OBSESIÓN . La hora de la verdad (4)
Inés pone en marcha su plan. No le hace ninguna gracia pero sabe que es lo mejor para la causa
Hacía falta valor para entrar con esa escandalosa minifalda y el imprudente escote en el cutroso bar de la esquina. Toda la basca futbolera de ese andrajoso local con canal digital de pago, camarera malhumorada incluida, relinchó al verla aposentarse en la barra con desparpajo. La pantalla escupía publicidad. El partido estaba en el descanso.
una jarra de barril.
enseguida cariño - contestó con sarcasmo la morruda, arreándole un tanganazo de Mahou.
La reconoció de inmediato. Se levanto y fue hacia ella pavoneándose.
Hola vecinita. Tu por estos lugares con lo fina que eres?
pues si, mira. Es que a veces me va la marcha- le contestó Inés con un cierto desdén.
¿La marcha? No si ya lo digo yo. Te hace falta un buen polvo nena.
Contestó con descaro - a todos nos hace falta eso... Nene.
¿porque no haces aquí el numerito de la terraza?. No le harían ni puto caso al fútbol. Venga, anímate.
prefiero hacértelo a ti a solas.
El baboso se la comía con la vista sin disimular. Inés tuvo que advertirle .
ha empezado la segunda parte . No te vas a tu mesa?
que le den por culo a mi mesa. Oye chorba, va en serio lo de hacerme el triptis pa mi solito?
vente a mi casa y lo veras.
El lerdo no se lo podía creer. Aquí había gato encerrado.
- venga ya, me estás vacilando.
Inés se acercó a su oído. Al agacharse, él casi se muere al ver el fondo del canalillo y oler el perfume que desprendía.
- tengo el coño chorreando. Necesito un tío ahora. Si no te decides tengo bastantes donde elegir. Mira, aquel chico de allá, el moreno cachas. No deja de mirarme. Y hay más, no soy ciega.
Él puso su mano sobre su muslo de forma tan torpe y basta que ella tuvo que esforzarse para no reír.
- vale tía. Vamos a tu casa. Verás lo que es una buena polla. Paga las cervezas, venga.
Nada más cruzar el umbral y cerrar la puerta, el muy guarro le tiró mano a las tetas atrayéndola hacia él.
- venga, enséñame el coño.
Y acercó su boca a la suya. Inés lo cortó.
oye, nada de besos, vale?
ja, ya sabía yo que eras puta. Ninguna quiere morreos. Va, quítate las bragas, joder.
Aguantando su asco, Inés lo atrajo hacia la habitación.
ven, aquí estaremos más cómodos.
coño tía, vaya catre. Con techo y to.
Inés se sentó lascivamente y sin dejar de mirarle se quitó los zapatos, la mini y el top. El lerdo estaba con los ojos abiertos como platos.
oye tía, y mi triptis?
ven aquí- dijo dando unos golpes en la colcha. El tío se sentó a su lado, poniendo su mano encima de su sexo, todavía con las bragas puestas.
venga, quítatelas de una puta vez.
Inés se levantó frente a él. Se desabotonó el sujetador con extrema lentitud, tirándolo al suelo. Después hizo lo mismo con las bragas, más lentamente si cabe. El bulto del energúmeno creció a ojos vistas. Estaba paralizado. Ella se acercó y lo tumbó de espaldas. Le desabrochó el tejano, botón a botón. Le tiró para abajo, calzoncillo incluido por debajo de las rodillas . Estaba tieso como un palo.
- tírate para arriba.
Él obedeció con cara de abobado. No se lo podía creer. Inés se sentó sobre él a horcajadas. No quiso ni tocárselo de la repugnancia que sentía.
- métemela.
De no haber sido por el control que tenía sobre sí misma, las paredes vaginales hubieran estado más secas que la arena del Sahara. Torpemente el pollo metió la polla en la entrada. Inés hizo lo demás.
Como era de esperar, el vecino se fue en un santiamén. Inés dio cuatro jadeos para aparentar. Se incorporó y se fue al baño, cuidando mucho no extraer el esperma. Cuando volvió, todavía rebufaba como un cerdo.
joder tía, me has dejao KO.
oye, el follar me ha dado hambre. Voy a hacer una tortilla de patata. Me salen de puta madre. ¿Quieres media?
vale, pero antes tráeme una birra, pero que sea ya.
Encima el hijo de la gran puta exigiendo -pensó- mandan huevos.
Inés, con gran dolor de corazón le dio un tercio de Franciskaner. Ni le dio las gracias. Se puso una camiseta larga, fue a la cocina, peló una patata grande y la troceó. La saló y la metió en el microondas. El cabrón no se merecía más. Sacó un huevo y el que tenía en el recipiente estanco. Los batió y mezcló con las patatas. Le salió una tortilla muy vistosa pero seguramente lamentable. Lo dicho, demasiado para ese cafre.
Se dijo para si misma -espero que mi sistema inmunitario esté a la altura.
Sin vestirse acudió a la llamada de Inés. Pidió otro tercio y devoró su media tortilla.
- que buena. Joder tía, follas y cocinas de puta madre. Esto tendremos que repetirlo.
Eso mismo, pensó Inés.
bueno, vístete y vete. Tengo cosas que hacer.
¿Qué? Ni de coña. Tía, qué te crees? No me voy sin que me la mames. Venga, vamos a la cama.
Con buenas palabras Inés volvió a repetir:
- oye, ya te he dicho que tienes que irte. Vale, sé buen chico y vete.
Iracundo, el chulo se levantó de la silla y cogió a Inés del brazo.
- tía, a mí no se me larga así como así. Te vienes a darme una mamada o te hostio.
Inés le tomó del brazo y dándose la vuelta se lo retorció. El energúmeno aulló del dolor. Intento zafarse pero un nuevo movimiento de ella le hizo desistir.
- vale tía, vale. Ya me voy.
Ella no lo soltó, sino que lo condujo a la habitación. Sin soltarlo cogió sus ropas haciendo un rebullo con la otra mano sin olvidar un nuevo repretón que produjo otro alarido. Lo llevó presionando a la puerta de entrada. Tiró las ropas al suelo. Abrió la puerta, le dio una patada al bulto sacándolo a la escalera, y de un empujón hizo caer al suelo del rellano al desgraciado. Cerró de un portazo.
- putaaaaaaaa, oyó que ladraba al otro lado de la puerta. No pudo aguantar más. Le dieron las arcadas en su vestíbulo.
Cuando se recuperó, limpió la vomitona, sacó a la barbacoa de la terraza la mini, el sostén, las bragas y la ropa de cama que había estado en contacto con él. Lo quemó todo. Se metió en el baño y llenó la bañera con agua muy caliente. Mientras esto ocurría cogió su iPhone y volvió a ver las fotos de Rebeca, una y otra vez. Se repetía a si misma: te odio, te odio, te odio...
Cuando volvía de trabajar el lunes vio la ambulancia; estaba esperando en el portal frente a su casa. Se esperó a ver como se lo llevaban, porque sin duda era él. Murió de una salmonelosis fulminante dos días más tarde.
No hizo falta tener su segunda falta para confirmarlo. El predictor era claro como el agua: estaba embarazada.
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