OBSESIÓN. La hora de la verdad (2)
Para llevar a cabo su tarea, Inés deberá solucionar antes un problema: consolidar su situación laboral, y para ello necesitará contar con su jefe.
Los días siguientes a su encuentro con Luzbel, Inés no dejó de reflexionar sobre sí misma, sobre su nueva situación, su nueva vida. Le gustaba este nuevo oficio. Ser vehículo del mal le encantaba, y no solo por sus ventajas de índole físico y mental, sino por su aspecto, digamos, espiritual. Acabar con tanta hipocresía religiosa le parecía paradójicamente una buena obra. Se sentía muy a gusto en el lado tenebroso de la fuerza. Divagaba con la forma de cazar a esa asquerosa beata pero sin resultados concretos. Existía un problema básico : necesitaba tiempo y estaba sometida a un horario. Entre tanto no descuidó su trabajo, mas bien al contrario. Acometió con ahínco su nuevo status. Dentro de sus competencias impulsó una pequeña revolución, favoreciendo a los mejores en lugar de actuar por amiguismos. Ella misma trabajó todas las horas necesarias para tener resultados rápidos. Pospuso su dedicación a Rebeca hasta alcanzar su objetivo primordial: consolidar su puesto con un éxito. Y muy pronto lo consiguió.
Dos semanas mas tarde de su nombramiento, fue convocada por Gabrielle.
- te felicito Inés. Y por partida doble: los hermanos Sap me encargan que lo haga de su parte. Tu sueldo se verá incrementado un 20 % a partir de que consigamos un nuevo contrato muy especial.
Extrañada, Inés inquirió información por esa novedad.
perdona Inés. Lo llevábamos en secreto. El martes que viene a las doce vendrán los capitostes árabes de una nueva compañía aérea que refundirá todas las lineas actuales, desde Arabia saudí hasta Qatar. Por medio de un contacto que se ha mantenido en secreto hemos conseguido una oportunidad para mostrar nuestras ideas.
¿El martes? O sea, dentro de... Tres días?
exacto. Solo tenéis tres días.
joder- exclamó. Al darse cuenta del exabrupto se disculpó. - Perdone Sr. DelDongo, es que...
Gabrielle se rió.
- no pasa nada. Ya que insistes en no tutearme, se agradecen estas muestras de confianza. Sé que es una tarea imposible, pero coincidirás conmigo en que se presentan pocas oportunidades como esta. Somos una empresa pequeña en relación a otras pero con aspiraciones , y esto significaría dar el salto. Confío mucho en ti.
Inés ya se iba a levantar cuando el jefe añadió:
- Inés, si lo consigues, pídeme lo que quieras... que esté en mi mano darte, claro
Al menos, pensó, no dijo "consigamos" como el Armengol. Se lo agradeció diciendo - gracias Gabrielle.
Cuando se sentó en su despacho ya tenía claro que era algo que debía hacer sola. Llamó a su gente y les ordenó que prescindieran de ella los siguientes dos días, y al tercero que se prepararan para trabajar 24 h. seguidas. Algo le decía que alcanzar ese momento de gloria, sería el kilometro cero.
Encerrada en su ático, a solas con su nuevo MacBook ocho veces mas potente (el viejo estaba en exclusiva cagándose las 24 h. del día en la Ley Wert-Sinde), y desarrollando a tope todas sus nuevas capacidades, Inés pudo completar la tarea mas difícil de su vida laboral. Cerró la tapa, suspiró, salió a la terraza desnuda, como ya empezaba a ser habitual, se desperezó ante la mirada lujuriosa de su vecino, siempre atento a sus espectaculares apariciones, le dedicó una sonrisa siniestra a sabiendas que no la sabría interpretar, y se fue a la cocina a tomar algo. Cogió un huevo campero y al cascarlo para hacer una tortilla percibió un olor raro. Estaba perfecto para cualquier persona normal, pero.
Lo guardó en un recipiente estanco y lo metió en lugar seguro. Nunca se sabe, pensó.
Al día siguiente le mostró los resultados preliminares a Deldongo. Este le dio carta blanca. Reunió a su equipo y pusieron a punto la presentación. A las 11 y media de la noche se fueron a cenar al chino de la calle vecina para celebrarlo. Pagaba la jefa.
Decir que la entrevista con los chicos de los petrodólares fue un éxito es faltar a la verdad. Fue mucho mas. Además del contrato buscado, Sap&Sap firmó un convenio de colaboración con varias empresas en Doha, Riad, Dubai y Abu Dhabi, lo que significaba triplicar la cartera de clientes. Y todo gracias a Inés. Hizo su entrada en la reunión con un terno austero pero sexy, maquillada lo mínimo para no parecerlo y tocada con un velo a lo Benazir Bhutto, que dejó con la boca abierta a los árabes. En un inglés perfecto y sin prepotencia alguna mostró un trabajo espléndido que encandiló a todos los presentes. Cuando finalizó la presentación e Inés dejó solos a los mandamases, DelDongo le dedicó un guiño que le provocó ademas de una sonrisa, una cierta humedad en sus interiores.
A las cinco y cuarto cuando la jefa de creativos iba a abandonar el despacho, aparecieron los hermanos Sap y el gerente. Se deshacieron en elogios, quedando a solas Inés y Gabrielle. Este último la invitó a entrar a su despacho.
te dije que pidieras lo que quisieras. No sé, ¿Un móvil de la empresa ? ¿Una visa oro?
móvil ya tengo y tú conoces el numero. De la visa, gracias pero no. Los gastos que tenga los justifico y en paz. Solo hay una cosa que quisiera pedirte.
Por primera vez Inés lo estaba tuteando, lo que complació de entrada a DelDongo.
pídela.
quiero trabajar por rendimiento y no por horas. Quiero libertad de horario. Cuando me necesites si no estoy me mandas un Whats'up. Te contestaré inmediatamente, y dejaré todo para presentarme ante ti.
Gabrielle la miró. Le gustaba esa chica. ¿Porqué no, pensó?
- solo si me dejas invitarte a cenar.
Lo último que deseaba Inés era un lío en el trabajo. Con gusto se follaría a ese maduro italiano, tan elegante y seductor, pero no era el momento. Se esperaba esa pregunta y tenía preparada la respuesta.
cenar contigo será un placer, pero ya sabes ese dicho italiano: no cagues donde comas.
¿Eso es un si?
claro, elige día y hora.
¿Mañana a las nueve? ¿Paso a recogerte?
a las nueve. Avda. Blasco Ibáñez 125, en la Patacona.
La cena con su jefe fue todo lo bien que se podía esperar, y todo lo mal que las circunstancias impedían. Inés esperaba frente al portal cuando el Giulietta rojo paró. Salió DelDongo y caballerosamente le abrió la puerta. Al entrar, no pudo evitar que la corta falda quitara pauta a la imaginación.
estás espléndida.
gracias jefe.
Se sentaron en una mesa apartada reservada a clientes de prosapia. Dos copas de Juvé reserva de la familia les esperaban.
- oye, ¿ Como se te ocurrió lo del velo? Fue increíble.
Inés sonrió - armas de mujer-
Lo que siguió era lo previsible: Gabrielle bebiendo y quejándose del hastío que sentía por su mujer, que desde hacia mucho no le comprendía y que sus hijos le despreciaban. Inés, bebiendo a la par, escuchando y largando lo mínimo para no quedar como maleducada. Sin embargo hubo una pregunta a la que no pudo evadirse.
- perdona la indiscreción, ¿Estás casada o... Estás con alguien?
Inés mintió. De alguna forma debía justificar la petición de libertad de horario.
estoy con alguien, si. Está fuera, en Suiza.
ya, lo imaginaba. Ahora lo veras más, no?
Gabrielle siguió con su monólogo. Inés escuchaba aparentando interés, pero en realidad se imaginaba a la cuidada y bonita mano de DelDongo deslizándose por su muslo interior hasta sus labios ardientes y jugosos, libres de cualquier obstáculo capilar o textil que pudieran entorpecer las dulces sensaciones del tacto. Una lastima que estuvieran uno frente solo otro, y la maniobra soñada más que difícil.
Era más de la una cuando llegaron al portal. Volvió a abrirle la puerta y esta vez la maniobra le salió mejor. Se dieron dos besos en las mejillas y se despidieron con un "hasta mañana". Una vez arrancó el coche Inés suspiró. Se había quedado con más ganas de las previstas de hacérselo con él. Llevaba mucho tiempo sin encamarse con un tío.
Joder, pensó, no todos tienen porqué ser unos gilipollas.
Volvió a suspirar, dio media vuelta y fue hacia su ático, unas manzanas más al este, donde le esperaban tres o cuatro orgasmos, como poco.