Observando desde la ventana

He soñado muchas veces con ir a visitar por la noche a mi bonita vecina.

En la casa de al lado van a pasar las vacaciones una familia forastera. El dueño ha restaurado la antigua casa para alquilarla y según tengo entendido lo ha hecho a un matrimonio joven con dos niños. Tengo curiosidad por saber cómo son ya que mi habitación está arriba en la parte superiot y da justo enfrente de la habitación principal.

Conozco a la pareja en el bar-café del pueblo. Son un matrimonio corriente, él un poco despistado regordete y hablador.

Ella, físicamente muy bien conservada, tiene una mirada triste y ausente, parece cansada necesitada de unas buenas vacaciones.

Desde mi mesa, les observo en medio del resto de clientes. Miro hacia abajo, y por entre los ocupantes de la mesa contigua, veo las piernas ligeramente separadas de la mujer.

Creo adivinar sus bragas, y con disimulo trato de ver las piernas. De pronto las separa enseñándome las braguitas con claridad y luego las junta rápido. Levanto la mirada y veo que ha debido de ser un movimiento casi involuntario, pues ella ni se ha inmutado permaneciendo con su expresión indiferente.

Me ha llamado la atención y me pica la curiosidad por conocer con más detalle su cuerpo.

Por la noche les espío con la luz de mi cuarto apagada. Antes de acostarse los veo desnudarse de forma muy rutinaria y luego meterse en la cama. Ella se pone a leer un libro electrónico y él se acomoda para dormir. Cinco minutos mas tarde apaga la luz y se termina lo que puedo ver.

El día siguiente es domingo y los encuentro en la piscina. Desde lejos observo a mis cercanos vecinos de cuarto. Ella debe tener unos treinta y tantos; tiene unas piernas bonitas y un cuerpo bien proporcionado. Lleva unas gafas oscuras y le ajena a lo que la rodea, lee un libro con mucha dedicación.

Desde la distancia la observo tumbado sobre la toalla y cada vez encuentro más detalles que me atraen de ella y empiezo a fantasear. Me encantaría tener algún encuentro con esa mujer tan ausente y tan atractiva.

Por la tarde se repite la escena, ella recostada en la hamaca leyendo su libro. Él pendiente del teléfono parece que ya está trabajando como si fuese lunes. Poco después de la cena veo como se despiden y él se va en su coche posiblemente a su casa para mañana ir a su trabajo.

Al rato veo como ella se prepara para disfrutar de una velada de lectura en la cama sin que nadie la interrumpa.

A través del balcón abierto, la va veo pasar vistiendo únicamente unas diminutas braguitas. Tiene unos bonitos pechos en forma de pera con los pezones levantados que no necesitan sujetador para mantenerse tiesos. Desde mi ventana, a través de las rendijas de la persiana, la estoy observando al tiempo que me toco a sabiendas que ella no me ve aunque estemos a escasos metros.

Se coloca los cojines detrás de la espalda y se sienta cómodamente recostada sobre ellos. Con una mano sujeta el libro que parece muy interesante, mientras que con la otra pasa la punta de las uñas inconscientemente a lo largo de la pierna.

Durante un instante, se coge el pecho y se lo aprieta. Luego con dos dedos se pinza suavemente ambos pezones, mientras continua leyendo.

Este distraído movimiento es suficiente para excitarme lo suficiente para obligarme a sacar la polla y darle unos cuantos meneos. Unos minutos más tarde, la temperatura se disparada cuando veo que se pone una mano en la entrepierna. I interpreto que se está tocando. Nervioso y excitado por lo que veo, no dudo en tocarme yo también.

Ella parece que va encontrando su propio placer, separa las piernas, se sigue tocando mientras sostiene el libro con la otra mano. La expresión de su cara va cambiando, cerrando los ojos en ocasiones y entreabriendo los labios para dejar escapar algún gemido.

Siento que ambos estamos cerca de un orgasmo y que lo vamos a tener en soledad.

Mi ingenuidad de adolescente, me hace pensar que lo mejor sería compartir estos momentos, para lo cual se me ocurre la descabellada idea de saltar por la ventana, caminar por el tejado y presentarme en su habitación.

Cegado por la excitación me lanzo hacia la aventura, y me presento en su habitación. Ella da un salto de sorpresa, un grito, y queda delante de m boquiabierta sin explicarse que hago allí.

Entre incrédula y sorprendida permanece de pie junto a la cama mirándome, supongo que duda entre salir corriendo y llamar a la policía o quedarse a ver qué hace un insensato como yo.

Me hico de rodillas delante de ella, me abrazo a sus muslos y hundo mi cara entre sus piernas. Durante unos instantes, espero el merecido castigo a mi osadía. La mujer se mueve tímidamente y me zarandea levemente. Sigo aferrado a sus piernas y ella no hace ningún otro ademan claro de querer liberarse.

Su aroma me embriaga, anula mi voluntad y mi sentido de la prudencia.

Saco la lengua y la paso por encima de sus braguitas adornadas con pequeños brocados. Con los dientes cojo la tela y estiro hacia mí. Ella se estremece dolorida pues he tirado de sus pelillos.

La escena es tan surrealista que apenas se lo puede creer y se deja arrastrar si poner objeciones.

Le chupo las braguitas hasta mojarlas completamente con mi saliva. Ella se deja hacer, y finalmente se las bajo lentamente descubriendo un triángulo lleno de pelitos negros y rizados.

Los dos actuamos como si fuésemos actores de un sueño imposible, como si no fuese real todo lo que está pasando, pero si... es real.

Aunque su aroma de mujer me enturbia los sentidos, la erección que tengo no es nada imaginaria. Hundo la cara entre sus piernas y saco la lengua buscando el contacto con los labios de su vagina. Cuando los encuentro los lamo de abajo hacia arriba varias veces. En mi afán de meter la lengua hasta el fondo, la empujo un poco y le hago perder el equilibrio hasta que cae de espaldas sobre la cama.

Se acomoda tumbada sobre la espalda y las piernas abiertas. No cabe duda que me deja hacer a mi antojo. La lastima es que tengo poca experiencia y apenas se cómo continuar.

Le hago poner una pierna hacia un lado, para que me quede su coñito al alcance de mi boca. La acerco y saco la lengua relamiendo el exterior de los labios. Ella suspira y mueve un poquito la cadera. Supongo que debo seguir así. Vuelvo a lamer de abajo a arriba.

Meto la lengua entre los labios y percibo su sabor agridulce. El olor es intenso, y por primera vez siento que tengo a una mujer rendida en mis brazos, o mejor dicho en mi boca.

Igual que si lamiese un tarro con los restos de la miel más dulce, recorro con la lengua cada rincón de su vulva. Unas veces lamiendo los labios exteriores, otras los interiores y otras penetrando dentro de la conchita.

Apenas me atrevo a separar la boca por miedo a que ella sienta interrumpir mi caricia y darle una excusa para volver a la realidad, así que el intercambio de saliva y flujos es constante, y mi lengua no para ni un instante. Pongo los labios como si fuese a dar un besito y tomo su clítoris entre ellos, lo sorbo, lo lamo y aprieto.

Es la primera vez que lo hago, pero el efecto que produce en ella me anima a continuar y repetir una y otra vez. Su chocho está bien dilatado, húmedo y caliente. Cuando mis labios entran en contacto con su vulva consigo arrancar un gemido de placer cada vez.

Ella me sujeta la cabeza. Me empieza a faltar el aire y siento la necesidad de retirarme a retomar el aliento. Para que no me eche en falta, sustituyo mi lengua por el juego de mis dedos.

Aprovecho para contemplar de cerca su hermoso coño.... me gusta pasar la yema de los dedos por cada uno de sus pliegues y escuchar como los suspiros se aceleran.

Meto mi dedo índice, que se hunde sin dificultad impregnado de sus flujos. Al sacarlo esta brillante y mojado  Lo vuelvo a meter lentamente, y lo dejo allí unos instantes.

Luego muevo la falange adelante y atrás. Ella gime y se retuerce pidiéndome que siga y continúe con esas caricias. Meto y saco el dedo varias veces, le acaricio el clítoris con las yemas completamente humedecidas y luego le meto dos dedos simultáneamente.

Al principio se retuerce un poco, pero enseguida se acomoda a los dos dedos y empieza a resoplar con fuerza. Me toma la mano y la conduce con decisión haciéndola subir y bajar con ritmo creciente. Mis dedos entran y salen con ritmo frenético hasta que ella cierra la piernas me aprisiona la mano e impide cualquier movimiento.

Calladamente gime y suspira con fuerza disfrutando de lo que interpreto como un orgasmo.

Me hace retirar la mano y se acurruca sobre la cama dándome la espalda.

-       "Ahora, vete por favor....", oigo decir con voz entrecortada.

A regañadientes obedezco y vuelvo por el camino que llegue. Al llegar a mi habitación me hago una paja salvaje, y... luego otra recreándome con las imágenes que acabo de vivir.

El día siguiente la vuelvo a observar en la piscina. Ella no me da ninguna señal especial, salvo una leve sonrisa cuando pasa por delante de mí en el momento de irse.

Quizás esta noche la vuelva a visitar y pueda completar mi fantasía.

Deverano.