Ocho años y un despues ii
Isa encuentra a carla, pero esta no la quiere ni ver despues de la forma tan vil como la dejo
OCHO AÑOS... Y UN DESPUÉS
Cartablanca
-¡Gloria! -llamó Carla-. Por favor, ¿podrías concertar la cita con los directivos de la cuenta de las deportivas? si puede ser que sea para mañana a primera hora, o como muy tarde para el jueves. Quiero tener la respuesta en firme para el viernes y así poder adelantar el inicio de formato este fin de semana, y presentarlo el próximo lunes.
-De acuerdo, ahora mismo los llamo. Espera, ¿cómo que adelantar el inicio de formato este fin de semana? ¡Oh! Vamos, Carla me lo prometiste.
-¿Qué te prometí qué?
-Fin de semana en la sierra con mi novio y su hermana lesbiana, ¿no te acuerdas?
-¡Augch, mierda es verdad! Oye Gloria, ¿por qué no vais vosotros solos? Tengo mucho trabajo que hacer y desde luego sentada en la sierra mirando los pinos y oliendo caca de vaca no lo voy a adelantar.
-¡Me lo prometiste! y la hermana de mi novio tiene muchas ganas de conocerte. Además, ¿quién dice que te vas a pasar el fin de semana sentada oliendo caca de vaca y mirando pinos? Si te lo planteas y pones un poquito de tu parte, podrías pasarlo haciendo otras cosas más interesantes y muchísimo más divertidas.
-Ya sabes que no tengo tiempo ni ganas de ese tipo de relación, Gloria.
-¡Sí, sí ya. ¡Una y no más Santo Tomás!, ¡ya lo sé!, pero la hermana de mi novio no es Isa Montero.
Carla, al escuchar ese nombre, sintió un repentino escalofrío y se enfadó:
-¡Gloria, por favor, déjate de cotilleos de una santa vez y ve a hacer lo que te he dicho! Lo siento, tendréis que ir a la sierra vosotros solos. No quiero perder el tiempo en tonterías cuando tengo un millón de cosas por hacer en la oficina. Búscale a tu cuñadita una chica que no trabaje tanto y que sea una buena amante para que os podáis ir los cuatro en plan de familia feliz a la sierra cada vez que os salga de las narices. Ahora, por favor, llama a esa gente y consigue que estén aquí mañana o pasado como máximo y cierra la puerta al salir.
Gloria, sorprendida por la reacción, salió de la oficina sin hacer ningún otro comentario pero pensando para sí misma: Isa Montero, ¡por dios Carla!, ¿cómo es posible que después de tantos años aún sigas enamorada de ella?
-Isa, soy Raquel. Por favor, cuando escuches este mensaje llámame. Ya tengo la cita para la reunión y no te olvides, o encontrarán tu cadáver flotando en el río Manzanares.
-Hola, quería preguntar por una alumna que estudió aquí hace algunos años. Quería saber si me podían facilitar alguna información sobre ella, necesito encontrarla -la chica que estaba detrás de la mesa se quedó sorprendida al verla, pues la reconoció inmediatamente.
-Bueno, si me dice su nombre puedo buscar en el ordenador -le contestó con una sonrisa que intentaba ser seductora, pero que conseguía el efecto contrario.
Cuando Isa estaba tomando asiento en una de las sillas que estaban frente a la mesa una puerta se abrió y alguien dijo:
-¿Buscas a Carla?
Isa se giró y delante de ella encontró a una muy seria Paula, e inmediatamente se dio cuenta de que había sido una muy mala idea haber ido hasta la universidad en busca de alguna pista sobre Carla. Se levantó de la silla y saludó a Paula ofreciéndole la mano. Ésta apartó su mano y con una gran sonrisa se lanzó a su cuello rodeándola con sus brazos.
-¿Me das la mano? ¡Oh! Vamos Isa, dame un fuerte abrazo, hace siglos que no nos vemos, aunque he estado siempre muy al día de todos tus grandes logros en el mundo del balonmano. Doña Figura Mundial, no me queda otra, mi hija es tu fan número uno y se pasa el día obligándome a contarle cosas sobre ti.
-¿Tienes una hija?
-En realidad tengo tres, una chica de catorce años, un chico de trece y el enano de la casa que tiene nueve meses.
-¿Y cuándo has tenido tiempo de hacer todo eso? -le dijo Isa completamente sorprendida.
Sonriendo, Paula la invitó a pasar a su despacho para que pudieran seguir hablando. Cuando ya estaban cómodamente sentadas y cada una con un café delante siguieron con la conversación.
-A la chica y el chico mayores los adoptamos en Rusia, ya llevan con nosotras cuatro años y se han adaptado maravillosamente, y el pequeño es hijo biológico.
-Vaya, estoy sorprendida -dijo Isa- no me esperaba que las cosas hubieran cambiado tanto por aquí desde que me fui.
-Tampoco pensaba que mi vida iba a cambiar tanto cuando te fuiste -le dijo Paula sonriendo.
-Te veo muy bien Paula, y me alegro mucho por ti -dijo Isa.
-Bueno, digamos que las cosas no me han ido nada mal. ¿Sabes que también me fui de Madrid?, estuve dos años en Nueva York, hice varias tesis y conocí a Carol, la mujer de mi vida. Nos ofrecieron un trabajo en Rusia y vivimos allí otros dos años. Fue cuando adoptamos a Berskov y Olvelwa, nuestros hijos mayores. Hace dos años que nos instalamos aquí en Madrid, y aquí nació el pequeño Lucas.
-Isa, son las doce del día y sigo esperando tu llamada.
-Bueno, pero cuéntame que ha sido de tu vida, aparte de convertirte en la mejor jugadora del mundo y conseguir trofeos europeos, olímpicos, mundiales y reconocimientos de todo tipo por todas partes.
-Pues la verdad es que... haciendo todo eso que has dicho no he tenido tiempo para nada más, aunque tampoco ha sido para tanto.
-¿Qué no ha sido para tanto dices? Cada día leo algo sobre tus hazañas deportivas en la prensa o en la televisión; dicen que eres un ídolo en Holanda y en Noruega y un millón de alabanzas más. Isa, sigues siendo tan modesta como siempre por lo que veo.
-Cambiemos de tema Paula, he venido porque me gustaría poder ver a Carla y tenía la esperanza de que aquí pudierais darme alguna pista de dónde está. He estado en su antiguo apartamento pero ya no está allí desde hace cuatro años, según me informó el casero.
-Me gustaría ayudarte Isa, pero no sé nada de Carla desde que nos graduamos hace ya 7 años.
-¿Desde entonces no la has vuelta a ver? -preguntó Isa sorprendida.
-No, cuando tú te fuiste Carla... uhm, digamos que se encerró y se dedicó a estudiar. No salía con nosotras. La verdad, Isa, es que Carla... por utilizar una expresión ajustada a la realidad, y a la vez lo suficientemente clara para que nos entendamos... Carla se enterró en vida. Dejó de salir, de hablar, de comer y hasta tuvimos que llamar a sus padres para que la llevaran a un médico, porque, realmente lo pasó fatal. Estuvo casi un mes fuera y cuando volvió no fue mucho mejor, pero quería terminar la carrera y sus padres no pudieron hacer más que traerla de nuevo al campus. Intenté ayudarla, a pesar de lo mal que os lo hice pasar en su momento... tú sabes que estaba muy enamorada de ella. Pero no me dejó, la verdad es que no dejó que nadie se le acercara, se limitó a ir de la habitación a clases y de clases a la habitación. Ése era su mundo, ése y su recuerdo de ti.
Mientras Paula hablaba, Isa sintió que sus manos comenzaban de nuevo a temblar y que sus ojos se llenaban de lágrimas. Se sujetó las manos una con la otra e intentó por todos los medios que sus lágrimas no salieran, pero Paula se dio cuenta y le preguntó:
-Isa, ¿aún sigues enamorada de ella, verdad? ¿Le mentiste cuando le dijiste que solo había sido una diversión más?, ¿verdad? ¿Por qué lo hiciste, Isa?
Isa se levantó rápidamente de la silla en la que estaba sentada y comenzó a dar vueltas por el despacho como un león enjaulado.
-Yo... ¡No lo sé Paula! La quería, la quiero aún, no ha habido otra mujer en mi vida desde Carla. Pero todo el mundo me decía que era una locura, que debía centrarme en mi carrera deportiva y olvidarme de las distracciones. No sé por qué lo hice, Paula. De verdad, no lo sé. Pero en estos ocho años que llevo sin verla, sin saber nada de ella, te juro que ni un solo minuto de todo ese tiempo he dejado de pensar en ella; y cada día que pasaba, cada partido que jugaba, cada mundial, liga o europeo que jugaba y ganaba... me alejaba más y más de ella. Ese peso tan horrible ha acabado por hacerme aborrecer lo que tanto quise en su momento, hasta el punto de tener que abandonarlo.
-¿Y ahora qué vas a hacer?
-Buscarla, buscarla hasta que la encuentre donde quiera que este la pienso encontrar.
-¿Y cuándo la encuentres?
-No lo sé, pero haré lo que sea para que vuelva a confiar en mí, por demostrarle todo lo que siento por ella, por hacerla feliz. En definitiva, por hacer todo lo que no pude, quise o supe hacer en su momento.
-Isa, realmente me parece genial que quieras enmendar esa parte de tu pasado, pero ¿no has pensado que a lo mejor Carla ha seguido con su vida?, ¿qué a lo mejor ya no te recuerda?, ¿qué a lo mejor es feliz con otra persona?
-¿Y por qué no me iba a recordar? Sé que ella me quiere.
-No Isa, tú sabes que ella te quería a morir cuando te fuiste, pero no sabes lo que sentirá ahora, ni como será su vida ahora. Tú tomaste tu decisión equivocada o acertada, eso solo tú debes juzgarlo, pero la tomaste; y decidiste marcharte. Ahora no puedes volver y esperar encontrarte las cosas como estaban. Las cosas cambian Isa, y las personas también. Sin ir más lejos, la prueba la tienes en mí.
La puerta del despacho de Paula se abrió en ese momento y entró la chica de la mesa para darle unos archivos y comunicarle a Isa que su búsqueda había fracasado porque en los ficheros de la universidad no había nada sobre Carla Benavente.
Isa se giró para darle las gracias a la chica y también para despedirse de Paula. La conversación que acababan de mantener había dejado a Isa en un estado tal de incertidumbre, duda y miedo que sus pulmones le exigían que saliera de aquella habitación, pues notaba que se estaba quedando sin aire. Así que, después de despedirse de Paula con un fuerte abrazo, y de que ésta le diera el número de teléfono de su casa, el del móvil y le hiciera prometer que la llamaría para conocer a su familia, salió a la calle tan deprisa como pudo.
-Isa, soy Raquel otra vez. Son las dos de la tarde ¿Se puede saber donde coño andas metida? Llámame, es importante.
-Confirmada la cita para mañana a las diez de la mañana -dijo Gloria entrando en el despacho de Carla. Dejó una nota en la mesa para a continuación girarse y dirigirse de nuevo a la puerta para salir.
-Gloria, espera por favor, quédate un segundo necesito hablar contigo -dijo Carla.
Gloria volvió hasta la mesa, se sentó en una de las sillas y esperó a que Carla comenzara a hablar.
-Por favor Gloria, perdona mi comportamiento. Lo siento, no sé qué me pasa. Estoy nerviosa, no debí hablarte así. Sé que te prometí que os acompañaría a la sierra, pero estoy hasta arriba de trabajo. Por mi cabezonería con la maldita cuenta de maderas Gloob, he dejado mucho trabajo atrasado y ahora tengo que ponerme al día cuanto antes -terminó dando un suspiro.
-Tranquila Carla, entiendo que tengas mucho trabajo, pero lo que no entiendo es que lo utilices para esconder lo que verdaderamente te sigue obligando a no dejarte vivir; incluso aún hoy, después de ocho malditos años.
-¿Qué quieres decir?
-Isa Montero.
-¿Qué pasa con ella?
-Nada, solo que sigues enamorada de ella.
-¿A qué viene esto, Gloria?
-Viene a que estoy harta de tus negativas a salir con alguien; viene a que estoy muy cansada de ver como rechazas a todas las posibles citas que yo, tu amiga Elsa, o algún compañero o compañera de trabajo hemos intentado organizarte. <>, dijiste. <>, dijiste. La camarera de aquel bar de ambiente en Chueca que conocimos aquella noche en la que conseguimos que salieras con nosotras, después de varios meses, <> dijiste. La dueña de aquella cadena de hipermercados a la que le hiciste una campaña es <>, dijiste y etcétera, etcétera, etcétera. ¿Quieres que siga? La realidad aquí Carla, es que ninguna mujer te atraerá nunca porque ninguna de esas u otras mujeres son ni serán Isa Montero. Está muy bien que quieras adelantar trabajo, pero ¡por el amor de Dios!, no me tomes por estúpida porque no lo soy. ¿Crees que no te veo cuando te respaldas en ese maldito sillón y tu pensamiento se va a miles de kilómetros de aquí? ¿Qué no veo cuando lees la prensa y tus ojos se empañan cuando sale alguna noticia en la que a la gran y afamada deportista le han dado un premio aquí o allá? ¿Que no veo cómo reaccionas cuando en la cafetería la gente está comentando algo sobre aquel partidazo de balonmano en el que nuestra selección con la bendita Isa Montero a la cabeza ha ganado esto o aquello? ¡Vamos Carla! Puedes negártelo a ti misma cuantas veces quieras hasta reventar; pero no nos tomes por estúpidos a la gente que te queremos y apreciamos de verdad, por favor.
Después de decir esto y de observar la reacción de Carla durante unos segundos, Gloria se levantó de la silla en la que estaba sentada y se dirigió a la puerta para volver a su mesa. Cuando estaba a punto de salir, Carla le dio las gracias y volvió a meter su cabeza en la pantalla del ordenador.
-Isa, son las tres menos cuarto de la tarde ¿Dónde narices estas?, soy Raquel; llámame. Estoy a punto de sufrir un maldito paro cardíaco.
Andando por la calle sin rumbo fijo, Isa iba pensando en la conversación que acababa de tener con Paula y en el terror que sintió al terminar la misma. ¿Y si Paula tiene razón? ¿Y si Carla ha conocido a otra mujer que le ha dado todo lo que no le di y la hace feliz? Que tontería , pensó. No he podido olvidarme de ella, así que estoy segura que tampoco me ha olvidado a mí. Nuestro amor supera al tiempo, siempre ha sido así. Tendré que intentar localizar a Elsa. Estoy segura de que ella me dirá dónde puedo encontrarla, una vez le explique todo lo que ha pasado , dijo para sí.
-Isa Montero, te lo advierto: como no me llames en el plazo de una hora puedes despedirte de mí como agente y amiga. Son las cuatro de la tarde y dentro de una hora tenemos la reunión. ¡Llámame!, ¡por el amor de Dios!
Sentada en su sillón y mirando por el gran ventanal del techo al suelo de su despacho, Carla pensaba en la conversación; o mejor dicho bronca de hacia unos minutos que Gloria acababa de echarle. Y lo peor de todo , pensó para sí misma, es que tiene toda la razón. Esa es la verdad, mi verdad. Por mucho que me obligue a negarlo sigo enamorada de ti, Isa . Se obligó a ponerse en pie y salir de la oficina, pues de repente se sintió agotada y solo quería llegar a casa para arroparse en el sofá y ver algún culebrón que le recordara, aunque solo fuera en la televisión, que siempre había quien sufría más que ella por amor.
-Oye, ¿Se puede saber qué te pasa? Mi teléfono esta repleto de mensajes tuyos, ¡por Dios! -dijo Isa.
-¡Oh! Por fin, La Gran Figura se digna a dar señales de vida.
-¿Qué ocurre, Raquel?
-Ocurre que dentro de una hora tenemos la reunión con la dirección de la marca de calzado en sus oficinas de Gran Vía.
-Bien, ¿Y por eso tanto escándalo?
-Llevo intentando dar contigo desde esta mañana, pero al parecer te escondes ¿Se puede saber dónde te metes? Y, por cierto, los teléfonos móviles no sirven para nada si no están encendidos.
-Tengo cosas que hacer.
-Sí, tienes cosas que hacer, como tomar un taxi y dirigirte desde ¡ya! a Gran Vía, número doscientos treinta y seis, quinta planta; y esperarme hasta que yo llegue.
-Está bien, ya pillo un taxi ¿De acuerdo? Te espero allí, chao.
Raquel llegó al edificio de oficinas y en cuanto entró se dedicó a buscar a Isa. No la encontró en el hall del edificio por lo que pensó que ya habría subido hasta la oficina y paró el ascensor para dirigirse a dicho lugar. Cuando llegó dio su nombre a la recepcionista; el nombre de la persona con la que debía reunirse y el motivo. Volvió a mirar por toda la recepción a la espera de poder ver a Isa y al no dar con ella de nuevo se empezó a preocupar y pensó que si Isa volvía a obligarla a retrasar la entrevista, se largaría y la dejaría empantanada con todos sus asuntos a medias.
Cuando el asesor de Imagen y Publicidad de la compañía salió hasta la recepción para recibirla, a Raquel casi le da ese amago de paro cardíaco que llevaba todo el día amenazando con producirse. Saludó cordialmente al hombre y éste le pidió que le acompañara hasta su oficina.
Isa descendió del taxi y entró rápidamente. Mirando el reloj en el edificio, esperó hasta que el ascensor se abrió y subió hasta la quinta planta. Se dirigió hasta la recepcionista que, al verla, inmediatamente la saludó y le pidió que la siguiera. Raquel ya se había disculpado un millón de veces por el retraso de Isa con Ricardo, el asesor de Imagen y Publicidad; y éste había ordenado a la empleada que en cuanto llegara, la hiciera pasar directamente a su oficina. A la recepcionista no le costó ningún trabajo reconocerla en cuanto la vio salir del ascensor, pues, para ella, Isa era su sueño de amor adolescente.
Capítulo IV
Una vez en casa, Carla se dio una ducha y se puso ropa cómoda. Se tumbó en el sofá con un gran plato de ensalada y una Coca Cola. Encendió la televisión y la miró sin verla, pues sus pensamientos estaban muy lejos de allí y de la serie que estaban emitiendo. En ese momento llegó Elsa, la saludó robándole una aceituna de su plato de ensalada y tirándose a su lado en el sofá.
-¿Qué estás viendo? -le preguntó. Carla no le contestó y Elsa tuvo que darle un codazo para sacarla de su ensimismamiento- Te he preguntado qué ves.
-¡Ah! Perdona no te había escuchado. Pues no sé, una serie de algo.
A Elsa le preocupada que el partido de balonmano del día anterior hubiera afectado a Carla por lo que le preguntó:
-Carla, ¿estás bien?
-Sí, sí claro que estoy bien ¿Por qué lo preguntas?
-Bueno, la verdad es que estoy preocupada por ti desde ayer.
-¿Y por qué estás preocupada? Estoy muy bien.
-Bueno, no sé. Que ayer te tomaras tan bien todo lo del balonmano me desconcierta un poco.
-Solo fue un partido de balonmano Elsa, no nos estábamos jugando una final Olímpica -le contestó riendo.
-No, no me refiero a eso, sino a que reaccionaste con tanta seguridad que no sé... hasta hace poco tiempo el solo escuchar el nombre balonmano te hacia quedar petrificada.
-¿Y según tú por qué debería quedarme petrificada?
-Isa Montero.
-¡Pero bueno! ¿Se puede saber lo que os ha dado hoy a todas con Isa? ¡Joder! ¡Ni que estuvierais enamoradas de ella! ¡Por el amor de Dios! -gritó levantándose del sillón y marchándose a la cocina a toda velocidad.
Elsa la siguió hasta la cocina y sujetándola de un brazo la giró para poder mirarla a los ojos. Poniendo una mano en su corazón le pregunto:
-Carla, ¿Isa sigue aquí verdad? -Carla la miró a los ojos y puso una de sus manos sobre la de Elsa.
-¿Cómo podría no estarlo, Elsa? Nunca ha salido de ahí. Siempre, todos estos años ha estado ahí por más que me lo negara, por más que quisiera que no fuera cierto... siempre ha estado ahí.
-¿Por qué no me lo habías dicho, Carla?
-Porque era más fácil esconderlo Elsa. Fingía estar bien y todos estaban felices pensando que Isa Montero era historia para mí. No mostraba mi sufrimiento por lo que nadie tenía que sufrir por mí. Parecía un buen arreglo y de hecho ha funcionado. ¿O no?
-Para todos nosotros sí, pero para ti no.
-Solo me he enamorado una vez en mi vida, Elsa; y parece que amar a Isa Montero durante el resto de mi vida es mi sino.
-Todo este tiempo me he preguntado por qué no salías con nadie y me dije a mí misma que si hubiera pasado por lo que tú pasaste también actuaría como lo hacías tú. Quiero decir que me cerraría en banda al amor. Ahora me doy cuenta que fui una egoísta y que solo pensé así porque no quería ver la realidad de lo que tu corazón sufría. Lo siento mucho Carla, de verdad, siento mucho haber optado por la comodidad de verte bien por fuera, en lugar de haberme molestado en saber la verdad de tu corazón.
-Fui yo quien se negaba a ver la verdad Elsa, no tú. Para mí estaba bien así. No le des más vueltas y sobre todo no te culpes de nada. Aunque no lo creas, el reconocer por fin la verdad me hace sentir mejor y ¿quién sabe?, a lo mejor hasta consigo sacarla algún día de mi corazón -sonrió a Elsa.
-¿Sabes qué? Vámonos de aquí; te invito a un perrito caliente y patatas fritas grasientas. Luego nos iremos al Efnac, compraremos un par de pelis, una buena cantidad de cervezas, un par de cigarritos de la risa, haremos palomitas y nos pasaremos la noche emborrachándonos. ¿Qué te parece mi idea, Carla?
-¿Saldremos a la terraza y les gritaremos cochinadas a todas las tías buenas que pasen por la calle?
-Por supuesto, ya sabes que ese ritual no puede faltar en nuestras noches de juerga casera -se rió Elsa.
-¿No sales con Claudia esta noche?
-¡Huís! Espera un segundo -le dijo Elsa mientras sacaba el móvil del bolso.
Marcó los números del teléfono de su novia y le dijo que no podrían quedar esa noche y que se verían mañana; después de eso le gritó a Carla, que había ido a lavar el plato de la ensalada, que se iba a cambiar de ropa para salir en cuanto ella estuviera lista. Mientras las dos estaban en sus respectivas habitaciones cambiándose de ropa, en la televisión salía un reportaje sobre Isa Montero y su retirada definitiva del balonmano.
La puerta de la oficina se abrió y Raquel e Isa salieron de ella despidiéndose de Ricardo mientras éste les daba las gracias y las citaba para el día siguiente a las diez de la mañana en las oficinas de la empresa de publicidad donde comenzarían con los planes para la campaña.
-Raquel, mañana podríamos firmar el contrato allí mismo ¿te parece bien?
-Me parece bien Ricardo, al estar ya definido sería lo más adecuado si no queremos que la campaña se retrase más de lo debido.
-Correcto, queremos que la publicidad sirva para promocionar nuestro calzado antes del comienzo de la nueva temporada y para que eso ocurra tendríamos que empezar en el plazo de un mes como muy tarde. Ya hace meses enviamos toda la documentación a la publicista que nos va a llevar la cuenta, sabemos que es una mujer muy capaz pues hemos visto y seguido sus trabajos para otras empresas y nos ha sorprendido gratamente. Estamos seguros de que todo saldrá en el plazo previsto ahora que la Srta. Isa está aquí. -Isa le sonrió y volvió a despedirse hasta el día siguiente.
Cuando salían en dirección al ascensor, la recepcionista se acercó hasta Isa y sujetando una de sus manos le puso un pequeño papel mientras se acercaba hasta su oído para decirle:
-Llámame.
Isa miró el papel y ofreciéndole una sonrisa, cosa poco habitual en ella, retomó su camino hasta el ascensor. Cuando Raquel le preguntó qué le había dado, Isa arrugó el papel sin ni tan siquiera tomarse la molestia de leer lo que ponía y lo tiró en la papelera del ascensor.
-Creo que el nombre de una pomada para las almorranas. -Raquel soltó una carcajada.
-¿Y desde cuándo tú tienes almorranas?
-No las tengo, pero ella al parecer sí ¿O es que no viste como caminaba? Realmente parecía que sufría mucho.
Salieron del ascensor y después a la calle. Raquel le preguntó a Isa si le apetecía tomar un café:
-Gracias Raquel pero tengo prisa.
-¿Vas a ver a tus padres?
-No, les veré mañana u otro día.
-¿Aún no has ido a verlos desde que llegaste?
-No he tenido tiempo.
-Pero, ¡por Dios Santo!, Isa.
-Oye, no empieces con tu rollo de siempre Raquel. Ya les he llamado y saben que estoy aquí, que vaya a verles antes o después que más da.
-Eres incorregible Isa.
-Ya, bueno, así soy yo.
-Y si no vas a ver a tus padres, ¿a dónde vas con tanta prisa, Isa? -le gritó mientras Isa se acercaba al bordillo de la calle para subir a un taxi que previamente había parado.
-Voy a recuperar mi vida -le contestó Isa, dejando a Raquel completamente desorientada y pensativa.
Eran las nueve y media de la mañana cuando Raquel se dirigía a las oficinas de la publicista. Después de dejarle, según ella, unos tres mil ochocientos sesenta y dos mensajes a Isa en el móvil, se dio cuenta de que esa mujer alteraba de una manera totalmente desgastadora su paciencia a niveles insospechados.
Isa entró a la habitación del hotel, en el que se hospedaba desde que había vuelto a Madrid.
Estaba hecha un completo desastre, con ojeras y sin haber dormido nada esa noche, pues se la había pasado buscando alguna pista de Carla. Había estado en todas las discotecas de Chueca, había estado en los lugares a los que Carla y ella solían ir, aunque muchos de ellos no consiguió encontrarlos pues o habían cerrado o simplemente ya no estaban donde debían, con la esperanza de verla a ella o a Elsa o a alguien que conocieran en común, pero no encontró nada. Cuando al final se rindió, volvió al hotel totalmente desesperada, agotada y frustrada. Se metió en la ducha y justo cuando salía llamaron a la puerta de su habitación. Se puso el albornoz y salió a abrir. Delante de ella había un botones con una bandeja en la mano en la que había una nota. Isa la cogió y le dio al botones una propina antes de cerrar la puerta.
Cuando leyó la nota, llamó rápidamente a recepción para que le pidieran un taxi y en cuestión de segundos estaba vestida con unos pantalones vaqueros, una camiseta roja y una guerrera, se calzó sus Boomerang Indoor y mientras lo hacía pensó que la vida era una coincidencia. Salió a toda velocidad de la habitación hacia los ascensores. Viendo que tardaba demasiado decidió bajar por las escaleras, cosa que hizo de dos en dos y hasta de cuatro en cuatro una vez que cogió velocidad.
Llegó al edificio y entró como una exhalación. Subió hasta la planta séptima y allí se encontró a Raquel esperándola justo a la salida del ascensor con cara de "Cuando esto termine te juro que te mataré y colgaré tu pellejo junto con una foto mía en lo más alto del pirulí de RTVE con un mensaje que diga: ¡Yo la mate!".
- Hola, ¿llego tarde? -preguntó.
Raquel no le contestó porque en ese momento una mujer se acercó para pedirles que, por favor, pasaran hasta la sala de exposiciones donde ya se encontraban Ricardo y sus compañeros. Cuando llegaron a la sala todos se saludaron y Ricardo presentó a Isa a sus colaboradores y ayudantes. Se sentaron y comenzaron una charla mientras un camarero entraba en la sala y servia café y pastas. La mujer que las había llevado hasta la sala, disculpándose por el retraso, volvió a salir dirigiéndose con paso rápido hasta uno de los despachos.
Vamos, vamos. Contesta al maldito teléfono, Carla . Gloria llevaba más de una hora pegada al teléfono llamando al móvil de Carla y al teléfono de su casa, pero en ninguna de las dos líneas conseguía localizarla y volvió a dejarle otro mensaje:
-Carla, ya están todos aquí. No he ido hasta la sala de exposiciones pero sé que Lucia les ha metido a todos allí y no sé cuánto tiempo más podrá retenerlos antes de que se vayan. Por favor, donde quiera que estés, ven ya.
- Ya estoy aquí, ya estoy aquí -dijo Carla al entrar en su despacho justo en el mismo momento en que Gloria dejaba el auricular de nuevo en su plataforma.
-¿Se puede saber dónde estabas? ¡Por el amor de Dios!, están todos metidos en la sala esperándote. ¡Dios!, qué cara tan horrible traes -le dijo cuando se fijó en ella, una vez dejó de hablar.
-Vaya, gracias por tus ánimos, Gloria.
-Oye, solo digo lo que veo. Aquí la publicista eres tú, yo solo miro, obedezco y callo.
-Pues esta vez no es que te hayas callado, precisamente.
-Ya, bueno, es que si no te lo digo yo ¿quién te lo va a decir?
-Bueno bien, veamos: Gloria, por favor, ve a la sala y lleva estas carpetas, prepara todo y enciende el proyector. Diles que en cuestión de minutos estaré con ellos y, por favor, sé amable.
-Oye, que yo siempre soy amable.
-Sí, me lo has demostrado con tu sinceridad de hace un minuto.
-Está bien, pero tú hazte un favor.Ve al cuarto de baño e intenta retocarte un poco y sobre todo a ver si consigues disimular esas ojeras de resaca que tienes.
Gloria llegó a la sala de exposiciones y saludó al entrar con una gran sonrisa que desapareció en el momento en que vio a Isa Montero. Allí, sentada, sonriendo y charlando animadamente con un señor maduro trajeado. Cuando al fin pudo reaccionar, hizo lo que Carla le había dicho: encendió el proyector, abrió las carpetas y dejó todo preparado para cuando Carla hiciera su entrada. Disculpándose por el retraso, les comunicó que la publicista llegaría en cinco minutos y volvió a salir; algo que no debía hacer, pero necesitaba hablar con Carla antes de que ésta entrara en la sala y corriera el peligro de sufrir un ataque de ira o, aún peor, de amor delante de todas aquellas personas.
Gloria corría por el pasillo hacia el cuarto de baño en busca de Carla, cuando escuchó que la llamaban desde detrás y se volvió justo a tiempo para ver a Carla entrando en la sala de exposiciones.
-Buenos días -dijo Carla al entrar, sin mirar a nadie en concreto-. Espero sepan disculparme por el retraso. Ha sido una mañana un tanto caótica. Bien, sin más preámbulos, podemos empezar con la exposición de la cuenta.
Mientras decía esto, apoyó sus manos en la mesa y dirigió la primera mirada general a la sala. Se quedó de piedra y sin palabras, cuando su mirada se encontró con los ojos azules que la traspasaban; y que la dejaron completamente helada. Desde el final de la gran mesa de reuniones alguien dijo con sorpresa:
-Carla.
En ese momento, Gloria entró en la sala y vio lo que estaba pasando. Se acercó hasta Carla y ésta reaccionó, echándola a un lado para seguidamente salir corriendo. Detrás de ella, salió Isa que aún no se creía que aquella mujer fuera Carla, su Carla. Aún totalmente conmocionada, llegó hasta la puerta de la sala de exposiciones y después de mirar a varios lados del enorme pasillo se giró y le preguntó a Gloria:
-¿A dónde ha ido?
Gloria, que no podía creerse lo que estaba pasando allí, se limitó a mirarla sin poder contestar, hasta que Isa la sujetó por los brazos y volvió a preguntarle; esta vez sin mucho tacto y levantando un poco más la voz:
-¿A dónde ha ido? Sé que sigue aquí, dime dónde puedo encontrarla.
Gloria al final reaccionó, pues el tener esa mirada furiosa a escasos centímetros de su cara, haría despertar de cualquier trance hasta a un muerto.
-Su... su despacho, está siguiendo el pasillo a la derecha, la octava puerta y si no está allí, puedes subir a la azotea. La escalera está al final del pasillo, junto a los baños. A veces sube hasta allá arriba para pensar. -Lo último que vio Gloria fue a Isa corriendo por el pasillo.
Aún no se había recuperado Gloria del todo cuando dijo con una sonrisa:
-Me temo que la reunión tendrá que quedar para otro momento.
Raquel, que se había levantado de su asiento, se acercó hasta Gloria y mirándola fijamente a la cara le preguntó:
-¿Esa chica es Carla?
-Sí, ella es Carla -le contestó Gloria con mirada extrañada.
-Dios bendito, es increíble -dijo Raquel.
-Sí, lo es -contestó Gloria, sin estar muy segura de a qué se refería Raquel con aquel "dios bendito" tan inesperado.- ¿Habías oído hablar de Carla? -le preguntó Gloria a Raquel.
-¿Hablar?, si solo fuera eso.
-¿Qué quieres decir?
-No soy la persona apropiada para hablar de esto, lo siento. Pero créeme cuando te digo que esta reunión va a ser más que un asunto de negocios beneficioso para ambas. Y, con una sonrisa, volvió a la mesa para explicar a Ricardo y los demás, lo que había sucedido allí. Consiguió que aplazaran la reunión para otro momento, asegurándoles que Isa Montero no se iría a ninguna parte y que la campaña se llevaría a cabo.
Isa llegó corriendo a la azotea y se quedó parada casi sin aliento cuando pudo ver a Carla apoyada en una de las barras de limitación. Despacio se acercó hasta ella, Carla se giro al oír sus pasos.
-No te acerques a mí, Isa -le dijo.
-Por favor, Carla, déjame hablar contigo.
-¿Hablar conmigo? ¿Ahora quieres hablar conmigo? ¡Ja!, lo que tenías que decirme, me lo dijiste el día antes de desaparecer de mi vida, ¿o ya no lo recuerdas? Si quieres, te refresco la memoria, Isa.
-Carla, por favor. Solo escúchame, porque no pienso alejarme de ti, otra vez no. Por favor, necesito hablar contigo y que me escuches, solo te pido eso por...
-¿Por qué, Isa?, ¿por qué debería de darte esa posibilidad, por qué debería tomarme la molestia de escucharte, cuando lo único que te mereces es que te escupa a la cara?, dime Isa, ¿por qué crees que te mereces mi atención?
-Carla, hace cuatro días que he vuelto a Madrid, desde que he llegado no he hecho otra cosa que buscarte. Por favor, déjame acercarme para que podamos hablar.
-¡No!, no quiero que te acerques a mí, quiero que te vayas, quiero que me dejes en paz. Ahora soy feliz Isa, comparto mi vida con la persona a la que nunca debí rechazar por ti. Paula y yo somos muy felices, así que vete, vuelve a Holanda, Noruega, Finlandia o donde diablos sea que estabas.
Isa no pudo más que sonreír, cuando Carla terminó de hablar y eso enfureció aún más a Carla.
-¿Se puede saber de qué demonios te ríes?
-He visto a Paula.
-¿La has visto? -preguntó Carla, sorprendida y suavizando el tono.
-Sí, la vi. Ayer en la universidad.
-¿En la universidad? ¿Y qué diablos hace Paula en la universidad si nos graduamos juntas?
-Bueno, digamos que tu novia es ahora la Subrectora del centro.
-¡Vaaaya!, quién lo iba a decir, Paula Subrectora de la universidad con lo que le repateaba asistir a clases.
-También me ha dicho que tiene tres hijos. A mí personalmente, eso ya me parece demasiada infidelidad, así que, yo que tú, la vigilaría más -le dijo Isa en tono burlón.
Carla volvió a la realidad después del pequeño lapsus por la sorpresa. Volvió a ponerse a la defensiva y atacó a Isa sin piedad.
-Me da igual que hayas visto a Paula, y que sepas que no estoy con ella. Me da igual todo Isa, ya estás fuera de mi vida y no quiero volver a verte.
Avanzó hacia la puerta de la azotea, donde se encontraba Isa para poder bajar de nuevo a la oficina y le dijo:
-Yo para ti, solo fui una diversión más, ahora tú para mí solo eres una herramienta de trabajo. Adiós, Isa Montero -y seguidamente salió por la puerta.
Al bajar las escaleras, se dirigió a su despacho, donde entró y cerró la puerta pidiéndole a Gloria que no la molestase nadie.