Ocho años y un despues iii

El amor rescatara lo que el tiempo no logro olvidar

OCHO AÑOS... Y UN DESPUÉS

Cartablanca

Isa bajó de la azotea y se encaminó por el pasillo hasta la sala de exposiciones, donde Raquel la estaba esperando.

-¿Así que la has vuelto a encontrar, ¡eh!?

-Sí, y esta vez, no me separaré de ella.

-Parecía enfadada cuando salió de aquí.

-Pues no querrás saber cómo estaba en la azotea.

-¿Y qué piensas hacer ahora?

-De momento, saber que va a pasar con el rollo ése de la publicidad.

-Bueno, llamaré a Ricardo para volver a organizarlo todo y seguramente el contrato y la cuenta seguirán adelante. Tu amor parece enfadada, pero creo que es lo suficientemente inteligente para no dejar pasar la oportunidad de llevar este barco a buen puerto. Si no me equivoco, ella sabe, también como yo, que este barco viene cargadito de oro, así que en unos días volveremos a reunirnos y comenzarán a trabajar.

-Bien, entonces deséame suerte, Raquel.

-¿A dónde vas?

-Ya te lo dije ayer. Voy a recuperar mi vida -le contestó sonriendo mientras caminaba por el pasillo.

-Hola -saludó Isa a la mujer que estaba sentada en una mesa justo enfrente de la puerta del despacho de Carla a la que reconocía porque quince minutos antes le había espachurrado los brazos-. ¿Eres Gloria verdad?

-Sí, soy yo.

-Oye, perdona por lo de antes, estaba muy nerviosa. Lo siento si te hice daño, no era mi intención, de verdad.

-Sí. Bueno chica, con ese cuerpo, supongo que será complicado poder controlar tu fuerza.

-¿Sigue ahí dentro?

-Sí, sigue ahí dentro.

-Aja, bueno, pues será mejor no molestarla -le dijo mientras tomaba asiento en el suelo justo al lado de la puerta.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Escuché a Carla cuando entró en el despacho y dijo: "Gloria que no me moleste nadie". Así que supuse que tú eras Gloria; cuando pasé por aquí para ir a la sala solo estabas tú.

-Vaya, deportista famosa y chica lista, eres todo un primor Srta. Isa Montero -le dijo Gloria sarcásticamente.

-¿No te caigo muy bien, verdad? -preguntó Isa.

-Bueno, digamos que no tengo por costumbre tenerle cariño a las malas personas que juegan con los sentimientos ajenos -le contestó Gloria.

- Touché -le contesto Isa-. ¿Sabes? me alegra no caerte bien, eso me da a entender que Carla ha estado rodeada de buenas personas que la quieren y la han protegido todo este tiempo.

-Sí, porque la persona que debía hacerlo estaba muy ocupada ligando con modelos y recibiendo premios y reconocimientos por todo el mundo.

- Touché de nuevo -le contestó Isa-. Lo de los premios y reconocimientos es cierto, pero me vas a permitir que te corrija en lo de ligando con modelos, pues no es verdad.

-Eso no es lo que he leído en la prensa.

-¿Y tú te crees todo lo que lees en la prensa?

-Cuando dicen ese tipo de cosas de una mujer hizo que otra mujer se enamorara perdidamente de ella para luego dejarla abandonada y humillada, sí me lo creo, por supuesto que sí.

-¿Supongo que he perdido la batalla, no?

-Ésta sí, pero depende de ti que ganes la guerra -le dijo mirando hacia la puerta del despacho de Carla con una sonrisa.

<> llamó Carla por el interfono. <<¿Puedes venir un momento, por favor?>> Gloria se levantó de la silla y se dirigió al despacho de Carla.

-Quiero que llames de nuevo al responsable de imagen y publicidad de la marca Boomerang y vuelvas a concertar una cita con ellos lo antes posible, pídeles disculpas por lo sucedido hoy y diles que no volverá a ocurrir.

-Carla, ¿estás bien? -le preguntó Gloria al ver los ojos de Carla completamente hinchados e irritados.

-Sí, sí, estoy bien, pero tengo un dolor de cabeza monumental, la resaca me esta pasando factura, solo es eso.

-¿Quieres que te traiga una aspirina?

-Pues la verdad no me vendría del todo mal, pero lo mejor será que termine con estos informes y me vaya a casa.

-De acuerdo, a mí también me parece lo más sensato. Por cierto, Carla, ¿qué quieres que haga con la "okupa" que tenemos instalada en la puerta?

-Por Dios santo, ¿sigue ahí?

-Sí, está sentada justo al lado de la puerta y no tiene intenciones de irse a ninguna parte. -Carla empezó a reírse y Gloria que no entendía nada, le preguntó-: ¿Te hace gracia el que yo tenga a una mujer de un metro ochenta y cinco tirada a mitad del pasillo delante de tu puerta? Porque si es así a mí no me hace ninguna, a ver quién tiene narices de decirle que se vaya.

-Sabes, esa misma táctica utilizó la primera vez que me dijo que estaba enamorada de mí y yo la rechacé -le explicó Carla-. Se quedó toda la noche sentada delante de la puerta de nuestra habitación en la residencia, y por la mañana, cuando salimos para ir a clase, me la encontré allí enroscada como un gusano. Me enamoré de ella en ese mismo momento -recordó Carla con cierto aire triste y nostálgico. Giró la silla con su cuerpo y se quedó en silencio mirando por los ventanales. Gloria no dijo nada más y simplemente salió sin hacer ruido volviendo a su mesa.


Cuarenta y cinco minutos más tarde, Carla salió del despacho y se quedó frente a Isa que seguía sentada en el suelo.

-¿No tienes nada que hacer? -le preguntó.

-Sí, tengo que hablar contigo y no me dejas.

-Ya te he dicho que no tenemos nada de qué hablar, Isa.

-No, tú has dicho que no tienes nada de qué hablar conmigo, pero yo sí tengo algo que hablar contigo -dijo poniéndose de pie y acercándose a ella.

Carla se giró para despedirse de Gloria, deseándole un buen fin de semana. Comenzó a andar hacia los ascensores para ir a recoger su coche en el garaje, dejando allí a Isa. Una vez que Carla desapareció dentro del ascensor, Isa le preguntó a Gloria:

-Tú no serás una buena chica y le darías la dirección a una mujer enamorada hasta los huesos de ese pequeño rottweiler que tienes por jefa, ¿verdad?

-¡Estás loca, ¿es que quieres que me despidan?! -le gritó Gloria dándole la espalda y volviendo a su mesa.

-No. Por favor, jamás querría eso, así que no me queda otro remedio que quedarme aquí hasta el próximo lunes, ¿a qué hora empezáis la jornada por cierto? -le preguntó Isa con una sonrisa maliciosa en la cara, mientras se volvía a sentar, o mejor dicho, a espatarrar en el suelo delante de la puerta del despacho de Carla.

-¡Ah, no! ¡Ni se te ocurra! -gritó Gloria-, ya puedes salir de aquí si no quieres que llame a seguridad para que te echen a patadas.

-¿Crees que sería buena idea hacer eso?, piensa que estarías echando de aquí a patadas a la gran Isa Montero, con la que la empresa para la que trabajas está a punto de firmar una cuenta millonaria. Yo que tú, me lo pensaría dos veces, porque a la prensa no le gustaría nada de nada que algo así pasara. La gente no lleva nada bien eso de que se maltrate a sus héroes.

-¡Oh! Por dios santo, no sé que diablos fue lo que vio esa mujer en ti para enamorase de esa manera, eres lo peor que hay -le dijo realmente enfadada Gloria.

-Bueno, no te lleves de mí la parte malísima, también puedo ser encantadora, pero has tenido la mala suerte de que te ha tocado conocer la parte chantajista que llevo dentro.

-Está bien -le dijo Gloria-, te daré su dirección; pero si el lunes llega a la oficina queriendo matar a alguien, le diré que eres una vil ladrona y que me la robaste cuando fui al cuarto de baño.

Isa se levantó de un salto y le dio un sonoro beso a Gloria dándole las gracias.

-Te debo una -le dijo sonriendo mientras salía corriendo hacia los ascensores.

Sí, definitivamente también sabe ser encantadora cuando quiere , se dijo Gloria para sí misma. Ahora solo queda que Carla no lo haya olvidado .

-Vamos Isa, no te rindas -dijo por lo bajo mientras recogía sus cosas para también ella dar por terminada su jornada.


Cincuenta y siete minutos más tarde, Isa estaba delante de la puerta del ático de Carla, llamando a su timbre. Carla miró por la mirilla y soltó un grito al ver quién estaba llamando. Abrió la puerta y dijo con tono enfadado:

-¿Se puede saber quién diablos te ha dado mi dirección?

-Me la dieron en información -contestó Isa.

-Es no me lo creo, en información no dan direcciones de viviendas privadas.

-Está bien, la busqué en Internet.

-Eso tampoco me lo creo, nunca te han gustado los ordenadores.

-¡Oh! Vamos Carla, vale, está bien, he contratado a un detective que te sigue desde hace semanas. Ya está. ¿Ahora, por favor, puedes dejar que hable contigo?

-Eso tampoco es cierto, vi tu cara cuando nos encontramos en la oficina y no era la de alguien que sabía que yo estaba allí.

-Vale. Está bien, tú ganas, la robé.

-¿Qué la robaste?

-Sí, cuando te marchaste me quedé en la oficina y cuando tu secretaria fue al baño la robé, ¿contenta? ¿Podemos hablar ahora?

-No, no podemos. Ya te dije que no quiero volver a verte y no bromeaba, Isa. Tú te marchaste y me dejaste muy claro que yo solo fui una diversión para ti, ahora no puedes volver y pretender que todo siga igual. Esto se acabó hace ocho años Isa y ya no hay vuelta atrás; sigue con tu vida deportiva que es lo que siempre has querido y sé feliz que yo seguiré con mi vida como hasta ahora, sin ti. -Carla cerró la puerta sin darle la oportunidad a Isa de decir nada.

A las siete de la mañana Carla se despertó sobresaltada. Tenía a Elsa sobre su cama dándole golpes para que se despertara.

-Carla, Carla, despiértate, tenemos un problema. Vamos, despierta ya de una vez -le dijo Elsa en voz baja, mientras bajaba de la cama.

-¿Elsa, qué pasa? ¿Qué hora es?

-Son las siete y no hables tan alto, ven al salón, tenemos que llamar a la policía.

-De que estás hablando Elsa, ¿las siete de la mañana y me despiertas? Dios ¿pero qué narices te pasa? -volviendo a meterse bajo las mantas para seguir durmiendo.

-No, no, vamos, levántate y ven al salón, rápido -mientras le quitaba las mantas para que se levantara. Elsa salió al salón y esperó a su compañera. Carla al cabo de unos minutos apareció en el salón.

-¿Elsa, qué es lo que pasa?

-Sssshhh -le dijo Elsa-, no hables tan alto.

-¿Pero qué es lo que pasa? ¿A qué viene tanto misterio?

-Hay un vagabundo durmiendo en la entrada de casa -acercándose hasta la puerta y señalando el lugar en el que supuestamente estaba el vagabundo a través de la pared.

-Ahm, un vagabundo no -frunciendo Carla la nariz mientras caminaba hasta la puerta para abrirla.

-Nooo, ¿qué haces?, no habrás la puerta, no tienes ni idea del sobresalto que me he llevado cuando he llegado y me lo he encontrado ahí durmiendo a pierna suelta.

Carla abrió la puerta y salió para, segundos más tarde, volver a la puerta y señalar al vagabundo.

-Elsa, ésta es la vagabunda Isa Montero. Isa Montero, ésta es Elsa, la asustada inquilina. Ya he hecho los honores, ahora me vuelvo a la cama -les dijo.

Cuando se disponía a volver a su habitación algo en la televisión llamó su atención y fue directa al sofá mientras Isa y Elsa seguían una enfrente de la otra, Isa con una media sonrisa en la cara y Elsa boqueando como un pez sin poder articular palabra.

El reportero le preguntó:

-¿Por qué has decidido retirarte ahora?

-Bueno, cualquier momento es bueno, y los 35 años me parece una edad perfecta para hacer el corte en mi vida y dedicarme a otras cosas -le contestó Isa que llevaba como podía el carro con sus maletas hacia la salida del aeropuerto.

-¿Has vuelto a España para dedicarte a entrenar a equipos españoles?

-No, he vuelto a España para buscar algo que dejé aquí hace algún tiempo.

-¿Y qué es? -le insistió el reportero.

-El amor -le contestó Isa mientras subía al taxi.

El reportero se apartó y siguió la conexión con el estudio mientras Isa se alejaba en el taxi que la llevaba a un hotel en el centro de la capital.

Carla se levantó del sofá y fue hacia la puerta en la que aún se encontraba Isa de pie.

-¿Y ya está? -la interrogó mirándola a los ojos-. ¿Piensas que con retirarte y volver diciendo cosas bonitas en la televisión vas a conseguir que yo caiga rendida a tus brazos? O quizás me equivoco y no es a mí a quien buscas, porque, dime Isa: ¿Cuántas chicas más fueron para ti una diversión en aquella época? ¿Veinte, treinta, ciento doce?

-Por favor Carla, déjame entrar para que podamos hablar.

-No, ya te he dicho...

-Sí, ya lo sé que no tienes nada de que hablar conmigo pero por lo menos déjame que yo sí hable contigo.

Elsa que se había apartado cuando Carla volvió a la puerta, la miró y le dijo:

-Carla ¿ya olvidaste la conversación que tuvimos anoche?

-No, no la he olvidado, Elsa.

-Bien, entonces pon en práctica todo lo que hablamos. Es tu oportunidad Carla, si te dejas llevar por el rencor, ese sufrimiento que llevas en tu corazón desde hace ocho años nunca desaparecerá, y ya te mereces un poco de paz, de hecho, creo que las dos os lo merecéis.

Carla, después de dudar unos segundos, se hizo a un lado y dejó que Isa entrara en la casa.

-¿Quieres un café? -le preguntó Elsa.

-Sí, por favor, si no es molestia. También me gustaría ir al cuarto de baño, llevó ahí afuera desde ayer por la tarde, sin moverme.

-Dios santo, -dijo Elsa-. La peque sabe ser cruel cuando se lo propone ¡eh!

Carla que había ido a su habitación a cambiarse de ropa, regresó al salón justo cuando Elsa le indicaba a Isa donde estaba el cuarto de baño. Ambas se cruzaron en el pasillo y sus ojos se volvieron a encontrar por unos segundos, haciendo que Carla sintiera un escalofrío que le recorrió todo el espinazo.

-¿Cómo es posible que con lo pequeña que eres puedas tener tanta mala leche? ¿Dónde la guardas? -le dijo Elsa a Carla.

-¡Eh! ¿Qué quieres decir?

-Has tenido a esa mujer desde ayer por la tarde ahí tirada en mitad del pasillo y ni siquiera saliste a ofrecerle un café o a darle permiso para que utilizara tu cuarto de baño. ¡Por dios santo, Carla!, esos métodos tuyos de venganza y tortura son demasiado arcaicos y crueles.

-Oye, te recuerdo por si lo has olvidado, que aquí la abandonada y humillada fui yo; la que ha estado sufriendo por esa maldita mujer durante ocho años soy yo. Así que, unas horas de humillación y ganas de mear no creo que sea para tanto. Todo lo contrario, creo que es una tortura demasiado suave.

-De nuevo está ahí -dijo Elsa mirándola a los ojos.

-¿Quién? -dijo Carla mirando para todos lados.

-Ese brillo en tus ojos, la última vez que lo vi, fue dos días antes de que Isa te dijera todo aquello y se marchara. No había vuelto a verlo hasta ahora.

-No me digas eso ahora, por favor, Elsa. Necesito ser lo más fría y dura posible para poder soportar esta conversación y sobre todo para no ceder ante lo que mi corazón está sintiendo.

-Voy a preparar una bolsa con algo de ropa, me voy a pasar el fin de semana con Claudia a Valencia. Mis suegros van a preparar una paella -le dijo Elsa sonriendo.

-Vaya, eso suena muy bien, que la disfrutéis.

-Eso haremos, pero ahora, tú tienes la oportunidad de volver a sonreír Carla, de volver a ser feliz. Aprovéchala sin rencores, sin venganzas, solo intenta comprenderla y hacer que ella te comprenda a ti. Vuestros ojos dicen lo que vuestros corazones sienten. Déjate llevar por él solo una vez más, sin miedos Carla, seguro que valdrá la pena volver a arriesgarse -le dio un beso y se fue hacia su habitación para preparar el bolso que se iba a llevar.

El timbre de la puerta sonó y Carla se dirigió a la misma para abrirla; lo hizo sin mirar por la mirilla esta vez y cuando vio a quien tenía delante pensó que aún estaba durmiendo y soñando.

-Hola Carla -dijo la persona de la puerta.

-Ho... hola Paula -contestó Carla-. Pa... pasa por favor.

-No, tengo prisa, pero gracias. Tengo a la familia en el coche, nos vamos a pasar el fin de semana a Segovia. Sé que te sorprende verme aquí y lo entiendo. Me enteré de donde trabajabas y llamé pidiendo tu dirección, espero que no te importe. Solo lo he hecho para poder decirte que he visto a Isa; estuvo en la universidad preguntando por ti. Ahora trabajo allí, pero eso es una historia muy larga, si te apetece podemos hablar en otro momento. Como te decía, Isa estuvo allí y estaba realmente mal, Carla. Solo he venido para pedirte que si la ves o ella intenta hablar contigo, algo que hará seguro, escúchala, solo escúchala porque créeme, Carla, se lo merece. Aunque ahora no lo creas o no lo pienses así, ella se merece que por lo menos la escuches. Siento no poder explicártelo mejor pero de verdad tengo que irme, espero que lo que te he dicho te sirva de ayuda y sobre todo, espero no haberte confundido aún más de lo que ya debes estar. Si ha sido así, espero que sepas perdonarme.

En ese momento, Isa que había salido del baño cuando sonó el timbre y que había estado escuchando toda la conversación apareció al lado de la puerta y saludó a Paula.

-¡OH! ¡Dios!, chicas perdonadme, ¡cómo he podido ser tan idiota! Lo siento, lo siento mucho

Isa y Carla sonrieron y le pidieron a Paula que se tranquilizara porque no era lo que parecía, después de explicarle por encima y de forma rápida a Paula el motivo por el que Isa estaba allí, se despidieron e Isa prometió que la llamaría para verse y Carla también le dijo que la llamaría para lo mismo.

-Vaya, parece que después de ocho años tu encanto sigue intacto, todo el mundo te sigue adorando -le dijo Carla con intención de ofenderla mientras andaba hasta el salón.

-Todo el mundo no; parece que tú no te sientes atraída en lo más mínimo por mi encanto.

-Tu encanto me sumió en la más profunda desesperación, digamos que no me quedan ganas de repetir.

-Supongo que me lo merezco ¿no?

Cuando Carla le iba a contestar, Elsa salió de la habitación con una mochila cargada a la espalda, se acercó hasta el salón y se despidió de ellas. Dándole un fuerte abrazo a Carla y guiñándole un ojo le dijo:

-Haz que tenga que jugar el partido más difícil de toda su puñetera y afamada carrera, si te quiere que se lo gane -y le dio un beso en la mejilla. Cruzando por entre uno de los sillones en el que se encontraba Isa, soltó la mochila y acercándose a ella le dijo-: Vuelve a hacerle daño y te aseguro que no habrá países suficientes en el mundo en los que esconderte -y le dio un pequeño golpe en el hombro para al fin dirigirse a la puerta y salir.

-Bueno Srta. Isa Montero, ya tienes lo que querías, así que di lo que tengas que decir. -Isa se levantó de su sillón y fue hasta el sofá donde Carla estaba sentada con las piernas cruzadas y se sentó a su lado- Isa, por favor, esa táctica no te va a funcionar. Hace mucho tiempo que ya no me afecta tu cercanía; es lo que tiene el que la persona a la que amas te utilice y te deje tirada como una colilla, que al final todo lo que te hacia sentir se desvanece -le dijo Carla en tono hiriente.

-No es ninguna táctica Carla. Es solo que quiero estar cerca de ti -agachando la cabeza.

Durante casi un minuto estuvieron allí sentadas sin hablar hasta que Carla volvió a decir:

-Por favor, Isa, habla de una vez, es eso lo que querías ¿no? Pues habla o vete.

-Lo siento mucho Carla -le dijo Isa mirándola con tristeza.

-Vaya Isa, tu encanto está claro que sigue ahí, pero tu conversación ha bajado mucho de nivel. Y no te ofendas por favor, pero supongo que relacionarse tanto con modelos es lo que tiene. Que la conversación deja mucho que desear con ese tipo de personas.

-¿Tú también con lo de las modelos? -le preguntó con tono cansado- No he estado con ninguna modelo, Carla.

-Pues entonces deberías denunciar a toda la prensa escrita, televisión e incluso Internet, porque han estado mintiendo descabelladamente sobre ti.

-¡Oh! Doña, no me gustan las tías buenas que se me ofrecen en cuánto tienen la mas mínima oportunidad. ¡Por Dios santo Carla!, ¿podrías dejar de seguir lanzándome cuchillos envenenados de una santa vez?

-¿Y qué esperabas que té lanzara?, ¿besos? -gritó Carla.

-Estoy intentando encontrar las palabras, para poder explicarte lo que pasó hace ocho años y los motivos por los que pasó; y tú, con tus comentarios y groserías, no me lo estás poniendo nada fácil.

-¿Te he pedido que me lo expliques? ¿Te he pedido que volvieras después de ocho años a atormentarme? ¿Té he pedido yo algo? ¡No! ¿Verdad que no? -levantó la voz.

-No he vuelto para atormentarte, he vuelto para... para...

-¿Para qué Isa? ¿Para qué demonios has vuelto? ¿Para sentarte en el salón de mi casa a mirarme como una estúpida mientras buscas las palabras adecuadas para repetirme lo mismo que hace ocho años? Que no me querías y que yo para ti solo fui sexo, que tu vida y tu carrera eran lo más importante para ti y que no lo ibas a echar todo a perder por una niña enamoradiza como yo. Que yo no merecía tanto, que fui una diversión y un buen entretenimiento pero que ya era hora de volar hacia nuevos horizontes donde poder convertirte en lo que estabas predestinada a ser, la gran campeona Isa Montero. ¿Pues sabes qué, Isa? Eso ya lo sé, aún lo recuerdo. De hecho recuerdo cada maldita palabra y cada maldito gesto tuyo de ese maldito día; como si fuera ayer. Durante los últimos ocho años, ha sido lo único que recordaba cada noche antes de ir a dormir. No necesito verte ni que te sientes a mi lado para recordarlo -le dijo gritando y llorando.

Isa se levantó del sofá y se acercó a la cristalera que daba a la terraza donde se quedó unos segundos mirando al exterior para explicarle:

-Tenía miedo.

-¿Qué? -Carla se sorprendió de la declaración de Isa.

-Sí, tenía miedo de ti, Carla.

-¿De mí? ¿Por qué?

-Escucha -le dijo volviendo al sofá, sentándose muy cerca de ella-. Hasta que te conocí, toda mi vida era el balonmano y todo lo que lo rodea. Mis monitores, la afición, las personas que giran alrededor tuyo cuando te dedicas a un deporte. Todos ellos me decían lo mismo: <>; eso, cada día de mi vida, me lo repetían tanto que me lo creía y luchaba por conseguirlo. Luchaba por no defraudar a toda esa gente, no podía defraudarlos. Pensaba en mí familia y en lo mucho que se habían esforzado por ayudarme, en lo orgullosos que se sentían y no podía dejar todo eso Carla. No podía defraudar a todas esas personas que confiaban en mí, que esperaban de mí ese sueño. Y me daba miedo, mucho miedo lo que estaba sintiendo por ti, lo que tú me estabas obligando a sentir.

-Isa nunca te obligue a nada.

-Lo sé. Lo que quiero decir, Carla, es que desde que te conocí a ti, todo lo demás dejó de ser importante, el balonmano, el sueño de ser una figura; todo eso dejó de ser lo primero. Ya no me importaba si no me llamaban más de la selección, ya no me importaba que no llegara ese contrato de las ligas nórdicas, no me importaba si no ganábamos la liga; todo eso dejó de ser lo primero, tú lo reemplazaste y estaba aterrada por ello. Porque eso era lo único que yo conocía. Toda mi vida giraba en torno a ello y de pronto llegaste tú y todo cambió. Ya no sabía diferenciar nada, nada tenía sentido; ¿cómo era posible que lo que tanto adoraba dejara de ser importante de la noche a la mañana? ¿Qué eras tú? ¿Quién eras tú y por qué me hacías sentir así? No lo entendía y eso me daba pánico, Carla. Fue por eso que, cuando recibí la oferta del club Animert holandés y después del Solas noruego, me marché. Odiaba hacerlo, odiaba alejarme de ti, pero el miedo que sentía a fallarle a toda esa gente que me rodeaba, era más fuerte. Me autoconvencí de que si conseguía que me odiaras, tanto como yo odiaba el dejarte, todo sería más fácil para ambas. Me dedicaría a ser lo que todos esperaban de mí y tú simplemente seguirías con tus estudios; terminarías tu carrera y conocerías a una mujer maravillosa que te hiciera feliz el resto de tu vida. Me equivoqué, porque nunca, en estos ocho años, he dejado de pensar en ti, Carla. De quererte, de desearte hasta el punto aborrecer todo lo que me obligó a alejarme de ti, el balonmano. Ése ha sido el motivo por el que me he retirado y ése es el motivo por el que he vuelto a Madrid, tú -terminó entre lágrimas.

Carla totalmente sorprendida no sabía qué responderle. La miró a los ojos y vio cómo caían lágrimas de ellos. Alzó la mano y con un dedo quitó una lágrima que estaba a punto de caer. Isa sujetó la mano entre las suyas y le besó los nudillos.

-Tus manos siguen siendo suaves -le dijo Isa con una sonrisa.

-Las tuyas siguen teniendo esos pequeños callos -contestó de igual manera.

Se miraron a los ojos durante unos segundos y ambas se perdieron tratando de descubrirse en la mirada de la otra, hasta que Carla rompió el silencio.

-Te he odiado y amado tanto, en secreto durante estos ocho años, Isa, que ahora no sé qué pensar ni qué hacer. Tengo miedo de que esto no sea real, tengo miedo de volver a confiar en ti.

-No tengo el derecho de pedirte que lo hagas, Carla. Sé lo que te hice sufrir, créeme, porque yo dormía, comía y jugaba con ese mismo sufrimiento cada día durante todos estos años; pero, por favor, déjame estar cerca de ti, déjame demostrarte que te quiero, que has sido la única mujer para mí y que quiero que lo sigas siendo durante el resto de mi vida.

-¿Y qué pasa con todas esas modelos con las que salías en fotografías? ¿Con todas las chicas con las que se te ha relacionado en estos años? Veo la tele Isa y leo la prensa.

-Carla, te prometo que no he estado con ninguna mujer en estos años.

-¡Ah claro! y yo me creo que durante ocho años no has echado ni un mal polvo. Al parecer crees que soy idiota.

-¿Y si te dijera que es cierto? -agachando Isa la cabeza avergonzada.

-¡¿Qué?! ¿No has tenido contacto sexual con ninguna mujer desde que te fuiste?

-¿Tan extraño te parece, Carla?

-Por Dios santo, no me lo puedo creer.

-Eso me da a entender que tú sí has tenido esos contactos de los que hablas -le dijo Isa con el tono de voz entrecortado.

-Durante mucho tiempo no pude hacerlo, hasta que por fin me di cuenta de que tú no volverías y comencé a vivir, o por lo menos eso fue lo que pensé.

-¿Alguna relación duradera?

-No he hablado de relaciones. He dicho contactos sexuales, Isa; son dos términos muy, muy diferentes.

-¿Y cuándo ha sido la última vez que tuviste uno de esos encuentros?

-La última vez fue hace dos años, y además no sé por qué estoy hablando de esto contigo. Te recuerdo que estoy enfadada contigo y que te odio -levantándose del sillón y andando por todo el salón como una loca.

Isa la miró y no pudo evitar sonreír abiertamente mientras se acercaba a ella para rodear por detrás su cintura con sus largos brazos y susurrarle al oído:

-Eres la mujer más bella que he visto en mi vida.

Carla sintió un fuerte espasmo en su cuerpo cuando Isa la tocó y se giró para quedar frente a ella.

-¿No va demasiado rápido, Srta. Isa Montero?, le recuerdo que esto no es uno de sus partidos.

-Llevo ocho malditos años deseando poder tocarte; creo que no voy demasiado rápido, pero si tú lo piensas así, dejaré que pongas los límites de lo que, espero, sea el inicio de una relación.

-¿Una relación? ¿Qué te hace pensar que querría iniciar algo así contigo? -mientras fruncía su naricilla, en un gesto que siempre volvía literalmente loca a Isa.

-El que tu cuerpo esté reaccionando a mi caricia me da algunas pistas.

-Mi cuerpo no reacciona a tu caricia; es simplemente que tengo cosquillas -mientras comenzaban un suave y lento vaivén sin darse cuenta de que lo hacían.

-Tú no tienes cosquillas -le dijo Isa mientras se reía.

-Antes no las tenía, pero ahora sí, ¿o es qué también vas a decirme lo que tengo y lo que no? Hay muchas cosas de mí que no conoce Srta. Montero.

-Mmm, me muero por conocerlas Srta. Benavente. -le replicó mientras acariciaba con un dedo los labios de Carla. Era un gesto que pretendía ser dulce pero que no pudo disimular su verdadera naturaleza: la excitación.

Carla se acercó hasta Isa, obligándola a doblar su cuerpo para poder pegar sus rostros y sentir más cerca su piel y su aliento.

-Mmm, echaba de menos tu olor. ¿Sigues usando el mismo gel de ducha?

-Sí, el mismo.

-Siempre has olido increíblemente bien, Isa.

-¡Aja! Y dime ¿qué efecto produce en ti mi olor? -ronroneando como un gato.

-Pues... digamos que mí libido se está sintiendo un tanto alterada.

-¡Aja! ¿Y qué te está pidiendo que hagas esa alterada libido tuya?

-Pues pedirme, no me pide nada, pero me está gritando al oído y me resulta realmente irritante y molesto. -Isa soltó una fuerte carcajada.

-Quiero desnudarte Carla.

-¿Me estás pidiendo permiso?

-Bueno, algo así. Sí.

-Uhm, bueno, ya que me lo pides con tanta educación, tendré que ceder también a ese encanto del que haces tanta gala ¿no crees?

-No sería una mala idea, ya que si no lo haces creo que tendré que pedirte permiso para darme una buena ducha de agua fría -sonrió mientras levantaba por la espalda la camiseta de Carla e introducía sus manos con una caricia suave e insistente. Carla soltó un gemido y acercó sus labios a los de Isa fundiéndose en un beso delicado al principio, que se iba haciendo más desesperado, profundo y abrumador a medida que avanzaba. De pronto, Carla se deshizo del abrazo de Isa, alejándose de ella.

-¿Qué pasa? -preguntó Isa.

-Necesito fumar -le contestó Carla.

-¿Qué? ¿Fumar? ¿Pero desde cuándo fumas?

-Desde que la mujer a la que amaba me dejó por irse a correr detrás de una pelota, por esos mundos de Dios -le dijo Carla sonriendo y haciéndole un gesto de burla con la cara.

-Se supone que el cigarrito va después del sexo, Carla.

-Pues yo necesito relajarme antes y este cigarrito, tan especial, va a ayudarme a conseguirlo -mientras lo sacaba de una cajita de madera.

-¡Oh! Ya entiendo, se trata de ese cigarrillo ¿Eh?

-Sip, exactamente de este cigarrillo. ¿Quieres?

-Carla, soy deportista, o mejor dicho lo era. No fumo y menos de eso.

-Bueno, pues te lo pierdes -le contestó mientras se tumbaba en el sofá al tiempo que aspiraba fuertemente una calada.

-Bueno, ¿y qué se supone que tengo que hacer mientras espero a que termines con esa cosa? -preguntó Isa.

-Pues podrías ir desnudándote y dejar que admire tu cuerpo.

-¿Quieres que te haga un striptease mientras tú te fumas un cigarrito de la risa?

-Sí, creo que eso sí que me relajaría completamente.

-Ya, pero no quiero hacer eso.

-¿Y por qué no?

-Porque necesito sentir tus manos sobre mí, y para eso tienes que ser tú quien me desnude.

Carla se levantó del sofá y apagando el cigarro se dirigió hacia donde Isa continuaba de pie. Mirándola a los ojos y posando una mano sobre el hombro comenzó a quitarle la guerrera que la cubría con la mano libre. Despacio continuó levantando su camiseta y acariciando su torso. Mientras lo hacía, Isa buscaba insistentemente la boca de Carla, pero ésta no dejaba que la besara. Estaba excitándose por momentos, al ver la desesperación de Isa. Pretendía que esa desesperación durara largo tiempo, pues quería llevar a Isa a una larga, profunda y dolorosa excitación. Había deseado ese momento durante ocho largos años y no iba a dejar pasar la oportunidad de disfrutar el abandono total de Isa en sus brazos.

-Mmm -gimió Isa mientras Carla seguía torturándola, acariciando cada centímetro de su piel al mismo tiempo que la desnudaba lentamente. Cuando finalmente quitó la camiseta de Isa se quedó mirando su cuerpo semidesnudo y sintió un doloroso temblor que la hizo retroceder un paso para poder mantener la verticalidad. Sus piernas de repente se habían convertido en "blandiblu" y creyó que si no conseguía agarrarse a algo se caería redonda al suelo. ¿Cuándo había ocurrido esto? , se preguntó. ¿Cuándo había vuelto a ser totalmente adicta a ese cuerpo medio desnudo que tenía delante? ¿Cuándo había perdido la inmunidad a Isa que pensaba tenía y controlaba? No lo sabía, pero lo que estaba claro era que Isa la debilitaba completamente. La obligaba a sentir, la obligaba a reaccionar ante su cuerpo, sus caricias, su tacto, su olor, su tono al hablar, su mirada. Era suya, irremediablemente suya, y en ese momento se dio cuenta y entendió los motivos que obligaron a Isa a huir y alejarse de su lado. Miedo , pensó para sí misma. Esto da miedo .

Isa notó la lejanía y la intranquilidad en Carla, se acercó hasta ella y le susurró al oído:

-Acaríciame cariño, necesito sentir tus manos en mi cuerpo. Soy yo, cielo, solo soy yo -le dijo mientras sujetaba una de sus manos y la dirigía hasta su abdomen firme y musculoso.

Carla se dejó guiar por ella y comenzó de nuevo a acariciar su piel mientras Isa retiraba la corta melena rubia para poder besar, chupar, morder y lamer su cuello hasta conseguir sacarle varios gemidos de placer a Carla. Cuando ambas mujeres notaron que la excitación había llegado a un punto realmente alto y ya no confiaban en que sus piernas las siguieran manteniendo, se tumbaron en el sofá y continuaron entre besos, caricias y gemidos, desnudándose una a la otra. Para cuando esto sucedía, Carla había notado hacía mucho tiempo que su cuerpo gritaba pidiendo más, que su entrepierna necesitaba las manos y las caricias de Isa de una forma suplicante y agónica.

-Carla, cariño -le dijo Isa mientras se incorporaba-, dime dónde está tu habitación porque necesito llevarte a la cama; este sofá es muy suave y cómodo y posiblemente más tarde te pida que nos demos un revolcón en él, pero no quiero que terminemos cayéndonos y tengamos que acabar este día en el hospital con algún miembro escayolado.

Ayudó a levantar a Carla del sofá y, sujetándola en brazos, siguió las indicaciones de ésta para llegar al dormitorio, mientras Carla la martirizaba mordiendo el lóbulo de su oreja. Suavemente la tumbó en la cama e inmediatamente Carla abrió sus piernas y tiró de una de las manos de Isa para que se tumbara sobre ella y tener, por fin, su cuerpo entregado por completo a sus más bajos e incontrolables deseos. En cuanto sus clítoris se rozaron, Carla arqueó sus caderas comenzando un ligero y suave vaivén para continuar entre jadeos y gemidos, aumentando la presión y la velocidad. Isa no podía hacer nada que no fuera seguir el ritmo que imponía Carla, pues la tenía tan aprisionada contra su propio cuerpo que le impedía cualquier otro movimiento, se limitó a seguir a aquella mujer que estaba totalmente fuera de control mientras besaba, chupaba, lamía y mordía cada pedazo de piel que tuviera a su alcance. El sentirse tan deseada por Carla, junto con los gemidos y movimientos frenéticos de ésta, la estaban llevando a una dimensión ya casi olvidada. Con un pequeño hilo de voz Carla suplicaba más, hasta que lo consiguió. Isa se deslizó sobre la cama y bajó hasta la parte inferior del cuerpo de Carla. Comenzó un camino de besos desde sus piernas hasta la cara interna de sus muslos lo que hizo que Carla gimiera y casi gritara de placer. Aquella tortura tan placentera para ella le estaba llegando incluso a producir dolor, un dolor que solo Isa podría aliviarle por lo que con firmeza sujeto su cabeza y la guió hasta el centro de su ansia. Una vez que Isa cerró la boca alrededor de su clítoris Carla comenzó un movimiento aún más frenético y desesperado hasta que entre jadeos y gemidos llegó al orgasmo. Un orgasmo tan profundo que sintió que con él se iban los ocho años de amargura, tristeza y soledad que había vivido hasta ese preciso momento.

Isa se volvió a deslizar sobre el cuerpo de Carla dándole pequeños besitos y lametones hasta que llegó a su boca y la devoró con tanta fuerza que provocó una nueva oleada de gemidos en la misma. Carla se giró en la cama haciendo que Isa quedara debajo de ella, seguidamente comenzó un ataque de besos y mordiscos sin tregua a los pezones de su amante, lo que sumió a Isa en un trance doloroso pero tan intenso que de su boca salió una sola palabra entre gemidos: "más". Carla siguió con insistencia y sin tregua torturando los pezones de Isa mientras ésta intentaba abarcar toda la piel de Carla que podía. Necesitaba sentirla y en más de una ocasión se le escapó uno que otro mordisco, que hizo que la mujer diera un grito, más no consiguió detener el frenético ataque de la misma a sus pezones. Carla comenzó a deslizarse en la cama hasta que su boca quedó justo en el lugar, en el que Isa la necesitaba y deseaba. Su boca cubrió por completo el clítoris sacando un gemido ahogado de Isa, consiguiendo que seguidamente arqueara la cadera y comenzara un rápido movimiento pélvico que la llevó al orgasmo que tanto deseaba, desde que aquella sesión sexual había comenzado.

Carla se había quedado acurrucada en los brazos de Isa que la abrazaba con fuerza. Así se quedaron dormidas hasta que a las siete de la tarde el teléfono móvil de Carla comenzó a sonar y las despertó.

-Sí, dígame -contestó Carla medio dormida aún.

-¿Estás durmiendo?

-¿Quién es?

-Carla, soy Elsa. No me puedo creer que estés durmiendo a estas horas.

-¿Ha pasado algo, Elsa?

-Pues para eso llamo, para saber si ha pasado algo.

Isa, que también se había despertado cuando sonó el teléfono, le quitó el mismo a Carla.

-Hola Elsa, espero que hayas disfrutado de la paella de tus suegros y que lo estés pasando bien. Nosotras estamos en la cama agotadas después de una larga e increíble sesión sexual, lo cual me obliga a decirte que no vas a tener que ir a buscarme a ningún otro país porque no pienso moverme de aquí. Pero lo que sí te aconsejo es que vayas buscando una compañera de piso porque tu amiga Carla se va a vivir conmigo. Así que deberías decirle a tu novia que viváis juntas a ver si sientas la cabeza de una bendita vez que ya es hora. Nosotras estamos bien y si no nos molestáis estaremos aún mejor, adiós Elsa.

Después de colgar el teléfono volvió a acurrucar a Carla entre sus brazos.

-¿A qué ha venido eso?

-¿El qué?

-Lo que le has dicho a Elsa sobre lo de vivir juntas.

-¿No quieres vivir conmigo?

-¿Acabamos de volver a encontrarnos y ya quieres que vivamos juntas?

-Para eso he vuelto, para estar contigo y hacernos viejecitas juntas. No pienso volver a alejarme de ti nunca.

-¿Dónde estás viviendo?

-En un hotel.

-¿En un hotel? ¿Por qué no estás en casa de tus padres?

-Porque aún no he tenido tiempo de ir a verles.

-¡Por Dios santo Isa!, llevas aquí cinco días y ¿aún no has ido a ver a tus padres?

-Oye, no me regañes vale. He estado demasiado ocupada buscándote e intentando recuperarte, además les he llamado y saben que estoy aquí, así que ya iré a verles cuando esté instalada.

-¿Y dónde piensas vivir? porque los alquileres están horribles

-Podríamos comprar una casa. ¿Dónde te gustaría vivir?

-Ahm, bueno si es por elegir, me pido un ático enorme con portero en la Castellana.

-¿Lo venden?

-Cariño, por el amor de Dios, estoy bromeando, es prácticamente imposible comprar un ático en la Castellana.

-¿Por qué?

-No sé, a lo mejor porque el más barato no baja de un millón y medio de euros.

-¿Tú ya lo has visto?

-¿El qué?

-Ese ático del que hablas.

-Hay muchos áticos en venta en la Castellana, supongo que lo están por los precios que tienen.

-¿Y a ti cuál te gusta?

-Cariño, el que a mí me gusta no lo podría comprar ni aunque trabajara doscientos años.

-¿Y cuál es?

-Pues es un ático precioso y enorme y que no podría comprar ni viviendo cinco vidas.

-Aja, bueno, ya veré lo que encuentro y te lo diré.

-¿De verdad quieres que vivamos juntas?

-Sí ¿tú quieres vivir conmigo?

-Dios, esto es una locura, pero sí, claro que quiero vivir contigo, es lo que más he deseado durante mucho, mucho tiempo.

-Bien, ¿sabes qué? ahora sé lo que es la felicidad -concluyó diciendo mientras volvía a acurrucar y a abrazar a Carla.


Era lunes, sobre las 8:30 de la mañana. Gloria corría detrás de Carla para alcanzarla antes de que llegara al ascensor.

-Carla, Carla -gritó Gloria.

-Hola Gloria, ¿cómo estás? -le preguntó mientras paraba las puertas del ascensor para que Gloria pudiera pasar.

-Hola, bien, estoy bien ¿y tú? no tienes buena cara, pareces cansada.

-Sí bueno, ha sido un largo fin de semana. ¿Preparada para otro lunes de mucho trabajo?

-No queda otro remedio que estarlo -le contestó Gloria con una sonrisa.


Mientras, Isa intentaba convencer a Raquel:

  • Raquel, deja de gruñir y escúchame, necesito que me ayudes en algo muy importante.

-¿Que te ayude? Lo que debería de hacer es patearte el culo, me vuelves loca ¡por el amor de Dios!, Isa, ¿es que nunca vas a crecer o qué diablos te pasa?

-Oye, eso intento, crecer ¿vale?, así que calla y escucha, quiero comprar una casa.

-¿Tú quieres comprar una casa? ¡Ja! y yo voy y me lo creo.

-Pues harías bien en creerlo porque es cierto.

-Isa, tú eres un culo inquieto ¿para qué quieres comprar una casa aquí se no tardarás mucho en volver a marcharte?

-Error, no me voy a ninguna parte. Esta vez, no.

Raquel se quedó callada durante unos segundos pensando en que diablos le estaría pasando a Isa para que, de pronto, quisiera comprar una casa.

-Vale, a ver ¿qué narices está pasando aquí?

-Me quiere Raquel, aún me quiere.

-No me lo puedo creer ¿lo has conseguido?

-Sí y lo mejor de todo es que le he pedido, bueno o algo así, le he pedido que viviera conmigo y me ha dicho que sí.

-Vaya, está visto que los milagros existen.

-Sí y por eso quiero hacerlo bien esta vez, la vida no suele dar segundas oportunidades.

-En eso estoy totalmente de acuerdo contigo, así que venga, dime en qué necesitas mi ayuda.

-Bueno, quiero comprar un ático en la Castellana. Me ha dicho que está a cincuenta metros de su trabajo. Así que necesito que lo busques y me consigas una cita con la inmobiliaria que lo negocia para poder ir a verlo y comprarlo.

-¡Guauuu!, chica, tu primera casa y quieres que sea un ático en la Castellana. A eso le llamo yo tirar la casa por la ventana.

-Ya, bueno. Oye no tengo ni idea de cómo van todas estas cosas de comprar una casa, así que, por favor, me vendría genial que lo vieras conmigo y me ayudaras con todo el papeleo.

-Ya sé que no tienes ni idea; de hecho no tienes ni idea de nada que no sea jugar al puñetero balonmano. Si no fuera por mí no sé lo que habría sido de ti.

-Sí, sí, vale Lady Godiva ¿pero me vas a ayudar o no?

-Tranquila, déjalo todo en mis manos. Te llamo en cuanto tenga la cita con la inmobiliaria que seguramente será para hoy mismo.


-Felicítame y hazme un regalo caro. Una joya estaría bien -le dijo Gloria mientras entraba en el despacho de Carla.

-¿De qué estás hablando?

-Pues hablo de que he conseguido que tu bendita reunión, aplazada con la compañía Boomerang, se celebre para las cinco de esta misma tarde. A menos, claro está, que no quieras trabajar hasta tan tarde.

-No, es perfecto. Muchas gracias, Gloria; no se que sería de mí sin ti. Eres la mejor y por eso te voy a invitar a una cena en el Intercontinental el día que tú quieras.

-¿En el hotel?

-Sí, en el hotel.

-¿Hablas en serio?

-Sí, hablo completamente en serio.

-Vale -sentándose Gloria en una de las sillas frente a la mesa de Carla- ¿Qué está pasando? ¿Estás consumiendo algún tipo de droga?

-Bueno pues la verdad es que sí, una muy adictiva -contestó con una gran sonrisa.

-Ya veo -contestó Gloria- y esa droga por casualidad no se llamara Isa Montero, ¿verdad?

-Pues sí, exactamente así se llama.

Gloria se puso en pie y antes de salir le dijo:

-Me alegro mucho Carla, tu sonrisa permanente me dice todo lo que quiero saber. Enhorabuena.

-Gracias, Gloria.

-Al final valió la pena arriesgarme a que me echaras una buena bronca.

-¿Qué quieres decir?

-Bueno el viernes cuando te fuiste, esa bruja que tienes por novia me hizo chantaje y tuve que darle tu dirección, aunque la verdad es que no me costó trabajo.

-¿Tú se la diste?

-Sí, me amenazó con quedarse sentada delante de tu puerta si no lo hacia y cuando le dije que haría que seguridad la echara a patadas me contestó que no era buena idea, porque a la prensa no le gusta que se maltrate a sus héroes y que ella es la gran Isa Montero bla, bla, bla.

Carla soltó una gran carcajada y seguidamente le explicó:

-A mí me dijo que te la robó cuando fuiste al baño.

-Bueno, eso fue lo que le dije que te diría si hoy llegabas al trabajo con ganas de matar a alguien.

-Pues puedes quedarte tranquila no quiero matar a nadie y menos a ti, todo lo contrario -le dijo mientras se levantaba de su sillón-. Doy las gracias. Tú viste lo que yo, por mi rencor, no fui capaz de ver -y dándole un abrazo volvió a decirle-: Gracias, Gloria.


-Bueno, ¿estás lista?

-Sí, aunque nunca antes había estado tan nerviosa, ni siquiera en una final olímpica.

-Pues tranquilízate porque sólo vas a ver una casa, nada más.

-Es mucho más que eso Raquel, por fin después de muchos años estoy consiguiendo lo que he deseado toda mi vida.

-¿Toda tu vida has deseado un ático en la Castellana?

-¡Jajaja!, muy graciosa, me refiero a que aún no me puedo creer que esté buscando una casa para compartirla con Carla.

-Por cierto, hablando de Carla, ¿sabe lo que estás haciendo?

-Si te refieres a si sabe que quiero comprar el ático que tanto le gusta, la respuesta es no.

-¿Y cómo se lo va a tomar cuando lo sepa?

-Pues espero que se alegre, se tire a mis brazos, me dé muchos besos y me diga que me quiere.

-Por cierto, esta tarde a las cinco tenemos la reunión aplazada del viernes en las oficinas de tu novia ¿te lo había comentado ella?

-No, no nos hemos visto desde esta mañana que se fue a trabajar.

-Pues a mí me llamó su secretaria antes de venir a recogerte para comunicármelo.

-Pues entonces démonos prisa, quiero darle una sorpresa y me gustaría que fuera la de la compra de este ático.


-¿Gloria, está todo listo en la sala de exposiciones?

-Sí todo listo y organizado, solo queda hacer el pedido a la cafetería y tu exposición será todo un éxito -le dijo sonriendo.

-Eso espero, no creo que esta vez vayamos a tener ninguna sorpresa.

-No creo, a menos que tengas a otra afamada deportista loquita por tus huesos.

-Pues no que yo sepa, así que creo que esta vez sí que haremos el trabajo, o mejor dicho un gran trabajo -sonriendo y entrando de nuevo en su despacho.


-Me gusta.

-¿Y a quién no le gustaría? Es una maravilla.

-Sí que lo es, mi novia tiene buen gusto, ¿eh?

-Sí, no puedo negártelo.

-Está bien, me lo quedo.

-Isa, aún no has visto el resto de la casa, por Dios santo, solo hemos visto la terraza.

-Bueno, ¿qué más hay que ver?, tiene una terraza de sesenta metros cuadrados, tiene tres dormitorios en suite, un aseo, cocina y comedor y hasta un gimnasio, y además es el que Carla quiere, es perfecto me lo quedo ¿Cuánto vale? -Antes de que la chica pudiera contestarle, Isa miró a Raquel y le preguntó-: ¿Tengo suficiente dinero para comprarlo?

-¡Ja!, Cariño, tienes suficiente dinero para comprar treinta más de estos.

-Bien pues ya está todo dicho. Me lo quedo ¿Cuándo puedo mudarme? -le pregunto a la chica que estaba en mitad del salón mirando a Isa como si estuviera viendo un antiguo baúl pirata lleno de monedas de oro.

-Isa, antes de empezar con la mudanza tenemos que solucionar todo el papeleo -le dijo Raquel.

-Está bien. De eso te encargas tú, ¿OK? Págale a esta señorita tan amable y arregla todos esos papeles de los que hablas. Tengo que ir a un sitio antes de la reunión con Carla.

-Isa Montero no se te ocurra llegar tarde o te juro que perderemos las amistades -le gritó Raquel mientras Isa salía de la casa.


-Hola ¿tú debes de ser Carla? -preguntó Raquel.

-Hola, sí, me llamo Carla ¿nos conocemos?

-No cariño, no nos conocemos pero eso va a cambiar ahora mismo. Soy Raquel, la manager, contable, representante y abogada de esa loca que tienes por novia y de nombre Isa Montero -le explicó Raquel ofreciéndole la mano para cumplir debidamente con la presentación.

-Encantada Raquel, perdona, no lo sabía.

-Tranquila cielo, sé de sobra que Isa no se ha molestado ni tan siquiera en nombrarme, además por lo que he oído habéis estado muy ocupadas este fin de semana -dijo con una gran sonrisa picarona.

Carla, completamente colorada, bajó la mirada unos segundos hasta que por fin pudo recuperar la compostura y volver a alzarla. Entonces le preguntó:

-¿Y dónde está tu representada? Porque sin ella esto no puede empezar.

-¡OH! Dios santo no me hables de esa mujer, me vuelve completamente loca. Le dije que estuviera aquí y que fuera puntual; pero ese diablo no sería puntual ni para asistir a su propio funeral.

-Sí, te entiendo. Isa siempre ha sido un espíritu libre y no se adapta muy bien a los horarios.

-Dímelo a mi, aún hoy sigo sin saber cómo ha podido labrarse una carrera deportiva tan espectacular con lo desastre que es en su vida cotidiana. Menos mal que eso esta a punto de cambiar -le dijo Raquel mirándola con una sonrisa burlona y dirigiéndose hasta su asiento, a un lado de la gran mesa de la sala de exposiciones, en la que ya se encontraban todos, menos Isa.

Mirando a Raquel, Carla comenzó diciendo:

-Ahora que ya estamos todos o casi todos podemos empezar con la presentación.

-A mí no me mires, la única forma de que esa maldita mujer llegue puntualmente es atarla con un par de cadenas y traerla a rastras.

-¿Pero vendrá? -preguntó uno de los colaboradores de Ricardo.

-¡Oh! Sí cielo, claro que vendrá, lo que no se sabe es cuándo.

-Bien, pues mientras eso ocurre ¿qué tal si empezamos? -términó diciendo Carla.

Isa llego por fin con treinta minutos de retraso y entró en la sala, dirigiéndose hacia el principio de la mesa donde estaba Carla y plantándole un beso que dejó a todo el mundo en silencio, incluyendo a la misma Carla. Se excusó:

-Siento el retraso, pero tenía cosas que hacer ¿por dónde íbamos? -Y se dirigió hacia la silla, al lado de Raquel donde tomó asiento.

-Buena entrada, por cierto ¿dónde demonios has estado?

-Ya te lo he dicho, tenía cosas que hacer.

-Bien. -Después de esto, Carla siguió intentando retomar el hilo de lo que estaba diciendo, pues el beso de Isa consiguió descentrarla por completo-. ¿Podemos seguir dónde nos quedamos?

Cuando la reunión terminó, Raquel hablaba con Ricardo sobre la campaña y sobre la parte del trabajo que correspondía a Isa, mientras Carla, con todas sus carpetas y seguida de cerca por Gloria, se dirigía a su despacho. Al entrar en él, se encontró a Isa sentada en su sillón de escritorio con sus largas piernas sobre la mesa. Le dijo a Gloria que empezara con los preparativos y las llamadas necesarias para el comienzo de la campaña publicitaria y cerró la puerta.

-Esa entrada en la sala ha sido espectacular.

-A que sí -le contestó Isa.

-Ya lo creo, pero la próxima vez, por favor, no lo hagas.

-¿Te ha molestado?

-Digamos más bien que no era el momento ni la situación adecuada para ese beso, ha estado totalmente fuera de lugar.

-Lo siento Carla, llevaba todo el día con unas ganas terribles de besarte. Intenté que fuera lo más ligero posible, porque de lo que realmente tenía ganas era de desnudarte allí mismo y hacerte el amor.

-Pues menos mal que has aprendido a controlarte porque de lo contrario creo que hubiera perdido esta cuenta.

-De eso nada, si me quieren a mí tendrán que trabajar contigo y sí no "nasti de plasti".

-De todas maneras no lo vuelvas a hacer. Éste es mi trabajo y les debo un respeto a mis clientes, ¿de acuerdo?

-Vale, lo he pillado. ¿Quieres almorzar conmigo?

-Isa, son las seis de la tarde ya no son horas de almorzar.

-Bueno pues a cenar.

-Tampoco es hora de cenar.

-Pues, ¿qué te parece si te llevo a mi hotel, nos damos un baño en el jacuzzi y luego hacemos el amor hasta la hora de la cena?

-¿Has ido a ver a tus padres?

-Sí, lo he hecho, he ido a verles por eso he llegado tarde.

-¿Y?

-¿Y qué?

-¿Qué tal ha ido?

-Mi madre me ha regañado porque no había ido a verla. Mi padre me ha regañado porque según él, soy una irresponsable. Totoro, el perro familiar, me ha ladrado porque no me ha reconocido. Luego mí madre ha empezado con su canción de <>, <> y bla bla bla mientras me ponía delante un plato hasta arriba de comida y me obligaba a comérmelo todo, cosa que obviamente no hice. Mi padre está furioso conmigo porque no les había dicho que me retiraba y... ¿de verdad quieres que siga?

-Resumiendo, tu familia te sigue adorando igual que siempre.

-Es que no has oído lo que te he dicho, lo único que hicieron fue regañarme e intentar hincharme como a un cerdo para la matanza.

Carla soltó una carcajada mientras se acercaba para sentarse en las piernas de Isa.

-Eres como una niña grande, Isa Montero.

-No soy una niña, creo que eso lo he dejado muy clarito este fin de semana -sonriendo mientras comenzaba a besar los hombros de Carla por encima de su blusa.

-¿Sabes qué? acepto tu oferta de irnos a tu hotel.

-De acuerdo vámonos de aquí, estoy cansada de tanto trabajar.

-Sí te entiendo, has trabajado muchísimo -le dijo Carla en tono sarcástico.

-¡Eh!, pequeña, no te metas conmigo o tendré que castigarte. No necesito trabajar en esto, para eso le pago a Raquel. Solo me limito a soportar las largas sesiones de fotos y a sonreír en las presentaciones de los productos que anuncio, nada más.

-Anda doña deportista famosa vámonos que estoy deseando darme un baño.


-Este jacuzzi es una maravilla y estos chorritos de aquí me hacen cosquillas -dijo Carla.

-¿Quito los chorritos?

-¡Nooo! ¿por qué vas a hacer eso?

-Porque no me gusta que esos chorritos tontos te hagan cosquillas, eso es cosa mía.

-Anda ven aquí, celosa -Carla abrió las piernas y dejó que Isa se sentara en medio apoyando la cabeza en su pecho mientras Carla la rodeaba con sus piernas- Mmm, así sí que me gusta. Creo que voy a tener que comprar uno de estos para la casa.

-No te preocupes no hace falta, el baño de nuestra futura casa lo tiene y es enorme.

-¿Nuestra futura casa?

-Sí, nuestra futura casa.

-A ver, explícame eso.

-Pues que ya he comprado nuestra casa ¿que más hay que explicar?

-¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? -girándose para mirarla a la cara.

-¿Qué he dicho para que te repitas tanto?

-¿Has comprado una casa?

-Sí, lo he hecho y te va a encantar.

-Isa, no se puede comprar una casa de un día para otro.

-Bueno, todavía no podemos mudarnos. Raquel está haciendo todo el papeleo. Quería mudarme mañana pero no me dejan hasta que no estén listos todos esos papeles que no sé para qué sirven.

-Isa, ¿cuándo viste la casa? y sobre todo ¿dónde narices has comprado esa casa?

-Respondiendo a tu primera pregunta, la vi esta mañana con Raquel y respondiendo a tu segunda pregunta, es el ático que tanto te gusta en Castellana.

-¿Qué? ¿Has comprado el ático de Castellana? ¿El que está al lado de mi trabajo?

-Sí, ése concretamente. Es muy bonito, tienes muy buen gusto -le dijo dándole un beso y saliendo del jacuzzi.

-¡Dios Santo Isa!, ¿tienes idea de lo que cuesta ese ático?

-Pues la verdad es que no, pero Raquel me dijo que tengo suficiente dinero para comprar otros treinta más como ése y como solo necesitamos uno, pues lo he comprado.

-Está bien -saliendo Carla del jacuzzi poniéndose una bata y siguiendo a Isa hasta el pequeño salón de la habitación- vamos a hablar sobre esto, a ver ¿cuándo has visto la casa?

-Cariño ya te lo he dicho, la he visto esta mañana con Raquel.

-De acuerdo y dime ¿cómo es?

-Pensaba que tú ya lo habías visto.

-No, nunca lo he visto, sabía que estaba a la venta pero nunca la vi, así que dime como es.

-Pues yo que sé, es un ático, tiene una terraza de sesenta metros cuadrados, tres dormitorios en suite, un aseo, una cocina, un comedor, un gimnasio y el salón es enorme.

-Ya ¿y tiene garaje?

-No lo sé.

-¿Plaza de aparcamiento?

-No lo sé.

-¿Comunidad?

-No lo sé.

-Pero por el amor de Dios, Isa.

-¿Queeé? Pensaba que te gustaba.

-¡Cómo diablos compras una casa sin saber nada de esas cosas!

-Oye, solo lo quiero para que vivamos juntas, que más da si tiene garaje o plaza de aparcamiento o comunidad.

-Cielo, te agradezco que hagas esto por nosotras y sobre todo pensando en mí, pero, cariño, no se puede pagar esa cantidad de dinero por una casa sin saber esas cosas.

-Pero si ni siquiera sé cuánto ha costado. Raquel dijo que tenía dinero suficiente para comprarlo y yo lo compré, punto.

-Cariño te voy a hacer una pregunta un tanto indiscreta ¿puedo?

-Claro que puedes, no sé ni por qué me pides permiso para algo así.

-Bien, ¿Cuánto dinero tienes? Si no quieres no me contestes ¿vale?

-No lo sé.

-¿Qué no lo sabes?

-No, Raquel es la que lleva todo eso, pregúntale a ella.

-Y cuando quieres comprarte algo, ¿qué haces?

Isa se levantó del sillón en el que estaba sentada y buscó su cartera.

-Tengo una tarjeta de crédito Raquel me la dio, mira.

-Y cuando quieres comprarte algo demasiado caro como un coche o una casa ¿Qué haces?

-Nunca he comprado un coche, siempre me lo han dejado los clubes y esta es la primera casa que compro.

Carla estaba agotada y a punto de perder la paciencia.

-¿Y cómo le pagas a Raquel?

-No lo sé, Carla, supongo que Raquel se auto paga. Yo que sé, esas cosas siempre las ha llevado ella.

-Pero ¡por el amor de Dios Isa!, da gracias a Dios que Raquel es una buena persona, de lo contrario, ahora estarías en la ruina más absoluta por tu poca cabeza con tu economía.

-Si quieres -tras acercarse para sujetarle las manos,- a partir de ahora puedes llevar tú el control de mí economía y de todo lo mío.

-¡Ah! ¡Nooo!, ni lo sueñes. A mi déjame al margen, ya tengo suficiente con llevar el control de la mía. Tienes que aprender a llevar tus cosas tú misma.

-¿Y por qué voy a hacer eso?, Raquel es una lince haciendo ese trabajo y yo por el momento no me quejo.

-No he dicho que dejes a Raquel en el paro, pero por Dios santo, por lo menos deberías saber el dinero que tienes en el banco.

-Ya, bueno, supongo que eso lo podría hacer, pero ahora mismo tengo pendiente algo más interesante -le dijo, ayudándola a levantarse del sofá y dirigiéndola a la cama sujeta por las manos mientras ambas se reían.


-¿Se puede saber por qué motivo no me has despertado? ¡Dios!, voy a llegar tarde al trabajo.

-Oye cariño, cálmate ¿quieres? -dijo Isa aún medio dormida.

-¿Qué me calme? ¿Cómo diablos quieres que me calme? tengo un horario de trabajo por sí no lo habías notado.

-No creo que te despidan por llegar diez minutos tarde, Carla.

-¿Diez minutos? voy a llegar una hora tarde y para colmo no tengo ropa. Tendré que ir a trabajar con la misma de ayer. ¿Por qué diablos no ha sonado el despertador? -le gruñó mientras se vestía.

-Supongo que será porque no tengo uno de esos.

-Dios Isa, no sé por qué no me extraña.

-Oye, vivo en un hotel ¿recuerdas?

-Sí, lo recuerdo, pero me dijiste que pondrías la alarma del teléfono y no ha sonado.

-Cariño, cuando te dije eso estábamos en mitad del segundo acto y tú no parabas de hablar.

-¿Y eso qué diablos quiere decir, Isa? -le preguntó Carla fingiendo enfado.

-Pues bueno, quiere decir que de alguna manera tenía que conseguir que te centraras en lo que estábamos haciendo, porque imagínate si no lo consigo, mi ego quedaría malherido para el resto de mi vida.

-Así que para que tu ego no sufra daños yo tengo que llegar tarde al trabajo.

-Algo así, sí.

-Eres lo peor que hay Isa Montero -recogiendo su bolso para salir-, y para tu información, no es cierto eso de que no paraba de hablar porque lo único que te dije fue que te acordaras de poner la alarma del teléfono antes de dormirte, simplemente eso.

-Ya claro, te quiero gruñona.

-Quiero almorzar contigo cuando salga del trabajo, así que no te pierdas, también te quiero ego malherido, adiós.

-Adiós -le contestó entre risas.