Obsesión por una amiga

Empecé a verla como más que una amiga. No sé por qué. Pero hubo un día en el que todo cambió.... Ésta es la historia de mi obsesión por Azucena y de cómo la hice mía cumpliendo todas mis fantasías.

Empecé a verla como más que una amiga. No sé por qué. Pero hubo un día de fiesta en el que todo cambió. Ella era mona, pero sin destacar, sin una cara que llamara la atención. Delgada, ni alta ni baja, cerca del uno setenta sobre todo con un culo muy bien formado, redondito, que relucía en su perfección sobre todo el conjunto, Azucena era la novia de uno de mis mejores amigos, Gonzalo, con quien llevaba saliendo desde los tiempos de instituto. Como me considero muy buena persona, un por lo menos buena, por ello nunca había albergado ningún tipo de interés especial por ella. Eso incluye cualquier tipo de fantasías, por un estúpido concepto de la amistad.

Pero las cosas cambiaron. No sé. Estaba bebido, tampoco nada del otro mundo y ella se estaba moviendo al son de la música rock que sonaba en el garito. Entonces me vino un acceso de deseo indefinible. Incomprensiblemente empecé a excitarme con todo su ser, a imaginarme que bajábamos a los servicios a follar como locos, me venían flashes a la cabeza: Azucena comiéndome la polla, Azucena ofreciéndome su culo para que se la metiera por detrás

Afortunadamente la noche acabó. Pero no mi fantasía. No pude hacerme pajas de otra manera a partir de entonces que pensando en ella, especialmente en su culo, que a partir de entonces fue mi obsesión más caliente.

Gonzalo, su novio, era de los pocos amigos con novia que tenía. Nunca habíamos tenido demasiada suerte en ese aspecto. Sin embargo, su relación era larga y asentada. Ambos tenían trabajo y antes o después se casarían. Me sentía culpable al terminar mis pajas, pero a los pocos minutos no desea otra cosa que volver a recrear mi imaginación.

La siguiente vez que salió todo el grupo, me dediqué no más que a mirar su lindo culito. Con apenas una copa encima no pude hacer otra cosa. La parte negativa era que me amedrentaba toda conversación con ella, la rehuía, con miedo a que mi mirada me delatase. Esa noche coincidimos en la espera de los servicios (ya se sabe que las chicas tardan más y hacen mucha cola, pero a veces nosotros también). Me miró, se río (ya llevaba sus buenos cubatazas encima) y yo la miré a su vez y también me reí, incapaz de articular palabra.

Del servicio de chicas salieron un tío y una tía, que nos miraron con expresión de querer decir "vale, ¿qué pasa?", no los conocíamos de nada (el bar, sin ser grande, tampoco era pequeño, habría unas veinte o treinta personas), así que cuando se fueron Azucena y yo estallamos en risa. Traté de ser gracioso con un estúpido "¿Tú no te meabas?", que curiosamente la hizo estallar aún más en sus risas hasta el punto de tener que apoyarse en la pared que había tras de mí, casi hasta el punto de abrazarme. Pude oler su perfume, casi rozar sus tetas por encima del jersey. Se me puso durísima, pero lo peor es que iba a agarrarla, a rodearla con mis brazos, a toca su perfecto. Afortunadamente, cuando iba a iniciar el movimiento, se retiró y se volvió hacia el servicio, cerrando la puerta tras de sí. Me quedé rumiando mi excitación, pero casi dando gracias por no hacer podido consumar cualquier tipo de mínimo deseo. Al salir del baño, me excusé con que estaba cansado y se me estaba subiendo el alcohol a la cabeza para retirarme a casa.

Realmente Azucena no era tan guapa, pero era extremadamente morbosa, sobre todo por ese culo tan bien moldeado, fruto de muchos años haciendo deporte a nivel no profesional, sin caer en la exagerada delgadez de la dedicación completa, tan solo como hobby, yendo al gimnasio, a correr. Yo nunca he sido mucho de ir a uno de ellos, así que me he perdido el espectáculo de esos cuerpos, aunque lógicamente también estén llenos de viciosos moscones, metrosexuales.

Como no todos los fines de semana Gonzalo y Azu salían con nosotros pensé que sería fácil esquivar aquellos en los que sí lo harían. Pero el destino me fue esquivo, o tal vez todo lo contrario. Al viernes siguiente, quedé con dos amigos del trabajo para ir al centro comercial, para ver simplemente una película y tomar unas cervezas. Y allí estaban ellos dos también, dispuestos a ver una de las películas de la cartelera. Sin bebida por medio, en una situación en la que esperaba que no pasara nada. Pero verla, con una preciosa falda vaquera, con unas altas botas, y con una chaquetilla vaquera que dejaba ver sus tetas aprisionadas por un ajustado jersey fue demasiado para mí. Salí airoso de la conversación hablando de temas banales, que si el trabajo, o el tiempo, pero claro, Gonzalo preguntó qué iba a hacer el sábado y la libido me impidió buscar una excusa. "Nosotros vamos a ir a casa de Fran, que va a hacer una merienda cena, bueno, ya sabes, a beber un ratillo, además hay partido en la tele". "Vale, ya me diréis la hora". Pero seré gilipollas

Aunque claro, la gilipollez fue no poner una barata excusa en las veinticuatro horas siguientes, y ahí llegué, a casa de Fran, otro amigo (aunque yo no le conocía tanto como ellos). Éramos cinco los invitados, ellos dos y otros dos amigos, Pedro e Isma, aparte de mí. Azu la única chica. Cuatro solteros y sin compromiso a los veintisiete años, qué triste.

Más triste era, de todas maneras, cómo me fui poniendo a mil. Todos en general bebíamos nuestros chismes, yo en particular Cutty Sark con hielo. Pero los hielos se acabaron y hubo que bajar a una gasolinera cercana a por más. Ya pasaron los tiempos del botellón y la bebida caliente. El caso es que Gonzalo, Pedro e Isma bajaron a por hielo y a por kas de limón, que ya escaseaba (los invitados habíamos llevado los licores, pero fuimos poco previsores con el hielo y los refrescos). Como el partido estaba acabando y quería terminar de verlo, yo me quedé con Azu y Fran.

Éste se fue a hacer unas cosas en la cocina. Solo con Azucena. La situación deseada. La situación a evitar. No iba tan sexy, pero daba igual. Con vaqueros es como mejor está, pues son muy ajustados a su culito, al que remarcan de manera ideal. Además de llevar un jerseycito que dejaba más libres sus tetas. Además, se descalzó cuando nos quedamos solos. Soy un tanto fetichista para los pies (cosas de situaciones pasadas). Cuando lo hizo lo interpreté como una señal, aunque evidentemente no tuvo nada que ver, solo el deseo de desembarazase de los zapatos.

No sabía qué decir, pero me sentía tonto viendo simplemente el fútbol.

Qué fuerte lo del sábado pasado, eh. – apunté como si tal cosa.

¿El qué? – Preguntó extrañada.

Lo de los del servicios, los que estaban, ya sabes,--

Ah. Follando.

Sí, jeje.

Nos pusimos a reír de nuevo. Me acerqué hacia ella en el sofá, porque estaba varios metros alejada. No lo notó. O no se quiso dar cuenta.

Se podían haber cortado un poco, o haber disimulado. – Continué

Cuando las cosas vienen así, qué se le va a hacer. Si llevaban tal calentón como para tener que hacerlo ahí, en cualquier sitio, tampoco creo que les importara mucho.

Iba a preguntarla si a ella y a Gonzalo les había pasado, si habían follado como locos en servicios públicos, más allá de eso, en baños de un bar de copas, incuso me aproximé unos centímetros más a ella, hasta tenerla a unos quince o veinte, pero volvió Fran preguntando si queríamos que fuera a por alguna cosa para picar. Evidentemente. Pero tenía que ir a buscarlas al trastero. Me creí morir. Eso me daría al menos, ¿cuánto? ¿dos, tres minutos totalmente a solas con Azu? La locura padre.

Entonces, -traté de continuar, pero claro, como iba a alejar de mi cabeza el deseo de abalanzarme sobre ella hablando de estos temas - ¿a ti te ha pasado? ¿en unos servicios…?

¿Si he follado locamente en un baño público?

Eso mismo...- - Estaba justo a su lado, mientras ella se acariciaba los tobillos por encima de los calcetines, pues había puesto las piernas encima del sofá y sus brazos rodeaba sus rodillas, yo me hallaba vuelto completamente hacia ella, olvidando, es obvio, que había un partido en la tele.

No. Supongo que es una fantasía sin realizar. Confesó.

Pues si quieres, bajamos ahora mismo a cualquier bar, por mí que no quedé. – Se me ocurrió decir en broma, pensándolo en serio.

Jaja, cómo eres. – Se rió. No había captado la realidad del asunto.

En serio, - seguí- Mira, tú nunca lo has hecho en un servicio, yo tampoco. Pero mira, yo si he fantaseado con que lo hacía contigo en un servicio.

Ja, vaya, puzzle que te has formado.

Como seguía tomándoselo en broma, me aparte, cogí mi vaso, le dí un par de sorbos y me encaré hacia ella.

Estás buenísimas, no sabes la de veces que me he imaginado que follábamos, así, en servicios, como los tios del otro día.

Eso la empezó a sacar de la irrealidad de las bromas de la noche. La cambió el semblante. Me acerqué a ella y empecé a acariciarla por encima del pantalón. Es cuando se dio por fin cuenta del todo de que estaba superexcitadísimo. Ahora comprobaría si ella también.

¿Qué haces? Para, Antonio.

Intentó zafarse pero no la dejé y comencé a manosearla por encima del jersey. "Vamos, no me digas que no te has puesto cachonda". Seguía tocándola las tetas, aunque más pendiente de evitar que ella se zafara que de disfrutar de sus pechos- "Ay, cómo me pones, Azu".

Conseguí poner sus manos a la espalda, de manera que quedaran aprisionadas contra el sofá. Así pude tener las dos manos libres para tocarla las tetas. Empecé a meterlas por debajo del jersey para poder sentirlas a traves de la tela de su blusa y mientras la lamía la cara como podía. "Déjame, déjame, no hagas locuras".

Azu, llevo semanas cachondísimo contigo, no lo puedo evitar, Lo del otro día fue la gota que colmó el vaso, estuve a punto de meterte en el servicio para que fuéramos nosotros quienes folláramos.

Pude llegar a sus tetas a traves de su blusa. Eran maravillosas. No demasiado grandes pero perfectas de forma, turgentes al máximo, duras por la situación. La besaba, la besaba. Ella trataba de zafarse. "Voy a chillar, déjame que voy a chillar". Yo replicaba: "venga, te deseo tanto".

Oí el ruido de la puerta y paré. En mi enajenación lo último que me había importado era qué excusas poner. Preso del deseo ni siquiera calibré el más que probable rechazo. Me quedé helado. ¿Qué había hecho? Pero no había excusas. Como poco, Gonzalo me partiría las piernas. Ella debió de percatarse de que me había quedado lívido. Era Fran que regresaba con una bolsa de patatas fritas y una pizza para meter al microondas.

No dijo nada. Azu se calló como una puta. Al poco vinieron Gonzalo, Pedro e Isma. La noche siguió como si tal cosa, solo que evité cruzar cualquier mirada o palabra con ella. Menos mal que mis chupetones no la dejaron marcas visibles. Pero una de las veces que salía del servicio me la encontré de frente. Valiente tras lo que había estado a punto de suceder. Supongo que tenía más huevos que yo, por mucho que fuera más débil físicamente.

¿Por qué has hecho eso?

Lo preguntaba en voz baja. El resto estaban en el salón. Charlaban animosamente y no podían oírnos.

Lo siento.- Me excuse. – Me puse a cien, estabas ahí, descalza, hablando de follar locamente en un baño público. Fue demasiado fuerte para mí. No soy un violador. – Bajé aún más el tono de voz al decir esa palabra. – Te había visto siempre como a una amiga, pero desde hace un tiempo algo ha cambiado, no dejo de pensar en ti. – Paré un momento, volví a susurrar, si cabe aún más bajo. – A hacerme un montón de pajas

Ella me dejaba continuar, mirando hacia el salón, por si venía nadie. Veía hasta compasión en su mirada, perdón.

Me has asustado, ¿sabes? ¿qué ibas a hacer?

¡Nada! – casi elevé el tono. – Pero si fue todo deseo, si el resto iba a volver enseguida, fue la situación.

Me apartó y entró en el servicio. No dijo que me perdonara, porque lógicamente no me podía perdonar, pero al menos entendí que no iba a decir nada, lo cual para mí era suficiente.

Durante la siguiente semana, más que pensar en recibir la visita de Gonzalo para darme una paliza, pensé en acercarme al parque donde sé que Azucena sale de cuando en cuando a correr. Su trabajo de funcionaria por las mañana la deja las tardes libres para ir al gimnasio o a correr a un parque cercano. Había fantaseado con ello, con ir a verla, durante mis semanas de ensimismamiento, pero en esta ocasión se trataba de reiterar mis disculpas. Ya sabía yo que no era lo mejor, verla sudada con ropa de deporte, en tiempo primaveral, pero no quería dejar pasar le tiempo. Tenía que asegurarme de que nunca contara mi acoso en casa de Fran.

Decidí dar una vuelta por ese parque cada tarde tras volver de la oficina. No parecía que fuera a tener éxito, hasta que llegó el jueves. Allí estaba ella, corriendo con unas mallas por debajo del pantalón de deporte, y con un fina sudadera de entretiempo, mojada por el sudor. ¡Qué error! Quedé embelesado mientras la veía correr. Entre la gente, madres con niños pequeños, pero también abueletes mirones. El parque es grande pero no lo suficiente como para correr una distancia suficiente si pasas solo por las zonas menos transitadas, lejos de los columpios y bancos.

Estaba tan embobado que cuando me decidí a alejarme consciente de mi error, ella ya me había visto. Cuando se acercó hacia a mí, con la respiración acelerada (por la fatiga) no sabía si estaba enfadada o no.

Hola. ¿Qué haces? ¿espiarme?

Estuve a punto de bromear, pero no estaba el horno para bollos.

He venido a pedirte de nuevo disculpas.

Ya, claro

En serio, de verdad. ¿Qué gano yo espiándote? ¿Me tomas por un voyeur?

Ella torció el gesto pero lo recompuso.

Bueno, vale, te perdono. ¿Me acompañas a casa? ¿no quiero quedarme fría aquí?

Vivía a apenas cinco minutos, así que sí, la acompañé haciendo de tripas corazón, mientras olía su sudor.

La verdad es que entre el alcohol y eso, tampoco es que fueras el único culpable, empezó a decir… - Me quedé atónito con esas palabras. – No es que quisiera que hicieras eso, pero la conversación tenía su morbo.

Empecé a respirar como si fuera yo el que levara un buen rato corriendo. No sabía qué hacer. No iba a agarrarla mientras íbamos por la calle. Además, tampoco es que me lo estuviera pidiendo, aunque eso lo que yo interpreté en mis deseos ocultos. Llegamos enseguida a su amplio portal.

Bueno, me voy, adiós.

Fui a darla un beso de despedida cuando ya entraba pero no pude controlarme y lo que la dí fue un morreo que recibió de buen grado. Empujé la puerta hacia dentro. No había nadie. La empujé contra la pared y comencé a besarla y a magrearle, a chupar su sudor, a palpar su cuerpo por encima de la ropa de deporte.

Vaya semana que llevo – acertaba a decir cuando se liberaba de mi lengua. – No he hecho más que pensar en lo del otro día.

A mí la situación me resultaba impresionante. Comiéndome a Azucena, además con el riesgo de que apareciera algún vecino.

¿Hay alguien en tu casa? – Pregunté mientras comenzaba a acariciarla el coño por encima de las mallas y el pantalón de deporte.

Ella no contestó, empezó a jadear, se estaba desinhibiendo, y me sobaba el vaquero a la altura de la polla.

Sí, - dijo por fin, - está mi madre, y mi hermana también.

Quería follármela ahí mismo, o en el ascensor, o como fuera. La metí la mano por dentro hasta su coño. Dio un respingo como para retirarse pero enseguida se acomodó para recibir los dos dedos que la metí. Jadeaba y jadeaba. "Síiií, síiiii, ah, ahhhh", mientras miraba, ora, hacia el ascensor, ora hacia la puerta de la calle.

Vamos al ascensor, dije., - Tirando de ella hacia allí.

No, eso, no quiero.

No sé por qué, mientras jadeaba como una zorra, no quería ir al ascensor, así que la obligué a la fuerza. Intentó resistirse, pero no con las mismas fuerzas que el otro día.

Vamos, zorra, te quiero, y tú también a mí.

No quiero, follar, no, por favor, … Gonzalo.. noooo

Olvídate de Gonzalo, o mejor, recuérdalo a ver si esto te da más morbo.

La metí en el ascensor. Inmediatamente se agachó. Empezó a desabrocharme el pantalón. Sacó mi polla, casi haciéndome daño de lo dura que estaba. No es que tenga una polla de AVN, pero no está mal. Comenzó a darla besitos y pasó a meterse todo el cacho que podía en la boca. Yo me deje hacer, sin conciencia. Solo atiné a dar un botón del ascensor y luego al stop para que nadie nos molestara. Ella seguía, todo lo rápido que podía, pajeándome a veces, chupando el glande otras, incluso a veces metiendo toda mi picha hasta su garganta.

Cómo la comes! Cómo la comes! Nooo, me voy, me voyyy

Entonces caí en la cuenta de que me estaba haciendo esa mamada de campeonato para que me corriera y no me la follara. Intenté que parara.

Quiero follarte, la dije, quiero follarte. - La dije.

Ella paró un poco, y suplicante, dijo.

Deja que te la coma hasta el final, por favor.

Con esa cara entre pena y vicio que puso, y con el placer que me estaba dando, no pude negarme. Me dejé ir y a lo pocos segundos me corrí en su cara. No sé si se tragó parte del líquido, Creo que sí. Había restos en su cara que se recogía con la lengua. Fue increíble. La mejor mamada de mi vida, en una situación morbosísima y con una chica algo así como prohibida.

Increíble. Eres increíble. Te quiero, te deseo tanto.

Esto ha sido un error. Déjame irme, por favor.

Claro, claro.

La di un beso, breve porque me daba un poco de asco el que me la acabara de chupar, marqué el piso de su casa y cuando el ascensor salió, la dije adiós, no sin que antes la apretara con la mano. En parte como amor, en parte para que fuera consciente de que esto se tenía que repetir.

Durante los fines de semana siguientes, ya acercándose el verano, Gonzalo y Azu no salieron con nosotros. La excusa fue una promoción interna de ella en el trabajo. Que tenía que estudiar. ¡Ja!. Tampoco la vi nunca por el parque. No podía ser. Era precisamente así como Gonzalo empezaría a sospechar.

Me quedaba la excusa de seguirla simple y llanamente. Pedí un día en la oficina, diciendo que necesitaba organizar unos asuntos personales y la espié. Cómo iba a trabajar con su traje de chaqueta, muy sexy aunque no va mucho con su estilo. De vuelta igual, a las tres de la tarde. Hice guardia desde el coche por la tarde. Cuando vi salir primero a su hermana y luego a su madre, decidí subir a su casa. Dije que iba a dejar publicidad para que me abrieran y subí a su casa. Llamé a su puerta. Noté el ruido de la mirilla. ¿Abriría? Abrió.

Hola, pasa.

Ni siquiera había mostrado sorpresa por mi aparición.

Mi madre volverá muy en breve, ha ido a hacer unas compras.

Me rehuyes ¿por qué?

Es lo mejor.

Me contó que prefería olvidar lo ocurrido. Yo la dije que era imposible. Que éramos esclavos del deseo de las situaciones morbosas. Estábamos de pie mientras hablábamos. Cuando terminé de explicarla que Gonzalo no se enteraría, que teníamos que disfrutar, la besé. Ella me correspondió y, como el día del portal, empecé a sobarla, aprovechando que levaba puesto un fino chándal. Esta vez no iba a parar, se la iba a meter hasta dentro, y si podía por el culo.

La sobé, cubrí su cuerpo con mis besos. La quité la chaqueta del chándal y la camiseta. Qué tetas tenía, qué manzanas más bien puestos. La despojé del sujetador y empecé abarcarlas y luego las lamí hasta que me harté, las besé, las mordí. Parecía un caníbal. Ella, con sus manos, buscaba mi pantalón.

Mi madre, va a venir mi madre… - Al parecer lo de la madre no era una simple excusa.

Me da igual, hoy te voy a follar.

La llevé, o mejor dicho, ella me guió, hasta lo que era su cuarto. Allí, la bajé el pantalón, luego las braguitas. Iba a entretenerme en comerle el coño, ella gemía de placer, "aahhhh, ahhhhhh, uufffff", cuando oímos el ruido de la puerta. Yo no paré, me entretuve en su clítoris-

Por favor. – me dijo- por favor. Se zafó de mí y acercándose a la puerta de su cuarto, dijo: - Mamá, me estoy cambiando, no entres, es que voy a salir.

Ella estaba de pie, desnuda, junto la puerta de su cuarto. Yo con los pantalones a medio bajar. La tapé la boca con la mano, la puse contra la puerta, me bajé los calzoncillos mientras ella decía que no con la mirada. Mi polla estaba totalmente tiesa, necesitaba desfogarse. Y se la metí. Para no hacer ruido la separé de la puerta y la levé a la cama confiando en que su madre no entrara.

Ella agarró la almohada y puso un extremo sobre su cara, mordiéndolo para amortiguar sus jadeos.

Ahhhh, ahhhh, más, más. – Intentaba no decir, no gritar.

Me encantas, puta mía – decía yo.

Así seguí bombeando unos minutos. Me daba igual el peligro de que apareciera u madre. Ella casi me suplicaba que terminara pronto, lo que no la impidió correrse buenamente como la golfa que estaba descubriendo que era. Me derramé dentro de ella dentro de ella abundantemente.

Fue complicado lograr salir de casa sin que nos viera su madre. Aprovechamos un momento en el que se puso a hablar por teléfono desde la cocina y pude salir rápidamente. Bajando con ella, en el ascensor de la mamada, ella llevaba una cara de satisfacción tremenda. La estaba haciendo mía.

El fin de semana siguiente tomando café averigüé que Gonzalo se interesaba por el estreno de un thriller policiaco sobre un espía en el pentágono. Hice mis planes. Decidí seguirlos el siguiente viernes, día de dicho estreno. Así lo hice, y ví cómo se acercaban a un centro comercial en una de las ciudades dormitorio cercanas a la capital. Allí estuvieron a punto de verme buscando aparcamiento. Mi plan era sencillo. Esperar a que entrara en el servicio antes de ver la película y consumar nuestra fantasía. Estos servicios suelen ser bastante amplios. Lo cual no era una ventaja, sino todo lo contrario, pues rara vez están vacíos.

Para mí suerte, tras comprar las entradas, Gonzalo se disponía a comprar palomitas cuando Azu se acercó a los lavabos. No podía creer en mi suerte. Justo cuando iba a entrar me puse entre ella y la puerta y la hice un gesto de silencio con la mano. La agarré de la cintura, entramos rápidamente sin mirar si había gente o no, confiando en que si había alguien se escandalizara lo suficiente para no cotillear. Ni sé si estaban vacíos. Entramos en la primera puerta y empecé a besarla ardientemente Ella solo decía: "Estás loco, está locos". No me molesté en responderla. La tocaba todo lo que podía. Pero no quise perder el tiempo. Era nuestra fantasía y la iba a cumplir del todo. La dí la vuelta, para que se agarrara en la cisterna del retrete y la subí la faldita que afortunadamente llevaba. Mi objetivo estaba claro, pero ella no lo sabía. Empecé a meterla un dedo y luego otro por el coño para que se excitara. Así lo hizo, y susurraba "no pares, no pares", en bajo, para que no nos oyeran si había alguien, y luego pasó a un "follamé, follamé, metemela, cabrón". Así lo iba a hacer.

Pero en un momento dado, cambié de agujero y mis dedos se dedicaron a su orificio más estrecho. Dio un respingo, pero no se asustó demasiado. Quizá se pensó que le metería entonces la polla en el coño mientras la masajeaba el culito. Cuando me acerqué y puse el rabo en su entrada posterior, fue demasiado tarde para que se arrepintiera.

No, por ahí no, cabrón, me dolerá.

No, te gustará, es mi fantasía. Y la tuya.

Comencé a meter el glande y ella se arqueó. Mis manos tiraban de ella hacia detrás para ir avanzando en su entrada.

Vamos, seguro que ese hijo de puta te la ha metido por aquí cientos de veces. Como iba a renunciar a este culito, a este caramelito.

Mientras, mi polla seguía avanzado. Cuando la noté suficientemente dentro (más o menos la mitad, tenía miedo de causar males mayores), empecé a bombear, y a intentar un costoso mete saca. Ella se retorcía, un poco de dolor, un poco del placer que la iba viniendo.

Venga, disfruta, puta, te quiero, y quiero que disfrutes la enculada.

Y lo hizo, comenzó a recular primero y a culear ya decididamente después, mientras reprimía su gemidos y se la oía un ligero "síi, sii". Se agarraba a la cisterna, incluso tiró de ella para provocar más ruido y poder gemir un poco mas alto. Yo seguí con mis enculadas, cada vez sacando un poco más y, a su vez, metiendo también un poco más. Casi a veces llegaba hasta los huevos. Era mi culo, lo había hecho mío.

Me voy a correr.

Así lo hice. Tuve el buen gusto de sacármela a tiempo y echar mi lefa fuera, para no mancharla y evitar problemas mayores con su novio. Sabía que me lo agradecería. Por ejemplo, molestándose en limpiar los restos que me quedaron en la punta. Qué gozosa la expresión de su cara mientras lo hacía.

Me tengo que ir.

Se fue al cine y yo a mí casa más contento que unas castañuelas.

Al día siguiente quedó todo el grupo para ir de marcha y yo me imaginaba lo que podía pasar. El riesgo llevado al límite. Quedé con Pedro e Isma, también con otros dos del grupo Rober y Fernando, aparte de Fran, Gonza y Azu.

Decidimos tomar unas cervezas sentados tranquilamente, antes de empezar con las copas. Era una taberna irlandesa, muy céntrica, bastante cerca de Sol. Había mucha gente, pero se podía estar tranquila si conseguías sitios. Así fuimos organizando la conversación, tomando cerveza tras cerveza.

Cuando me levanté para ir a mear fue como echar un órdago. Al hacerlo miré para atrás. Para ir al baño había que bajar a unas escaleras que daban además, al almacén del local. Allí esperé y menos de un minuto después apareció Azucena. Como los baños no estaban para tirar cohetes, la llevé detrás de unas cajas. La di la vuelta, poniéndola de cara a la pared mientras metía las manos debajo de su blusa, lo único que llevaba. Al acariciaba las tetas y ella comenzaba a ponerse caliente.

No podía perder el tiempo, así que la bajé los pantalones y la metí mano por entre las bragas. Torpemente, por la premura. Ella se dio la vuelta y se agachó para bajarme la cremallera del pantalón y poder sacarme la polla. No pudo resistirse a comérmela. Me la besaba, la lamía, la mordía un poco provocándome grititos de dolor y placer. Se la metía hasta dentro la mamona.

Cuando conseguí que se la sacara de la boca y la levantaba, dándola la vuelta para follármela (por detrás), aparecieron Pedro y Fran. Fueron a decir algo, pero se quedaron atónitos con la situación. Tras unos eternos quince segundos sin decir nada, Pedro empezó a hablar:

Pero estáis locos, ya os empezábamos a buscar. Estáis locos. Gonzalo os va a matar. Bueno, te va a matar. – Eso iba para mí.

No teníamos defensa alguna. Estábamos todos sin saber qué hacer. Fran empezó a decir para sí algo como si se acordara de que notó algo raro el día de la fiesta de su casa, cuando casi me sorprende en mi acoso. Entonces fue Azucena quien habló.

Gonza no tiene por qué enterarse ¿verdad?- dijo en una declaración de intenciones.

Entonces me di cuenta de que estando toda desnuda como estaba el embelesamiento de Pedro y Fran no solo era por la delicada situación, sino porque estaban lógicamente excitándose.

Hay para todos, acercaron.

Así lo hicieron. Yo me quería morir por el comportamiento de esta puta. Incluso se me bajó la erección y puse cara de ¿pero esto qué es? ¿no te los irás a follas a los dos? Pero no dije nada. ¿Para qué? Ni lo iba evitar ni era precisamente mi novia.

Fran fue el más decidido. Se bajó los pantalones arrimándose a ella e inmediatamente la rogó con un gesto que le comiera la polla. Ella prosiguió con el trabajo que hacía apenas unos instantes me estaba haciendo a mí. Pedro también se acercó y se agachó a sobarla las tetas, que tenía al aire por tener la blusa subida y el sujetador desabrochado. Empezó a acariciarlas y a pellizcarlas. Ella se quejaba pero apenas emitía sonidos guturales concentrada en engullir toda la polla de un Fran que cerraba los ojos y disfrutaba, pero que al poco los abrió, me miró y con una sonrisa me dijo "como la chupa, ¿eh?".

Pedro decidió dar un paso más y pasar de acariciar las tetas a hacer lo propio con su coño. Estuvo medio minuto acariciando su clítoris pero no pudo más y decidió metérsela. Ella la recibió con gusto, se sacó un poco la polla de Fran de la boca para decir:

Ah, sí, por fin, metemela toda.

Yo salí de mi rabia contenida para comenzara excitarme con la situación. Se me puso durísima al ver lo puta que podía llegar a ser Azucena. Pero la cosa no había hecho más que comenzar.

Pedro, cambia de agujero, por favor.

Le estaba pidiendo que la diera por el culo. Esa fantasía me la debía a mí, la verdad. Pedro, ni corto ni perezoso, empezó a escupir sobre el agujero para humedecerlo y también salivó sobre su verga tiesa. Le metió varios dedos para dilatar pero no pudo esperar a que diera efecto. Ella además le apremiaba con la mirada, así que Pedro se la metió por detrás todo lo que pudo.

Ahhhhhhhhh, sí, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Esta vez, no como el día anterior, empezó a culear casi de inmediato, recibiendo toda la polla que podía. Fran parecía que iba a correrse pero paró y se agachó en el suelo, dispuesto a follársela. Parecía que había captado que Azu iba a pedir inmediatamente que se la metieran por los dos lados. Yo hasta me meneaba ya la polla ante tal espectáculo. Podía aparecer alguien por el pequeño almacén o escucharnos cualquiera que fuera al servicio, pero todos nos habíamos olvidado de ello.

Pedro cesó de sus enculadas para que Fran se pudiera tumbar en el suelo y así Azu lograra ensartar en ese mástil que se la ofrecía, siempre con la polla dentro de su culo. Parecía que no lo iban a conseguir e iban a caer de lado, pero Fran se sujetó con una mano en la pared. Volvieron a conseguir ritmo, esta vez menor al tener que acoplarse a dos pollas.

Azu me buscó con la mirada, una mirada que no era precisamente de culpabilidad.

Ven que te la chupo.- Me pidió.

Aunque herido en mis sentimientos, no me negué a su súplica. Ela volvió a mamármela como hacía unos momentos, pajeándome a la vez que se metía a veces un poquito o a veces la polla entera, lamiéndome en otras ocasiones desde la base de los huevos la punta del glande.

Al poco Fran se corrió sin avisar, suspirando de placer, y Pedro acabó haciendo lo mismo, sacándole la polla del culo y corriéndose sobre su espalda. Yo seguí un rato disfrutando de su mamada hasta que la llené la boca de leche. Esta vez, como para compensarme de la especie de tracción que había consumado, se tragó toda la lefa que pudo, como diciéndome la muy guarra que yo era su favorito. ¡Una mierda!

Así acabamos todos. Fuimos a los baños a por papel higiénico, porque Azu tenía varios restos de semen por el cuerpo, y también para arreglarnos un poco. Nos inventamos como excusa que Azucena se había puesto mala, que la dolía el estómago y estaba mareada, y que por eso habíamos tardado tanto, y que por eso estaba tan sudada… Su novio no pareció sospechar nada.