Obsesivo

Una obsesión nos lleva a una cadena infortunada de eventos.

Un placer volver trás tanto tiempo, ansío lo disfruten en medio de esta cuarentena. mis mejores deseos y recuerden quedarse en casa.

Mi abrazo.

Obsesivo.

Allí estaba yo, sentada en mi oficina; siempre preferí trabajar por mi cuenta pero esta es una gran firma, con sucursales por todo el país, parecía una jodida oportunidad para tomar.

Mi departamento: sistemas, me pasaba los días en mi oficina y en el piso de abajo, contabilidad, arreglando ordenadores, actualizando, corrigiendo errores, esa clase de cosas. A pesar de mi poco tiempo en la empresa los conozco a todos, y todos me conocen a mí, nos la llevamos bien. Mi círculo cerrado consta de una de las señoritas contadoras, Isabel, y mi compañero Xavier; ellos dos son los únicos que saben con certeza mi sexualidad, los demás solo se hacen conjeturas al respecto. Mis intereses no estaban en negarlo pero tampoco en confirmarlo.

Para el momento me encontraba sin una pareja, bromeaba por allí libremente pero nada más.

Mi amigo Xavier estaba justo en medio de un divorcio. Veinte años y un hijo con su futura ex esposa. Y además saliendo de un accidentado enamoramiento con una de las contadoras del piso de abajo. Una hermosa morena que incendio su corazón en fuego y lo dejo hecho cenizas. Está en recuperación y me rio de él cada vez que tengo oportunidad; me es en exceso gracioso como un hombre de su edad podía haberse enamorado tan fuerte y tan rápido, tal cual un adolescente, bueno ciertamente luce como uno. Mental y físicamente aparenta unos veinte años menos.

Por la tarde decidimos bajar, adelantar algún trabajo actualizando algunos ordenadores, a la final no teníamos más nada que hacer.

Invertí algún tiempo conversando con mi amiga Isabel. Siempre me gusto jugarme con ella, es una mujer hermosa, casada pero hermosa.

  • ¡A ver Isabel!, tu sabes bien que la única razón por la cual estas casada y con un hijo es por qué yo no te conocí antes.

  • Shhh, deja de jugar, la gente oirá y pensará que es cierto lo que dices.

Esa sonrisa llena de pena suya vale un millón.

  • Además te estoy hablando en serio, discutí con Emmanuel ayer y estoy muy enojada con él.

  • ¿Por no haberte buscado en la tarde? – la mire dudosa, esos arranques de celos no parecían cosas suyas.

  • Llego fuera de su hora normal y oliendo a licor.

Me reí, se ofusco.

  • Te voy a decir algo que no te va a gustar, pero porque te quiero es que te lo diré así – ambas tomamos seriedad – para engañarte no necesita ni beber ni llegar por fuera de la hora, así que si tomarás eso como prueba estás equivocada – suspiró evadiendo mi mirar – además lo veo como te mira, ese guevón no sabe que hay más mujeres en el mundo – me golpeo en el brazo.

  • ¡A veces eres una imbécil!

La carcajada característica de Xavier llamo nuestra atención.

Estaba hablando con otra de las contadoras, de las más jóvenes, Sofía, pequeña, blanquita y muy hermosa la chiquilla. Xavier me vio observarlos y me llamo hacia ellos.

Tras ese día la comencé a ver muy seguido, almorzaba en la oficina con nosotros o Xavier y yo bajábamos a sonsacarla para un café, un postre tal vez. Ellos comenzaron con una especie de relación y yo fungía sin saber por qué, las funciones de chaperón.

A veces ella llegaba a buscarlo y él no se encontraba, o lo llamaban para chequear algo de nuestro trabajo y nos dejaba a solas.

Fuimos tomando mucha confianza para bromearnos, a mí me parecía una niña jodidamente atractiva y en el fondo de mi surgían dudas sobre su sexualidad. No sé a qué jugaba con Xavier, pero como él tampoco sabía a qué jugar con ella no intente protegerlo.

Llego a buscarlo. Toma asiento, le pedí. Tu novio ya vuelve.

Sonríe – Hace mucho que no tengo pareja.

  • Interesante manera de decirlo – capte de inmediato.

  • ¿Por qué?

  • De esa manera niegas cualquier clase género.

Enrojeció confirmando mis sospechas, me reí. Xavier llego y la alejo de mí. Ella partió con su mirada baja, pensativa.

Los días pasaban rápido, Xavier se iría de vacaciones; Isabel seria trasladada al departamento superior para cubrir las vacaciones de uno de los supervisores del área de finanzas, una gran responsabilidad, merecidísima.

Le hice saber todo mi cariño cuando supe que se iría al piso superior. Lamentablemente hemos estado alejadas estos últimos días, ella y Sofía no se la llevan muy bien, lo sabe disimular pero a mí no podrá mentirme.

Xavier no lograba concretar nada con Sofía, llego el día de sus vacaciones y ambos sabíamos que eso se congelaría allí pero aun así me pidió que cuidase de ella, que nadie llegará a comerle el mandado. Yo solo me reí.

Jueves por la noche, una buena parte del personal de la empresa ya se había ido. Baje a configurar un ordenador, Sofía aun trabajaba, me burle.

  • Déjese lo jala bolas.

  • ¡Respétame! – dijo tierno, envuelta en un puchero. – ¿Además que haces aquí?

  • Jalando bolas también, reímos.

Conversamos un poco. Observe sus ojos color miel escrudiñando lo que yo hacía y las palabras salieron de mi sin pensarlo.

  • Tienes unos ojos hermosos – se sonrojo – ¡vayamos a cenar!

  • Solo me gustan los sitios elegantes – sonreí.

  • No dejes que mi apariencia de ingeniero desaliñado y loco te engañe. Tú te pondrás un vestidito y te verás hermosa – mire sus piernas, ella enrojeció – y yo haré un esfuerzo por ir decente. Reímos, la mire con profundidad.

  • Ya deja de decir locuras.

Y creí que todo había quedado allí.

Por la noche me comía un pan con café cuando suena mi celular.

“¿Por qué me dijiste eso?”, “Tu eres bella y yo soltera, ¿Por qué no?”, respondí sin recato. Ella no me dijo más nada.

Otro día más, otra trabajada más hasta tarde, siga jalando bolas, me dije en risas.

  • ¡Sofía!, ¿si sabes que no pagan más por quedarse más tiempo verdad? – me observo con desdén.

  • ¿Y tú sabes que no te pagan más por fastidiarme verdad? – reímos.

  • Estoy terminando un informe, resoplo y reclino un poco su silla, haciendo su cabello hacia atrás, no entendía porque ahora me parecía tan hermosa la carajita.

  • ¿Tu que tanto haces aquí? – pregunto clavando su mirar en mí.

  • ¡Jalar bolas te dije! – frunció el ceño, me extrañe.

  • No me gusta ese vocabulario, me reí acercándome a su escritorio a tal punto de recostarme a el y quedar a su frente.

  • Acepta la cena conmigo y veras que tan apropiado y refinado puedo hablarte.

Sonrió con picardía.

  • ¿Por qué ahora me dices esas cosas?

  • ¿Te hiciste algo en el cabello verdad? – por inercia lo acaricio.

  • Si, pero no fue la gran cosa – comento con algo de decepción.

  • Creo que si lo fue, te hizo aparecer en mi mapa.

  • ¿Qué quieres decir?

Tome el CPU y seguí mi camino sin mayor gesto que una sonrisa y un guiño de ojo. El día siguiente fingió estar enojada conmigo por “dejarla hablando a solas”, volví a bajar a eso de las diez de la noche, en cámaras ya la había visto trabajando, así que fui hasta ella con un detalle.

  • Espero te guste.

  • ¿Qué es eso?

  • La torta que te gusta, tres leches, ¿cierto?

Sin prestar mayor atención a mi presente me detallo con profundidad.

  • Quiero que me respondas.

  • ¿Sabías que tu nombre proviene del griego sabiduría?

  • No me salgas con tus clases de cultura general, quiero una respuesta.

  • ¡Hazme una pregunta entonces! – me hice la tonta, resoplo enojada.

  • ¡Sabes a lo que me refiero!

Me deleite en sus ojos miel y olvide a mi buen amigo Xavier.

  • Quiero que salgas conmigo porque me atraes – hicimos una pausa silenciosa – tu eso ya lo sabias, no sé porque me lo preguntas tanto.

  • ¿Por qué piensas que aceptare?

  • Digamos que soy una persona positiva.

La observe sugerentemente, otra pausa.

  • ¿Por qué lo ocultas?

Se levantó de la silla y se dirigió al sanitario. Lo dude un minuto y la seguí.

  • Disculpa si traspase alguna clase de línea.

  • Si, lo hiciste.

  • Pero eso no implica que no esté en lo cierto, ¿verdad?

  • Le prometí a alguien muy especial en mi vida que eso ya no sería parte de mí.

  • Prometiste algo que no puedes cumplir.

  • ¡Lo cumpliré! – me expreso con determinación y fuego en su mirada. Salió del baño bamboleando esa bella cabellera castaña contra el viento y me quede sin aliento por un instante, ahora era ella quien había traspasado una de mis líneas.

La llame en la mañana para buscarla, desayunamos juntas, sin ninguna intención oculta, pero con facilidad note que esto no se saldría pronto de mi cabeza.

  • Llévame al departamento – la mire intrigada – así busco el auto para salir en la noche de la oficina.

No cambie de curso en la carretera, me observo con enojo.

  • Es adorable la facilidad con la cual te enojas, pero quiero que hagamos algo mejor, te vas conmigo, cenamos y te llevo a tu casa.

  • ¿Insistirás en una causa perdida?

Sonreí. – No me sonrías así – casi susurró enrojecida.

  • ¡Te seduce mi sonrisa! – la forcé un poco.

Nos estacionábamos y no me dijo más.

A eso de las 4pm me escribió un Whatsapp, “me seduce tu actitud”, pase la tarde con una expresión estúpida en mi rostro.

La noche cenamos con normalidad y de paso a su departamento me detuve en una plaza.

  • Ya la decoran para las ferias, detengámonos un momento, le pedí. Te juro que no quiero traspasar límites, pero quiero saber, porque abandonar lo que eres.

Sonrió con nostalgia, mi instinto quiso protegerla.

  • Mi hermano, falleció… SIDA… era gay.

Agaché la cabeza, con vergüenza, sabía que no debía preguntarlo y aun así no me contuve.

Guardamos silencio por mucho rato, sentía que podía oír los latidos de su corazón o el temblor de sus brazos por el frio. Salí de mi trance y me quite la chaqueta para colocársela.

Sus ojitos tristes se toparon con los míos apenados.

  • Lo siento, expresé con sinceridad a un segundo de besarla, uní mis labios a los suyos con lentitud, con cuidado, con temor de dañarla. Nos besamos unos segundos para terminar agachando su mirar.

Puso sus manos cerca de mi pecho para alejarme con suavidad, por favor no me hagas esto, suplicó, mucho tiempo me tomo construir esto que soy ahora.

  • Admiro tu esfuerzo, le concedí, ella se levantó y aparto de mí un poco más, pero esta ansiedad que se desarrolla en mí no es normal, no puedo dejarla de lado.

  • ¡Puedes y lo harás!

Quise decir algo más pero me interrumpió pidiéndome que la llevara a casa.

Los días pasaban y se me agregaba un granito de arena al enamoramiento y a la obsesión, bajaba a buscarla sin control alguno, quería verla a toda hora y seguía sin razonar por qué.

  • Te he visto muy cercana a Sofía, ¿Por qué? – me pregunto Isabel sin rodeos, secaba los platos en su casa, tras la cena y me tira esa bomba de agua.

  • Tras su whatever con Xavier nos conocimos un poco mejor, y es lo más cercano que me queda, ya que tú eres jefa – sonreí. Ella suspicazmente me observaba, declarándome de frente que no me creía ni medio pepino de lo que yo le decía.

  • Cuida lo que haces, he oído que está saliendo con José, mi rostro cambio sin controlarlo, ella lo noto pero no me dijo nada; mi ego supo agradecerle, deberías advertirle a Xavier también. Es una camisa de once varas esa niña.

Permanecí un tiempo prudencial más y partí a mi casa. Con un enojo y duda recorriendo mis venas.

El día siguiente observe un poco las cámaras sé que no debía hacerlo, pero quería verla, ver si era cierto. José ciertamente bajo un par de veces, dos de ellas con detalles y con la misma cara de borrego que yo, que Xavier, ¿Qué rayos pasaba?

Al contrario de los días previos trate de huir de ella, pero en el ascensor a la hora de la salida falle.

  • ¿Qué tienes?, me pregunto tras notar mi indiferencia.

  • Dolor de cabeza.

  • No, ¿Por qué me mientes?

  • ¿Genuinamente te importa si lo hago?

Molesta me miro antes de salir del ascensor. Me termino de reventar de ira tratarla así, desear hacerla enojar, cual rabieta de niña.

Viernes, viernes al fin, Jesús decidió hacer una reunioncilla en su casa, a una cuadra de la mía, encantada accedí. Llegue un tanto tarde, para esperar que el ambiente estuviese encendido, por mi parte colabore bebiéndome un par de cervezas en mi casa. Llegue y Sofía fue lo primero que me tope en la entrada, radiante lucía un jean plegado al cuerpo, el cabello suelto y su sonrisa perfecta cautivando a José quien trataba de pegarse a ella, justo cuando mi paso los interrumpió.

  • ¡Buenas noches jóvenes!, salude indiferente sin observar directamente a ninguno.

Sé que mi actitud le está dando mayor importancia a lo que en realidad no la tiene y menos para ella.

La noche avanzo y como sombra nocturna me sorprendió su presencia en el momento en el cual más pensaba en ella.

  • Tal vez ahora que has bebido me dirás que sucede.

Sonreí.

  • Tal vez siga sin querer hacerlo.

  • Pero si admites que algo sucede

  • Claro que sí, suceden muchas cosas, por ejemplo entre tú y José.

  • ¿Es celos lo que te tiene enojada?

  • ¿Cómo celar algo que no podré poseer?

  • ¿Cómo sabes qué no?

Desencajada la observe irse, juega conmigo y lo sé, lo entiendo, mi cerebro lo comprende, pero es como si me hubiese dividido en dos personas totalmente distintas, como si necesitase despistarme a mí misma, pienso una cosa y zig zagueo hacia otra, otra ruta que suele llevarme hasta ella.

2 am, aun todos en la reunión, yo más tomada de lo que había planeado, ella distante de mí, pero a ratos nuestras miradas chocaban y se encendía en mí el deseo de tenerla, era una llama vibrante que aumentaba a su placer.

“¿Por qué juegas conmigo?”, le escribí al celular; “¿Por qué arruinas tus oportunidades?”, respondió.

Ilusamente aquella pregunta me convenció de que tenía algunas, de que tal vez estaba paranoica y simplemente debía confiar en mi impulso de conquistarla.

Intento número 20.000, la necedad no se separa de mí.

  • Buenos días hermosa – sorprendida recibió con cariño mi abrazo.

  • ¡Estas de buen humor!

  • ¿Quién no lo estaría? Si tengo el placer de hablar contigo. Tome su mano en la mía y la lleve a mis labios. La bese con suavidad y algo de brevedad, para evitar que alguien lo notase, se sonrojo encantándome un poco más.

  • En serio adoro como eres a veces.

  • ¿Solo a veces? – inquirí.

  • Seguro que no cuando te enojas, me reí.

Por la noche salimos tarde de nuevo, forcé un poco mi estadía para esperarla.

Llovía fuertemente, a entradas del edificio trataba de convencerla de que partiera conmigo.

  • Necesitas más que frases astutas para convencerme.

  • No sé por qué te atrae tanto ese cambio de ritmo, te manejas en expresiones comunes pero amas que te hagan despliegue de un buen léxico.

Me sonríe con satisfacción, sé que le encanta que yo la conozca de esa manera.

Refugio sus manos dentro de su abrigo, regalándole una vista al cielo ennegrecido.

  • ¿Te confieso algo?

La observe con atención.

  • En ti me encanta ese cambio de ritmo. Eres tan sencilla y de la nada demuestras saber tanto, con tus sistemas – se giró para señalar las oficinas – y tus anécdotas históricas, y tu cultura general. Adoro tu talento para hacer conversación.

Mi parte malvada entendió y supo ver que me manipulaba y la otra simplemente se entregó a disfrutar de su habilidad.

  • Ven conmigo, - pedí casi en suplica – no quiero pecar y besarte donde puedan vernos.

  • ¡Jamás me pondrías en un riesgo como ese!

  • No subestimes mi deseo.

  • ¿Es eso lo que quieres? – se pegó a mí, desquiciándome con la tentación de besarla, con el aroma de su piel.

  • Sabes que quiero eso y más. Guardó silencio y yo sentí que debía agregarle más estupideces a mi discurso. Quiero saber por qué eres como eres, quiero conocerte, a la real tú, a la niña alegre de ojos claros que se esconde bajo miradas  y atenciones de todos a su alrededor, y más importante aún, quiero saber si lo que sientes conmigo es real, si es que es cierto que has sentido algo.

  • Siento algo.

  • Demuéstramelo, susurre a un milímetro de sus labios. Reacciono, se alejó, hice lo propio. Partí a mi auto, suspire con agotamiento, con desazón en mi alma, ¿Cómo podía volver a ser capaz de controlarme?

Llegue a mi departamento, me topé con la sorpresa de su auto estacionado en mi lugar, ella de pie en la entrada del edificio. Estacione y me apresure a su encuentro.

Conversamos hasta entrada la madrugada, intimamos verbalmente más de lo que cualquiera pudiera sospechar, la conocí y todo lo que descubría de ella me encantaba aún más. Se despidió dándome un beso tierno. Casi no podía dormir de la fascinación adolescente que me generó.

Pasando por el pasillo central de las oficinas solo buscaba disimular mi intención de ver hacia su escritorio, de saberla allí. No estaba.

¡Joder! Exclame en voz alta al entrar a mi oficina.

  • ¿Qué te pasa? – la carcajada de Xavier me trajo de vuelta al plano terrenal.

Nos abrazamos, tragué grueso, - ¿Y eso marico? ¿Qué haces aquí?

  • ¡Que horrible como se tratan ustedes!

Entro Sofía, maravillosa y hermosa, la observe con un ataque de pánico formándose en mí. Xavier alegremente se carcajeo de nuevo.

  • ¡Estas llegando como que tarde! – exclamo pasando su brazo por el hombro de ella, quien busco apegarse más a él.

Me reí con cierta burla dentro de mí, ¡muy tarde tal vez!

Guarde silencio, Xavier bromeo alguna tontería al respecto.

  • ¡Vamos, Sofía me llamo para que almorzáramos los tres y me pareció una idea genial!

Atónita la mire, su rostro inmutable y perfecto.