ¿Dónde está?

-Fuera esperándote. ¡Aja!, bueno, pues será mejor que salgamos. No quiero que se preocupe más. Ha sido todo un éxito.

-Sí, todo un éxito.

-¿Te preocupa algo?

Isa miró a Raquel a los ojos y dejando la bolsa deportiva en el suelo volvió a sentarse en el banco.

-¿Por qué aún me siguen queriendo así? No he hecho nada que lo merezca, me hacen sentir como si aún les debiera algo y les estuviera dejando en la estacada.

-Isa, esa gente no ha venido hoy aquí para reprocharte nada. No te piden nada, no te exigen nada. Han venido hoy aquí para decirte adiós, para demostrarte que te querían antes, cuando durante una hora les hacías sus vidas más felices con tu balonmano, y te quieren ahora que dejas este mundo. Solo han venido a decirte adiós, Isa y a recordarte que nunca, por mucho tiempo que pase, te olvidarán ni olvidarán lo que vivisteis juntos. Deja de una vez de culparte por hacer lo que ahora mismo en este punto de tu vida deseas, que es vivir tranquila, alejada de las canchas junto a la mujer que amas.

-Aún no he aprendido a dejar de exigirme siempre más, ¿eh?

-Pues parece que no, y ya va siendo hora.

Isa se levantó del banco y cogiendo su bolsa le dijo:

-Anda, salgamos que no quiero que a mi pequeña rubia le de un ataque de ansiedad, por cierto ¿por qué no ha entrado ella?

-Porque tienes una novia que sabe cuando quedarse al margen y cuando necesitas a alguien que no sea ella para que te tire de las orejas.


-¿Pero qué diablos haces aquí?

-¡Jo!, pues vaya, un recibimiento.

-¿Y dónde está Carla?

-Se ha quedado en Madrid, tenía que trabajar.

-Bien, eso lo entiendo, pero aún no me has respondido, ¿Qué haces aquí? ¿No la habrás vuelto a cagar con Carla?

-Oye, déjalo vale, he venido a veros y a darte una noticia.

-¿Qué noticia?

-Me caso.

-¡¿Qué?!

-Que me caso, o mejor dicho nos casamos ¿Puedo entrar ya?

-¿Cómo que te casas? Y sí, puedes pasar -le dijo Raquel apartándose de la puerta para dejarle espacio.

-Pues eso, que Carla y yo nos casamos dentro de dos meses.

-¿Pero cuando habéis decidido eso?

-Durante las vacaciones, bueno la verdad es que no lo decidimos simplemente se lo pedí y me dijo que sí, y ya está.

-¿Lo saben tus padres?

-No, aún no les he enviado la invitación.

-¡Por Dios santo Isa!

-¡¿Queeé?!

-No les has dicho nada a tus padres y lo saben desde hace casi dos meses.

-Sí, bueno y que más da, ya se enterarán cuando les llegue la invitación.

-Isa, no puedes hacer eso.

-¿El qué?

-Qué tus padres se enteren de tu boda cuando reciban la invitación.

-Ya se lo he dicho ¿tan irresponsable me crees? ¡Joder que ya he madurado, Raquel!

-Vale, menos mal, estaba a punto de darme un síncope ¡por Dios santo! Bueno, y cuéntame qué cara pusieron cuando se lo dijiste; porque con las ganas que tenían de que te casaras y sentaras cabeza, estarán de lo más feliz.

-No lo sé.

-¿Que no sabes qué?

-La cara que pusieron, se lo dije por teléfono.

-¿Que hiciste qué?

-Les llamé por teléfono y les dije que me casaba con la rubia pequeña a la que tanto adoran y a ellos les pareció bien.

-¡Joder Isa!, ¿vivís en la misma ciudad y no pudiste ir a su casa para decírselo personalmente, tenías que llamarles por teléfono?, ¡nunca vas a cambiar, por el amor de Dios!

-Pero qué más da que se lo diga por teléfono o personalmente, si la que se va a casar soy yo, no ellos.

-¿Sabes qué Isa? Olvídalo. Mejor dime cómo fue esa petición que me muero por saber.

-¿Qué petición?

-La petición de mano. ¿Cómo le pediste a Carla que se casara contigo? Pero espera, voy a por un par de cervezas y me lo cuentas.

-Se lo pedí cuando nos fuimos de vacaciones, bueno ya sabes que quería llevarla a Holanda y Noruega para que viera dónde, cómo y con quiénes había vivido estos últimos años. Y cuando estábamos en Noruega se lo pedí.

-¡Aja! ¿y cómo fue? ¿Una velada romántica en el hotel con champán, música y flores?

-No, fue en chándal. Sudorosas, después de haber jugado un partidito de balonmano contra las que fueran mis compañeras de equipo y comiéndonos una mega hamburguesa en un Mcdonalds ¿Sabías que esa pequeñaja es una gran jugadora?

-¡Ahm!, bueno, ¡que otra cosa se podía esperar de ti para una ocasión así!

-¿Qué?

-No, nada, nada.


-A ver, vuelve a explicarme eso de que yo no puedo ver tu vestido, pero tú sí el mío.

-Porque la tradición exige que así sea para que podamos tener un matrimonio feliz y una satisfactoria vida sexual.

-Ya lo has dicho tú todo, la tradición lo manda y ya está,

-Por cierto, cariño, deja de moverte para que puedan tomarte las medidas en condiciones.

-Pues no lo entiendo, nunca había escuchado semejante cosa.

-Ya, bueno y que más da, ya te he dicho que es una tradición muy antigua.

-¿Pero cómo puede ser tan antigua, y no digamos ya una tradición; si las bodas entre personas del mismo sexo han sido aprobadas hace poco tiempo?

-Porque es una tradición familiar más que nada, y déjalo ya Isa, que mira que te estás poniendo pesadita con el temita.

-Pero si somos dos mujeres, ¿dónde está en eso la tradición? Es absurdo y además no lo entiendo.

-¿Precisamente porque no lo entiendes no deberías dejarlo ya?

-Pero es que...

-Ya vale Isa, olvídalo, cielo, te lo explicaré en la luna de miel, vale?

-Bueno, vale, pero me lo explicas porque tu familia tiene unas tradiciones de lo más extrañas. A ver ¿de dónde diablos se han sacado esa tradición si tú eres la primera hija que se casa con otra mujer?

Carla suspiró y sonrió mirando al techo de la tienda mientras pensaba: menos mal que la chica no es muy avispada.

-Y después de que terminemos con todo esto ¿Adónde vamos?

-Pues a casa de mis padres.

-¿Y eso por qué?

-Porque nos han invitado a almorzar.

-Pues yo tengo hambre ya, no creo que aguante hasta Segovia sin comer.

-Tendrás que aguantarte porque no vas a picar nada, que luego no comes y ya sabes lo mal que le sienta a tu suegra que le dejes la comida en el plato.


-Hola ¿estás nerviosa?

-Como un flan ¿se sabe algo de Isa?

-Sí, se sabe que Elsa y Claudia han tenido que ir a sacarla de la cama.

-¿Qué le ha pasado?

-Pues que a tu queridísima futura esposa, no se le ocurrió otra cosa anoche que liarse a beber champán a borbotones, y claro, hoy su postura preferida es la horizontal y de la vertical no quiere ni oír hablar.

-¿Pero está bien?

-Oh cielo, no te preocupes si no lo está, lo estará, o de lo contrario yo misma me encargaré de que abandone este país sin mirar atrás.

-¡Jajaja, no seas tan cruel!

-¿Tú sabes bien con quién te vas a casar, verdad?

-Sí, lo sé y soy la mujer más feliz del mundo, Raquel.

-En eso creo que te equivocas la más feliz es la borracha, tendrías que haberla visto anoche. Elsa y Claudia me contaron que se pasó tres horas en la terraza gritándole a todo el que pasaba que se iba a casar contigo y que estaban invitados. Y menos mal que la gente no le hacia caso porque si no hoy tendrías a unas doscientas personas más en el convite de boda.

-¿De verdad crees que es feliz?

-No lo creo, lo sé. Me basta con miraros cuando estáis juntas para saberlo. Estabais predestinadas a estar juntas. Sois almas gemelas -le dijo dándole un beso y saliendo de la habitación.


-¿Dónde está?

-Ten paciencia Isa.

-No quiero tener paciencia ¿Por qué tarda tanto?

-Las novias siempre se hacen esperar.

-Yo también soy la novia y ya estoy aquí ¿no se habrá arrepentido verdad?

-Isa, no te pongas histérica.

-Estoy a punto de conseguir lo que más he deseado toda mi vida desde que la conocí, así que no me digas que no me ponga histérica porque creo que me he ganado el derecho a estarlo.

-¿Cómo va tu cabeza?

-Me da vueltas como una peonza y además veo a dos jueces.

-Bueno pues aquí estás, doña Isa Montero -le dijo Elsa mirándola a los ojos mientras le arreglaba el cuello de la camisa.

-Sí, aquí estoy esperando ¿no se ha arrepentido, verdad Elsa? ¿Vendrá, verdad?

-Pues claro que vendrá, ni el mismísimo Dios impediría que Carla se casara hoy contigo. Te quiere Isa.

Isa miró directamente a los ojos de su amiga.

-Elsa, sé que aún no me has perdonado del todo lo que hice, pero... bueno quiero que sepas que yo he vuelto por Carla y solo por ella. La quiero más que a mi vida, Elsa, y nada ni nadie me va a volver a separar de ella, jamás. Ahora sé de verdad lo que quiero para mi vida y lo que quiero es poder despertarme cada mañana al lado de Carla durante el resto de mi vida.

-Isa, eso ya está olvidado. Nos contaste a todos lo que pasó y los motivos por los que pasó y no tenías porque hacerlo. Deja ya de pensar en eso y simplemente sé feliz y hazla feliz a ella. A pesar de todo, Isa, nunca pensé que fueras una mala persona y sabía muy en el fondo que el dejarla había sido tan doloroso para ti como para ella. Vuestros ojos me decían todo lo que necesitaba saber, y ahora mírate aquí, esperándola para casarte con ella.

-Sí aún no me lo creo. ¡Dios!, si no viene pronto voy a tener que ir a vomitar, tengo el estómago revuelto y esta espera no me está ayudando nada.

-Ni se te ocurra... Mira ahí llega.


-Por favor podrías firmarme en la camiseta.

-Sí, claro que puedo, pero mejor date la vuelta para firmar en la espalda.

-Pero es que yo quiero tu firma en mi pecho.

-Mira ¿ves a aquella mujer rubia y pequeñita que está justo allí? comprando unas revistas.

-Sí, la veo.

-Pues verás, esa rubita es mi mujer y hoy nos vamos de luna de miel y créeme cuando te digo que si llega aquí y me ve firmándote la camiseta vas a tener grandes problemas. Así que hazme caso y mejor te firmo en la espalda.

-¿Te has casado?

-Sí, me he casado. ¿A qué es genial? -le preguntó con una gran sonrisa a la sexibomba a la que le acababa de firmar la camiseta.

-No, lo que es... es una gran pena, pero bueno si alguna vez te cansas de la rubita, ven a verme.


-¿En qué puerta embarcamos?

-En aquella del fondo.

-¿Ya han llamado a nuestro vuelo? Algo así, venga vamos que nos están esperando.

-Pero espera, por esa puerta no hay zona de embarque, Isa.

-Cariño, confía en mí, vale, tú sígueme.

-Eso me dijiste en Noruega y mira cómo hemos terminado, casadas por el amor de Dios.

-¿Te arrepientes?

-No, pero cuando me dices eso de que confíe en ti, me dan escalofríos.

-Venga vamos que nos dejan en tierra.


-Tengo hambre.

-Cariño, ¿cómo puedes pensar en comida en este momento en concreto?

-Isa, no hemos comido nada desde ayer por la tarde y tengo hambre.

-Pero yo quiero hacer el amor.

-Pues yo quiero comer, llevamos haciendo esto desde que llegamos aquí; creo que es hora de que hagamos un paréntesis porque tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre.

-Vale, está bien bajaré a la cocina y prepararé algo para comer.

-Esto es precioso, Isa ¿Dónde conseguiste este viaje?

-Tienes una mujer que vale oro ¿a que sí?

-Y que lo digas, jet privado, una isla para nosotras solas ¿Qué será lo siguiente?

-Amarte durante el resto de mi vida y hacerte la mujer más feliz del mundo, cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día, de cada mes, de cada año mientras dure nuestra existencia.


Isa levantó a Carla y corrió hasta el agua zambulléndose con ella en brazos. Las dos comenzaron a besarse y los "te quiero" mutuos sonaban entrecortadamente y rompían con las olas en la orilla de la playa. Cuando al final terminaron de besarse, salieron hasta la arena blanca de aquella isla tropical para tumbarse y secar sus cuerpos desnudos al sol.

-¿Sabes?, creo que nuestra historia seria digna de escribirse -le dijo Carla

-¿Tú crees?

-Sí, ha sido una historia difícil de entender, pero creo que se podría resumir en una sola palabra.

-¿Y esa palabra cuál sería?

-AMOR -contestó Carla.

-Y tal vez podríamos titularla: "el amor que no cambió" o algo así -dijo Isa riéndose mientras le acariciaba el abdomen.

-Yo creo que el titulo perfecto seria: OCHO AÑOS Y UN DESPUÉS.

FIN