Obsesionada

Desde el viaje de novios, una experiencia me hace ser infiel a mi marido desde ese dia.

Continuo con mis experiencias en orden cronológico después de los primeros cuernos.

Pues nunca más se me cruzó la posibilidad real de cometer una infidelidad en nuestra época de novios. Ninguna más allá de los típicos en cualquier pareja, pero ninguna llego a realizarse.

Todo cambio al cambiar de estado, al casarnos. Muy pronto, en el viaje de novios, el calor caribeño, de nuevo el alcohol, provocaban en mí, un estado de calentura prácticamente durante todo el día. Mi marido me hacia el amor varias veces al día en ese paraíso, cama, ducha, lo normal en un viaje de novios, así durante 10 maravillosos días.

Una noche bajando de la disco que estaba situada en la parte más alejada del complejo, junto al camino que bajaba hacia los bungalós de la playa, en la parte más solitaria veníamos mi marido y yo acaramelados, solos, besándonos, metiéndonos mano. Paramos en una palmera a besarnos. Su mano fue a mi pecho directamente. Agarró como él sabe que me gusta, firme, sin apretar demasiado. Notando su mano en mi pecho cubierto por un fino top sin sujetador debajo. Mi mano le correspondió directamente a su bermuda. Notaba su excitación. Estaba completamente empalmado. Masajee su polla por encima del pantalón, siempre comiéndonos la boca. Nos apartamos a un pequeño banco de madera puesto casi a propósito para nosotros, apartado del camino, zona poco iluminada, se prestaba a ello.  Nos sentamos y directamente me quite el nudo que sujetaba la parte superior de mi top, cayendo la parte superior y dejando al aire mis tetas. Mi marido agarro de nuevo, pero esta vez acercando a la vez su lengua a mi pecho, lamia mis tetas. Al placer que me estaba dando, lo añadía la posibilidad de que nos vieran. Sabía que desde el camino no se podía ver pero nosotros si veíamos el iluminado camino. Cuando otra pareja apareció agarrada de la mano en nuestra dirección, casi me corro allí mismo. No nos veían, pero eso no me importaba, la intención normal de mi chico fue de cubrirnos un poco, pero no le dejé. Yo me senté aún más cómoda en el banco, dejando mis pechos aún más visibles ante una posible mirada, mi marido siguió lamiendo. Estaban apenas a 8 metros de nosotros y pasaron sin percatarse de nuestra presencia, pero a mí me servía. Fue un momento delicioso. Suficiente. Me quité completamente el top ante la imposibilidad de ser vistos y el morbo que me provoco la mínima posibilidad que había. Mi marido se retiró a mirarme un instante, mientras miro a su alrededor. Le baje un poco la bermuda, apareciendo su polla completamente erecta, no necesitaba más preámbulos. Agache la cabeza y empecé a realizarle una mamada. Allí sentados, en medio de un jardín, con mi pecho al aire, cosa que ya hacía en la playa, pero la situación no era la misma, cosas de la vida. Apareció una segunda pareja bajando a su habitación o a la playa, y mi marido me aviso para que no siguiera, pues con los movimientos de mi cabeza, podía llamar la atención. No le hice ningún caso, continúe mi silencioso trabajo mientras mi marido empezaba a ponerse un poco nervioso, no paso más que lo que tenía que pasar, nada. Siguieron su camino y yo deje mi trabajo. Me levante la falda, quite mi pequeño tanga dejándolo en el banco. Me puse a horcajadas sobre él, empezando un pequeño  vaivén que me daba un placer enorme mientras mi chico casi estaba más pendiente del camino. Pero nuestro voyeur no iba a venir por el camino. Desde mi posición vi como en el jardín estaba un chico de mantenimiento, con su mono de trabajo que le hacía camuflarse casi perfectamente, pero una luz de un bungaló cercano le delató ante mí. Un chico de color, alto, delgado, joven, no se desde cuando miraba, pero no pudo ver mucho, pues le tapaba la parte trasera del banco. Con toda tranquilidad, sabiéndose visto por mí, viendo que yo no hacía nada, no decía nada, seguía con mi lento movimiento, con las tetas tapadas en gran medida por la cabeza de mi marido, se encendió un cigarro, no le importaba que la luz del mechero, confirmara lo que ambos sabíamos, que nos estábamos viendo. Mi marido no se enteró, más pendiente ya, del polvo que estábamos disfrutando nosotros y nuestro mirón. Eso hizo que mis sentidos se dispararan, estaba disfrutando mucho, un polvo lento, pero intenso. En ese momento, vi cómo se bajaba la cremallera que cubría su mono de trabajo, la bajó hasta abajo. Apenas podía ver más allá de lo que la imaginación me decía. Pero su movimiento de la mano, disipo mis pocas dudas y cercioró lo que mis más calientes fantasías me decían. Se estaba masturbando. Apago el cigarro. Era el momento.

-Vamos tras el banco, dije

Hice tumbar a mi chico en la hierba, lo coloque donde no pudiera ver a nuestro compañero. Me subí encima de él, y me volví a meter su polla. Ahora era más fácil, con mi falda recogida, apenas podría ver mi cuerpo, pero mis pechos bailaban con mis movimientos casi para él. Desde ese punto un poco más cercano a él, se le podía ver mucho mejor, y también pude comprobar que su polla, que me pareció enorme en ese momento estaba en plenitud. Veía como se masturbaba para mí, como mis tetas bailaban para él. Dio unos pasos hacia adelante, apenas 3, 4, los suficientes para mostrarme su polla. Si ahora me la estaba enseñando, me enseñaba una polla como no había visto nunca hasta ese momento. No era muy gorda pero me parecía larga. La sacudía arriba y abajo. Yo ya había perdido un poco la noción de lo que pasaba entre mis piernas, cuando note que mi marido se corría, la sacó rápidamente y se corrió sobre mi pubis. No deje que se moviera durante unos segundos, los suficientes para que mientras me tocaba mi clítoris, vi como nuestro mirón se corría para mí. Apenas podía ver los chorros que salían, los podía casi oír caer en la hierba. Me corrí frotando mi clítoris sentada sobre mi marido que esos segundos parecía estar en la gloria. Cuando recobré la noción, vi como nuestro amigo desapareció escondido tras unos arbustos y nos levantamos, nos recompusimos en nuestras vestimentas, yo colocándome el top, pero dejando mi tanga sobre el banco.

Mi chico me cogió de la cintura y nos pusimos a andar camino de nuestra habitación, agarrados de la cintura y comentando lo que acabábamos de hacer. Llegamos a nuestra habitación y la excitación de lo que acababa de pasar hizo que necesitara tener sexo de nuevo. Necesitaba un buen polvo para apagar el calentón que me había llevado. Me senté en la cama, me desnudé y cuando mi marido entro del baño, me vio masturbándome para él. Cogí su calzoncillo y lo baje  hasta la rodilla. Empecé a lamerla, a chuparla, a manosearla, note como de nuevo empezaba a tomar vida. Volvimos a follar.

Ya en la playa la mañana siguiente, solo miraba a los chicos que estaban por la playa, los trabajadores de las hamacas, todos, esperando un gesto que me indicara que había sido él. Que era el que me había despertado una fantasía que no conocía hasta ese momento.

Mi actividad sexual aumento aún más ese día. A los polvos de mi marido, junto con los toqueteos juguetones en playa y piscina, se unieron alguna sesión de masturbación en solitario que no me quedo más remedio que hacer.

A la mañana siguiente teníamos una excursión pagada, de esas que todos picamos cuando vamos a esos resort. Íbamos en motos de agua por la costa, por parejas hasta llegar a una pequeña playa fuera de la zona, donde cogíamos un pequeño barco y haríamos buceo con tubo, cerca de los corales, para ver el fondo marino. Digo mal, haríamos no porque a mí me agobia muchísimo y accedí a ir en la moto de agua, con la promesa de que seguramente no todos irían al barco y en ese caso quedaría tomando el sol, mientras mi marido si iría al barco pues estaba encantado con la idea. Pero no fue así. Nadie se quedaba, todos iban a meterse bajo el agua. Mi marido se ofreció a estar en la playa conmigo, pero no le deje. Los chicos de las motos del hotel se quedaban mientras el barco no volviera, apenas 30 minutos.

-estaré bien. No te preocupes.

  • ¿segura?

  • tomaré el sol, vete.

Así hizo, subió en las barquitas que llevaban al barco grande y allí los vi subir, oía la música y como los motores arrancaban.

Tire mi toalla junto al agua. Tomaría el sol. Era pronto por la mañana y aun no quemaba demasiado.

Junto a una vieja barca de madera, los dos chicos estaban charlando y comiendo alguna fruta bajo unos arbustos.

El barco se  alejaba de la playa unos cuantos metros. Allí me quite mi pareo, mi top y me quede en topless delante de los dos chicos. Ambos de color, mi fantasía empezaba a obsesionarme y casi puedo asegurar que estaba deseando quedarme sola en la playa para enseñarles mis pechos. Veía como me miraban, me sentía observada y eso me estaba derritiendo por dentro.

-          Hace demasiado sol señorita, tenga cuidado. Me dijo uno de ellos

Retrase un poco mi posición casi poniéndome a su altura tapada por las ramas de los arbustos que los protegían a ellos. Estaba a un par de metros de ellos, de dos chicos guapos de color, como en mi fantasía, en topless, charlando amigablemente de trivialidades. Ellos no podían verlo pero mi braguita estaba mojada y no de agua marina precisamente. Veíamos como los compañeros de viaje, saltaban de la barca al agua, estaban viendo el maravilloso fondo marino del caribe.  Me puse en pie ya que no podía tomar el sol, y me acerque completamente a ellos. Charlábamos del hotel, del país, en tetas ante ellos. Ellos no se cortaban un pelo en mirar. Imagino que estaban más que acostumbrados, pero para mí era toda una novedad. Estaba muy caliente. Sinceramente esperaba que una de sus manos acabara en mi pecho y que aquello terminara con los dos saciando mi fantasía, si, ambos. No sé por qué, pero necesitaba verles sus pollas. Me las imaginaba grandes, gruesas, al lado de mi cara, alternándolas en mi boca mientras a lo lejos mi marido disfrutaba de los peces del caribe, yo disfrutaba de los caribeños.

Nada de aquello llego a ocurrir, la media hora pasó entre mis fantasías  y las conversaciones intrascendentes con los dos chicos y el barco comenzó su viaje de vuelta. Me puse mi top y mi pareo y me preparé para recibir el barco. Beso cariñoso al reencontrarnos y de nuevo viaje en moto de agua hasta el hotel. Aquello me puso en la pista de algo que había pasado por alto en mis años de soltera. Me gustaría probar una polla grande, una como la de aquel tipo del jardín, como la de los actores de las pelis xxx que veía sola o acompañada de mi chico. Sin poder evitarlo, había provocado en mí una necesidad que no podría siquiera haber sospechado. En mis 25 años solo había probado la polla de mi recién estrenado marido y la de aquel chico de la universidad que tan buen recuerdo me dejo. ¿Y si no era suficiente? ¿Y si me acababa de dar cuenta de una necesidad oculta? ¿Era un calentón pasajero del viaje de novios por estar todo el día jugueteando? Un mar de dudas me calentaba a la vez que me recorría el cuerpo una sensación de estar sucediendo algo malo. Siempre había sido una chica bastante caliente, pero mi timidez en la adolescencia podía con mis pensamientos más atrevidos. Llegaba a masturbarme cada día, incluso varias veces desde mis 15 años. En la universidad me relajaba para estudiar masturbándome, pero por una necesidad física más que por calentura. Desde ese momento mi imaginación volaba en esos momentos, incluso cuando hacia el amor con mi marido mi mente despegaba a otra cama, a otra situación, muchas veces a la playa con aquellos chicos. Empecé a ver por internet alguna que otra película xxx en soledad, cuando antes casi regañaba a mi chico cuando ponía alguna en la tele antes de que nos lo montáramos. Nuestra vida sexual había mejorado en esos momentos, éramos mucho más calientes y más provocadores en nuestro día a día. Todo para mí era una actitud nueva ante el sexo con mi marido, un juego para calentar nuestro día a día. Una mañana en casa, mi marido trabajando, fui a ver una película xxx en el portátil para hacer más amena mi mañana, vi una que me gustaba y la descargue a un pendrive para no dejar a mi marido más rastro, pues no quería que se enterara de mi secretito, aun le guardo en casa, encontré una descarga anterior que no había hecho yo, una película con un nombre que no conocía y pinche en el archivo para ver que era. Sorpresa, una peli xxx de mujeres de grandes pechos. Mi marido veía pelis de mujeres de tetas grandes cuando yo apenas tenía para rellenar el sujetador. Mi sofoco fue en aumento, cuando indagué por los archivos del portátil y vi que había alguna más. Casi todas de la misma temática. Siempre me había dicho que le encantaban mis tetitas y resulta que no era verdad. ¿Cómo se lo preguntaría? No lo hice.

Los siguientes días estuve viendo gran parte de las películas que solía ver mi marido. Incluso encontré una que luego estuve viendo en varias veces. Lo normalicé. Una mañana, el entrar en el portátil, me llego una entrada de Messenger del correo de mi marido, que me saludaba. Le salude y  descubrí en esa conversación que hablaba de sexo con mi marido, en ese momento conmigo, pero desconociendo que era yo. En su conversación, hablaba de mis relaciones con mi marido, de lo que me gustaba hacerle, no podía dar crédito. Desconecté. A los pocos minutos volví a entrar pues me podía la curiosidad de hasta donde había llegado esas conversaciones, pensando que quizá nunca más podría acceder a ese mail que mi marido no cerró por error. Descubrí demasiado. Varias conversaciones se abrieron en ese día. Todos se sorprendían de la hora de mi acceso y tuve que mentir diciendo que estaba enfermo y por eso podía conectar. Coló. Todos conocían mi cuerpo, mis aficiones más íntimas, hablaban de mis muchas cosas. Con uno de ellos, entablé una conversación muy agradable y con palabras que no sonaban nada soeces. Disfruté de su conversación un par de horas. Me decidí, alucinó cuando le conté que era yo. La mujer de la que hablaban era real ahora. Aun no sé porque le di mi correo electrónico real, para seguir hablando con el de lo que sabía de mí y demás, imagino que fruto de un enfado aun no digerido.

Le volví a conectar al día siguiente. Ya con mi correo, pues evidentemente, ese día no estaba el Messenger activo de mi marido. Me entere que mis tetas, según mi chico eran grandes. Se lo desmentí, mucha imaginación en algunas cosas, pero la mayoría era cierto. Este chico, me dio su can y acepte. Era un chico de mi edad más o menos, entonces unos 35, guapo, se veía unos brazos bien formados, y su conversación era agradable. Accedí a poner la cámara y estuvimos chateando unos días, mientras nos veíamos, siempre agradable. El tema se empezó a calentar una tarde, donde yo por el calor tenía poca ropa, una camiseta larga y el me comento que estaba solo en calzoncillos, a lo cual acepte la cámara como cualquier otro día de nuestras conversaciones. Su conversación derivo hacia el tema sexual, como otros tantos días. Pero esta vez estábamos un poco más acalorados. Me pidió ver mis tetas y accedí. Sus palabras me estaban poniendo muy caliente. Describía lo que haría con ellas, como jugaría con ellas. En ese momento se levantó y me enseño su polla que al parecer ya no guardaba en el calzoncillo. Era gorda y larga. Depilada completamente. La veía deliciosa. Se masturbo para mí mientras yo lo hacía para él. Así lo hicimos un par de veces más. Di un giro más a la situación. Le pregunte a mi chico por las películas que estaban en el portátil. Se quedó a cuadros. No sabía cómo explicar. Me hablaba de pelis para pasar un rato, pero no de la temática de la mayoría. Le hable de mis tetas, de lo diferente que eran a las que le gustaban. Intentaba desmentir la mayoría de los argumentos que le daba diciendo que eran siempre igual, sabiendo que los títulos no engañaban a nadie, era lo que le gustaba. Tuvimos una bronca en casa que duro un par de días. Le dije al cabo de los dos días, con mi enfado aun latente, que había hablado con algún contacto suyo, vuelta a lo mismo, desmentir y desmentir, y le dije que hablaba con alguno y sabía todo. Cambio de semblante y de color. Todo eran preguntas a mí, quien como, que habláis… nunca lo sabrás, como yo no lo supe.

Los siguientes días conectaba el Messenger con mi marido en casa, me preguntaba con quién, yo siempre le contestaba que con un amigo suyo, le volvía loco. En uno de esos días convulsos en casa le dije:

-          Quiero ponerme tetas,

-          ¿Por qué?

-          Para que no tengas que mirar las tetas de las demás, quiero que sea a mí a quien mires y a quien miren

-          ¿Dejarás de chatear?

-          Ya veremos

-          Está bien – termino por decir

Seguí chateando con mi nuevo amigo un par de días, pero sobre todo en las mañanas cuando estaba sola. En una de esas conversaciones le conté que iba a cambiar de tamaño, lo cual le sorprendió, me dijo que se veían muy bien, pero que prefería verlas al natural para poder apreciarlas. Reímos un rato, y después de las conversaciones calientes pertinentes terminamos mostrándonos de nuevo. En ese momento me propuso quedar para poder vérmelas, para poder tocármelas. En ese momento mi imaginación volaba y accedí a vernos en unos días, pero dejaríamos de hablar por chat. Accedió y así, después de corrernos los dos, hablamos de quedar en una plaza un poco escondida de Madrid, tomar un café y vernos. A los dos días, fui un poco nerviosa, era la primera vez que iba a hacer algo así a sabiendas que iba a suceder. Me vestí con un vestido primaveral, de flores, sandalias de plataforma y bajo el vestido apenas un tanga blanco. Así me presente en la terraza acordada y estaba ya esperando. Muy guapo, polo blanco y vaqueros negros, todo de marca. Dos besos, un par de miradas y dijo,

-          Estas más buena al natural

-          Tu estas muy guapo hoy- respondí

Tomamos un café, hablamos de cualquier cosa, y empezamos a jugar un poco

-          Estoy deseando verte esas tetas

-          Y yo a ti otra cosa

Bajaba un poco el tirante del vestido, dejando la cazoleta apenas tapando mi areola

-          Vamos a mi piso? Dijo

-          Me invitas a un café allí? Dije sonriendo

-          Te voy a echar un polvo como te mereces

-          ¿Y como es eso?

-          Te mereces un polvo con una buena polla,

-          Mmm …  vamos. – dije

Caminamos unos minutos hasta un portal de un edificio típico de la parte mas nueva de Madrid, con jardines en el exterior y poca gente moviéndose por la mañana.

Nada más entrar sus manos me agarraron mis tetas por mi espalda, lamiendo mi cuello. Bajaron hasta mi cintura y llegaron hasta mi culo. Pasaron a manosear mis piernas bajo la falda.

-espera – dije

Subimos a la planta de su vivienda y entramos.

Nada más cruzar la puerta, estabas en el salón. Decoración moderna, funcional, sofá blanco. Piso de soltero, pensé.

-          Te gusta? Dijo a la vez que me bajaba ambos tirantes del vestido por mi espalda, dejando caer el vestido al suelo.

-          Me encanta- dije.

Allí estábamos, yo solo con mi tanga y mis sandalias, agarrada por la espalda, siendo acariciada en mis pechos por un desconocido hasta ese día, había ido a eso, a poner los cuernos a mi marido. Sus manos acariciaban todo mi cuerpo, mis pechos, pasaban por mi boca para que los lamiera, y volvían a bajar a mis pezones, duros, hinchados…camine separándome de él unos pasos. Buscaba la cama, íbamos a hacerlo, nada de más preámbulos. Llevaba excitada desde la noche antes. Accedí a la habitación, cama enorme, espejo grande bien colocado, ordenado, todo listo. Me tumbe en la cama, con sábanas blancas. El empezó a quitarse la camiseta, bien despacio, luciéndose, marcando cuerpo.

-          Mmmm me encanta. Dije mientras me acariciaba los pezones

Se descalzó, se quitó los pantalones, apareciendo su bóxer blanco bien marcado su paquete. Yo sabía de su tamaño por el chat, pero estaba deseando verla.

Se quitó el bóxer, y   apareció su miembro en estado aun relajado, aun en ese momento se veía gorda, venosa. Iba a disfrutarla. Se acercó al pie de la cama y yo me tumbe en la cama boca abajo, con mi cabeza a la altura de aquel chico. Sin manos, la introduje en la boca, despacio pero bien cerrados los labios, ejerciendo presión en cada movimiento de mi cabeza. Pronto alcance con mis manos sus pelotas, gordas, rasuradas, despegadas del tronco de esa polla que cada vez se me hacía más difícil engullir. Poco a poco estaba llegando a su tamaño real. Me separé y la observe mientras acariciaba su tamaño ayudada por mi saliva dejada en la mamada. Era la más grande que había visto, lo sabía, la había visto en la cámara, si no fuera de ese tamaño no hubiese ido a buscarla. Me separe y me tumbe en la cama, me quite el tanga despacio, dejando a su vista mi coño recién rasurado, rosado, hinchado, brillante por mis abundantes fluidos. Se deslizo por encima de la cama hasta poner su boca en mi entrepierna, su lengua comenzó a jugar alrededor de mis labios, hinchándolos aún más, gemí de placer para reconocer su buen trabajo. Su lengua pasó ahora a jugar con los labios interiores, separándolos con su lengua, pasándola despacio de arriba abajo una y otra vez. Paso a mi clítoris, era un maestro. Succionaba, lamia y jugaba con él, dándome un placer maravilloso, en un momento de lucidez, abrí los ojos y me percaté que en el espejo del armario empotrado se veía perfectamente toda la escena, disfrutaba con mis gemidos, sus manos acariciándome, su lengua devorándome y la visión de ese cuerpo desnudo. Acabé corriéndome en su cama, en su boca. Notaba como mis líquidos bajaban por mi ano. Me coloco más cerca de él arrastrándome por las rodillas, poniendo su glande en mis labios, se notaba hinchado y oscuro, las venas muy hinchadas, y de un golpecito entro en mí, me separo los labios, despacito empezó a meterla entera. Llegaba donde no había llegado antes ninguna, notaba una presión en mi estómago que no sentí antes. Empezó a aumentar el ritmo hasta ser casi demasiado para mi pequeño cuerpo. Sentía que me abría para él en cada embestida. Estaba sudando, marcando sus musculos por esa fina capa de sudor que le hacia brillar y parecer aún más deseable si cabía. Me cambio de posición. Me coloco a cuatro patas sobre la cama, pero girándome. Se puso de pie, y empezó a follarme en esa posición, lo veía todo desde el espejo frente a mí. Notaba su mirada de lujuria mirando cómo me lo hacía, sin pausa, con un ritmo que enseguida hizo que clavara la cara en la cama y me dejara llevar mientras un orgasmo sacudía mis entrañas hasta dejarme exhausta casi colgada de ese hombre.  Saco su polla de mi interior y se masturbo unos segundos hasta correrse en mi cara. Un par de grandes chorros de semen llegaron hasta mis ojos y mi pelo, y los demás, cayeron en mis labios y en la cama.

-          Vaya chico, que bueno eres, dije

-          Te lo merecías.

-          Gracias

-          Estabas necesitada, eh?

-          Pues ahora que lo dices, es una maravilla disfrutar de un chico como tú, y de una polla como la que tienes

-          Jajajaja…pero no es tan grande

-          Lo suficiente para darme donde me dabas ahí dentro.

-          ¿Tienes tiempo?

-          Un rato, debo llegar a casa a las 3

Sin mediar palabra, volvió a colocar su semierecto miembro entre mis labios, y le correspondí haciéndole una mamada hasta ponerla en vigor de nuevo. Apenas me cabía en la boca por su grosor, lamia sus pelotas y subía por su polla hasta volverla a meter su glande en ella, y vuelta a empezar. Así, en una cama desconocida, con una polla desconocida en la boca y mirándome al espejo disfrute de una visión que desconocía de mí, estaba disfrutando del sexo fuera de mi matrimonio, y disfrutándolo maravillosamente, sabía que no iba a ser la última. Descubrí que me gustaba verme así, con una polla grande de un tipo que no conocía hasta hace un par de horas y hacerle disfrutar de mí. Así le lleve al orgasmo, que descargo dentro de mi boca, haciéndome tragar su semen, que al ser el segundo no era demasiado denso, y que relamí, cosa que no me gusta mucho hacer, pero ese espejo me había enseñado la zorra que era en la cama, al menos en la cama de otro.

Nunca más le volví a ver ni a chatear con él.

A los pocos meses disfrutaba de una talla más acorde con el gusto de mi marido y como compruebo desde entonces a la mayoría de los hombres. Estas tetas me han ayudado a encontrar algún chico de vez en cuando que me lleve a ese espejo de nuevo, pero os lo cuento pronto