Ocho años y un despues i

La gran isa montero se retira delbalonmano femenino con el fin de buscar su corazon que dejo olvidado hace ocho años

OCHO AÑOS... Y UN DESPUÉS

Cartablanca

De pie, en el centro de la cancha -de aquella cancha en la que vivió tantos y tantos momentos-, mirando al graderío -ahora vacío y recordando cuantos golpes, cuantas lesiones, cuanto dolor, cuantas risas y lágrimas, cuantas celebraciones y cuantas decepciones-, sus manos temblaban con los recuerdos y una leve sonrisa asomó a su cara. Se sentó con las piernas cruzadas a lo indio justo en el punto central y sintió en ese momento que las lágrimas luchaban por salir de sus ojos. Se cubrió la cara con las dos manos con la esperanza de poder reprimirlas; se había prometido a sí misma que cuando llegara este momento no lloraría y quería obligarse a cumplir esa promesa.

Sentada en el parquet de aquella cancha, recordando lo que ella llamaba "batallas de su vida", se dio cuenta de que estaba cansada; muy cansada y que, a pesar de no tener ni idea qué iba a ser de su vida a partir de ese momento, estaba convencida que había tomado la decisión correcta. Ya era hora de volver a casa.

Tan enfrascada estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que alguien la observaba hasta que le habló:

-¿Cuesta levar anclas, verdad?

Sentado en uno de los banquillos estaba Cherl, quien había sido su traductor, delegado y mejor amigo los últimos cuatro años. Se puso en pie y se dirigió hasta donde él se encontraba.

-No es el ancla, más bien digamos que mi barco no quiere zarpar.

Se sentó a su lado en el banquillo y ambos se miraron con una sonrisa que pretendía ser divertida pero que en realidad era inocua. Cherl agarró una de sus manos.

-Isa ¿Por qué lo dejas? quiero decir, ¿por qué ahora?

-¿Por qué? supongo que porque me ha llegado la hora, porque ya estoy mayor, porque si no lo dejo ahora no lo dejaré hasta que mi cuerpo diga ya no más, porque esto ha sido toda mi vida y quizás, solo quizás, ya no quiero que siga siéndolo, Cherl. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Dios! la verdad es que ni siquiera yo conozco el maldito por qué; o tal vez sí lo conozco pero me da miedo.

-¿Y si no lo sabes por qué lo dejas? Isa, aún eres joven. Este club estaría encantado de renovarte otros cuatro años. La afición te adora y se de sobra que aún tu cuerpo no está ni mucho menos cerca de decirte "ya no más".

-¿Sabes?, siempre me ha gustado hacer fotos. Podría dedicarme a viajar por el mundo y sacar fotos a partir de ahora ¿Qué te parece mi idea?

-Creo que ese golpe que te has dado en la cabeza contra el poste de la portería en el partido de hoy está haciendo estragos en tu, ya de por sí, dislocada cabecita. Será mejor que te lleve al hospital y pida que te hagan un scanner.

-No sirvo para quedarme en casa viendo culebrones tumbada en el sofá -le replicó mirándole.

-No tendrías que estar planteándote estas cosas si firmaras y siguieras haciendo lo que mejor sabes hacer: jugar al balonmano.

-Se supone que eres mi amigo, tendrías que apoyarme en mi decisión y ayudarme a buscar algo que hacer a partir de ahora. ¿No es eso lo que hacen los amigos? Pero no, tú no. A ti te va mejor eso de pincharme con el temita e intentar convencerme de que no hago lo correcto. Pues créeme Cherl, lo hago. Hago lo mejor para mí. ¡Joder, ya es hora de que viva un poco!

No sabía por qué estaba enfadada y mucho menos entendía el por qué le hablaba así a su mejor amigo, pero no podía evitarlo. Se sentía triste y como si le debiera algo a alguien o a muchas personas y odiaba sentir que debía algo, no comprendía nada de lo que estaba sintiendo y eso la frustraba y enfadaba aún más. Cherl se sorprendió ante la reacción de su amiga.

-Será mejor que vuelva a la fiesta y te deje sola, creo que necesitas despedirte a tu manera. Te veo allí, ¿vale? No te escapes, la fiesta es en tu honor.

Isa agachó la cabeza y no pudo decir más que un "de acuerdo". Cherl se levantó del banco y con preocupación se dirigió hasta la salida del pabellón cubierto. Isa se levantó de su asiento y cogió un balón de la cesta dirigiéndose después al centro de la cancha. Desde allí caminó botando el balón hasta la línea de nueve y se quedó mirando la portería, dudando entre lanzar o no. Miraba la portería y miraba el balón. Sentir la resina pegajosa que cubría el balón le hizo sentir segura y a gusto. Siempre le gustó esa sensación en las manos cuando cogía el balón y luego lo soltaba; ese sonido a roto que se producía al separarse el balón pegajoso de su mano. Pensó que durante los partidos nunca lo había escuchado porque todo iba demasiado rápido, pero en los entrenamientos sí lo hacía e incluso repetía continuamente la acción de soltar el balón solo por el placer de escuchar ese sonido. Se echó a reír cuando se dio cuenta de las cosas que le estaban pasando en ese momento por su cabeza y se dijo a sí misma: Vamos Isa, no me dirás ahora que llevas treinta años haciendo esto por el simple placer de escuchar ese ruidito.

Lanzó el balón a la portería y cuando éste dejó de rebotar, quedándose instalado en la red de fondo, levantó una de sus manos y dijo adiós. Después se dirigió a la salida para encaminarse a la sala del club donde se celebraba la fiesta de su despedida.

Cuando entró en la sala se quedó apoyada en la puerta de entrada y comenzó a observar a la gente. Las que habían sido sus compañeras de equipo durante los cuatro últimos años, con las que había compartido tantas cosas. En ese momento solo pudo catalogarlas con un nombre: familia. El equipo técnico del club, su primer y segundo entrenador, el delegado del equipo, el equipo médico y fisioterapeuta, el entrenador físico y la delegación directiva. Los aficionados, esas personas que nunca se cansaban de gritar; muchas veces llegó a pensar que sus gargantas y pulmones eran de hierro forjado para poder soportar durante toda la temporada esa paliza de gritar y animar a su club. Ganaran o perdieran ellos, los aficionados siempre estaban allí para darles ánimos y decirles: <<¡Hey! Chicas, la próxima vez será>> . Además, estaban los peces gordos que pagaban las facturas.

Después de observar durante un buen rato, se encaminó hacia la barra del bar, donde estaban todas sus compañeras tomando cerveza, riendo y bailando. En el trayecto hacia la barra muchos de los peces gordos la pararon para comunicarle lo tristes que se sentían porque ella tomara la decisión de dejarlos, justo después de haber ganado la última liga y copa; y le dejaron muy claro que si cambiaba de opinión solo tenía que volver.

-Ésta es tu casa -le dijo uno de los directivos-. Cuando quieras volver, solo llámame.

Después de dar las gracias y de las sonrisas de rigor, llegó a la barra con sus compañeras y pidió una cerveza. Brindó con ellas. En ese momento desde el pequeño escenario en el que se encontraba Cherl, con un micrófono en la mano y una gran sonrisa en la cara, se le pidió que subiera y dijera unas últimas palabras.

Mientras se dirigía hacia el escenario con una cara que expresaba eso de "Trágame, tierra" los aficionados volvieron a gritar y aplaudir desesperadamente con la intención de que los recordara y no olvidara los momentos vividos juntos. Algo que por otra parte ella no podría olvidar. Cuando llegó al escenario Cherl le cedió el micrófono. Ella lo tomó y esperó a que los gritos y los aplausos cesaran, o por lo menos esa fue la impresión, aunque más bien lo que hacía era rezar y pensar qué diablos iba a decir, pues lo de hablar en público no era lo suyo. Esperó a que todo el mundo se calmara y dando un fuerte y largo suspiro comenzó diciendo:

-Gracias. La verdad, no sé qué decir, ya sabéis que no soy muy buena hablando, lo mío no es la oratoria. Me dedico a correr detrás de una pelota; por el amor de Dios, dadme un respiro. -La gente se echó a reír con su comentario y la tensión que tenía sobre los hombros empezó a disminuir lentamente. Poniéndose seria e intentando explicar o decir los motivos por los que había decidido poner fin a su carrera deportiva, siguió hablando-: Muchas veces y en muchas entrevistas me han preguntado cuándo y por qué comencé a jugar balonmano. Siempre he respondido que el día que me retirara lo diría. Pues bien, hoy es el día y lo prometido es deuda. Comencé a jugar a balonmano a la edad de cinco años y el motivo fue un tanto extraño, se podría decir que fue por prescripción facultativa ya que de alguna manera así fue. -No pudo evitar una amplia sonrisa al recordar momentos de su infancia-. Era una niña muy activa, digamos que era un culo inquieto como me decían mis padres. Durante todo el día estaba correteando por todas partes, el problema surgía cuando llegaba la noche y a la hora de irme a la cama; pues no estaba muy de acuerdo con eso de irse a dormir y me pasaba la noche saltando de cama en cama y despertando a toda la familia. Con lo que obviamente no dejaba descansar a nadie en casa. Mis padres decidieron, después de pasar muchas noches de sueño, que necesitaba un médico pues pensaban que la niña tenía algún problema. -De nuevo una amplia sonrisa surgió al recordar, pero esta vez fue aún más amplia al ver las caras atentas de las personas de la sala-. Así que mis padres me llevaron al médico y éste a su vez me mandó a un psiquiatra para que me evaluara. El santo doctor le dijo a mi madre que su hija estaba perfectamente y no tenía ningún problema que no fuera solucionable. Después de decirle esto y de que mi madre mirara al techo y diera gracias a Dios, el doctor prosiguió explicándole. Esto realmente no lo recuerdo, pero mi madre se encarga de que no se me olvide, así que lo relato basándome en lo que ella me cuenta -aclaró a la sala-. El buen doctor le dijo que era una niña hiperactiva pero que no se preocupara porque eso no era malo, ni estaba enferma. Simplemente le dijo: "tiene que gastar más energías durante el día para que su cuerpo pueda descansar durante la noche". Y siguió explicándole lo que debía hacer para que pudiera dormir por las noches; y así, a su vez, dejara dormir a toda la familia. -De nuevo hubo risas en la sala y algún que otro ¡ooohhhh!-. Ella hizo lo que el doctor le dijo y al día siguiente me llevó a la escuela deportiva de mi barrio. El psiquiatra le había dicho que sería bueno que hiciera algún deporte como correr. Mi madre, siempre tan obediente a los consejos médicos, me llevó para apuntarme en atletismo. Cuando entramos en la sala vi, por las grandes ventanas de la misma, el patio donde había varios niños y niñas jugando con una pelota que tiraban hacia una portería, dando un pequeño saltito con una sola pierna e inmediatamente me llamó la atención. Mientras mi madre hablaba con el chico que nos atendió, estaba pegada al cristal de aquella ventana sin poder quitar la vista de aquel juego tan extraño que jugaban en aquel patio. Mi madre me llamó y fui hasta la mesa; el chico me preguntó que si me gustaba correr y le contesté que sí. Entonces, me enseñó algunos folletos en los que se veía a gente corriendo por una pista, a otros saltando unas vallas, a otros tirando una bola y muchas más cosas. Pero yo buscaba algo diferente. Buscaba lo que había visto en el patio minutos antes desde aquella ventana. Cuando el chico se preparaba para apuntarme y hacerme una ficha, agarré a mi madre de la mano y tiré de ella para llevarla hacia la ventana. Cuando al fin conseguí que se moviera y me siguiera, señalé hacia el patio y le dije: "Mamá yo quiero jugar a eso". El chico me escuchó y se acercó a la ventana. Le explicó a mi madre qué tipo de juego era aquél. Mi madre, que realmente le preocupaba el hecho de que ese deporte no fuera lo suficientemente agotador para mi exceso de energía, comenzó una conversación con aquel chico sobre si era un deporte adecuado para una niña de cinco años y bla, bla, bla... Al terminarse aquella charla, que a mí me pareció interminable, salimos de allí; y mientras lo hacíamos, al pasar por donde ellos jugaban, le dije a mi madre: "Mamá, algún día yo seré la mejor haciendo eso". -Después de tomarse unos segundos para volver al momento actual, sonrió y prosiguió hablando-: Así fue cómo y por qué comencé a jugar balonmano. También he de decir que mi familia al fin pudo dormir toda la noche desde ese momento. -Hubo risas y aplausos en la sala. Dejó pasar unos segundos y prosiguió hablando-: Al recordar esto esta noche, me doy cuenta de que he sido y soy una mujer afortunada, muy afortunada. He tenido la suerte de poder vivir de lo que me gustaba trabajar, en lo que me gustaba y de que me quisieran por hacerlo. Siempre, cada vez que en mi vida he saltado a la cancha he sentido un gran respeto y humildad por que se me otorgara el gran honor de poder hacerlo. Hoy que todo termina siento el mismo gran respeto y humildad de poder estar aquí ante todos vosotros para deciros adiós. Gracias por todo lo que me habéis dado sin merecerlo. Ahora toca volver a casa. Gracias y Adiós.

La sala estalló en gritos y aplausos mientras ella bajaba del pequeño escenario. Sus compañeras la arroparon en cuanto llegó a la barra y ella, entre abrazos, no pudo evitar que las lágrimas, que llevaban amenazando con escapárseles durante todo el día, al fin consiguieran liberarse de su prisión y comenzaran a salir a borbotones.

Desde una de las mesas en la que se encontraban varios directivos, Cherl la observaba y, no pudo evitar sentir un escalofrío al ver a aquella mujer -de unos treinta y cinco años, un metro ochenta y cinco, pelo negro en larga melena, músculos bien torneados y trabajados, y unos ojos de color azul como el mar que cuando te miraba, durante un partido, a muchas de las contrarias les hacia pensar si realmente valía la pena ponerse delante de ella- llorando como una niña. La misma mujer que era capaz de hacer saltos y lanzamientos imposibles; de deshacerse de una, dos, y hasta tres defensas individuales; de marcar goles que te dejaban con la boca abierta; de la misma mujer que nunca se rendía y que conseguía, con unas pocas palabras, hacer que sus compañeras volvieran a centrarse en el partido. De la misma mujer que era respetada en todo el mundo por su calidad como jugadora pero sobre todo por su calidad como persona.

En ese momento Cherl comprendió el motivo que en cierta manera obligaba a Isa a dejar lo que hasta ese momento había sido su vida, su única vida. Mientras la miraba recordó una conversación que mantuvieron en un vuelo cuando volvían a casa después de jugar un partido de liga.

-Isa, ¿te puedo hacer una pregunta personal?

-¿Desde cuándo me pides permiso para preguntarme algo, Cherl? La verdad me asusta que lo hagas -le dijo Isa, con una amplia sonrisa en su cara.

-Bueno, verás es una pregunta personal, pero es algo que me han comentado y que hasta que lo hicieron, nunca me había fijado.

-Está bien Cherl. No te hagas el interesante y hazme la bendita pregunta de una vez.

Cherl se giró en el asiento y miró fijamente a Isa a los ojos para hacerle la pregunta.

-Isa, ¿Por qué no tienes pareja?, quiero decir... tus compañeras salen después de los partidos a tomar unas cervezas o salen con sus parejas y a muchas de ellas y ellos los conocemos pues han venido al club. Pero tú llevas aquí dos años y medio, nunca hemos sabido que tengas pareja o que hayas salido con nadie en este tiempo, ni tan siquiera sales por ahí a tomar algo o a conocer gente. Hasta donde sé, tu vida se limita a entrenar, jugar, y de allí a casa -la miró mientras notaba la incomodidad en la mirada y los gestos de Isa.

La mujer que tenía sentada a su lado no se esperaba esa pregunta. La miró fijamente a los ojos e inmediatamente Cherl se dio cuenta de que no había sido una buena idea plantear dicha pregunta, pues lo que vio en esa mirada fue una mezcla de rabia, dolor, sufrimiento y nostalgia. Aún así Isa comenzó a hablar, balbuceando pues no le era nada fácil hablar de sus sentimientos.

-Digamos Cherl que... en mi vida no hay espacio ni tiempo para el amor. O digamos que estuve enamorada una vez y que lo sigo estando, pero que la vida me dio a elegir y yo elegí mal o tal vez bien, pero elegí mi carrera deportiva. O también digamos que el miedo a defraudar a muchas personas pudo más que yo, o digamos que fui tan estúpida y tan cobarde que elegí huir y esconderme antes de dejar que mi corazón eligiese, o digamos que no estoy hecha para el amor, o mejor aún, no digamos nada y simplemente optemos por dejar este tema.

Isa dio por terminada la conversación, pues seguidamente abrió su libro, se puso los auriculares y conectó el CD poniendo la música a un volumen tan alto que incluso Cherl podía escucharla con total claridad.

Cherl, que seguía mirando a Isa rodeada de sus compañeras y de los aficionados pensó para sí mismo que la decisión de Isa tenía más que ver con la soledad y el cansancio de su corazón que porque no le apeteciera seguir jugando. Tal vez tienes razón y ha llegado la hora de que empieces a vivir, Isa , se dijo a sí mismo. Después de abandonar sus cavilaciones volvió a la conversación que se mantenía en la mesa.

La fiesta continuó hasta altas horas de la madrugada, e Isa se pasó la gran parte de ésta despidiéndose personalmente de todos y cada una de las personas que, de alguna forma y en algún momento, fueron importantes e incluso imprescindibles para ella, en el transcurso de los cuatro años que compartió con ellos. Cuando por fin la gente comenzó a retirarse y llegaron las últimas y definitivas despedidas, Isa estaba tan agotada que les dijo a sus compañeras:

-Prefiero jugar una final europea tres veces a volver a pasar por todo esto. ¡Dios santo, es agotador!

-Vamos Isa, no te quejes -le contestó Monique con una sonrisa-. Mañana te marchas y no sabemos cuando vamos a volver a verte y conociéndote nos da la impresión de que será muy tarde.

-¿Ya tienes las maletas preparadas? -le preguntó Tatiana.

-Sí, la gran mayoría, pero aún me quedan algunas cosas por recoger y otra muchas por tirar a la basura -le contestó Isa.

Solo quedaban ellas en la sala pues todos los demás se habían retirado. Después de hacer el último brindis, sus compañeras, o mejor decir sus ex compañeras, comenzaron también a retirarse. Quince minutos más tarde en la sala solo quedaban Isa y algunos camareros recogiendo y limpiando. Isa se levantó del taburete en el que estaba sentada, se despidió de los camareros y salió del recinto dirigiéndose hasta el aparcamiento en el que, en esos momentos, solo quedaba su coche. Se encaminó hacia él y sacó la llave del bolsillo de su pantalón vaquero. Cuando estuvo dentro se tomó unos segundo para respirar y ordenar un poco su cabeza pues le daba vueltas como una peonza. Estaba completamente convencida de que no era por el alcohol, ya que solo se había tomado dos cervezas. Cuando al fin se despejó puso el coche en marcha y, antes de abandonar el aparcamiento y, por lo tanto, el club, se volvió a bajar del coche durante unos minutos. Se quedó allí de pie, mirando la magnitud del recinto deportivo y de nuevo esas malditas lágrimas traicioneras volvieron a aparecer en sus ojos, entró en el coche y salió del recinto en dirección a casa.


Ya en casa, subió hasta su habitación y allí vio varias maletas aún abiertas y a medio terminar, ropa y objetos esparcidos por todas partes. Y solo de pensar que tenía que terminar con todo aquello se volvió a sentir muy, muy cansada; así que decidió tomarse una última cerveza antes de seguir con todo aquel desorden.

Llegó hasta el salón con la cerveza y de allí se dirigió a la terraza de atrás, donde había dos grandes sofás. La noche no era demasiado fría y además le apetecía pasar las últimas horas en esa casa observando las magníficas vistas del lago Oüttgord. Recordó lo que le había costado convencer al dueño de la casa para que se la alquilara cuando llegó a Noruega, porque él estaba convencido de que no la cuidaría. El club le ofrecía una casa pero nunca tuvo intenciones de vivir en la ciudad. Así que ella misma, durante la primera semana allí, estuvo buscando una casa a las afueras, hasta que la encontró.

Se sentó en uno de los sofás con la cerveza en una mano y en la otra un cigarrillo, algo que se permitía muy de vez en cuando, sobre todo cuando se sentía triste y nostálgica. Mirando al lago, viendo como la luz del sol que se empezaba a despertar iba poco a poco iluminándolo y cubriéndolo como un gran manto, allí sentada un nombre se instaló de repente en su cabeza: Carla .

-¡Aaaahhhggggg!, ¡Dios Santo!, ¿Pero qué diablos ocurre con el agua? ¿Es que quieres matarme de frío? -Una rubia menuda, con pelo corto y unos ojos de un verde profundo salía corriendo medio desnuda del cuarto de baño. Maldiciendo llegó hasta la cocina y con cara de no estar nada contenta comenzó a mover las manos gritando-: Pero... ¿es que has utilizado toda el agua caliente?

-¡Lo siento, Carla! -se disculpó Elsa, su compañera de piso-. Anoche llegué llena de barro. Ya te dije lo que me pasó con el coche y tenía barro hasta en la numeración de mi carné de identidad, lo siento mucho de verdad.

-¡Ah! Esto es genial, Elsa ¿Y qué se supone que tengo que hacer yo ahora? ¿Esperar? Por Dios Bendito, tengo una reunión dentro de cuarenta minutos exactamente y si no estoy allí ese capullo arrogante de Hugo se me va a adelantar con su propuesta basura. No me puedo creer que, precisamente hoy, uno de los días más importantes de mi vida, tú te hayas gastado toda el agua caliente por sacarte el maldito barro del culo. ¿Por qué no lo hiciste anoche?

-Lo hice, pero esta mañana aún quedaban grandes restos. ¿Sabías que el barro es muy complicado de quitar cuando se adhiere a la piel? Bueno, cielo, ya me voy, que llego tarde.

Dándole un beso en la mejilla, Elsa se escabulló del piso pues no quería seguir sufriendo las iras de su amiga, medio desnuda en la cocina. Ya sabía cómo se las gastaba Carla cuando su trabajo la tenía muy estresada. Y no tenía intención de ser su saco de arena. Ya buscaría alguna forma de compensarla por la mala jugada.


Carla llegó cuarenta y siete minutos tarde a la oficina y se dirigió directamente a la sala de exposiciones. Cuando llegó allí no encontró a nadie y sin ningún control sobre su boca soltó un sonoro y gutural

-¡Mierda!

Arrastrando sus carpetas y el maletín completamente desordenados, emprendió el camino hacia su despacho. Al llegar, su secretaria la siguió hasta el interior del mismo, le entregó una gran cantidad de carpetas y pequeñas notas con las llamadas de teléfono que había recibido en el transcurso de lo que llevaban de jornada.

-Gloria, ¿Qué ha pasado con la exposición de la cuenta de Maderas Gloob?

Su secretaria se giró y la miró con cierto aire de desconfianza.

-Carla, ¿quieres que te conteste con sinceridad?

-¿Qué quieres decir, Gloria?

-Pues verás, quiero decir que si de verdad quieres saber lo que ha pasado con esa cuenta en la que llevas trabajando como una autentica loca desde hace dos meses.

-Sí, Gloria. Quiero saber lo que ha pasado con esa misma cuenta, por favor -le contestó Carla con cierto tono de fastidio.

-Pues bien, te lo diré... La has cagado pero a base de bien. Tu amiguito Hugo ha hecho su exposición y a pesar de que ha sido una auténtica basura, como era de prever, ha conseguido llevarse tu cuenta, y algo más que tu cuenta. Esto segundo lo digo por los ojitos que le estaba echando a la hija del carpintero.

-¡Oh! ¡Mierda, mierda, mierda!, ¡Dios, no me lo puedo creer! ¿Le han dado la cuenta? ¡Por el amor de Dios pero si no tiene ni idea de lo que quieren!, ¡Jesús! Vi su exposición; era basura, ¡una auténtica bazofia! ¡Joder, esto es increíble! Me he roto los cuernos por esa maldita cuenta y se la dan a él porque me quedo sin agua caliente. ¡Esto es increíble!

-Y también se ha ganado un revolcón con la hija del carpintero. No lo olvides -le recordó Gloria.

-No es carpintero. Es una empresa de madera, no tiene nada que ver con la carpintería. Ellos venden madera, no la trabajan, Gloria.

-Bueno, vale, como tú digas. Pero Hugo se va a llevar una buena cantidad de serrín a casa. Y hablando de todo un poco, ¿cómo es eso de que tú te has quedado sin agua caliente?

-Pues lo que has oído. Tengo una compañera de piso para la que es más importante quitarse el barro del culo que preocuparse por mi carrera.

-¿Sabes qué, Carla?, no entiendo nada, pero con el humor que tienes tampoco me interesa entenderlo -Gloria cerró la puerta y pensó, al volver a su mesa, que la que debía tener barro en el culo era la propia Carla.

Cuando Gloria cerró la puerta al salir, Carla se descalzó y puso los pies sobre la mesa, echando la totalidad de su cuerpo contra el respaldo de su sillón de escritorio y hablando para sí misma. Comenzó a lanzarle maldiciones a Hugo. Ojalá te pasen ladillas y tengas que rascarte tanto que la parte inferior de tu anatomía se quede completamente calva y con un terrible sarpullido . Con un gran suspiro llamó a Gloria para que le trajera unos informes los cuales, por haber perseguido tanto la cuenta de maderas Gloob, había dejado abandonados y ahora era el momento perfecto de ponerse de nuevo con ellos. Tal vez sacara algo bueno de algunos de ellos estudiándolos mejor. Aprovechó la ocasión para pedirle que le trajera un café bien cargado y amargo mientras se organizaba para trabajar. Empezó separando las carpetas de cada cuenta y leyendo el contenido inicial de cada una de ellas. ¡Oh! La cuenta de la bebida del verano; exquisita y que te hará sentir la más fashion de la discoteca . Pensó lacónica e irritada que no le apetecía nada crear una publicidad para esa bebida tan absurda y que, seguramente, su sabor era tan repugnante como su nombre. Siguió mirando más carpetas hasta que vio la de la marca de calzado deportivo. La abrió y comenzó a leer. Vaya, vaya... muy interesante . Llamó a Gloria y ésta entró rápidamente en el despacho.

-¿Qué necesitas?

-Gloria, ¿Dónde están los demás informes sobre esta cuenta? -le dijo pasándole la carpeta.

-Pues tendría que mirar en el archivo central, seguramente estarán allí. Cuando empezaste con la cuenta de maderas Gloob archivé todas tus otras cuentas.

-Bien, entonces, por favor, búscalos y déjamelos mañana a primera hora en la mesa. Quiero empezar con esta cuenta; creo que tiene muchas posibilidades -dejó a un lado las demás carpetas y durante las siguientes horas se dedicó a borrar todo el trabajo sobre maderas Gloob de su ordenador y a crear nuevas entradas y nuevas fichas para las nuevas campañas que tenía pendientes.

Terminó varios informes y llamó a Gloria para que los entregara en las diferentes secciones a las que iban dirigidas. En ese momento su teléfono móvil comenzó a sonar y a vibrar sobre la mesa. Gloria salió del despacho mientras Carla contestaba a la llamada.

-¿Sí?, dígame.

-¡Hola!, ¿Aún sigues teniendo el culo frío?

-¡Ja, ja, ja, muy simpática Elsa!, te recuerdo que la venganza es un plato que se sirve frío. No lo olvides.

-Vale, vale, hagamos una tregua ¿Qué vas a hacer durante las próximas horas?

-Huhm... bueno pues, ahora que lo dices, pensaba pedirte que me invitaras a almorzar. Creo que es lo mínimo que me debes por lo de esta mañana.

-¡Pero por el amor de dios Carla!, ¿es que no tienes reloj o qué te pasa?, ¡son las cuatro de la tarde! No quiero ni preguntarte si aún no has almorzado porque ya me imagino la respuesta.

-¿Las cuatro? ¡Dios!, ni me había fijado. Bueno una cosa está clara, ya he hecho toda mi jornada de hoy, así que creo que me iré a casa. Necesito una buena dosis de pasta al pesto y una buena cerveza fría.

-Quería preguntarte si te apetecía acompañarnos al centro deportivo. Hemos decidido que nuestras barriguitas cerveceras necesitan un poco de ejercicio, pero supongo que si aún no has almorzado no será muy recomendable.

-Huhm... bueno, la verdad es que no me parece una mala idea. También necesito desentumecer los músculos y mi barriguita también esta un poco más fofa de lo normal.

-¡Oh¡ ¡Sí, Carla!, ¡tu tableta de chocolate últimamente ya no es lo que era! Por favor, debería darte de bofetadas solo por decir eso. Ya quisiera tener ese abdomen tuyo, bueno entonces ¿qué? ¿Te vienes?

-Sí, no me apetece meterme en casa con la mañanita que he tenido hoy. ¿Vais al mismo centro deportivo de siempre, no?

-Sí, al mismo.

-Ok. Antes pasaré por casa a cambiarme y a picar algo. Nos vemos allí en una hora, ¿de acuerdo?

-Bien, allí te esperamos -concluyó diciendo Elsa antes de cortar la llamada.

Después de dejarle algunas tareas más a Gloria y despedirse hasta el siguiente día, Carla se dirigió al garaje del edificio en busca de su coche para, poner rumbo seguidamente hasta su piso en el barrio de Nueva Numancia; donde había alquilado, hacía cuatro años, un ático junto con su amiga de toda la vida Elsa. Después de que las dos consiguieran sus respectivos grandes trabajos en dos de las agencias de publicidad más afamadas de Madrid. Una vez llegó a casa, tiró su maletín sobre el sofá y directamente su fue a la cocina. No se había dado cuenta del hambre que tenía hasta que había llegado al rellano de su piso. La vecina de nuevo está preparando alguna cenita romántica para ella y su marido y, si no me engaña, esta noche toca carne gratinada al horno , pensó después de levantar la cabeza y olfatear como un sabueso.

En cuanto su estómago, estaba lleno de muchas porquerías como ella les llamaba. Se dirigió a su habitación, se puso unos pantalones cortos, una camiseta de asillas de color azul y se calzó sus deportivas. Mientras lo hacía pensó que por fin iba a darles uso, ya que no se las había puesto más que una vez desde que las compro. Fue el día en que decidió que debía volver a recuperar su viejo hábito de salir a correr. Decisión que, por otra parte, le duró muy poco tiempo; ya que a los quince minutos de empezar estaba dando la vuelta y comprando un perrito caliente en el puesto de debajo de su casa; antes de subir. En cuanto estuvo lista, se ató una sudadera a la cintura; se hizo una mini coleta con los pocos pelos que podía pillar con el coletero; recogió sus llaves, el móvil y su monedero; y salió de casa dirigiéndose a la parada de metro.

Cuando llegó al centro deportivo ya la estaban esperando y en cuanto entró, Elsa la llamó para que se reuniera con ellas. Después de los saludos pertinentes, ya que todas se conocían, pues trabajaban en lo mismo aunque en diferentes departamentos o empresas, preguntó:

-¿Dónde vamos a jugar? Todas las canchas de baloncesto están ocupadas.

  • Sí, lo sé -dijo Elsa-. Hemos preguntado y nos han dicho que va para largo. Así que o esperamos, o lo dejamos para otro día.

Entonces un grupo de chicas se acercó hasta donde estaban y les preguntaron si les apetecía jugar un partido, porque el equipo, al que esperaban, al final no podía presentarse; y ya que tenían la cancha querían aprovecharla. Todas se miraron y contestaron al unísono:

-¿Por qué no?

-Habíamos venido a jugar, pero estábamos por irnos a casa porque todas las canchas están ocupadas -dijo Carla.

-¡Estupendo! -exclamó una de las chicas mirando con una sonrisa algo chulesca a Carla- si nos seguís podemos empezar.

-¿En qué cancha estáis? -preguntó Elsa.

-En ésa de ahí -señaló la chica más alta que no le quitaba el ojo a Carla.

-Pero en esa no hay canastas, solo porterías -observó Carla.

-¡Claro!, es que vamos a jugar un partido de balonmano -les dijo de nuevo la chica, con el mismo tono chulesco.

Elsa, al escuchar la palabra balonmano, inmediatamente se giró y miró a Carla que se había quedado allí de pie, con cara de que le hubieran comunicado que se le había muerto el perro.

-¿A balonmano? -preguntó Carla.

-¡Sí, claro!, ¿Sabes lo que es, verdad? -volvió a sonreírle la misma chica.

-No os preocupéis, se os ve que no tenéis mucha idea de cómo va; pero prometemos no haceros daño -les dijo riéndose y caminando hasta el centro de la cancha.

-¿Te encuentras bien, Carla? -Elsa se había acercado hasta ella, pues sabía que la palabra balonmano era tabú para Carla desde hacía muchos años y el verse en la actual situación no le había proporcionado lo que se dice mucha seguridad.

-¿Qué? ¡Sí, sí estoy bien! -le contestó Carla casi sin mirarla, y siguiendo a la otra chica le dijo-: ¿Así que intentaréis no hacernos daño, eh?

-Claro, chiquitina. No queremos que te puedas estropear ese bonito cuerpo que tienes, por cierto me llamo Laura.

-Me llamo Carla y puedes estar tranquila, no me lo estropearé. La pena es que no pueda decir lo mismo del tuyo -concluyó. -¡Bien chicas!, esto funciona así -les dijo Carla mientras les explicaba por encima y de forma rápida lo que debían hacer-. El balonmano es muy parecido al baloncesto, solo que aquí tenéis que tirar a portería y no a canasta, pero las reglas son muy parecidas.

Elsa que miraba a Carla sorprendida por la actitud de la misma le volvió a preguntar:

-¿De verdad qué estás bien Carla?

-¡Sí, Elsa, estoy perfectamente!

-¿Y desde cuándo sabes tú tanto de balonmano, Carla? -le preguntó una de sus compañeras.

Carla no contestó y se limitó a sonreír. Después de que ambos equipos hicieron los calentamientos musculares requeridos, se reunieron en el centro de la cancha y Laura les cedió el saque. El partido comenzó, y el equipo de Laura se dio cuenta pronto de que sus rivales no desconocían tanto el balonmano como ella había pensado. Sobre todo la chiquitina que se movía con mucha rapidez y fluidez, cogiendo balones casi con la punta de los dedos y haciendo lanzamientos certeros a las esquinas de su portería, marcando varios goles. Cuando el equipo de Laura sacaba desde centro por un gol de Carla, ésta inmediatamente se adelantó y le robó el balón en un pase, saliendo disparada hacia la portería contraria. En un impecable salto en la línea de seis, superó a la portera y le marcó un magnífico gol de vaselina, que dejó mudas a todas las demás que la miraban desde las posiciones en las que habían quedado cuando ella robó el balón.

-¡Vaya, eso ha sido genial! ¿Quién te ha enseñado a jugar así? -le preguntó Laura.

-¡Oh! Nadie, solo Isa Montero -le contestó Carla mientras salía de la cancha y daba por terminada su participación en el partido.

-¿Isa Montero? ¡Ya claro!, y yo juego todos los días un partidito mañanero con Enric Masip (1) , ¡no te jode...!

-Ahm... estupendo, podrías darle recuerdos de Carla cuando lo veas -le contestó frunciendo la naricilla mientras le sonreía y recogía sus cosas. Se despidió de todas con un hasta luego y salió del recinto deportivo dirigiéndose de nuevo al metro para volver a casa.


Ya en casa, se metió en el baño y se dio una ducha rápida. Una vez que terminó, salió a la gran terraza del ático con una cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra, no fumaba habitualmente pero después de ese día, se dijo a sí misma que necesitaba expulsar la tristeza con el humo del cigarrillo. Se sentó en uno de los sillones de debajo de la pérgola, y mirando al cielo que empezaba a oscurecerse, un nombre se instaló en su cabeza: Isa .


Tres días después, eran las 8 de la mañana y la alarma del teléfono móvil comenzó a sonar como loca en la mesilla de al lado de la cama, justo donde lo había dejado la noche anterior. Isa se levantó sin ninguna gana y fue directa al cuarto de baño. Cuando salió de él, iba vestida con unos pantalones de chándal, una camiseta blanca y unas chanclas de playa; y se dirigió al teléfono para marcar un número.

-Hola, ya estoy aquí.

-¡Qué ya estás aquí lo sé yo desde hace dos días, por el amor de dios!, ¿se puede saber dónde te has metido?

-Oye Raquel, no me regañes, ¿vale?

-¿Qué no te regañe? ¡Debería de darte un par de patadas en tu culo de deportista. ¡Eso es lo que debería de hacer!, te he estado buscando y llamando como una loca desde hace dos días. He tenido que aplazar la reunión de ayer con los directivos de la compañía de las deportivas, porque no sabía dónde demonios estabas y todavía tengo que soportar que me digas que no te regañe.

-¡Está bien, lo siento, vale! Siento mucho que te hayas visto obligada a cancelar la dichosa entrevista, pero he de recordarte que esto ha sido idea tuya. Ya me he retirado, esa publicidad la tendrían que hacer jugadoras que aún estén en activo, no yo.

-¡Perdona, pero no fui la que llamó a esa compañía para que te ofrecieran ese contrato que por cierto es muy, muy goloso, sino que son ellos, los que por alguna extraña razón, te quieren a ti para la publicidad de su marca. Así que no intentes hacerme sentir como una manager sin escrúpulos porque no te lo voy a permitir. ¿Estamos de acuerdo?

-Bueno, ya veo que hoy estas un pelín irascible así que no te molestare más. Ya sabes que estoy aquí, así que ahora haz tu trabajo. Cuando sepas lo que tengo que hacer y cuándo tengo que hacerlo, llámame. Adiós.